Un modelo de integración totalitaria (IPARLA núm 2)
UN MODELO DE INTEGRACIÓN TOTALITARIA
Iparla 2. zenbakia
En la “emergencia del mundo occidental”, en su desarrollo y ulteriores transformaciones, el bloqueo de las nuevas formas de producción-asociación por el sistema totalitario ha sido el factor más constantemente retardatario de la historia europea.
Los caracteres estructurales que han hecho del totalitarismo una detestable forma de producción-asociación son hoy, más que nunca, la clave de dificultades, insuficiencias y contradicciones que la fuga hacia delante y el camuflaje ideológico – inherentes al sistema – no pueden sino desplazar y agravar.
Desde finales de la Edad Media, las estructuras sociales española y francesa han evolucionado en sentido totalitario, desde el absolutismo agropecuario hasta los más recientes modelos de integración. La adopción del nuevo sistema de producción-asociación, la recepción local de la masa de innovación tecnológica realizada y acumulada en las áreas de organización democrática, han sido tan inevitables como parciales y tardías, porque han estado subordinadas a las condiciones y objetivos del régimen establecido.
La libertad es una fuerza productiva y una estructura social. La libertad nacional es el primero de los derechos humanos y la condición de todos los demás. El imperialismo es especie del totalitarismo.
La situación del pueblo vasco a finales del siglo XX es el resultado de un largo proceso histórico de resistencia al imperialismo a través de sucesivas constelaciones estratégicas, y de su reducción paulatina. Guerra y ocupación militar, incendio, bombardeo y pillaje, desmembramiento y anexión, represión y terrorismo de masa, prisión, tortura y ejecución de la oposición democrática, concentración del poder, determinación imperialista de la estructura internacional de clase, organización de una economía política de transferencia, dependencia, expoliación y subdesarrollo, deportación, colonización y segregación de poblaciones, discriminación racial, lingüística y cultural, resolución entropista de la contradicción social, represión generalizada de la personalidad y el proceso diferencial evolutivo, pan-estatismo burocrático e hipertrofia de la reglamentación autoritaria, sumisión de la cultura, la ciencia, el arte, la comunicación y la información, “tales son los procedimientos idílicos” que han establecido y consolidado el sistema social vigente, al servicio de una empresa permanente y deliberada de genocidio total.
Es así como se han determinado, sobre el territorio histórico del pueblo vasco, las relaciones generales de fuerza, la organización de la producción material y cultural, los sujetos agente y paciente de la violencia y sus condiciones y límites en el tiempo y en el espacio: la “constitución” real, en el sentido histórico, sociológico o jurídico de la expresión.
Tal es el orden social que la propaganda imperialista presenta como “revestido de la legitimidad democrática, expresión de la libre voluntad del pueblo vasco, fundado sobre el rechazo de toda violencia venga de donde venga y el respeto supremo de la vida y la libertad de la persona humana, sobre el orden moral, el consenso y la decisión de la mayoría, estado de derecho, producto de la razón a contraescarpa de la historia”. La “oposición” se realiza “por la vía política, táctica, posibilista, ética y jurídica, por la persuasión, el diálogo y el pacto entre caballeros”. La “lucha institucional” se suma a “la lucha armada, la guerra revolucionaria”, y ambas “tienen su complemento en la movilización de masas”. “Haciendo nación día a día”, mediante “el desarrollo económico y cultural”, se evita “el exceso de política”, en espera de “la potenciación del estatuto” y de “la negociación inevitable”...
Tal acumulación de sandeces e insanidades, ideológicamente funcionales, pone de manifiesto la naturaleza del sistema que la hace posible y necesaria.
A la apología y falsificación del poder social vigente, a la negación y caricatura de la libertad nacional y democrática se une aquí la destrucción de la razón y del conocimiento de los hechos y fenómenos sociales básicos, en un grado jamás antes alcanzado de ultranza teórica e implantación social.
En el complejo ideológico establecido, la desvergonzada hipocresía de los grupos sociales, “autoridades” y agentes morales y culturales que producen y transmiten la propaganda imperialista corresponde bien a la capacidad sin precedentes de los modernos monopolios de adoctrinamiento e intoxicación de masas. Una “oposición” estratégicamente arruinada asegura el consumo diario de tan repugnante bazofia. La trampa ideológica en que el pueblo vasco se ha dejado encerrar es parte de su reducción al nivel de simple objeto estratégico.
Toda realidad política, como su especie jurídica, consiste en la determinación social de la violencia; toda historia política, en su evolución. Una y otra se insertan en la relación general de fuerzas y en su expresión estratégica, dentro de la totalidad histórica y social que las concreta. Todo grupo social se realiza como agente en esta dimensión o sufre un proceso ineludible de liquidación generalizada. Los pueblos que pierden su libertad y agotan su fuerza vital en la sumisión no tienen sitio en la Historia.
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