Otra vez “elecciones europeas” (IPARLA núm 9)


OTRA VEZ “ELECCIONES EUROPEAS”


Iparla 9. zenbakia / Maiatza 2014


La Unión Europea (UE) no es un Estado, una federación ni una confederación. Es creación de los Estados, que la preceden y componen en los límites y condiciones que les convienen; carece de poder político propio; y no tiene más competencias que las delegadas por ellos ni más fuerzas armadas que las de ellos. Los Estados europeos, como los demás, no tienen otro interés ni aceptan más ley que los suyos propios. (Rechazado por referéndum en Francia [29 de Mayo de 2005] y en los Países Bajos [1 de Junio de 2005], el “Tratado de la Constitución europea” fue substituido el 13-Diciembre-2007 por el mini-tratado de Lisboa. Sobre aquel “Tratado”, véase Iparla 4, 2005.)

La UE sólo considera y reconoce como “pueblos” a los dotados de Estados reconocidos, y reduce la “nación” a un simple sinónimo del Estado. Sin embargo, el generalmente postulado como “reconocimiento constituyente” se funda en una contradicción en los términos; y en cuanto al “principio de eficacia o efectividad”, que la UE invoca, permite tantas interpretaciones como partes hay en un conflicto donde ese principio está involucrado. Por lo demás, la “ciudadanía de los Estados” y sus derechos, que también invoca, se traen a cuenta y a cuento para negar mediante ese artificio la existencia misma y los Derechos Humanos fundamentales de los Pueblos sojuzgados, y ante todo su derecho de autodeterminación o independencia: un concepto y una realidad insoportables para la UE.

La cuestión de las elecciones forma parte de la cuestión estratégica de la resistencia al imperialismo y al totalitarismo. Las elecciones en general no pueden fundar ni legitimar el Estado, puesto que el Estado las precede. Sólo por su inserción en la relación general de fuerzas, y por la eventual transformación (o no) de ésta, pueden el voto institucional y sus resultados cobrar un sentido político e ideológico determinado.

Las declaraciones oficiales, y la hipócrita palabrería liberal, democrática y pacifista de la “Europa de la dimensión humana”, se reducen así a confusa propaganda para disimular y legitimar ideológicamente – por una parte – el poder de los Estados, en los cuales se ejerce la fuerza dominante y conflictiva del mundo moderno. Y – por otra – el nacionalismo ofensivo que ellos impulsan, contra el defensivo; el opresor, contra el oprimido. Tratan de hacer creer que la UE ofrece una alternativa al totalitarismo y el imperialismo estatales: “Cuanto más Europa, menos Estado”, dicen. Pero lo propio de la UE es reforzar el poder estatal: para eso se ha hecho.

La Europa “democrática” admitió la dictadura fascista e imperialista del General Franco: único Estado restante instaurado por el Eje, pasando por alto los crímenes imprescriptibles de guerra, contra la paz y contra la humanidad del fascismo y el imperialismo español. Después apoyó, encubrió y financió la “milagrosa” transición intra-totalitaria al Segundo Franquismo y no ha cesado nunca de asistirlo de todas las maneras, incluyendo la condena y persecución de todos sus adversarios políticos.

La UE contradice el derecho internacional formalmente reconocido por las Naciones Unidas y las Convenciones internacionales. Y, restaurando y adaptando el “derecho internacional clásico” de las Potencias imperialistas europeas, confirma teórica y prácticamente el derecho a la agresión y la guerra así como el derecho de conquista; niega el derecho de independencia, libertad o autodeterminación de los Pueblos, sin el cual no hay democracia; y condena el derecho inherente de legítima defensa así como los derechos de personalidad, el derecho al nombre y la identidad individual y colectiva, sin los cuales no hay dignidad ni humanidad. A su vez – y al estar condicionados por el derecho fundamental de autodeterminación de los pueblos, que es el primero de los derechos humanos fundamentales y la condición previa de todos ellos – los derechos humanos en general no pueden escapar a su misma suerte. Los derechos humanos fundamentales no son producto de la democracia, son su fundamento: un régimen democrático sólo puede fundarse y constituirse sobre ellos. Donde no existen, no hay democracia.

El imperialismo español y francés: constituido por los monopolios de poder político, violencia, terrorismo y propaganda, es el primer interesado en esta forma de elecciones que niegan la existencia de los Pueblos conquistados y colonizados. La oleada de propaganda monopolista, que fabrica el habitual calentón electoral, pretende ocultar la realidad con la colaboración de sus portavoces indígenas: “Nosotros miramos a Europa. Europa tiene que reconocer al pueblo vasco”, dicen éstos. Han mirado ya a tantos sitios, durante los últimos sesenta años, que uno más no importa mucho. Pero la UE no va a ser más receptiva a la voz y las miradas del Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra, que lo son los Estados que la componen, cuando ha mostrado siempre y naturalmente un desprecio por los Pueblos oprimidos todavía mayor que el de éstos.

“Europa” no va a oír voces ni “tiene que” reconocer nada. Para la UE el Pueblo Vasco no existe y los Vascos no tienen derecho a constituir ni a votar nada, pues lo que no existe no tiene derechos. Los Vascos que resisten ideológica y políticamente al imperialismo y el totalitarismo son delincuentes y criminales, pero delincuentes y criminales españoles y franceses, pues ni para eso tienen personalidad propia. Los “representantes de Euskadi” que acceden al Parlamento Europeo “para que Euskadi tenga voz propia en Europa” lo hacen como españoles y franceses convictos y confesos, y sólo como tales. Sólo como travestis españoles y franceses tienen acceso a los “derechos civiles y políticos democráticos del espacio europeo de libertad, seguridad y justicia”. Ni siquiera son representantes “regionales”, pues la región de referencia no existe en ninguna parte. (En el régimen administrativo francés, queda de antemano excluido todo proyecto de comunidad territorial en cuya identificación figure la palabra “basque”.)

Una estrategia política de liberación nacional frente al imperialismo no se funda en el reconocimiento de nadie: es el reconocimiento de otros el que se funda en y es consecuencia de una estrategia y unas instituciones nacionales y estatales efectivas; las cuales el Pueblo Vasco, caído en la trampa Pnv-Eta desde hace al menos cincuenta años, ha sido incapaz de conservar o restaurar. Europa oye y reconoce a los Pueblos capaces de crear y sostener una política efectiva; y desprecia y condena a los débiles y los incapaces. Contra lo que los monopolios de desinformación e intoxicación ideológica hacen creer a una población política e ideológicamente indefensa y desamparada, la diplomacia oficial de la UE ha confirmado ya explícitamente su intención de reconocer la independencia de los Pueblos y Estados todavía hoy anexionados por Francia y España siempre que ésta sea efectiva; y ello antes de que la cuestión ukrainiana pusiera otra vez en entredicho la pretendida vigencia del status quo internacional: única “tendencia” y afán de sus cancillerías. Pero ni Europa ni nadie reconocerá nunca a un “pueblo” que no se reconoce a sí mismo, y que voluntaria y “democráticamente” acepta acudir a las “instituciones europeas” como español o francés.

El electoralismo y el voto “europeístas” de los partidarios de “la vía institucional armada o desarmada” es la continuación y el complemento de la empresa de sumisión y liquidación ideológicas y políticas que han sumido a este País en la indefensión, la división, la nulidad estratégica, la putrefacción política y la alienación material y mental.

Los monopolios de Estado y el institucionalismo aborigen no pueden completamente ocultar la abstención y el boycott de las “elecciones” por una mayoría del Pueblo Vasco en las condiciones del régimen de ocupación, violencia, terrorismo y propaganda de masas. La resistencia espontánea y clandestina, activa y pasiva, es recurso natural, espontáneo e inmediato de los pueblos oprimidos frente al imperialismo. (Publicaciones Iparla.)


(Para una mayor ampliación sobre la "Unión Europea", véase nuestro texto ‘La “Unión europea” y la Libertad de los Pueblos’.)

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