Nacionalismo y Nacional-socialismo

NACIONALISMO Y NACIONAL-SOCIALISMO

 

(Texto inicialmente publicado el 17-Enero-2021.)

Iñaki Aginaga

(Traducido del original en Francés por F.C.)

La nueva ofensiva del Nacionalismo español en los Territorios vascos ocupados obedece a causas y circunstancias bien determinadas. La clase dirigente considera que:

1/ El plan de adaptación y estabilización del régimen Franquista ha quedado realizado en sus grandes rasgos.

2/ El riesgo de fractura de la sociedad española ha desaparecido: la antigua oposición se ha unido a los vencedores, y aspira únicamente a hacerse útil y a obtener su justa parte en el plato de mantequilla.

3/ El “problema vasco” está bajo control, al haberse logrado mantener la Resistencia nacional a nivel infrastratégico gracias al concurso directo o indirecto, comprado o recuperado, del conglomerado Pnv-Eta.

4/ Aun así, la oposición y la conciencia nacionales del Pueblo Vasco no han desaparecido ni incluso disminuido, “como deberían haberlo hecho”, bajo el monopolio de la violencia, la represión y el Terrorismo de Estado, el condicionamiento psicológico, la sumisión económica, la corrupción administrativa, la “centralización autonómica”, y la represión exasperada de todas las libertades y ante todo del derecho fundamental de libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos.

5/ Si bien la actual ausencia de estrategia y de clase política condena a la oposición democrática del País ocupado a la ineficacia y a un ersatz de resistencia política, sin embargo no debería ser descartable que se produjera una nueva situación que podría modificar la distorsión existente entre base social, clase política y estrategia, modificando por ello mismo la relación de fuerzas establecida.

6/ Por tanto, las condiciones de posibilidad, necesidad y urgencia absoluta quedan así reunidas para plantear la nueva ofensiva destinada a romper los riñones – antes de que sea demasiado tarde – a las fuerzas de libertad que la guerra y la dictadura del General Franco y de sus herederos no han conseguido erradicar.

Sin embargo, lo que aquí atrae nuestra atención es el comportamiento de los Nacionalistas franceses, que inmediatamente han seguido a pies juntillas a sus aliados españoles. Los Españoles desprecian y detestan a los Franceses. Los Franceses desprecian demasiado a los Españoles como para detestarlos. (Llegan incluso a creer que los aman, y que a su vez ellos son amados: síndrome habitual de las razas, pueblos o clases de señores y aristócratas hacia sus inferiores, esclavos y criados.) Pero su objetivo común: la liquidación del Pueblo Vasco, obliga a Españoles y Franceses a superar su repugnancia mutua y a colaborar. A este respecto, vamos a centrarnos específicamente en la actitud de los Nacional-socialistas/comunistas franceses.

I

“Yo soy anti-nacionalista, de la misma manera que otros son anti-capitalistas. Como decía Jaurès, en mi opinión el nacionalismo lleva en sí la violencia como las nubes llevan la tempestad. No hay nacionalistas duros o moderados: no hay sino nacionalistas y eso es todo, y es necesario aislarlos. El nacionalismo es la peste de la burguesía vasca. Yo no niego a estas gentes el derecho a pensar de forma diferente; yo les niego el derecho a la violencia. Quien toma un arma conoce los riesgos: que los acepte y eso es todo, y que no envíe después a la gente a llorar o manifestarse. Ellos se dirán de izquierda pero se alían con el RPR. Me hacen explotar de risa. Ellos no son más que nacionalistas y eso es todo.

“No debemos olvidar que Hitler llegó al poder por la vía democrática. Las municipalidades son la base de la democracia y de las instituciones republicanas. Los nacionalistas entran en las municipalidades para pervertir los fundamentos de la democracia francesa, para poner en duda la unidad de la República y el pacto republicano. Si ellos eligieran su propia lista, en el respeto de la democracia, yo estaría de acuerdo. ¿Por qué no, si es para defender los valores de la izquierda? Pero yo no creo que sea ése el fin de los nacionalistas. [!] Pero hoy hay peligro, si estas gentes entran en las instituciones democráticas que ellos niegan. Me encantaría ver si estas gentes se presentan el 11 de Noviembre ante las piedras del recuerdo; si se ponen en posición de ‘firmes’ cuando los tres colores de la bandera francesa suben al mástil, a los acordes de la Marsellesa; si se inclinan ante quienes lucharon por la República francesa.

Yo siempre he hecho la elección de la fidelidad a los valores democráticos, del contacto permanente con la tierra y del hablar sincero. Es también hacer la elección de una cierta ética política. En la claridad, siempre en la claridad. La vida política debe ser clara. Yo rechazo el doble lenguaje. Condenamos la alianza de la mayoría saliente y de los nacionalistas. No aceptamos los compromisos electoralistas y el doble discurso de algunos. Cuando veo a los candidatos de RPR y UDF con los nacionalistas, veo en ello alianzas contra natura. Cuando se ha equivocado, al hacer una alianza con el PNV y los abertzales [sic], la derecha ha puesto entre paréntesis los principios republicanos y ha jugado al aprendiz de brujo. Sois muchos quienes os inquietáis por ello. [Cfr. Maitia: ‘Dei berezi bat luzatzen die abertzaleei, elgarrekin lan egin behar dutela geroari buruz’.]

“Si usted quiere absolutamente a nivel nacional que todos los poderes de decisión estén concentrados en las manos del partido único de Chirac, entonces confíe su porvenir y el de todos sus seres queridos durante 5 largos años en las solas manos de Chirac y su partido único. El domingo 16 de Junio Vd. tiene la oportunidad de romper con esta lógica antisocial y antidemocrática votando: Espilondo.” (Unos días más tarde: “La primera ronda de la elección presidencial nos ha sumido en la inquietud. Muchos de ustedes sin duda han sido como yo sorprendidos y aterrados por la amenaza del extremismo y la intolerancia que ello hacía planear”. Conclusión lógica – y práctica: “Concentrar los votos a favor de la derecha”.)

“Estoy asqueado por tales comentarios. [Se trata de comentarios y carteles tratando a Espilondo de anti-Vasco, y de Fascistas con la cruz gamada a los agentes del Nacionalismo franco-español.] Mientras la amenaza del extremismo del Frente Nacional (FN) está subiendo, ese calificativo me hace pensar en uno de los períodos más negros de nuestra historia en el que algunos hablaban de anti-Francia y de anti-Francés. No puedo sino constatar este aumento irracional del odio hacia el otro. Debemos ser desconfiados. Debemos desconfiar de quienes extienden ideas de odio. Nuestro distrito electoral es testigo de hechos múltiples, contrarios a los valores republicanos, cometidos en nombre de un cierto nacionalismo vasco. Estos hechos siembran la división, el conflicto y el odio entre nosotros. ¡Qué desastre! Me gusta decir que yo estoy ‘seguro de ser Vasco y orgulloso de ser Francés’. Trabajemos más bien, juntos, para la paz, para la fraternidad y para una acción cultural audaz y de calidad. [Es decir, francesa.]

“La Lengua Vasca hará progresos cuando ya no esté bajo el yugo de los nacionalistas: la Lengua Vasca no debe ser secuestrada por nadie. [Cfr. Sarkozy: ‘Recuerden esto: cuanto más alejada se mantenga la Lengua Vasca de la política, mejor se mantendrá’.] El Vasco ha desaparecido porque la gente no le encontraba ningún valor. Algunos dicen que hablar en Vasco estaba penalizado; sin embargo mis padres tenían un comercio en Mauléon y allí todos hablaban en Vasco como querían. La igualdad exige una lengua que conozcan todos. Decir que el Vasco debe estar en los Servicios Públicos muestra una clara connotación política. ¿Será salvado por la enseñanza? ¡El Latín y el Griego son enseñados, y ved en qué estado se encuentran! Yo soy absolutamente contrario a la oficialización de la Lengua Vasca. Además esto no iba a cambiar nada. ¿Vamos a poner en Anglet un funcionario que hable el Vasco para diez desgraciados Vascos? Una solución puede ser obligar masivamente a la gente a hablarlo; pero temo que tras esas medidas estarían los objetivos nacionalistas. No estoy de acuerdo con encerrar el Vasco en un ghetto comunitario. La Educación Nacional se ha mostrado muy abierta. Seaska no lo acepta porque juega con una perspectiva política.” (¿Acaso la “Educación Nacional” – francesa – y el mismo Espilondo no la tienen? El imperialismo tiene otra visión política, por supuesto, que tiende a liquidar la Lengua del País ocupado.)

Así habla Espilondo, portavoz, teórico y representante del Partido ‘socialista’ Francés (PsF) y de la “izquierda plural” Nacionalista, al igual que lo hacen sus aliados Nacionalistas ecolo-comunistas. ¿Por qué no, si es para hacer bien?

“Aunque” de origen vasco, el nuevo teórico local y portavoz designado del PsF no es, o no es ya, un patán o un ignorante. Al asumir con todas sus consecuencias el Nacionalismo y la cultura de la Nación dominante, él no se ha comportado simplemente como una persona prudente y cuidadosa de su futuro; se ha convertido también en un hombre cultivado, ha leído libros y todo, y – por supuesto – conoce al dedillo sus clásicos: los grandes clásicos del Nacional-socialismo francés. Volveremos de nuevo sobre los textos de Jaurès y sobre el resto.

Su colega Labarrère añade: “El Ps condena el terrorismo de todos los orígenes. Es necesario enfrentarse a los Vascos. Si se les da un Departamento, se cargarán a su Prefecto. La vía democrática más amplia permite la expresión de todos mediante el derecho de voto”.

Si el PsF se pegaba a la línea del PsoE: que se confunde con el Partido franquista en el poder, el Partido ‘comunista’ Francés (PcF) no podía retrasarse sobre aquéllos a quienes anteriormente consideraba como social-traidores y social-chauvinistas del PsF, de quienes había adoptado – sobrepasándolas – todas las ideas más reaccionarias. Pero, para fundar y justificar su apoyo sin reservas al Nacionalismo imperialista y al Terrorismo de Estado franceses, su burocracia no podía sin embargo referirse a los “textos” del social-oportunista burgués Jaurès, ni siquiera extrapolados, desviados y falsificados por Espilondo. Menos todavía – y por una buena razón – a la autoridad siempre incómoda y actualmente poco recomendable de Lenin.

“Los comunistas condenan con vigor el terrorismo, los asesinatos y la extorsión cometidos por Eta. Durante las cumbres de Biarritz y de Niza los nacionalistas vascos se han entregado a violencias inadmisibles, en particular profanando el monumento a los muertos de Anglet. Los nacionalistas se niegan a condenar los actos de Eta. El nacionalismo es un peligro. Los nacionalistas, aquí como en otras partes de Europa y del mundo, pretenden hacer del otro un extranjero, un enemigo. De este modo, habría de un lado los ‘puros’, que adoptan el proyecto independentista; y, del otro, los demás (incluyendo vascos entre ellos) que están destinados a ser blancos. Es en esto que el nacionalismo es peligroso porque está emparentado con el fascismo. Los independentistas no son de izquierda; son de extrema derecha. Por tanto, denunciamos las alianzas dudosas entre los nacionalistas y los alcaldes de derecha. Con Camblong es peor que con la derecha. Los comunistas continuarán con muchos otros combatiendo contra el nacionalismo y el terrorismo. Persistirán actuando por la paz, por un País Vasco feliz, por promover la cultura vasca en su conjunto (Lengua, deportes, arte culinario etc...)”, dice el PcF, siempre incorruptible enemigo de la libertad de los Pueblos. (Volveremos sobre ello también.)

Ahora que toda la colección de insultos predilectos del PcF contra sus adversarios políticos: “los osos sabios, los chacales, los tartufos repugnantes, nauseabundos y repulsivos, los perros rabiosos, los asquerosos reptiles, las ratas viscosas y las lúbricas víboras fascistas, social-demócratas y trotskistas-bujarinistas” etc. ya no hacen al caso, el PcF se concentra en los “nacionalistas” vascos: cuerpo extraño susceptible de polarizar el Nacionalismo exclusivo, rabioso y xenófobo que ha inspirado siempre y revitalizado al colonialismo francés.

Y cuando el movimiento Nacional-ecologista francés se ha incorporado a la coalición, sabía también dónde se metía. Ecología y Nacionalismo francés son actualmente la misma cosa: no hay lugar para la libertad de los Pueblos en el ecosistema fascista.

II

La puesta a contribución de los Renegados (los “alógenos rusificados” a los que se refería Lenin al escribir: “es sabido que las gentes de otras naciones que han sido rusificadas, exageran siempre esta mentalidad rusa”), los cuales se supone conocen el terreno y “se hacen notar” al respecto, se manifiesta también en todas las épocas y en todos los Países ocupados. Pero estos sumisos y vendidos Conversos, Neófitos y Renegados de todo pelaje van siempre más lejos que sus maestros y modelos en las tareas que les son asignadas.

El alógeno rusificado – seguía diciendo Lenin de aquel criminal tándem “comunista georgiano” formado por Stalin-Ordzhonikidze – “suelta desdeñosamente acusaciones de ‘socialismo-nacionalista’, cuando él mismo es un verdadero y auténtico ‘social-nacionalista’, e incluso un brutal esbirro Gran-Ruso”. Y el alógeno afrancesado y/o españolizado suelta desdeñosamente acusaciones de “nacionalismo” en contra de los nacionales de la Nación oprimida, cuando él mismo es no sólo un verdadero, un auténtico Nacionalista español o francés sino además un brutal opresor al servicio del Nacionalismo imperialista de esas Naciones dominantes.

El desprecio y el odio: completamente naturales en el caso de los Nacionalistas que dominan a los Pueblos oprimidos, se encuentran incluso reforzados, en el caso de los Renegados, por el rencor y los complejos específicos de su psicología propia. El desprecio pasivo y el desprecio de sí mismo son la adaptación adoptada por el colonizado ante el desprecio del colonizador. Para la mentalidad imperialista, el “retrato del colonizado” es el retrato del colonizador en negativo, y el colonizador es el inverso positivo del colonizado.

Ahora bien, según A. Memmi: “La primera tentativa del colonizado es la de cambiar de condición mediante un cambio de piel. Un modelo tentador y muy próximo se le ofrece e impone: precisamente el del colonizador. [...] La primera ambición del colonizado será la de igualar ese modelo prestigioso, la de parecérsele hasta desaparecer en él. [...] El amor hacia el colonizador sirve de base a un conjunto de sentimientos que van desde la vergüenza hasta el auto-odio. La ultranza en esta sumisión al modelo es ya reveladora. [...] El colonizado no busca solamente enriquecerse con las virtudes del colonizador. En nombre de lo que él desea llegar a ser, se ensaña en empobrecerse, en arrancarse de sí mismo. [...] El aplastamiento del colonizado está incluido en los valores colonizadores: cuando el colonizado adopta estos valores, adopta la inclusión de su propia condena. Para liberarse – al menos él así lo cree – acepta destruirse. El fenómeno es comparable a la negrofobia del negro, o al antisemitismo del judío”. Como resultado de todo ello se manifiestan “el esfuerzo obstinado del colonizado por superar el desprecio que le merecen su retraso, su debilidad y – al fin acaba por admitirla – su alteridad; la sumisión admirativa; y la cuidadosa inquietud por confundirse con el colonizador, por vestirse como él, por hablar como él, por comportarse como él”.” (Albert Memmi; ‘Portrait du colonisé, précédé du portrait du colonisateur’, 1957.)

Para su desgracia, e inevitablemente, la posición de un Renegado es siempre incomparablemente más precaria que la del Colono imperialista. Para éste, impedir la pérdida del País dominado que implica su independencia no es una necesidad vital absoluta puesto que él siempre tiene su propio País al que poder regresar; mientras que el Renegado necesita absolutamente la sumisión–liquidación-destrucción de su propio País, ya que su salvación por la independencia lo dejará a él completamente sin argumentos con los que poder “justificarse”, al mismo tiempo que sin un lugar en el mundo al que dirigirse, en el cual no haya de ser para siempre un extraño y un Renegado.

El Nacionalista español o francés de pura cepa parte de un sentimiento “positivo” hacia “la potencia y grandeza” de su País; lo cual induce en él un sentimiento negativo de desprecio y odio hacia el Pueblo dominado que él percibe como obstáculo o cuerpo resistente a su “propio desarrollo”. En cambio, el Renegado parte de un sentimiento negativo hacia su País de origen, del que se deriva un sentimiento “positivo” hacia el Pueblo “superior”, susceptible de arrancarlo de sus miserables raíces; arrancando también, para mayor seguridad, las raíces y la tierra. El Nacionalista español o francés de pura cepa es en primer lugar Español o Francés; anti-Vasco, por vía de consecuencia. El Renegado es ante todo anti-Vasco; y a continuación Español o Francés. De hecho se convertiría en cualquier otra cosa, siempre que una Potencia cualquiera le pareciera capaz de destruir ese País de origen cuya liquidación es para él condición necesaria de normalización, justificación y recuperación cultural, psicológica y sociológica.

“Gilbert Folliot, prudente: ¿La amistad del rey por Tomás Becket ha muerto, Alteza?

“Rey Enrique II: Repentinamente, obispo. Una especie de parada del corazón. [...] Odio a Becket, obispo, ahora. Entre este hombre y yo, no hay nada más en común que esta bestia que me roe el vientre. No puedo soportarlo más. Tengo que soltarla sobre él. Pero yo soy el rey, [y] lo que se ha convenido en llamar mi grandeza me avergüenza: necesito de alguien. [...] A veces nos equivocamos con los hombres, obispo. Yo, también, me he equivocado. (Grita, de repente) ¡Oh, mi Tomás!

“Gilbert Folliot, exclama: ¡Vos lo amáis, Alteza! Lo amáis todavía. ¡Amais a ese cerdo mitrado, a ese impostor, a ese bastardo sajón, a ese pequeño bribón!

“Rey Enrique II salta sobre él, gritando: ¡Sí, lo amo! Pero eso no te concierne, cura. Yo sólo te he confiado mi odio. Voy a pagarte para deshacerme de él, ¡pero no me digas jamás nada malo de él!” (Jean Anouilh; ‘Becket, ou l’Honneur de Dieu’, 1959.)

El odio, tan aparente y característico en los Renegados, es el resultado de resentimientos, decepciones, frustraciones, complejos edípicos u otros de los que se hace responsable al País de origen. “La agresión física y la voluntad de destruir no son la única respuesta a la frustración, sino una de las respuestas posibles y quizá la respuesta espontánea.” “Existe un mecanismo de comportamiento bien distinto de la agresión. Es el odio, ese feo hermano menor del gran amor.” “Probablemente, no se puede odiar verdaderamente sino ahí donde se ha amado y donde, a despecho de todas las negaciones, se ama todavía.” “Fenómeno notable, generalmente poco conocido por los profanos, que se llama ‘ambivalencia afectiva’. Una de las manifestaciones de esta ambivalencia está representada por la coexistencia muy frecuente, en una misma persona, de un amor intenso y de un violento odio. A esta observación el psicoanálisis añade que estos dos sentimientos opuestos se apoyan frecuentemente sobre el mismo objeto.” “Lo que hay de primitivo en nuestra vida psíquica es, en el sentido literal de la palabra, imperecedero.” (S. Freud.)

No es sino de una manera inadecuada como a este respecto algunos hacen uso de términos como “colaboración-colaboracionista”. Bonnard, Bousquet, Brasillach, Brinon, Bucard, Céline, Cousteau, Darlan, Darnand, Déat, Deloncle, Doriot, Drieu, Gaucher/Goguillot, Laval, Luchaire, Pétain, Rebatet, Suarez y tantos otros han sido colaboracionistas, y orgullosos de serlo; muchos de ellos íntimamente convencidos de lo justo de su política. Ellos también han legitimado y reforzado la ocupación militar, y participado en la represión de su propio País; pero nunca pretendieron que ése fuera un régimen democrático, no-Nacionalista y no-violento. No intentaron nunca desmembrar su País en beneficio de los Estados vecinos, como hacen los Renegados “vascos”. Jamás quisieron anexarlo al Reich. Pensaron e incluso dijeron que ellos sabían y podían manejar y engañar a los ocupantes en provecho de Francia, a fin de conservar el Imperio francés bajo protectorado alemán.

Ellos jamás dijeron que los Franceses eran Alemanes, o que los Alemanes eran en Francia “Franceses con una sensibilidad diferente”; ni que su ‘Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes’ era en Francia un Partido tan francés, legítimo y democrático como los otros. Ellos jamás calificaron la Lengua alemana como Lengua de la República, ni el dialecto francés como Lengua regional, parte del patrimonio alemán. Jamás obligaron a los niños en las escuelas a cantar “Deutschland über alles” en homenaje a sus antepasados los Teutones, ante los monumentos a la gloria de la Wehrmacht. Sería hacerles una afrenta el equiparar a esos Colaboracionistas con los Traidores y los Renegados “vascos” que, en los Territorios ocupados del Pueblo Vasco, hacen carrera afanándose deliberadamente y con toda consciencia en la liquidación pura y simple de su Pueblo de origen, y en la aceptación: como si fueran los suyos propios, de los Pueblos y Partidos de las Naciones dominantes; según hacen los autóctonos miembros de la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y de los partidos Nacional-imperialistas franceses y españoles. No es preciso mezclar los géneros, poniendo Colaboracionistas y Traidores/Renegados en el mismo cesto.

III

Lo que dicen aquí y ahora Espilondo, Maitia, Borda etc.; lo que los monopolios de los medios de comunicación difunden hoy en día, al abrigo de cualquier posible contestación, es lo mismo que el Nacional-socialismo tradicional ha dicho siempre: se pudo oír en todas partes donde el imperialismo francés y español habían llevado su empresa criminal contra la libertad de los Pueblos. Ocurría así especialmente cuando los Partidos de “izquierda” cumplían su misión específica, yendo hasta el final de las tareas que la derecha y la extrema derecha oficiales dejaban en tan buenas manos. Como es sabido, en todas partes la “izquierda” Nacionalista ha sabido asumir el liderazgo de la represión y la guerra contra el “nacionalismo” de los demás, es decir: contra la libertad de los Pueblos que habían quedado bajo su yugo.

Desde la descomposición del despotismo oriental en España bajo los golpes de la invasión francesa, la clase dirigente española se esfuerza por seguir el modelo francés; pero las tendencias e iniciativas del Nacionalismo español contra el Pueblo y el Estado vascos son seguidas cada vez más estrechamente por sus aliados del Norte. De este modo, si bien en el Marruecos de la expansión imperialista europea el imperialismo español jugaba el papel de subarrendatario del imperialismo francés, no obstante es aquí en nuestro País donde el colonialismo francés hace la figura del pariente pobre del colonialismo español, del cual asume el papel complementario y al que le proporciona los servicios auxiliares de represión, propaganda y el apoyo logístico; bien contento de recoger las consecuencias de una empresa tan gloriosa.

Siguiendo las iniciativas del poder franquista, el Nacionalismo imperialista “de izquierda” francés ha mostrado de nuevo su verdadera naturaleza; lo cual no implica en el fondo ningún aporte innovador. Ministros y periodistas franceses repiten como loros los últimos hallazgos fascistas y xenófobos que acaban de escuchar o leer en los Ministros y periodistas españoles. Se pueden reconocer fácilmente, en los insultos, las mentiras o los paralogismos de la camarilla Nacionalista de Anglet, los temas y métodos ideológicos favoritos de la camarilla Nacionalista de Ermua: tanto del partido franquista oficial así como de sus comparsas Nacional-socialistas españoles. Es siempre el mismo vómito.

De cualquier lado que se tomen estos conceptos, cualquiera que sea la forma como los analicemos, su único elemento unívoco, activo y significativo es el Nacionalismo francés-español, es la demagogia y el chauvinismo pequeño-burgués al servicio del imperialismo estatal de la gran burguesía nacionalista. Se trata ante todo de un esfuerzo para ocultar los fundamentos del régimen imperialista impuesto a través de siglos de violencia, guerra y ocupación mediante el Terrorismo de guerra y de Estado, la represión y la deportación. Se trata de falsear y arruinar, en la teoría y en la práctica, el derecho humano fundamental de libre disposición o autodeterminación de los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y prerrequisito para todos los demás, sin el cual la libertad y la democracia son farsas ideológicas al servicio del imperialismo. Es la tarea prioritaria de los ideólogos y políticos de los partidos nacionalistas en el poder.

La ideología nacionalista-imperialista no pretende la verdad o el conocimiento sino la dominación sobre los Pueblos y la desaparición de las personas libres. Cuanto más estúpidos sean sus pacientes, más débiles y más sumisos serán. Basta constatar la magnitud de los daños causados sobre una opinión pública sin defensa, para medir la temible eficacia que demuestran los servicios de condicionamiento monopolista de las masas. Transformar las personas en títeres serviles, sumisos y dependientes con los reflejos políticos embotados y condicionados; en alienados sociales y mentales con cerebros lobotomizados, lavados, vaciados, rellenados y reciclados, es el objetivo del sistema imperialista de condicionamiento ideológico.

Siempre igualmente equívoca y deshonesta, deliberadamente falseada y manipulada, la nueva ola de propaganda nacionalista se dirige a engañar a los pacientes bajo el abrigo de los monopolios estatales de violencia e intoxicación ideológica de masas. No hay ahí materia para el asombro o pretexto para el escándalo: el Nacionalismo-imperialismo no tiene nada que hacer con cualquier clase de “honestidad” ideológica. El imperialismo es una empresa criminal de dominación nacionalista contra la libertad de los Pueblos, fundada y establecida por la violencia, que se realiza también ideológicamente; lo cual incluye la confusión, la mentira, el ocultamiento y la calumnia. Los Nacionalistas franceses de “izquierda” han ido por este camino tan lejos como es posible ir. Han desbordado las técnicas usuales de su “derecha” oficial. Han adoptado y adaptado la propaganda nacionalista del partido franquista oficial español y de sus comparsas Nacional-socialistas del PsoE.

El imperialismo no puede mostrar ante todos la verdadera naturaleza de este poder, el origen y el fundamento de su “legalidad” y de su “legitimidad”. Debe disimular y falsear la realidad, las fuentes, los fines y medios del sistema de dominación nacionalista en los territorios ocupados y anexados, y el fondo de los problemas de los que él es la causa.

El poder establecido por la guerra, el Terrorismo de guerra y de Estado, y la ley del más fuerte cínicamente afirmada como “la Ley”; por la ocupación militar, la conculcación criminal de los derechos fundamentales e históricos, y el desprecio del derecho internacional de libre disposición de los Pueblos (primero de los derechos humanos y condición previa de todos ellos); y por la agresión contra la integridad e independencia de Estados legítima e históricamente constituidos, la destrucción de sus caracteres nacionales mediante la violencia y la importación-exportación de poblaciones, y el dominio sobre la economía y la cultura: todos éstos son los hechos históricos y sociológicos que están en la base del actual régimen político de ocupación militar imperialista franco-española contra el Pueblo Vasco y su Estado: el Reino de Nabarra, y que condicionan y ordenan todas sus formas. Hechos que la ideología nacionalista no puede asumir y que necesariamente debe arrancar de las conciencias.

En su lugar, el imperialismo debe hacer entrar y arraigar en las conciencias la idea de la Nación dominante una y única; el origen y el fundamento democráticos, no-violentos y no-nacionalistas de la ocupación colonial; y la legitimidad del Estado que es su autor y beneficiario. Debe reducir a la nada, ya en idea, la Nación y el Estado sojuzgados; presentar la resistencia democrática de todos quienes no se arrastran ante el Nacionalismo imperialista como fascista, agresiva, violenta y nacionalista; y desprestigiar y difamar todo lo que queda de libertad, dignidad y espíritu de independencia en el Pueblo oprimido. ¡Pesada tarea, incluso si todo es posible allí donde el monopolio de la violencia establece y asegura el monopolio ideológico!

El adoctrinamiento de la sociedad es hoy en día tanto más eficaz puesto que conocimiento, ciencia, cultura, educación, información y comunicación: administrativamente reprimidos y orientados, se funden en una misma realidad con la propaganda y el condicionamiento psicológico de masas al servicio de los intereses del Gobierno; puesto que sus ideólogos y agentes-funcionarios bombardean con el pensamiento único y exclusivo mientras cualquier crítica y cualquier dato objetivo están excluidos por la violencia, el miedo, la ignorancia y la corrupción; y porque la pretendida oposición se encarga de decir lo que el poder imperialista y fascista establecido quiere que se diga.

Los monopolios administrativos se esfuerzan por ocupar y saturar el espacio audiovisual, y por producir el ruido y las nubes de humo que interfieran o hagan imposible cualquier información susceptible de facilitar la toma de conciencia de la población sobre las verdaderas cuestiones y las verdaderas responsabilidades. El condicionamiento de las masas debe también nublar y aturdir las conciencias, e impedir que se exprese cualquier pensamiento independiente y crítico: tan convencidos están sus promotores de su propia incapacidad (teórica) para afrontar la más elemental verdad histórica y política. Su acción trata de tapar los agujeros por donde podría infiltrarse un resto de información y conocimiento, incluso el más inmediato y elemental, sobre la realidad del poder que el Nacionalismo francés, con la inestimable ayuda de su socio español, ejerce sobre la Nación vasca.

“Porque – vos lo sabéis bien – nosotros que los del partido agresor, debemos mantenernos alejados de un examen estricto, y tapar todas las lucernas, cada tronera por donde el ojo de la razón pueda escudriñarnos.” (W. Shakespeare; Rey Enrique IV, Pt. 1.)

Ciertamente, si los Nacionalistas hablan y actúan así es porque pueden hacerlo y porque no pueden hacer lo contrario. Por supuesto, ellos preferirían no estar “obligados” a actuar de ese modo. Ellos preferirían fundar ideológicamente su dominio sobre la libre adhesión de las poblaciones y en el respeto del derecho de libre disposición de los Pueblos. Ellos querrían establecer la idea de su imperio nacional sobre la auténtica historia y los auténticos datos sociológicos, antes que en la irracionalidad, los mitos, las justificaciones mentirosas o las peticiones de principio con los que han atiborrado a la fuerza a poblaciones indefensas. Por supuesto, preferirían utilizar la persuasión, el diálogo, el discurso racional y el lenguaje sincero: elementos que a toda costa deben evitar, en lugar del monólogo impuesto y el terrorismo ideológico y político de los que no pueden prescindir. Pero ocurre que el sistema imperialista es un todo, y sus defensores son gente seria que no se hacen ilusiones por su cuenta ni tienen ninguna opción a ello, porque saben lo que está pasando: sin los monopolios políticos, económicos e ideológicos, de los que se han dotado y que ellos han impuesto a los demás, adiós a su dominación. Después de años y siglos de monopolio de los medios de violencia, lavado de cerebro, propaganda, adoctrinamiento e intoxicación, el Nacionalismo francés y español no es capaz de confesar a los Pueblos lo que él es realmente y de qué está hecho verdaderamente su poder.

Las injurias, los insultos, los propósitos difamatorios: que los agitadores nacionalistas se ven cada vez más obligados a utilizar, están orientados ante todo a tomar la iniciativa y a llevar la ofensiva ideológica sobre el terreno del adversario; y a distraer a fin de desviar la atención de la opinión pública del fondo de los problemas. Las provocaciones de los agitadores nacionalistas pretenden desviar la resistencia democrática de sus tareas reales, y fijar, neutralizar y utilizar el adversario. Para ello su superioridad en el número y en los medios, su simple masa ideológica e incluso la debilidad y estupidez de su pensamiento constituyen ventajas cada vez más eficaces frente a poblaciones indefensas, embrutecidas por siglos de propaganda a sentido único.

Si – no obstante – hemos reproducido esa colección de injurias, mentiras, infamias y comentarios útilmente débiles, característicos de la propaganda y del terrorismo ideológico fascistas e imperialistas, es ante todo porque ponen al descubierto de manera notable el odio hacia el Pueblo Vasco, hacia la libertad nacional y la democracia, y el total desprecio de la verdad histórica, sociológica o política que impulsan a los partidos nacionalistas. Para ellos se trata de proceder al condicionamiento de su clientela real, actual o virtual; y de canalizar y desarrollar el odio, la agresividad y los reflejos xenófobos y chovinistas contra el Pueblo Vasco.

Propaganda y guerra psicológica, ruina de la memoria histórica y de la conciencia colectiva de los Pueblos, dogmatismo y obscurantismo, destrucción de la razón, distorsión, confusión y perversión del lenguaje y de los conceptos, aniquilación del sentido crítico, condicionamiento y lavado de cerebro, adoctrinamiento, atiborramiento del cráneo e intoxicación ideológica de masas, forman un conjunto inherente a la ideología imperialista en el cual ningún elemento es superfluo. Es la expresión de la dominación social y del monopolio de la violencia puestos en escena.

Sin “la espantosa máquina, la espantosa impostura y la espantosa mentira” así desarrolladas, la liquidación teórica y práctica del derecho de libre disposición o autodeterminación de los Pueblos no podría ser posible.

IV

“Yo soy anti-nacionalista”, dice Espilondo. Jugar deliberadamente con la ambigüedad deseada de términos y conceptos, a fin de hacer la transferencia de los crímenes del Nacionalismo imperialista sobre la cuenta del “nacionalismo” de los colonizados: he ahí a lo que ha quedado reducida la ideología dominante. Para conseguirlo, Espilondo no se inquieta a la hora de falsear deliberadamente los textos de Jaurès – que no obstante son inequívocos – en la medida en que eso le permita apoyar su Nacionalismo francés y su vascofobia. Es así como él entiende su “elección de una cierta ética política”. Por lo que se ve, y a pesar de tener a su disposición los monopolios de todos los medios de violencia y propaganda, forzosamente Espilondo, su partido y su clientela deben andar escasos de ideas para justificar sus agresiones, puesto que tienen que utilizar semejantes procedimientos. Deben también estar convencidos de que la obra de deculturización e idiotización de los vencidos ha alcanzado el nivel necesario para hacerlos tragar cualquier cosa.

Si por ‘nacionalismo’ en sentido estricto (es decir: el Nacionalismo imperialista) entendemos la negación de los derechos de otros Pueblos, así como la propaganda y las vías de hecho contra sus libertades y – en primer lugar – contra su derecho de libre disposición, autodeterminación o independencia, entonces el Nacionalismo es ciertamente incompatible con la libertad, con los derechos humanos y con la democracia. Ahora bien, en este sentido está claro que tal cosa: el “Nacionalismo vasco”, eso no existe. Por el contrario, el Nacionalismo francés y el español sí que existen en ese sentido, y han estado, durante siglos, en la cima del imperialismo mundial. Si ya no lo están más, ello no es debido a que Españoles y Franceses hayan renunciado alguna vez voluntariamente a esa posición sino que la “culpa” incumbe a otros “nacionalismos”, que a su vez han llegado a ser más fuertes que ellos.

Pero si, muy al contrario, por ‘nacionalismo’ se entiende la defensa de los Pueblos, de sus libertades y – en primer lugar – de su derecho de libre disposición o autodeterminación: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa para todos ellos, según el derecho internacional, entonces cualquier sociedad libre y democrática está fundada: ideológica y políticamente, de esta manera. Es decir, si quienes quieren liberar su País, su Nación y su Estado de la dominación imperialista son “nacionalistas”, entonces quienes invaden los Estados y Países de otros Pueblos, negándoles el derecho fundamental de libre disposición nacional, son Nacionalistas en el grado más alto.

En otras palabras: si por ‘nacionalismo’ se entiende cualquier clase de afirmación e incorporación factual o ideal de las propias realidades nacionales, entonces todo el mundo es “nacionalista”, y no se ve cómo podría ser de otro modo. “La cultura internacional no es anacional”, confirmaba Lenin, quien jamás había conocido a nadie que hablara “socialista” en lugar de Ruso, Alemán u otros idiomas corrientes, y sin duda no esperaba encontrarlo, y con razón.

Lenin decía y repetía que era necesario, en toda situación, hacer la distinción entre “el nacionalismo de la nación opresora, y el nacionalismo de la nación oprimida”. Por supuesto, la “izquierda” Nacionalista francesa o española no es marxista-leninista: reventaríamos de risa si así lo pretendiera. Ellas se sitúan, desde el principio, del lado del Nacionalismo de la nación que oprime, y contra el “nacionalismo” de la nación oprimida:

“En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que un planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora, y el nacionalismo de la nación oprimida; entre el nacionalismo de la nación grande [o sea: imperialista], y el nacionalismo de la nación pequeña.

“Con relación al segundo nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre somos culpables, en el terreno práctico histórico, de infinitos actos de violencia; e incluso más todavía: sin darnos cuenta, cometemos infinito número de actos de violencia y de ofensas. No tengo mas que evocar mis recuerdos de cómo en las regiones del Volga tratan despectivamente a los no-Rusos, cómo la única manera de llamar a los Polacos es ‘Poliáchishka’, cómo el Tártaro es motejado de Príncipe, cómo los Ucranianos son siempre ‘Jojols’, y los Georgianos y demás nacionales del Cáucaso los llaman siempre ‘Kapcasianos’.

“Por eso, el internacionalismo por parte de las naciones opresoras o ‘grandes’ (aunque sólo sean grandes por sus violencias, sólo sean grandes como lo es un esbirro), debe consistir no sólo en la observancia de la igualdad formal entre las naciones sino incluso de una desigualdad de la nación opresora, de la nación grande, que debe compensar la desigualdad que ella obtiene en la práctica real. Quien no haya comprendido esto, no ha entendido la posición verdaderamente proletaria ante la cuestión nacional; ése en el fondo sigue siendo pequeño-burgués en su punto de vista y, por ello, no puede menos de deslizarse a cada instante al punto de vista burgués. [...]

[...] Otra cosa es cuando nosotros mismos caemos, aunque sólo se trate de nimiedades, en actitudes imperialistas hacia nacionalidades oprimidas, socavando así toda nuestra sinceridad de principios, toda nuestra defensa de principios de la lucha contra el imperialismo. Pero el mañana de la historia universal será el día en que los pueblos oprimidos por el imperialismo que despiertan sean definitivamente estimulados, y en que empezará la decisiva, larga y dura lucha por su liberación.” (V. Lenin; ‘Acerca de la cuestión de las Nacionalidades o “Autonomización”’. Tomado al dictado en taquigrafía por su secretaria Mariya Volodiceva el 31-XII-1922.)

El imperialismo, en el sentido leninista, no es quizás el estadio supremo del capitalismo; pero el imperialismo, en sentido estricto, es ciertamente el grado extremo de Nacionalismo: el Nacionalismo imperialista. Nacionalismo y totalitarismo en general son conceptual y sociológicamente inseparables.

La inter-nación, el inter-nacionalismo, supone la nación: no puede haber inter-nacionalismo sin naciones, negando las naciones y sus derechos; lo cual es la posición fundamental del Nacionalismo imperialista. Todo ‘anti-nacionalismo’ es correlativamente nacionalista. No se puede negar una nación o un nacionalismo sin afirmar y oponerles otra nación y otro nacionalismo. De este modo, al condenar ‘el nacionalismo’, lo que los Nacionalistas franceses y españoles condenan es en realidad el nacionalismo defensivo de las naciones oprimidas, el cual es un obstáculo para el Nacionalismo imperialista de ellos mismos. El Nacionalismo francés (y el español), puesto que postula su propia “Nación-modelo” cuya función es reconstruir el mundo a su imagen por su imposición sobre las demás, es incompatible con todo inter-nacionalismo.

Según Engels:

“Estas gentes [francesas] exigen ahora, puesto que las victorias alemanas les han hecho el regalo de una república (¡y qué república!), que los Alemanes abandonen inmediatamente el suelo sagrado de Francia, de lo contrario: guerra a ultranza. Ellos continúan imaginando como antaño que Francia es superior, que su suelo ha sido santificado por 1793 y que ninguna de las ignominias realizadas después por Francia podría profanarlo, y que la palabra hueca ‘república’ es sagrada.” (De una carta de Engels a Marx; Londres, 7-Septiembre-1870.)

“Marx escribió a Engels sobre la ‘camarilla Proudhonista’ de París, que [...] ‘declara que las nacionalidades son un absurdo, [y] ataca a Bismarck y Garibaldi. Como polémicas contra el chauvinismo sus acciones son útiles y explicables. Pero como creyentes en Proudhon (a quienes también pertenecen Lafargue y Longuet, dos muy buenos amigos míos de aquí), que piensan que toda Europa debe y querrá permanecer tranquilamente sentada sobre su trasero esperando a que los caballeros de Francia hayan abolido la pobreza y la ignorancia – ellos son grotescos’. (Carta de 7 de Junio, 1866.)

“‘Ayer’ – escribía Marx el 20 de Junio de 1866 – ‘hubo en el Consejo de la Internacional un debate sobre la guerra actual. [...]. El debate se ha concentrado, como era de esperar, sobre ‘la cuestión de la nacionalidad’ en general y la actitud que adoptamos hacia ella. [...]. Los representantes de la ‘Joven Francia’ (no trabajadores) pusieron por delante el anuncio de que todas las nacionalidades e incluso las naciones eran ‘prejuicios anticuados’. [...]. El mundo entero debe esperar a que los Franceses estén maduros para una revolución social. [...]. Los Ingleses se rieron muchísimo cuando comencé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y los otros, que han liquidado las nacionalidades, se habían dirigido a nosotros en ‘Francés’, es decir: en una lengua que nueve décimas partes de la audiencia no comprendía. También sugerí que por negación de las nacionalidades él [Lafargue] parecía, de forma completamente inconsciente, entender la absorción de ellas por la nación modelo francesa’.” (Citado por V. Lenin en ‘El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación’, 1914.)

Así pues, los Nacionalistas franceses, como los Nacionalistas españoles, rechazan en la teoría y en la práctica el derecho de libre disposición o autodeterminación de los Pueblos. Ahora bien, sin derechos humanos no hay democracia. No hay democracia, sino imperialismo y fascismo, allí donde se niega el derecho de autodeterminación de los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos.

Sin embargo, para los monopolios de propaganda imperialista franco-española es “el nacionalismo vasco”: “la peste de la burguesía vasca”, el que amenaza la libertad, la democracia y la paz mundial. Según ellos, habiendo estado la burguesía francesa y la española inmunizadas desde siempre contra este tipo de enfermedad, el Nacionalismo francés y español no existe. (Sí habría, por el contrario, una burguesía vasca “nacionalista”; un hecho sorprendente en un País donde las elites y el pueblo: habiendo renegando de su identidad según afirman los ideólogos del imperialismo, se habrían sumado libremente desde hace siglos al Nacionalismo francés y español.)

Una sociedad única mundial tendría el mismo contenido objetivo que el de una nación en una sociedad multinacional caracterizada, incluso si la palabra y el concepto de nación no existieran o no existieran ya, debido a una correlativa falta de diversidad nacional; del mismo modo que las cualidades objetivas de la materia serían las mismas que son aunque, en ausencia de diversidad, los conceptos y las palabras diferenciadas pertinentes a ellas hubieran desaparecido. Una sociedad humana desprovista de tales caracteres es algo que no existe y que no puede existir, no más que un cuerpo sin dimensiones. Por supuesto, la ideología imperialista nunca ha retrocedido ante las hipóstasis y otros paralogismos de los que podía sacar provecho para engañar a los Pueblos e incorporarlos a la Nación-modelo, “universal y no-nacionalista”, es decir: imperialista.

Un super-Estado mundial único sería, en cualquier caso, siempre un Estado; es sólo que en tal caso la política y el derecho inter-estatales no existirían debido a la falta de concurrentes. (Un derecho como ése no existe ya, si se considera el derecho mundial comouna simple parte del derecho estatal. Estrictamente hablando, un Estado no tiene y no puede tener política o derecho “exteriores o externos”. “El interior” político del Estado y de su derecho es el dominio que él somete. Lo que es exterior al Estado no es política y derecho del Estado. Así pues, lo que es política y derecho del Estado no podría serle exterior; lo cual hace que la política y el derecho “interiores” desaparezcan también, debido a la falta de un correlativo “exterior”. Las relaciones políticas y jurídicas pueden ser externas o internas con relación a un dominio parcial de política o de derecho; mas no pueden serlo con relación a la política y al derecho de los Estados como un todo.)

El cosmopolitismo, el mundialismo, son o bien una forma de Nacionalismo imperialista, o una forma de multi-nacionalismo. Los partidarios de la “superación anacional” son, en realidad, Nacional-imperialistas que intentan enmascarar su Nacionalismo a costa de los otros. Los Nacionalistas franceses lo proclaman sin cesar: “el Francés es cartesiano”.

V

“No hay nacionalistas duros o moderados: no hay sino nacionalistas y eso es todo, y es necesario aislarlos”, es actualmente una consigna de los Nacionalistas franceses y españoles contra cualquier atisbo de resistencia al Imperialismo. Este nuevo llamamiento de la “izquierda” nacionalista es, sin duda, una pequeña novedad: tal como se nos muestra, sus formulaciones aportan un progreso apreciable, una innovación considerable que es un placer subrayar, y un alivio cierto para un futuro tranquilizador. Puesto que la misión histórica de los Partidos Nacionalistas “de izquierda”, en el País Vasco y en otros lugares, ha consistido siempre en falsear el juego y revolver las cartas; en confundir, pervertir, desviar, recuperar, explotar, corromper, penetrar, dividir y – finalmente – arruinar la resistencia democrática de los movimientos de liberación de los Pueblos, el hecho de poder prescindir de ellos por su propia decisión será sin duda un gran y placentero progreso.

En el momento de la guerra imperialista de 1936, la “colusión entre los rojos y los separatistas”: tantas veces denostada y condenada por la propaganda de la Cruzada fascista, no fue en cambio suficientemente denunciada y combatida por los partidos de la “izquierda” nacionalista de España y de Francia; esto es lo menos que se podría decir. Dado que “la firmeza y el rigor, el sentido de la claridad y el aislamiento” contra el movimiento vasco de resistencia – que es la contribución más notable de la actual “izquierda” nacionalista francesa – faltaban manifiestamente en aquella época, sus predecesores se veían forzados a “conciliar” las exigencias de la guerra contra el fascismo con la preocupación de impedir el establecimiento de Estados independientes de hecho o de derecho en el País Vasco y en Catalunya; lo cual resultó en un sabotaje real de la lucha contra el Fascismo.

Una vez que la victoria del General Franco quedó así asegurada, todos los Resistentes vascos se acuerdan de los tiempos demasiado prolongados en los que no se podía caminar por las calles – ni siquiera estar en casa – sin tener pegados encima los comandos, travestis, sanguijuelas y lapas del Nacionalismo español y francés “de izquierda”: todos ellos desbordantes de comprensión, simpatía y tentadoras promesas para el País Vasco, cuya libertad “tenía como requisito previo la caída de Franco, la democracia o la revolución socialista en España y en Francia”. La libertad de los Pueblos: fundamento de la Democracia, era siempre “reconocida” por ellos – es decir relegada – como accesoria, eventual y diferida.

En realidad, la pretendida “lucha prioritaria contra Franco, por la democracia y por el socialismo” de los social-imperialistas españoles y franceses escondía mal su rechazo del derecho de libre disposición, autodeterminación o independencia de los Pueblos, y aspiraba de hecho a recuperar y destruir su lucha por la libertad nacional. El mantenimiento, a cualquier precio, de las anexiones en beneficio de los Estados imperialistas era siempre para ellos el fundamento inamovible de cualquier proyecto político “democrático”; lo cual dio como resultado el hundimiento de la lucha contra el franquismo y por la democracia, en beneficio de la “reconciliación nacional” y la continuidad de los logros políticos fascistas. Sabemos lo que le ha ocurrido, con este juego, también a la “revolución democrática, socialista o comunista”. (La “izquierda” nacionalista francesa, a partir de ahí, ha quedado liberada. Ahora puede ya, abiertamente, aliarse con los Nacionalistas franceses y españoles de derecha y “de izquierda” contra el verdadero enemigo: los Vascos.)

Ha habido, no obstante, ingenuos para dejarse cazar con esos trucos, listillos para colaborar, y renegados para venderse: a nivel individual, burocrático o corporativo. Hace ya sesenta años que el Pnv no tiene otra línea política o ideológica que la que el PsoE y el partido franquista tradicional le marcan. Igualmente, hace el mismo tiempo que su corolario, el Eta, ha sido a menudo infiltrado con toda impunidad por los agentes individuales y colectivos de los Partidos nacionalistas españoles y franceses. Los “compañeros de viaje” así nombrados han cumplido la misión que les había sido asignada en beneficio del “frente democrático de izquierda” con el imperialismo, y de otros caprichos reaccionarios de la misma calaña. En estas circunstancias, las trampas “dualistas” sobre “la democracia, el socialismo y la cuestión nacional”: voluntariamente aceptadas, avaladas y repercutidas por el grupo liquidacionista Pnv-Eta, han fabricado colaboradores, desertores y tránsfugas en cadena, y causado daños difíciles de sobre-estimar.

Ahora bien, después de cuarenta años esta táctica ha perdido su eficacia. Los resultados de la “transición” intra-totalitaria española no son sino demasiado evidentes. Nacionalistas españoles y franceses han podido por fin dejarse llevar por sus inclinaciones y afinidades naturales contra la libertad de los Pueblos y, en particular, del Pueblo Vasco. El Nacionalismo del PsF ha alcanzado cimas demasiado manifiestas. El antiguo PsoE no es sino la molturación de la Falange Española, que había invertido en él sus despojos en los años sesenta. Finalmente acuerdos internacionales entre Partidos y Gobiernos Nacional-socialistas (en París, en Madrid o en Latché) han abierto los ojos de muchos, y sus inequívocas consecuencias han reducido, si no eliminado, el margen de maniobra. En cuanto al PcF, no es sino un residuo informe que trata desesperadamente de reflotarse arrancando la clientela de la extrema derecha oficial por medio de una sobrepuja Nacionalista sin precedentes.

Los “ingenuos” que treinta años antes se felicitaban de “la llegada de la izquierda al poder en España y en Francia”: una llegada “que abría nuevas perspectivas de libertad para el pueblo vasco”, han sido incapaces de explicar o disimular la realidad. Se han convertido en (relativamente) reacios a la seducción nacionalista “de la izquierda” española y francesa, o bien han pasado abiertamente del lado del imperialismo. Todos quienes – por ignorancia, ingenuidad o mala fe – han participado en estas maniobras quedan así confrontados a textos y actitudes que no podrán fácilmente tergiversar.

Es preciso señalarlo bien, para no confundirse acerca de los previsibles resultados: si las “alianzas” con el imperialismo parecen atravesar ahora un momento difícil, ello no es como resultado de ningún tipo de autocrítica o alteración “revisionista” cualquiera, realizadas por los grupos con etiquetas vascas que están comprometidos en ello, sino como resultado de la iniciativa, el fortalecimiento y la agresividad de los órganos de ocupación y del Partido nacionalista francés; todos ellos convencidos ya de que, con incapaces y “desgraciados” de esta especie, cualquier otro relación distinta de la represión pura y dura es tan inútil como perjudicial: “es necesario aislarlos”. (Es por otra parte también la opinión – a menudo aún más afianzada – hoy generalizada a través del mundo.)

Sin embargo, basta con escuchar las lamentaciones de esos incautos sin remedio sobre las “incomprensibles traiciones y acuerdos contra natura”; basta con observar sus expectativas y solicitaciones, para que ninguna duda sea posible acerca de su voluntad de continuar o regresar a la misma vía, a poco que sus queridos amos les dejen todavía la posibilidad.

De todos modos, es preciso señalar también que la unidad de la Nación vasca y de su problema es tal que los tránsfugas no se adhieren bien al nacionalismo francés o al español, sino que se convierten en ardientes partidarios de ambos a la vez.

VI

“Yo soy anti-nacionalista, de la misma manera que otros son anti-capitalistas”, dice Espilondo. Este “socialista” no es anti-capitalista como lo son otros. ¿Qué es entonces Espilondo? Está claro que no puede proclamarse pro-capitalista o social-capitalista: eso no pintaría bastante “socialista” o bastante “comunista”. Pero tampoco puede llamarse anti-capitalista como otros, a menos que quiera provocar enloquecidas carcajadas. Espilondo opta por decirse “no-anticapitalista”: dos negaciones que valen por una afirmación en “el lenguaje simple de la verdad y en la claridad, siempre en la claridad”. Tanta claridad es cegadora.

Nacional-socialistas y Nacional-comunistas (el grupo PsF-PcF) se dicen “no-nacionalistas, anti-nacionalistas, anti-terroristas, no-violentos, no-anticapitalistas”. Pero ¿cuál es, en positivo, su contenido político? En efecto, esta inflación negativista, este diluvio de adversativas, estas fugas y estas negaciones formalistas no son inocentes ni carentes de significado. Ellas reflejan el malestar e incapacidad de los Nacionalistas para definirse; su rechazo a presentarse en público tal como verdaderamente son. Así pues los Nacionalistas se ocultarán bajo fórmulas negativas y perifrásticas. Ellos serán “no-istas”. Puesto que no pueden confesarse como los Nacional-imperialistas y social-chauvinistas que son, ellos serán “anti-nacionalistas y no-nacionalistas”. ¿Pero qué son en realidad unos anti-nacionalistas y no-nacionalistas que son partidarios, agentes y beneficiarios del Nacionalismo imperialista francés? Ellos se dicen “no-violentos y anti-terroristas”. Ahora bien, ¿qué es, en qué consiste la no-violencia y el anti-terrorismo de los partidarios, detentadores, agentes y beneficiarios del monopolio de la violencia y el Terrorismo de Estado? Ellos nos hacen explotar de risa.

La República francesa está fundada en las – ilícitas – adquisiciones del Antiguo Régimen, cuyo fundamento y estructura fueron no obstante conservados y desarrollados en la “Revolución”. El Terrorismo de masas y los crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, que horrorizaron al mundo, fueron los medios que fundaron la Dictadura republicana: primer ensayo de un régimen totalitario moderno y modelo para todos los demás. En nombre del progreso (y es aquí donde está su mayor originalidad: inspiradora de toda ideología totalitaria contemporánea), la República francesa inauguró la Dictadura y el Terrorismo travestidos de libertad, derechos humanos y democracia; el Nacionalismo imperialista francés, bajo cubierta y falsificación de universalismo, igualdad y libre disposición de los Pueblos; el belicismo, la agresión y el pillaje, bajo retórica de fraternidad y pacifismo; el fanatismo ideológico, so capa de ciencia, ilustración y religión republicana; la deificación del Estado, bajo pretexto de laicismo y moral cívica; y el colonialismo, con disfraz de civilización y progreso humanitarios.

La República francesa continuó y empujó: hasta el extremo y en todos los Continentes, la política de agresión, pillaje y conquistas del Antiguo Régimen. Proclamarse actualmente “republicano” – así como “socialista, comunista o izquierdista” – puede servir todavía para alguna ocasión especial (particularmente para engañar a los Pueblos sojuzgados), pero ello no es un label democrático. La Democracia es el poder político del Pueblo, y se funda en la efectividad de los derechos humanos fundamentales. Todo lo que no sea esto, constituye su falsificación.

La “Revolución” liquidó: mediante la violencia criminal y el desprecio de todos sus derechos fundamentales, lo que quedaba de las libertades históricas del Pueblo Vasco. La República instaló aquí entre nosotros la dictadura de los clubs parisinos, la guillotina, el Terrorismo y la deportación de masas. Fue el republicano “corso” Bonaparte quien intentó restablecer la esclavitud en Haití, y quien – batido allí por completo – se vengó aplastando su isla natal bajo el Terror. Fue él quien restauró el esclavismo y quien relanzó la expansión, la guerra, el Terrorismo y el saqueo franceses en toda Europa; él, quien fundó “el Imperio republicano” y quien llevó hasta el extremo la liquidación de las instituciones democrático-populares – a la vez que reforzaba las estructuras totalitarias – que convivían en el Antiguo Régimen. (Incluso los “Departamentos con un Prefecto”, que hoy piden aquí los “moderados-oportunistas-realistas-posibilistas-minimalistas vascos”, son la aportación Consular a las instituciones “republicanas”.)

En materia de Nacionalismo imperialista, los Nacionalistas franceses “de izquierda” no ceden en nada con respecto a los Nacionalistas franceses “de derecha”. Es bajo una ideología y unas etiquetas “socialistas” y de “izquierda” como los Partidos francesas han relanzado, servido, llevado y financiado la empresa de expansión, dominación, saqueo, represión y terrorismo de la República contra la libertad de los Pueblos. (A propósito de esto también, volveremos a hablar de Ferry y de Jaurès). Los Nacional-socialistas franceses tuvieron una participación decisiva en la gran carnicería de 1914: resultado de la Unión Sagrada y de la guerra “imperialista por ambos lados”. Los Nacional-socialistas franceses se han aliado siempre a la derecha tradicional, antes y después de la ruina y la restauración de la III República, y han participado sin reservas en el estallido colonialista de Suez.

Ha sido el “socialista alsaciano” Ngaelen quien “hizo del fraude electoral una institución del Estado”. Fue el gobierno “de izquierda” de Mendès-France el que dirigió el “barrido” terrorista preconizado y ordenado por el Ministro “de izquierda” Mitterrand (“balayez-moi tout ça!”) contra la lucha de liberación nacional del Pueblo argelino; y fue éste quien de forma muy consecuente aprovechaba el poder para inaugurar la política de abierta colaboración con el General Franco contra la resistencia vasca suprimiendo (1954) Radio Euzkadi: modesto preludio a la concertación del Gobierno Nacional-socialista francés con los fascistas españoles para la intensificación y la extensión del Terrorismo de Estado en el País Vasco. Nada más “socialista y comunista”, nada más republicano que la feroz represión nacionalista y colonial del Gobierno “socialista” presidido por el “socialista” Guy Mollet, puesta a punto mediante torturas y asesinatos (“ejecuciones sumarias”) por el gauleiter Ministro residente y Gobernador general “socialista” Robert Lacoste (1956-8) contra la población resistente de Argelia. (Vid. P. Aussaresses; “Services Spéciaux”.)

Los plenos poderes al ejército francés de ocupación colonial en Argelia fueron solicitados y votados por los Nacional-socialistas y los Nacional-comunistas franceses, lo cual llevó a su máximo nivel el Terrorismo, la tortura, y las represalias racistas contra hombres, mujeres y niños indefensos. (Hubo, según parece, “comunistas” franceses “que han llorado por ello”; pero es en Argelia misma donde las poblaciones indígenas han tenido que sufrir y llorar las consecuencias del racismo terrorista, nacionalista, “socialista y comunista” francés.) Y no se trataba de algo nuevo: fue el genocidio republicano de La Vendée el que los bolcheviques tomaron como modelo insuperable para el asesinato de masas del campesinado ruso.

Fue el “comunista georgiano” Ordzhonikidze quien aplastó a las Repúblicas Caucásicas, y el “comunista ucraniano” Khrushchev quien aplastó a Ucrania, bajo la dictadura del “comunista georgiano” Stalin; del mismo modo que ha sido el “comunista” kagevista Putin quien ha deportado, masacrado y aterrorizado a Chechenia y sus vecinos, con la bendición y la complicidad declarada de la nueva Potencia hegemónica mundial y otras “democracias” occidentales.

También Mussolini y Hitler se declaraban “socialistas” (ellos no lo eran menos que muchos otros que presumen de ello), y es de este modo como sedujeron a las masas trabajadoras nacionalistas para llegar al poder e instaurar el Nazismo español, siempre protegido y preservado después por la continuidad institucional germánica cuyos raids terroristas aplastaron bajo las bombas Durango y Gernika. Han sido el Presidente Mitterrand y sus Ministros Nacional-socialistas quienes han sellado la cooperación incondicional de los republicanos franceses con los monárquicos-franquistas-falangistes-socialistas españoles; quienes han empujado, reforzado y desarrollado la estrategia represiva más lejos que jamás lo hicieran sus cómplices y predecesores de la “derecha” oficial. Son ellos los que han querido el pacto en la Cumbre de Latché, y la ola de asesinatos terroristas que como consecuencia se desató sobre la Costa Vasca. Es con los Nacionalistas y fascistas españoles herederos de Franco con quienes los Nacional-socialistas franceses se han involucrado para organizar la represión contra la libertad de los Pueblos. Todos hemos observado en la televisión española los gestos secos y cortantes del anteriormente “trotskista” Jospin, dirigidos a su vecino el Ministro franquista del Interior español, al aprobar y estimular la política de represión y Terrorismo de Estado en el País Vasco, y repudiar cualquier intento (imaginario) de apaciguamiento. Es por los mismos medios como los Nacionalistas reunidos, de todas las tendencias, han consolidado el colonialismo en los territorios “franceses” de las antípodas.

La corrupción y los negocios, que están por todas partes, son no obstante la especialidad “natural” de la “izquierda” nacionalista. El Nacional-socialismo francés se funda en “los valores de la República”; pero la República es un Estado Nacionalista burgués, imperialista y colonialista, fundado con el apoyo sin reservas de los “socialistas nacionales”: lo cual es algo bien distinto y mucho más que la simple “complicidad electoral” con la peste nacionalista de la burguesía francesa. Espilondo y su partido Nacionalista francés han votado para dar una aplastante mayoría presidencial y dejar las manos libres para cinco años al Partido de la “derecha tradicional, último recurso de la libertad”; sin que la presencia de los “representantes vascos” en la misma empresa plantee problema ni de un lado ni del otro: “¿por qué no, si es para hacer bien?” Quedando identificado el “hacer el bien” con la represión de los Pueblos por el imperialismo francés: empresa común de todos los Nacionalistas franceses.

Los Nacional-ecologistas franceses han votado también a favor del último contaminador atómico del Pacífico, sacrificando heroicamente la naturaleza y las personas en provecho de la “disuasión” nuclear. No ha habido error en estas decisiones. No podría verse ahí una sombra de alianza contra natura: ellos se proclaman de izquierda, pero votan de forma completamente natural por la “derecha” tradicional (la única que hay) y se alían con los franquistas españoles. Como NO decía Jaurès, ellos sólo son nacionalistas y fascistas, y eso es todo.

No son éstos daños pequeños, infracciones mínimas o delitos menores. Éstos son crímenes de derecho común: crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad, cuya represión es el fundamento mismo del derecho internacional. Si los titulares de un tal palmarés pudieran ser capaces de un sentido de decencia, cuando se habla de libertad y de dignidad, de democracia, de derechos humanos y del Nacionalismo, no podrían sino cerrar la boca excepto para confesar sus crímenes y asumir sus responsabilidades. Pero la infamia política va acompañada aquí de una total falta de vergüenza. Convencidos – como están – de que nada puede actualmente obstaculizar su dominación; de que el reinado de la imbecilidad colectiva ha quedado plenamente establecido por sus cuidados, son ahora “estas gentes” quienes tratan de nacionalistas, de fascistas y de terroristas a las víctimas de sus fechorías. Debemos permanecer vigilantes frente a ellas; con tanta más razón cuanto que sus autores las han disimulado siempre detrás de una caricatura de libertad y democracia. La identificación total de “estas gentes” con los fascistas españoles y la nueva reacción internacional los hace aún más peligrosos, si es que eso es posible.

Cuando se habla de Nacionalismo, de Violencia, de Terrorismo y de Fascismo, no hay Nacionalistas franceses (o españoles) de derecha o de izquierda, patriotas y anti-patriotas, civiles y eclesiásticos, violentos y pacíficos, militaristas y anti-militaristas, conservadores burgueses y revolucionarios obreros. No hay sino un Partido Nacionalista francés (o español); no hay sino Nacionalistas, que han adoptado todos ellos los valores y los objetivos del fundamentalismo chauvinista, heredero del prototipo totalitario absolutista francés.

La idea francesa constructivista-absolutista de “Nación, identidad nacional y Estado” siendo la que es, no hay para los Pueblos anexados otra salida que su completa liquidación, y dentro de ella la negación de esos Pueblos es total. Puede que los Españoles intenten engañar a sus dominados mareándolos con su “pluralismo”, las “autonomías” y otras chorradas; mas ciertamente no los Franceses.

VII

En el PsF no hay ninguna dificultad en hacer la amalgama entre “nacionalistas vascos” y hitlerianos. Teniendo en cuenta la participación de algunos grupos con siglas vascas en las “elecciones democráticas” francesas, Espilondo piensa en Hitler, quien – según él – habría llegado al poder “por la vía democrática”: lugar común tan equívoco como apologético.

Y para el PcF – lo hemos visto ya – “el nacionalismo es un peligro. Los nacionalistas, aquí como en otras partes de Europa y del mundo, pretenden hacer del otro un extranjero, un enemigo. De este modo habría de un lado los ‘puros’, que adoptan el proyecto independentista, y del otro los demás (incluyendo vascos entre ellos) que están destinados a ser blancos. Es en esto que el nacionalismo es peligroso porque está emparentado con el fascismo. Los independentistas no son de izquierda; son de extrema derecha.”

Los fascistas españoles, herederos del despotismo oriental, de las dictaduras militares y del franquismo, discípulos, aliados y criaturas de Hitler y Mussolini, convertidos entretanto en modelo de democracia para el PsF, el PcF y la nueva Europa, no se “cortan” actualmente en calificar de nazis a los demócratas vascos que habían sido aplastados bajo las bombas del Eje al servicio del terrorismo imperialista; lo cual, por cierto, había ocurrido antes incluso de que Nacional-socialistas alemanes y Nacional-comunistas franceses “puros” concertaran entre ellos alianzas no dudosas sobre las espaldas de “los demás (incluidos vascos entre ellos), que estaban destinados a ser blancos” de sus bombardeos y condenados a ser borrados del mapa.

Viniendo del PcF, la curiosa expresión “el nacionalismo está emparentado con el fascismo” no concierne, bien entendido, al Nacionalismo imperialista francés sino al movimiento democrático vasco contra el imperialismo. Así expresado, este “parentesco” es el indicio de una restricción, una contención y una moderación sorprendentes por parte del PcF. Es como si un resto de pudor, de bochorno, como si una sombra de sentido del honor que no se sospechara en ellos, les impidieran todavía a “estas gentes”: sostenedores indefectibles de las guerras, el Terrorismo y las represiones coloniales del Nacionalismo francés, seguir hasta el extremo la propaganda de sus aliados franquistas. Es de esperar que estas inercias, estas reticencias y estos parentescos equívocos sean rápidamente superados en favor de la firmeza y claridad en la condena sin paliativos, que son exigencia declarada de la Unión Sagrada nacionalista. (Tal vez estamos ahí ante un momento de debilidad, indigno de los antecedentes del PcF.)

Según Baguez, “el Partido comunista francés desea reafirmar su feroz oposición a toda forma de violencia y terrorismo. Él nos recuerda que los orígenes de esta violencia son externos a nuestro País, y que las soluciones no pueden ser sino políticas”. Creemos estar soñando. Si el PcF es contrario a toda forma de violencia y terrorismo, entonces, puesto que él ha estado traicionado esos principios durante toda su historia, la ideología y la política del PcF son renegados o impostores vendidos a la burguesía fascista, nacionalista e imperialista francesa y española. O bien ocurre que, dado que el país del PcF es Francia: cuyo poder fue establecido – según afirman – sin violencia y sin terrorismo; y puesto que los orígenes de la violencia se encuentran en el extranjero, y no en Francia, las soluciones políticas nada tienen que ver con el derecho de autodeterminación de los Pueblos aplicado a Francia. No vale la pena comentar más estos desatinos: es difícil que ellos mismos puedan creer sinceramente esta propaganda; pero si lo hacen, entonces es evidente que están en pleno delirio, perfectamente funcional para los objetivos del imperialismo.

No hay cuestión más recurrente entre sociólogos, politólogos e ideólogos que el de las diferencias entre comunismo y fascismo. No es éste el lugar para tratar de ello. Por contra, en lo que concierne no a este problema en general sino a las diferencias que hay entre el Nacional-comunismo francés y el fascismo, esa cuestión desde hace tiempo ha quedado aclarada: no hay ninguna. Su relación no es de parentesco sino de simple identidad. Por supuesto el PcF “se” sitúa a sí mismo a la izquierda del FN; pero su teoría y su práctica nacionalistas, sus actitudes sobre los suburbios, sobre la Unión Europea y sobre el imperialismo en general lo sitúan a la derecha de la extrema derecha nacionalista y fascista oficial. Nada nuevo sobre ello, por supuesto: los “comunistas de Anglet” no son diferentes de los “comunistas” de Sidi-Bel-Abbès, quienes ya se habían señalado, en el seno y desde los comienzos de la III Internacional, al oponer abiertamente sus posiciones nacionalistas, colonialistas y racistas al derecho de autodeterminación de los Pueblos. Los “comunistas” franceses no son de izquierda, son de derecha nacionalista extrema.

“Los vascos son fascistas”, había proclamado ya en la televisión francesa Cohn Bendit, el más notorio representante y diputado europeo “izquierdista-revolucionario” del movimiento “ecologista”.

VIII

“Por tanto, denunciamos las alianzas dudosas entre los nacionalistas y los alcaldes de la derecha. Con Camblong es peor que con la derecha”, dice Espilondo. El PsF y PcF condenan ahora las “alianzas electorales dudosas y los compromisos electoralistas” entre la “derecha” – Nacionalista – francesa, y los “nacionalistas” (vascos); alianzas y compromisos que podrían substituir a los compromisos y las alianzas – no dudosas – hechas en beneficio de la “izquierda” no menos Nacionalista francesa. Unos compromisos y unas alianzas condenados a su vez – como debe ser y con la correspondiente inversión de los términos – por la “derecha” Nacionalista francesa.

Es preciso señalar que, en todos estos acoplamientos perversos, diversos y complementarios, es el “nacionalismo” vasco el elemento que es maldito y condenado, cuya alianza es alternativamente deshonrosa para los componentes del Partido francés, y nunca al revés.

Estos reproches y estos homenajes de la “izquierda” Nacionalista a su “derecha” (pero no obstante francesa), y de la “derecha” Nacionalista a su “izquierda” (pero no menos francesa), muestran una vez más que la verdadera alianza, o más exactamente la identificación: no sólo formal y electoral sino permanente, fundamental y estratégica, es la de la “izquierda” Nacionalista francesa con su “derecha” Nacionalista; es la de la Unión Sagrada Nacionalista-Imperialista que se da entre la burguesía Nacionalista y su Estado militarista y depredador, y la “izquierda” social-imperialista francesa, contra la libertad de los Pueblos y la democracia en general. Es también la alianza, de la cual el Nacionalismo francés no puede prescindir, con el Estado español y las fuerzas Franquistas en el poder.

La historia muestra y vuelve a mostrar que la democracia quedó siempre subordinada por el Nacionalismo francés de “izquierda” al mantenimiento y refuerzo de “las instituciones de la República” imperialista francesa. Toda la historia de esa República muestra el papel de los plebiscitos y las elecciones al servicio de lo que Marx describió como “esta inmensa organización militar y burocrática”. Este poder real “se constituyó en la época de la monarquía absoluta”. “Todas las revoluciones políticas no han hecho sino perfeccionarlo.” “La palabra hueca y sagrada de ‘república’ (¡y qué república!)”, de la que hablaba Engels, servía para camuflarlo.

En cuanto al “socialismo republicano”, como le decía Guesde a Jaurès: “Vuestro error está en vuestra concepción de un socialismo que no tiene nada de socialista: vosotros hacéis salir vuestro socialismo de la República, mientras que nosotros lo hacemos surgir de la evolución capitalista”. “¡Vuestro método es el nacionalismo bajo una forma más peligrosa que la otra!” “El día en que el caso Millerand pasara a ser un hecho general, habría que decir adiós a cualquier internacionalismo y convertirse en los nacionalistas que ni usted ni yo consentiremos ser jamás.” Pero el nuevo Partido, unificado en 1903, y el mismo Guesde, no tardaron en sucumbir a ese error que él había mencionado. (Volveremos también sobre todo esto.) Ahora bien, si tal vez era ése el caso en aquellos tiempos, en nuestros días no se trata ya de cretinismo electoral, presidencial o parlamentario: estas personas saben actualmente muy bien lo que están haciendo, y lo que no deben hacer para poder participar en el poder real allí donde se encuentra.

No es la “extrema derecha” oficial la que es el enemigo prioritario de la “izquierda” nacionalista, puesto que aquélla es un aliado siempre posible contra el verdadero enemigo prioritario, el único que la “izquierda” nacionalista no soporta: la resistencia de los Pueblos oprimidos contra el Nacionalismo imperialista francés. No es el FN el que ha aportado el extremismo, la intolerancia y, sobre todo, el Nacionalismo y el poder burocrático-administrativo-militar en la política francesa. Todos ellos están mucho mejor establecidos en ella que en cualquier otro sitio, con la excepción del modelo español.

“Si usted quiere absolutamente a nivel nacional que todos los poderes de decisión estén concentrados en las manos del partido único de Chirac, entonces confíe su porvenir y el de todos sus seres queridos durante 5 largos años en las solas manos de Chirac y su Partido único. El domingo 16 de Junio Vd. tiene la oportunidad de romper con esta lógica antisocial y antidemocrática votando: Espilondo.” Unos días más tarde: “La primera ronda de las elecciones presidenciales nos ha sumido en la inquietud. Muchos de ustedes sin duda han sido como yo sorprendidos y aterrados por la amenaza del extremismo y la intolerancia que ello hacía planear”. Conclusión lógica (y práctica): “concentrar los votos para la derecha”.

Nacional-socialistas y Nacional-comunistas (al igual que “algunos nacionalistas vascos”) por tanto han votado y hecho votar por Chirac, confiando su porvenir y el de sus seres queridos durante 5 largos años en las únicas manos de Chirac y su Partido único. Las coartadas electoralistas y oportunistas han mostrado con eso que ellos no tienen alternativa política a la derecha tradicional. La “izquierda” que ha apoyado a Chirac “a la contra de Le Pen” (lo cual significa apoyar el peligro real contra la amenaza imaginaria), ha dado a la derecha oficial una base del 82%: mucho más de lo que habría tenido por sí misma; ha hecho caer a los electores en la trampa concertada de la reacción institucional, y esto para mucho más de cinco largos años.

Los Nacionalistas franceses que se dicen de izquierda acaban de votar por la derecha oficial, la cual – gracias a ellos – dispondrá una mayoría aplastante para oprimir a los Pueblos. El resultado de actualidad es que los partidos “democráticos” van a poder hacer la política que el FN no está en disposición de hacer solo, y que la derecha oficial va a imponer con la firma en blanco de los partidos llamados de izquierda y un apoyo “popular” diez veces más importante. No queda lugar para extrañarse ante la unión electoral “contra natura” de la mayoría saliente y la derecha oficial: es algo completamente natural. “Para salvar la democracia y la República”, los Nacionalistas social-comunistas han votado para restaurar al Presidente debilitado, desgastado, desacreditado y comprometido con los ensayos nucleares y los negocios de todas las clases; y – por supuesto bajo promesa de fieros e intratables reajustes en las próximas elecciones legislativas – han dado la mayoría absoluta y su sostén parlamentario a la derecha presidencial. (Posteriormente, siguieron denunciando “la amenaza Le Pen” para traer la realidad Sarkozy: un arribista ambicioso y pretencioso como sus predecesores y sucesores, sin más misión ni capacidad que las de explotar a fondo los recursos de violencia que el Nacionalismo totalitario pone a su disposición.) Ellos se dirán de izquierda pero no son sino Nacionalistas de derecha, y eso es todo.

Bien entendido: la “izquierda” nacionalista no se ha “aliado” a la “derecha” oficial, puesto que una alianza es una relación entre entidades políticas diferentes. Lo que ha hecho ha sido incorporarse, confundirse con la “derecha”: ha desaparecido en este seno nacionalista donde ella ha nacido. Si “dividirse en dos es el mayor placer para una célula”, reunión, asimilación, confusión y entropía son la pasión totalitaria de los Nacionalistas franceses.

El FN es resultado y producto de la política Nacionalista-totalitaria de la derecha y de la “izquierda” oficiales. No es el “ascenso” del FN lo que hace recular a la “izquierda” francesa; es la inexistencia de la izquierda francesa lo que permite el “ascenso” del FN. El FN no sale de la “derecha” clásica, no más que lo hicieron el fascismo italiano y el Nacional-socialismo alemán; bien al contrario, todos ellos han invocado en sus orígenes el populismo Nacional-sindicalista “de izquierda”.

El extremismo y la intolerancia, cuya amenaza – según él dice – inquieta, sorprende y aterra al diputado Nacionalista, son mucho más que una amenaza y mucho más antiguos que el “ascenso” electoral del FN. De hecho, no se necesita de una excepcional penetración para notar que el FN es al mismo tiempo una tendencia complementaria y auxiliar, un calzador, un revelador, un espantajo, un medio de presión, un factor de condicionamiento de la opinión nacionalista, un proveedor de ideas, una coartada y una referencia que permiten colocar, desplazar o recolocar la derecha nacionalista real “en el centro y a la izquierda” del tablero político convencional. ¿Cómo podrían el RPR, el PsF o PcF estar a la derecha o a la extrema derecha, puesto que el FN se encuentra ya ahí? El FN es el medio de camuflar la derecha real y el Nacionalismo francés en general. Es también para eso para lo que la han inventado.

La “extrema derecha oficial” es el complemento funcional de la derecha real: la referencia para situar la derecha real “en el centro y la izquierda”; es la sugestión y la proposición de los valores, los fines y las medidas que serán adoptadas – con eficacia muy superior – por “la derecha y la izquierda moderadas”, una vez recuperadas y “blanqueadas” por sus nuevos valedores. El resultado de la “derrota” – es decir: del éxito de su función real – de esa “extrema derecha oficial” es la instauración de un régimen “de derecha” más potenciado que nunca por una mayoría mayor que nunca; un régimen reconocido y legitimado por la supuesta oposición de sus comparsas de la “izquierda socialista-comunista-ecologista”, con el Nacionalismo y el chauvinismo francés como único eje discernible de identidad compartida.

Basta ver el clima y las manifestaciones de afectividad espontánea que en todos ellos se producen, tras la “victoria de la Nación sobre la extrema derecha”, para constatar que el Nacionalismo es su motor principal. Si la derecha tradicional no hubiera mantenido el Nacionalismo, no se habría sacrificado y movilizado en favor de ella la “izquierda” tradicional, que es capaz de “renunciar” a todos sus retóricos y populistas “principios” – pero no a su propio nacionalismo – y de aliarse con todos, a condición de que todos se mantengan firmes contra el enemigo común y prioritario: los Pueblos que reclaman su libertad, su derecho inherente e inalienable frente al imperialismo francés o español.

La política de la “izquierda” nacionalista recurre al “miedo a lo peor” como un medio de movilización de las masas populares; pero el miedo a lo peor no abre el camino a las fuerzas democráticas, lo abre a la reacción fascista y Nacional-socialista, como tantos ejemplos históricos lo han mostrado y demostrado. El actual franquismo (que la “izquierda” nacionalista francesa tiene por aliado y modelo), después de haber tomado el poder hace ochenta años y a fin de conservarlo en lo sucesivo, no necesita ya montar para los Españoles un nuevo Halloween fascista: si el fascismo que ya tienen y que nunca han dejado de tener no los asusta, no se ve bien qué “extrema derecha” deberían temer en lo sucesivo.

Encontrar pretextos débiles “de izquierda para defender la democracia”, haciendo la política de la extrema derecha, es la función real del Nacional-socialismo pequeño burgués francés. Ellos acaban de demostrar una vez más que la “izquierda” nacionalista francesa no es sino un apéndice de la derecha oficial imperialista, para engañar a los Pueblos. Entre FN, Rpr, PsF y PcF no hay diferencias de fondo. Hay funciones complementarias o tácticas, diferencias formales, e intereses diversos en materia de acceso al plato de mantequilla. La derecha oficial hace lo que la extrema derecha oficial no podría hacer ella misma; y la izquierda oficial hace lo que la derecha oficial no podría hacer por sí sola.

Están, según dicen, “inquietos, sorprendidos y aterrados por la amenaza de extremismo y de intolerancia” que ofrece la nueva situación; pero cuando se han asumido los valores, las tesis, los fines, los métodos y – ante todo – el Nacionalismo de la derecha tradicional, cuando se hace la política fascista y nacionalista de la derecha tradicional, se forma parte de la “nueva” derecha nacionalista integrada, en funciones complementarias y simétricas de las cubiertas por la “extrema derecha”.

Los Nacionalistas “de izquierdas” no actúan como lo hacen por equivocación. Actúan como lo hacen porque ese comportamiento corresponde a sus objetivos reales, y la cosa no viene de hoy; si bien el nuevo orden mundial impulse su amplificación. Cuando Partidos “democráticos, de izquierda, socialistas y comunistas” dirigen – en estrecha colaboración con sus compinches franquistas o neo-falangistas del PsoE – la represión de la libertad de los Pueblos (como antes dirigieron la infame guerra y la feroz y sanguinaria represión en Argelia y otros Países contra sus poblaciones de campesinos miserables y semi-analfabetos, producto del colonialismo); cuando “para salvar la democracia y cerrar el paso al fascismo” votan al protagonista de la nuclearización francesa del Pacífico, los que todavía se hacen ilusiones al respecto es que verdaderamente no tienen remedio. No es en los colegios electorales del imperialismo y el fascismo donde se necesitan guantes en las manos y pinzas para las narices, cuando bastaría simplemente con no acercarse a ellos; es la presencia del Nacionalismo imperialista y el fascismo EN TODA la vida pública la que hace obligado en todas partes el uso de mascarillas, máscaras y conjuntos anti-gas contra la peste nacionalista.

Cuando se hace una política de derecha, no hay lugar para sorprenderse si los votantes se dan cuenta de ello de vez en cuando; y si – una vez percatados de ello – prefieren entonces los valores seguros y sin maquillaje de la derecha y la extrema derecha oficiales, en lugar de los travestis de la derecha nacionalista “de izquierda”. No obstante, éstos siempre pueden esperar que alguna otra vez la derecha oficial volverá a tener necesidad de la “izquierda” oficial para hacer aprobar las pruebas atómicas, las medidas “sociales” o la represión colonial, puesto que la alternancia conviene mejor que la cohabitación para un feliz y satisfactorio reparto de responsabilidades. Las maniobras electorales de la derecha real han dado el resultado real para el cual han sido trazadas. Bien jugado, viejo zorro.

Si las fuerzas democráticas son reales, se manifiestan con su estrategia propia en toda la extensión de la lucha de las masas populares. No están a merced de las peripecias electorales o de otra clase. Si de verdad existiera una fuerza estratégica de la izquierda, estos pretextos “tácticos” no tendrían ningún sentido para ella. Ignorar esto no es un error, ni siquiera es una confesión de impotencia: es una confesión de inexistencia, de la cual sus autores – con la ayuda de la mala fe – quizá no se dan cuenta del todo. Desde las debacles presidenciales a las derrotas parlamentarias, todo ello son los anunciados recorridos y las vicisitudes de una deriva forzosa.

Bandas “realistas-oportunistas-posibilistas-minimalistas radicales y moderadas”: que enarbolan signos de identidad vascos, acaban de fundirse y confundirse una vez más con los Nacionalistas franceses “para salvar los valores democráticos y hacer retroceder el nacionalismo y el fascismo”, conformando así el poder establecido, o sea: el poder que – con el apoyo y garantía de aquéllas – caerá sin freno ni medida sobre el País Vasco que ellas dicen representar. La “izquierda” francesa y sus asociados departamentalistas tienen en común el ser ficciones cuyas actuaciones ponen en evidencia su inexistencia. Su único significado es la recuperación y desviación de la estrategia de liberación de los Pueblos.

El conjunto realista-posibilista-minimalista-oportunista-electoralista Pnv-Eta ha descubierto desde hace mucho tiempo el truco absoluto para “ganar elecciones”; unas “elecciones” cuyas condiciones políticas objetivas y subjetivas imponían y anunciaban: ya desde antes de celebrarse, los lamentables resultados que ese conjunto ha obtenido. El truco para conseguirlo es sencillo: basta para ello con presentar un programa francés que no asuste a los Nacionalistas franceses, que son el electorado real y que votarán por nosotros en cuanto vean que en el fondo somos tan Nacionalistas franceses como ellos mismos. Basta con falsear y “departamentalizar” el derecho de autodeterminación, con la loca esperanza de hacerlo así aceptable para el Nacional-chauvinismo dominante. Basta con jugar al Partido francés ganador, cuyos candidatos se convierten así en los “nuestros”: ‘Nahiz ez düdan esküin bozkatzeko üsantxarik, ezkerreko binagre nahasi hori beno nahiago nüke hor esküineko ardo sano bat, escribe Davant. [“A pesar de que no tengo costumbre de votar a la derecha, mejor que ese vinagre revuelto de la izquierda preferiría un buen vino de derechas.”]

Gracias a este alucinante pase de prestidigitación, del cual “los hechos han demostrado la eficacia”, los que votaron al PsF – “consiguiendo” así diputados del PsF e incluso “un parlamentario europeo y además mujer” – tuvieron también el esparcimiento de ver a su representante-presidente interrumpir el curso de una intervención parlamentaria para recordar al culpable (que estaba entonces en el uso de la palabra), a toda la Asamblea y a Europa entera que “le Pays Basque, ça n’existe pas”. El mismo procedimiento les ha permitido, “para salvar la democracia en el País Vasco”, votar ahora al partido Nacionalista de Chirac, Debré, Toubon, Pasqua, Sarkozy y Cía: expresión real y actual de la negación de los derechos de los Pueblos y de los Pueblos mismos, incondicionalmente apoyado por el Nacional-socialismo francés en pleno. Han obtenido nada menos que un Presidente de la República y, por consiguiente, una mayoría presidencial absoluta en el Parlamento. ¿Dónde se detendrán sus triunfos, a la medida de sus ambiciones?

Pero “no debemos olvidar que Hitler llegó al poder por la vía democrática. Las municipalidades son la base de la democracia y de las instituciones republicanas. Los nacionalistas entran en las municipalidades para pervertir los fundamentos de la democracia francesa, para poner en duda la unidad de la República y el pacto republicano. Si ellos eligieran su propia lista, en el respeto de la democracia, yo estaría de acuerdo. ¿Por qué no, si es para defender los valores de la izquierda? Pero yo no creo que sea ése el fin de los nacionalistas. Pero hoy hay peligro si estas gentes entran en las instituciones democráticas que ellos niegan.”

Ahora bien, según esto, ya sea que los Vascos se abstengan en las “elecciones” francesas o que participen, esto “prueba”, en todos los casos, su comportamiento “antidemocrático”. Porque con ello ponen en peligro, pueden pervertir y desestabilizar “las instituciones democráticas de la Francia que ellos niegan, y la unidad de la República democrática, fundada desde hace siglos en la voluntad del pueblo”.

“Yo siempre he hecho la elección de la fidelidad a los valores democráticos, del contacto permanente con la tierra y del hablar sincero. Es también hacer la elección de una cierta ética política. En la claridad, siempre en la claridad. La vida política debe ser clara. Yo rechazo el doble lenguaje. Condenamos la alianza de la mayoría saliente y de los nacionalistas. No aceptamos los compromisos electoralistas y el doble discurso de algunos. Cuando veo a los candidatos de RPR y UDF con los nacionalistas, veo en ello alianzas contra natura. Cuando se ha equivocado, al hacer una alianza con el PNV y los abertzales [sic], la derecha ha puesto entre paréntesis los principios republicanos y ha jugado al aprendiz de brujo. Sois muchos quienes os inquietáis por ello.”

Es comprensible la inquietud de Espilondo ante las tácticas irregulares, desleales e innobles de esos electores indeseables que tienen el descaro de votar a los candidatos de la izquierda y la derecha francesas reunidas, desviando en su beneficio si no tal vez la letra de las leyes, sí al menos su espíritu Nacionalista y republicano. Son sobre todo su integridad, “su elección y su sentido de la ética, del hablar sincero, verdadero y claro”, los que se encuentran impactados, ofendidos y heridos. Es “su rechazo del doble lenguaje”, y su apego al discurso único y monopolista, nacionalista y fascista, los que alimentan su indignación.

Gentes que votan por los candidatos de RPR, PsF y PcF han sido consideradas siempre como nacionalistas francesas. Ahora algunos de ellos, desde luego, dicen ser “nacionalistas vascos”, pero ¿quién los creerá? ¿Será necesario que se digan nacionalistas franceses, para que sean desenmascarados y denunciados como nacionalistas vascos infiltrados en la red republicana? Entonces, ¿de quién fiarse? Espilondo mismo podría muy bien haber sido infiltrado para una operación de (muy) largo alcance. (Los ejemplos históricos no faltan; aunque éstos se sitúan casi siempre del lado de las provocaciones policíacas y de los servicios de inteligencia, espionaje y contraespionaje oficiales, cuyos agentes han llegado a menudo a no saber ellos mismos de qué lado estaban. Normalmente las clases oprimidas no han tenido los medios de hacerlo, y en general han sido demasiado brutos para eso.) Pero, a falta de pruebas y criterios fiables, ¿será necesario entonces juzgar en conciencia, según leal saber y entender? O ¿será tal vez necesario persistir en la caza de brujas, bajo el criterio inquisitorial de que “vale más quemar vivos cien inocentes antes que deja escapar un solo culpable”?

Pero en este caso no hay razón para estar preocupado, porque Espilondo tiene la solución: “Me encantaría ver si estas gentes se presentan el 11 de Noviembre ante las piedras del recuerdo, si se ponen en posición de ‘firmes’ cuando los tres colores de la bandera francesa suben al mástil, a los acordes de la Marsellesa; si se inclinan ante quienes lucharon por la República francesa.”

Afortunadamente para la democracia, “estas gentes”: a pesar de sus engaños vergonzosos y odiosos, de su falta de escrúpulos y de las ilusiones que algunos de ellos se hacen de poder utilizar para sus propios propósitos las “elecciones democráticas” que les son impuestas – no han conseguido hacer fracasar la perspicacia de Espilondo, demasiado taimado para eso. Él dispone, para desenmascarar a los innobles nacionalistas vascos y defender la República no-nacionalista, de criterios casi tan infalibles como aquéllos de los que disponía Delancre para defender la monarquía desenmascarando las brujas y los poseídos de “France et de Navarre”.

Crucifijo, agua bendita, alfileres, tenazas, botas, hierro, fuego y otros comprobados reveladores de la Justicia Real han sido ventajosamente reemplazados, gracias al republicano Espilondo, por la visión de los tres colores subiendo al mástil, y la audición de la Marsellesa. Si, sometidos a un tratamiento similar, los pacientes presentan la tez pálida, la espuma en los labios, los ojos vueltos, los miembros con convulsiones, entre otras manifestaciones de molestias caracterizadas, no debería haber ninguna duda: “estas gentes” que tan solapadamente se dicen nacionalistas vascos son realmente nacionalistas vascos, y no Nacionalistas franceses.

IX

“Yo no niego a estas gentes el derecho a pensar de forma diferente; yo les niego el derecho a la violencia. Quien toma un arma conoce los riesgos: que los acepte y eso es todo, y que no envíe después a la gente a llorar o manifestarse”, escribe Espilondo. El PcF lo refuerza: “Los comunistas condenan con fuerza el terrorismo, los asesinatos, la extorsión practicados por Eta. Los nacionalistas se niegan a condenar los actos de Eta. Durante las cumbres de Biarritz y de Niza, los nacionalistas vascos se han entregado a violencias inadmisibles, en particular profanando el monumento a los muertos de Anglet. Los comunistas continuarán con muchos otros combatiendo contra el nacionalismo, el terrorismo. Persistirán actuando por la paz”, etc.

Los Nacionalistas franceses, al igual que los españoles, condenan “toda violencia de donde quiera que venga”. Pero, al condenar “toda violencia”, los Nacional-imperialistas españoles y franceses apuntan en realidad a la “violencia” de los demás, que es un obstáculo para la violencia de ellos. El “rechazo de toda violencia” así proclamado no es otra cosa que la afirmación del monopolio de la violencia para el Nacionalismo-imperialismo francés y español.

Hacer el relato de los hechos de violencia realizados por el Nacionalismo español y francés a través del mundo sería una tarea imposible. Y no se trata ahí de un pasado simple o simple pasado, sino del elemento constituyente de las relaciones políticas actuales. El Imperio Francés, aquí y en otros lugares, ha sido obtenido y conservado mediante la violencia, es decir: mediante una violencia criminal. No es posible condenar ésta sin condenar el Imperio mismo, que es el resultado de ella. No es posible conservar el Imperio sin asumir, reconocer, aprobar y reivindicar la relación de violencia criminal continuada que es su constituyente. De hecho, no se puede justificar y mantener un Estado cualquiera, democrático o no, sin aprobar y apoyar la relación permanente de violencia: ya sea lícita o criminal, que lo constituye y sobre la que él ha sido constituido. Si la ideología dominante ha llevado a las poblaciones al nivel de estupidez o confusión necesaria como para poder hacerlas creer que la política francesa no es violencia, y que tampoco es Nacionalismo, ya esto solamente demuestra el inaudito alcance de los monopolios de la violencia estatales así como de los diversos monopolios de condicionamiento e intoxicación ideológicos de las masas.

Con respecto a lo que es ‘terrorismo’, los días y los siglos “que han hecho a Francia” están colmados de él. Es en la Revolución cuando el nombre fue inventado, si bien no la cosa. El Terror ha sido exaltado e impuesto como una forma republicana de Gobierno. La misma dictadura bolchevique estuvo en la escuela del Terror de la Revolución francesa y de la Comuna, como lo revelaron sus artífices cuando manifestaban su preocupación declarada de no repetir los mismos errores que aquellos antecesores habían cometido al dejar las cosas a medio hacer.

Para la ideología dominante, los términos de ‘violencia’ y ‘terrorismo’ significan lo que, según el caso, el poder establecido decide que signifiquen. No tienen una acepción unívoca. Corresponden a una amalgama de significados diversos – formalmente contradictorios pero ideológicamente integrados – que se suceden, acumulan o combinan según las exigencias de la propaganda, la guerra psicológica y la práctica política.

De este modo, la técnica ideológica imperialista y fascista en relación con la violencia juega sobre varios aspectos: formalmente contradictorios pero integrados en una amalgama tan confusa como ideológicamente funcional. En un primer término, “se” juega sobre “el rechazo de toda violencia”, de manera a proclamar la pureza no violenta del régimen. Esto permite la recuperación fraudulenta y equívoca de notaciones y connotaciones positivas y negativas, al objeto de condicionar la reacción emocional y afectiva de los grupos sociales temerosos de la violencia: históricamente castigados, fragilizados e infantilizados. A continuación, y si acaso en un debate teórico subsiguiente la incompatibilidad entre esa proclamada pureza no-violenta del régimen, y la realidad de las instituciones políticas – por tanto constituidas por la violencia – se pone en evidencia, esto conduce a los teóricos del imperialismo al eventual repliegue táctico sobre una segunda línea de defensa de su posición, que es formalmente contradictoria con la primera. “No es esto lo que queríamos decir”, contestan. (Pero de todos modos lo dicen, cuando ven que ello funciona. Y volverán a decirlo en cuanto otro interlocutor dé signos de estupidez que hagan de él una nueva víctima ideal, o cuando el monopolio público de represión y condicionamiento de masas garantice la expresión solitaria de los teóricos del régimen.)

Forzados a este repliegue táctico, los ideólogos del imperialismo recurren entonces a ideas más estrechas y cualificadas de violencia: ‘violencia buena’ contra ‘violencia mala’, ‘violencia defensiva’ contra ‘violencia ofensiva’; siendo la ‘violencia buena’ siempre la de ellos, y ‘la mala’, la de los demás. Como ya se ha indicado, esto está en contradicción formal con el inicial “rechazo de toda violencia” del que partían, y de su correlativa afirmación de base, a saber: que “toda violencia es intrínsecamente mala”, puesto que si hay una violencia buena, entonces “NO TODA” violencia es mala. Ante esta dificultad, la nueva “solución” a la que se ven forzados consiste en desdoblar y descomponer los términos y conceptos al objeto de ocultar la esencia: ontológica y materialmente idéntica, de toda violencia.

De este modo, los términos ‘coacción y fuerza’: revestidos de connotación positiva gracias al condicionamiento ideológico, corresponden y son los utilizados cuando se trata de nombrar la violencia propia, que es tan buena que ni siquiera es ni se llama ‘violencia’. Estos términos: ‘coacción o fuerza’, quedan así “diferenciados y opuestos” al término ‘violencia’, de connotación negativa, que es y corresponde siempre a lo que hacen los demás. Con ello puede volverse al punto de partida, a saber: “la condena DE TODA violencia”, puesto que – por construcción decisoria – ‘violencia’ sólo es y se llama lo que los demás hacen contra uno mismo, no lo que uno mismo hace contra los demás. Desaparecido hasta el nombre que recuerde la violencia monopolista del Estado, somos informados a continuación de que: “el derecho es la fuerza”; “el Gobierno perseguirá al terrorismo con toda la fuerza del Estado de derecho”; “en Córcega, el Gobierno de la República opondrá contra la violencia toda la fuerza del Estado de derecho” etc.

Se trata, ante todo, de evitar que se visualice la verdadera y única cuestión que importa, a saber: si la ‘violencia/coacción/fuerza’ (términos distintos para designar una misma realidad material), así como la legalidad o expresión jurídica que se sustenta sobre esa realidad material de violencia, son aplicadas para la defensa de los derechos humanos fundamentales y ante todo del derecho de libre disposición o autodeterminación de los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos según el Derecho Internacional, en cuyo caso se trata de una ‘violencia/coacción/fuerza’ y una legalidad legítimas; o si, por el contrario, son aplicadas para la violación de esos derechos fundamentales, en cuyo caso se trata de una ‘violencia’ etc. y una legalidad ilegítimas y criminales. Como es “lógico”, todo ello es ocultado por los ideólogos del imperialismo.

Finalmente, y mediante un enfoque práctico, técnico y estrictamente legal, esos ideólogos y legistas determinan por construcción decisoria el término y el concepto de “violencia política”, que por definición constitutiva son en adelante idénticos a los de “terrorismo”.

Según ello, es “terrorismo” toda oposición real o virtual al Gobierno francés; no lo es lo que el Gobierno francés es o hace. Una interpretación super-extensiva, establecida mediante el uso de criterios de analogía, responsabilidad, resultado y situación social: formulados y puestos en práctica sobre todo por los regímenes totalitarios de la ante-guerra, hace que el delito de “terrorismo”, bajo el impulso de la actual crisis del orden y el desorden internacionales, haya llegado a ser el único delito (político) por incorporación y asimilación de todos los demás. “Se” evita así, mediante la evidencia vacía – pero sin recurso – del truísmo, todo eventual problema de calificación o imputación.

En esta deliberada incoherencia formal de las ideas referentes a la violencia y el terrorismo, se manifiesta la oposición clásica entre “la ideología de la realidad” y “la ideología de la ilusión”; una oposición que es desarrollada por la “división del trabajo entre los ideólogos de la realidad y los ideólogos de la ilusión”, y que corresponde, orgánicamente, a la “oposición” entre los monopolios de la violencia, por un lado, y los monopolios de propaganda, condicionamiento ideológico y guerra psicológica, por el otro.

Cuando el Consejo municipal de San Juan de Luz, bajo la dirección (RPR) del Alcalde Nacionalista – francés – Larramendi (electo oficioso del Pnv), “condenaba toda violencia de cualquier sitio que venga”, pidiendo “en consecuencia” al Ministro del Interior el envío refuerzos de policía, era evidente que no se podía ir más lejos en el dominio de la mistificación y la irracionalidad ideológicas. Ha sido necesario esperar la llegada del Nacionalismo contemporáneo para alcanzar este grado de formal – y sin embargo funcional – estupidez. Y el sucesor (también RPR) de Larramendi en la alcaldía asumía sin ningún problema su función municipal no-violenta junto al cargo acumulado de Ministro de la Guerra no-violenta, con las armas atómicas de destrucción masiva como arma no-violenta fundamental, sin provocar por ello revuelo alguno en el Consistorio.

Tras un estudio – sin duda apretado – de los medios de guerra “defensiva”: desde la Gran Muralla a los Muros Largos de Atenas, desde la Línea Maginot a la Guerra de las Estrellas, desde los soldados del Año II a la Guerra de la Vendée, desde el Ejército Popular suizo a las huelgas de 1915; tras haber superado las demasiado prusianas consideraciones sobre las relaciones entre el ataque y la defensa en táctica y en estrategia, y sobre las condiciones nacionales, geográficas, económicas, técnicas, morales o humanitarias del armamento del pueblo; y tras haber superado a Jaurès mismo y su Ejército del pueblo, el Nacionalismo francés moderno ha optado en favor del Ejército gubernamental profesional estrictamente defensivo, disuasivo, pacífico y no-violento, cuya “force de frappe” atómica es el medio fundamental.

Por supuesto, no se trata de usar el arma atómica, se trata solamente de asustar. Los servicios de ilusionismo ideológico esperan que las almas cándidas y no violentas querrán creerles cuando dicen eso, mientras esperan también que “el enemigo” no les crea, porque si les creyera, entonces la fuerza de ataque (‘force de frappe’) no valdría un pimiento a la vez que es endiabladamente cara. Un arma no es un arma sin la voluntad de servirse de ella en tanto que arma, y no tiene ninguna virtualidad disuasoria sin la credibilidad en esta voluntad. Desde el punto de vista disuasorio, vale más una voluntad inexistente pero bien exhibida, que una voluntad real pero desmentida. Una vez más: el doble discurso, formalmente contradictorio, es sin embargo ideológicamente rentable, por lo que parece.

En cualquier caso, el arma suprema del terror es aprobada por la unanimidad de los Nacionalistas franceses “de derecha y de izquierda”, laicos o eclesiásticos, quienes por lo demás no dudan en condenar “toda violencia de donde quiera que venga”. (La excepción terrorista es sin lugar a dudas inseparable de la excepción cultural y de todas las demás excepciones de las que beneficia el Nacionalismo francés, él mismo excepcional en su conjunto.) La “izquierda” nacionalista, tan sensible y opuesta a toda forma de violencia que venga de los demás, ha tenido quizás serios problemas para acomodarse en esa unanimidad; pero ahora su adaptación al arma suprema es ya cosa hecha y por las últimas noticias parece que sus dirigentes y simpatizantes atraviesan un buen momento. Por otra parte – hecho tranquilizador – el Ministerio de la Guerra (no-violenta) ha desaparecido desde hace mucho tiempo para dejar el sitio al de Defensa: toda veleidad de guerra ofensiva ha quedado ya apartada, según parece, de las emociones nacionales francesas. (Se sabe seguro, de todos modos, que Francia no tiene la intención de desencadenar un ataque nuclear contra los Estados Unidos o Rusia.)

Sin embargo, el Gobierno francés exige sin descanso la renuncia a toda violencia en Córcega, como antes lo hizo en Argelia, Madagascar o Indochina, mientras refuerza sin cesar su propio monopolio de violencia sobre la Isla conquistada y ocupada a sangre y fuego. Mientras tanto su Marsellesa, penalmente protegida, sigue incitando a empapar la tierra con la sangre impura de los demás.

Por su parte, los Obispos de Francia han proclamado solemnemente en una carta pastoral no sólo el derecho sino la obligación que tiene el pueblo francés de emplear el arma atómica “en caso de necesidad”. (En estas cosas la moral eclesiástica es muy exigente, y su casuística muy estricta: no se debería, sin más, por gusto o simple capricho, soltar bombas cuya capacidad buscada y objetivo inicial oficialmente confesado era – para quienes no se hacen una idea muy clara de lo que significa “fuerza de ataque y armas de disuasión” – liquidar en pocas horas unos 50 millones de personas de todo sexo y condición.)

A consecuencia de tal toma de posición episcopal, incluso Toulat tuvo que interrumpir su serie de artículos de denuncia de la violencia y de exaltación de la no-violencia, presa de una necesidad repentina, urgente, apremiante y oportuna para abordar una nueva suite temática acerca de la Inmaculada Concepción. No ha sido el caso del Prelado de los Bajos Pirineos: él condena sin matices y con la máxima firmeza toda violencia de donde quiera que venga, excepto la de los monopolios franceses (y españoles) de violencia en los territorios ocupados de los Pueblos sojuzgados por el imperialismo francés (y español). Él condena los atentados, pero afirma la necesidad y legitimidad de las fuerzas de represión francesas, de la policía francesa, de la “justicia” francesa, y de las prisiones francesas. Está claro que a Mrs. Moleres no le gustan las bombas pequeñas, sólo le caen bien las gordas: nucleares a ser posible, pero utilizadas siempre por el ejército francés al servicio del Nacionalismo francés.

Por lo que respecta a “atentados” terroristas, la “izquierda” nacionalista ha hecho de ello una especialidad, batiendo ampliamente a la “derecha” en este juego: desde las hazañas de Nueva Zelanda y Nueva Caledonia hasta los acuerdos de Latché y sus secuelas. Su tratamiento por los servicios de intoxicación del Gobierno social-chauvinista no ha incomodado a pesar de todo el profundo sentido ético de Espilondo, ni su intransigente elección del hablar verdadero y claro. Y aun así, estos “servicios muy especiales” (vid. P. Aussaresses; ‘Services Spéciaux. Algérie 1955-1957’) de la “izquierda” nacionalista en el poder, estos asesinatos terroristas en serie desencadenados en la misma Côte Basque no son sino una ínfima parte en el sistema de violencia que constituye el imperialismo francés; del mismo modo que la corrupción y los atentados financieros no son sino una parte ínfima del sistema de extorsión y corrupción que subyace a la economía imperialista. Es sabido que, en Francia como en otras partes, la corrupción ha sido siempre la especialidad “natural” de la “izquierda”: ella tiene las condiciones para eso.

X

“Como decía Jaurès, en mi opinión el nacionalismo lleva en sí la violencia como las nubes llevan la tempestad.” Por diversas razones de psicología colectiva, Jaurès resulta ser el más popular de los políticos franceses – todas épocas reunidas – junto con Henri IV y Arlette Laguillier. Al asumir, con todas las consecuencias, el Nacionalismo y la cultura de la Nación dominante, Espilondo ha comprendido también el beneficio que puede obtenerse de la tarea sagrada de la cual él se ha hecho un rabioso servidor. Está claro que en el Parque Jaurèsico del Nacionalismo francés pueden hacerse los peores encuentros.

Así pues, es preciso volver sobre los textos y los contextos históricos, a fin de medir la hipocresía, la falta de escrúpulos y la exacerbada xenofobia de las que la “izquierda” Nacionalista francesa (al igual que la española) da pruebas, en su odio y su furor contra el Pueblo Vasco. Porque, al parecer, para esto los Nacionalistas franceses han tenido necesidad incluso de desviar, falsear sin vergüenza y calumniar a Jaurès.

Jaurès no pensaba que “los trabajadores no tienen patria”, puesto que, en todo caso, los trabajadores franceses tenían una. Él decía que el patriotismo tiene sus raíces en la “fisiología humana”; lo cual hacía su erradicación particularmente delicada para el sujeto orgánico, y tanto más inquietante para el humanista. “Cada conciencia individual, hasta en las formas individuales del instinto de conservación, está envuelta por una conciencia nacional.” “Cuando ella vibra a la señal dada por la libertad en peligro, toda alma sabe que está al unísono con la Patria; es la Patria misma, es la común libertad la que vibra en ella.” “El sentimiento nacional y el sentimiento democrático son inseparables.” “Libertad y Patria son inseparables.” “Un poco de internacionalismo aleja de la Patria; mucho internacionalismo nos devuelve a ella.” “Todas las Patrias son iguales; pero, es precisamente porque son iguales, por lo que ninguna tiene el derecho de avasallar a las otras.” “No hay verdaderamente humanidad sino allí donde hay independencia, voluntad activa, libre y gozosa adaptación al conjunto.” “La independencia y la integridad de la Nación”: de la de él, en todo caso, eran su preocupación principal. Su derecho de libre disposición también: “Sólo Francia puede disponer de Francia”.

En cambio, al estar excluido todo reconocimiento de las Naciones sojuzgadas por el imperialismo (así como de su derecho inherente de libre disposición o autodeterminación), es preciso devolver a su verdadera dimensión la actitud de Jaurès hacia las culturas de los Pueblos europeos anexados a la República. (Su recuperación desde todos los ángulos queda reservada a la propaganda imperialista, que – ella sí – tiene los medios para hacerlo.)

Jaurès era Occitano de origen, como Rivarol, Barrère, Combes, Doumergue y tantos otros Nacionalistas franceses que se habían unido a la lucha contra “esta diversidad de idiomas groseros” y de culturas “infantiles y bárbaras”: focos naturales de “feudalismo y separatismo”; éstos, curiosamente, siempre prevalentes – a pesar del totalitarismo y el Terrorismo de Estado – entre las nacionalidades que, “sin embargo, se habían unido en el entusiasmo y la adhesión del corazón”. Jaurès hablaba normalmente su lengua de Oc, que él llamaba “patois” aunque encontraba este nombre “grosero”. Él se servía de ella para sus campañas electorales e incluso para hacer chistes en la Asamblea. Se había aproximado a los Félibres y declarado su apoyo a “la enseñanza de estas lenguas” (que la República había decidido suprimir) e incluso del Euskara, que la Revolución había honestamente clasificado como Lengua extranjera.

La República había conocido ya la “tolerancia” de 1790-1793. A continuación el Gran Terror (1793-1794) se había realizado también como un “Terror lingüístico”, oficializado por los “Decretos de Ventoso” y puestos en práctica por el “Ángel de la Virtud” – Louis A. de Saint-Just – en persona. Después del fracaso de aquella empresa Gran-Terrorista, los Termidorianos se habían visto obligados a permitir “la enseñanza bilingüe” desde 1794. Sin embargo el – para Jaurès – admirable y admirado Ferry (quien, “cada vez más hostil a la centralización y la autoridad” frente al Imperio, había dicho: “Francia necesita un gobierno débil”) había instalado más tarde una administración cada vez más intolerante y totalitaria, capaz de asestar nuevos golpes a los Pueblos anexados cuyas Lenguas y culturas habían resistido, bien que mal, a las Monarquías, las Repúblicas y los Imperios. Y sin embargo Jaurès decía: “Hay otra razón por la que el Estado debe respetar la libertad de las comunas [municipios]: es la de que, en materia de educación filosófica y moral, el Estado no puede adecuar su enseñanza a la diversidad de todos los espíritus y todos los medios”. Sin duda él no fue bienvenido al impulsar más lejos un razonamiento tan subversivo. Como dijo Gurdji (Giroud): “Actualmente sabemos que en todas partes, a la misma hora, en todas las escuelas de Francia, los escolares están aprendiendo lo mismo: es un gran progreso”.

El republicano Jaurès era sin duda más sincero que su “discípulo” Espilondo y otros que actualmente se declaran “partidarios de la enseñanza del vasco” bajo el monopolio de la “Educación Nacional” (francesa). Pero, en la medida en que el contexto político y lingüístico no es ya el mismo, el desafío que nos plantea el mantenimiento actual del idioma (con los supuestos medios de lograrlo) no se percibe ya de la misma manera; y es que ese pretendido e imposible “bilingüismo” que se nos ofrece ahora: basado en el sometimiento nacional/estatal de nuestro Pueblo, no impide sino que supone la humillación y entraña la liquidación de la Lengua “enseñada”. “La enseñanza” de estas Lenguas, y otras medidas similares, están destinadas a engañar y recuperar a los Pueblos sojuzgados. “Nuestra misión es ayudar a las lenguas minoritarias a morir dulcemente.” (Morvan.)

Las Lenguas son siempre nacionales, o no son. Las lenguas “secundarias, minoritarias, locales o regionales”: eso no existe y no puede existir; no más que sus culturas y sus Pueblos, de los que aquéllas son inseparables. El imperialismo lo sabe, a veces incluso lo dice; pero sus víctimas no siempre se dan cuenta de ello. Sigamos, no obstante, con el análisis de las auténticas afirmaciones de Jaurès.

XI

Aunque su método característico – en el que se combinan de forma muy ecléctica y personal idealismo y materialismo, ilusionismo y realismo, Nacionalismo imperialista e inter-nacionalismo, reforma y revolución, violencia y pacifismo – hace a menudo subjetivas y provisionales las apreciaciones, difíciles las síntesis, e inciertas las conclusiones, sin embargo Jaurès no ignoraba las relaciones de mutua implicación entre la guerra, el Nacionalismo imperialista, el imperialismo y el capitalismo. Dado que sus opuestos: la paz, el inter-nacionalismo, la libertad nacional y el socialismo se revelaban de todo punto problemáticos, él no obstante contaba para salvaguardarlos con una panoplia variada y clásica: respeto a las libertades, preocupación por la justicia y la paz, acuerdos internacionales, sistema de garantías, arbitraje internacional, abandono de los tratados secretos, respeto por el ‘status quo’ contra las nuevas anexiones, equilibrio de las Potencias, defensa nacional y ejército popular, desarme simultáneo, Liga por la Paz y – en fin – huelga general internacional de masas e insurrección popular. “Únicamente la clase obrera, internacionalmente organizada, podrá equilibrar las formidables fuerzas de conflicto y odio que se exasperan.” “Es la paz socialista la que se hará.”

Jaurès no pretendió nunca ser “contrario a toda violencia de donde quiera que venga”. Él contaba con ella. Era necesario servirse de ella en caso de necesidad: es en lo que todo el mundo, o casi, se encontraba estar bien de acuerdo:

“La Internacional recomienda a los proletarios evitar la guerra; pero ella les prescribe salvaguardar la independencia de las Naciones.” “Nuestro proyecto es incrementar la fuerza defensiva de Francia.” “Se me dice: ‘son necesarios más cañones’, como si yo declarara inútil en este momento la preparación del material de la guerra.” “Que tengamos, como bien lo esperamos, la Paz, o de lo contrario – por la locura criminal del agresor – la guerra santa por nuestra Francia bien amada: Libertad y Patria son inseparables.” “No hay ninguna contradicción entre hacer el máximo esfuerzo para asegurar la paz y, si estalla la guerra a nuestro pesar, hacer el máximo esfuerzo para asegurar, en la horrible tormenta, la independencia e integridad de la nación.” “Que digan pronto los pueblos de nuestra Francia que nunca, bajo una coraza más fuerte, se forjó un corazón más blando.” “Puesto que vamos a asistir y participar a una enorme tensión militar, es una necesidad vital disciplinar la fuerza militar según el espíritu de una nación libre, o iremos directamente a la dictadura más absorbente.” “El admirable movimiento nacional planteado por nuestra heroína Juana de Arco” y el Ejército revolucionario, inspiraron siempre al pacifista Jaurès.

Por supuesto, Jaurès reprobaba los atentados anarquistas o pretendidos como tales; tanto más que ellos habían permitido a los diputados votar las “leyes perversas” que limitaban de nuevo las libertades republicanas y exponían a la oposición – así pues a su propio Partido – a una represión creciente y cada vez más arbitraria. Jaurès pedía que los grandes financieros y los políticos corruptos a su servicio: responsables de tantos crímenes, fueran perseguidos por incitación a los actos de propaganda anarquista. Más lejos iba Lenin, quien – al tiempo que mostraba la necesidad de la lucha legal e ilegal – mostraba también los límites y el carácter ilusorio del “terrorismo individual”. En todas partes, al igual que en el País Vasco, los atentados: producto de la debilidad y la inmadurez de las fuerzas populares, han sido provocados, manipulados o utilizados por la reacción Nacionalista, imperialista y totalitaria como pretexto y coartada de la represión y el Terror contra todas las libertades democráticas y contra todas las formas de resistencia a la opresión.

(En este terreno ideológico las oposiciones son a menudo engañosas, y las concepciones biológicas, fisiológicas y raciales de Jaurès concuerdan sin dificultad con el espiritualismo y el angelismo desencarnados de Espilondo y su camarilla Nacionalista de Anglet: “Yo no niego a estas gentes el derecho a pensar diferente; yo les niego el derecho a la violencia. Quien toma un arma conoce los riesgos: que los acepte y eso es todo, y que no envíe después a la gente a llorar o manifestarse”.)

En 1885 Jaurès había votado los créditos de guerra para Tonkín. En 1887, en el momento del affaire Schnæbelé, él estaba en favor de los créditos militares para Argelia “en el silencio patriótico de los parlamentarios”. En 1903, él pedía el presupuesto para la “penetración pacífica” en Marruecos. En 1904, Guesde le reprochaba el “haber votado los presupuestos de la guerra y la marina”; lo que personalmente Jaurès había evitado hacer. Pero “los de ustedes los han votado – argumentaba Guesde ese año, dirigiéndose a Jaurès y al PsF. Vuestro error está en vuestra concepción socialista que no tiene nada de socialista; vosotros hacéis surgir vuestro socialismo de la República, mientras que nosotros lo hacemos surgir de la evolución capitalista. ¡Vuestro método es el nacionalismo bajo una forma más peligrosa que otra!”. En 1908 Jaurès rechazó los créditos militares suplementarios.

El ejército popular y defensivo, el “Nuevo Ejército” de Jaurès, debía ser el instrumento de defensa del pueblo: tanto con miras a la “defensa nacional” (la lectura de Clausewitz había dado sus frutos) así como con respecto a su propio Gobierno y, por ello mismo, como garante de la paz mundial. Lo cual planteaba tantas cuestiones que hacía que todo el conjunto de los problemas políticos – sobre la naturaleza del poder, la democracia y el socialismo, las relaciones y las instituciones internacionales, el imperialismo, la revolución, la guerra defensiva u ofensiva – quedara planteado al mismo tiempo. (No es fácil discernir en qué medida el Ejército popular resuelve los conflictos o los supone ya resueltos.)

Si bien – ya fuera antes o después de haber visto a Ferry en acción – no se podía ignorar nada sobre la profunda unidad entre ejército, educación e imperialismo, no obstante uno puede plantearse preguntas sobre la idoneidad de la educación militar como instrumento para “elevar el nivel de la raza”, según Jaurès le concedía como misión. El patriotismo “tiene sus raíces mismas” “en la fisiología del hombre”, ciertamente; pero en todo caso está permitido abrigar dudas sobre los efectos obtenidos como consecuencia de la educación militar: ya sea sobre el genotipo o el fenotipo republicanos. Desde luego el manual de instrucción militar era bien explícito, cuando prescribía el imbuir en el espíritu de los reclutas “el sentido de la superioridad de la raza”. Tal vez los estudios científicos – que no tardaron en establecer que la orina alemana tenía una tasa de acidez muy superior a la de la orina francesa – ayudaron a aceptarla (la superioridad, no la orina).

(Por desgracia, faltan estudios comparados sobre las especificidades de las tasas de acidez urinaria de los senegaleses, vascos y otros reclutas del ejército republicano, ya que ni siquiera se recogieron muestras fiables en la fuente; si nos es permitido designar así el órgano distribuidor.)

Puesto que “francés es un nombre étnico”, según el Petit Larousse, se podría simplemente decir “orina republicana” en vez de “orina francesa”, lo cual evita todo etnicismo formal y el recurso a las mezclas, los promedios o los procedimientos estadísticos que podrían ser tan manipulables como lo que era objeto de estudio. O, incluso, se podría establecer constitucionalmente que la orina francesa es la orina de la República; lo cual tiene precedentes lingüísticos y no carece de atractivo. Los Imperios Centrales no tenían necesidad de llegar a eso, puesto que se daba por supuesto que la orina étnica correspondía al por mayor, si no al detalle, con la orina Imperial.

A un nivel más general, relaciones unívocas entre acidez urinaria, agresividad nacional y Nacionalismo imperialista no han podido todavía ser establecidas. La implicación de la urología en la sociología presenta dificultades epistemológicas que hacen inseguras las hipótesis, y poco fiables las conclusiones.

Los más ingenuos eruditos se han visto obligados a constatar que “la ciencia misma ha perdido su serena imparcialidad. Sus servidores, exasperados al más alto grado, le toman prestadas sus armas a fin de poder contribuir, a su vez, para derribar al enemigo. El antropólogo trata de probar que el adversario pertenece a una raza inferior y degenerada; y el psiquiatra diagnostica en él perturbaciones psicológicas y psíquicas”. (S. Freud.)

“[L]a filosofía y la teoría del derecho tienen en los datos de la época de referencia uno de sus mejores campos de contrastación. El Nazismo supone un auténtico ‘experimentum crucis’ para esas disciplinas. Y hasta la tranquilidad moral de sus cultivadores puede verse agitada por esa reflexión, si nos paramos a contemplar la actuación de los filósofos del derecho bajo aquel régimen. Las palabras de [Ilmar] Tammelo expresan el problema en toda su crudeza: ‘Una objeción especialmente aguda contra las doctrinas ius-filosóficas radica en la afirmación de que la filosofía jurídica desempeñó el papel de una ramera, en cuanto que sirvió para encubrir la opresión, la degradación y hasta el asesinato en masa. Entre los filósofos del derecho – continúa – ha habido contorsionistas que han plegado sus ideas al orden político del momento [...], a fin de prestarle una impronta filosófica’.” (Citado por Arthur KAUFMANN, en ‘Rechtsphilosophie und Nationalsozialismus’, 1984‘.)

“Las consideraciones que preceden nos aportan ya un primer consuelo, al mostrarnos que la tristeza y la dolorosa decepción que hemos experimentado a la vista de los actos tan poco conformes con nuestra idea de la vida civilizada, de los que se han hecho culpables nuestros conciudadanos del mundo en esta guerra, no estaban justificadas. En realidad, nuestros conciudadanos del mundo no han caído tan bajo como habíamos pensado, por la sencilla razón de que no estaban a un nivel tan elevado como nosotros lo habíamos imaginado. Habiendo dejado caer, los unos con respecto a los otros, las restricciones morales, los grandes individuos humanos: Pueblos y Estados, han creído poder sustraerse momentáneamente a las obligaciones derivadas de la vida civilizada y dar rienda suelta a sus inclinaciones reprimidas, ávidos de satisfacción. [...]; lo que hay de primitivo en nuestra vida psíquica es, en el sentido literal de la palabra, imperecedero. [...].

“Pero hemos constatado en nuestros conciudadanos del mundo otro síntoma que tal vez no nos ha sorprendido y asustado menos que el declive, tan doloroso para nosotros, de su nivel moral. Me estoy refiriendo a su falta de inteligencia, a su estúpida obstinación, a su inaccesibilidad a los argumentos más convincentes, a la infantil credulidad con que aceptan las afirmaciones más cuestionables. [...] Los filósofos y los estudiosos de la naturaleza humana nos han dicho desde hace mucho tiempo que estábamos equivocados al considerar nuestra inteligencia como una fuerza independiente, y al no tener en cuenta su subordinación a la vida emocional. Nuestro intelecto no puede trabajar eficazmente sino en la medida en que se sustraiga de influencias afectivas demasiado intensas; en caso contrario, simplemente se comporta como un instrumento al servicio de una voluntad, y produce el resultado que ésta le inculca. Los argumentos lógicos no pueden por lo tanto nada en contra de los intereses afectivos, y es por esto que la lucha a golpe de razones es tan estéril en el mundo de los intereses. [...]; pero parece que, por el momento, los Pueblos obedecen más a la voz de sus pasiones que a la de sus intereses. Ellos no ponen por delante sus intereses sino para racionalizar sus pasiones, para poder justificar la satisfacción que buscan darles.

“¿Por qué los individuos étnicos se desprecian en general unos a otros, se odian, se execran? Éste es un misterio cuyo significado se me escapa. Es como si bastara con que un gran número de humanos – por no mencionar millones – se encontraran reunidos, para que todos los logros morales de los individuos que los componen desaparecieran inmediatamente, y que no quedaran sobre el lugar otra cosa que las actitudes psíquicas más primitivas, las más antiguas, las más brutales.” Etc. (Sigmund Freud; ‘Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte’, 1915.)

De hecho, la ciencia y la razón han estado siempre en los humanos al servicio de los instintos y la afectividad, y no hay razón para creer que esto vaya a cambiar en el porvenir. “Es una opinión muy extendida, compartida por algunos filósofos contemporáneos, la de que todos los patrones de comportamiento humano que sirven el bienestar de la comunidad, por oposición al del individuo, están dictados por un pensamiento racional específicamente humano. No solamente esta opinión es errónea, sino que lo contrario es verdad.” (K. Lorenz, ‘On aggression’, 1966.)

XII

Ciertamente, la actitud de Jaurès respecto al Nacionalismo, la paz, la violencia y el imperialismo, no tenía nada de extraordinario con relación a las tendencias dominantes en la Segunda Internacional. En realidad, quienes se oponían al imperialismo y a la guerra imperialista eran en general una minoría muy pequeña. El derecho de libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos: siendo por definición la piedra angular de toda alternativa al imperialismo, era negado, procesado, adaptado o falsificado de forma que resultara inofensivo para uno mismo y peligroso para los demás. La mayoría de los Estados condenaban el Nacionalismo, el imperialismo, el militarismo y las guerras de los demás, favoreciendo al mismo tiempo el Nacionalismo, el imperialismo y las guerras que estaban llevando a cabo ellos mismos y sus aliados actuales o virtuales. Pero es que, tratándose de la propia nación, nadie podía imaginar siquiera que ello fuera, a decir verdad, imperialismo sino “obra de libertad, civilizadora y humanitaria; y defensa nacional contra las agresiones y las anexiones”. Y además, la afirmación “si nosotros no lo hacemos, lo harán otros” era la coartada de todo el mundo contra todo el mundo. No había necesidad de llamarse “socialista” para esto, a menos que fuera para mejor intentar engañar a los Pueblos.

Según Manuel Irujo, “El que es llamado Imperio colonial portugués, por lo tanto, en lugar de ser un obstáculo significa una gran posibilidad para el futuro si, detrás de estos territorios, se puede situar una política de comunidad Ibérica definida y resuelta. Conviene no olvidar, además, que los territorios coloniales lusitanos, unidos a Portugal, comprenden cuatro quintas partes de la población total del Estado español con sus colonias y protectorados, y multiplican varias veces la extensión territorial de su suelo y el potencial de su economía”. “A lo que no se podría volver es al abandono de la jungla a la vida salvaje; y lo que el sentido de la responsabilidad – aparte de otros motivos de evidente realidad – nos impedirá hacer en toda eventualidad, es arriar de las colonias las banderas de Portugal y de España para que sean izadas allí las de las Naciones extranjeras al dominio ibérico.”

Esta adhesión apologética al Nacionalismo-imperialismo luso-español fue escrita en 1945 por un líder exiliado del Pnv, ex-Ministro de la República Española, y publicado en Buenos Aires por un editor de la misma tendencia; lo cual muestra hasta qué punto los Nacionalismos, los Imperios y los Ministerios son contagiosos, incluso entre aquéllos que se supone son sus víctimas. “Todas las libertades son solidarias”, era una máxima que el mismo autor repetía a menudo. Así va, como regla general, la “solidaridad” entre los Pueblos oprimidos del mundo. Es así como el mismo Partido “nacionalista vasco” reconoce hoy como “legítimos, democráticos y no-violentos” los regímenes de ocupación de España y Francia en el País Vasco. Hay pendientes en las que uno no puede detenerse.

El humanista-republicano-oportunista-socialista Jaurès admiraba a Ferry: “este hombre notable – según él decía – que desde hace 30 años había desplazado bruscamente el centro de gravedad de Francia hacia países lejanos”, y que tenía por objetivo nada menos que “organizar la humanidad sin dios y sin rey”. (Mientras tanto, en la Comuna, “como Alcalde de París durante el asedio, él consiguió mediante chanchullos sacar una fortuna de la hambruna”, señaló Marx.) Así pues, frenado en Europa después de haberla metido toda entera en fuego y sangre para “liberarla”, sometiéndola, el Nacionalismo imperialista francés se vio obligado a lanzarse sobre los salvajes y bárbaros de ultramar. “Nos preparábamos para dar a los demás el lugar al que teníamos derecho.”

Desde 1879 a 1885, Jules Ferry relanzaba “la expansión de la civilización francesa”. “Este hombre notable” exponía de buena gana “los motivos que deben empujar una gran nación hacia el imperialismo”:

“La política colonial es la hija de la política industrial. [...]. La fundación de una colonia es la creación de un mercado de salida. Las colonias son, para los países ricos, una colocación de capitales de las más ventajosas. Francia, que rebosa capitales [...], tiene particular interés en considerar este lado de la cuestión. Las colonias abren al país francés unos mercados ilimitados. Pero, para que este objetivo económico sea alcanzado, es preciso no contentarse sólo con simples instalaciones comerciales. [...]. Señores, hay un segundo punto, un segundo orden de ideas que debo igualmente abordar [...]: es el lado humanitario y civilizador de la cuestión. [...]. ¡Señores, tenemos que hablar más alto y con más honestidad! Es necesario decir abiertamente que en efecto las razas superiores tienen un derecho hacia las razas inferiores. [...]. Repito que hay para las razas superiores un derecho, porque hay un deber para ellas. Ellas tienen el deber de civilizar a las razas inferiores. [...].

“Estos deberes a menudo han sido desconocidos en la historia de los siglos precedentes, y ciertamente cuando los soldados y los exploradores españoles introducían la esclavitud en América Central, no estaban cumpliendo con su deber de hombres de raza superior. Pero en nuestros días, yo sostengo que las naciones europeas están cumpliendo con largueza, grandeza y honestidad este deber superior de civilización. [...] ¿Es que podéis negar, existe alguien que pueda negar que hay más justicia, más orden material y moral, más equidad, más virtudes sociales en el África del Norte desde que Francia ha hecho su conquista?

“Si Francia quería seguir siendo un gran país capaz de ejercer sobre los destinos de Europa toda la influencia que le pertenece”, ella tenía que “llevar, a todas partes donde puede hacerlo, su lengua, sus costumbres, su bandera, sus armas y su genio”. “Hoy en día son Continentes los que nos anexamos, es la inmensidad la que se reparte.” “Todas las parcelas del dominio colonial de Francia, todos estos restos deben ser sagrados para nosotros.” “Es indispensable establecer la colonización sobre la dominación.” (Discurso de Jules Ferry ante la Cámara de diputados en Julio-1885.)

“Este hombre notable” había declarado por tanto a la Cámara, en 1881: “Hemos enviado al Sur fuerzas imponentes, con el fin de reducir las poblaciones árabes, el espíritu árabe, mediante la única demostración que ellos entienden: la de la fuerza. Hemos querido hacer ver a estas tribus bárbaras e insumisas lo que es un ejército francés.” Sería demasiado largo describir aquí cómo se hizo la demostración. “Los Franceses, en pocos años, han cometido más crueldades que los Turcos en doscientos años”, había afirmado el diputado Roger a la Cámara ya en 1834. Y desde 1847 Tocqueville informaba: “A nuestro alrededor las luces se han apagado, el reclutamiento de hombres de religión y hombres de derecho ha cesado; es decir, hemos hecho que la sociedad musulmana sea mucho más miserable, más desordenada, más ignorante y más bárbara de lo que era antes de conocernos”. (Informe sobre el proyecto de ley sobre créditos extraordinarios solicitados para Argelia, 1847.)

Exclusión, exterminio, substitución de las poblaciones por colonias de asentamiento, saqueo y explotación, deculturización y forzado afrancesamiento cultural y lingüístico; es de este modo como el Nacionalismo imperialista francés ha entendido siempre la obra de civilización. Era necesario “civilizar a los Árabes por medios que quedaban fuera de la civilización”. Como el coronel Montagnac lo escribió en 1843, haciendo el satisfecho relato y la apología de sus propios crímenes: “hacer la guerra a los Árabes” eso quiere decir, “en una palabra, aniquilar todo lo que no se arrastre a nuestros pies como perros”. Según la declaración oficial para Argelia en 1858: “Estamos en presencia de una nacionalidad armada y vivaz que es necesario apagar por la asimilación”, “la dislocación del pueblo árabe y la fusión”. Según D. Guérin, “Inicialmente [...] los militares han soñado con ‘expulsar bien lejos, exterminar a la población indígena’. Posteriormente, la empresa se ha revelado imposible. Pero, incapaz de eliminar físicamente al autóctono, se ha querido quebrarlo espiritual y moralmente”. “Se ha intentado matar el alma de este país. Se lo ha conquistado para hacer de él una colonia de poblamiento, para anexarlo a la metrópoli.”

En aquellos tiempos, si la guerra, la represión, la hambruna y las epidemias diezmaban la población, se constataba simplemente que “los pueblos atrasados iban desapareciendo ante los pueblos superiores”. Según Y. Person: “Es significativo que haya sido el mismo notable de la III República, Jules Ferry (quien ha dado a la educación laica – que él mismo organizó – la orientación de un genocidio cultural sistemático), el que ha encarnado el compromiso de Francia en el imperialismo colonial de finales del siglo XIX. En el momento en que el imperialismo británico, deseoso ante todo de explotación económica, retornaba a un cierto respeto de la personalidad del Otro, Francia se dedicaba resueltamente a destruir todas las culturas que podía encontrar en un sector tan amplio como fuera posible del planeta”.

Por todas partes, a través del mundo, el Nacionalismo francés llevaba la violencia como las nubes llevan la tempestad. La conquista de Argelia, Túnez, Marruecos, Indochina, Madagascar, Senegal, Níger etc. (por los ejércitos que comandaban Duperré, Bourmont, Savary, Trezel, Bernard, Clauzel, Berthézène, Boyer, Saint-Arnaud, Montagnac, Baraguey, Valée, Bugeaud, Damrémont, Aumale, Joinville, Bedeau, Soult, Pélissier, Randon, Febvrier, Rigault, Page, Dariès, Charner, Lapierre, Protet, Faidherbe Trochu, Chanzy, Négrier, Bonard, Grandière, MacMahon, Massu, Aussaresses, Bazaine, Garnier, Rivière, Courbet, Forgemol, Hetzinger, Duchesne, Gallieni, Drude, Amade, Moinier, Lyautey, Mangin, Gouroud, Azan, Noguès, Voulet, Schmartz, Holl, Pétain, Argenlieu y Hautecloque) ha sido la política de guerra, Terrorismo de masa y masacres de hombres, mujeres y niños en condiciones atroces; de tierra quemada con incendio, destrucción y pillaje de las ciudades, de las cosechas y de los cultivos. No eran aquéllos errores, o “accidentes raros y lamentables”; eran la lógica propia del sistema Nacionalista-imperialista francés: “Gracias a ellos Francia tiene un imperio.” “La guerra tiene sus necesidades.” “Quien quiere el fin quiere los medios, digan lo que digan nuestros filántropos.”

Y sin embargo, en 1884 y en Albi (un lugar señero, en el horroroso historial de la “expansión de la civilización francesa” desde el siglo XIII), decía Jaurès: “Francia ha sabido hacerse amar por todos los pueblos coloniales”. “Nosotros podemos decir a estas poblaciones, sin engañarlas, que jamás hemos hecho ningún mal a sus hermanos voluntariamente; que hemos sido los primeros en extender a las personas de color la libertad de los blancos y en abolir la esclavitud; que allí donde Francia está todavía establecida, se la ama; que allí donde no hace sino pasar, se la añora; que por todas partes su luz resplandece: ella es bienhechora.” Aparentemente, el humanista, sociólogo e historiador Jaurès o bien creía todo lo que él deseaba creer e ignoraba todo lo que quería ignorar, o no retrocedía ante ninguna mentira.

De nuevo, una vez más, el romanticismo colonialista forma parte – muy significativa – del romanticismo Nacionalista en general. Sin embargo, no es posible dar cuenta del imperialismo mediante imágenes de Épinal para niños y adultos, y mediante historias sentimentales con soldados, maestros, médicos, Padres Blancos y Hermanas de la Caridad protectores, generosos, humanos y entregados. El imperialismo son crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la Humanidad: no hay ahí en lo más mínimo materia de idilio. (Finalmente, la empresa criminal se revela con declaraciones con éstas: “Me llaman asesino, sí; pero yo sólo cumplí mi deber con Francia. No se puede vencer al enemigo sin recurrir a la tortura y a las ejecuciones sumarias. La tortura se convierte en legítima cuando se impone la urgencia.” [General Paul Aussaresses, ‘Servicios especiales. Argelia 1955-1957’.])

(Como ha podido observarse, para el Racismo y el Nacionalismo francés ordinarios no se podría reconocer, entre los colonizados, ni Pueblo, ni Nación, ni Estado; todo lo más “poblaciones”, “poblados” o “tribus”, como decía Jaurès. En la ideología imperialista, el concepto de “tribu” alcanza una extensión insospechada: desde los conflictos coloniales en África hasta la desintegración de Yugoslavia.)

Para la propaganda francesa, estas guerras ni siquiera eran guerras sino medidas de policía para el restablecimiento del orden y la paz. Es verdad que, como lo decía Lenin, “demasiado a menudo se parecen menos a guerras que a una salvaje masacre, a un exterminio de personas desarmadas”. “He aquí el tipo de guerra que se llevaba contra ellos: ellos estaban desarmados, y se los exterminaba con ametralladora. ¿Son eso acaso guerras? Desde luego que no, eso no son ni siquiera guerras, si hemos de hablar con propiedad.”

El soldado estaba acompañado por el burócrata, el instructor, el capitalista, el concesionario, los colonos grandes y pequeños: republicanos, clericales y anticlericales, trabajadores cuarentayochistas, comuneros [procedentes de la Comuna de París] y Alsacianos que en 1871 huían de su anexión por Prusia y se juntaban en África, Españoles, Italianos, Malteses y Judíos que huían de la miseria o las persecuciones, convertidos todos en Franceses, unidos todos ellos para la exclusión, la expoliación, la explotación o la eliminación de las “razas inferiores”: “Es difícil hacer entender al colono europeo que existen más derechos que los suyos en país árabe [sic], y que el indígena no es una raza moldeable y explotable a voluntad”, decía el mismo Ferry; quien, al parecer, no estaba implicado ahí para nada.

Todos ellos estaban acompañados y a menudo precedidos por el misionero y el eclesiástico, “enviados como adelantados por los mercaderes y los banqueros”, protegidos y subvencionados por los Gobiernos para “una misión religiosa que allanaría el camino para nuestra influencia política”. (Un ilustre escritor vasco, Basagaitz – Lhande –, nos salió con su panegírico sobre Nuestra epopeya misionera: Madagascar, 1832-1932’, que precedió en siete años a la apología bastante más problemática de A. Perbal: Los misioneros franceses y el nacionalismo.)

Como en todas partes (y estamos aquí, en el País de los Vascos, en las primeras líneas para saberlo), la Iglesia ha sido una parte esencial del aparato de conquista y opresión. “Es una verdadera Cruzada lo que nosotros hacemos aquí”, decía “el siniestro” Charles Mangin. El “caso” de Douarre; el del misionero-indicador Foucault y sus “informes” al Cuerpo de Inteligencia II (2e Bureau); o los encontronazos de Lavigerie con las “Oficinas árabes” y con MacMahon no cambian evidentemente nada: militares, civiles y eclesiásticos, a pesar de sus discrepancias, formaban parte de la misma estructura de dominación Nacionalista-imperialista; y, a pesar de las querellas que en 1906 condujeron a la separación entre ellos, no interrumpieron nunca su colaboración.

Al igual que en el mesopotámico monumento de su ciudad natal, “en numerosas localidades, la estatua del Cardenal Lavigerie gesticula en su pedestal”, escribía Guérin en 1953. Aquí como en otras partes, “la ‘conquista espiritual’ no fue en absoluto una empresa distinta, paralela, de la conquista militar y de la colonización material”; “estuvo por el contrario tan estrechamente ligada al proceso general de colonización, que ella no fue a fin de cuentas sino un aspecto o un medio”. El imperialismo “moderno” ha sido, y sigue siendo, “el lugar de encuentro del capitalismo, el militarismo y el clericalismo”.

En vano se buscarían señales de mala conciencia. Ni los Estados conquistadores, ni la Iglesia, han confesado, lamentado o intentado reparar jamás sus crímenes. Como ha sucedido en el Reino de Nabarra y en otros lugares, ellos querrían y esperan que todo eso sea olvidado; que el tiempo, el terror y las matanzas hayan extirpado la memoria histórica de la consciencia colectiva; y que ellos podrán continuar, como en el pasado, pisoteando la libertad de los Pueblos.

XIII

A partir de 1903, sin embargo, Jaurès comienza a desengañarse. Las cosas no suceden como él esperaba, y el precio es incluso cada vez más costoso. “Francia sucumbe bajo un imperio colonial desproporcionado a su fuerza de expansión.” “Hay en este momento todo un Partido militar y colonial que sueña con poner sus manos sobre Marruecos mediante una gran expedición. [Según pretende ese Partido] Francia debe enviar una de ellas al territorio marroquí y establecer allí por la fuerza su protectorado. Política insensata y verdaderamente criminal.” Lo que estaba preparándose no era, en efecto, un secreto para nadie: “¡Establezcamos juntos un vasto dominio de una sola pieza que, desde el Golfo de Gabès hasta el Atlántico, desde el Mediterráneo hasta el Gran Desierto, englobe a Túnez, Argelia y Marruecos en un vasto Imperio de África del Norte!” exclamaba Etienne, diputado de Orán, miembro eminente del lobby, de la clase política y del Gobierno francés.

Sin embargo, Jaurès aún se aferraba a su (desesperada) esperanza. Hemos visto que él había votado los créditos militares para Tonkín en 1885, y que se había congratulado muy fuertemente en 1887 (en el momento del caso Schnæbelé) por los créditos militares obtenidos “en el silencio patriótico de los parlamentarios”. Él ahora pide “el presupuesto de la penetración pacífica” en Marruecos. “Sí, es de desear, tanto en interés de los indígenas de Marruecos como en interés de Francia, que la acción económica y moral de nuestro país se prolongue y se establezca allí.” “Si ustedes están abocados a una expedición militar en Marruecos, es por cientos de millones como se cifraría ciertamente el gasto. Si para la penetración pacífica de Francia en Marruecos; si para dar a la República francesa el medio de anudar relaciones útiles con las tribus; si para permitir que Francia, cuando las tribus padezcan hambre, ponga grano a disposición de ellos; si para permitir que Francia, con el consentimiento de las tribus, multiplique las escuelas y enfermerías, son necesarios sacrificios de dinero, éstos serán infinitamente menos costosos que los que entrañaría la guerra.” “Si bien hemos combatido siempre la política de expansión colonial guerrera, la política de expediciones armadas y de protectorados violentos, siempre hemos secundado y estamos siempre prestos para secundar la expansión pacífica y razonable de los intereses franceses y de la civilización francesa.”

“Expansión pacífica y razonable”. Si hemos de creer a su biógrafo Auclair, “Estas últimas palabras: queridas para el universitario, le escondían al socialista la ley de la selva”. “Al principio de la aventura marroquí él no se mostrará hostil a la empresa; él se contentará, ingenuamente, con desearla pacífica.” “Él llegaba a esperar todavía que buenas palabras, un sistema de garantías internacionales [...] en tres puntos [...], y un constante intercambio de documentos serios, serían capaces de transformar los colonos en apóstoles, y los banqueros en filántropos.” Y – es Reberioux quien lo escribe – “Él, como tantos otros, piensa hasta el final de su vida que la expansión colonial habría podido ser pacífica, y que los sectores más poderosos del gran capital internacional pueden trabajar para el mantenimiento de la paz.”

Según se ve, “la ciencia y el socialismo” han prestado siempre cobertura al Nacionalismo imperialista francés. Porque es innegable que – en tanto que categoría histórica, y no delirio metafísico – el colonialismo se constituye por la guerra, el saqueo, la explotación, la esclavización y la destrucción de los Pueblos. El colonialismo pacífico y humano es una contradicción en los términos. El “colonialismo bueno” en lugar del “malo”, el “colonialismo pacífico y razonable”, económico y moral, en el interés armónico o armonizado del colonizador y el colonizado, en el que civilización francesa y civilización a secas se identifican, eso no ha existido jamás. Incluso en idea, ello muestra la arrogancia, el racismo y la pretendida superioridad de las “grandes” Naciones colonizadoras. Es también y sobre todo la cobertura, la coartada “humanitaria”, la hipótesis ideológica auxiliar del Nacionalismo imperialista real. Que sea cristiana, franc-masona, fascista, socialo-comunista, de “izquierda” o de derecha, la peste Nacionalista-imperialista sigue siendo la peste.

Como conocedor de la historia de Francia e historiador de la Revolución francesa, como ferviente admirador de Ferry, Jaurès sabía perfectamente por qué medios se había obtenido “la expansión pacífica y razonable de los intereses franceses y de la civilización francesa”, y cómo había sido fundado y conservado el Imperio francés en los cinco Continentes. (Aunque se trata de un dominio donde la competencia ha sido siempre ruda, Lenin mismo escribió que la ocupación francesa era la más dura y cruel de todas las ocupaciones.) Todo ello, para permitir pacíficamente “la distribución del grano, la multiplicación de las escuelas y las enfermerías, y los sacrificios de dinero con el consentimiento de las tribus”. Y aun así fue necesario obligarlas: ¡hecho inaudito que atestigua su perversidad!

Efectivamente, el colonizado – algo bien conocido – es salvaje, bárbaro, infantil, desprovisto de razón, insípido, terco, retrasado, sucio, perezoso, ladrón, borracho, cobarde, taimado, falso, mentiroso disimulado, hipócrita, escurridizo, peligroso, saqueador, traidor, intolerante, fanático, cruel y sanguinario. Punto por punto, se lo ve justo lo contrario que el Francés, cuyas cualidades se explicitan por la simple reversión de los términos. Como se ve, era necesario que la ideología al servicio del colonialismo difamara totalmente a los colonizados, haciéndolos que fueran también tan estúpidos y malvados como para rechazar tales beneficios hasta el punto de estar resentidos hacia sus benefactores. Dumas había hecho su parte, reforzando así para el consumo popular esa visión distorsionada: “Nunca había visto Morrel tal expresión; nunca mirada tan terrible había brillado frente a su rostro, nunca el genio del terror, que él había visto aparecer tantas veces, ya fuera en los campos de batalla o en las noches homicidas de Argelia, sacudió a su alrededor fuegos más siniestros. Él retrocedió aterrorizado.” (A. Dumas; ‘El conde de Montecristo’, 1844.)

Así pues, han sido necesarios ejércitos y guerras para llevar “la paz” a los territorios ocupados por los ejércitos y las guerras. Ha sido necesario distribuir grano para compensar el incendio de los silos y los cultivos, las razzias y la colonización de las tierras. Han sido necesarias enfermerías para curar a los supervivientes de las masacres y los bombardeos. Han sido necesarias escuelas para lograr la escolarización en francés del 10% de los niños musulmanes.

Ahora bien, puesto que estas razas y culturas no valían nada, liquidarlas lo más rápidamente era la única cosa a hacer. F. Jeanson ha descrito así las tesis coloniales:

“Los árabes son niños grandes con montones de defectos; es preciso hacer su felicidad a pesar de ellos, y es por cierto lo que nosotros hacemos desde siempre. Pero Francia no comprende nada de las realidades de aquí. No ve que sus concesiones demagógicas hacen pesar sobre nosotros la terrible amenaza de un levantamiento.” “La única política posible es una política de firmeza, de retomar el control. Es necesario en primer lugar restablecer el orden.” “En definitiva, no hay problema árabe en Argelia, al menos no en el sentido que han pretendido algunos demagogos: el Árabe es evidentemente un ser inferior, pero que sabe muy bien reconocer su inferioridad con tal de que no se cometan errores y que sepamos mostrarnos suficientemente firmes con él. Porque, desde luego, él es rápido en aprovechar las oportunidades, y algunas benevolencias son para él debilidades a través de las cuales se pierde rápidamente todo prestigio ante sus ojos. En el fondo es un niño, y es necesario que de una vez estéis convencidos de ello: tanto en interés de él como en el vuestro. Pero no vayáis a engañaros: es un niño que no crecerá (y que, además, no pide crecer). Como la mayoría de los niños, debéis pues esperar que sea con gusto astuto, disimulado, a veces difícil de alcanzar: no hay ahí, por lo demás, nada que deba sorprenderos, es exactamente lo propio del carácter oriental. En cuanto a las mujeres – esto es preciso admitirlo bien – todas las Moras son ladronas. Y a este respecto, en cualquier caso, podéis estar seguros de que no ganaréis nada al confiar en ellas...” (Así pues, aquéllos o aquéllas que rechazan las “donaciones de dinero”, tienden por contra a “robarlo” de los bolsillos de los “honestos colonos” franceses. Jaurès habría podido sacar de ello significados y conclusiones.)

Era también urgente difundir un “Francés básico” para las colonias de ultramar, que fuera suficiente para “estos pueblos que son niños”, según decía el humanista Jaurès en 1884 con ocasión de su famosa conferencia en Albi. Después de todo, para los colonialistas franceses, el Árabe o el Swahili no eran nada más que los “patois” de las colonias africanas; al igual que también lo era “el infantil euskera” del que hablaba el charlatán español Unamuno.

Pero “¿qué hacer con gentes que prefieren la libertad al pan?”, exclamaban – todavía 50 años más tarde – pedagogos coloniales decepcionados, amargados y desconcertados ante “la inexplicable resistencia” de estas gentes a los beneficios de la colonización francesa. Es el homenaje involuntario que el colonialismo rinde a los colonizados. Porque, por todas partes en el mundo, a pesar de la aplastante superioridad – en armas y material – del Nacionalismo-imperialismo-colonialismo, a pesar de la ferocidad de la represión, a pesar de las revueltas ahogadas en sangre, los “Pueblos bárbaros y las Razas inferiores” no se han sometido jamás, no han dejado nunca de luchar por su libertad. Ellos han hecho honor al género humano; han demostrado que, si acaso se puede dominar, esclavizar o exterminar a un Pueblo por la violencia, no puede esperarse de ello adhesión ni consentimiento voluntarios, no se le puede quitar el sentido de su dignidad, de su identidad, ni su adhesión feroz a la libertad. Estos “Pueblos inferiores” a menudo han arrancado al imperialismo su derecho de libre disposición, es decir: de independencia. Lucha siempre larga y dolorosa; porque si Suecos o Ingleses pueden – por sabiduría o por cálculo – “abandonar” territorios que obtuvieron y conservaron por la violencia, pero que exceden de su capacidad de gestión, ingestión y digestión, en cambio Franceses y Españoles no pueden hacerlo antes de alcanzar el límite extremo de violencia de que son capaces.

En 1908 Jaurès empezaba a entender. “Él se negó a votar los créditos suplementarios solicitados para las operaciones militares”. Él, que había creído en una “misión civilizadora”, hizo en la tribuna “su examen de conciencia y del país, seguido de su mea culpa”, ha escrito Auclair. Jaurès declaró en la Cámara: “A medida que nuestra intervención en Marruecos es más amplia, más dura y más brutal, yo me pregunto, con una creciente y sincera angustia, con qué derecho llevamos la guerra, el hierro y el fuego al corazón del Marruecos. Sé bien que se han producido incidentes dolorosos y lamentables que han iniciado esta intervención; pero me pregunto si no tenemos nosotros una parte de responsabilidad en el estado de ánimo que ha hecho posibles estos incidentes.”

Mientras él “se pregunta”, la guerra continúa. Y cuando termina de preguntarse, también. “Nuestra diplomacia ha despertado en el espíritu de los Marroquíes este recelo de que nosotros queríamos atentar contra su independencia.” ¡Eran verdaderamente aprensivos, desconfiados, suspicaces y susceptibles, aquellos Marroquíes! Según le parecía a Jaurès, bien al contrario, no debería haber motivo de inquietud para Marruecos o Túnez. El “protectorado” de una nación como Francia: de la cual todos sus antecedentes hablaban por sí mismos, les ofrecía todas las garantías necesarias en esta materia a esos ambos lados de la Argelia que había sido ya conquistada, anexada y “pacificada”. Y sin embargo, lo hemos visto, cinco años antes Jaurès ya había denunciado el “Partido militar y colonial” y la “política insensata y verdaderamente criminal” que pretendía “enviar un ejército al territorio marroquí y establecer allí por la fuerza el protectorado” de Francia. ¡No obstante, ahora se preguntaba de qué debían inquietarse los más desconfiados o los más imbéciles de los marroquíes! Pero Jaurès bien que se inquietaba, no obstante, de la “amenaza americana” sobre el imperio francés e incluso el español, y del “imperialismo agresivo que manifiestan Ingleses y Alemanes”.

Y seguía diciendo: “Los concesionarios del puerto de Casablanca no han tenido ninguna consideración para las más justas susceptibilidades de los Marroquíes”. Desde luego, el bombardeo de Casablanca sin duda no tranquilizó a estas poblaciones, a las cuales la diplomacia francesa había hecho recelosas y los concesionarios habían ofendido. Y ello fue seguido por la carnicería de Chaouia: “Todo ha sido masacrado, incluso las mujeres y los niños. Era una lección necesaria”, escribió un contemporáneo. En ese momento, Jaurès “duda de la exactitud” de los nuevos crímenes cuyo relato le llega. Cuando la duda ya no era posible, se indignó. Pero los aprensivos, los desconfiados y los susceptibles Marroquíes – ellos – estaban ya muertos.

Poco a poco Jaurès se hace más lúcido: “Todos los aventureros que han abusado de la debilidad y la necedad del sultán Abd el Aziz para empujarlo a los gastos más locos y a los préstamos más onerosos; todos los banqueros de rapiña que han explotado mediante préstamos usurarios un país entregado a los piratas por un títere; los ávidos capitalistas que se hacían dar concesiones tras concesiones y que impulsaban sus negocios sin ninguna consideración a los derechos, las costumbres y los sentimientos de todo un pueblo; la asociación Krupp-Schneider (el ‘amistoso’ golpe del obús alemán y del obús francés) cargándose un cementerio musulmán para explotar una cantera; después – bajo el pretexto de castigar las primeras violencias y las represalias de un pueblo marroquí exasperado – el odioso bombardeo de Casablanca, la entrega a sangre y fuego de la Chaouia, más de quince centenares de cadáveres de mujeres y niños amontonados, en un día de vergüenza y luto, bajo los escombros de un douar inofensivo: he ahí bajo qué figura se ha mostrado Europa desde entonces a los Marroquíes”. “Si estábamos allí en presencia de combatientes, ¿cómo no se vio que era necesario salvar a mujeres y niños? Y si había mujeres y niños, ¡entonces es que no se trataba de un campamento de guerra!” Es así como se deja en las poblaciones “recuerdos aborrecibles, recuerdos de sangre, recuerdos de violencia”. Francia no sabe “qué semillas de cólera, de dolor y de odio siembra por allí, y qué triste cosecha recogerá un día”.

En 1911 – una vez lanzada ya la ocupación militar en Marruecos – el Gobierno francés y los servicios de propaganda del cuerpo expedicionario intentaban todavía engañar al Pueblo Marroquí e incluso a las grandes Potencias: “No se trata de una ocupación sino de una ayuda provisional y urgente.” Pero Jaurès no se deja engañar: “Los Generales y los financieros están alborozados. Columnas de soldados franceses más o menos disfrazados de marroquíes van a marchar sobre Fez. Si España reclama, se le dará su parte. Si Alemania pide compensaciones, se le concederán. Si los Marroquíes se rebelan, se los fusilará y se llamará al rescate a las tropas negras, las cuales serán cubiertas de alabanzas e iluminadas de gloria, y a las que se preparará así para intervenir en los asuntos franceses el día en que sea necesario sofocar el pueblo que sufre. He aquí el plan en el que colonialismo y reacción, piratería y represión se combinan”.

“¿Es acaso desde Fez, desde donde vamos a dar a Europa y al mundo, en la nueva crisis que puede amenazar la paz, lecciones de sabiduría, de desinterés y de respeto del derecho internacional hipócrita y cínicamente violado por nosotros?” “Yo digo que entre todos estos pueblos largo tiempo oprimidos o adormecidos, o separados de Europa por océanos de indiferencia; yo digo que por todas partes hay fuerzas morales nuevas que se despiertan, un apetito de libertad, un apetito de independencia, el sentido del derecho, que para afirmarse nos toma prestadas a veces nuestras propias fórmulas.” “El venía de lejos”, comenta Ribérioux.

XIV

Se encuentra bajo la pluma y en los discursos de Jaurès la percepción cada vez más aguda del capitalismo nacionalista que se desarrolla y de la catástrofe que se aproxima. Sin embargo su creciente lucidez no podía aplicarse sobre los mitos y dogmas del Nacionalismo imperialista francés, los cuales establecían fanáticamente a priori la fundación “natural, democrática, pacífica y no violenta”, y el carácter “humanista y civilizador”, del Imperio francés. (La posición del Nacional-socialismo español hacia su propio Imperio no se ha quedado atrás en esta misma tarea de falsificación.)

Jaurès entendía naturalmente ese Imperio, de forma indiscutible, como la Nación y la civilización francesas: agentes de progreso y felicidad universales. Para alguien sumido como él en el delirio social-chauvinista, el Nacionalismo imperialista de su (adoptado) País contra los Pueblos y Estados anexados y por anexar es tan impalpable como el agua lo es para el pez: sus crímenes constitutivos son invisibles para él, y sus disfunciones son, como mucho, fenómenos naturales adversos que ocurren fatalmente. (Este campo de la meteorología estaba llamado a dar un gran juego, como veremos.) Es precisamente este Nacionalismo fanático y totalitario, no reconocido por él mismo, lo que finalmente acabó destruyéndolo. Veamos algunos de esos momentos en los que él expresa su percepción de la catástrofe que se aproxima.

En 1895 Jaurès escribe: “La industria misma es un combate; la guerra se convierte en la primera, la más excitada, la más más febril de las industrias”. “Siempre vuestra sociedad violenta y caótica: incluso cuando quiere la paz, incluso cuando está en un estado de aparente reposo, lleva consigo la guerra como la nube durmiente lleva la tormenta.”

La isla de Cuba: “tierra española” según Jaurès, es un primer asunto de preocupación en 1898. La “pacificación dentro del marco de la Constitución y el Estatuto de autonomía” de la Restauración, había llevado al fracaso y a la destitución del General Martínez Campos. Era el turno del sanguinario General Weyler, que iba a establecer su bien merecido prestigio por sus crímenes en Cuba y después en Catalunya. Fue encargado de restablecer “la unidad nacional” en la isla, y cumplió su misión de la única manera que Franceses y Españoles conocen para combatir la libertad y la resistencia de los Pueblos.

Al modo de ver de los Nacionalistas e imperial-colonialistas europeos: incluidos los que a sí mismos se llamaban “socialistas”, las atrocidades de las fuerzas armadas españolas, su política de terror, las masacres y la tierra quemada, los campos de concentración – cuyos horrores escandalizaron más aún a los liberales anglosajones – “servían de pretexto a los designios americanos”; unos pretextos fáciles de eliminar simplemente con no cometerlos. Según aquéllos, tales atrocidades eran tanto más “comprensibles y perdonables” cuanto que estas fuerzas militares “estaban en su casa, en tierra española”, y operaban sobre “poblaciones también españolas”. Para la propaganda y la opinión francesas, los “insurgentes” cubanos y filipinos “aspiraban a la dictadura”. Ellos eran “apenas mejores que una banda de asesinos”. Lo que no les impedía infligir terribles pérdidas a la economía y los ejércitos regulares españoles.

En los mismos tiempos en que toda “la izquierda de las grandes naciones civilizadas”, incluidos los Nacional-socialistas de la Segunda Internacional, ignoraban, negaban, falseaban o deformaban – en hechos y en palabras – el derecho de libre disposición de todos los Pueblos, y consideraban una locura la idea de que aquellos “territorios” coloniales fueran a ser un día Estados independientes gobernados por ellos mismos, Sabino Arana-Goiri felicitaba al Presidente T. Roosevelt por la ayuda prestada a los “rebeldes” cubanos para independizarse de España, proclamaba el derecho de todos los pueblos del mundo a la independencia, y se encontraba inmediatamente acusado de rebelión y metido en una cárcel española (no “vasca”, como sus sucesores las llaman hoy) a consecuencia de ello.

La “amenaza americana” servía de pretexto al imperialismo europeo, que desde hacía siglos no era meramente “un designio, una aspiración o una amenaza” sino una realidad de opresión, explotación, esclavitud y destrucción de los Pueblos por todas partes del mundo. Inevitablemente, los Imperios de siempre o los nuevos ponían en peligro el Imperio Francés. Bajo el impulso de los primeros, los imperialismos asediados se transformaban en “defensa del status quo” y en “defensa nacional en contra de las anexiones”, es decir: en defensa del Imperio y las anexiones antiguos, en contra de los Imperios y las anexiones nuevos, que eran los de los demás. Esto imponía y anunciaba ya la alianza con España: “¡Qué país abrasado! ¡Qué trágica sequía! Grandes llanuras desnudas, casi sin árboles, con trigos pobres y escasos”. “Hay en esta pobreza algo de pintoresco y salvaje”, escribía Jaurès en 1911. El tono, los lugares comunes y las banalidades equívocas no engañan: el Nacionalismo imperialista español no era de temer. ¡He ahí, al menos, una frontera bien asegurada! He ahí, además, un aliado “natural” contra el nuevo peligro planetario americano.

Ésta era su exposición de aquella realidad: “Por la anexión de las islas Hawai, por el control directo o indirecto sobre las Filipinas y Cuba, los Estados Unidos desarrollan su potencia capitalista y afirman su poder militar.” “Por sus relaciones con Cuba, tierra española, helos aquí en comunicación y posiblemente en conflicto con América del Sur. Y como, al mismo tiempo, la anexión de las islas Hawai disgusta e inquieta al Japón, los Estados Unidos van a verse obligados a consolidar en una organización militar permanente las bellas fuerzas de ataque que de pronto han movilizado. Aquí como en todas partes, el capitalismo, necesariamente agresivo y combativo, conduce al militarismo.” “La riqueza y el poder de los Estados Unidos son una cuarta parte de la riqueza y el poder del mundo.” “Las luchas entre las Naciones toman las proporciones de las luchas entre los Continentes.” “Es el fuego interno del capitalismo lo que solivianta y enfrenta los Continentes.” “Por primera vez habrá una guerra universal que enfrentará a todos los Continentes. La expansión capitalista ha ampliado el campo de batalla: ¡es todo el planeta lo que ahora se disputan los capitales, es todo el planeta lo que se enrojecerá con la sangre de los hombres!”

“Pero la frase de Jaurès, infinitamente repetida: ‘el capitalismo lleva en sí la guerra como la nube la tormenta’, no sirve de prueba”, según afirma Aron. Sin embargo, Espilondo no está de acuerdo con Jaurès. Porque si Jaurès tiene razón, por ello mismo Espilondo – que dice ser no anti-capitalista – no está en contra sino a favor de la guerra; lo que él por otra parte confirma. Él sólo está contra la guerra que hacen los demás. Es desde luego el punto de vista de Hitler, debemos ser desconfiados.

En lo que concierne a Francia, Jaurès da cuenta únicamente de “la dolorosa mutilación de Francia” que era Alsacia-Lorena; no habiendo mutilado jamás el Imperio francés nada, por supuesto.

En 1900 Jaurès constata “el imperialismo agresivo que atestiguan Ingleses y Alemanes”. “Un nerviosismo agudo parece haberse instalado en Inglaterra.” Los pueblos europeos se han “entregado a las peores sugestiones de codicia y odio”. “En Alemania, el Emperador parece haber perdido su sangre-fría. Los salvajes consejos de exterminio que él ha dado a sus tropas que parten para China atestiguan que la conciencia europea puede sufrir frecuentes eclipses y participar en la barbarie que ella pretende castigar.” “En Francia, el nacionalismo trata de ensordecer e idiotizar el cerebro popular en beneficio de la reacción. Ya ha hecho en este sentido una proeza. Hace veinte años el nacionalismo amotinaba las pasiones de la calle y el patriotismo bullanguero contra Alemania. Se hacía un llamamiento a reunirse en la estación del Este para silbar al rey de España que regresaba de Alemania, era imposible representar Lohengrin.” “Ahora, en un pase de prestidigitación que atestigua la docilidad de los odios chauvinistas, es Inglaterra la que ha substituido a Alemania para el nacionalismo fanfarrón. Mañana, bastará con que el Emperador de Alemania esboce un gesto de amenaza contra los ingleses para que sea aclamado por nuestros compatriotas, y la alianza franco-alemana sería prodigiosamente popular si se volviera contra Inglaterra. Mientras este viento nacionalista sople en el mundo, el proletariado internacional será detenido en su marcha; e incluso una parte de la clase obrera, arrastrada a la deriva, hará el juego del enemigo.” “Es necesario preguntarse si el imperialismo mismo contiene en sí un germen de guerra.” [?!] “La expedición de China parece reabrir la era de las luchas épicas de continente a continente. Nada demuestra que Europa se ocupará sólo de China; tal vez es toda Asia la que, un día, se estremecerá.”

Sin embargo, y después de las experiencias ya proporcionadas por el Antiguo Régimen y la Revolución franceses, sus posteriores actuaciones: del Imperio, la Restauración, la Monarquía de Julio, la República, otra vez el Imperio, y de nuevo la República, que se estrenó con la salvaje liquidación de la Comuna, habían dado con largueza ejemplos recientes de los “salvajes exterminios”, que Jaurès reprochaba a los Alemanes en 1900. Según parece, Jaurès no veía lo que no quería ver.

De forma bien distinta, el socialista alemán August Bebel, hablando también en 1900, no eludía la propia crítica ni se permitía utilizar los trucos con los que Jaurès mitigaba la realidad mediante frasecitas sobre “la era de las luchas épicas de continente a continente”, o sobre los “eclipses de conciencia europea por su participación en la barbarie que ella pretende castigar”. Para dicho autor no había épica alguna en aquellas actuaciones sino sólo barbarie, y ésta era principalmente alemana y europea, como así lo dijo hablando ante el Reichstag: “No, no se trata de ninguna Cruzada, de ninguna guerra santa; es una muy común guerra de conquista... Una campaña de venganza tan bárbara como nunca se ha visto en los últimos siglos, y a menudo en absoluto en la Historia... ni siquiera con los Hunos, ni siquiera con los Vándalos... No hay parangón para lo que las tropas alemanes y de otras Potencias extranjeras, junto con las tropas japonesas, han hecho en China.” (Vid. Mombauer, Annika: ‘Wilhelm II, Waldersee, and the Boxer Rebellion’, pp 91-118 de ‘The Kaiser’, editado por Annika Mombauer. Cambridge University Press, 2003, pg. 97.)

En 1903 Jaurès afirmaba: “En el presente estado del mundo no es la guerra lo que puede ser una solución. El día en que un decisivo Pacto de paz sea concluido entre los Pueblos de Europa, el día en que ellos se den a sí mismos mediante el desarme simultáneo – me entendéis bien – una garantía de seguridad mutua, este día todos los grupos humanos, desde Finlandia a Irlanda, desde Polonia a Alsacia, tendrán más fuerza para reivindicar sus derechos y para encontrar el libre juego de sus afinidades históricas y morales. No se enfrentarán más a la dominación de castas militares o de aristocracias opresivas; no se enfrentarán más a la celosa vigilancia de las naciones que los han incorporado violentamente.”

Una vez más, parece que el imperialismo francés no estaba concernido por las afirmaciones de Jaurès. Y es también obvio en esas palabras que los “derechos de todos los grupos humanos” de que él hablaba estaban limitados sólo a algunos de ellos y – en todo caso – condicionados a la paz entre los Estados dentro del mantenimiento del status quo. Lo cual hacía que el “socialismo” de Jaurès estuviera muy escorado a la derecha: en primer lugar con relación al “pacifismo burgués” del Presidente Wilson, para quien el derecho de autodeterminación de los Pueblos era el fundamento de la paz del mundo. Y, por supuesto, con relación al bolchevismo de Lenin, para quien la paz sólo podía ser consecuencia de la libertad de las naciones y de la revolución socialista, debiendo comenzar la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el imperialismo del propio País.

En 1905 Jaurès se calienta: “¡Si los Alemanes quieren luchar, lucharemos!” En 1909 escribía Jaurès: “Es el conflicto unas veces sordo, otras veces agudo, siempre profundo y formidable, de Alemania y de Inglaterra”. “Este conflicto, que pesa sobre nosotros, es el que suscita o agrava todos los demás conflictos.” “Mientras que Alemania e Inglaterra se contrarrestan pública y sigilosamente a través del mundo, he aquí que los Estados Unidos crecen y que su ambición mundial se despierta.” En 1910: “Alemania, con su natalidad formidable, puede – con sus solos cuerpos activos – sumergirnos y envolvernos”. En 1911: “¡Ah, ellos la quieren, esta guerra!” En su travesía hacia América, Jaurès señalaba que los pasajeros “se preguntaban si un ciclón iba a abatirse”.

Y en 1914: “Tenemos contra nosotros, contra la paz, contra la vida de los hombres, en la hora actual, unas probabilidades terribles, y contra las cuales será necesario que los proletarios de Europa intenten los esfuerzos de solidaridad suprema que ellos puedan intentar”. “Si Austria invade territorio eslavo; si los Germanos: si la raza germánica de Austria hace violencia a estos Serbios que son parte del mundo eslavo, hay que temer y prever que Rusia entrará en el conflicto.” “Francia, que durante más de 40 años ha subordinado a los intereses supremos de la paz su reclamación sobre Alsacia-Lorena, no puede dejarse arrastrar en un conflicto cuya apuesta sea Serbia.” Para la monarquía austro-húngara “Sólo hay un método eficaz y sabio: practicar una política equitable hacia los elementos bosníacos y croatas. Si los Serbio-Croatas quieren separarse de Austria-Hungría para unirse a Serbia, determinarán un conflicto formidable en el que no tendrán otra posibilidad de éxito si no es mediante el concurso de Rusia. Y ésta lo haría pagar caro. Toda la Gran Serbia sería el vasallo del zarismo”. “Si Europa entera no comprende que la verdadera fuerza de los Estados no está ya ahora en el orgullo de la conquista y en la brutalidad de la opresión, sino en el respeto de las libertades y en la preocupación por la justicia y por la paz, el Este de Europa se convertirá en un matadero donde la sangre del ganado se mezclará con la sangre de los carniceros.” “Y he ahí por qué, cuando la nube de la tormenta está ya sobre nosotros, he ahí por qué yo quiero esperar todavía que el crimen no sea consumado.”

Como se ha visto, Jaurès situaba “el agresor” – el imperialismo agresivo – un poco por todas partes y sobre todo en el lado de la raza germánica, con la raza eslava como alternativa. “Nosotros, socialistas franceses, nuestro deber es simple. Nosotros no tenemos que imponer a nuestro Gobierno una política de paz: él la practica. Yo, que nunca he dudado en atraer sobre mi cabeza el odio de los chauvinistas (por mi voluntad obstinada y que nunca vacilará de lograr la reconciliación franco-alemana), tengo el derecho de decir que en la hora actual el Gobierno francés quiere paz y trabaja en el mantenimiento de la paz.” Este punto de vista era compartido por Léon Jouhaux, cuyas declaraciones con ocasión de las exequias de Jaurès no han resultado sin consecuencias, en la víspera de la guerra.

E. Dolléans escribe: “Desde el inicio del siglo, la paz corre grandes riesgos.” “Durante los años 1911, 1912 y 1913 los hombres sienten pasar sobre sus cabezas la sombra inmensa del ciclón que se aproxima y del que no miden la magnitud ni la duración”. Teóricos de izquierda e incluso de derecha habían subrayado el “desarrollo desigual” del capitalismo mundial, que hacía de la guerra – imperialista por ambos lados – la única salida posible: necesaria e incluso saludable y deseable para las super-Potencias que eran capaces de afrontarla. El affaire Schnæbelé, la guerra hispano-americana, las crisis de Fachoda, de Tánger y de Agadir, y las guerras balcánicas habían prevenido a los más optimistas. Delaisi y Merrheim preveían “la guerra que viene” y se preocupaban por “las amenazas de guerra que ennegrecen el horizonte”. Los Congresos sindicales de Amiens, de Marsella y de Toulouse habían previsto y anunciado la guerra, y preparado la respuesta de los sindicatos. En 1911 una conferencia sindical extraordinaria había decidido: “Llegado el caso, la declaración de guerra debe ser para cada trabajador la voz de mando para el cese inmediato del trabajo”. “A toda declaración de guerra, los trabajadores deben inmediatamente responder por la huelga general revolucionaria.” No se podía ser más claro.

Pero sin embargo, en 1914 la huelga general: que los Partidos y los Sindicatos de trabajadores preconizaban incluso algunos días antes de la gran matanza, nunca fue convocada o aplicada ante la movilización. “La preparación de la guerra, organizada por el Gobierno, fue llevada a cabo mucho mejor que la acción de la dirección confederal contra la amenaza de guerra, y aquél la ganó en velocidad”, escribió Rossmer. Una resolución sindical de 1915 afirmaba que la guerra “no es sino el resultado del choque de todos los imperialismos nacionales que han intoxicado a todos los Estados grandes y pequeños”. Liebknecht declaraba en 1915: “la guerra actual es una guerra imperialista mundial cuya venida se preveía desde hace mucho tiempo”. Bebel y Liebknecht habían honestamente advertido que, si se declaraba la guerra, “la clase obrera alemana la seguiría como un solo hombre”.

“En presencia del maremoto que las arrastraba ¿cómo hablar de la responsabilidad de las masas sindicales?” “Ante la fatalidad, una inmensa resignación”, señala Dolléans. “Las emociones nacionales y guerreras actúan más profundamente sobre el espíritu humano que las emociones internacionales y revolucionarias”; “El odio dirige y conduce ciegamente los pueblos a su exterminio”, decía Halevy. “Hemos sido impotentes los unos y los otros; la ola ha pasado, nos ha arrastrado”, explicaba Monatte. Y Alphonse Merrheim: “Estábamos totalmente angustiados, enloquecidos.” “En aquel momento la clase obrera, llevada por una formidable ola de nacionalismo, no habría dejado a los agentes de la fuerza pública el cuidado de fusilarnos: ella misma nos habría fusilado”. Jaurès lo había previsto: “Si hay guerra, se nos matará primero; tal vez sea lamentado después ¡pero será demasiado tarde!” “Debemos esperar ser asesinados en los rincones de la calle.” Cuando el 31-Julio-1914 declaró su intención de “continuar nuestra campaña contra la guerra” al Sub-Secretario de Estado Ferry, éste le previno: “Eso es lo que Vd. no se atreverá a hacer, puesto que sería usted muerto en el siguiente rincón de la calle”. Esa misma tarde quedaba hecho.

Algunos militantes, en “la angustia legítima”, “descubren bruscamente la inanidad de los métodos de acción directa en los que hasta entonces mismo habían creído”. “Los confederales de Jouhaux, así como la Segunda Internacional de Vandervelde, han puesto sus organizaciones como rehenes”, es decir: la conservación del órgano (de sus burocracias), prevalecía sobre el mantenimiento de su función, que era dejada de lado en la víspera de la gran masacre. “El cielo aclaraba por última vez antes de la tormenta sangrienta, y quedaba establecido el acuerdo entre el partido de la guerra y el de la paz.” En virtud de este acuerdo, el primero conservaba todo y el segundo desaparecía.

“Entre los parlamentarios socialistas, un clan no desdeñable era hiper-nacionalista”, escribió Lavau, que se lo sabía. Los minoritarios socialistas de izquierda, sindicalistas revolucionarios y anarquistas, quedaron minoritarios: resignados, domados por la represión de todas las libertades, amordazados por la censura, y aterrorizados por el “carnet B”, el campamento de los sospechosos, la guillotina y el poste de ejecución; bloqueados por las prórrogas de la llamada a filas y por los comités “de salud” para la recuperación de “los reformados”, los cuales eran enviados a hacer pacifismo y a rehacerse eficazmente una buena salud en primera línea de fuego; rotos por la guerra misma, y desbordados por el Nacionalismo belicista de las masas populares, mientras encontraban bloqueadas las conferencias y la correspondencia internacionales por la denegación del correo y los pasaportes.

“Ya no hay más derechos obreros, más leyes sociales; no hay sino la guerra”, declaraba Millerand, que se había convertido en Ministro ya en 1896 con el apoyo de Jaurès, su compañero de partido, antes de convertirse en Ministro de la guerra quasi-inamovible entre 1912 y 1915. Pero los marxistas de Guesde, al igual que los blanquistas “antipatriotas” y anti-militaristas de Hervé (que eran anteriormente bastante más “intratables” que Jaurès sobre el imperialismo, la paz, la guerra y la “defensa nacional”), preconizaron la Unión Sagrada desde que la guerra fue declarada, y se convirtieron en Nacionalistas y belicistas a ultranza. Y ello a pesar de que el mismo Guesde ya había advertido en 1899: “El día en que el caso Millerand pasara a ser un hecho general, habría que decir adiós a cualquier internacionalismo y convertirse en los nacionalistas que ni usted ni yo consentiremos ser jamás.” (Nunca digas “nunca jamás”.)

Según Lenin, “los social-chauvinistas franceses, que son los más hábiles, los más avezados en las trampas parlamentarias, han batido desde hace largo tiempo todos los récords en el arte de pronunciar frases pacifistas e internacionalistas infinitamente grandilocuentes y sonoras, mientras que al mismo tiempo traicionan con cinismo increíble el socialismo y la Internacional entrando en los ministerios que hacen la guerra imperialista, votando los créditos o los préstamos”, “oponiéndose a la lucha revolucionaria en su propio país” etc. etc. Estos pequeños burgueses “han conducido el socialismo a esta vergüenza inaudita: justificar y maquillar la guerra imperialista aplicándole las nociones de ‘defensa de la patria’.”

En la Conferencia de Zimmerwald (1915), Merrheim respondía así a Lenin que lo instaba a actuar: “En cuanto a la huelga de masas contra la guerra, ¡ah, camarada Lenin! Ni siquiera sé si yo tendría la posibilidad de regresar a Francia y contar lo que ha sucedido en Zimmerwald. Estamos lejos de poder tomar el compromiso de decir al proletariado francés: ¡levantaos contra la guerra!”.

A pesar de los homenajes apoyados – e interesados – de los bolcheviques, y de las reservas de los pacifistas, no hay que hacerse ninguna ilusión sobre el comportamiento que habría tenido Jaurès si los hiper-nacionalistas no le hubieran quitado toda posibilidad de hacer cualquier cosa. Su preocupación concerniente al “estado de nuestras ametralladoras en la frontera del Este”, algunos días antes del estallido de las hostilidades, no estaba en desacuerdo con sus ideas de antes, y en este sentido no se podría hablar de traición o inconsistencia en él, como sí podría decirse de otros pacifistas bastante más locuaces e intransigentes que él. Se puede suponer que la búsqueda de la paz lo habría motivado siempre, dentro de los límites que él siempre había afirmado.

En cambio, no se puede decir sin sombra de vacilación lo que habrían hecho en aquellos momentos los representantes Nacionalistas de la actual “izquierda” Nacionalista de Anglet. A juzgar por lo que escuchamos decir a sus representantes, desde la primera hora se habrían presentado todos voluntarios para la primera línea de fuego, del mismo modo que todos habrían sido combatientes de la resistencia desde 1940.

“En tiempos de guerra todo el mundo se convierte en nacionalista.” “La Internacional está hecha para tiempos de paz, ella no tiene lugar en tiempos de guerra”, decía Kautsky. “Proletarios de todos los países: uníos en la paz y cortaos la garganta en la guerra” era – según el comentario sarcástico de Rosa Luxemburg – la nueva consigna de la Internacional Socialista. Ello estaba en correspondencia con la de la Iglesia romana: “Cristianos, amaos los unos a los otros en la paz y degollaos los unos a los otros en la guerra”. Lo cual han hecho concienzudamente, tanto de un lado como del otro, bajo las alabanzas y las bendiciones de las respectivas jerarquías nacionales.

La literatura en Lengua vasca se ha enriquecido en aquella ocasión con nuevos textos que se han convertido en clásicos, como los sermones y los artículos de Hiriarte-Urruti, Barbier y Anxuberro, empujando a los jóvenes indígenas a matar y a hacerse matar para defender la verdadera religión y el Imperio Francés en contra de los heréticos y los otros Nacionalismos. Poco importaban entonces el origen, el idioma, la religión o las motivaciones, mientras la carne de cañón estuviera lista para su empleo en el punto señalado. Como dice Espilondo: “¿Por qué no, si es para hacer bien?”

Según decía Lenin todavía: “La burguesía francesa ha inculcado a los soldados de sus colonias que los negros debían defender Francia”. “Francia ha llamado a las armas a millones de negros para combatir a los Alemanes. Se formaron grupos de asalto y se los lanzaba en los sectores más peligrosos donde las ametralladoras los segaban como si fueran hierba.” El genocidio de los Pueblos sojuzgados de las colonias de Francia se proseguía mediante ametralladoras alemanas interpuestas.

XV

Incluso si tenemos en cuenta la retórica simbólica y los efectos de estilo de Jaurès y de los otros autores que hemos venido citando, podemos aun así preguntarnos qué es lo que oculta o revela la inflación meteorológica que recubre cada vez más el vocabulario político, según se va aproximando la guerra.

“Nube durmiente que lleva la tormenta, nube de tormenta que está ya sobre nosotros, truenos de guerra que amenazan en las nubes, atmósfera de relámpagos, horizontes que se ennegrecen, frecuentes eclipses, último clareo antes de la tormenta sangrienta, vientos que soplan en el mundo, ciclón de sombra inmensa, ciclón que va a abatirse, formidable oleaje, olas rompientes como olas de fondo, maremoto, horrible tormenta”... aparentemente, el análisis político había incorporado completamente las informaciones meteorológicas con horarios de mareas y previsión del tiempo. Todo ello junto con el bosque espinoso y salvaje – como extra para la historia natural – donde están al acecho, desde hace siglos, las bestias de presa; y por lo que se refiere a la astronomía, con eclipses solares a repetición etc. (¿Dónde se sitúa la política en todo esto?)

Sea como fuere, ninguna duda sobre el inequívoco significado de esas imágenes es permisible: esta piratería y esta represión; estos burgueses, poseedores grandes y pequeños, filibusteros, reporteros de presa, banqueros de audacia y capitalistas cínicos; este bosque espinoso y salvaje en que merodean desde hace siglos las fieras de rapiña; estos sueños de expediciones fructíferas, este saqueo y esta barbarie de los que no se privan los representantes de la civilización europea; esta espuma de las altas clases capitalistas que va alegremente hacia las orillas marroquíes, estos banqueros de rapiña que han explotado mediante préstamos usurarios un país que ha sido entregado a los piratas por fantoches, y estos capitalistas impacientes que se hacían dar concesión tras concesión y que impulsaban sus negocios sin ninguna consideración por los derechos, las costumbres y los sentimientos de todo un Pueblo; estos protectorados establecidos por la fuerza que han dejado recuerdos aborrecibles: recuerdos de sangre y recuerdos de la violencia; esta política militarista, funesta, insensata y verdaderamente criminal en la que se combinan colonialismo y reacción; estas lecciones que se ha pretendido dar a Europa y al mundo de sabiduría, de desinterés y de respeto por el derecho internacional hipócrita y cínicamente violado por nosotros; este nacionalismo que trata de ensordecer e idiotizar el cerebro popular en beneficio de la reacción, que amotina contra Alemania las pasiones de la calle y el patriotismo bullanguero, y que excluye a Lohengrin de todo repertorio; este nacionalismo fanfarrón que sustituye Alemania por Inglaterra mediante un pase de prestidigitación y que certifica odios chauvinistas, y estas emociones nacionalistas y guerreras que actúan más profundamente sobre el espíritu humano que las emociones internacionales y revolucionarias; esta formidable crisis nacionalista que levanta a la clase obrera, que ha asesinado a Jaurès y habría fusilado a cualquier otro que hubiera resistido; esta mala nube que se cernía sobre el mundo obrero, este maremoto y esta gran ola que pasan, que angustian y enloquecen a los más altos responsables y arrastran al sindicalismo; esta ola rompiente como una ola de fondo; este viento nacionalista que sopla sobre el mundo, que detiene en su marcha al proletariado internacional, que arrastra a la deriva a una parte misma de la clase trabajadora y la lleva a hacer el juego del enemigo; esta sombra inmensa del ciclón que se acerca y del que no puede medirse ni la extensión ni la duración; este último aclareo antes de la tormenta sangrienta; estos Pueblos que se sienten en una atmósfera de trueno; estos truenos de guerra que amenazan en las nubes; esta sociedad industrial que incluso en un estado de aparente reposo lleva la guerra como la nube durmiente lleva la tempestad; estas amenazas de guerra que ennegrecen el horizonte; y – por fin – esta guerra imperialista mundial, cuya venida se preveía desde hacía mucho tiempo y es el resultado del choque de todos los imperialismos nacionales que han envenenado todos los Estados grandes y pequeños, todo ello es: en los textos y los contextos de Jaurès, el Nacionalismo imperialista francés, es el capitalismo y la burguesía franceses en concurrencia con las otras “grandes” Potencias para la dominación y la supremacía mundiales.

Pero he aquí que la nueva exégesis que propone e impone Espilondo difiere sensiblemente de esta interpretación. Según Espilondo, el nacionalismo del que hablaba Jaurès, el nacionalismo que amenaza y viola la paz, la libertad y el orden internacional, no es el del Imperialismo francés, inglés, alemán o americano que sin cesar ha ensangrentado Europa y el mundo, sino que es el de los Vascos. Esa sociedad industrial: que incluso en un estado de aparente reposo lleva en sí la guerra como la nube durmiente lleva la tempestad, es la de los Vascos. Ese nacionalismo es la peste de la burguesía vasca.

En casos similares se puede dudar entre tres hipótesis. O bien Espilondo no ha leído – ni siquiera de lejos – a Jaurès, pero finge que lo ha hecho para engañar a las víctimas de su charlatanismo. O bien lo ha leído, pero no ha entendido nada y falsea las ideas de Jaurès. O bien lo ha leído y lo ha entendido, pero es un mentiroso y un falsario. En cualquier caso, él o bien miente o falsea las ideas a las que él se acoge, sirviéndose de su profeta Jaurès para satisfacer y servir su odio del Pueblo Vasco. Con ello se descalifica moralmente, y descalifica también el movimiento que lo ha hecho su portavoz. “Yo siempre he hecho la elección de la fidelidad a los valores democráticos, del contacto permanente con la tierra y del hablar sincero. En la claridad, siempre en la claridad. La vida política debe ser clara. Rechazo el doble lenguaje. Es también hacer la elección de una cierta ética política.” ¡Qué hermosos son los valores democráticos, qué hermosa es la ética política, qué claro y verdadero es el hablar, y qué confiable es la fidelidad según Espilondo!

Un hombre así pudre todo lo que toca. Él es como Midas, pero no es oro lo que resulta, es basura. Espilondo es un mentiroso y un falsario. De él puede decirse lo que dice Roccard sobre Mitterrand: “Él no era un hombre honesto”. Y Jaurès: “¡Yo os digo a todos, republicanos: recordad que en nuestra historia hay dos fuerzas indivisibles, dos palabras sinónimas: contrarrevolución y calumnia!” Y Marx: “Un hombre que trata de acomodar la ciencia a una posición que no deriva de su interés propio – por erróneo que sea – sino de intereses exteriores, ajenos y extraños, yo digo que es un hombre vil, yo lo llamo vil”. Bien entendido: ni Jaurès ni Espilondo son marxistas.


XVI

El PcF, miembro de la Tercera Internacional después del Congreso de Tours (1920), no ha cambiado nada. Y sin embargo, en el V Congreso Roy decía: “Está admitido (y el Segundo Congreso de la Internacional Comunista lo ha aclarado bastante) que la Internacional Comunista reconoce la necesidad histórica de proclamar el derecho de las nacionalidades oprimidas a la libre disposición”.

Ya en el IV Congreso, Safarov había señalado que “Estos camaradas del Partido francés [...] no son camaradas sino pequeño-burgueses”. “Estos sedicentes comunistas [...] protestan contra el llamamiento de la Internacional Comunista dirigido a las colonias francesas.” “No se trata de antropofagia, se trata simplemente de la cuestión nacional y colonial.” “Bajo la bandera del comunismo se esconden ideas chauvinistas extrañas y hostiles al Internacionalismo proletario.” Lo cual – según decía – era volver a “las concepciones de la II Internacional antes de la guerra”.

Y Manuilskij hacía constar en el V Congreso: “Hace aproximadamente un año el Komintern lanzó un llamamiento a los esclavos coloniales, llamándolos a sublevarse contra sus amos. Cuando esta llamada llegó a una sección del P.C.F. en Argelia, la de Sidi-Bel-Abbès, esta sección adoptó una resolución condenando un tal llamamiento del Komintern a gentes de otra raza, explotadas por el imperialismo francés”. “¿Han sido excluidos ya del Partido estos hombres que son tal vez buenos Franceses, pero muy malos comunistas?” “¿Dónde están los documentos donde el PC francés afirma la consigna de la separación de las colonias?” “Vosotros tenéis en el momento presente 800.000 trabajadores indígenas en Francia. Yo pregunto: ¿qué habéis hecho para organizar a estos trabajadores, para prepararlos a que sean cuadros de agitadores revolucionarios en las colonias? Vuestro ejército tiene 250.000 soldados negros. ¿Creéis que podéis hacer una revolución social si mañana estos 250.000 están situados al otro lado de la barricada?” “A raíz del Congreso de Lyon, el Komintern había enviado un llamamiento a los trabajadores franceses y a los Pueblos coloniales. ‘L’Humanité’, al publicar este llamamiento, había previamente quitado del texto las palabras ‘y a los Pueblos coloniales’.”

Por lo que se refiere al “informe analítico” del V Congreso (publicado por la Biblioteca de L’Humanité), Carrère y Schram escriben que ha quedado reducido “a unas pocas líneas sin relieve”, “un travesti del texto completo” “edulcorado hasta el punto de haber quedado inutilizable”, donde las críticas que se refieren el PcF “han quedado también muy atenuadas”. El PcF no ha mejorado desde entonces.

Los “comunistas” franceses afirmaban, en efecto, que el principio de libre disposición era aplicable sólo para algunas colonias (inglesas, obviamente); pero que “una soberanía de caníbales no es deseable”:

“Hay Pueblos bajo tutela que son desde ahora capaces de gobernarse solos, y otros que no lo son todavía; y si el deber comunista ordena dar la libertad a los primeros, ordena más imperiosamente todavía no abandonar los segundos a su miserable suerte: ordena enérgicamente servirlos como preceptores humanos y desinteresados”, “incluso en el interés de las desafortunadas poblaciones de África del Norte, de Siria, del Líbano y de Indochina.” “Los indígenas están compuestos en su mayor parte por Árabes refractarios a la evolución económica, social, intelectual y moral, indispensable para que los individuos puedan formar un Estado autónomo capaz de llegar a la perfección comunista.” “Ellos no tienen ni técnicos, ni herramientas, ni trabajadores que puedan poner en valor el suelo y el subsuelo de África del Norte.” “Los burgueses árabes defienden principios nacionalistas y feudales.” “Los proletarios indígenas son explotados principalmente por sus correligionarios burgueses, por sus líderes religiosos”, “por sus jefes de las explotaciones rurales.” “Los musulmanes rechazan la instrucción de las mujeres.” “El levantamiento de las masas musulmanas argelinas [...] sería en el momento actual, es decir: antes de toda revolución victoriosa en la metrópoli, una locura peligrosa de la cual las federaciones argelinas del Partido Comunista, que tienen ante todo el sentido marxista de las situaciones, no quieren hacerse culpable ante el juicio de la historia comunista.” “Así pues, un levantamiento victorioso de las masas musulmanas de Argelia que no fuera posterior a un mismo levantamiento victorioso de las masas proletarias de la metrópoli, traería inevitablemente en Argelia un retorno hacia un régimen vecino del feudalismo.” “Ciertamente tendréis, en el caso de una soberanía árabe prematura, que liberar a los esclavos comunistas del yugo de los señores feudales musulmanes.” “Poseer esclavos, en el sentido estrecho de la palabra, es una tradición musulmana en Argelia.” “Los burgueses nacionalistas árabes aprovecharían la independencia para entregarse a una política feudal de opresión con respecto a las masas indígenas de los poblados perdidos.”

Éste es el Partido que lanza acusaciones de xenofobia contra los demócratas vascos. Uno creería estar oyendo a la pandilla “comunista” de Anglet. Sabemos a dónde nos ha llevado todo esto, qué represión y qué crímenes atroces han sido puestos en práctica por el gobierno “de izquierda”, en contra de los Pueblos sojuzgados, para la defensa de la civilización y la revolución Nacional-socialista o Nacional-comunista francesas.

Un poco más tarde, el Nacionalista francés Thorez daba su opinión sobre el Movimiento de liberación de los Pueblos coloniales en el informe de apertura del Congreso del Partido comunista Francés, con mistificación del pensamiento de Lenin incluida: “En el Líbano y en Siria, Francia no puede continuar favoreciendo [un nacionalismo árabe conducido por] las actuaciones de los fascistas, agentes de Mussolini, enemigo de la Francia del Frente popular, que hacen reinar el terror sobre un Pueblo que quiere vivir en amistad con Francia. La reivindicación fundamental de nuestro Partido comunista concerniente a los pueblos coloniales sigue siendo la libre disposición, el derecho a la independencia. Recordando una fórmula de Lenin, hemos dicho ya a los camaradas tunecinos, que nos han aprobado, que el derecho al divorcio no significa la obligación de divorciarse. Si la cuestión decisiva de este momento es la lucha victoriosa contra el fascismo, el interés de los pueblos coloniales está en su unión con el pueblo de Francia, y no en una actitud que podría favorecer a las empresas del fascismo y colocar por ejemplo a Argelia, Túnez y Marruecos bajo el yugo de Mussolini o de Hitler, o hacer de Indochina una base de operación para el Japón militarista”. (Maurice Thorez; IX Congreso del Partido comunista Francés, Arlés, Diciembre-1937.)

Hemos dicho y lo repetimos: ‘Unir a a todos los hombres que quieren vivir libres, sin distinción de razas ni de religiones: a todos los Franceses de Francia y a todos los Franceses de Argelia. Cuando digo ‘Franceses de Argelia’ puedo oíros a todos los aquí presentes, a vosotros los Franceses de origen, a los Franceses naturalizados, a los Israelitas, y a vosotros también los musulmanes Árabes y Bereberes, a todos los hijos, si no por la sangre, al menos por el corazón de la gran Revolución francesa que no hacía ninguna distinción entre las razas y las religiones cuando ella afirmaba que la República francesa era una e indivisible’.” (M. Thorez, Obras seleccionadas (2). 1938-1950.)

Ahora bien, para que algunos de ellos no sean sus “hijos por la sangre”, es bien necesario que haya otros que sí son hijos por la sangre de una República francesa que – según se nos dice – es distinta por esta sangre, cuya fórmula no nos ha sido comunicada. Y por otra parte, si la República francesa es siempre una e indivisible, entonces no hay lugar para el derecho de libre disposición de todos los Pueblos, los cuales son negados en la teoría y en la práctica por el Nacionalismo imperialista y chovinista francés.

Y sigue diciendo: “¿Dónde está ahora en vuestro país la raza elegida [...]? Todos ellos se han mezclado en vuestra tierra de Argelia, a los cuales se han añadido Griegos, Malteses, Españoles, Italianos y Franceses, ¡y qué Franceses! Los Franceses de todas nuestras provincias, pero en particular los Franceses de las tierras francesas de Córcega y Saboya, y los de la tierra francesa de Alsacia, venidos en 1871 para no ser prusianos.” “Nuestra causa: la causa de la libertad; la causa de la Libertad y de Francia, triunfará por la unidad. ¡Viva la unidad!”

No obstante, vemos que, si “todos ellos se habían mezclado” en Argelia, no había ya allí Bereberes, Árabes etc. sino solamente “descendientes e hijos” de esas gentes, todos ellos devenidos Franceses “en toda libertad”. Los “Franceses de origen”, por el contrario, son Franceses ‘per se’, y no solamente “descendientes e hijos” de esas gentes, puesto que, de todas esas personas de diferentes orígenes, solamente ellos continúan siendo lo que eran. Para los otros, la unión “con” el pueblo de Francia es en realidad la incorporación “al” pueblo de Francia que ya existía antes.

Esto no es la pluralidad de los “Franceses de origen” y de los otros Pueblos de orígenes distintos, como Pueblos diferentes; es la “pluralidad” de todos orígenes, pero sólo una vez que todos ellos han quedado convertidos en Franceses, dado que los Pueblos de otros orígenes no existen ya al haber dejado de ser lo que eran para convertirse en Franceses. ¡Qué grande, qué generosa es la Francia del PcF, dispuesta a civilizar-afrancesar el mundo entero! Basta para ello con excluir al “nacionalismo excluyente” (griego, maltés, español, italiano, prusiano, inglés, americano, japonés, vietnamita, argelino, númida, bereber, cartaginés, romano, árabe, turco y, por supuesto, bretón, corso o vasco; en resumen: el de todos los demás) en beneficio del único “no-nacionalismo anti-nacionalista incluyente” (francés), siempre obsesivamente reafirmado: “Franceses de las tierras francesas de Córcega y Saboya, los de la tierra francesa de Alsacia”. Pero al mismo tiempo, “la reivindicación fundamental de nuestro Partido comunista concerniente a los pueblos coloniales sigue siendo la libre disposición, el derecho a la independencia”. Indudablemente, esto sigue siendo el “derecho de libre disposición de todos los Pueblos” incorporado al Nacionalismo francés “de izquierda”.

El paradigmático caso argelino: “La simplicidad aparente de la cuestión – independencia o no – disimula la complejidad de la situación. Si la independencia del protectorado o de la colonia fuera considerada por el Estado imperial como un mal absoluto, una derrota irremediable, se volvería a la dualidad elemental amigo-enemigo. El nacionalista – tunecino, marroquí, argelino – sería el enemigo: no ‘ocasional’ ni siquiera ‘permanente’, por retomar los términos que hemos definido más arriba; sería el enemigo ‘absoluto’, aquél con quien ninguna reconciliación es posible, cuya existencia misma es una agresión y que, en consecuencia, si se siguiera la lógica hasta el final, habría que exterminar. ‘Delenda est Carthago’: la fórmula es la de la enemistad absoluta, la enemistad de Roma y de Cartago; una de las dos ciudades está de más. Si Argelia ‘debe’ permanecer ‘definitivamente’ francesa, los nacionalistas que quieren una Argelia independiente deben ser eliminados sin piedad. Para que millones de musulmanes se hagan franceses, a la mitad del siglo XX, es necesario que no puedan ni siquiera soñar con una nación argelina y olviden a los testigos ‘que se hicieron degollar’.” (Raymond Aron; ‘Paix et guerre entre les nations’, 1962.)

Pero ésta parece ser también la posición de principios de Jaurès; incluso si las aplicaciones teóricas concretas, y el paso al acto, ilustran los límites.

XVII

Según Yves Person “El pueblo francés parece haber tenido de siempre un cierto malestar en definir su identidad y en aceptarse como tal. Lo ha remediado mediante una fuga constante hacia un universalismo que además él ha decidido reducir a sí mismo”. “La voluntad del genocidio cultural parece marcar a los pueblos latinos, y entre éstos, completamente en cabeza, a Francia.” “La potencia del genocidio francés reposa ante todo sobre el mito de la universalidad de la cultura francesa.” “En consecuencia, ellos se sorprenden de que el mundo entero no se les una de buen grado, y sufren crisis neuróticas de rabia cuando tropiezan con una lengua más fuerte, como el Inglés. El drama es que este mito asesino ha sido aceptado sin ninguna crítica y difundido con formidable eficacia por nuestras Escuelas Normales. Aunque creyéndose a menudo de izquierda, la masa de nuestros maestros se adhiere siempre al objetivo de travestir en universalismo las pretensiones nacionalistas de los Franceses.” Ellos “han trabajado para destruir las solidaridades colectivas, y con ellas las culturas nacionales de las colonias.” Ellos han formado así, en los Pueblos dominados por Francia, “una burguesía desarraigada bien decidida a consagrarse” “a la destrucción de sus propios valores nacionales, los cuales se le había enseñado a despreciar”. (Yves Person, ‘Impérialisme linguistique et colonialisme’; Les Temps modernes.)

Los Franceses no pueden ver a los demás sino como seres inferiores, susceptibles – como mucho – de ser rehechos a imagen de ellos mismos. Para este País pretendidamente modelo: arrogante y pretencioso, incluso su lengua es “la más lógica” y será la lengua universal... La infernal repetición de mitos que se alienta constantemente en esa ‘Isla de los Pingüinos’, impulsada por su Nacionalismo imperialista y chovinista, excluye cualquier revisión crítica que ponga en cuestión los dogmas establecidos.

La ideología Nacionalista plantea inmediatamente la identidad romántica, dogmática, esencialista, constructivista y mística de Francia unida a lo universal, el bien absoluto, la razón, el pensamiento del mundo, la esperanza de los Pueblos, el razonamiento abstracto y cartesiano, la obra de civilización, el humanismo, el universalismo, la justicia, la libertad, los derechos humanos y la democracia. Nada en todos esos atributos podría contradecir el Nacionalismo francés: expresión de la superioridad de la raza, de la lengua y de la cultura francesas. Así pues, una vez que el etnocentrismo nacionalista ha quedado convertido en universalismo, vaciar el mundo y poner a Francia en su lugar era la única tarea a realizar. Ello se reduce a hacer de todas las personas humanas seres civilizados, o sea: franceses, siempre que sean capaces de llegar a serlo. A liberar a todas las personas humanas, es decir: dominar los Pueblos, explotarlos, exterminarlos, e incorporarlos a Francia en nombre de la libertad y la democracia: falsificadas y presentadas como idénticas a las características “naturales” del Absolutismo francés, ya sa monárquico o republicano.

Además – imaginan esos “liberadores” – esto es lo que esos mismos “pueblos” quieren “en el fondo” (muy en el fondo) de sí mismos. Porque ¿quién no querría pertenecer al Pueblo superior que va a convertirse en el amo material y espiritual del mundo, y que un día – por desgracia alejado – se confundirá con la especie humana? Como ha escrito Domenach, a pesar de los medios “a veces atroces” que han servido para reducirlas, “las nacionalidades conquistadas por Francia se han unido a ella. Y no sólo las élites, a causa del prestigio de París y de una civilización que fue la más grande del mundo, sino también los pueblos, y con un entusiasmo que substituyó la violencia del hecho con la adhesión del corazón”. (“A espaldas de su propia y libre voluntad”, sin duda). Es el derecho de libre disposición en versión francesa. Como antes hemos indicado, el romanticismo imperialista forma parte, muy significativa, del romanticismo nacionalista en general. El humanista-cristiano-personalista-nacionalista finge creer lo que quiere creer, y espera bien que los demás quieran creerlo también.

La ignorancia y – correlativamente – el desprecio de los demás son el fundamento ideológico del Imperialismo. Para el Nacionalismo dominante, las Naciones que él reduce o quiere reducir a su merced no valen nada. Su raza es inferior o degenerada; su economía, miserable; su historia, inexistente; su territorio, tierra sin dueño; su “política”, tiranía o anarquía; sus costumbres, inmorales, degradantes y crueles; su “cultura”, trivial, pueril y perniciosa; sus “lenguas”, jergas, chapurreados, barboteos, jerigonzas, galimatías y dialectos (sin lengua). En realidad ésos no son Pueblos o Naciones, lo que excluye todo derecho de libre disposición. Éste pertenece solamente a los verdaderos Pueblos, a los Pueblos nobles, fuertes, completos, acabados y adultos, capaces de historia y de civilización. No se debería abandonar esos poblados y esas tribus a su triste condición sino sacarlos de ahí (por la fuerza si fuera necesario), someterlos, darles el lugar que les corresponde en la civilización y, si es posible, liquidarlos para instalar ahí la raza superior. Además, débiles de cuerpo y de espíritu como son, carentes de razón y de voluntad, no sabrían encontrar las fuerzas y la voluntad necesarias para proseguir la locura de una resistencia seria y prolongada, que se podría sofocar mediante algunas expediciones de pacificación o algunas matanzas correctamente llevadas a cabo, consolidadas por una ocupación militar y civil bien organizada.

A decir verdad, estos “poblados” conquistados han comprendido rápidamente dónde está su interés, y ellos mismos piden ser ocupados y colonizados. Sería inconcebible que pudieran rechazar durante mucho tiempo la oportunidad que se les ofrece; que pudieran rechazar la aportación de la civilización y del progreso que los Pueblos superiores extienden en su expansión a través del mundo. En su inmensa mayoría, los Aborígenes son sumisos, leales y agradecidos; con la excepción sin embargo de algunos malhechores irreductibles, manipulados además por el extranjero, que intentan tomar el lugar de los Franceses. Para los Nacionalistas franceses, los Pueblos vencidos no valían de todos modos gran cosa, y llegar a ser Franceses era lo mejor que les podía suceder. A partir de toda esta basura ideológica, en la que los Nacionalistas franceses creen firmemente, si acaso la realidad llega a desmentir estos prejuicios; si la resistencia acaba ensombreciendo este cuadro idílico, el furor Nacionalista-imperialista será proporcional a su decepción.

He aquí algunos ejemplos tomados de la literatura socialista que muestran el Nacionalismo francés. Según Engels:

“Estas gentes [francesas] exigen ahora, puesto que las victorias alemanas les han hecho el regalo de una república (¡y qué república!), que los Alemanes abandonen inmediatamente el suelo sagrado de Francia, de lo contrario: guerra a ultranza. Ellos continúan imaginando como antaño que Francia es superior, que su suelo ha sido santificado en 1793, y que ninguna de las ignominias realizadas después por Francia podría profanarlo, y que la palabra hueca ‘república’ es sagrada.” (De una carta a Marx; Londres, 7-Septiembre-1870.)

“En términos generales, un movimiento internacional del proletariado sólo es posible entre naciones independientes. El poco internacionalismo republicano que había entre 1830 y 1848 se agrupaba alrededor de Francia, que iba a liberar Europa. ‘De ahí se intensificó el chovinismo francés’ hasta tal punto que la misión de Francia por liberar el mundo, y con ello su derecho de primogenitura para ocupar el primer lugar, nos hacen la vida imposible todos los días. [...] También en la International, los Franceses consideraron este punto de vista como claramente obvio. Sólo los acontecimientos históricos podrían enseñarles – y a otros varios también – e incluso deben enseñarles diariamente, que la cooperación internacional sólo es posible entre ‘iguales’, e incluso un ‘primus inter pares’ puede existir en el mejor de los casos para una acción inmediata.

“Por lo tanto, mientras Polonia siga repartida y sojuzgada [como lo está el Reino de Nabarra], no puede haber desarrollo ni de un poderoso partido socialista dentro del propio país, ni de relaciones internacionales genuinas [...]. Los socialistas polacos que no ponen la liberación del país a la vanguardia de su programa, me recuerdan a esos socialistas alemanes que se mostraron reacios a exigir la derogación inmediata de la Ley Anti-Socialista, y la libertad de asociación, reunión y prensa. Para poder luchar, primero debes tener un terreno, luz, aire y libertad de acción. De lo contrario, nunca llegas más lejos que a un parloteo.” (De una carta a Kautsky, 7-Febrero-1882.)

Marx escribe a Engels sobre la ‘camarilla Proudhonista’ de París, que:

“[...] declara que las nacionalidades son un absurdo, [y] ataca a Bismarck y Garibaldi. Como polémicas contra el chauvinismo, sus acciones son útiles y explicables. Pero como creyentes en Proudhon (a los que pertenecen también mis buenos amigos de aquí, Lafargue y Longuet), que piensan que toda Europa debe y querrá permanecer tranquilamente sentada sobre su trasero esperando a que los caballeros de Francia hayan abolido la pobreza y la ignorancia – ellos son grotescos.”

“‘Ayer’ – escribía Marx el 20 de Junio de 1866 – ‘hubo en el Consejo de la Internacional un debate sobre la guerra actual. [...]. El debate se ha concentrado, como era de esperar, sobre ‘la cuestión de la nacionalidad’ en general y la actitud que adoptamos hacia ella. [...]. Los representantes de la ‘Joven Francia’ (no trabajadores) pusieron por delante el anuncio de que todas las nacionalidades e incluso las naciones eran ‘prejuicios anticuados’. [...]. El mundo entero debe esperar a que los Franceses estén maduros para una revolución social. [...]. Los Ingleses se rieron muchísimo cuando comencé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y los otros, que han liquidado las nacionalidades, se habían dirigido a nosotros en ‘Francés’, es decir: en una lengua que nueve décimas partes de la audiencia no comprendía. También sugerí que por negación de las nacionalidades él [Lafargue] parecía, de forma completamente inconsciente, entender la absorción de ellas por la nación modelo francesa’.” (Citado por Lenin; ‘El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación’.)

En opinión de Antoine Rivarol, “la lengua francesa es la lengua universal”. Según Druon, “parece ser que ninguna otra lengua ha concitado tanto amor, fervor, adhesión y abnegación hacia sí misma”. “Es la lengua más hermosa del mundo”, afirmaba el charlatán, cobista y filólogo Léon Zitrone ante un aprobador, unánime y encantado parterre de estetas y lingüistas reunidos “en el país más hermoso del mundo, en la ciudad más hermosa del mundo, y en las inmediaciones de la avenida más hermosa del mundo” – según dicen los Franceses. Los Franceses “confiesan que ellos no están dotados para las lenguas”; pero las confesiones de los Franceses sobre esa limitación esconden siempre la creencia en su propia inteligencia superior. En efecto, ¿por qué aprender? “Mientras esperamos el día feliz en que el mundo entero hablará francés”, como decía Zola... El problema es que los Franceses – al igual que los Españoles –no se contentan con esperar.

Sin embargo, lo que más caracteriza al Nacionalismo francés no es la convicción de la superioridad de su raza, de su lengua, o de su cultura. Obviamente esta convicción es la banalidad misma, presente en todos los “grandes” Países de este mundo y entre no pocos de los pequeños. Todos ellos se creen superiores a los demás; reclaman por tanto derechos particulares que corresponden a esta superioridad; y cuando – desconcertados – constatan que algunos no comparten esta creencia, se ven llevados entonces a tomar las medidas “defensivas y de estricta justicia” que se imponen para remediar el intolerable estado de cosas que resulta de ello.

Lo que sí caracteriza a los Nacionalistas franceses, y hace de ellos un caso único en la Historia de la Humanidad, no es exactamente que se creen superiores: es que ellos creen que los demás también lo creen. El Nacionalista anglo-sajón se inquieta de ser “respetado sin por ello ser amado”. El Nacionalista español maldice la Leyenda Negra y a los Franceses, los Ingleses, los Judíos o los franc-masones, “que odian y denigran a España”. El Nacionalista alemán no se sorprende ya del papel de villano que le está reservado desde la Guerra Franco-Prusiana; finalmente ello no le importa o se adapta: él “sabe” lo que él vale, y lo hace saber a su manera. En cambio el Nacionalista francés, por su parte, cree ser el objeto de una admiración y de una envidia universal y sin límites. Su sorpresa y su indignación sólo son más grandes cuando descubre que existen por el mundo gentes lo bastante perversas como para no verlo como él se ve a sí mismo.

Demasiado imbuidos de la superioridad que ellos mismos se atribuyen, como para poder percibirse detestados, los Franceses no pueden concebir que el mundo entero no los admire, los envidie y los ame: incluso los Países que han conquistado y colonizado. Son incapaces de entender que puedan existir gentes normales que no quieran ser o convertirse en Franceses; es por esto por lo que son incapaces de prever y de “preparar” los movimientos de liberación nacional, los cuales tratan siempre mediante la violencia a ultranza. Ellos tienen para los Españoles los mismos sentimientos y el mismo desprecio que los Alemanes tienen para los Franceses, los Gitanos y otros; pero creen además que son amados por los Españoles. Ellos tienen hacia éstos “la condescendencia, la simpatía, la gentileza, el afecto y la admiración divertida” que los señores, los amos y los colonialistas han mostrado siempre hacia sus inferiores: los siervos, los esclavos y los colonizados.

XVIII

Francia: el Reino-República-Imperio francés, se remite al primitivo Pueblo y Reino de los Francos, acrecentado con las sucesivas “adquisiciones, anexiones, uniones, reuniones y adhesiones” que fueron el resultado de las continuas guerras de agresión, expansión y conquista realizadas contra todos los pequeños Estados circundantes del Continente e Islas adyacentes, además de sus anexiones de Ultramar; todo lo cual fundó su Imperio: el Estado “de Francia y de Nabarra” hasta 1830, en el que universal y francés se identifican. En él, la guerra y el terror deshicieron toda oposición estratégica. El monopolio de la violencia y el Terror se hizo absoluto. En consecuencia, el Gobierno francés afronta todos los problemas: políticos o individuales, por el recurso inmediato, sin contemplaciones, límites ni paliativos, a la represión armada. Este procedimiento ha fracasado repetidamente durante el siglo precedente pero sigue aplicándose, puesto que es el único que responde a la naturaleza del régimen.

Como ocurre en general con cualquier empresa de agresión y dominación contra la libertad de los Pueblos y la integridad e independencia de sus Estados, no hay problema teórico o científico para establecer la naturaleza histórica y sociológica de la dominación imperialista en el País Vasco. Este Pueblo, con una personalidad bastante más antigua y caracterizada que la de sus voraces vecinos, ha manifestado en toda su existencia una preocupación constante por su libertad. “Una fiera independencia había sido siempre la característica de los Vascos desde su aparición en la historia”, reconoce Atkinson. Era más de lo que el trío infernal: el absolutismo francés, el despotismo asiático español, y la teo/hierocracia del pontificado eclesiástico romano, podía tolerar. Es por medio de la violencia más determinada como esta libertad les ha sido arrancada por estos nuevos recién llegados, que no soportaban y que no soportan la libertad para ellos mismos; mucho menos para los demás.

Para estas Naciones predadoras, es preciso que el Pueblo Vasco desaparezca lo antes posible y por todos los medios. Siendo su existencia maldita, es necesario incluso que él haya desaparecido ya ideológicamente de antemano, es necesario que no haya existido jamás, para que Francia y España pueden existir en su supuesta esencia que ellos se atribuyen, la cual precede y trasciende la historia y la sociedad.

Ocultar y falsear la realidad es objetivo normal de toda ideología totalitaria. Para liquidar a los Pueblos es muy necesario liquidar su memoria histórica y todo conocimiento de ellos mismos. Día tras día, durante decenas y centenares de años, los monopolios de propaganda y adoctrinamiento, los “Servicios Públicos” y “la Educación Nacional”: desde los Jardines de Infancia a la edad adulta, y al abrigo de cualquier contestación y de todo recurso crítico, han estado fabricando la consciencia política de las poblaciones sometidas. Sería evidentemente imposible enumerar la suma incalculable de basura, mentiras y contrasentidos que una ideología de esta calaña ha podido transmitir a esas poblaciones, ocupando todo el espacio ideológico e incluso mental, de manera a impedir que pueda manifestarse cualquier oposición. Es de este modo como el imperialista Estado totalitario ha sido instaurado mediante la violencia ideológica en la idea, tras haber sido preparado e impuesto por las armas en el hecho.

Cuando Louis XIV de Francia y III de Nabarra, en la cima de su poder, ordenaba destruir – o re-copiar “haciendo cortes” – los archivos referentes a los levantamientos campesinos del “Gran Siglo” y a su implacable represión, estaba fabricando de ese modo la historiografía oficial, de la cual Pórshnev denuncia la teleología y la retroyección al servicio del mito hegemónico de la gran burguesía francesa bajo la Monarquía absoluta. Al mismo tiempo, estaba acomodando la historia a los esquemas, los prejuicios, los postulados y los “axiomas” que sirven al Nacionalismo de esa misma clase social y de su Estado imperialista. Es cierto que la escuela soviética de historia no ha retrocedido tampoco ante este tipo de operación, y ella ha hecho ya, en materia de teleología y retroyección, lo mismo que la “ciencia burguesa” en su conjunto. Considerando que la URSS comenzó formalmente su existencia en 1922, la obra de A. Rybakov en once tomos intitulada: ‘Historia de la URSS desde la Antigüedad a nuestros días’, quedará probablemente para siempre como el mayor monumento a la manipulación ideológica de la Historia mediante retroyección de la realidad de facto. (Debemos estar agradecidos a Espilondo, al haberse atrevido a denunciar, en el siglo XXI, las fechorías de una “burguesía vasca” que por lo menos no ha sido invitada y que no es reductible a la sopa académica moscovita.)

Tras haber agotado los recursos del derecho divino, natural, histórico u otros para justificar su dominación, la ideología del Imperialismo Nacionalista franco-español plantea, en primer lugar, el concepto “moderno” de “nación”; y a continuación, el fundamento “democrático y no-violento” del régimen así constituido. Por supuesto, estos “hechos”, estas nociones y estos valores están constituidos de forma irracional, pre-lógica y para-lógica. Para su ideología Nacionalista, “la Nación” francesa es Dios; y el Estado francés es su profeta. Derecho, moral y todo poder provienen de Él. Fuera de él no hay salvación.

La “demostración” queda establecida, en el mejor de los casos, apoyándose sobre lo que se pretende probar. Además ¿qué utilidad tiene el demostrar? Se demuestra aquello que puede ser puesto en duda; pero ¿quién podría poner en duda “la evidencia”, es decir: el conjunto de dogmas, mitos, creencias, postulados y axiomas construidos y transmitidos por el poder total? “La República una e indivisible por petición de principio”, de la que hablaba Larzac, no vale más que el mito de “la Nación”; pero a pesar de todo se ha mantenido en uso tan bien como ésta.

La presencia efectiva del poder político institucionalizado y sus “evidencias”, las imágenes, los complejos, las intuiciones y las emociones, los símbolos, la costumbre, los prejuicios y el condicionamiento de las masas: impuestos secularmente mediante la violencia a ultranza y por los monopolios de propaganda sobre una población aterrada e impotente, son suficientes para hacer que todo eso sea operativo. (La identidad mística y esencialista del Poder constituido está cada vez más desprovista de historia y de sociología confesables.)

El mapa-fetiche colgado en la pared de todas las escuelas de “Francia” y de “España” ha hecho más, para fundar la “conciencia nacional” desde la primera infancia, que todo conocimiento concreto o abstracto. Es para evitar que la “representación” (compacta a pesar del “mordisco” portugués, y toda en amarillo) del Imperio español fuera “desmembrada”, por lo que el General Franco desencadenó la gran carnicería de los Pueblos reales y organizó el régimen terrorista y totalitario que se ha convertido en su prisión. Es para que la “representación” hexagonal y toda en rosa del Imperio francés continúe intoxicando las conciencias, por lo que el Nacionalismo francés aplasta a los Pueblos y exalta como hechos gloriosos y héroes a los crímenes y criminales que lo fundaron.

Sería ilusorio creer que el simple recordatorio de los hechos históricos o sociológicos podría cambiar gran cosa. A veces, teóricos nacionalistas han tomado ellos mismos conciencia de la naturaleza y los horrores de las conquistas, y de las consecuencias materiales y morales del totalitarismo y la expansión de españoles y franceses sobre los otros Pueblos, su cultura y civilización. Simone Weil ha percibido bien la crueldad y las atrocidades proverbiales de las fuerzas armadas del Reino de Francia: la Cruzada que ha asociado a los ‘Roys de France’ y los Papas para llevar el terror, las masacres, la Inquisición, las hogueras, la devastación, el exterminio y la ruina al Languedoc; la anexión de Bretaña, que – realizada contra todo derecho – la ha sumido en la desesperación; la destrucción del Estado de Borgoña; las agresiones y las guerras de conquista de Flandes, de Alsacia y del Franco-Condado; o las consecuencias que – en retorno y en la forma de Napoleón – le han llegado a Francia desde Córcega “después de haber conquistado, colonizado, corrompido y podrido las gentes de esta Isla”. (Una desgracia semejante, por cierto, a la que – tras haber sojuzgado a Georgia – le llegó también a Rusia en la forma de los “alógenos rusificados” que deunciaba Lenin, con personajes tales como Stalin y Beria.)

El Pueblo francés pasó del feudalismo al absolutismo “brutalmente forzado por la corrupción y por el uso de una atroz crueldad”. “Durante todo este período, fue mirado por los otros Europeos como el pueblo esclavo por excelencia, el pueblo que estaba como ganado a disposición del Soberano.” “Durante la Fronda y bajo Mazarino, Francia, a pesar del desamparo público, ha respirado moralmente. Luis XIV la ha encontrado plena de genios brillantes que él ha reconocido y animado. Pero al mismo tiempo, él ha continuado: con un grado de intensidad mucho más elevado, la política de Richelieu. Él ha reducido así Francia, en muy poco tiempo, a un estado moralmente desértico, por no hablar de una atroz miseria material.” “El régimen de Louis XIV era ya verdaderamente totalitario. El terror, las denuncias, asolaban el país. La idolatría del Estado, representado por el soberano, fue organizada con una desvergüenza que era un desafío a todas las conciencias cristianas. El arte de la propaganda era ya muy bien conocido, como lo muestra la ingenua confesión del jefe de la policía de Liselotte referente a la orden de no dejar aparecer ningún libro, sobre cualquier tema, que no contuviera el elogio a ultranza del rey. Bajo este régimen, el desarraigo de las provincias francesas, la destrucción de la vida local, alcanzaron un grado bien elevado.” En los Países conquistados, “para los cuales los Franceses eran extranjeros y bárbaros, como para nosotros los Alemanes”, los Franceses aplicaron “el terror, la Inquisición y el exterminio”. (Simone Weil; ‘La necesidad de raíces [L’Enracinement: prélude à une déclaration des devoirs envers l’être humain]’, 1949.)

“Los Pueblos resisten desesperadamente a la conquista”, nos dice. Ella ha expuesto la relación entre las conquistas y la corrupción, así como la represión atroz, en el interior de aquel Reino absolutista. Ella ha percibido el terror, el hambre, las masacres, la deculturación, el aburrimiento, la sombría uniformidad y la humillación causados por ese Estado. Ella ha descrito este Estado “que es idénticamente ese Estado inhumano, brutal, burocrático y policiaco”; esta máquina “que, como dice Marx, no sólo ha subsistido a través de todos los cambios sino que ha sido perfeccionada y aumentada por cada cambio de régimen”. Cuando los revolucionarios se desembarazaron del Antiguo Régimen, a la vez que conservaban sus inicuas “adquisiciones”, “la soberanía nacional apareció manifiestamente como una ilusión”.

Según expone Weil, “El pasado no es sino la historia del crecimiento de Francia, y está admitido que este crecimiento es un bien en todos los aspectos.” “Las conquistas que ella ha hecho y perdido pueden en rigor ser objeto de una cierta duda, al igual que las de Napoleón; pero jamás las que ha hecho y conservado.” Sin embargo, esto es exactamente lo que ella misma hace a continuación: su visión humanista-mística-espiritualista se resuelve finalmente en una apología ultrajada, romántica, pretenciosa y chauvinista del Nacionalismo francés; una apología dedicada a la sacralización y exaltación del Estado francés y de su misión “universal”, inseparable del criminal hecho consumado y de la negación imperialista de la libertad de los Pueblos. Tanto es así, que en un momento dado ella cree necesario remarcar que, con todo, “Francia no es Dios”. ¡He aquí algo que es tranquilizador para el resto del mundo!

En realidad son ésas unas ideas apologéticas en las que sus mismos propagandistas no creen, o no creen ya: su política y sus mismas afirmaciones lo prueban ampliamente. Las fábulas románticas y las funcionales mentiras sobre el carácter no-violento y la misión civilizadora del régimen que – mediante ocupación militar permanente – España y Francia han establecido sobre el Pueblo Vasco y su Estado: el Reino de Nabarra, tienen sus límites en la estructura misma de dominación y producción-explotación de clase, de la que su Nacionalismo imperialista es la forma internacional. Ningún orden totalitario moderno podría sobrevivir si sus dirigentes creyeran verdaderamente y sobre todo pusieran en práctica ellos mismos lo que sus ideólogos inventan y predican para que se lo crean los demás. Los Nacional-socialistas españoles y franceses, y sus hijuelas “de izquierda”, son actualmente los grupos que, bajo la protección de sus ejércitos de ocupación, están encargados de elaborar e implantar la ideología más elaborada que pueda preservar el imperialismo de Francia y de España, y abortar la peste de la Libertad de los Pueblos.

Según la formulación de Marx-Engels, “La división del trabajo, en la cual hemos reconocido ya uno de los factores más importantes y más potentes de la historia, se manifiesta igualmente en la clase dominante como división entre el trabajo espiritual y el material. En el interior de esta clase, una de las partes funciona como pensadores de esta clase social: son sus ideólogos activos y conceptivos, que tienen la especialidad de forjar las ilusiones de esta clase sobre sí misma; especialidad de la que hacen su principal fuente de subsistencia. Los otros guardan, respecto a tales ideas e ilusiones, una actitud más bien pasiva y receptiva porque son en realidad los miembros activos de esta clase, y tienen menos tiempo para hacerse ilusiones e ideas sobre sí mismos. Esta escisión puede incluso degenerar en cierto antagonismo y cierta hostilidad de las dos partes en presencia. Pero en cuanto sobreviene una colisión práctica que pone en peligro a la clase entera, esta oposición desaparece por sí misma”. (Al no estar esta especialización rígidamente corporativizada, esa “contradicción” teórica – pero ideológicamente funcional – se manifiesta también a través y en el interior de los grupos y de los individuos.)

Todos ellos saben que sin esa ocupación militar, y sin los miserables traidores que conforman la burocracia liquidacionista Pnv-Eta: los cuales llevan medio siglo engañando al Pueblo Vasco para que acepte el régimen de ocupación militar del Segundo Franquismo, y los imperialistas y colonialistas Estados español y francés, como los regímenes y Estados “propios, no-Nacionalistas, no-violentos, legítimos y democráticos”; que sin esa realidad – decimos – de opresión, corrupción y embrutecimiento del Pueblo bajo los monopolios de violencia criminal e intoxicación ideológica, su dominación no podría sostenerse. Es hora ya, por tanto, de presentar las bases ideológico-estratégicas que permitan al Pueblo Vasco liberarse de la dominación imperialista de Francia y de España, según han sido expuestas en el Manifiesto del Movimiento Vasco de Resistencia y Salvación Nacional.

https://nabarrakoerresuma.blogspot.com/2021/03/manifiesto-del-movimiento-vasco-de.html

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