Ideología imperialista frente a ideología democrática: una asimetría de factores variables y constantes (XXV)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



XXV – Ideología imperialista frente a ideología democrática: una asimetría de factores variables y constantes


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


La historia del imperialismo es una larga historia criminal de ignorancia y desprecio de los demás Pueblos, y de creencia permanente en la propia superioridad racial, cultural y lingüística. Según difunden los agentes y beneficiarios del imperialismo, los Pueblos conquistados no valen nada, son desechos incapaces de civilización y desarrollo social, económico, político y cultural. Fuera de una ínfima minoría perversa, retrógrada, violenta y manipulada, las mismas “poblaciones” inferiores comprenden, aceptan, agradecen, solicitan, exigen y finalmente imponen el destino feliz de liquidación que el imperialismo les ofrece.

Para el imperialismo, los Pueblos dominados no tienen otro destino que ser liquidados por los Pueblos dominantes: portadores de la vitalidad y los valores eternos que fundan su propia Nación, su libertad y sus derechos. Deben ser sometidos, gobernados, despojados, exterminados y asimilados, y finalmente desaparecer cuanto antes, en beneficio de las Razas, las Lenguas, las Culturas y los Pueblos superiores, de los mismos “pueblos” inferiores y de toda la Humanidad. Lo que en definitiva viene a ser lo mismo, pues en su ideología, Nacionalismo imperialista y Universalismo se identifican y convergen – en el destino propio de los grandes Imperios – para regir, destruir e incorporarse el mundo entero. (Si tan ambiciosa y pretenciosa empresa ha sufrido lamentables rebajas, ello se ha debido a la incomprensión de los demás, a la intromisión de aventajados rivales, y a la sorprendente y cerril negativa de los Pueblos a incorporarse a la civilización y el progreso que les aportan las Razas superiores que les han echado sus garras encima.) El Universalismo imperialista es el Nacionalismo a escala mundial.

Todos los Pueblos sojuzgados, ocupados, anexionados o colonizados: ya fueran Euro-Asiáticos, Amerindios, Africanos u Oceánicos, han sido blanco de análogo tratamiento ideológico por parte de sus conquistadores. Para ellos son homínidos, humanoides o infrahumanos salvajes, infantiles o degenerados, perversos y obstinados adversarios del progresoy la civilización, astutos y disimulados, agresivos, belicosos, sanguinarios, crueles, traicioneros, asesinos y ladrones. Corresponden con atentados, matanzas y pillajes a los incontables, desinteresados, abnegados y generosos esfuerzos y sacrificios que sus pacíficos y no-violentos benefactores realizan para aportarles la salvación material y espiritual, el Evangelio, el orden, el bienestar, la cultura y la civilización. Física y moralmente muy inferiores a sus conquistadores, hablan – si saben hablar – jergas ininteligibles o de tipo inferior que deben ser substituidas cuanto antes, en la medida de lo posible, por la lengua de cultura del invasor. Si – al igual que los perros – no saben hablar propiamente, tampoco tienen nombre hasta que el poder extranjero se lo impone o recompone por substitución onomástica y toponímica. No son Países, Pueblos, Naciones, Sociedades ni Estados sino “poblaciones, regiones, vecindades, ciudadanías, comunidades naturalesincapaces de dimensión territorial en la terra nulliusen que se mueven; juguetes del destino sin voluntad asociativa y política; embriones y larvas inviables, incapaces de otra vida social, política y jurídica distinta de la que impone el invasor”.

Para el Nacionalismo imperialista, los Pueblos sojuzgados son larvas, inviables abortos o basura de Pueblos; desechos sociológicos, históricos, raciales, lingüísticos y culturales desprovistos de vigor vital, de dignidad y de memoria histórica; conglomerados incapaces de civilización y desarrollo social, económico y político; poblaciones informes con los que están de más consideraciones y contemplaciones. Sus residuos etnográficos, lingüísticos, folklóricos o arqueológicos son “patrimonio” de los grandes Pueblos portadores de valores eternos y universalesque los han vencido. Incapaces de acceder a la vida social, política o jurídica, no tienen más leyes ni más derechos que los que les otorgan las leyes establecidas por el derecho de los Pueblos que detentan el poder político. Es un misterio de la Providencia o de la Historia cómo semejante basura infra-humana ha podido resistir durante siglos a la conquista de los ejércitos y administraciones de los modernos Estados de Europa, infligiéndoles a veces derrotas memorables y obligándolos a abandonar sus proyectos milenaristas de dominación y genocidio.

Para la ideología imperialista, la Resistencia de un Pueblo que no existe ni merece existir es y no puede ser otra cosa que perversidad o demencia: ya sean pasajeras y circunstanciales, o permanentes e irreversibles. O bien simple salvajismo: incomprensible obstinación – de un nacionalismo sin nación, de una Resistencia sin medios, y de una sociedad sin valor y sin recursos – ante la Nación superior y sus beneficios. No podría ser de otra manera, habida cuenta de los inestimables beneficios que la dominación extranjera les aporta. Seríaabsurdo pensar en una voluntad y una capacidad de Resistencia sólida y permanente por su parte. El Terrorismo de Estado, la “pacificación” y las diversas variantes de genocidio son el único tratamiento que cabe aplicarles. Por supuesto, las fuerzas armadas de ocupación – siempre dispuestas – bastan y sobran contra eventuales, efímeras, superficiales, absurdas y criminales veleidades de oposición. El imperialismo – español, francés o multinacional, militar, civil o eclesiástico – considera hace tiempoque el Pueblo Vasco es un sujeto sociológico desprovisto de fuerza vital, dignidad y memoria histórica, un arquetipo de perpetuo perdedor con el cual están de más consideraciones y contemplaciones.

La ideología imperialista niega, ya en idea, la existencia misma del Pueblo Vasco para mejor destruirlo en la práctica. En lugar de Naciones y Pueblos, el imperialismo establece demarcaciones territoriales, simples fragmentos – pasivos e inertes – de los Pueblos y los Estados de España y Francia, territorial y administrativamente determinados e identificados. “La tolerancia y el respeto a las comunidades naturales” substituyen a los derechos de independencia nacional, autodeterminación y legítima defensa de todos los Pueblos etc. La libertad nacional, los derechos de autodeterminación y legítima defensa de todos los Pueblos son aquí exclusivos del pueblo español y el pueblo francés, que son los únicos que hay. Los Gobiernos francés y español han reivindicado ante las NU y la UIE sus derechos de autodeterminación y legítima defensa contra los Pueblos y Estados que ellos mantienen bajo sojuzgamiento y ocupación militar. Cuando el llamado Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoce este “derecho”, niega no sólo los derechos fundamentales con todas sus consecuencias sino la existencia misma de los Pueblos sojuzgados.

Las ilusiones que los Pueblos sojuzgados se hacen sobre la paz, la libertad y la democracia persisten y resisten a toda experiencia: ni siquiera las terribles Guerras Calientes o Frías del catastrófico siglo XX han acabado completamente con ellas. Cuanto mayor es el desastre, más motivos tienen las masas oprimidas para refugiarse en sus paraísos ficticios, y más facilidades tienen los poderes reales para distribuir los narcóticos y alucinógenos ideológicos que las mantienen en su triste condición de rebaño pasivo, sin conciencia ni voluntad ni capacidad que no sean las que les vienen impuestas por la estructura de dominación imperialista.

En 1914-18 se les hizo creer que la victoria del imperialismo occidental sobre las hordas germánicas dejaría el campo libre para la paz, la libertad y la democracia. En 1945 creyeron lo mismo, una vez que las Potencias del Eje (los malos Nacional-Socialistas y sus Aliados) habían sido derrotadas con la problemática e inquietante ayuda de los malos Bolcheviques, convertidos en casi buenos antifascistas; pero reconvertidos inmediatamente en malísimos comunistas, mientras los antiguos malos del Eje se convertían en buenos demócratas occidentales. El Fascismo español: bastión de la democracia y punta de lanza de la Cruzada contra la barbarie moscovita, ni siquiera tuvo que convertirse en nada y pasó a ser democrático de la noche a la mañana incluso sin depuración formal, manteniendo el régimen imperialista sobre los Pueblos sojuzgados.

Contra las ilusiones que los monopolios de propaganda e intoxicación ideológica de masas difunden, el conflicto político entre la Nación dominante y la Nación dominada, entre “el nacionalismo ofensivo de la Nación que oprime y el nacionalismo defensivo de la Nación oprimida”, constituye un orden intrínsecamente inestable que sólo tiene, de inmediato o a la larga, dos salidas posibles. Por un lado está la decisión de terminar con la máxima urgencia y de una vez por todas con la Resistencia democrática; lo cual se identifica lógicamente, sin demora ni prelación, con la solución final: la completa liquidación del Pueblo mismo, actor real de la Resistencia activa y pasiva, Hidra origen de todos los males y de todas las cabezas cortadas y por cortar. Se identifica, en definitiva, con la completa aniquilación de los Pueblos y los Estados que han tenido la desgracia de perder su libertad bajo la dominación foránea. Y por el otro, está el fin del imperialismo, la independencia nacional, la afirmación teórica, práctica y no falsificada del derecho fundamental e inherente de libertad, libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos. No hay tercera vía. Las “soluciones intermedias” son señuelos y engañabobos absurdos e inviables destinados a debilitar y dividir la Resistencia nacional, asegurando la dominación de las fuerzas de ocupación.

La capacitación ideológica y política: condición previa para la subsiguiente implementación efectiva del derecho de autodeterminación y de los derechos humanos fundamentales en general, es la única escapatoria posible frente al imperialismo; el único camino de libertad para los Pueblos. La “ingenua” creencia según la cual es posible obtener el visto bueno ideológico del imperialismo mediante la satisfacción de criterios, condiciones y exigencias “limitadas” (con los que camufla sus verdaderos designios de aniquilación total), ignora que toda tentativa de satisfacerlos es ilusoria, puesto que esos “criterios” etc. sólo existen si no se satisfacen, es decir: se fabrican e imponen precisamente si no se cumplen, porque no se cumplen, y para que no se cumplan; en caso contrario se reemplazan por otros. En consecuencia, y sea lo que sea o haga lo que haga, un Pueblo sojuzgado nunca tiene y nunca logrará llenar las condiciones que, para el imperialismo, lo acreditan como Nación con sus derechos inherentes de autodeterminación y legítima defensa. La única manera que un Pueblo tiene para “satisfacer” al imperialismo es cooperar con él en su propio final.

Efectivamente, las condiciones y las ideas establecidas por el imperialismo para ser admitido como Pueblo se adaptan o varían sucesiva o simultáneamente según el adversario, el lugar, el momento, el medio, el contexto, la coyuntura y la oportunidad. El imperialismo no se funda sobre ellas, no depende de ellas; el imperialismo las produce, e inventa en cada caso las que le hacen falta: son su propaganda y consecuencia ideológicas. Esta misma variación revela el carácter formal, instrumental, secundario y superficial de ésos que pretendidamente son los “consistentes fundamentos” de la ideología imperialista. Si las características del Pueblo Vasco y las del español fueran otras, los conceptos que la ideología imperialista utiliza cambiarían o se intercambiarían, y lo ahora inválido se convertiría en eminentemente válido. Si el método y los criterios que la ideología imperialista utiliza para negar la existencia nacional y el derecho de independencia del Pueblo Vasco se aplicaran a los demás, entonces no quedaría en el mundo País ni independencia capaces de pasar la prueba; no quedarían Nación o Estado en el mundo sin descalificar, Francia y España a la cabeza.

Del mismo modo, cuando y donde hizo falta, los imperialistas que eran integristas nacional-católicos se hicieron cismáticos (o “marxista-leninistas”), como ya habían anunciado que lo harían; y siguen dispuestos a hacerse cualquier cosa, si sus verdaderos y permanentes valores y objetivos Nacional-imperialistas lo hacen necesario. Los “republicanos y socialistas” españoles se han hecho ya legitimistas-constitucionalistas monárquicos de la monarquía franquista, reformistas burgueses, y todo lo que el Nacionalismo imperialista español necesita. Las “contradicciones entre los Partidos constitucionalistas” no engañan a nadie. Según ve que van las cosas por el mundo, el Nacionalismo español invoca los principios del Nacional-catolicismo, el fascismo, el Nacional-sindicalismo, el falangismo, el Nacional-socialismo, el Nacional-comunismo, el castrismo o el marxismo-leninismo: sucesivamente o todos a la vez; y salta del imperio alemán al imperio soviético o al imperio americano con la misma facilidad. Los imperialistas y fascistas son ideológicamente superiores a todos en materia de política, moral o derecho: tienen todos los principios que les hacen falta y son todo lo que les conviene. Los dirigentes imperialistas y fascistas poseen en el más alto grado el cinismo y la hipocresía institucionales, que les permiten afrontar sin vergüenza alguna la opinión pública prefabricada e idiotizada por los monopolios de violencia y propaganda.

Para la apreciación e interpretación de la realidad, según la ideología del imperialismo y el fascismo, y debido a la distorsión mental/moral que ella establece, los mismos datos, los mismos medios, los mismos hechos y las mismas ideas son o bien “intrínseca y fundamentalmente” perversos, o rectos y santos; todo ello según sean las circunstancias, el momento, el sujeto involucrado y la propia conveniencia. La aplicación de conceptos, valores, criterios, principios, normas y referencias teóricas que no solamente son variables sino incluso formalmente contradictorios (una aplicación realizada conjunta o separadamente, según sea la necesidad y la oportunidad ideológica y según se apliquen a uno u otro de los adversarios), es una constante de la propaganda imperialista y fascista.

En cambio, para las personas y los Pueblos sojuzgados, la verdad es el único camino – largo, aventurado y lleno de riesgos – que conduce a veces a la libertad, así como igualmente procede de ella. (Lamentablemente, Españoles y Franceses no han conocido durante toda su historia otra “libertad” que la impuesta por sus permanentes regímenes despótico-asiáticos y absolutistas; y su única “verdad” es la afirmación de su Nacionalismo imperialista sobre el Pueblo Vasco.)

Ahora bien, en un mundo como el nuestro, decir la verdad es una actividad poco recomendable que expone a sus temerarios o inconscientes actores a las peores reacciones de la opinión y los poderes “públicos”. En lo que se refiere a la verdad, el que aquí quiera “vivir bien” o cuando menos vivir tranquilo, tiene todo interés en aprender a cerrar el morro. La mayor parte de la población lo ha comprendido así hace tiempo. “La verdad os hará libres”; pero la mentira y la destrucción de la razón “liberan” también a sus propios servidores: agentes del poder totalitario, imperialista y fascista establecido, a quienes éste ofrece les la rica diversidad de su voluntad todopoderosa.

En la medida en que la democracia implica libertad de pensamiento, de crítica y de investigación, la coherencia lógica, la univocidad conceptual y terminológica, la paridad semántica y la estabilidad metódica son condiciones del acceso a la verdad y al conocimiento. Por el contrario, para el imperialismo y el fascismo son obstáculos insuperables que hay que destruir, porque sus agentes no pueden dominar ideológicamente a los Pueblos sin falsificar, recuperar y confundir las ideas. Esa forma de ideología implica el embrutecimiento previo de sus pacientes por los modernos monopolios de propaganda; ahora bien, si esta condición viene a faltar, la reacción puede ser peligrosa para los pretenciosos agentes fascistas.

Probidad intelectual y Nacionalismo imperialista se excluyen mutuamente. El Nacionalismo-Imperialismo nada tiene que ver con cualquier clase de “honestidad” intelectual. El imperialismo es una empresa criminal de dominación-explotación Nacionalista y racista a costa de la libertad de los Pueblosestablecida y mantenida mediante la violencia criminal, que se realiza también mediante el adoctrinamiento ideológico; lo cual implica la confusión mental de sus pacientes, la mentira, el disimulo y la calumnia.

Los ideólogos del Nacionalismo imperialista y fascistatanto si se reclaman Nacional-católicos o Nacional-laicos/socialistas/comunistas, no son honrados teóricos u hombres de ciencia, ni menos todavía “gentes de bien que defienden sus ideas – todas legítimas y respetables – con la pluma y la palabra, y que oponen la cultura a la violencia”, como sus servicios indígenas y “autónomos” de intoxicación ideológica de masas pretenden hacernos creer. Bien al contrario, en cuanto políticos, son agentes, partícipes, cómplices, encubridores y/o beneficiarios – notorios y convictos – de la rapiña y los crímenes de guerra, contra la paz y contra la Humanidad que constituyen el actual régimen imperialista franco-español que sojuzga nuestro País. Y en cuanto ideólogos, son mentirosos, difamadores, falsarios y embaucadores, tramposos y fulleros, jugadores de ventaja habituales o profesionales.

Las personas decentes, las gentes de bien, no hablan con los criminales imperialistas y fascistas que continúan o pretenden que continúe la empresa de dominación del Nacionalismo imperialista franco-español, el cual ha ensangrentado y oprimido nuestro Pueblo y nuestro País desde hace doce siglos. Menos todavía pueden hacerlo quienes ejercen funciones y asumen responsabilidades ideológicas y políticas. El pensador, el político o la persona libre que afronta cuestiones teóricas, prácticas o de simple información en las condiciones del imperialismo, hará bien en desconfiar y protegerse de toda comunicación o aportación “informativa, científica o artística” que provenga de sus agentes.

Para los políticos, los científicos y las gentes decentes, ningún comercio digno, ninguna honrada frecuentación son posibles con los agentes ideológicos imperialistas y fascistas: cualesquiera que sean las pretensiones morales o culturales con que éstos se encubran. No se habla con quien no es que tenga o no una pistola encima de la mesa sino que se apoya sobre el monopolio de la violencia criminal, establecido mediante la guerra y la conquista e innumerables y horrendos crímenes imprescriptibles. En nuestro País no caben “habladas” con los agentes de la propaganda y la guerra psicológica que imponen las ideas del imperialismo y el fascismo franco-español, al servicio y bajo el amparo de su ejército de ocupación. El “diálogo” con el Fascismo y el Terrorismo imperialistas es un absurdo formal que implica la complicidad con sus agentes y el encubrimiento de su empresa criminal de destrucción de las personas y los Pueblos libres; en lógica consecuencia, debe ser absoluta y positivamente evitado.

En las condiciones del régimen imperialista de ocupación militar, son imposibles y contradictorias las relaciones democráticas con quienes combaten los derechos humanos fundamentales y, en primer lugar, el derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos: “primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos los demás”, según el Derecho Internacional establecido por las Naciones Unidas. Relaciones democráticas, voluntad popular y derechos humanos sólo se alcanzan por la supresión de la ocupación imperialista como condición previa.

Alentado y potenciado por el nuevo orden mundial de hegemonía, el Nacionalismo adopta hoy en día brutalmente todos los recursos de la moderna ideología imperialista: manipulación y confusión semánticas, perversión conceptual y ruina de la lógica formal, falsificación de la historia y mistificación de la sociología, la política y el derecho; técnicas con las que los vetustos despotismo oriental y absolutismo europeos de España y Francia quedan actualizados y potenciados. Paralogismos, esencialismo, constructivismo, ignorancia, dogmatismo y obscurantismo; falsificación y destrucción de la memoria histórica y la conciencia colectiva de los Pueblos; mitología, teología, teleología y retroyección de la historia; lavado de cerebro, adoctrinamiento e intoxicación ideológica de masas, y creación y condicionamiento de reflejos positivos y negativos mediante estímulos primarios predeterminados: son mecanismos esencialmente ideológicos al servicio del imperialismo, que son asegurados por los monopolios de comunicación, educación y propaganda fundados por el monopolio terrorista de la violencia.

Al imperialismo y al fascismo, los performances teóricos o las exposiciones científicas les vienen anchos: sólo les interesan las ideas en cuanto pueden ser utilizadas como herramientas de dominación o – de no poder utilizarlas de ese modo – como objetivos a destruir. Frente a ello, la ideología democrática no tiene por fin buscar su realización en el campo cerrado de las ideas sino en el terreno global de las luchas sociales. Es teniendo esto en cuenta como establecemos el principio de que, en política democrática, la crítica teórica de la ideología totalitaria es inseparable de su crítica práctica, y ambas forman parte de la Resistencia al imperialismo.

Toda “victoria” teórica y formal sobre la propaganda imperialista y fascista es ideológicamente estéril y absurda, es un resultado positivo para el imperialismo y negativo para la oposición democrática, si ella implica distraer y consumir tiempo y recursos ideológicos y políticos raros o escasos, que en la economía de un sistema estratégico democrático deben ser empleados en el momento y según prioridades que sólo con respecto a él cabe determinar. Dado que los medios de que la propaganda dominante dispone son incomparablemente mayores que los de la oposición democrátrica; y que sus pérdidas pueden ser inmediatamente reparadas, el poder establecido puede permitirse invertir sectorialmente a fondo perdido simplemente para distraer u ocupar unas fuerzas que la oposición, muy al contrario, no está en condiciones de malgastar o reponer. Es por eso que, en la batalla frente al imperialismo y el fascismo, las supuestas “victorias” teóricas bajo tales condiciones pueden perfectamente contemplarse en la práctica como derrotas ideológico-estratégicas.

La propaganda imperialista no sólo falsifica la historia y la sociología: es además formalmente irracional, contradictoria y absurda. En su contenido teórico, la ideología imperialista y fascista es falsa y desprovista de valor y sentido lógicos; pero ello no le causa perjuicio considerable sino más bien lo contrario, ya que su integración ideológica e implantación de masas se realizan sin mayores dificultades, siempre y cuando el monopolio de la Violencia criminal le asegura y garantiza el monopolio mediático de difusión de masas. Las limitaciones teóricas inherentes a la empresa imperialista pueden ser superadas con la ventaja casi absoluta que proporcionan la superioridad política, económica y demográfica, y con el monopolio de los llamados medios de “comunicación-información-educación” de masas, reducidos en realidad al papel de simples instrumentos de propaganda y guerra psicológica según métodos elaborados, ensayados y desarrollados por las Potencias totalitarias.

En tanto que ideología dominante y gracias a su simple masa de expresión cuantitativa, la ideología imperialista aparece transfigurada por el monopolio totalitario de la Violencia criminal, que conlleva el monopolio de las ideas y el pensamiento único. La “superioridad” de la ideología imperialista no se funda en su calidad teórica sino sobre todo en su aplastante ventaja de expresión cuantitativa, que el monopolio de comunicación y propaganda le confiere.

Mientras tanto, la propaganda clandestina es la prueba absoluta de la opresión ideológica y de la identidad de sus víctimas: donde hay libertad ideológica, no hay prensa clandestina; donde hay prensa clandestina, no hay libertad ideológica. Los imperialistas y los fascistas no han emitido una hoja clandestina en toda su “atribulada” vida. Su fuerte está en los monopolios de violencia y propaganda, el régimen penal y la penalización de las ideas, el terror político e ideológico, la eliminación de toda libertad de expresión y de toda oposición, la aplastante, abrumadora y excluyente superioridad de sus medios de difusión de masas, la saturación del espacio informativo, el establecimiento y la manipulación de reflejos condicionados colectivos, la destrucción de todo sentido crítico, el lavado de cerebro, el embrutecimiento y la intoxicación ideológica de masas, la censura y la autocensura, la ausencia de información y crítica: para todo lo cual cuentan en nuestro País con la colaboración, complicidad, participación y traición tenaces de su títere “oposición” indígena y de los medios de comunicación “autonómicos”.

En los agregados ideológicos del fascismo y el imperialismo modernos, la vaguedad y la contradicción de los términos y los conceptos, o la ausencia de toda posible definición no perjudican a su propaganda; les permiten, por el contrario, aplicarla o evitarla en cualquier caso. Sus aplicaciones son ilimitadas:

“Cuando yo uso una palabra”, dijo Humpty Dumpty, con un tono de voz más bien desdeñoso, “ella significa lo que yo decido que signifique– ni más ni menos.”

“La cuestión”, dijo Alicia, “es si tú puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.”

“La cuestión”, dijo Humpty Dumpty, “es quién es el que manda– eso es todo.”

 

En períodos de crisis e inflación ideológicas, la paridad semántica y la estabilidad conceptual son valores que no se cotizan; y la moneda falsa, emitida por los monopolios ideológicos y los bancos de emisión del vocabulario oficial del régimen, expulsa a la buena. División, fusión, confusión, substitución, fragmentación y trucaje del vocabulario; alteración y recuperación del significado y del import terminológico; y múltiple sentido de las palabras: todo ello constituye actualmente el vehículo lingüístico de la superchería ideológica. Los monopolios de emisión han falsificado la moneda semántica hasta destruir el instrumento mismo constitutivo del pensamiento y la comunicación: el lenguaje. Han creado así una comunidad lingüísticamente condicionada, degenerada, manipulada y mentalmente alienada: presa inerte del poder político totalitario. Sus agentes han comprendido muy bien que quien gana la batalla de las palabras ha ganado ya la guerra de las ideas. Para ello han contado y cuentan con la participación incondicional de los agentes de la “oposición institucional armada y desarmada vasca”; quienes, cuando pueden, van más lejos si cabe que sus amos y maestros en la materia.

Basta considerar la evolución reaccionaria del vocabulario político en los últimos cuarenta años de la historia del Pueblo Vasco: la aparición, desaparición y transformación de la terminología propia y precisa en el análisis y la denuncia del imperialismo fascista, para apreciar la pérdida de los avances logrados en largos años de luchas ideológicas bajo el Franquismo primitivo. Las palabras significan ahora lo que el Nacionalismo-fascismo-imperialismo quiere y necesita que signifiquen. El lenguaje al revés del sistema totalitario, por Tucídides, Carroll y Orwell advertido o presentido, ha venido así a realizarse en los territorios ocupados de la Corona de Nabarra para vergüenza, que no asombro, del mundo.

El poder político ha aplicado siempre la vieja receta de confundir, cambiar y desdoblar los nombres y las ideas para hacer creer que las cosas son diferentes de lo que son. La ideología imperialista y fascista incorpora y acumula versiones, interpretaciones, proposiciones, justificaciones, principios u objetivos diversos (lógicamente indeterminados, heterogéneos u opuestos entre sí), reunidos en un mismo agregado conceptual bajo un mismo término. De este modo, destruyendo el pilar básico de toda lógica formal: univocidad y unicidad de comprensión y extensión del concepto, se establecen conceptos con comprensiones y extensiones heterogéneas convertidos en ideas dobles o múltiples, con material genético heterozigótico – dominante o recesivo – en reserva; todo lo cual permite la transferencia entre conceptos diversos, y consagra y compone el misterio conceptualmente uno y trino de la no-violencia oficial. Todas las condiciones técnicas, políticas e ideológicas del terrorismo totalitario se encuentran así reunidas.

Las distintas versiones difundidas por la ideología imperialista: formalmente contradictorias, no se presentan teóricamente articuladas; simplemente se hacen valer según su utilidad propia y diversa dentro de la totalidad ideológica totalitaria, en una amalgama tan confusa como funcional, según sean las exigencias de la propaganda. Se invocan, suscitan, dividen, acumulan, combinan, transfieren, apoyan, confortan, encubren y legitiman entre sí; operan conjunta o alternativamente, simultánea o sucesivamente, global o sectorialmente, desarticulada o cumulativamente, fluida o armónicamente sobre un espacio ideológico común indiferenciado; constituyen conglomerados operativos que condicionan y determinan las tendencias, la afectividad, las emociones y las pasiones colectivas, en una dimensión de la propaganda, la guerra psicológica, la práctica política y la psicología social donde toda racionalidad formal hace tiempo que dejó de existir, si es que alguna vez existió. La contradicción formal no les acarrea perjuicios considerables: la acumulación funcional – gehiegiz ez utz – asegura rendimiento óptimo en una sociedad condicionada en consonancia.

A la ideología del totalitarismo moderno, el método científico, el principio de no-contradicción y la lógica formal le traen más sin cuidado que a todos los sistemas despóticos que lo precedieron y fundaron. La lógica formal procede por contradicción y eliminación; la propaganda totalitaria, en cambio, por incoordinación y acumulación. La irracionalidad dota a la propaganda totalitaria de la exorbitante capacidad de jugar a la vez con todas las ideas, por formalmente contradictorias que sean. El totalitarismo contemporáneo puede así ampliar y adecuar su propaganda a los más diversos pacientes; y acusar al adversario de carencias o crímenes y atribuirse cualidades que – formalmente pero no ideológicamente – son equívocos o se excluyen entre sí.

Por su parte, la lógica formal y la precisión conceptual y terminológica: a las que la resistencia democrática debe sujetarse, tienen su propia virtualidad, desde luego; pero implican limitaciones que no afectan a la propaganda totalitaria, la cual puede permitirse “pasar” de cosas de ésas. Por si no tuvieran bastante con sufrir la sinrazón del despotismo y el despotismo de la sinrazón, las fuerzas democráticas sufren también la tiranía de la razón. Porque, en virtud del principio de no-contradicción, la razón y la democracia carecen de diversificación ideológica complementaria, y sólo disponen de una línea ideológica única, de una única carta teórica que poner en juego: la de la racionalidad y la coherencia lógica sin fallas. En cambio, el fascismo, el imperialismo y el totalitarismo tienen todas las que les hagan falta, por irracionales que sean (según sea la época, el lugar, el adversario y la coyuntura), y todas ellas son sucesiva o simultáneamente, parcial o totalmente operativas y operacionales. Pueden así ampliar, diversificar y adecuar su propaganda a los más diversos clientes, con ofertas especiales adaptadas a cada estrato o grupo social.

La mentira y la difamación con alcance de masas son armas fuertes, más directas y efectivas que su problemática rectificación teórica posterior. Para empezar, los monopolios de violencia y propaganda del imperialismo excluyen ya toda respuesta proporcionada al daño causado, multiplicando así de forma decisiva la superioridad ideológica de las fuerzas imperialistas; y de este modo, la mentira mil veces repetida deviene una vez más la verdad ideológica.

Es preciso tener en cuenta que la utilización a ultranza de los medios materiales de que dispone, e incluso la propia debilidad teórico-formal de la propaganda imperialista y fascista, son causa y efecto de la situación de dominación absoluta que el monopolio de la violencia criminal proporciona a sus agentes. Y ello porque la contradicción formal en la que éstos se mueven con total naturalidad y sin que ello les cause la menor preocupación; el embuste y la estupidez, la falsificación de las palabras y la manipulación de los conceptos, son siempre rentables para el fascismo si el monopolio de propaganda les asegura repetición y penetración sin posibilidad de réplica; y esto es algo que el fascismo se asegurará en conseguir. La falsificación de los términos y los conceptos cardinales de la sociología y la política, es parte de la técnica ideológica del imperialismo y el totalitarismo modernos para conseguir la confusión y dominación de los Pueblos.

El imperialismo y el fascismo destruyen no sólo la realidad material de los Pueblos; destruyen también en ellos el sentido común y la razón. La esquizofrenia ideológica funda la propaganda dominante que afirma la “libertad” del imperialismo. Sus portavoces: considerados mentalmente sanos por los medios y criterios clínicos tradicionales, son un peligro permanente para la salud mental de las poblaciones sometidas a los monopolios de propaganda, guerra psicológica, e intoxicación ideológica de masas del régimen imperialista y fascista. Lejos de perjudicarlos, la irracionalidad les ofrece a esos funcionarios considerables – y con frecuencia decisivas – ventajas ideológicas frente los defensores de la auténtica libertad, basada en los derechos humanos fundamentales y la Democracia; sin que aquéllos deban temer de éstos una competencia racional o científica que pueda ser ideológicamente efectiva entre las masas, dada su aplastante superioridad de medios.

Por sorprendente que ello pueda parecer a los ilusos o idealistas románticos: que todavía creen en el valor y la vigencia universales del panlogismo y en la eficacia de la razón como arma ideológica, la estupidez y la irracionalidad formal no son defecto ni debilidad sino plenitud y virtud ideológicas, bajo las condiciones del imperialismo y el fascismo.

Frente a ellos, el único antídoto que tiene la ideología democrática es la honestidad intelectual y la coherencia lógico-formal, por un lado; y, por el otro, la vertebración de una ideología y una política democráticas fundadas sobre la afirmación teórica y práctica de la vigencia y el respeto universales de los derechos humanos fundamentales y, ante todo, sobre el primero y la condición previa de todos ellos: el derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos. Sin derechos humanos, no hay democracia.

“Lo que hoy llamaríamos estupidez es un relicario que remonta a la prehistoria, y que el período histórico ha encontrado ante él y ha recogido”. “En la base de estas diversas representaciones falsas de la naturaleza y de la constitución del hombre mismo”, “el débil desarrollo económico del período prehistórico tiene como complemento – pero también aquí y allí como condición e incluso por causa – las representaciones falsas de la naturaleza.” “La historia de las ciencias es la historia de la eliminación progresiva de esta estupidez, o de su substitución por una nueva estupidez, pero cada vez menos absurda.” Sin embargo, esta visión optimista del proceso de civilización y del progreso científico no puede hacernos ignorar que la estupidez no tiene solamente por base “el débil desarrollo económico del período prehistórico, las falsas representaciones de la naturaleza y de la constitución del hombre, o el deficiente estado del método científico”. Efectivamente, el totalitarismo moderno ha encontrado en ella un instrumento fundamental.

La estupidez no es – bien entendido – “privilegio” del sistema totalitario: es patrimonio de la humanidad, de toda sociedad humana; pero el totalitarismo moderno hace de la estupidez su instrumento, y le ofrece nuevos vehículos, caminos y perspectivas. “Es una opinión muy extendida, compartida por algunos filósofos contemporáneos, que todos los patrones de comportamiento humano que sirven el bienestar de la comunidad, por oposición al del individuo, están dictados por un pensamiento racional específicamente humano. No solamente esta opinión es errónea, sino que lo contrario es verdad.”

La aparente imprudencia en el dislate, la mentira y la irracionalidad: en la cual sus agentes generalmente incurren, se explica por las condiciones y por los objetivos principales o accesorios a los que la empresa imperialista a la que ellos sirven debe ante todo sujetarse. Además, han descubierto que la contradicción, el embuste y la estupidez, la falsificación de las palabras y la manipulación de los conceptos, son siempre rentables para el fascismo, si simplemente el monopolio de propaganda les asegura repetición y penetración sin posibilidad de réplica. La confusión, el caos, el envilecimiento de las ideas y la destrucción de la razón benefician siempre al fascismo y al imperialismo.

Los despropósitos formales que sin cesar produce la ideología dominante: los cuales son diaria y constantemente servidos por los colaboracionistas locales y en programas de máxima audiencia, suscitan, a veces, la misma curiosidad – no exenta de perplejidad – sobre la calificación, la tipificación y la clasificación de sus protagonistas presuntamente pasivos e incluso activos. ¿Son ingenuamente falsarios, o lo son de mala fe? ¿Son realmente tontos, o se hacen los tontos? ¿Son efectivamente imbéciles, o sólo creen que lo son los demás? Ideólogos, confesores, psicólogos y psiquiatras se suponen los más indicados para responder, caso por caso y según su respectiva especialidad.

Si la propaganda imperialista falsifica la historia y la sociología, y si es además formalmente irracional, contradictoria y absurda (todo lo cual, según se ha explicado, no le causa perjuicio ideológico considerable), ello es así porque está deliberadamente diseñada para bloquear y agotar a la oposición. Efectivamente, enunciar y propagar tonterías formales es mucho más fácil que deshacerlas, y por ello la tarea de resistencia ideológica presenta dificultades que la agresión imperialista desconoce; del mismo modo que la estrategia anti-colonial y anti-fascista está obligada a movilizar facultades teóricas forzosamente superiores a las que necesita la agresión imperialista y fascista.

Sin embargo, acometer hasta sus últimas consecuencias la “crítica teórica” de los funcionales disparates que la propaganda monopolista difunde de forma continuada contra la libertad de los Pueblos, ello es cosa tan ilusoria y absurda como ocuparse en demostrar que dos y dos son cuatro cada vez que los provocadores ideológicos del régimen imperial-totalitario afirman que son cinco. Sería fatal ignorar todo esto; porque, mientras los ingenuos defensores de los Pueblos sojuzgados agotan sus limitados recursos en estériles e imaginarios debates con los “miembros pasivos” del imperialismo y el fascismo: diseñados como cebo para atraerlos y entretenerlos, los “miembros activos” del poder dominante prosiguen sin descanso su obra de demolición contra esos Pueblos.

Porque si se admite que la agresión y la conquista son y crean derecho, entonces es bastante lógico derivar de ellas también el derecho de engañar, embaucar e intoxicar a las personas y los Pueblos dominados por el imperialismo, acerca de los funestos y odiosos origen y consecuencias de tales procedimientos. En todo sistema totalitario – inherente al imperialismo y al fascismo – las ciencias sociales e incluso la moral están subordinadas a la ideología dominante, establecida por el poder político en virtud de sus monopolios de Violencia criminal y propaganda. El moderno monopolio de condicionamiento ideológico de masas, anexo al monopolio de la Violencia, permite ocultar lo que la más mínima libertad de crítica pondría en evidencia. Efectivamente, la desvergonzada combinación de estupidez, cinismo e hipocresía, que caracteriza la ideología imperialista y fascista, permite todas las adaptaciones.

Nada pueden la verdad, el sentido común, la racionalidad y el espíritu científico en Estados totalitarios donde los Gobiernos se atribuyen abiertamente competencias supremas y reservadas que les son ajenas. Un régimen político que pretende decidir e imponer sus decisiones en materia de ciencia, moral, arte, cultura o religión, es ya un régimen totalitario. (El poder político: cualquiera que éste sea, carece de competencia en materia científica así como en materia de moral, arte, cultura o religión. Su única competencia se refiere a su medio propio y específico de actuación, es decir: la violencia. Pero, una vez establecida esta indiscutible competencia, ello le permite a un régimen totalitario atribuirse a continuación todas las competencias: una atribución implicada en la extensión actual o virtualmente ilimitada de su ámbito de dominación, como tantos ejemplos de totalitarismo han puesto de manifiesto a lo largo de la historia.)

En Estados imperialistas y totalitarios tales como el español o el francés: donde ministerios de la cultura y jueces constitucionales y supremos “elucidan”, deciden, fallan, financian e imponen “la verdad” en cuestiones culturales y científicas; y donde la historia, la sociología, la economía o la lingüística se establecen autoritariamente, las poblaciones que los soportan no pueden llamarse a engaño sobre los resultados de todo ello.

El régimen imperialista y sus peripecias – en forma de elecciones, atentados, manifestaciones controladas y conflictos integrados – ofrecen materia permanente de diversión y confusión para asegurar el día a día del embaucamiento programado de las masas, el cual oculta los datos básicos de la realidad política y los fundamentos ineludibles de toda oposición de nivel estratégico.

Imponer y multiplicar los temas marginales, secundarios o parciales permite desviar la atención del fondo de los problemas. El condicionamiento de masas debe velar y aturdir las conciencias, destruir todo sentido crítico, impedir la expresión de todo pensamiento independiente: hasta tal punto sus ideólogos y portavoces están convencidos de su incapacidad para afrontar la más mínima contradicción y la más elemental verdad histórica y política. La intervención del poder trata de cerrar todos los caminos o fisuras por donde podría infiltrarse un resto de información y conocimiento, por inmediato y elemental que sea, sobre la realidad de la opresión que el Nacionalismo español, con el inestimable concurso del Nacionalismo francés y del nuevo orden hegemónico mundial, ejerce sobre la Nación y el Estado ocupados del Pueblo Vasco.

Cuando no puede imponer sus propias ideas, conseguir la destrucción de las ajenas o la confusión ideológica es ya objetivo y victoria de la propaganda fascista. Las provocaciones nacionalistas tratan de desviar la Resistencia democrática de sus tareas reales; y de fijar, neutralizar y desgastar al oponente para distraer o mantener ocupadas las fuerzas que la oposición no está en condiciones de perder o sustituir. Consumir el tiempo y los recursos raros o escasos de la oposición es ya un objetivo rentable para las clases dominantes. Para ello, la superioridad en el número y los medios, la simple masa ideológica e incluso la debilidad y estupidez de su pensamiento, constituyen ventajas cada vez más eficaces frente a poblaciones indefensas, atontadas por siglos de propaganda a sentido único. Las injurias, los insultos, las declaraciones difamatorias (que los monopolios y los agitadores nacionalistas necesitan utilizar cada vez más en un intento de impedir toda crítica o contraste de ideas sobre el fondo de las cuestiones) están diseñados principalmente con el objetivo de tomar la iniciativa y llevar la ofensiva ideológica sobre el terreno de un adversario destabilizado y fragilizado por el terrorismo ideológico que acompaña al terrorismo político.

Toda “oposición” teórico-formal, realizada bajo tales condiciones, es la correspondencia en el campo ideológico de “la vía institucional y la lucha armada” en el campo político, y tiene las mismas posibilidades y consecuencias que ella. Es una forma particularmente inepta de tragarse el cebo, morder el anzuelo y hacer el juego a un adversario que tiene todos los triunfos en su mano y sabe utilizarlos. Sólo la negativa a aceptar la provocación ideológica puede hacerla inoperante: algo que ninguna “refutación” teórica del despropósito formal logrará nunca. Se pueden perder las batallas y la guerra ideológicas “ganando” choques teóricos, del mismo modo que se pueden perder las batallas y la guerra políticas ganando elecciones y maniobras tácticas.

La crítica y la demostración, utilizadas como método ideológico, exigen las condiciones de crisis, voluntad social y medio cultural que preceden y hacen posible la recepción y reproducción de las ideas. Cuando esas condiciones se dan, determinados enunciados y conclusiones inmediatos y desnudos erosionan o franquean a veces la barrera protectora del sistema ideológico del fascismo con alguna eficacia; superior, en todo caso, a la que ofrecen desarrollos teóricos inadecuados ante la infracultura dominante.

El conocimiento del método y la ideología fascista, y la puesta en evidencia ante la conciencia popular de sus principales resortes y trucos son – desgraciadamente – una penosa, tediosa y deprimente necesidad que la aplastante y excluyente dominación de los monopolios de propaganda y guerra psicológica impone. Pero toda ideología democrática consecuente exige la ascética autolimitación de sus pulsiones, y debe resistir a la tentación, la satisfacción y las consecuencias de complacerse en la repetición del “éxito” formal, puntual, aparente o pedante frente al imperialismo. “El estiércol puede ser un objeto de estudio científico como otro cualquiera; pero, una vez que su formación y composición nos son conocidas, no tiene sentido meter las narices dentro cada vez que encontramos un nuevo montón.” La basura ideológica imperialista no merece más atención: no es utilizable ni reciclable, debe siempre manejarse con precaución, y su contacto continuado tiene consecuencias letales directas o indirectas para los adictos y sus allegados; los permanentes – optimistas o masoquistas – celadores de la propaganda fascista lo verifican a diario.

La eficacia de la propaganda totalitaria no depende de sus caracteres formales sino de la debilidad, la inferioridad y la indefensión correlativas en que se encuentran o a las que reduce a sus víctimas. El hecho de que en los Pueblos sojuzgados se den capas sociales afectadas e infectadas por tal propaganda, muestra el grado de debilidad moral o mental, el desamparo de amplios sectores sociales, aterrados por la represión y aturdidos por los monopolios de radio-televisión.

La aplastante superioridad de los monopolios de violencia y propaganda le asegura al fascismo y al imperialismo una supremacía ideológica que la simple crítica teórica no puede combatir. Les proporciona también inagotables reservas de “expertos”, fanáticos, cretinos, embusteros y sinvergüenzas, en número muchas veces superior a los agentes de la Resistencia. Todo ello, a la vez que disponen de reservas inagotables de agentes de represión y terrorismo frente a una ilusoria vía institucional o lucha armada; lo que les permite aceptar pérdidas a la par inmediatamente reparables, mientras que el adversario no puede ni cuantitativa ni cualitativamente reponer las suyas. La asimetría estructural de los diversos factores en conflicto hace que, para un Pueblo treinta veces más pequeño que sus predadores, la confrontación ideológica individual o “cuantitativa” es no sólo absurda sino materialmente imposible.

Tal confrontación es, con respecto a la abrumadora propaganda fascista, lo que “la vía institucional” y los atentados son a la violencia gubernamental: una absoluta inanidad, y tiene las mismas posibilidades y consecuencias. Un choque caso por caso continuo y prioritario le daría el triunfo a la estrategia fascista, con un sacrificio de piezas en número limitado y de baja calidad, mientras agotaría los efectivos del adversario, obligado además a quemar agentes de superior cualificación si es que dispone de ellos. Ahora bien, esto no le impide al fascismo establecer (como condición y resultado lógicamente discernibles de la dominación política, y – en todo caso – como recomendable hipótesis de trabajo) que las clases dominantes son o se presumen siempre ideológicamente superiores a las dominadas: para eso son respectivamente dominantes y dominadas. Más exacto sería decir que los colonizados son o se presumen siempre más tontos que los colonizadores; por difícil que esto pueda aparecer a la vista de las actuales capas dirigentes.

“¡Oh Dios de las batallas! Reviste de acero los corazones de mis soldados; que no se apodere de ellos el temor; quítales la facultad de contar, si el número de sus enemigos debe hacerles perder el valor.” (W. Shakespeare; King Henry V.)


La ignorancia de la magnitud de fuerzas en presencia, solicitada para sus soldados en esta oración que el Poeta pone en boca del Monarca Inglés ante la inminencia de una desigual batalla, pudo tener sentido estratégico en aquella relación de fuerzas y en aquel momento histórico; sobre todo teniendo en cuenta que la base demográfica y política de las fuerzas de ese rey estaba garantizada y a salvo en su propio País al otro lado del Canal. Pero en nuestro caso, muy al contrario de aquella situación, es la cualificación de los militantes y la lucidez de éstos en la correcta apreciación de las fuerzas de ocupación, represión y asimilación (unas fuerzas que virtualmente se extienden o son apoyadas por la totalidad social de las Naciones dominantes), las que deben ser potenciadas al máximo. Para nuestra desgracia, en nuestro País han sido precisamente sus pretendidos estrategas quienes han fomentado y practicado todo lo contrario: la ocultación e ignorancia de fuerzas en presencia. Es de este modo como el Pnv – actualmente “contrario a toda violencia” que no sea la violencia monopolista de ocupación – metió ya a nuestro País en una guerra suicida; y su corolario el Eta ha pretendido meterlo en otra. La incapacidad de esos pretendidos estrategas ha supuesto para nuestro Pueblo una catástrofe, una constante sangría a manos del Nacionalismo imperialista: el del absolutismo, del primitivo Fascismo y el Nacional-socialismo, y de sus herederos del Segundo Franquismo.

Una vez que el imperialismo francés estableció el modelo de totalitarismo moderno tras su Revolución nacionalista, el imperialismo español – imitador del modelo francés – manifestó también con las guerras del siglo XIX que el tiempo de las soberanías compartidas o restringidas había terminado; que, cualesquiera que fuesen las variaciones formales o administrativas, no aceptaría nunca más la división del poder político absoluto. A partir de entonces unas falsas “igualdad” (que negaba los derechos humanos fundamentales), “libertad” (de los dominadores para imponerse sobre los Pueblos dominados), “sufragio universal” (dentro del “universo” totalitario español y francés impuesto a nuestro Pueblo por la violencia criminal), “nación y democracia”:  conceptos conveniente e ideológicamente manipulados y falsificados, eran los nuevos títulos de legitimidad alternativamente invocados que encubrían la realidad y la continuidad del despotismo, el totalitarismo y el Nacionalismo imperialista. Pero nuestro País se negó a comprender que la liquidación foral se había hecho no para instaurar esas falsas libertades, “el acuerdo y el pacto” sino precisamente para destruir la independencia residual y establecer la integración totalitaria; así pues siguió esperando durante cien años la restauración foral, como actualmente sigue esperando que el régimen fascista “muestre voluntad política”. (¡¿Más voluntad aún?!)

Ya en el siglo XX, cuando llegó la República (esta vez española), esperó en vano el “estatuto de autonomía”.  Tras cinco republicanos años de represión, terrorismo, cierre de periódicos, votaciones y estatutismo, los “estrategas” del Pnv y sus satélites dejaron de jugar a elecciones y democracias y, mordiendo una vez más el anzuelo, cuando se sublevó Franco substituyeron el realismo político por “los sueños democristianos de color de rosa” y el romanticismo belicista, para – sin preparación y sin contar con un solo aliado efectivo – lanzar al País a una guerra solitaria, “imprevista”, improvisada y suicida contra las Potencias del Eje. (Desastres que van desde la ofensiva sobre Vitoria – anticipo de errores estratégicos tales como la batalla del Ebro o la batalla de las Ardenas – hasta la “capitulación” de Santoña.)

Una guerra desastrosa para un Pueblo que no se ha recuperado nunca de las terribles pérdidas sufridas: fatal para quienes quedaron por los montes, fueron asesinados o aplastados bajo las bombas del Eje, encarcelados o esclavizados por defender la libertad y la entidad nacional o por hablar en la Lengua de los vencidos, y también para cuantos debieron buscar refugio y subsistencia a través de las fronteras. El Pueblo Vasco mostró así su vigor y voluntad nacionales, pero también su falta de madurez y sentido políticos que lo dejaron diezmado e indefenso, con su vanguardia fusilada, exilada y aterrorizada, disminuido y debilitado por la nueva versión totalitaria de las constantes de ocho siglos de conquista. Las consecuencias exceden de toda ponderación.

Los fines y medios que constituyen la centenaria dominación imperialista franco-española quedaron establecidos con la máxima intensidad en la práctica del régimen Franquista, impuesto por la rebelión militar y oligárquica de 1936. Y, de nuevo, contando con el impulso, el estímulo, el aliento, la justificación, las bendiciones y la plena implicación de la Iglesia Católica en la empresa totalitaria.

El objetivo fundamental del Nacionalismo imperialista español y francés no es – como ha sucedido con otros predadores, otras presas y en otros lugares o condiciones – sólo la dominación política, cultural o económica, o la explotación más o menos prolongada del Pueblo oprimido, sino la negación y la liquidación del Pueblo Vasco como tal. Nada cambian para el caso la variación y sucesión de etapas y fases diferentes, la aceleración o deceleración funcionales del proceso, sus inflexiones brutales y sus períodos de explotación de las ventajas adquiridas. El objetivo, los medios, la estrategia histórica son los mismos, no han cambiado nunca, y obtienen la adhesión de la casi totalidad de las fuerzas materiales y espirituales de los Estados ocupantes y sus Pueblos. (La reserva es meramente de principio, puesto que las excepciones son individuales.)

Ordenados al logro de tales objetivos, los servicios monopolistas de propaganda, información, desinformación, intoxicación ideológica y guerra psicológica – cuya eficacia se encuentra multiplicada por los modernos vehículos mediáticos – mantienen diariamente al rojo vivo el Nacionalismo, la xenofobia y el odio de las masas contra los Pueblos oprimidos.

El actual orden y desorden imperial o hegemónico del siglo XXI no son los del equilibrio bipolar y el terror nuclear del XX. Aun en áreas reducidas, el marco “institucional” no es el mismo ahora que bajo el Estado “liberal”. El mundo actual no es el de 1834 y las Guerras Vascas de Independencia llamadas “carlistas”,  ni el de 1936 y la crisis bélica ascendente, ni siquiera el de 1975 y la crisis institucional del Franquismo. Los atentados del siglo XXI no tienen la misma significación y el mismo tratamiento que los atentados del XIX. Tampoco el totalitarismo integrado e integral de los sucesores y continuadores hipócritas del General Franco es el mismo arqueo-totalitarismo castrense residual y mal considerado de su fundador, cómplice y criatura del Eje. Pero, ahora como antes, el poder extranjero sólo confía en la explotación de su monopolio de la violencia criminal para destruir totalmente la democracia, la libertad, los derechos humanos fundamentales e inherentes, y ante todo el derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y previa condición de todos los demás. Ignorar que estas cosas son así es la normalidad de los Pueblos débiles, incapaces de llegar a tiempo a las encrucijadas históricas decisivas; lo que en política vale tanto como no llegar nunca.

Los Pueblos todavía sojuzgados por la dominación imperialista son política e ideológicamente pequeños y débiles. Salvo el caso de particulares o más amplias constelaciones estratégicas, la Resistencia al imperialismo, al colonialismo y al fascismo es la lucha desigual contra un enemigo que dispone de medios de violencia, terrorismo y propaganda muy superiores; de recursos demográficos y económicos incomparablemente mayores; y de amplias complicidades internacionales. En un mundo ordenado o desordenado por la violencia y la relación de fuerzas, que es el único que hay, la simple consideración geopolítica – “el espacio, el número, los recursos” – pone de manifiesto que la lucha por la libertad nacional frente a Estados criminales, incomparablemente mayores y más fuertes, no tiene en principio ninguna posibilidad de éxito. Los numerosos Pueblos de toda condición y dimensión que han alcanzado la independencia contra la dominación imperialista lo han hecho casi siempre con el apoyo, la protección y el padrinazgo – más o menos estables, permanentes o circunstanciales – de una Potencia relativamente grande; o aprovechando los conflictos que enfrentan, equilibran o neutralizan a las grandes Potencias entre ellas. La protección de una grande o media Potencia aparece en muchos casos como la única vía o esperanza de salvación, y la “independencia protegida” se configura en protectorado formal o real.

La hostilidad general de los Estados y los Pueblos “libres” hacia todo Pueblo oprimido que lucha por la libertad no es solamente resultado del egoísmo, el interés nacionalista o el instinto de dominación imperialista y colonial. Ocurre además que las ideas y las imágenes abstractas, los prejuicios y los mapas murales, vehiculan desde la primera infancia el adoctrinamiento administrativo, diseñado para potenciar la ignorancia y el desprecio de los demás Pueblos “no-existentes”. A partir de ahí, la indiferencia y la perezosa resistencia – tanto de intelectuales, políticos como de simples turistas – contra todo cambio que signifique tener que salir del confortable entorno mentalmente inerte y previsible: que de ese modo fue construido e imbuido en sus conciencias, refuerzan en particular la irritada repulsa hacia los Pueblos pequeños, “que lo hacen todo tan complicado” (1).

(1)  

Durante el verano de 1938, se mantuvieron en Inglaterra, en la mansión Cliveden, unas reuniones de fin de semana a las que acudía cierta élite y la clase política conservadora británica, que apoyaba la “política de Apaciguamiento” con Hitler. Era un grupo conocido como ‘la Camarilla de Cliveden’: un temprano precedente de ‘think-tank’; y huéspedes habituales de él eran el Primer Ministro Chamberlain y su Ministro de Exteriores, Lord Halifax.

“Aquí, la Alemania nazi [como podrían haberlo dicho – y sin duda lo dirían – de la España Franquista: su aliada y protegida, respetada siempre por las ‘democracias occidentales’] es considerada como un ariete muy útil contra el bolchevismo; por el contrario, Checoslovaquia apenas tiene portavoces en esta reunión, tan pocos como en la prensa conservadora. En el verano de 1938, algunos periódicos británicos – tales como el Daily Expressy el Daily Mail– reprochaban a los Checos haber tardado demasiado tiempo en hacer las concesiones necesarias, con lo que el mundo corría peligro de verse inmerso en otra guerra mundial; así pues, desde ese punto de vista los Checos habían perdido mucha popularidad. Se pensaba que les correspondía a ellos hacer las concesiones necesarias para asegurar la paz en Europa; que eran ellos los que ponían el mundo al borde de la guerra por empeñarse en mantener esa franja de tierra: ‘que le den el territorio de los Sudetes a Hitler, y entonces éste dejará al resto del mundo en paz’, muchos pensaban así. Entre los huéspedes de Cliveden también se encontraba el Editor de The Times, Geoffrey Dowson, y a principios de Junio[1938] escribe en su editorial que la única salida posible es ceder los Sudetes al Reich Alemán.”

Chamberlain estaba dispuesto a pagar el precio exigido por Hitler para la paz. Por el contrario, el Embajador checo en Londres, Jan Masaryk, como representante de los Estados pequeños, se mostraba combativo: “Estos enanos están portando la bandera de la Libertad y la bandera de Dios, y estamos dispuestos a defenderla si es necesario”.

(En su heroica determinación, tal vez fue aventurado invocar la bandera de Dios, que ha estado simpre muy disputada. Se ha comprobado a través de la Historia que todo el mundo, no importa lo que esté dispuesto a hacer para lograr lo que le conviene, se la atribuye o confía en Él: Deus vult – Dios lo quiereIn God we trust etc. Según había sido afirmado “Dios está siempre del lado de los batallones más fuertes”. En cualquier caso, los batallones alemanes habían llevado en sus cascos la leyendaGott mit uns: Dios con nosotros, y siguieron llevándola en la hebilla de su cinturón durante la Segunda Guerra Mundial.De hecho, sus capellanes no dejaban de recordarlo a los soldados de la Wehrmacht, como prueba de la superioridad moral de la causa Nazi. Como es sabido, en cuestiones de ideología se impone la de quien impone su violencia y es por tanto capaz de imponer y repetir su “verdad” más veces; poco importa que sea de forma cínica o fanática, a condición de que quien pueda ponerlo en evidencia haya sido previamente liquidado o amordazado.)

Finalmente, por el Tratado de Múnich del 29 de Septiembre de 1938: resultado de la política británica de “Apaciguamiento” que permitió a Hitler presentarse como amante de la paz y seguir ganado tiempo (mientras Chamberlain agitaba alborozado un papel sin valor con la firma de aquél), “los Sudetes regresan a la gran Patria alemana”, primer paso para la posterior ocupación nazi de todo el Estado checo. (Según laadvertencia hecha al Premier: “Se os dio la elección entre la guerra y el deshonor. Elegisteis el deshonor, y tendréis la guerra”. Lo que vino un año después confirmó esto en sus peores augurios.) En cualquier caso, la derrota militardel nazismo alemán permitió una total liquidación de la herencia colonial del Sacro Imperio Romano de la Nación Alemanaen Bohemia-Moravia, así como la de los Caballeros Teutónicos y sus Cruzadas obtenida sobre los Pueblos prusiano-bálticos; “argumentos” que habían servido a Hitler para invocar una versión falsificada e imperialista del derecho de autodeterminación.

Los Pueblos que no construyen, no preservan o – si ya existe – no restauran su propio Estado, no existen para la “comunidad internacional” de los Estados dominantes; son impostores, “débiles mentales”, o delincuentes nacionales e internacionales. “Un Pueblo que a estas alturas de la Historia no tiene todavía su propio Estado, no merece que perdamos el tiempo hablando de él.” Lo único decente que puede hacer – parecen decir otros de entre esa “respetable comunidad” – es desaparecer, para no complicarle las cosas a Engels o hacerle perder el tiempo a Hegel.

La carrera por la libertad o la destrucción de los Pueblos ha entrado ya en la recta final, pues el espacio se agota, el tiempo se acaba, y los plazos se cumplen. El fascismo es hoy la forma terminal, acabada, necesaria e inevitable del Nacionalismo imperialista; porque la empresa sistemática de sojuzgamiento y liquidación de Estados, Pueblos y Naciones: que se pretende absoluta, total y final, no puede ya proseguir sin el recurso a las formas totalitarias más “perfeccionadas” de opresión, represión y condicionamiento ideológico de masas, inherentes al fascismo. De este modo, las consecuencias de la empresa imperialista las pagan todos, porque ésta acaba volviéndose también contra los propios Pueblos predadores: “Un Pueblo que oprime a otro no puede ser libre”. La victoria definitiva del Nacionalismo imperialista implica, a veces en tiempo muy breve, la destrucción irreversible e irreparable de Estados y Civilizaciones, Naciones y Razas, Culturas y Lenguas pluri-milenarias.

Para los pequeños Pueblos sojuzgados, la victoria por desarme o destrucción del enemigo es imposible; sólo mediante la Resistencia Nacional pueden evitar la derrota e impedir la propia destrucción. Sólo hay un medio para ellos de escapar a su funesto destino; las Naciones dominantes lo saben, si bien las dominadas no siempre lo saben o quieren saberlo: la cualificación estratégica y la integración general de los recursos de su base social en una política coherente de Resistencia democrática y Salvación Nacional; y la construcción o restauración de sus propias Instituciones estatales. Institucionalización estatal, y cualificación e implementación estratégicas, son la única alternativa posible a la sumisión y el genocidio.

Las eventuales ventajas compensatorias que esos Pueblos pueden utilizar, para paliar su debilidad, provienen de la utilización de los elementos que les son favorables en la asimetría estructural del sistema imperialista de dominación. Remiten a los factores “morales” de los conflictos, a saber: motivación y convicción, determinación y resolución, lucidez en la apreciación de la situación y las fuerzas en presencia, intuición y percepción correctas de de la realidad, y capacidad de reaccionar con iniciativa, decisión, anticipación y adaptación. Son las cartas con las que debe contar – con las que cuenta o no cuenta – la Resistencia Nacional frente al imperialismo, el colonialismo y el fascismo internacionales.

Todo Pueblo pequeño – poco numeroso, sin recursos, o política e ideológicamente débil – recibe un tratamiento parecido según sean el vigor de su Resistencia, y las afinidades, las circunstancias y la virulencia de sus predadores. Todo ello con el apoyo incondicional de las NU (que han traicionado siempre su propia normativa formal), de la UIE (que no ha traicionado nada porque siempre ha sido lo que es), y de los mismos Estados Miembros que suscribieron la Carta. Las Organizaciones “supranacionales” son creaciones de los Estados, a los que sirven en la represión de los derechos humanos de los Pueblos. “La protección de los derechos humanos,  y la dimensión humana de las Organizaciones internacionales o supranacionales”, son cuentos y sermones hipócritas para engañar a los eternos ingenuos.

Sin embargo, las funcionales sandeces que la propaganda imperialista y fascista de masas difunde a diario entre sus víctimas no tendrían vigencia posible, en una sociedad donde la libertad y la capacidad de expresión, crítica e información no hubieran desaparecido por efecto de la represión de los derechos humanos fundamentales. El retroceso del método científico, la extensión y penetración de la irracionalidad y el obscurantismo, la credulidad creciente de las masas no son sólo consecuencia sino condición – y sobre todo causa – del avance del totalitarismo y el imperialismo; del condicionamiento, la intoxicación, la manipulación y la fabricación administrativas de la opinión pública; y del retroceso de la libertad y la democracia en las sociedades contemporáneas. Estos factores son parte significativa en el nuevo orden terrorista e imperialista mundial que está instalándose ante nuestra vista, y se manifiestan ya con alcance universal.

De todos modos, el arma ideológica no es ciertamente la fundamental para el imperialismo. El imperialismo y el fascismo no conocen más dialéctica que la de los cañones: no saben, no quieren, no pueden acceder a ninguna otra. La ideología es sólo un trasunto de su posición y resolución fundamentales, a saber: mantener el monopolio de la violencia a ultranza y el Terrorismo de Estado contra los Pueblos sojuzgados. Pretender modificarlas por la crítica teórica sería tanto como explicar al lobo por qué no debe comerse a la oveja; teniendo en cuenta, además, que el hambre está aquí intensificado y multiplicado por factores de odio, ideología y psicología nacionalista y terrorista que nunca han afectado a tan noble animal.

Nada, fuera de una Resistencia de nivel estratégico, puede contener las ansias exterminadoras de los “grandes” Pueblos homicidas y genocidas, predadores del género humano. Los imperialistas y fascistas no conocen más racionalidad ni más moralidad que las que convienen a su dominación. Decencia, honestidad y humanidad son sentimientos que les son ajenos. En su pathos colectivo, en su moral hipócrita sin honor y sin vergüenza, en su conciencia nacional desgraciada, falseada y pervertida sólo caben el desprecio, el odio, la crueldad, el espíritu de aniquilación, el ánimo de venganza y ensañamiento hacia los Pueblos oprimidos. En realidad, la conquista, la incorporación, la opresión y la represión, así como la xenofobia teórica y práctica, son involuntarias formas de reconocimiento.

Por lo demás, cuando los agentes del Nacionalismo imperialista franco-español mienten sobre los datos más evidentes de la realidad sociológica, histórica y prehistórica del Pueblo Vasco; cuando deliberadamente ocultan los criminales fundamentos históricos y sociales de su propio poder; o cuando cuidadosamente enmascaran la odiosa realidad de represión, Violencia criminal y Terror que lo constituye, no necesariamente esperan que alguien les crea. Para ellos, la mentira y la falsificación flagrantes son ante todo demostración regaliana de fuerza e impunidad; signo convenido de identidad; medio y prueba de adhesión; y entendimiento y solidaridad entre fascistas. Es por ello que, convencidos como están de que todo falseamiento parcial del caso sólo podría perjudicarlos, sus agentes prefieren ahorrarse complicaciones y explotar las ventajas de la negación o la falsificación totales del hecho criminal, del lugar, la hora y los sujetos: como es sabido, las causas criminales formalmente desesperadas o perdidas encuentran así una línea de defensa de limitado pero comprobado rendimiento.

Pero el hecho, el sujeto y todo lo demás es que, a pesar de las constantes agresiones sufridas, el Pueblo Vasco sigue manteniendo en plena vigencia y actualidad todos sus imprescriptibles e irrenunciables derechos fundamentales, en particular los derechos de autodeterminación y legítima defensa, que ninguna agresión ni ocupación a manos del imperialismo y del colonialismo pueden abolir sea cual sea la fecha de la subyugación o “adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la fuerza”.

El hecho crucial de la permanencia del Pueblo Vasco a través de los tiempos en los territorios que son los suyos propios, y de su igualmente nunca interrumpida lucha por la libertad, confiere plena legitimidad y vigencia a su Estado ocupado, y supone plebiscito permanente e irrefutable de su inalienable derecho de autodeterminación. Frente a esta permanente realidad nacional, estatal y democrática, el único recurso del régimen imperialista y fascista de España y de Francia es el mantenimiento de su monopolio de la Violencia criminal, y el reforzamiento del Frente Nacionalista (todas-tendencias-reunidas) en apoyo del actual paroxismo represivo fascista, administrativo y policial; una situación en la que – como en las mejores épocas del despotismo asiático español – “no se puede hablar ni callar sin peligro”.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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