El Nacionalismo imperialista franco-español (III)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO,, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



III – El Nacionalismo imperialista franco-español


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


Has Heaven reserv’d, in pity to the Poor,

No pathless Waste or undiscover’d Shore?

No secret Island in the boundless Main?

No peaceful Desert, yet unclaim’d by Spain? (Samuel Johnson; London’, 170-3.)

(¿No ha reservado el Cielo – en compasión de los pobres –

ningún impracticable yermo, o ignoto litoral?

¿Ninguna recóndita isla en la ilimitada mar océana?

¿Ningún tranquilo desierto, que no hayan sido reclamados aún por España? Traducción: F. C.)



“La volonté du génocide culturel paraît marquer les peuples latins; et parmi ceux-ci, tout en tête, la France.” “La puissance du génocide français repose sur le mythe de l’universalité.” (Yves Person)

(“La voluntad del genocidio cultural parece marcar a los Pueblos latinos; y entre éstos, completamente en cabeza, a Francia.” “La potencia del genocidio francés descansa sobre el mito de la universalidad.”)


Siendo la violencia el elemento constitutivo de la política en general (y de la guerra y el derecho en especial, como tendremos ocasión de exponer más adelante), tanto más se extiende y agudiza aquélla en cuanto que constituye la base política del Nacionalismo imperialista. De la Violencia criminal, la Guerra, la Represión y el Terror franco-visigóticos precedentes, surgieron en nuestro País la Violencia criminal y el Terror del presente dominio español y francés, a cuyas condiciones concretas debe adaptarse toda Resistencia en los Territorios ocupados y colonizados del Pueblo Vasco.

Sin embargo, el imperialismo de España y de Francia no puede mostrar ante el mundo la verdadera naturaleza de este poder, ni el origen y el fundamento de su “legalidad” y su pretendida “legitimidad”. Debe disimular y distorsionar la realidad, las fuentes, la “Constitución” (real o primaria, y formal o secundaria), y los fines y medios del sistema de dominación nacional-imperialista franco-española en los Territorios ocupados y anexados del Pueblo Vasco; es decir: el fondo de los problemas de los que ese imperialismo nacionalista franco-español es la causa.

El poder establecido mediante guerra, terrorismo y la ley del más fuerte cínicamente afirmada; mediante Violencia criminal y ocupación militar, conculcación de los derechos humanos fundamentales e históricos, desprecio del derecho internacional de libre disposición o autodeterminación de los Pueblos (primero de los derechos humanos y condición previa de todos ellos), agresión contra la integridad e independencia de Estados legítimos, destrucción de los caracteres nacionales del Pueblo Vasco a través de la violencia y el desplazamiento de poblaciones; y mediante el dominio sobre la economía y la cultura: son todos ellos los hechos históricos y sociológicos que están en la base del actual sistema político de ocupación imperialista de España y de Francia, y que condicionan y ordenan todas sus formas. Hechos que la ideología nacional-imperialista no puede asumir y que necesariamente debe arrancar de las conciencias.

En su lugar, el imperialismo debe hacer entrar y arraigar en las conciencias la idea de la Nación dominante una y única; el origen y el fundamento democráticos, no-violentos y no-nacionalistas de la ocupación colonial; y la legitimidad del Estado  criminal que es su autor y beneficiario. Debe reducir a la nada, ya en idea, la Nación y el Estado sojuzgados; presentar la resistencia democrática de todos quienes no se arrastran ante el Nacionalismo imperialista, como fascista, agresiva, violenta y “nacionalista”; y desprestigiar y difamar todo lo que queda de libertad, dignidad y espíritu de independencia en el Pueblo oprimido: ¡Pesada tarea, incluso si todo es posible allí donde el monopolio de la violencia establece y asegura el monopolio ideológico!

Para prevenir toda Resistencia, los monopolios – civiles, militares y eclesiásticos – de propaganda, lavado de cerebro e intoxicación ideológica de masas promueven cada vez más agresivas campañas de manipulación y disolución ideológicas, y de culpabilización de las víctimas, indefensas ante la Violencia criminal y el Terrorismo de masas del Nacionalismo imperialista.

Es eminentemente comprensible la necesidad en que se encuentra el imperialismo franco-español de impedir, por todos los medios, la más mínima libertad de elaboración y expresión de las ideas democráticas. Visto el nivel teórico-formal de la ideología dominante, nadie podría creer que semejante basura pueda imponerse socialmente sin la represión y el miedo que los monopolios de Violencia y el Terrorismo de Estado ejercen e infunden en sus víctimas, sin los medios de difusión e intoxicación de masas que los correspondientes monopolios ponen a su servicio exclusivo, y sin la “oposición” prefabricada de colaboracionistas y cómplices indígenas, todavía más incapaces o más corrompidos que sus patronos. Nadie puede creer tampoco que, para oponerse a eso, sea necesario recurrir al miedo (cosa que el dominador denuncia hipócritamente ante la eventual Resistencia del dominado), en cualquier lugar donde exista la más elemental libertad de pensamiento, expresión, crítica, información y comunicación; es decir: exactamente lo que el dominador impide que haya.

El adoctrinamiento de la sociedad es hoy en día tanto más eficaz, puesto que conocimiento, ciencia, cultura, educación, información y comunicación: administrativamente reprimidos y orientados, se confunden y forman un todo con la propaganda y el condicionamiento psicológico de masas al servicio de los intereses del Gobierno; dado que los ideólogos y agentes-funcionarios de éste bombardean el pensamiento único y exclusivo, mientras que cualquier crítica y dato objetivo están excluidos por la violencia, el miedo, la ignorancia y la corrupción; y porque la pretendida oposición se encarga de decir lo que el poder imperialista y fascista establecido quiere que se diga.

Los monopolios administrativos se esfuerzan por ocupar y saturar el espacio audiovisual, y por producir el ruido y las nubes de humo que interfieran o hagan imposible cualquier información susceptible de facilitar la toma de conciencia de la población sobre las verdaderas cuestiones y las verdaderas responsabilidades. El condicionamiento de las masas debe también nublar y aturdir las conciencias, e impedir que se exprese cualquier pensamiento independiente y crítico: tan convencidos están sus promotores de su incapacidad – teórica – para afrontar la más elemental verdad histórica y política. Su acción trata de tapar los agujeros por donde podría infiltrarse un resto de información y conocimiento, incluso el más inmediato y elemental, sobre la realidad del poder que el Nacionalismo francés, con la inestimable ayuda de su socio español, ejerce sobre la Nación vasca.

“WORCESTER: [...]; porque – vos lo sabéis bien – nosotros los del partido agresor debemos mantenernos apartados de un examen estricto, y tapar todas las lucernas, cada tronera por donde el ojo de la razón pueda espiarnos.” (W. Shakespeare; ‘King Henry IV, Pt. 1’, IV, i, 69-72.)

Propaganda y guerra psicológica, ruina de la memoria histórica y de la conciencia colectiva de los Pueblos, dogmatismo y obscurantismo, destrucción de la razón, distorsión, confusión y perversión del lenguaje y de los conceptos, aniquilación del sentido crítico, condicionamiento y lavado de cerebro, adoctrinamiento y atiborramiento del cráneo, e intoxicación ideológica de masas hacen un conjunto inherente a la ideología imperialista en el cual ningún elemento es superfluo. Es la expresión de la dominación social y el monopolio de la violencia criminal puestos en escena.

La ideología nacionalista-imperialista no pretende la verdad o el conocimiento sino la dominación sobre los Pueblos y la desaparición de las personas libres. Cuanto más estúpidos sean sus pacientes, más débiles y más sumisos serán. Basta constatar la magnitud de los daños causados sobre una opinión pública sin defensa, para medir la temible eficacia que demuestran los servicios de condicionamiento monopolista de las masas. Transformar las personas en títeres serviles, sumisos y dependientes, con los reflejos políticos embotados y condicionados; en alienados sociales y mentales con cerebros lobotomizados, lavados, vaciados, rellenados y reciclados, es el objetivo del sistema imperialista de condicionamiento ideológico.

Lo que ahora llaman Francia y España, Hijas Predilectas de la Santa Sede, fue el resultado de la expansión imperialista del reino de los francos y de los reinos hispánicos sobre los Pueblos y Estados limítrofes, cristianos y musulmanes; contando ambas con la instigación constante y el inestimable apoyo – político e ideológico – de la Iglesia Católico-romana a la criminal empresa nacional-imperialista. Prefigurando el futuro, Inocencio III mostraba ya el camino de falsificación de la realidad y perversión del lenguaje venideros – como medios para lograr la justificación y el camuflaje del Terrorismo imperialista – declarando Negotium Pacis et Fidei a su romana licencia para el negocio de la ocupación y apropiación de Estados mediante guerras de agresión, massacres y saqueos de ciudades enteras, hogueras y fanatismo, genocidio y liquidación de Pueblos: criminales procedimientos incesantemente alentados y bendecidos como Cruzada por la Iglesia romana. Todo ello, desde el principio, es el fundamento y constitución de lo que llaman España y Francia.

El régimen político impuesto al Pueblo Vasco por el Nacionalismo imperialista hispano-francés no se funda sobre la libre adhesión, manifestada y desarrollada por procesos constituyentes, transiciones, elecciones y otros procedimientos “democráticos”. Es el resultado de muchos siglos de Violencia criminal, agresión, guerras, conquista, ocupación, Terrorismo de Estado y asesinatos de masa; de pillaje, subyugación, desmembramiento, separación, anexión, ignominiosa negación y destrucción de la integridad y la independencia del Reino de Nabarra y de sus originarias instituciones y garantías forales y de costumbre; de dictaduras, colonización, exclusión y deportación; de crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad; de conculcación teórica y práctica de los derechos de independencia y de legítima defensa de todos los Pueblos; y de negación teórica y práctica de su libertad, su dignidad y su identidad propias. El objetivo estratégico perseguido no es simplemente la dominación y la explotación sobre el Pueblo ocupado y colonizado sino su liquidación.

El insaciable apetito de dominación sobre Pueblos y tierras del Nacionalismo español y francés obedece a instintos y pulsiones predatorios consolidados y potenciados por muchos siglos de despotismo interno y externo, y desborda consideraciones utilitarias o racionales. La historia resultante, de que tan orgullosos se sienten, es la historia de las mayores empresas y organizaciones criminales continentales y trans-continentales de fanáticos malhechores, ladrones y asesinos de toda la Historia de la Humanidad.

Los Imperios español y francés se han fundado y conservado por la Violencia criminal, el Terror y la conculcación de todos los derechos humanos; y sus instituciones chorrean la sangre de sus innumerables víctimas. Los Pueblos que padecen su multi-secular Nacionalismo imperialista son testimonio vivo de sus monstruosos crímenes. Acabar con los testigos es la única forma – y un motivo suplementario – que les queda para sobreseer responsabilidad y culpabilidad; para relegar a un “pasado irrelevante” el fundamento de la realidad contemporánea; y para borrar las huellas más evidentes del abominable, inolvidable, imperdonable e imborrable pecado original sobre el que esa realidad se ha constituido. “Tales son los procedimientos idílicos” que constituyen el régimen vigente de España y de Francia, al servicio de una empresa deliberada y permanente de genocidio total contra el Pueblo Vasco y de destrucción de su Estado histórico.

El contenido propio del Nacionalismo imperialista se manifiesta en toda la extensión de las relaciones sociales. Las palabras dan tan abstracta como pobre idea del contenido y de los horrores de la agresión imperialista; de la realidad y los fundamentos del régimen de ocupación, colonización y genocidio implantado en nuestro País por el Nacionalismo hispano-francés:

• Guerra y ocupación militar, eliminación física por fusilamiento inmediato y paseos al amanecer, prisión, tortura y ejecución sistemáticos de la oposición democrática; secuestro, amenaza, coacción, chantaje y toma de rehenes de la Resistencia – factores excelentes del terrorismo de Estado – por el único crimen de encarnar, conservar o defender los derechos humanos fundamentales, la libertad y la propia identidad nacional. Desapariciones Forzadas de personas, con valores porcentuales que ponen a nuestro País a la cabeza del mundo. Cuotas municipales de vecinos a fusilar porque “Es necesario crear una atmósfera de terror”; ejecuciones públicas y “privadas”, legales e “ilegales”, oficiales y oficiosas por decapitación, horca o fusilamiento sistemáticos. Cárceles y campos de esclavitud y trabajos forzados para excombatientes y no combatientes, negación de la calificación y los derechos de prisioneros de guerra a los culpables de “alzarse en armas contra el Gobierno”. Destrucción, incendio, bombardeo y pillaje; deportación, hambre, frío y enfermedad abatiéndose sobre niños, mujeres y hombres que completaban la lista de los muertos y encarcelados: víctimas inocentes de la agresión, el terrorismo y la exclusión fascistas, de la persecución, la venganza, la vesania, la crueldad y el sadismo de los vencedores;

• Genocidio “directo” armado o destrucción general deliberada de la personalidad racial, lingüística y cultural del País sojuzgado por el nacionalismo: objetivos inherentes a la dominación imperialista excluyente de Pueblos y Naciones. Modificación de la base demográfica por exterminio, fusilamiento, expulsión, deportación, colonización, plantación, substitución, inmersión y asimilación de poblaciones, destinados a completar la solución final por la liquidación del Pueblo sojuzgado, prefabricando de paso las clientelas y “mayorías electorales democráticas” de importación del presente y del futuro régimen colonial;

• Segregación y deportación de poblaciones como arma absoluta de implantación imperialista; discriminación racial, lingüística y cultural inherente a la dominación nacionalista; negación, exclusión, menosprecio y humillación de la existencia, la alteridad y la identidad de un Pueblo que se postula inexistente para mejor destruirlo de hecho; destrucción de su cultura y de su Estado históricamente constituidos. Falsificación de la historia, de la realidad social y política. Destrucción, usurpación, recuperación y falsificación de sus signos distintivos por la Administración colonial. Monopolio, centralización y concentración de la violencia y el poder. Determinación imperialista de la estructura internacional de clase. Organización de una economía política de transferencia y dependencia, de expoliación y subdesarrollo, de extorsión, embargo, apropiación, pillaje y explotación sistemáticos de los recursos naturales y productivos;

• Servicio militar impuesto por la violencia, con derecho y obligación de matar y hacerse matar al servicio del nacionalismo dominante. División y separación de personas, familias y territorios por fronteras impuestas, con una frontera interior durante largo tiempo herméticamente cerrada, intensificando así la represión directa e indirecta y haciendo imposibles las relaciones económicas, familiares, sexuales, culturales, lingüísticas, ideológicas y políticas. Destrucción de la sociedad de proximidad, del grupo familiar y de la relación filial: reserva, espacio y refugio últimos de la comunicación, la cultura y la conciencia nacionales, acorraladas por el totalitarismo. Dominación sexista del hombre sobre la mujer, inherente al orden imperialista y colonial. Privación de la libertad de circulación y comunicación de gentes e ideas, imposición y denegación de pasaportes y salvoconductos intercomunales. “Adhesión a los principios del Movimiento” y “Formación del Espíritu Nacional” (obligatorias y obligadas para quien tuviera la pretensión de poder vivir y comer en este País), impuestas a cargo de quienes ejercen el monopolio de la violencia y el terror establecido por siglos de guerras, conquista, ocupación, despotismo asiático, absolutismo y fascismo. (Han sido “substituidas” por lo que ahora llaman “Educación para la ciudadanía” y “Educación para la paz”: nueva envoltura del imperialismo y el fascismo tradicionales.)

• Asesinato para el robo y la confiscación de propiedades jamás restituidas. Exclusión y redistribución forzosa de los puestos de trabajo “vacantes” tras el fusilamiento, la deportación, la persecución y los despidos de los “separatistas” vencidos, substituidos por los vencedores: “caballeros excombatientes, mutilados o titulares de carnet” del Requeté y de la Falange. Régimen efectivo de Partido y Sindicato únicos, fabricados, financiados y dirigidos por el poder total, y substituidos luego por el pluralismo “de pega” de organizaciones fabricadas, financiadas y dirigidas por el poder real;

• Persecución, represión y liquidación de la libertad de expresión, comunicación e información, de toda libertad de pensamiento, opinión y crítica. Subordinación y ordenación totalitarias del conocimiento, la ciencia, el arte, la cultura y las creencias a la suprema autoridad y a las directivas y decisiones políticas y administrativas del Estado. Apología, exaltación, exclusión, exhibición y ocultación a la vez de la violencia y el terrorismo de Estado mediante la manipulación, la reducción y la extensión de los correspondientes términos y los conceptos. Silencio o exaltación de los horrendos crímenes de militares y clérigos falangistas y carlistas contra hombres, mujeres y niños indefensos, víctimas del terrorismo fascista. “Condena de la violencia y el terrorismo vengan de donde vengan”, salvo los que vienen de ellos;

• Persecución de la lengua nacional, reducida a jerga vergonzante. Secular devalorización, postergación, humillación, prohibición y persecución de la lengua, la cultura, el arte y las manifestaciones propias, e imposición de las ajenas a todos los niveles. Imposición del patriotismo importado de la Nación dominante por los monopolios de violencia, comunicación y desinformación. Veamos un ejemplo de esa criminal tarea:

“En los momentos actuales de la Nueva España que se está forjando a costa de la sangre generosa de nuestros héroes y mártires venimos obligados la retaguardia a defendernos de aquellas funestas, viejas y malas costumbres y adoptar otras nuevas con arreglo al Estado Nacionalsindicalista a que nos lleva entre triunfos nuestro invicto Caudillo. Para hacernos dignos de la Patria nuestra primera obligación es educarnos en esta Nueva España que se crea, y ser ante todo y sobre todo patriotas. Debemos, pues, enaltecer por todos los ámbitos, no sólo de nuestro suelo sino del orbe, nuestros usos, nuestras costumbres netamente españolas, y principalmente propagar la belleza de nuestro magnífico idioma castellano. Esto es para todo buen español materia sencilla y al alcance del que se considera verdaderamente patriota. Si eres español habla español. Si eres español, tu deber como tal es hacer que todos los españoles lo hablen. Por Dios, por España y la Revolución Nacionalsindicalista. Saludo a Franco. ¡Arriba España! San Sebastián, 16 de Abril de 1937. Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes Obreras Nacional Sindicalistas”.


• Confiscación por el Estado de la educación; conversión de los parvularios en centros administrativos de intoxicación ideológica que opongan padres e hijos: sólo así esperan fascistas e imperialistas extirpar la semilla maldita de la pasión por la libertad y el amor al País que mueve a sus naturales. “Educadores” civiles, militares y eclesiásticos fascistas; importación-exportación de funcionarios, curas, frailes y monjas, todos igualmente celosos de su cometido: “Hay niñas que hablan vasco en este colegio; ¡qué ordinarias!”. (Las fuerzas armadas de ocupación prefieren la expresión recia y sincera que conviene al ejercicio directo de la violencia y el terrorismo de Estado: “Voy a acabar con esta puta raza”; “Aquí no os andéis con contemplaciones, que éstos no saben ni hablar”; “¡En español, mecagüendios!”. El ejército español dando lecciones de democracia en Oriente Medio – o en cualquier parte – es un espectáculo surrealista.);

• Represión, persecución y regresión de todas las formas del conocimiento – vulgar, científico o filosófico – por disposición autoritaria de un régimen político que impone su interés y sus decisiones en materia de ciencia, moral, arte, cultura o religión. Falsificación, constructivismo y retroyección de la realidad y de la historia; negación de la más evidente realidad social y política. Saludo brazo en alto; desfiles, marchas e himnos nacionalistas, fascistas, belicistas y colonialistas, obligatorios en campos de trabajos forzados, en espectáculos y actos públicos civiles y religiosos, en “centros de enseñanza públicos y privados”, en hospitales, asilos u orfanatos. Destrucción, falsificación y recuperación de los signos y símbolos distintivos de identidad nacionales, sustituidos por los del ocupante en la calle, la Administración, los medios de comunicación, las escuelas y los lugares de culto. Delirio xenófobo contra toda manifestación científica, artística, publicitaria, lingüística, onomástica u ortográfica extraña a las Potencias del Eje. Aislamiento de la vida económica, cultural y científica propia del entorno occidental, que ha sido causa de irrecuperables retrasos e involuciones materiales y culturales, individuales y colectivas. Ruina, degradación, destrucción y substitución de la onomástica y la toponimia auténticas, y de otros elementos constitutivos del propio idioma, hasta hacerlos irreconocibles; imposición administrativa a menores y adultos de denominaciones genuinamente francesas y españolas;

• Sumisión a la propaganda y los objetivos ideológicos del imperialismo y el fascismo, como condición de acceso a la vida, el trabajo y la “cultura”. Ausencia total de oposición teórica e ideológica, censura y penalización de todo pensamiento libre. Deculturación, aculturación y desarraigo, propaganda, guerra psicológica, lavado de cerebro e intoxicación ideológica de masas mediante los monopolios de comunicación excluyentes de toda oposición, sustituida por agentes, títeres y comparsas encargados de hacer y decir lo que el poder quiere que se diga y haga. Adoctrinamiento, condicionamiento ideológico forzado e implantación de la conciencia nacionalista del imperialismo y del fascismo desde la primera infancia por los monopolios de comunicación, información, educación y propaganda. Inculcación del desprecio y el odio al País y el Estado propios y naturales de los Pueblos ocupados;

• Tras la guerra de conquista de 1936, el monopolio de la Violencia criminal se acompañaba de nombres, símbolos, efigies, placas, homenajes y monumentos civiles y eclesiásticos “A los gloriosos caídos por Dios y por España, a los mártires de la Cruzada, a los héroes del crucero Baleares, al heroico Coronel Beorlegi”, impuestos a los fieles y los infieles intramuros y extramuros de los templos; memoriales que han sido ventajosamente actualizados luego con la saturación de espacios multi-conmemorativos, mejor adaptados al tiempo presente y dedicados a los agentes del nacionalismo y del terrorismo de Estado, declarados “no-violentos, defensores de la libertad y la democracia” y víctimas de la violencia de los demás. Marcha granadera y bandera españolas unidas al alzar de la Hostia y del Cáliz, y palio compartido por el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y el sanguinario tirano: agravio, humillación y provocación añadidos para el Pueblo que lleva doce siglos padeciendo subyugación y crímenes contra los derechos humanos fundamentales; y

• Total implicación de la organización eclesiástica, siempre en favor de la empresa imperialista, mediante la imposición de penas eclesiásticas: espirituales o temporales, universales o singulares, corporales o infamantes de hecho o de derecho, latas o ferendas, determinadas o indeterminadas, preventivas o vindicativas, ejemplares, aflictivas o medicinales, de enmienda individual, restauración social o de terror general; excomunión o anatema, deposición o suspensión – total o parcial – de oficio o de beneficio, degradación, entredicho local o personal, reducción, fustigación, corrección, prisión, reclusión, retención, confinamiento, relegación, expulsión, destierro, multa o confiscación; remedios penales y penitenciarios, entrega al fuero secular para su tortura y/o ejecución, siempre a costa de los débiles y los vencidos.

Son siglos de Violencia criminal, conquistas, Cruzadas, subyugación, pillaje y opresión; de despotismo, absolutismo, fascismo, crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad; de liquidación de los derechos humanos fundamentales, eliminación física, exterminio, colonización, discriminación, expulsión y deportación de masas; y de destrucción racial, lingüística y cultural. Han sido la continuación y el desarrollo de la política multi-secular de guerra y ocupación, desmembramiento y anexión, destrucción, represión, terrorismo sistemático de masas y genocidio que el Nacionalismo imperialista español y francés: monárquico y republicano, ha practicado siempre en este País; siempre con el impulso, el estímulo, el aliento, la justificación, las bendiciones y la plena implicación de la Iglesia Católica en la criminal empresa totalitaria. Un apoyo mantenido desde los tiempos del Despotismo Asiático y el Absolutismo, hasta el proto-Fascismo “revolucionario” francés y el Nacional-catolicismo español al alba del Fascismo triunfante, cuando en España “empezaba a amanecer”.

Se trataba en definitiva de matar a todo el que quería vivir, pensar y hablar en libertad; fusilar a todo el que no hablara y pensara como ellos; crear una atmósfera de terror; liquidar toda Nación, toda Raza, toda Lengua y toda Cultura que no fueran las suyas: tal es la voz de orden del Nacionalismo, el Imperialismo y el Fascismo hispano-francés. Todo ello es parte de la empresa que ha fundado el presente régimen político: el Segundo Franquismo, que ha durado ya casi tanto como el Primero y ha aportado la “democracia”, es decir, la auto-reforma del Franquismo bajo el protectorado de las Potencias hegemónicas y sus cómplices, con el apoyo incondicional de las Naciones Unidas y la Unión Imperialista Europea (UIE), integrantes del sistema de dominación imperialista y terrorista internacional que ellos califican de “democracia”.

El Nacionalismo imperialista franco-español ha conquistado este País a sangre y fuego, destruyendo por la fuerza bruta su Estado históricamente constituido como Reino de Nabarra. Ha aplastado bajo las bombas Fascistas y Nacional-socialistas a hombres, mujeres y niños. Ejerce, justifica y bendice un poder político e ideológico fundado y conservado por la guerra, la exclusión, la represión, el terror, el asesinato de masas y “los grandes cementerios bajo la luna”. Detenta los monopolios de Violencia criminal y propaganda, y todos los poderes del régimen totalitario. Recurre a la tortura y el asesinato sistemáticos, legales e ilegales, oficiales u oficiosos, para conservarlos. Oprime y reprime, fusila, encarcela, silencia, humilla y convierte en malhechores, delincuentes y fugitivos a cuantos se niegan a someterse a su tiranía y dominación, y persigue como delitos y crímenes comunes la legítima defensa teórica o práctica de los derechos humanos fundamentales y, ante todo, del derecho inherente de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos y condición previa de todos los demás. Es el tratamiento que la dominación, el odio, el sadismo, el terrorismo y la venganza de los vencedores imponen a los vencidos.

A través de ocho siglos de desmembramiento y ocupación, con todas sus condiciones y consecuencias, el Nacionalismo imperialista franco-español ha determinado, asimilado, separado, expulsado y exterminado habitantes, ciudadanos y territorios; ha impuesto fronteras y normas políticas y morales fundamentales; ha causado destrozos inmensos e irreparables a la entidad y la identidad nacionales; y ha llevado al Pueblo Vasco a su situación actual. Como ha hecho siempre y en todas partes, persigue la solución final: el genocidio total mediante la Violencia criminal, el Terrorismo, la colonización, la exclusión de poblaciones y la liquidación de la Nación oprimida y de su identidad racial, lingüística y cultural, y su substitución por la del invasor. No pueden conseguirlo sin arruinar la dignidad, el sentido moral, el espíritu de libertad, la capacidad de resistencia ideológica del Pueblo que han aherrojado y amordazado.

“Tales son los procedimientos idílicos” que han determinado, sobre el territorio histórico del Pueblo Vasco, la infrastructura y la suprastructura de las relaciones sociales contemporáneas, su organización material e ideológica, los sujetos agente y paciente de la violencia y sus condiciones y límites en el tiempo y en el espacio. Tal es el verdadero proceso constituyente que ha “constituido la constitución” real y primaria, que funda la Constitución formal y secundaria. Es así como se ha establecido, mediante el Terror y sobre montañas de cadáveres y ríos de sangre, el régimen político de ocupación vigente, el que la desvergüenza fascista de sus agentes, beneficiarios, cómplices y servidores: los campeones del Nacional-socialismo y el Nacional-catolicismo, presenta y describe como “Estado nacional natural, legítimo, no-violento, pacífico y democrático, constitucional y de derecho, establecido y conservado sin violencia; espontánea, pacífica y libremente fundado en la libertad y los derechos humanos, en el valor supremo de la vida humana, el pluralismo y la tolerancia, en la voluntad popular y el sufragio universal”. Es así como entienden la paz, la convivencia, la democracia, la libertad, la igualdad, el respeto de todas las opiniones y de todos los derechos, el diálogo, la negociación, los compromisos, los consensos, el pacto constituyente y el amor de Dios, los adalides directos e indirectos del Nacional-catolicismo y el Nacional-socialismo, fundidos en el “moderno” Nacionalismo-Totalitarismo-Imperialismo franco-español: aceptado como democrático por sus colaboradores y cómplices indígenas “vascos” de la burocracia  Pnv-Eta. Las incontables víctimas que los padecieron y padecen son testimonio permanente de ello.

El actual régimen político franco-español sobre el Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra: un régimen conservado y desarrollado por medio del monopolio de Violencia criminal de sus fuerzas armadas permanentes, es producto de la anexión, la partición y la represión del Pueblo Vasco, cuyas libertades propias y ancestrales han sido destruidas por la Violencia criminal que funda el sistema vigente, siempre al servicio de una deliberada y programada empresa histórica orientada a su destrucción.

Sobre tales “títulos” y poderes se funda el “derecho” que los modernos agentes del imperialismo franco-español se atribuyen – promoviendo a este efecto masivas campañas de alienación e histeria colectivas, propias de todos los regímenes totalitarios – para decidir del bien y del mal; para dictar la moral y la ley públicas; para calificarse a sí mismos como “no-violentos, justos, gente de bien y gente decente”, y a quienes resisten contra ellos, como “violentos, terroristas, malhechores, delincuentes, criminales y sinvergüenzas”; para imponer la rapiña de sus exacciones y conscripciones: tanto del dinero como de la sangre; para atribuir patrias, identidades, territorio, fronteras, habitantes, derechos, deberes y responsabilidades; y para seguir ordenando por la Violencia criminal y el Terror toda la vida social, material y cultural, al servicio de una empresa permanente de genocidio total mediante “el estado de derecho y el imperio de la ley”: el Estado, el derecho y la ley que han hecho ellos para que los sufran los demás.

Tal es el régimen que el grupo Pnv-Eta y sus satélites: Ea-Ehbildu-Sortu-Geroa bai etc. califican de “democracia con déficit”. Éstos son los Estados que se pretenden detentadores de la justicia, el derecho y la democracia, y – como tales – acreedores a nuestra sumisión y nuestro respeto. Pero los Imperialistas, los Fascistas y sus secuaces no son respetables: son criminales de derecho común internacional; y autores, co-autores, cómplices o beneficiarios de crímenes de guerra, crímenes contra la paz, y crímenes contra la humanidad, constitutivos del régimen político que ellos defienden y que a su vez los defiende. En cuanto tales, no tienen derechos. No hay libertad y democracia posibles que se funden en la vigencia, la ignorancia, el olvido y el perdón de los crímenes del Imperialismo y el Fascismo.

Para las posiciones oficiales, la libertad nacional, y los derechos de autodeterminación y de legítima defensa de todos los Pueblos sólo pertenecen aquí al Pueblo español y al Pueblo francés, que son los únicos que hay. El Pueblo Vasco y sus derechos son inexistentes para el imperialismo franco-español, que detenta y monopoliza todos los derechos. Sólo existen España y Francia, que no pueden oprimirse ni “hacerse la guerra a sí mismas”. Según la versión tradicional y oficial: constantemente reiterada por la Constitución formal, las leyes, la administración, la jurisprudencia, la doctrina y la propaganda monopolistas del imperialismo franco-español y de los Partidos fascistas e imperialistas que lo sostienen, el Pueblo Vasco no existe; y lo que no existe, no tiene derechos. Lo substituyen “la región, la comunidad natural, la población, la vecindad, y la ciudadanía”: territorial y administrativamente determinadas e identificadas como fragmentos de los Pueblos y los Estados de España y de Francia, que son los únicos que hay.

Según el derecho positivo francés y el español, en el territorio de su República o de su Monarquía no hay más Pueblo, ni más Nación, ni más Estado, ni más soberanía, ni más ciudadanos que los franceses y los españoles; y el hecho vasco no es sujeto activo ni pasivo de nada. En la legislación francesa, a este hecho sociológico ni siquiera se le otorga título de región u otra circunscripción administrativa: “el País Vasco, eso no existe”. Y según se establece en la española, hay una comunidad autónoma “vasca” y otra “navarra”; lo cual no debería llevarnos a confusión o engaño, que es por cierto el objetivo para el que se hizo esa vigente nomenclatura.

En efecto, en el derecho español, ya sea “común” o “autonómico”, son “vascos o navarros” los Españoles con vecindad administrativa de derecho español en las respectivas “comunidades autónomas” de España, que la legislación Comunitaria Europea llama “regiones”. Para la legislación española, los “navarros de España” no son vascos como tampoco lo son los de Treviño; no más que lo son los Alemanes, Marroquíes o Yugoslavos que – según la formulación del Eta – “viven y trabajan aquí”. Del mismo modo, para la legislación francesa tampoco son vascos los de Benabarra, Laburdi y Zuberoa, que son simplemente franceses a secas. (Azpilkueta, Leizarraga, Huarte de San Juan, Atsular, Xalbador o Iñaki Perurena no han sido nunca Vascos: unos “vascos auténticos” tales como Barreda, Mosquera, Ares, Redondo y Rosa Díez lo decidieron así.)

El fin ideológico de estas falsificaciones es anular el problema mediante decisiones administrativas – dependientes del Ministerio del Interior-Policía – que excluyen toda sociología, política, derecho y semántica que no sean reductibles a aquéllas. La desvergonzada requisa-recuperación de términos como “Vascos y Euzkadi”, o de símbolos como la bandera (todos ellos histórica, sociológica, lingüística e ideológicamente establecidos antes y fuera de “la Constitución y el Estatuto”, y a los que sin embargo dan ahora un contenido ambivalente, oficial y oficioso), tiene un solo objeto: el de confundir y engañar al Pueblo Vasco; algo que no podrían lograr los conceptos y términos imperialistas unívocos y auténticos. Se traicionan y confiesan así un problema que, si la realidad consistiera de verdad en lo que sus declaraciones administrativas afirman, entonces tal problema no existiría y toda esa manipulación ideológica creada en torno a él sería innecesaria. Pero obviamente sí es necesaria, porque – a despecho de toda su propaganda ilusionista – el problema incuestionablemente existe.

Lo cual deja el problema teóricamente sin entidad ni base social, y hace rigurosamente imposibles toda explicación y toda comprensión sociológicas e históricas. Como se ha dicho, junto con el Pueblo Vasco desaparecen ya en idea el problema internacional, el imperialismo, el derecho de autodeterminación y todos los derechos humanos fundamentales. Pero como el problema existe y sus sujetos también, su negación prudente exige reducciones, implica contradicciones y acarrea inevitables vacíos teóricos que el ilusionismo ideológico imperialista se esfuerza inútilmente por atenuar, evacuar o rellenar con significativamente reiterativas aportaciones, interpretaciones y falsificaciones auxiliares: acordes con la producción ideológica inmediata, imaginaria, romántica, abstracta, mística, dogmática, esencialista, constructivista y retroactivada de su propia Nación, donde lo infame se confunde con lo grotesco.

Buena parte de la producción ideológica imperialista se aplica a rellenar tal vacío a efectos y en las condiciones de los monopolios de propaganda, sin lo cual a nadie se le ocurriría acometer parecida empresa “intelectual”. De este modo, toda Resistencia Vasca  es “cómodamente” presentada como demencia permanente e irreversible, deriva mafiosa, reacción fascista, agraria o burguesa, crisis pequeño-burguesa e imperialismo periférico, todo a la vez, o como manipulación del extranjero (“explicación” esta última ahora abandonada, porque todo “el extranjero” los apoya a ellos). Como resultado del choque de su fabricada y artificial conciencia nacional con la realidad, la propia conciencia nacional del imperialismo francés y español es una conciencia enferma y desgraciada, combinación de ignorancia, mentira y mala fe. (El negacionismo informa también la posición de las NU y los Estados Miembros ante el imperialismo y el colonialismo.)

Por su parte los agentes del Nacionalismo social-imperialista: en esa misma línea de falsificación y tergiversación, presentan la reivindicación de independencia nacional de los Pueblos sojuzgados como intentos de obtener “privilegios, exclusiones y discriminaciones nacionalistas” propios de la “derecha”, que ellos por supuesto rechazan. Como es su costumbre, la ideología nacional-imperialista en su conjunto utiliza la equivocidad en los términos y los conceptos para recuperar residuos ideológicos positivos y negativos, que traslada a continuación a ideas diferentes.

Veamos: todo orden o desorden político o jurídico, toda constitución formal o real, toda Nación y todo nacionalismo son “privilegio, exclusión y discriminación”: por su propia esencia y en toda su extensión. Hasta la última y más anodina norma de las relaciones sociales es privilegio, exclusión y discriminación. Sin privilegio, exclusión y discriminación no habría ley, ni derecho, ni política, ni economía política. Por ejemplo la propiedad y el matrimonio – más aún la propiedad privada y el matrimonio monogámico: pilares inamovibles, según parece, del derecho y la civilización occidentales – son instituciones de privilegio, exclusión y discriminación que regulan la producción y la reproducción de la sociedad humana, reservando para algunos y negando a la inmensa mayoría de los humanos el gratificante disfrute de los bienes económicos y sexuales correspondientes.

El derecho de cada Estado privilegia a sus propios naturales, y excluye y discrimina a todos los demás a escala del resto de la humanidad, reservando para unos pocos y negando a todos los demás los derechos políticos correspondientes. Lo único que cabe preguntarse a este respecto es si el inevitable privilegio, exclusión y discriminación lo son o no por referencia a un determinado criterio fundamental, a saber: básicamente, el de los derechos humanos fundamentales. En definitiva, la cuestión consiste en ver por quién, a quién y en qué se privilegia, excluye y discrimina.

Vemos de este modo que la afirmación teórica y práctica de los derechos humanos fundamentales y del derecho de autodeterminación de los Pueblos es la especie democrática de “nacionalismo, privilegio, exclusión y discriminación”, en detrimento del Nacionalismo imperialista y de sus cómplices y colaboradores. En cambio, la negación de los derechos humanos fundamentales y la represión del derecho de libertad de los Pueblos son la especie Nacionalista-imperialista y fascista de Nacionalismo, privilegio, exclusión y discriminación. El Imperialismo es el Nacionalismo privilegiado, excluyente y discriminatorio, mantenido contra la libertad, identidad y existencia de los Pueblos y Estados de los demás.

El “nacionalismo” de autodeterminación ciertamente excluye de la propia Nación a las demás Naciones; en cambio el Nacionalismo imperialista excluye a las demás del mundo entero y de la faz de la Tierra. El Nacionalismo imperialista es sin duda “incluyente”: incluye a los Pueblos y las Naciones de los demás como objetos de derecho imperialista y colonialista; lo que significa que los excluye como sujetos agentes de derechos fundamentales e inalienables. La “inclusión” imperialista es la exclusión, destrucción, incorporación o asimilación de los Pueblos y Estados de los demás; es la inclusión de la víctima en el poder del verdugo, la inclusión del esclavo en el poder de su amo. Es el monopolio de la inclusión de los Españoles y los Franceses, y la exclusión de todos los demás.

En Inglaterra, Alemania, la URSS o Yugoslavia, el progreso o la consolidación de la libertad y la democracia internas fue consecuencia de la decolonización en Europa, África o Asia. Los imperios de Inglaterra u Holanda obedecían en parte a un sentido utilitario o práctico del interés nacional y de la dominación internacional, y su abandono a tiempo ha beneficiado a todos. Pero si Suecos o Anglo-Sajones pueden – siquiera por prudencia, cálculo político, y sentido práctico o utilitario – abandonar territorios y Pueblos que obtuvieron y sometieron por la violencia pero que superaban su capacidad de gestión, ingestión y digestión, en cambio Franceses y Españoles son radicalmente incapaces de ello mientras no han agotado hasta el último extremo los recursos de violencia de que disponen: “Hasta el último hombre, hasta la última peseta”. (Declaración de A. Cánovas del Castillo, Presidente del Consejo de Ministros de España, sobre el mantenimiento del dominio español en Cuba.) Estos pueblos son especialistas, para quienes la liquidación de los demás es una empresa permanente, prioritaria e irrenunciable, incluso hasta el punto de comprometer con ella sus propios bienestar, libertad y existencia.

Desde el Despotismo oriental hasta el Feudalismo, desde el Absolutismo al “Liberalismo” proto-Fascista, y desde las dictaduras castrenses al totalitarismo contemporáneo, contemplados los casos de Inglaterra, Alemania, Japón o Rusia, la historia comparada muestra la diversidad evolutiva de los imperialismos; pero confirma que, en general, el imperialismo no retrocede nunca de forma voluntaria, espontánea, racional o razonable. Su remisión o limitación sólo se da cuando encuentra resistencias que no puede superar.

Mientras el imperialismo y el colonialismo aparecen como beneficiados y triunfadores, encuentran la adhesión y el apoyo de la casi totalidad de las fuerzas materiales y espirituales de los Estados ocupantes. Solidaridad, resolución y unión sagrada del Nacionalismo imperialista solamente se disipan o debilitan ante el coste creciente o exorbitante del conflicto con la Resistencia nacional de los Pueblos sojuzgados. Sólo cuando la política imperialista y colonial pasa factura en vidas y haciendas, cuando el interés nacional aparece cada vez más comprometido, cuando la “pacificación” resulta cada vez más cara, y cuando la vaca lechera colonial no cubre los costes de ordeñarla, es sólo entonces cuando aparecen entre los imperialistas algunas muestras de descontento.

En perspectiva global de la evolución, la diversidad y el desarrollo biológicos, económicos y culturales de la especie humana, podría pensarse que la xenofobia fundamental que constituye el Nacionalismo imperialista podría substituirse con ventaja para todos por la xenofilia y el internacionalismo; siendo la libertad y la diversidad de cada persona y de cada Nación factor – y no obstáculo – de la seguridad, la creatividad y el desarrollo de las demás. De este modo, la libertad nacional podría ser para todos la base de relaciones interiores y exteriores estables y pacíficas, de bienestar y progreso económico. En cambio “la Nación y el Estado únicos”: por destrucción de los demás, es en razonable consideración un siniestro avatar incluso para el propio Pueblo dominante.

En cualquier caso, dejando incluso al margen toda consideración de orden moral, humanista, altruista o internacionalista (fuera de lugar y de alcance, a la vista del ganado humano con que se practica); simplemente en función de la más egoísta, estrecha y utilitaria visión de su “interés nacional” en la presente realidad política, social, económica y cultural, cabría esperar que, a partir de un nivel discernible de capacitación económica, política y cultural, sería más útil, barato, productivo, rentable, gratificante e interesante para el Nacionalismo español y francés el dedicar sus recursos y esfuerzos para su propio desarrollo: inseparable de la convivencia y la democratización real interna y externa, antes que amargarse – si es que no arruinarse “hasta la última peseta” – su propia existencia, al empeñarse en dedicar esos recursos en ejércitos de ocupación, fuerzas de represión y crímenes imprescriptibles para negar y destruir la del prójimo.

En el presente estado de su desarrollo social, económico y cultural, el abandono de las conquistas que – como un resto de su pasado de grandes Potencias – les han proporcionado la Violencia criminal y el Terrorismo de masas, sería para Españoles y Franceses un factor inédito y decisivo de libertad, democracia y relaciones interiores y exteriores estables y pacíficas; de bienestar y progreso económico y cultural; de reconciliación y reintegración de su verdadera identidad y de su propia conciencia nacional e histórica: ahora culpable, enferma y desgraciada; y de restablecimiento de su dignidad humana, degradada por el imperialismo.

Indudablemente, el Imperialismo, la Agresión, la Violencia y el Terror entre los humanos degradan también, junto con la dominada, a la Nación dominante que los ejercen, aunque no amenazan su supervivencia. Por supuesto, la existencia del Pueblo dominante no está comprometida; pero pretender que lo está: mientras se agita alguna falsa “amenaza existencial” (Putin dixit) para justificar sus criminales agresiones contra los Pueblos y Estados que planea sojuzgar, forma parte de su propaganda interna y externa. Cuando las Naciones se identifican con sus Imperios, y mientras no aceptan, asumen o digieren su deprivación, confieren a éstos su mismo y propio valor existencial. La capa ultra-nacionalista: la más motivada, exigente y agresiva del régimen imperialista de ocupación militar, se encuentra por eso entre los Renegados autóctonos y los Colonos metropolitanos; los cuales, al carecer de un lugar al que poder retirarse si la Colonia recupera su independencia, son instrumentos y vanguardia extremistas de la Nación dominante entre los Pueblos y Estados sojuzgados.

La moderna experiencia comparada ha demostrado que la propia libertad, la dignidad, la identidad y el bienestar del Pueblo dominante salen ganando con la libertad de todos los Pueblos, y perdiendo con la putrefacción inevitable del sistema de opresión imperialista, colonialista y fascista. Pero, en nuestro caso, esperar en semejante eventualidad es ilusorio. El imperialismo francés y español se ha constituido por una larga historia de ignorancia y desprecio de los demás Pueblos; de creencia permanente en la propia superioridad racial, cultural y lingüística; y de crímenes, conquista, dominación y genocidio. Sus agentes y beneficiarios son incapaces de entender la diversidad de los demás si no es como despreciable y nefanda inferioridad; o de considerar las relaciones con ellos de otro modo que como obra de asimilación o exterminio: siempre al servicio del despotismo, del amor de Dios, de la civilización y el progreso, de la revolución o la contra-revolución, según los tiempos y la propia conveniencia. Esperar otra cosa sería tanto como ignorar la base particularmente primitiva, instintiva, afectiva, pasional e irracional del Nacionalismo imperialista español y francés: consolidado y potenciado por muchos siglos de despotismo interno y externo, y encuadrado por una inamovible “clase” política financiera, clerical y burocrático-castrense que resiste siempre y saca partido a “revoluciones y transiciones”.

Según las épocas y sus exigencias, la fanática identificación de España con la Contrarreforma (sin perjuicio de hacerse protestantes si hiciera falta, como dijeron que harían); con la reacción absolutista o la “revolución socialista” (es decir la contra-revolución Nacional-socialista: “España morada o roja antes que rota”); con el Imperio hitleriano nazi-fascista o con el yanqui (aunque sólo sea como lacayo de su “Eje del Bien contra el Mal” desde el encuentro de las Azores), todos sus avatares históricos son coartadas ideológico-políticas supeditadas siempre al permanente mantenimiento de su imperialismo nacionalista con todas sus consecuencias. Francia y España son Naciones imperiales venidas a menos. Sólo pueden ya ejercer como tales contra Naciones y Estados indefensos o débiles y desarmados; pero no por ello han perdido arrogancia, agresividad y rapacidad respecto de los residuos de sus Imperios. Nunca aceptarán en sus malganados dominios un Pueblo, una Nación, y un actor de política y de derecho que sean otros distintos de ellos mismos.

Los ideólogos del imperialismo han comulgado siempre con las mismas ideas generales, propias del Nacionalismo, el Racismo y el Fanatismo. “No cabe duda de que los hombres de este país son, física y moralmente, muy inferiores a los del resto de España. La proporción de sordos es mucho más alta, debido a la consanguinidad. Se puede reconocer a los asesinos terroristas, y prever los asesinatos que cometerán y volverán a cometer, observando los abultamientos del cráneo, porque la forma del cráneo no cambia. La ciencia ha demostrado que el vascuence es un idioma de tipo inferior, que debe ser substituido cuanto antes por una lengua de cultura. Su gramática es más compleja, más enredada y difícil que la de otros idiomas. El vascuence no puede ser vehículo de cultura porque tiene un verbo muy pobre. El vascuence no puede expresar ideas abstractas ni sutiles procesos mentales. Aquí pocas contemplaciones, que éstos no saben ni hablar.” Etc. etc. Estas afirmaciones son sobre todo producto de la “izquierda culta y progresista”, más que de la derecha tradicional. El resultado lógico de esta preparación ideológica es la guerra a ultranza por liquidar esta reserva degenerada y reaccionaria de Resistencia al progreso material y moral de la Humanidad, que ellos presentan como idéntico del Imperialismo español y francés.

Los procedimientos que el Nacionalismo imperialista franco-español ha aplicado o imaginado para el logro de sus objetivos son tan eficaces como poco originales: matarlos a todos, deportarlos y transplantarlos a Andalucía y a Las Landas, rellenar el País con Españoles y Franceses, llevarse la industria a Madrid, acabar con toda muestra de identidad cultural, y reprimir con la mayor dureza toda veleidad de Resistencia. Todo ello se llevó ya a cabo en la medida de lo posible desde los primeros tiempos de la conquista hasta hoy. El Cardenal Cisneros, el Coronel Villalba, la Sociedad de los Amigos de la Constitución (o Sociedad de los Jacobinos, Amigos de la Libertad y la Igualdad), el General Franco y tantos otros eran expertos en la materia, y lo tenían tan claro como sus actuales sucesores.

El deseo, la urgencia, la prisa por acabar con tan insufrible Resistencia llevan a veces a la dictadura imperialista a cometer errores que serían graves, si una Resistencia efectiva fuera capaz de aprovecharlos; lo que por desgracia sigue sin ocurrir entre nosotros. Es indudable que la táctica – si bien no la estrategia – del régimen de ocupación militar sería susceptible de considerables “mejoras”; pero se necesitaría para ello unos conocimientos de la realidad de la situación y del Pueblo ocupado que son incompatibles con determinados postulados fundamentales, de los cuales sus clases dirigentes y sus servicios de inteligencia no pueden prescindir. No se puede combatir sin deficiencias y disfunciones a un enemigo cuya existencia se niega y desconoce a priori. Los medios de propaganda y los de represión no pueden escapar, así, a su irremediable concurrencia, precisamente en una cuestión donde “se” necesitaría una separación funcional eficaz entre la ideología de la ilusión y la ideología de la realidad. Por fortuna no saben, no pueden hacer otra cosa. En cuanto al contenido de tales errores y a los medios concretos de llevar a cabo tales “mejoras”, naturalmente no tenemos ninguna intención de comunicarlos. Después de todo, nadie ha sido aquí capaz de infundir sentido común a la Resistencia democrática, tanto más necesitada de él cuanto que sus errores estratégicos son incomparablemente más graves que los de sus adversarios. La estrategia del imperialismo es, a veces, equivocada; la del Pueblo oprimido es inexistente.

La obstinación del Pueblo Vasco en mantener tanto la defensa de su libertad y su personalidad nacionales, así como la integridad e independencia de su Estado el Reino de Nabarra: “el reino de los Vascos”, excede la capacidad de explicación o comprensión de los imperialistas franco-españoles y sus secuaces político-religiosos. Sin embargo, y en realidad, a la vista de la fuerte identidad y permanencia de nuestro Pueblo a lo largo de dilatados periodos históricos y prehistóricos, y de su absoluto hecho diferencial: racial, lingüístico y cultural, si a este respecto hay algo sorprendente para una mente sana e imparcial, no perturbada por el fanatismo y el extremismo nacionalistas de Españoles y Franceses, ello es no la permanencia de la Resistencia del Pueblo Vasco frente a sus dominadores sino la moderación e insuficiencia de su expresión política contemporánea destinada a preservar su mencionada identidad nacional.

Naturalmente, esto es algo que nos proponemos cambiar radicalmente para lo sucesivo. Pero aun sin esto, los imperialistas españoles y franceses saben muy bien que el Pueblo Vasco recuperará inexorablemente la libertad que ellos le arrebataron, y su independencia nacional y estatal, si las fuerzas opresoras no se apresuran en aprovechar la posición dominante que han adquirido para acabar con su existencia misma como Pueblo. En resumen, que necesitarán seguir cometiendo aún más crímenes imprescriptibles.

Despotismo asiático, Feudalismo o Absolutismo no excluyeron compromisos políticos más o menos precarios y transitorios, de los que fueron exponente los regímenes forales; pero no se trataba de una solución sino de una pausa en los procesos del imperialismo. En realidad toda división fundamental – constitutiva y efectiva – del poder político es incompatible con los modernos sistemas totalitarios, que detentan para ellos la exclusividad de la Violencia criminal. De hecho, a partir de 1789 y 1839, el Nacionalismo “moderno” en Francia y en España niega absolutamente la división territorial de poderes. Desde entonces, toda modificación de la organización del Estado se encuentra absolutamente subordinada a la conservación y la consolidación del monopolio imperialista de la Violencia criminal, incompatible con el respeto de los derechos humanos fundamentales.

El monopolio absoluto de la Violencia criminal es, a falta de una oposición de nivel efectivamente estratégico, un logro y un supuesto político irreversibles de la estructura de dominación del Estado imperialista unitario franco-español: un Estado construido y garantizado por las fuerzas armadas de ocupación, que son el fundamento del poder político real. El imperialismo y el fascismo no tienen motivo mayor de preocupación política mientras conserven lo esencial: el monopolio de la Violencia criminal y el Terror, que les permite resolver cualquier situación a cañonazos; lo que nunca se han privado de hacer.

Las modificaciones y adaptaciones formales de un régimen de dominación política imperialista son diseñadas sólo para su propia conservación y refuerzo: no ceder una pulgada del poder político real es el objetivo que las constituye. El imperialismo y el fascismo pueden eventualmente acometer o aceptar reformas, adaptaciones y concesiones tácticas, formales o administrativas; pero su naturaleza obedece a la ley de acero – o de mármol – que establece los límites estratégicos infranqueables de esas “reformas”: jamás procederán a cualquier “devolución” o redistribución – ni total ni parcial – del poder político que la guerra, la represión y el Terror les permitieron monopolizar. Sólo los cómplices y colaboracionistas locales del imperialismo y sus víctimas pueden ignorarlo o abrigar ilusiones al respecto.

El Nacionalismo imperialista es causa y efecto del régimen interno del País dominante; es también causa concomitante de su propio subdesarrollo político: es el precio a pagar por “la gloria y la grandeza” de los antaño “Imperios Universales”, por residuales que sean hogaño. El despotismo interno en “Francespaña” es históricamente inseparable de su Nacionalismo imperialista. El envenenamiento de la propia política interna española y francesa por el Nacionalismo imperialista se manifiesta en todas las épocas, hasta llegar al putrefacto presente que padecemos. Su incapacidad para aceptar el derecho de libertad de todos los Pueblos, y sus incesantes guerras de conquista, depredación y exterminio, han condenado a los mismos pueblos opresores – aparentemente con gusto – a también incesantes formas despóticas, asiáticas, absolutistas o burocrático-militares de autogobierno.

Incluso si se trataba de colonias situadas fuera de Europa, infames guerras coloniales como las de Cuba, Marruecos o Argelia mostraron todavía que, cualquiera que fuese la vanidad manifiesta de la empresa, su propia naturaleza – congénita o adquirida – les impide a los imperialistas españoles y franceses toda consideración, transacción, concesión, reforma o negociación que supongan entredicho del monopolio de la Violencia criminal y el Terror en los que ellos fundan su dominación. Tratándose de ellos, su imperialismo es siempre absoluto: que se trate de América, Asia o el islote Perejil, su comportamiento sigue siendo el mismo.

El capital financiero “tiende generalmente a apoderarse de la mayor cantidad de tierras posible, cualesquiera que sean, con la esperanza de descubrir materias primas y por temor a quedar rezagado en la lucha encarnizada por el reparto de los últimos pedazos del mundo todavía no repartidos, o el nuevo reparto de los pedazos ya repartidos”. (El miedo “hobbesiano” al imperialismo, que aqueja incluso a las mayores Potencias, es paradójicamente el inamovible motor del más irreductible imperialismo.) Sin embargo, el insaciable apetito de dominación sobre Pueblos y tierras del Nacionalismo imperialista español y francés no esperó al capital financiero para apoderarse de todo lo que pudo.

Españoles y Franceses se sienten insultados por el hecho de que, en Estados que ellos mantienen militar e ilícitamente ocupados, y que aun así ellos insensatamente consideran dominios suyos sólo por un imperialista “derecho de conquista” nulo de pleno derecho (como ocurre por ejemplo con el Reino de Nabarra o el Principado de Catalunya), haya aún Pueblos que no son, ni quieren ser, ni serán jamás Españoles o Franceses.

“Un Pueblo no llega a la conciencia de sí mismo sin sobre-estimarse”, es cierto; pero si Españoles y Franceses hubieran puesto no su vanidad sino el orgullo nacional del que tanto alardean en la defensa de los derechos humanos y la democracia, y no en el Nacionalismo y el Imperialismo, no habrían aguantado a Franco y sus semejantes durante cuarenta años, ni a sus antecesores y sucesores durante mil doscientos. No se empeñarían tampoco en mantener por más tiempo una vergonzosa situación en la que los Pueblos que ellos han atacado y sojuzgado tienen la desfachatez – según aquéllos estiman – de rechazar la generosidad fagocitaria de sus fascistas, imperialistas y colonialistas “benefactores”.

Sin embargo, muy al contrario, encuentran satisfacción en mantener bajo su yugo a Pueblos que no los quieren ni ver. Al igual que los machos dominantes: que combaten con la Violencia y el Terror la independencia de la mujer de la cual se apropiaron pero que no los puede ver ni en pintura, y sólo así recuperan su honra y dignidad viriles, así también los Nacionalistas españoles y franceses ponen su honor y su gloria de grandes Potencias venidas a menos en el mantenimiento de su opresión sobre los últimos Pueblos que aún siguen dominando mediante la misma Violencia criminal y el mismo Terrorismo con los que constituyeron su Imperio.

Durante la Guerra y el Primer Franquismo no había beligerantes, ni insurrectos, ni siquiera guerra propiamente dicha: los enemigos del insurgente nuevo “Estado totalitario al servicio de la Patria” eran calificados de comunistas, anarquistas, ateos, sin-Dios, judíos, masones, y rojo-separatistas o separatistas a secas, que eran los peores: “Es verdad que también estaban los anarquistas y los comunistas; pero el enemigo, el verdadero enemigo, era el Vasco”. (J.L. de Vilallonga.) Era el conflicto absoluto con el enemigo absoluto en una guerra absoluta.

En contraste, tras la transición intra-totalitaria, el Segundo Franquismo de los fascistas de siempre ha separado, de un lado, a ellos mismos: los justos, la gente decente y las personas de bien, o sea los demócratas no-violentos, como a sí mismos se califican. Y, del otro, los violentos, terroristas y fascistas, calificados ahora – substituyendo los improperios políticos por los “comunes” – como “malhechores, delincuentes, bandidos y criminales, homínidos, psicópatas violentos y terroristas frenológicamente determinados para el asesinato, matones, chulos y sinvergüenzas, granujas, canallas, cobardes, hermafroditas, pederastas y violadores, gentuza repugnante, pájaras y ratas de alcantarilla, asquerosos cabrones hijos de puta, asesinos que se pasean entre nosotros, ante las viudas y los huérfanos de sus víctimas como auténticos chulos”, según afirman Aznar y sus partidarios. Son calificaciones comunes, universales, idénticas y reversibles, aplicables a todo aquél que uno quiera. Pueden afectarse indistintamente a toda política, y producen y reproducen las mismas retorsiones. En contraste con la negación que los Nacional-imperialistas y fascistas franco-españoles mantienen sobre la Existencia y la Resistencia de los Pueblos que ellos están sojuzgando, estos insultos suyos traducen la frustración y la exasperación del Segundo Franquismo contra esos Pueblos, y son un involuntario reconocimiento de ellos.

La exasperación, las agresiones, los insultos y el odio xenófobo y racista contra los Pueblos dominados: percibidos como obstáculo a la afirmación de su propia conciencia nacional falseada y pervertida (que de este modo deviene en conciencia desgraciada), son involuntarias pero reveladoras formas de reconocimiento. En realidad, Españoles y Franceses saben perfectamente que los Vascos no son Españoles ni Franceses, sin lo cual no tratarían por todos los medios de acabar con ellos. Esta convicción atiza e intensifica su odio y furor contra la Nación ocupada, cuyo permanente rechazo de la dominación hispano-francesa es un dato para ellos insoportable, sólo explicable – en su repugnante obcecación y soberbia – como la enfermedad de todo un Pueblo.

(El análisis de “la mala conciencia” – desgraciada o dolorosa – inherente a la mala fe propia del imperialismo de Españoles y Franceses; esto es: de las consecuencias del choque entre su conciencia nacional auténtica, y la artificial como “Nación imperial” que constituye una ficción ideológicamente creada y funcionalmente falseada, no puede tener en esta exposición otra cabida que como mero enunciado. Ello será más ampliamente tratado en el capítulo sobre “La ‘nación’ y la ‘conciencia nacional’ imperialistas”.)

Jamás el Nacionalismo imperialista español y francés ha conocido o reconocido la legitimidad y lo bien fundado de la Resistencia de los Pueblos, ni su existencia como tales Pueblos: en ninguno de los Países que España y Francia decidieron conquistar, someter y destruir. Estas naciones y Estados predadores: constituidos durante siglos en regímenes internos despótico-asiáticos, absolutistas, totalitarios y finalmente fascistas; que por demografía, geografía, recursos y otros factores han aspirado también durante siglos a la dominación universal como un “designio nacional”; y que estaban especialmente dotados para el bandidaje, el pillaje, el asesinato y el Terrorismo de masas, siguen siendo aún particularmente adictos de la Violencia criminal como tratamiento y solución únicos, inmediatos y definitivos de los problemas internacionales que ellos mismos provocan.

Los Nacionalistas españoles y franceses son incapaces de ver los Pueblos sojuzgados como otra cosa que material destinado a ser asimilado por su Nacionalismo imperialista. Aun después de sus respectivas derrotas, tras siglos de guerras, ocupación, expoliación, persecución, asesinatos y genocidio, Francia ha tardado cincuenta años en admitir que en Argelia hubo siquiera una guerra (¡y aún más inconcebible, que fuera una guerra colonial de Francia contra un movimiento de independencia!); y España tardó setenta y cinco en reconocer la independencia proclamada por sus colonos de Perú, del mismo modo que los Países Bajos consiguieron obtener su independencia de España después de la llamada Guerra de los Ochenta Años. Ambas son naciones que necesitan negar los derechos, la independencia, la dignidad y finalmente la existencia misma del Pueblo que pretenden aniquilar, como medio de terminar efectivamente con él.

La competición imperialista entre España y Francia por la anexión del Reino de Nabarra dejó paso a la plena solidaridad frente a la Resistencia. Españoles y Franceses se detestan y desprecian cordial, profunda y recíprocamente entre ellos; pero el “problema vasco” los obliga a hipócritas declaraciones y a retrosculares homenajes y testimonios de mutua admiración y amistad eterna. Cuentan ahora sin reservas con la mutua complicidad y con el apoyo de toda la reacción mundial. El Pueblo Vasco determina indirectamente la política de la UIE y sus Estados-Miembros, en cualquier lugar donde se da un conflicto entre los Pueblos y los Estados imperiales.

Los Estados – en realidad los Gobiernos – se habían reservado el derecho de determinar el concepto de nacionalidad jurídica de un individuo: concepto éste establecido administrativamente con notable desahogo aun cuando las fórmulas oficiales, constitucionales, civiles o especiales de nacionalidad tuvieran que incurrir en reveladoras vacilaciones, contradicciones y peticiones de principio. Las instituciones internacionales y “la práctica generalmente seguida” iban en la misma dirección, con algunas limitaciones de derecho consuetudinario internacional etc. En este contexto, la fijación precisa de dicho concepto acabó estableciendo que “La nacionalidad es un vínculo jurídico de unión que tiene por base un hecho social de relación; una genuina conexión efectiva de existencia, intereses y sentimientos, unido a una real reciprocidad de derechos y de deberes”. “La nacionalidad constituye la expresión jurídica del hecho de que un individuo está más estrechamente unido a la población del Estado concreto” que la confiere, que a la de ningún otro Estado.

En este sentido, la doble nacionalidad no existe y no puede ser reconocida. Como ha quedado indicado, contra la propensión de los “Estados” por subsumir a los Pueblos, y la tendencia de los “Gobiernos” de sustituirse a los “Estados”, el reconocimiento del derecho internacional de autodeterminación de los Pueblos por las NU implica y reconoce que los Pueblos preceden políticamente y constituyen jurídicamente a los Estados y los Gobiernos. La determinación de la nacionalidad les pertenece a esos Pueblos, y subsidiariamente a los Estados y los Gobiernos construidos por esos mismos Pueblos en ejercicio del derecho de autodeterminación de todos los Pueblos. [Decretos de nacionalidad en Tunicia y Marruecos, y la opinión de la Corte Permanente de Justicia Internacional, 1923; Convenio de la Haya, sobre Determinadas Cuestiones Relativas al Conflicto de las Leyes de Nacionalidad, 1930; Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948; caso Nottebohm y opinión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, 1955; Pactos Internacionales de Derechos Humanos, 1966.]

Entre la España Una – Roja o Fascista – y la España “rota”, los Nacionalistas elijen siempre la primera. En lo que concierne a la cuestión nacional, Derechas e “Izquierdas” españolas y francesas están y han estado siempre de acuerdo al 99%, y el diferencial restante no es antagónico sino simultánea o sucesivamente complementario: en todo momento, la liquidación ideológica y política de la Resistencia Nacional de los Pueblos sojuzgados es el objetivo prioritario expresa o tácitamente acordado entre ellas. Incluso las querellas que surgen entre ellas, van dirigidas a la mutua puesta en valor de los “antagonistas”. Así, la “Derecha” acusa a su “Izquierda” por no ser lo suficientemente resuelta en el mantenimiento de su Imperio a pesar de saber que sí lo es (una acusación fingida para potenciarla ante la Resistencia de los Pueblos sojuzgados, y facilitar su tarea de recuperarla y bloquearla); mientras ésta acusa a aquélla de no ser lo bastante moderada para ese común propósito y por las mismas razones. Toda la historia de este País desde hace siglos es la repetitiva demostración de ello.

La evaluación de las contradicciones internas del imperialismo, en la medida en que existen, es una tarea que va de sí; pero la búsqueda de “aliados” en función de ellas es un sinsentido más. “Franceses contra Españoles, Carlistas contra Liberales, Nacional-Socialistas y Comunistas contra Capitalistas, política (imperialista) contra derecho (imperialista), Jueces contra Gobiernos” etc., son “oposiciones” que estimulan las ilusiones de los débiles y oprimidos, y ocultan la solidaridad fundamental de los fuertes y opresores.

La lucha de clases nacional fue oficialmente “abolida” por el moderno nacional-socialismo internacional, acabando así, de paso, con el pretendido “dualismo” social-nacional: inevitable recurso del social-imperialismo tradicional, mantenido durante dos siglos para confundir y debilitar la Resistencia Nacional de los Pueblos sojuzgados.

El “dualismo” ideológico clase-nación / social-nacional / lucha de clases-lucha nacional fue el arma ideológica predilecta del imperialismo, que prestó continuos e importantes servicios a la lucha política e ideológica de la reacción imperialista, e hizo estragos entre los desvalidos defensores de la libertad nacional, dada la frágil ideología y endeble integración política de los Países sojuzgados. Contó, mientras duró, con la utilización y la complicidad sin fallas de los servicios auxiliares indígenas de los colaboracionistas y cómplices desarmados y armados Pnv-Eta, quienes por su parte – con cerril o perversa obstinación – lo han proclamado siempre, incluso después del abandono de la lucha de clases interna por el social-imperialismo, debido a la exigencia del Franquismo renovado y de sus mentores occidentales.

(El dogma reaccionario del “problema irresoluble en nuestro tiempo: la doble alienación nacional y social”, proclamado por los colaboracionistas armados o desarmados, mostraba que, efectivamente, la cuestión era irresoluble para ellos. La incapacidad – presentada como imposibilidad universal – de la autoproclamada vanguardia ideológica y política Pnv-Eta verificaba también que no hay dogmatismo más nocivo que el dogmatismo obscurantista, inseparable de la represión de las ideas y de la libertad de expresión.)

Con la desaparición o el abandono de la lucha de clases interna en beneficio de la reconciliación [nacional], el frente [nacional], la Unión Sagrada [nacional] y la remodelación de la Derecha y el Fascismo tradicionales, resultan fortificadas la solidaridad y resolución de todo el Nacionalismo imperialista en la lucha de clases internacional. El Nacionalismo “de Izquierda” no suaviza su virulencia comparado al Nacionalismo “de Derecha”; en realidad es todo lo contrario. El Nacionalismo imperialista y colonial denominado “de izquierda, liberal, socialista, comunista o anarquista”: en sus diversas formas tanto pletóricas como residuales, no cede en nada al Nacionalismo de los sectores más conservadores de la derecha tradicional. Bien al contrario depende de él, lo complementa, informa, encubre, estimula, desarrolla, encona, refuerza, adapta y moderniza; le procura justificación y legitimidad ideológicas; integra su quinta columna; e infiltra, provoca y debilita la Resistencia. El social-imperialismo oficial deja constancia de ello.

“En consecuencia, si queremos captar el significado de la autodeterminación de las naciones: no jugando con definiciones legales, o ‘inventando’ definiciones abstractas, sino mediante el examen de las condiciones histórico-económicas de los movimientos nacionales, debemos inevitablemente llegar a la conclusión de que la autodeterminación de las naciones significa la separación política de estas naciones de los organismos nacionales extranjeros, y la formación de un estado nacional independiente. Más adelante vamos a ver todavía otras razones por las que sería incorrecto interpretar el derecho a la autodeterminación como significando cualquier otra cosa excepto el derecho a la existencia como un estado separado. [...].

“Si, en nuestra agitación política, somos incapaces de promover y defender la consigna del derecho a la secesión, estaremos jugando en las manos no sólo de la burguesía sino también de los terratenientes feudales y del absolutismo de la nación opresora. Kautsky utilizó hace tiempo este argumento en contra de Rosa Luxemburgo, y el argumento es indiscutible. Cuando, en su ansia por no ‘apoyar’ a la burguesía nacionalista de Polonia, Rosa Luxemburgo rechaza el derecho a la secesión en el programa de los marxistas en Rusia, ella está en realidad ayudando a las Centurias Negras Gran-Rusas. Ella está en realidad ayudando a la tolerancia oportunista hacia los privilegios (y cosas peores que privilegios) de los Gran-Rusos.

“Arrastrada por la lucha contra el nacionalismo en Polonia, ella ha olvidado el nacionalismo de los Gran-Rusos; aunque es éste el nacionalismo que es el más formidable en la actualidad. Es un nacionalismo que es más feudal que burgués, y es el principal obstáculo para la democracia y para la lucha proletaria. El nacionalismo burgués de cualquier nación oprimida tiene un contenido democrático general que está dirigido contra la opresión, y es este contenido el que apoyamos incondicionalmente.” Etc. (V. Lenin; El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación’, 1914.)


“Es ridículo abrigar la ilusión de que unas gentes que no defienden el derecho de autodeterminación de las Naciones oprimidas, siendo ellas mismas parte de las Naciones opresoras, son capaces de conducir una política socialista. Precisamente porque de hecho son imperialistas y no socialistas, y únicamente por esta razón.” Son socialistas e internacionalistas sólo de nombre, pero “social-patriotas, chauvinistas y anexionistas” de hecho: “[...] Los socialistas deben explicar a las masas que un socialista e internacionalista sólo de nombre, pero un chovinista y anexionista de hecho, es el socialista inglés que fracasa inmediatamente en luchar por la libertad para separarse de Irlanda, India” etc. (V. Lenin.)


“Ni que decir tiene que esta distorsión del Marxismo es de una gran ventaja para esos ignorantes, que han reducido el socialismo a la desgracia inaudita de justificar y engalanar la guerra imperialista por medio de aplicarle el concepto de ‘defensa de la patria’; pero es incuestionablemente una distorsión, no obstante.” (V. Lenin; El Estado y la revolución, 1917.)


Los diversos republicanos españoles se han “convertido” a la extrema derecha monárquica y nacionalista. De hecho, y al igual que ocurre con su admirado modelo: los “revolucionarios” republicanos franceses, los “Nacional-liberales, republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas” etc. españoles nunca se quedaron atrás en cuestión de Nacionalismo imperialista, todo lo contrario. En ambos Países, todos ellos aparecen y se manifiestan cada vez más abiertamente como Nacionalistas a secas, y ciertamente no son otra cosa. Sólo subsisten porque la derecha tradicional necesita de ellos como complemento político e ideológico para hacer el trabajo sucio que no puede hacer por sí misma. Estos prófugos: despojos y travestis del transformismo revolucionario, encuentran así satisfacción moral y compensación material. La facilidad y velocidad con que los más radicales auto-proclamados adversarios de los gobiernos despóticos tradicionales – y de la “aristocracia” y el “nacionalismo burgués” de los demás – se convierten al Nacionalismo oficial y al Fascismo propios, arrojan reveladora luz – retrospectiva y prospectiva – sobre la realidad y el fondo de sus actividades presentes y pasadas. Tan evidente es su inexistencia como oposición, que ni siquiera aciertan a definir la fachada publicitaria que les permita seguir guardando las apariencias .

La represión de los movimientos de liberación nacional por el chauvinismo “de Izquierda” es la más pletórica de todas, porque no sólo cuenta con la solidaridad de la reacción y la Derecha conservadora tradicionales sino también con la complicidad y el apoyo de “liberales, socialistas y comunistas” de todo el mundo. En los territorios ocupados y colonizados de los Pueblos sojuzgados, los sedicentes “liberales y socialistas” etc. de las metrópolis imperial-colonialistas han sido, desde su origen y fundamentalmente, valedores y portadores del más declarado Nacionalismo imperialista, e instrumento de la lucha ideológica y política contra la libertad de los Pueblos; con el apoyo auxiliar – ciego o deliberado – de los colaboracionistas y cómplices autóctonos de los Pueblos sojuzgados. Sus organizaciones son simple prolongación colonial de las propias de la Metrópoli, de la cual dependen para todo. En todos los sistemas coloniales, tales organizaciones tienen por su base específica local a los Nacionalistas coloniales y los Renegados autóctonos, o sea: los componentes sociales naturalmente más agresivos, motivados, exigentes y resistentes del régimen imperialista.

Sus maniobras para camuflarse como “oposición” y congraciarse con el Movimiento de Resistencia Nacional, se corresponden con la ultranza de la represión cuando llegan al Gobierno y la tienen a su disposición. El acuerdo entre todos ellos sobre la negación y la liquidación de los Pueblos oprimidos, como solución final al problema nacional, es completo. Al igual que en Argelia y en otros lugares, dependen estrechamente de la buena voluntad del poder fáctico o real y de la clase política militar y burocrática, cuyos recelos deben disipar mediante servicios eminentes que aventajen los procedimientos de la derecha tradicional; la cual no necesita demostrar nada a nadie y menos a sí misma.

El Nacionalismo, al igual que la corrupción, son más bien “valores de Izquierda” que de Derecha. En materia de Nacionalismo imperialista y colonialista, así como en materia de corrupción, la “Izquierda liberal, republicana o socialista” oficial ha ido generalmente más lejos y es más doctrinaria, radical, destructora e innovadora que la Derecha tradicional, a la que sirve de auxilio, recurso, coartada y substituto para remediar a sus propias carencias y limitaciones. Para los “conservadores”, la historia, las constantes sociológicas, el derecho precedente, los pactos fundacionales, la santa tradición: adecuadamente falsificados, son o se dicen valores fundamentales ideológicos y políticos. Por su parte, el constructivismo “de Izquierda” hace tabla rasa de los Pueblos, las Naciones y los Estados de los demás; e inventa e impone por la Violencia criminal y el Terrorismo la propia Nación-Estado o Estado-Nación.

El Nacionalismo imperialista español no es producto del Franquismo; el Franquismo es producto del Nacionalismo imperialista español. En la cuestión nacional, los adversarios republicanos del Franquismo estaban fundamentalmente de acuerdo con él:

“Una persona de mi conocimiento asegura que es una constante en la historia de España la necesidad de bombardear Barcelona cada cincuenta años. El sistema de Felipe V era injusto y duro, pero sólido y cómodo. Ha valido para dos siglos.” “Con el derrumbe del frente vasco nos hemos sacado de encima un problema para mañana.” (Manuel Azaña; de un discurso en Alicante, finales de 1937)

“Tenemos que agradecer a Franco que nos haya resuelto el problema vasco, que ya es cosa del pasado. En cuestión de regionalismo, nos entendemos antes y mejor con los falangistas que con los separatistas.” “Yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si esas gentes van a descuartizar España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables.” (Manuel Azaña; Presidente de la II República Española.)

“El Decreto de Franco aboliendo la autonomía de Cataluña tenía apasionados suscriptores entre los republicanos. No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan los que otra cosa supongan. No hay mas que una nación: ¡España! Antes que consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco sin otra condición que la de que se desprendiese de alemanes e italianos.” Etc. etc. (J. Negrín; Primer Ministro del Gobierno en la II República española y miembro del PsoE.)


Si esto y cosas parecidas decían los españoles “de izquierda” cuando practicaban entre ellos la lucha de clases y la guerra civil e internacional de 1936, puede colegirse lo que piensan, dicen y practican ahora, cuando toda contradicción política ha desaparecido y la lucha de clases interna ha sido “abolida” por los artífices y los advenedizos de “la transición”, realizada en beneficio de la reconciliación y la unión sagrada nacionalistas, y del frente común Nacional-imperialista:

“[...] El President Puigdemont y el Vice-President Junqueras, hoy más que nunca, se convierten en los principales responsables de la fractura y el desgarro del conjunto de la sociedad catalana. Y todo [eso] para nada, pues la nada es emprender un camino que lleva a un callejón sin salida; que está sembrando la división y la fractura social y política; y que violenta los principios fundamentales sobre los que se asienta el Estado social y democrático de derecho [español] y el imperio de la ley [española]. [...]; pero ante cualquier cuestionamiento de la integridad territorial de España no hay ningún matiz: la mera idea de una España sin Catalunya, y vice-versa, es la de una España y una Catalunya mutiladas.” Etc. (Del discurso de P. Sánchez, secretario general de Falange-PsoE, en apoyo de la supresión de la “autonomía” de Catalunya decretada por el Partido franquista tradicional; 27-X-2017.)


Las tropas de los Generales insurgentes que establecieron “el imperio de la ley” española se llamaban a sí mismas nacionales, aunque el mundo entero las llamaba nacionalistas. No se había inventado todavía por el “Partido nacionalista vasco” (Pnv) el inefable eufemismo de “no-nacionalistas”, de tan inmediata y significativa adopción por todos los servicios de propaganda del Nacionalismo imperialista español.

La pasión Nacionalista y el Racismo imperialista ciegan a sus propios agentes. Resultado de siglos de Despotismo, la idolatría totalitaria hacia el Estado inamovible y todopoderoso: principio y fin de toda moral, de toda política y de todo derecho, condena y bloquea todo progreso, y pone a opresores y oprimidos a remolque o a espaldas de la historia. La cerril obstinación de Franceses y Españoles por conservar, mediante la Violencia criminal y el Terrorismo a ultranza, los Imperios que la Violencia y el Terrorismo a ultranza les permitieron establecer, ha acarreado también para ellos mismos fatales consecuencias que sólo el fanatismo nacionalista permite ignorar. Ni ellos ni nadie perderá el tiempo en lamentarlo o en idear vanas alternativas. Cada uno hace lo que puede, y – en el caso que nos ocupa – los imperialistas y los colonialistas hacen lo único que saben hacer: reprimir y violar los derechos humanos fundamentales.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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