Imperialismo. – El Nacionalismo imperialista (II)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO,, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



 II – Imperialismo.- El Nacionalismo imperialista


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


“Deseamos que a vos [dirigido al Papa Juan XXII] le plazca amonestar y exhortar al Rey de los Ingleses – quien debería estar satisfecho con lo que le pertenece, puesto que hubo un tiempo en que Inglaterra solía ser suficiente para siete reyes o más – a fin de que nos deje en paz a nosotros los Escoceses, quienes vivimos en esta pobre y pequeña Escocia más allá de la cual no tenemos ninguna morada en absoluto, y no codiciamos nada sino lo que es nuestro. [...] Pero si su Santidad pone demasiada fe en las historias que los Ingleses cuentan, y no quiere dar sincero crédito a todo esto ni se abstiene de favorecerlos para nuestro perjuicio, entonces la matanza de cuerpos, la perdición de almas, y todo el resto de desgracias que se seguirán: infligidas por ellos sobre nosotros y por nosotros sobre ellos, serán – nosotros así lo creemos – seguramente puestas por el Altísimo a cargo de vos.” (De la declaración de Arbroath, Abadía de Escocia; 1320. Original en Latín.)


La especie humana es la más incurablemente agresiva y destructiva que evolución, mutación y selección zoológicas han originado sobre el planeta Tierra; la especie más destructora de la ecología, el reino vegetal y el reino animal, de las demás especies zoológicas y de sí misma que nunca ha existido. Además de atacar sistemáticamente el equilibrio geológico del planeta, su acción rompe los equilibrios extraspecíficos y destruye las inhibiciones intraspecíficas de su agresividad funcional. El humano es un animal débil y desarmado cuyo instinto de agresión ha sido potenciado – no limitado – por el desarrollo cultural.

La interacción del miedo y la agresividad ha hecho del humano el más conflictivo y peligroso animal de presa. A veces, la afinidad intraspecífica parece incluso estimular sus impulsos más agresivos y crueles, como cuando “dos naciones entran en competición aunque ninguna necesidad económica las obligue a ello”, o cuando “dos partidos políticos o dos religiones con programas sorprendentemente similares se combaten encarnizadamente entre ellos”.

El humano es el peor enemigo del humano: su universalismo y amplitud de miras le permiten al animal humano ver las cosas en grande, sin estrechas y enojosas limitaciones. Su naturaleza determina relaciones intraspecíficas de conflictividad exorbitante y agresividad excepcional: es la única forma de convivencia que todos los humanos son capaces de entender. A pesar de todos los terribles desastres y sufrimientos que ellos han obtenido como resultado de su repugnante comportamiento, no sólo son demasiado dañinos sino también demasiado estúpidos como para descubrir, inventar y adoptar otro.

El imperialismo (de imperium = poder supremo, dominio, en Latín), o dominación de un Pueblo sobre otro, es la especie extrema, más agresiva y opresiva de violencia, guerra y dominación, despotismo y totalitarismo. Los diversos factores de dominación se refuerzan o contrarrestan, se implican, suceden y complementan mutuamente, se presentan en forma diversa en cada caso; pero siempre, como los Jinetes del Apocalipsis, cabalgan juntos. Genocidio de los Pueblos sojuzgados y violación de sus mujeres; Nacionalismo, racismo, colonialismo, terrorismo y fanatismo; opresión política, religiosa, lingüística y cultural; explotación de clase y dominación sexista del hombre sobre la mujer, inherente al orden imperialista y colonial; pillaje, corrupción y expoliación; y discriminación y negación de la libertad, de los derechos humanos fundamentales e inherentes y de toda democracia, son idénticos y constitutivos del imperialismo.

El imperialismo, en sus diferentes versiones, está constituido por guerra de agresión y violencia terrorista de masas, conquista, ocupación, desmembramiento y anexión de territorios y Estados, bombardeo y destrucción de ciudades y asentamientos civiles, crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad; por exterminio, genocidio, violación y expansión-destrucción racial, lingüística y cultural de Pueblos, y expulsión, deportación y colonización (substitución, plantación y asimilación) de poblaciones; por tortura, asesinato y terrorismo sistemático de Estado, represión de masas, monopolio de la Violencia criminal, supresión de todas las libertades fundamentales, amenaza, secuestro, prisión y toma de rehenes; por hambre (hambre y enfermedad), sometimiento y exclusión, secuestro de personas y Pueblos dentro de fronteras infranqueables e impermeables, separación de familias, represión sexual, y esterilización directa o indirecta; por incendio, saqueo, extorsión y expoliación, explotación y pillaje de los recursos naturales y productivos; por corrupción, colaboración y traición, dominación social, económica y política, y condicionamiento e intoxicación ideológicos de masas mediante propaganda y guerra psicológica; por destrucción del patrimonio cultural y de los signos o fundamentos de identidad; y por conculcación de los derechos humanos fundamentales y ante todo del derecho de autodeterminación de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos y condición previa de todos los demás, e inseparable del derecho inherente de legítima defensa.

Es así como se han fundado y conservado los Imperios: organizaciones de ladrones y asesinos en grande. Por mucho que se cambie de nombre a los hechos, para hacer creer que son otra cosa, las instituciones del imperialismo chorrean la sangre de sus innumerables víctimas, testimonio permanente de los monstruosos crímenes de masas que las han construido: crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad.

Nada permite creer que haya Pueblos sociables e insociables, pacíficos y agresivos “de por sí”. No hay ejemplo histórico ni prehistórico de Pueblo que, pudiendo evitarlo, haya aceptado de buen grado la proximidad y el libre desenvolvimiento de otros; no obstante, hay Pueblos especialistas y superdotados para quienes sumisión, opresión, liquidación y substitución de los demás es empresa permanente, prioritaria e irrenunciable. Por su parte, la clase política e ideológica real que rige los destinos del mundo no tiene nada que hacer con el humanismo beato que su propaganda propone a los demás como remedio a los males del mundo. En realidad es vulgar, grosera, ignorante, engreída, fatua, obtusa, corrompida, agresiva, y dependiente y adicta de la fuerza bruta y el terrorismo como solución de todos los problemas. Tales Pueblos y sus dirigentes: egoístas y agresivos, ciegos o estúpidos, prosiguen obstinadamente su marcha al abismo. La Humanidad tiene en sí misma la llave de su destrucción; no corre hacia un inevitable final feliz de la historia sino hacia la catástrofe.

“El imperialismo es un problema perenne de la existencia humana, porque las Naciones y los individuos poderosos tienden inevitablemente a usar a los débiles como instrumentos para sus propósitos.” (Reinhold Niebuhr; ‘The Irony of American History, 1952.) El conflicto internacional y el imperialismo engloban el conflicto y el imperialismo políticos, especie y parte de la política en general. El conflicto y el imperialismo políticos comprenden y presiden el conflicto armado.

Cuando, forzados por las crisis creadas por los Pueblos sojuzgados, los dirigentes imperialistas afirmanque “no tenemos un problema de independencia; tenemos un problema de convivencia” (P. Sánchez, dirigente de Falange-PsoE), están falseando por completo la realidad: la “convivencia” que hipócritamente predica el imperialismo consiste en la sumisión a su criminal dominación.

Quienes en la teoría o en la práctica niegan la Libertad y la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos, destruyen el único fundamento posible de la convivencia, la paz y el orden democráticos; construyen en su lugar las bases de la violencia y la guerra; y establecen y sostienen los pilares del orden y el desorden de criminal Violencia imperialista y fascista entre las Naciones. Sin una real solución para la cuestión nacional no hay convivencia, paz ni tranquilidad firmes y duraderas sino intermedios entre un conflicto y otro. “Si se vacía de contenido la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos, se le quita a la amistad entre los Pueblos el fundamento a partir del cual puede desarrollarse.”

El imperialismo es la negación de la Autodeterminación, Libre-Disposición o Independencia de los Pueblos, y por tanto es: por su naturaleza, por su esencia y su misma existencia, incompatible con la convivencia pacífica entre los Pueblos y los Estados, y con toda democracia. Con el imperialismo “se refuerzan particularmente la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, es decir: a la violación de la independencia nacional”. “El imperialismo conduce a las anexiones, al refuerzo del yugo internacional y – a partir de él – a la exasperación de la resistencia.” “Por muchas vueltas que se le dé, no podréis escapar a esta conclusión: la anexión es una violación de la autodeterminación de una nación; es el establecimiento de las fronteras de un Estado en contra de la voluntad del pueblo.” (V. Lenin.)

El sojuzgamiento de un Pueblo, y la ocupación y anexión de un Estado legítima y libremente establecido en conformidad con el principio de la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos, o de parte de él, por otro Estado: todo lo cual constituye la naturaleza misma del imperialismo, es una agresión permanente y una cadena continua, interminable e inmanente de crímenes, conflicto, opresión, persecución y terrorismo que jamás pueden prescribir. El imperialismo no puede ser reformado; su única reforma posible es su abolición total mediante la Autodeterminación o Independencia incondicional e inmediata de los Pueblos sojuzgados, y mediante la independencia e integridad de sus Estados libre y legítimamente constituidos sobre el principio de la Autodeterminación de los Pueblos.

Cuando el imperialismo tiene por objeto no sólo la dominación/explotación del Pueblo sojuzgado sino su liquidación misma y la de sus signos de identidad, y la imposición sobre él de los caracteres nacionales de la nación agresora, estamos ante el imperialismo nacionalista o Nacionalismo en sentido estricto, según hemos expuesto más arriba, que es Nacionalismo imperialista. El imperialismo nacionalista produce la guerra y se implanta o desarrolla por la Violencia criminal. Es el enemigo de la paz, de las relaciones internacionales amigables, y de la cooperación entre los Pueblos. Es el responsable de los conflictos internacionales más terribles, cruentos e irreductibles, porque los Pueblos no se dejan dominar y destruir tan fácil y dócilmente como sus agresores esperan. Las consecuencias de ello las pagan todos, incluidos los propios Pueblos predadores; los cuales las afrontan y subliman a su manera, eventualmente irracional, masoquista y autodestructiva: “Soy valiente y leal legionario, soy un novio de la muerte”; “¡Muera la inteligencia!”...

Según el escritor español A. Machado, la “falta de virilidad espiritual” hacía que el “problema nacional” de España le pareciera irresoluble. Tras la “frustración nacional” ocasionada en 1898 por “la pérdida de Cuba y Filipinas”: “tierra española” según el imperialismo-colonialismo español, este autor – con su mistificación de un supuestamente “ascético y noble espíritu castellano” – había sido desde principios del siglo uno de los padres espirituales e impulsores del moderno Nacionalismo imperialista español; el cual, fatalmente (no a pesar de sus delirios literarios sino apoyándose precisamente en ellos), estaba abocado a imponerse sobre los Pueblos dominados únicamente mediante la virilidad... de la ocupación militar y el Fascismo.  “Soy valiente y leal legionario.” En los momentos mismos en que el General Franco, junto con su Ejército y los Nacionalistas de Falange, decidían resolver ese problema en la práctica mediante crímenes y genocidio y con la ayuda del Fascismo y el Nacional-socialismo internacional, el mencionado autor seguía exacerbando a conciencia el común odio de todos los Españoles contra los Pueblos que ellos están sojuzgando, haciéndose así instigador de esos crímenes:

“De aquéllos que dicen ser gallegos, catalanes, vascos... antes que españoles, desconfiad siempre. Suelen ser españoles incompletos, insuficientes, de quienes nada grande puede esperarse”. [Antonio Machado; Apuntes y recuerdos de Juan de Mairena, 1936.]


(Ciertamente, este autor es indigno de la generosidad de la tierra catalana que acogió sus restos tras su muerte. Sin embargo, hay algún cantautor Renegado catalán que, totalmente recuperado por el Nacionalismo imperialista español y a su servicio, mitifica su significado y lo propone como un falso símbolo de la lucha contra el Fascismo español; una ideología Nacionalista-imperialista española que ese autor junto con los otros de la llamada “Generación del 98”: idealizadores con él del falsificado “ascético espíritu castellano”, en realidad potenciaron.)

Veamos la repercusión que la dominación de Irlanda ha acarreado sobre Inglaterra y sobre la clase obrera inglesa, según señaladas muestras de la literatura socialista la han puesto de relieve:

“En una carta del 20 de noviembre de 1868, Engels señalaba ‘el odio hacia los irlandeses que existe entre los obreros ingleses’, y casi un año más tarde (24 de octubre de 1869), volviendo a este tema, él escribía: ‘Il n’y a qu’un pas [no hay más que un paso] de Irlanda a Rusia... La historia irlandesa muestra qué desgracia es para una nación el haber sojuzgado a otra. Todas las abominaciones de los ingleses tienen su origen en el Estacado irlandés. Tengo que trabajarme todavía el periodo cromwelliano, pero esto sí me parece cierto: que las cosas habrían tomado otro giro, también en Inglaterra, si no hubiera sido por la necesidad de establecer un régimen militar en Irlanda y crear una nueva aristocracia allí’. [...] El 10 de diciembre de 1869 Marx escribe que su informe sobre el problema irlandés en el Consejo de la Internacional tendrá la estructura siguiente: ‘Independientemente de toda fraseología sobre una justicia ‘internacional’ y ‘humanitaria’ para Irlanda – porque esto se da por descontado en el Consejo de la Internacional –, es en el interés absoluto y directo de la clase obrera inglesa el librarse de su actual unión con Irlanda. Y ésta es mi más completa convicción; [...]. He creído durante mucho tiempo que el ascenso de la clase obrera inglesa permitiría derrocar el régimen [de dominación inglesa] en Irlanda. He defendido siempre esta opinión en el New York Daily Tribune [periódico norteamericano en el que Marx colaboró mucho tiempo]. Un estudio más profundo me ha persuadido de lo contrario. La clase obrera inglesa nunca conseguirá nada mientras no se desembarace de Irlanda... La reacción inglesa, en Inglaterra, tiene sus raíces en el sojuzgamiento de Irlanda.’ (Énfasis de Marx.) [...] Marx revisó su opinión y la corrigió. ‘Qué desgracia es para una nación el haber sojuzgado a otra’. La clase obrera de Inglaterra no podrá liberarse mientras Irlanda no se libere del yugo inglés. La reacción en Inglaterra está reforzada y fomentada por la sojuzgamiento de Irlanda (¡del mismo modo que la reacción en Rusia está fomentada por el sojuzgamiento de una serie de naciones!).” (V. Lenin; El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación. Cursivas de Marx.)


Y en su carta a Sigfrid Meyer y August Vogt en Nueva York, Karl Marx (Londres, 9 Abril 1870) escribe:

“Es por lo tanto el objetivo más importante de la Asociación Internacional de los Trabajadores el acelerar la revolución social en Inglaterra. El único medio de acelerarla es hacer a Irlanda independiente. De ahí que la tarea de la Internacional sea en todas partes el poner el conflicto entre Inglaterra e Irlanda en el primer plano, y el posicionarse en todas partes abiertamente del lado de Irlanda. La tarea especial del Consejo Central [de esa Asociación] en Londres es el hacer que los trabajadores ingleses se percaten de que para ellos la emancipación nacional de Irlanda no es una cuestión de justicia abstracta o sentimiento humanitario sino la primera condición de su propia emancipación social”. (Énfasis de Marx.)


El imperialismo corroe y destruye las virtualidades democráticas internas de la propia Nación dominante. “Un Pueblo que oprime a otro Pueblo no puede ser libre.” No sólo la sociología y la literatura son testigos de ello: el odio y desprecio hacia el Pueblo dominado que el imperialismo nacionalista inculca en el Pueblo dominante se manifiesta incluso en expresiones idiomáticas que pervierten la realidad. En Inglés, la expresión “beyond/outside the pale” (más allá del cercado): surgida históricamente para aludir al área de Dublín controlada por los Ingleses y protegida por un cercado hecho a base de estacas, significa algo “socialmente inaceptable o irrazonable”. Es decir: justo lo contrario de lo que fue la realidad histórica de aquel hecho, puesto que fuera del “Estacado” estaba el Pueblo irlandés y su libertad; y dentro de él, los criminales y ladrones que con esa protección atentaban contra los derechos fundamentales de aquéllos. Lo cual nos lleva a plantear el colonialismo.

El colonialismo es el imperialismo de población: un Pueblo desplazando, excluyendo y substituyendo a otro fuera de su propio territorio. Toda población humana o animal defiende su territorio contra el imperialismo y el colonialismo. Todo imperialismo que pretenda perdurar debe necesariamente imponerse a la población primitiva o precedente, y substituirla por la propia colonización. (Américas, Tíbet.)

Las condiciones y normas internacionales de desplazamiento, acceso y establecimiento de poblaciones: oficiales según las NU, implican el respeto de la soberanía, la Libertad nacional y la Autodeterminación o Libre-Disposición del País de acogida; es decir: la ausencia de toda coerción externa o extranjera sobre él. Todos los Pueblos y Estados: grandes y pequeños, poblados y despoblados, reivindican para sí mismos e imponen estas condiciones; ya sea Francia o España, China o el Gran Ducado de Luxemburgo. En cualquier caso, los alógenos no respetan al Pueblo que no se respeta a sí mismo y que no ofrece resistencia al imperialismo, ni menos aún se incorporan a él.

El colonialismo invierte las normas internacionales de migración: en lugar de aceptar las leyes de acceso e integración del País receptor, el advenedizo impone las suyas, se lo atribuye como propio, y hace del indígena un extranjero a liquidar, asimilar o expulsar. Los Colonos: parte del País imperialista que se ha impuesto sobre el País dominado, se pretenden naturales del País colonizado. Ante la Resistencia nacional del Pueblo dominado, pretenden que ellos son las víctimas, y que los Autóctonos resistentes son sus verdugos. Es el mundo al revés colonialista.

La colonización de población es, junto con el exterminio y la deportación, el arma absoluta de la política Nacionalista-imperialista de hechos consumados. “La inmigración es el terrorismo del siglo XXI”, según el Gobierno español; pero el Nacionalismo imperialista español no sólo construye el concepto y aplica el término de “terrorismo” según le conviene sino que ha practicado siempre la política demográfica que le permite desarrollar su propio Nacionalismo despótico. Todos los Nacional-imperialistas y sus Gobiernos imponen “la dislocación, la fusión, la asimilación y el mestizaje” si se encuentran en proporción ventajosa para hacerlo a su favor, y los rechazan cuando los números están en su contra.

Todo régimen imperialista o colonialista se funda y reposa sobre Violencia y Terror criminales, y sobre fuerzas armadas permanentes de guerra y ocupación. No se ganan las guerras, no se construyen los imperios, no se somete, oprime, reprime y destruye los Pueblos mediante la gratificación y persuasión, el diálogo y el respeto de los derechos humanos, las normas y actitudes humanitarias, los buenos sentimientos altruistas y filantrópicos, la piedad y compasión sino mediante el monopolio de la fuerza armada, la represión y el Terror, y mediante la negación teórica y práctica de la libertad de los Pueblos y del derecho internacional. Una invariable experiencia histórica demuestra que allí por donde el imperialismo pasa, el derecho a la vida, a la libertad de pensamiento y los derechos humanos en general son hierbas que dejan de crecer y de existir. La negación de los derechos humanos fundamentales es constitutiva del imperialismo y de su especie colonialista.

Abierta o encubiertamente, todos los Estados imperialistas y colonialistas: capitalistas o comunistas, blancos o negros, cristianos, musulmanes, judíos o paganos, tratan de eliminar a sus colonizados según el momento y los medios de que disponen. Donde los puros crímenes y fusilamientos no logran directa e inmediatamente el exterminio del Pueblo sojuzgado, el monopolio de la Violencia criminal: resultante de la guerra de agresión y la ocupación militar, permite cambiar la base demográfica del País ocupado y conseguir su liquidación en diferido. La substitución y la liquidación de Pueblos mediante hambre, enfermedad, colonización, expulsión, exclusión y asimilación; los desplazamientos, asentamientos y deportaciones; la repoblación, plantación, implantación y transplantación de poblaciones, son medios conjunta o sucesivamente aplicados, diversamente directos, eficaces, rápidos, completos y seguros. Son recursos del imperialismo que consolidan y hacen actual o virtualmente irreversibles la ocupación militar y la anexión de los Territorios o Estados de dichos Pueblos. Sólo la colonización, la asimilación y la exclusión de los Pueblos sojuzgados consolidan la ocupación militar y la anexión de sus Estados.

Todos los Estados que han sometido a Pueblos – y sus legítimos Estados – bajo su dominación política imperialista, utilizan ésta para cambiar la base demográfica del País ocupado, como medio concurrente para acabar radicalmente con la Resistencia Nacional y con el País mismo. Frente a ello, veamos lo que han establecido con insistencia relevantes Resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGAR):

La Asamblea General, [...] Preocupada por la política de las Potencias coloniales que ponen en jaque los derechos de los Pueblos coloniales al favorecer la afluencia sistemática de inmigrantes extranjeros y al dispersar, deportar y trasladar a los habitantes autóctonos, [...]; 5. Hace un llamamiento a las Potencias coloniales para que pongan fin a su política, que viola los derechos de los pueblos coloniales con la afluencia sistemática de inmigrantes extranjeros y con la dispersión, deportación y traslado de los autóctonos; [...]; 8. Pide al Comité Especial que preste suma atención a los territorios pequeños y que recomiende a la Asamblea General los medios más adecuados y las medidas que convenga adoptar para que las poblaciones de estos territorios puedan ejercer plenamente sus derechos a la libre determinación y la independencia;” etc. [UNGAR 2105 (1965)]

La Asamblea General, [...] Preocupada ante la política seguida por las Potencias coloniales de desconocer los derechos de los Pueblos coloniales al favorecer la afluencia sistemática de inmigrantes extranjeros y al desplazar, deportar o trasladar a los habitantes autóctonos, [...]; 13. Condena las políticas seguidas por ciertas Potencias administradoras en los Territorios bajo su dominación, consistentes en imponer regímenes y constituciones no-representativos, [...], engañar a la opinión pública mundial y fomentar la afluencia sistemática de inmigrantes extranjeros mientras desplazan, deportan y trasladan los habitantes indígenas a otras áreas, e insta a esas Potencias para que desistan de tales maniobras;” etc. [UNGAR 2189 (1966)]

La Asamblea General, [...], Reafirmando que todos los pueblos tienen el derecho a la libre determinación e independencia, y que la sujeción de los pueblos a la dominación extranjera constituye un serio obstáculo para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y para el desarrollo de relaciones pacíficas entre las naciones, 1. Declara que la continuación del colonialismo en todas sus formas y manifestaciones es un crimen que viola la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales, y los Principios de derecho internacional; 2. Reafirma el derecho inherente de los pueblos coloniales a luchar por todos los medios necesarios de que puedan disponer contra las Potencias coloniales que reprimen sus aspiraciones de libertad e independencia; 3. Adopta el siguiente programa de acción para asistir en la completa implementación de la Declaración sobre la Concesión de Independencia a los Países y Pueblos Coloniales: [...] (4) [...] Los Estados Miembros estudiarán la adopción de los pasos necesarios para hacer que sus nacionales y compañías bajo su jurisdicción suspendan tales actividades y prácticas; dichas medidas tendrán también por objeto evitar la afluencia sistemática de inmigrantes extranjeros a los Territorios coloniales, lo cual quebranta la integridad y la unidad social, política y cultural de los pueblos bajo dominación colonial.” Etc. [UNGAR 2621 (1970)]


Frente a todo ello, los ideólogos del imperialismo: “especialistas” y demás teóricos oficiales del derecho internacional (pagados y propiciados por los servicios de propaganda – mediática o universitaria – gubernamentales), “interpretan”, ocultan, falsifican y mutilan estas normas que, por su parte, los Estados que las han oficialmente adoptado, combaten. Combinada con las massacres y otros medios de aniquilación, continúa así la política seguida por las Potencias coloniales mediante el colonialismo.

Así pues, “la política seguida por las Potencias coloniales que ponen en jaque de los derechos de los Pueblos coloniales al promover la sistemática afluencia de inmigrantes extranjeros y la dislocación, la deportación y el traslado de los habitantes autóctonos, quebranta la integridad y la unidad social, política y cultural de los Pueblos bajo dominación colonial”. Pero los eufemismos, las declaraciones piadosas, las normas ilusorias e hipócritas de las postuladas organizaciones internacionales no pueden impedir, remediar u ocultar la realidad. Si el imperialismo nacionalista: que niega la libertad, el derecho de autodeterminación o independencia y la existencia misma del Pueblo colonizado, promueve y lleva a cabo bajo ocupación armada la afluencia sistemática de colonos para afirmar su conquista (reduciendo o aniquilando al Pueblo colonizado), logra igualmente su objetivo destruyendo su base sociológica.

Una invariable constatación muestra que allí donde se produce el asentamiento de una población colonial, si ésta alcanza proporciones relativamente importantes por la afluencia de colonos al amparo de un régimen de ocupación armada, dicha población rechaza la libertad nacional y el derecho de autodeterminación del Pueblo sojuzgado, reivindica como propios el territorio y el Pueblo colonizados, y su mayor parte pretende rápidamente la dominación política erigiéndose en dueña y señora del territorio ocupado como parte de su propia Nación de origen. Y si cuenta con el número, los recursos y el tiempo, y dispone del suficiente apoyo local y metropolitano para la degradación, la expulsión, la asimilación o el exterminio del Pueblo primitivo sobre el territorio ocupado, entonces no se limita a “perturbar” sino que finalmente destruye la base sociológica del Pueblo originario primitivamente asentado. En tales casos, tras las deportaciones e implantaciones de población, la falsificación del derecho de autodeterminación y el recurso a un llamado “plebiscito o referéndum” (celebrado bajo ocupación militar, o en cualquier caso manteniendo todas las consecuencias creadas por ella), son los desvergonzados trucos utilizados para camuflar el imperialismo colonialista y nacionalista tras un falso procedimiento “legal y democrático”.

Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, el “plebiscito de autodeterminación” de Prusia Oriental: celebrado en 1920 para determinar si la población de esa región deseaba permanecer en Alemania o ser parte de Polonia, proporcionó los resultados que cabía esperar y que aportaron su granito de arena al conjunto de causas que desencadenaron la siguiente Guerra Mundial. Por ejemplo, su resultado en la actual ciudad polaca de Olsztyn – llamada Allenstein en Alemán, desde que los Caballeros Teutónicos la fundaron como plaza fuerte para lanzar su Cruzada contra los antiguos Prusianos autóctonos – es revelador de lo que acabamos de exponer: 362,209 votos – el 97.80% – fueron a favor de permanecer en Alemania, y 7,980 votos – el 2.2% – fueron para Polonia; “por tanto” Allenstein permaneció en Alemania. Hoy forma parte felizmente de Polonia. Tras la derrota nazi, todos aquellos colonos alemanes: cuyos antepasados habían llegado a Prusia Oriental por la fuerza de las armas y bajo la protección ideológica de bulas papales e imperiales (armas en las que ellos mismos siguieron apoyándose, si bien invocando después la protección ideológica del Nazismo), fueron expulsados al igual que ocurrió en los Sudetes, que Hitler había anexionado a Alemania invocando esta forma falsificada del derecho de autodeterminación (llamada actualmente por los traidores de la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites “derecho a decidir”).

En particulares condiciones y circunstancias, si la relación de fuerzas y los factores de poder se modifican a su favor, los Colonos: simple parte y prolongación de su Estado y de su propia Nación de origen, de los cuales dependen para todo, impulsan y pretenden su dominación directa sobre los Pueblos militarmente ocupados y colonizados, que son así condenados a la sumisión y el exterminio. Lo que lleva en algunos casos a la rebelión, la guerra civil o el golpe de Estado de los mismos Colonos, que buscan y eventualmente logran su propia independencia como resultado del conflicto añadido y generado por la frustración y la desesperación ante el abandono – real o imaginario – del que la madre-patria los hace objeto. (Es el caso de las independencias de los Países americanos colonizados por los Europeos.) La opresión sobre los Pueblos indígenas colonizados a manos de los Colonos aumenta con ello; lo cual lleva eventualmente a la aproximación de todos o parte de aquéllos a la lejana Potencia colonial: la alianza de los Indígenas con la metrópoli y en contra de los Colonos es una paradójica, precaria, equívoca y ocasional consecuencia.

El racismo es la afirmación teórica y práctica de la relación fundamental de superioridad e inferioridad entre unas razas y otras, establecida como un instrumento ideológico-político destinado a justificar la subyugación, opresión y explotación de las inferiores por las superiores, según se pretende para cada caso. Más o menos estrechamente implicada o vinculada con aquélla, la misma afirmación teórica y práctica se da en materia de lingüística, cultura, economía, derechos humanos y política.

“El nacionalismo lingüístico supremacista es aquella ideología de exaltación irracional de la [propia] lengua nacional que la presenta como intrínsecamente superior a las lenguas de otras naciones.” (J.C. Moreno Cabrera, Errores y horrores del españolismo lingüístico; 2015.)

“La misión de la Educación Nacional es acabar con las lenguas regionales.” “Nuestra labor es ayudar a las lenguas minoritarias a morir dulcemente.” (Morvan.)

“En espera del día feliz en que el mundo entero hablará Francés.” (E. Zola.)


Allí donde el imperialismo y el colonialismo persiguen fines limitados de sujeción, explotación o pillaje, una tal situación originaria de conflicto imperialista limitado o relativo puede eventualmente o bien llegar a término de caducidad, o convertirse en conflicto total y absoluto; con la correspondiente transformación de sus fines y medios, los cuales devienen entonces exorbitantes de los que corresponden a un conflicto relativo.

El imperialismo relativo: económico, cultural o político, es la forma limitada de la dominación internacional. Está necesariamente abocado, en plazo más o menos largo, a abandonar su dominación o a convertirse en imperialismoabsoluto: tanto si adopta los fines propios de éste por sí mismos, como si ve en ellos el único medio para conservar la dominación imperial ante la inviabilidad sobrevenida de su forma primitiva. La estrategia de liquidación, destrucción y genocidio del Pueblo sojuzgado surgen en este caso como medios de consolidar la dominación previamente establecida: costosa, inestable o precaria, ante el fin sobrevenido hacia un imperialismo absoluto.

El imperialismo absoluto lleva al imperialismo total. El imperialismo absoluto se define por lo ilimitado de sus fines, a saber: la destrucción del Pueblo al que ataca, y su substitución por el propio. El imperialismo total se define por lo ilimitado de sus medios de acción, que no admiten normas restringentes: utiliza sin limitación todos los medios disponibles y útiles para alcanzar su objetivo de someter y destruir a los Pueblos.

En una empresa política y sociológica imperialista, la Nación dominante puede tal vez estar persiguiendo fines de dominación-explotación limitados y a término que, de todos modos, aun cuando fuera ése el proyecto inicial, no podrán prolongarse indefinidamente. A la larga, sólo tiene un medio de mantener su dominación: acabar con los Pueblos dominados; lo que la lleva a un imperialismo absoluto. En tal caso, su estrategia admite períodos, formas y ritmos diferentes que la sirven, sin alterar su concepto. El imperialismo y el colonialismo han efectiva e irremediablemente borrado del mapa Pueblos y Civilizaciones en todos los Continentes, y todo imperialismo absoluto aplica el mismo procedimiento en sus mal adquiridos dominios; lo cual constituye la base de los más irreductibles conflictos entre los Pueblos y los Estados, y una amenaza permanente para la paz internacional.

A diferencia del imperialismo relativo y parcial, el imperialismo absoluto y total (forma y estadio supremo del imperialismo), ya sea originario o derivado, no tiene por finalidad la simple subyugación limitada (temporal o permanente), la dominación cultural o económica, o la expoliación y explotación de los Pueblos y Estados agredidos, ocupados y dominados porque ellos son contradictorios con sus concepciones, sino que su finalidad es su destrucción como Pueblos. La finalidad que él persigue es la liquidación de la alteridad, identidad y existencia nacional y estatal, racial, lingüística y cultural de esos Pueblos; y su substitución por el Pueblo invasor mediante la solución final y el genocidio. No se limita a rechazar o perseguir, no trata de reformar el “nacionalismo” o algunos caracteres u objetivos de la Nación ocupada: la niega por completo y trata de acabar definitivamente con ella. La destrucción de los demás es su objetivo inmanente y consecuente.

El imperialismo absoluto implica un conflicto irreductible que hace imposibles e ilusorios todo compromiso y toda transacción que le den término. No deja otra alternativa que la emancipación o la destrucción del Pueblo atacado. En ambos casos el imperialismo desaparece también como tal, puesto que no hay dominador si no hay un dominado. Para el Pueblo sojuzgado se trata de un conflicto existencial: una lucha por su propia supervivencia, que se le ha impuesto sin alternativa posible.

No es la simple independencia política sino la existencia misma del Pueblo sojuzgado, lo que el imperialismo absoluto – ya sea originario o adventicio – pretende liquidar. Si acaba con ella, en ese momento acaba también con su propia dominación y con la “inevitable marcha a la independencia” del Pueblo sojuzgado; porque el Pueblo que deja de existir no puede ya padecer ni alcanzar nada, ni pronto ni tarde. Si éste pretende sobrevivir, más le vale, pues, darse prisa.

Para resolver un conflicto internacional absoluto, el genocidio, la destrucción racial, lingüística y cultural del Pueblo sojuzgado han de ser totales sobre los Pueblos a eliminar; aunque algunos pobres despojos individuales – lamentables, ridículos y degenerados – puedan subsistir como residuos folklóricos o arqueológicos y trofeos de caza del invasor imperialista y fascista, “patrimonio” de la Nación ocupante para satisfacción y esparcimiento de las razas superiores que los han vencido.

En los conflictos internacionales, la división y oposición de fuerzas es internacional. En dicho contexto, la adopción de decisiones justas e imparciales: guiadas por motivos y criterios teóricos, económicos y religiosos supranacionales o transnacionales, es rara y limitada. La “comunidad científica internacional” ni siquiera ha sido capaz de determinar la actitud de sus propios miembros a ese respecto. Escuelas y Universidades: supuestos “templos del saber independiente y sin fronteras”, participan en la corrupción y prostitución de la Ciencia al servicio del Imperialismo, que las rige y financia. Una vez que la despreocupada y en cualquier caso sistemática ignorancia de los Pueblos sometidos y sus derechos fundamentales – y ante todo de su derecho de autodeterminación o independencia – ha quedado establecida, a partir de ahí, los “grandes sistemas teóricos” de liberación contra el Absolutismo, el Despotismo y la tiranía: Liberalismo, Socialismo, Catolicismo y otros -ismos “universales” desarrollados por los pensadores y los “grandes” Estados europeos y occidentales, han sido siempre especies de su Nacionalismo imperialista.

Los Aliados de la Primera y la Segunda Guerra Mundiales, y las organizaciones “internacionales” que ellos promovieron, no han tenido dificultad en traicionar la libertad y la democracia que decían defender, ni en aliarse al Nazismo y al Fascismo internacionales que decían combatir. La retórica “internacionalista” no les impidió a los proletarios unirse con los capitalistas de su país, para a continuación matarse a escala planetaria en su enfrentamiento contra uniones semejantes de otros países; ni detuvo nunca al imperialismo y al colonialismo sino que les sirvió de justificación y cobertura. Por el contrario, los burócratas e ideólogos “socialistas” manifestaron que la unidad proletaria no era aplicable a los conflictos internacionales, y que la “defensa” de la “Nación” y del Imperio era la causa suprema en tan agitados tiempos. “La Internacional no es un arma adecuada para usarla en tiempos de guerra, ya que en su esencia es un ‘instrumento de paz’.” Así pues (y según el sarcástico comentario de Luxembourg), “¡Proletarios de todos los países: uníos en la paz, y cortaros el cuello en la guerra!”, era la nueva consigna de la Internacional socialista.

En cuanto a los cristianos de las diversas Naciones y Estados imperialistas, se mataron entre ellos con el estímulo y las bendiciones de sus cleros respectivos, estimularon sus energías combativas con rogativas, y celebraron con solemnes ceremonias de acción de gracias sus grandes victorias: las matanzas de sus amados hermanos en Cristo, que hacían lo mismo en sentido contrario. Un nuevo mandamiento se les había dado: “Amaos los unos a los otros en la paz y destriparos en la guerra.” La oportuna y precavida adopción – si no invención – de la teoría de la “guerra justa por ambas partes” le evitaba a la Iglesia el tener que poner todos los huevos en el mismo cesto, cuando se trataba de apoyar a los poderosos y sin poder tener la seguridad de saber cuál iba a ganar. Las habituales vagas exhortaciones al amor, la paz y la concordia aseguraban la imagen pacifista de la multinacional eclesiástica romana. Respeto, apoyo y bendiciones para los poderosos; desprecio, condenas y Cruzadas contra los Pueblos sin capacidad para crear problemas al Imperio de la fe. La historia y la sociología de las Naciones muestran qué gran desgracia es para los Pueblos y para la paz mundial perder su libertad nacional bajo la dominación imperialista.

El imperialismo se desarrolla según ciclos políticos e ideológicos que corresponden bien sea a la permanencia de la relación de fuerzas en presencia, o a su evolución y transformación. La agresión, la guerra, la ocupación militar y el Terrorismo de guerra y de Estado: con los que los Imperios se crean y mantienen; a continuación – en fase ulterior – la revolución contra ellos, y la violencia monopolista institucional de respuesta, con sus efectos inmediatos, modifican brutalmente el orden político y establecen el régimen totalitario de dominación-indefensión, que el imperialismo Nacionalista necesita.

A las fases de ruptura y ofensiva, de guerra y Terrorismo sin ley, y una vez eliminada toda oposición política efectiva, siguen – a través de los tiempos y al abrigo del monopolio de su criminal Violencia y Terrorismo de Estado – fases “de derecho, ordenadas y pacíficas”, orientadas a la explotación, verificación y relativa consolidación de los resultados adquiridos, mediante formas cada vez más adaptadas y resistentes de estabilización y desarrollo del nuevo poder absoluto. El imperialismo potencia así la represión terrorista, la destrucción racial, lingüística y cultural de la base social del Pueblo sojuzgado, la economía de explotación y dominación, y la corrupción y recuperación de la oposición. Así se han fundado y conservado a lo largo de toda la Historia los Imperios: organizaciones de ladrones y asesinos en grande.

Cuando la Resistencia del Pueblo sojuzgado se prolonga más de lo esperado, y la simple represión en alguna medida fracasa, la estrategia imperialista se acompaña con operaciones de apaciguamiento y seducción. Ahora bien, si el Pueblo tiene fuerza para ello, ni la pura represión, ni las “concesiones”, ni la combinación de una y otras, resultan en la desaparición de los movimientos nacionales, cuya determinación puede incluso fortalecerse con ello. Lo que explica el fatal dilema, las dudas, vacilaciones y disensiones del ocupante, cuya ideología nacionalista le hace subestimar la voluntad y la capacidad de los Pueblos – reputados como inferiores – que ha sojuzgado.

Así como el predador, asegurada su presa, espera que ésta se agote en vanos esfuerzos antes de sucumbir, así también el imperialismo en el poder espera a veces la destrucción del adversario en un tiempo que juega a favor del agresor. El imperialismo y el fascismo, que detentan el poder absoluto, esperan que una Resistencia política sin resultados se agote y apague por sí misma. Sin embargo, los Pueblos tienen la piel más dura de lo que creen o esperan sus agresores o conquistadores, y la apisonadora colonial no es tan rápidamente eficaz como se suponía o se querría. Porque las cosas llevan su tiempo; y a veces una brusca o progresiva constatación de insuficiencia, o un brote – espontáneo o reflejo – de inseguridad o impaciencia en el agresor, abren un nuevo acceso de decepción, exasperación, odio y furor xenófobos que desembocan en una nueva ofensiva, llamada a acelerar o precipitar la solución final. Entonces, cuando los hechos y la Resistencia Nacional a la opresión desmienten la visión primitiva, optimista y romántica del imperialismo, la indignación y el furor de sus promotores no tienen límites.

Sin embargo, el imperialismo “descubre” una y otra vez: cada vez con mayor claridad, que la Resistencia política de la Nación ocupada no es cuestión de moda o coyuntura, o una corriente de superficie sino expresión inseparable de la existencia misma de una Nación agredida, ocupada y/o colonizada. Y con cada uno de estos “descubrimientos”, sus estrategas e ideólogos pierden sus ilusiones, y se sorprenden y escandalizan de una realidad que no corresponde a sus prejuicios y presupuestos; de las contradicciones, disfunciones e imprevisiones de su aparato represivo; y de las muestras de “desafección” y las manifestaciones de repulsa, resistencia o desesperación que su opresión, represión y Terrorismo de guerra y de Estado – mantenidos durante siglos – han originado. Como consecuencia, adoptan la máscara y las actitudes de víctimas inocentes y pacíficas injustamente tratadas por sus sanguinarios adversarios, y a las “palomas” suceden los “halcones”, decididos a acabar: de una vez por todas, con la Resistencia de los Pueblos al imperialismo.

La arrogancia y el desprecio integral iniciales del conquistador: que se acompañaban a veces con benevolentes sentimientos de piedad, compasión y altruismo hacia las razas y clases inferiores cuya sumisión y abyección deseaban recompensar, se substituyen entonces por el odio y la xenofobia en su forma pura; lo cual constituye la pasional y paradójica forma combativa de reconocimiento del otro. A los balances y prospectivas voluntaristas, optimistas y triunfalistas, sucede la sorprendida, exasperada e histérica frustración que la constatación de insuficiencia eventual o relativa provoca; lo cual relanza un nuevo ciclo al alza en la búsqueda – cada vez más exigente y urgente – de la solución final. La decisión de terminar con la máxima urgencia y de una vez por todas con la Resistencia democrática se identifica así, lógicamente, sin demora ni prelación, con la liquidación del Pueblo mismo: actor real de la Resistencia activa y pasiva, e Hidra origen de todos los males y de todas las cabezas cortadas y por cortar. Es su objetivo constitutivo de siempre.

El odio a los Pueblos sojuzgados: exacerbado por su Resistencia, sólo se calma por el furor y la venganza de la represión; sólo se sacia cuando el último castillo ha sido arruinado, cuando los últimos factores o símbolos de libertad e identidad han quedado destruidos o reducidos a residuos folklóricos o arqueológicos: trofeos de caza de los invasores imperialistas y fascistas, que ellos pueden entonces incorporar a su “nación” y a su “conciencia nacional” falseadas y desgraciadas. De esta manera, y a la espera impaciente y exasperada del completo derrumbe de la oposición democrática, prosigue y se intensifica la campaña de acoso y derribo de toda resistencia al imperialismo y al fascismo.

Sólo la explotación inmediata y total del monopolio de la Violencia criminal puede destruir: de una vez y de forma irreversible, la base social del problema y, junto con ella, la libertad y la independencia de la Nación y el Estado Vascos, los derechos humanos fundamentales, la democracia, y el derecho de autodeterminación y de legítima defensa de todos los Pueblos. En su búsqueda sin alternativa de la solución final, los “grandes” Estados imperialistas y genocidas: en nuestro caso España y Francia, tendrán que realizar nuevos esfuerzos y cometer nuevos crímenes, antes de terminar de una vez por todas con la especie maldita de los Pueblos libres sobre el planeta Tierra.

En sentido estricto, el Imperialismo es la violación de la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos; algo cuya esencia y existencia no dependen del grado o la forma concretos de implantación de esa dominación política, es decir: de que ésta sea más o menos declarada, brutal o repugnante sino de la efectiva dominación de un Pueblo, y de la negación de su libre Autodeterminación o Independencia. En los Pueblos y Países sojuzgados, despotismo e imperialismo son una misma cosa, sea cual sea su manifestación concreta. Plantear la cuestión de la Libertad Nacional de un Pueblo sojuzgado es plantear la cuestión general de la libertad, los derechos humanos, y la democracia.

Y el Nacionalismo imperialista: Nacionalismo en sentido estricto, consiste, por un lado, en la afirmación teórica y práctica de la superioridad nacional, racial, lingüística y cultural del Pueblo o la Nación dominantes; una afirmación establecida como justificación de la dominación-explotación sobre otros Pueblos-Naciones y/o Estados. Y, por el otro, en la correlativa negación de la Autodeterminación o Libertad Nacional de los Pueblos y Estados que él está sojuzgando; los cuales, para mayor seguridad, niega y declara inexistentes, y sobre los que impone su propia “nación” y “conciencia nacional” imperialistas.

Como tal, el imperialismo nacionalista es la negación de la Nación dominada y de su Autodeterminación o Libertad Nacional; es la mayor amenaza para la paz entre los Pueblos y Estados del mundo; y la fuente principal de los conflictos y las guerras que aquejan a la Humanidad. El conflicto entre la Nación dominante y la Nación dominada es el conflicto entre el despotismo, de un lado; y la libertad, los derechos humanos y la democracia, del otro. Todo Nacionalismo imperialista es tautológicamente antidemocrático; cualquiera que sea la forma con que se acompañe o manifieste. Correlativamente, una empresa de Resistencia y Liberación Nacional frente al imperialismo y el colonialismo nacionalistas es siempre una revolución democrática y progresista.

El sistema Nacionalista-imperialista de dominación se construye sobre legiones de víctimas y ríos de sangre, y mediante Violencia criminal ilimitada, destrucción, represión, terrorismo, y negación y ruina de los derechos humanos fundamentales, como base política de la explotación, el pillaje, la deculturación y la liquidación de Pueblos y civilizaciones. Los crímenes contra las leyes de la guerra, contra la paz y contra la Humanidad son su substancia misma. Estos crímenes han sido y siguen siendo el origen, fundamento, desarrollo y consecuencias: efectivos y necesarios, del sistema nacionalista-imperialista de dominación. Sin los cañones: “que constituyen la parte integrante más importante de la constitución”, su dominación no es nada.

La Asamblea General, [...] Declara que: 1. La sujeción de los pueblos a sojuzgamiento, dominación y explotación extranjeros constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y es un impedimento para la promoción de la paz y la cooperación en el mundo.” [UNGAR 1514 (XV)]


A partir de la negativa a resolver de forma realmente democrática la cuestión nacional, todos los movimientos “internacionales, internacionalistas o universalistas” en palabras se revelan como esencialmente Nacional-imperialistas. Bajo una tal premisa, y según quedó anteriormente apuntado, Liberalismo, Democratismo, Catolicismo, Pacifismo, Socialismo, Comunismo y otros -ismos “universales” fueron siempre especies del Nacionalismo: sirven ante todo los intereses de los Pueblos y los Estados imperialistas.

Los invasores y opresores se han considerado siempre como titulares de derechos de independencia propia y de dominación sobre los demás. Las grandes Potencias establecieron y acordaron sus derechos exclusivos a la guerra, de la guerra y de la postguerra para subyugar, desvalijar o exterminar a sus vecinos y, finalmente, al mundo entero. La ignorancia y el desprecio de los demás Pueblos son fundamento del Nacionalismo imperialista, acorde con la producción ideológica inmediata, imaginaria, romántica, abstracta, mística, dogmática, esencialista, constructivista y retroactivada de su propia Nación. El imperialismo nacionalista teme, desprecia y aborrece toda diversidad y toda entidad diferenciada: es uniformista, exclusivista y “universalista”, por extensión de la propia Nación al Universo entero. No se limita a rechazar o perseguir, no trata de reformar el “nacionalismo” o algunos caracteres u objetivos de la Nación ocupada: la niega y trata de acabar definitivamente con ella. No deja otra alternativa que la emancipación o la destrucción del Pueblo atacado.

Los Estados que, con el pretexto de preservar la paz, niegan la libertad y los derechos de los Pueblos (auxiliados por “intelectuales, periodistas, consejeros de seguridad y asesores” que difunden su ideología de servicio en universidades, mass-media, laboratorios de ideas, think-tanks o Gobiernos), son los responsables de las mayores guerras de la historia, y de muchas otras que la ignorancia y el desprecio del derecho de autodeterminación de todos los Pueblos no evitó sino causó: las guerras producto del imperialismo y de la negación del derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos sojuzgados.

Sesenta millones de muertos – la mitad civiles – en sólo dos guerras mundiales son el benéfico resultado que anima a los Estados dominantes a perseverar por el mismo camino “para la preservación de la paz”. Todo ello gracias al rechazo del derecho de autodeterminación de los Pueblos sojuzgados, a las armas de destrucción selectiva o masiva, y al equilibrio del terror nuclear que hipócritamente pretenden necesarios para enfrentarse a lo que de forma cínica llaman “el crecimiento de un nacionalismo de tipo peligroso, y la violencia desmedida e incontrolable” de los Pueblos que reclaman su libertad nacional y su derecho de autodeterminación frente a quienes los conculcan; haciendo pesar así una amenaza sin precedentes sobre el porvenir de la Humanidad. (Véase esta cuestión más ampliamente tratada en el apartado Terrorismo de Estado: represión de los Derechos Humanos fundamentales, de nuestro artículo: Violencia y Terrorismo.)

El imperialismo español y francés en los Territorios Históricos ocupados del Pueblo Vasco es un imperialismo absoluto. Implica la colonización, exclusión y asimilación del Pueblo Vasco; la destrucción de todo signo o fundamento de su identidad nacional; y la negación teórica y práctica de su libertad nacional, del derecho internacional, de todos los derechos humanos fundamentales, y ante todo de su derecho de autodeterminación o independencia: primero de los derechos humanos y previa condición de todos ellos e inseparable del derecho inherente de legítima defensa. Es también un imperialismo total: utiliza sin limitación todos los medios disponibles para someter y destruir a las demás Naciones. La Resistencia, de hecho o de palabra, debe afrontar la Violencia criminal y el Terror monopolistas de Estado, que mata, encarcela, tortura, roba, excluye, persigue y amordaza a quienes se atreven a resistir sus dictados. “Todos los conquistadores, fuesen mongoles o españoles, han llevado la muerte y el pillaje” a los Pueblos sojuzgados. El exterminio, la liquidación política de los Pueblos mediante la Violencia criminal es la vía más directa para acabar con ellos.

El imperialismo no pretende tratar científica o democráticamente el problema vasco, pretende acabar con el Pueblo mismo. Los imperialismos del tipo relativo se ven obligados a decidir entre el abandono definitivo de sus conquistas, o su propia conversión en absolutos mediante la identificación forzosa de sus medios con los fines del imperialismo absoluto. Para el imperialismo absoluto, para el Nacionalismo imperialista, xenófobo y racista: constituyente – en un conflicto absoluto – de la dominación sobre los Pueblos, la simple existencia de éstos que trata de suprimir es un dato política e ideológicamente insoportable. Es una existencia maldita, que las leyes y la propaganda del imperialismo y el fascismo: dando por hecho el resultado que pretenden alcanzar, empiezan por negar ya de antemano en idea para mejor destruirla en la práctica mediante guerra, conquista, ocupación, colonización, exclusión y asimilación; mediante la destrucción y recuperación de todo signo o fundamento de identidad, y la negación teórica y práctica de la libertad nacional y de todos los derechos humanos fundamentales y, en primer lugar, del derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos.

La negación anticipada de la identidad y la existencia misma del Pueblo oprimido es la expresión suprema del desprecio nacionalista hacia los otros Pueblos. En la medida en que el realismo-ilusionismo ideológico lo permite, esta afirmación de que los Pueblos sojuzgados no existen es mantenida de forma radical; con lo cual esos Pueblos no tienen alteridad ni derechos. El negacionismo jurídico e ideológico adoptado por el Nacionalismo imperialista manifiesta así: negando por principio lo que pretende destruir, su determinación de acabar con los Pueblos, las Naciones y los Estados sojuzgados. De este modo, el imperialismo se asegura y acelera – entre otras cosas – el proceso de aniquilación y liquidación del Pueblo sojuzgado, y evita radicalmente toda cuestión de derechos, puesto que lo que no existe no puede ser libre ni tiene derechos. No tiene siquiera relaciones sociales, pues lo que no existe no se puede relacionar, y lo que no está en relación no puede existir.

Junto con el Pueblo, la Nación y el Estado sojuzgados desaparecen también: el conflicto internacional, puesto que todo conflicto supone una pluralidad que previamente se ha declarado inexistente; el imperialismo, pues no se puede atacar, dominar y oprimir lo que no hay; el colonialismo, puesto que no hay nada que colonizar; la Resistencia popular o nacional del Pueblo que no hay; y la libertad nacional, los derechos humanos fundamentales, los derechos de autodeterminación y de legítima defensa, la guerra y la lucha de clases internacional, puesto que el Pueblo que no existe no tiene derechos, ni queda nadie con quien luchar y nada que destruir o subyugar.

Avatar del Despotismo asiático, del Absolutismo y del Nacional-catolicismo, el Nacionalismo “moderno” en Francia y en España niega absolutamente toda división territorial de poderes: algo de por sí insoportable para la tradición política multi-secular de su Nacionalismo imperialista. Toda modificación o reforma de esos Estados se encuentra absolutamente subordinada a la conservación y la consolidación de sus monopolios de la criminal Violencia imperialista: incompatible con el respeto de los derechos humanos fundamentales, ante todo los de los Pueblos que ellos están sojuzgando. Su monopolio de la Violencia criminal es, a falta de una oposición de nivel efectivamente estratégico, un logro y un supuesto político irreversibles de su estructura de dominación.

“Los seres colectivos que constituyen los Estados son peores que los seres individuales.” Entre éstos hay necesariamente algún espacio material o culturalmente determinado para la no-violencia criminal, el amor y la amistad, la solidaridad, la piedad o la compasión; entre aquéllos, ninguno. La crueldad, el sadismo y la tortura: aportaciones humanas a la lucha por la vida en el reino animal, encuentran en el imperialismo su terreno de predilección. La negación integral y el desprecio de los otros Pueblos embotan toda sensibilidad y todo sentimiento de culpabilidad: eventualmente perceptibles en las propias relaciones nacionales o extraspecíficas, pero que están ausentes en las luchas intraspecíficas internacionales.

Todo Pueblo tiene derecho a una patria, y a vivir libre en su patria libre; pero no hay patria sin territorio. La titularidad nacional de una población (es decir: el hecho de ser un Pueblo, una Nación), y un territorio propio, son indispensables para que un Pueblo sojuzgado bajo el imperialismo pueda reivindicar su derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos, y eventualmente para establecer – o restablecer, si ya existió antes – su propio Estado. “Para poder luchar, primero debes tener un terreno, luz, aire, y libertad de acción. De lo contrario, nunca llegas más lejos que un parloteo.” (F. Engels) Los daños y perjuicios materiales que el imperialismo acarrea a los Pueblos que lo padecen son ampliamente conocidos. Culminan con la completa destrucción física de la Nación sojuzgada.

Y aun así, “Tal vez las más deletéreas consecuencias del imperialismo son de orden espiritual más bien que económico. Porque la arrogancia es la inevitable consecuencia de la relación del poder hacia la debilidad. En este caso, la arrogancia del poder reforzaba los prejuicios étnicos.” “Un hecho constatado, para honor de la humanidad en todos los tiempos, es que incluso la más inhumana opresión de los intereses materiales no puede suscitar un odio y una rebelión tan fanáticos y ardientes como la opresión de la vida espiritual: la opresión religiosa y nacional.” Se puede reducir, recuperar o conciliar a los materialmente pobres y desvalidos, ya sea mediante el terror o mejorando sus condiciones materiales de vida; pero la lucha por la libertad, la identidad y la personalidad es una lucha por la dignidad humana que no cesará por eso.

“¿Qué hacer con gentes que prefieren la libertad al pan?”, exclamaban amargamente – todavía cincuenta años más tarde – los “pedagogos” colonialistas franceses, decepcionados y desconcertados ante la “inexplicable resistencia de esas gentes” contra los beneficios de la colonización francesa en Argelia. Es éste el homenaje involuntario que el colonialismo rinde a los colonizados. Porque – por todas partes en el mundo – a pesar de la aplastante superioridad del Nacionalismo-imperialismo-colonialismo en armas y material, a pesar de la ferocidad de la represión, y a pesar del resultado de las revueltas ahogadas en sangre, “los Pueblos bárbaros y las razas inferiores” no se han sometido jamás, no han cesado jamás de luchar por su libertad. Han hecho así honor al género humano; han probado que, si acaso se puede dominar, avasallar o exterminar un Pueblo por la Violencia y el Terror criminales, no se puede esperar de ello su adhesión ni su consentimiento, ni es posible arrebatarle el sentido de su dignidad e identidad, su indómito apego a su libertad. Estos “Pueblos inferiores” han arrancado a menudo al imperialismo su derecho de libre disposición, es decir: la independencia.

Las limitaciones filogenéticamente seleccionadas y adquiridas, en las condiciones de supervivencia de las especies, son insuficientes para asegurar la viabilidad de la especie humana. En las otras especies animales, junto a otros instintos básicos, la sumisión al más fuerte: recurso natural y funcional, salva la vida individual y asegura el orden dominante, la estabilidad y la continuidad del grupo. Pero “el humano es el ser capaz de preferir la revuelta a la humillación; y su verdad, a la vida”. Esta nueva y exorbitante pretensión “contra natura”, junto con la alteración de las condiciones generales – materiales y sociales – de existencia y la destrucción general de los modos de supervivencia social filogenéticamente adquiridos, compromete las estructuras de dominación y opresión, así como también la viabilidad siempre precaria de la especie humana.

El elemento material del crimen de genocidio es la base de su elemento moral. El Nacionalismo imperialista sabe o descubre que un Pueblo no está vencido mientras su espíritu sobrevive; mientras su dignidad y su propia estima no han sido completamente humilladas y destruidas.

Humillación suprema, el imperialismo destruye a las personas negando y destruyendo su realidad social, esto es: el Pueblo que integra su identidad y personalidad y que las hace personas, privándolas así del derecho al nombre y demás derechos llamados de personalidad. La negación, substitución e imposición de la propia identidad por un poder extranjero es un insulto directo a la dignidad y el honor de las personas; porque sin libertad y sin identidad propia no hay personalidad, ni dignidad, ni honor, ni derechos humanos, ni humanidad. Los Pueblos que los pierden ni siquiera existen: alienados bajo los signos distintivos oficiales que les son impuestos por la Violencia criminal y el Terror imperialistas; y no pudiendo trabajar, ni opinar, ni vivir, ni viajar, ni relacionarse, ni jugar al football ni a nada sino con nombres, documentación y credenciales falsos y forzosos, devienen miserables y patéticos travestis, lamentables porteadores, usurpadores y títeres de ajena identidad. “La persona sin cualidades propias” queda reducida a la alteridad y la “individualidad numérica” que vienen determinadas por la dominación alienígena; lo que resulta en una condición inferior a la natural de las grandes colecciones de insectos sociales.

Los grandes Imperios continentales y trans-continentales: “bandas en grande” de fanáticos, ladrones y asesinos que han ensangrentado y arrasado cuantos Países han tenido la desgracia de caer en sus garras, siguen mostrando actualmente a cada paso sus pulsiones predadoras; y sus dirigentes, revestidos de repugnante hipocresía y cinismo, muestran la imagen obscena de encabezar – asidos del brazo – manifestaciones en defensa de los derechos humanos fundamentales que ellos violan a diario, en especial el derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos, mientras acusan de violencia y terrorismo a sus víctimas; quienes, desorientadas, se prestan incluso a desfilar con ellos. El truco es conocido de antiguo:

“Hago el daño, y empiezo a gritar el primero. Las malas acciones que urdo secretamente las coloco sobre la gravosa carga de los demás. [...] Y al punto lo creen; y sin más me incitan a vengarme [...]; pero suspiro entonces, y – citándoles un texto de la escritura – les digo que Dios nos manda devolver bien por mal: Y así cubro mi desnuda villanía con algunos trozos viejos cogidos de los libros sagrados, y les parezco un santo cuando más actúo como demonio.” (W. Shakespeare; ‘Rey Ricardo III’.)


(En ese mismo texto, algo más adelante, se nos muestra en acción la manipulación de la propaganda para ocultar la realidad y conseguir el condicionamiento de la opinión pública de aquella época: “Dichosa Inglaterra, si este virtuoso príncipe quisiera tomar sobre su Gracia la soberanía de ella: pero lamentablemente, me temo, no lo conseguiremos para ello. [...] Cuando estos hombres santos y piadosos se entregan a las cuentas [de su rosario], es difícil distraerlos de ellas; tan dulce es su éxtasis contemplativo.” Por desgracia, las dimensiones y capacidad de los actuales monopolios totalitarios de condicionamiento ideológico de masas escapan de toda comparación y precedente, y sus efectos sobre la población son hoy en día devastadores.)

Es el resultado de la acción de los monopolios de Violencia criminal y propaganda de masas del imperialismo franco-español; los cuales, en su objetivo de intoxicar y condicionar ideológicamente a una opinión pública indefensa, y de demoralizar y recuperar la oposición del Pueblo Vasco, ensalzan con desvergüenza a los agentes y representantes del poder totalitario que la burocracia Pnv-Eta y sus satélites Ea-Ehbildu-Sortu-Geroa bai etc. – formados por dementes, cretinos y/o corruptos traidores – han aceptado como “democracia”.

De todos modos, sus Gobiernos y los monopolios que ellos dirigen no necesitan esforzarse mucho para condicionar en sentido nacionalista-imperialista a las masas francesas y españolas: siempre dispuestas a ver la paja en el ojo de sus víctimas, y desde luego a empezar a gritar los primeros tras haberles hecho el daño; pero es que, además, aquéllos no dejan de esforzarse en esa tarea, juntando también mano a mano el hambre y las ganas de comer.

El único elemento unívoco, activo y significativo de la política francesa y española es el imperialismo nacionalista y los llamamientos a la unidad nacional-imperialista; es la provocación, la demagogia y el chovinismo pequeño-burgués al servicio del imperialismo estatal de la gran burguesía nacionalista. Su esfuerzo constante consiste ante todo en esconder los fundamentos de sus regímenes imperialistas, impuestos por siglos de criminal Violencia, guerra y ocupación, por el Terrorismo, la represión y la deportación; consiste en falsear y arruinar en la teoría y en la práctica el derecho humano fundamental de autodeterminación, libre disposición o independencia de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos y condición previa de todos los demás, sin el cual libertad y democracia son farsas ideológicas al servicio del imperialismo. Es ésta la tarea prioritaria de los ideólogos y los políticos de los Partidos Nacionalistas en el poder.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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