Contribución desde “la izquierda” a la liquidación estratégica de la política nacional vasca: el social-imperialismo (VI)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



VI – Contribución desde “la izquierda” a la liquidación estratégica de la política nacional vasca: el social-imperialismo


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


“El proletariado de las naciones opresoras no deben limitarse ellos mismos a frases generales y estereotipadas contra la anexión y en favor de la igualdad de las naciones en general, tales como las que cualquier pacifista burgués repetirá. El proletariado no puede permanecer silencioso acerca de la cuestión de las fronteras de un Estado fundado sobre una opresión nacional; una cuestión tan ‘desagradable’ para la burguesía imperialista. El proletariado debe luchar contra la retención violenta de las naciones oprimidas dentro de los límites de un Estado dado, y eso significa que ellos deben luchar por el derecho de autodeterminación. El proletariado debe reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones oprimidas por ‘su propia’ nación. De otro modo, el internacionalismo del proletariado no será nada excepto palabras vacías, ni tampoco serían posibles la confianza y la solidaridad de clase entre los obreros de la nación oprimida y los de la nación opresora; y la hipocresía de los reformistas y kautskistas, quienes defienden la autodeterminación pero permanecen en silencio sobre las naciones oprimidas por ‘su propia’ nación y retenidas en ‘su propio’ Estado mediante la violencia, quedaría sin desenmascarar.” (V. Lenin; La Revolución Socialista y el Derecho de las Naciones a la Autodeterminación; 1916.)


La rebelión militar y la guerra de 1936-39 en España y sus Colonias habían dado al imperialismo y el fascismo español el poder político total que “debía” permitirle liquidar, de una vez por todas, el problema de los Pueblos sojuzgados; y la subsiguiente “transición” intra-totalitaria al Segundo Franquismo, una vez fallecido en su cama el Dictador General Franco, era en España la consecuencia de la sumisión y la desaparición de la antigua oposición republicana al fascismo. No obstante, después de esa reconciliación nacional española y de la abolición real y oficial de la lucha de clases interna (una abolición aceptada por los “socialistas y comunistas” españoles), quedaba aún en pie la lucha de clases internacional, es decir: la oposición entre el Nacionalismo imperialista español, de un lado, y el Movimiento de Liberación de los Pueblos que aquél mantenía sojuzgados, por el otro; así como la contradicción entre el “derecho” positivo interno imperialista y fascista, y el derecho democrático e internacional de autodeterminación de todos los Pueblos.

En definitiva, a partir de esa guerra civil e internacional, el Nacionalismo imperialista español en su conjunto afirmó y esperó durante veinte años que, una vez reducida la Resistencia Nacional del Pueblo Vasco al ámbito de la familia mediante el Terror fascista, la clandestinidad más absoluta o el exilio, las veleidades independentistas eran ya cosa del pasado. Sin embargo, a partir de los últimos años cincuenta, el pretendido éxito total de la guerra y la dictadura militar para liquidar el “problema vasco” empezó a inspirar algunas dudas.

Las primeras inequívocas manifestaciones de masa del Pueblo Vasco por su libertad nacional produjeron pronto sus efectos perversos sobre la clase política española, durante largo tiempo agradablemente persuadida de que el Franquismo había efectiva y definitivamente resuelto el problema para bien del Imperio, cuyo botín histórico quedaba asegurado con la garantía del Estado totalitario. Así pues, como consecuencia de la constatación de su insuficiencia, el poder franquista intensificó las fuerzas de ocupación y represión, y también las medidas económicas, demográficas e ideológicas susceptibles de acelerar la destrucción del Pueblo sojuzgado. Es así como se prepararon las bases sociales “del post-Franquismo y del post-nacionalismo” (vasco), a fin de conseguir como resultado esperado la consolidación monopolista del Franquismo y el Nacionalismo imperialista español.

Efectivamente, se trataba una vez más de asfixiar a los Pueblos y Estados periféricos dominados, principalmente Vascos y Catalanes, cuyo resurgimiento – a pesar de la losa franquista con que se había intentado aplastarlos – se evidenciaba de forma inequívoca. Por ejemplo, el homenaje-manifestación popular con motivo del funeral del Lehendakari Agirre tuvo lugar en San Juan de Luz el año 1960, y los Aberri-egun de Gernika y Bergara: primeros convocados tras la guerra, se celebraron en 1964 y 1965 a pesar de la represión. A partir de esos momentos, las posteriores convocatorias anuales fueron objeto de claros intentos de recuperación política a cargo y beneficio de las fuerzas social-imperialistas Falange-PsoE/PcE. Pero ello fue así sólo hasta que se produjo la abierta integración de éstas con el Nacional-imperialismo franquista tradicional tras la transición intra-totalitaria de 1977; momento en el que abandonaron su camuflaje “euskadiano” para pasar a apoyar a su patria española unitaria e imperialista de siempre, que era el resultado de siglos de guerra de agresión, ocupación, colonización y genocidio contra los Pueblos sojuzgados.

Durante la larga preparación social, política e ideológica de las claves de la “transición” intra-totalitaria española al Segundo Franquismo, la “oposición” española había despertado también bruscamente de su letargo, y cobrado conciencia del papel – complementario pero necesario – que le incumbía desde ya para la conservación y explotación de los logros del Franquismo en la guerra y la post-guerra. La tarea de infiltración, recuperación, desviación y neutralización del movimiento vasco democrático de masas, y de falsificación de todos sus signos de identidad, habían reanimado los residuales efectivos de las “izquierdas” españolas: todas ellas “de Euzkadi”, todas ellas destacadas protagonistas, artífices nominales y beneficiarias de las manifestaciones de resistencia de masas de los demás. La movilización, organización y radicalización de la colonia ultra-Nacionalista española asentada en los Países sojuzgados, o sea: lo que los ideólogos del imperialismo y los Renegados fascistas “locales” llaman “los Españoles no nacionalistas”, pasaron a ser la especialidad y el objetivo fundamental del Partido Nacionalista español – todas tendencias reunidas – hasta el momento presente.

Así pues, confrontados los agentes del imperialismo español a la sorprendida y exasperada constatación de la resiliencia de los vecinos Pueblos que ellos mantienen sojuzgados (los cuales son el único eslabón realmente débil en su estructura de opresión y dominación totalitarias, y cuya Resistencia Nacional ciertamente no era “cosa del pasado”, como había sido proclamado y agradecido al General Franco), la tarea especialmente encomendada a los grupos del social-imperialismo español consistió ante todo en implementar la descomposición mental de la “oposición periférica” mediante falsedades, mentiras, dualismos e hipóstasis diversos que disociaban la realidad, e impedían a los Pueblos sojuzgados captar la percepción – ya sea vulgar o científica – estable y totalizante de las relaciones sociales que subyacen en sus Países ocupados bajo el imperialismo. Es de este modo como trucadas oposiciones del tipo: lucha nacional vs lucha de clases; Pueblo vs ciudadanos-ciudadanía-“demos”; derechos individuales vs derechos colectivos; política y derecho vs violencia; democracia e independencia nacional vs “elecciones y mayorías” (totalitarias); legítimo Estado propio vs “Constitución y Estado de derecho” (imperialistas), etc., han sido siempre – en manos de esos grupos social-imperialistas – meros instrumentos de lucha política e ideológica contra la libertad de los Pueblos sojuzgados.

Las organizaciones abiertamente españolas tomaron inmediatamente comprensiva conciencia de la situación. El fascismo tradicional se limitó al apoyo logístico, y dejó lo demás a su “oposición” homologada. El complot general entre ellos, mantenido en contra de quienes efectuaban la simple formulación de lo evidente, se hizo más virulento. La agresividad ante tales “revelaciones” se hacía mayor en la medida en que los confabulados se situaban – según ellos mismos – “a la izquierda” del tablero político, pues temían más ser puestos en evidencia por ese lado.

En este sentido, los partidarios del terrorismo individual – lo que ellos llamaban “lucha armada y guerra revolucionaria” – del Eta: oficialmente incorporados a “la vía institucional democrática” española con su participación en las “elecciones generales” del Segundo Franquismo de 1979, fueron más lejos que nadie en su tarea de ocultar la empresa conjunta Pnv-Eta de liquidación de la estrategia democrática de liberación del Pueblo Vasco; una empresa que preparaba y aseguraba tanto la neutralización de esa estrategia, así como su propia incorporación al régimen imperialista y fascista  español. Desde el primer momento, los “ideólogos” del Eta cumplieron su función complementaria de encubrimiento y ocultación de las trapisondas del Pnv oficial. De hecho, su campaña “crítica” hacia el “gobierno republicano autónomo” había empezado durante la pactada liquidación del mismo por las burocracias Pnv-Anv con el PsoE; y – dada su particular y tenaz incapacidad para enterarse del mundo en el que viven – proseguía como si nada hubiera ocurrido, cuando hacía ya muchos años que sus propios titulares se lo habían cargado.

La “oposición” española, tan discreta como ineficaz frente al poder franquista, había resultado sumamente eficiente en la infiltración, neutralización, recuperación, división y perversión complementarias de las fuerzas democráticas vascas de Resistencia al Nacionalismo imperialista español. Para dicha “oposición”, toda instauración o restauración real o formal de poder político autóctono en los Pueblos sojuzgados es insoportable: ha preferido siempre la “reconciliación nacional” con el Despotismo y el Fascismo, a la democracia y la pérdida del Imperio. Si para el Franquismo tradicional era antes preferible una España roja que rota, para su presunta oposición lo es antes una España fascista que rota. El resultado buscado, aceptado o asumido es el triunfo definitivo del General Franco y sus cómplices y continuadores.

La función del social-imperialismo español – y francés – como agente provocador, corruptor, saboteador y recuperador del movimiento popular de liberación nacional en favor de su Nacionalismo imperialista es bien conocida. Sin embargo, “Los social-demócratas no pueden estar a favor del status quo. Por más vueltas que se le dé, no podréis escapar a esta conclusión: la anexión es una violación de la autodeterminación de una nación, es el establecimiento de las fronteras de un Estado en contra de la voluntad del pueblo.” Etc. (V. Lenin.) Está claro que, tras sus usurpadas etiquetas “socialistas, comunistas” etc., los social-imperialistas españoles y franceses siguen siendo los Nacional-imperialistas que siempre han sido.

La ideología del Movimiento Nacional franquista se desplazó rápidamente a la “izquierda”, mientras la “oposición” se desplazaba cada vez más a la derecha. Los falangistas pasaron a la “Actualización de Vázquez de Mella”, luego a la democracia cristiana, luego a particulares versiones de “europeísmo y federalismo”, luego al “socialismo” y – arrastrados por tan irresistible impulso – al castrismo, al marxismo-leninismo y a la revolución comunista contra el nacionalismo ajeno. Tendrían que pasar veinte años, y una “transición” no exenta de aprensiones y riesgos, antes de que los fascistas de siempre desanduvieran la misma retórica senda; y de que su ardiente, intransigente e incorruptible “lucha de clases sin cuartel contra el capitalismo, la burguesía y el nacionalismo” de los demás se resolviera en Nacionalismo y Fascismo “positivista y constitucionalista, democrático y no-violento”, que es donde están ahora como estuvieron siempre.

En la propaganda de Falange-PsoE, la “inspiración” y las citaciones de Primo de Rivera Jr. prevalecieron, sustituyendo por completo a las amañadas referencias a Marx-Engels-Lenin. Desde el “Club Guipúzcoa” y otros centros “culturales” falangistas hasta las “Casas del Pueblo” (español); desde el Sindicato y el Partido únicos hasta Ugt-PsoE, el “tránsito” se hizo sin dificultades. Las banderas roja y republicana desaparecieron para dejar paso después al pendón de la monarquía franquista.

Pero antes de llegar a esto había un trabajo por hacer consistente en neutralizar la oposición vasca, desviándola de sus objetivos de liberación del imperialismo español mediante demagogia pseudo-revolucionaria de retórica “socialista y comunista”. Respecto a todo ello, no han faltado trabajos que lo han presentado posteriormente a nuestro País desde posiciones pretendidamente vascas, pero de forma tendenciosa y totalmente recuperada por la ideología del imperialismo:

“[...] La ‘escuela social’ [...], debidamente camuflada, se convirtió en el principal foco de irradiación doctrinal y de captación de activistas del mundo clandestino. [Es decir, el principal foco de infiltración e intoxicación de la oposición vasca por el imperialismo español, mediante su irradiación doctrinaria y social-imperialista.] [...]

“Entre 1965-1966, ESBA (Euzkadido Sozialisten Batasuna), el felipe vasco [o sea, un pretendido ‘frente de liberación popular-flp’ español, recuperado por y para el servicio de la ideología social-imperialista española y planteado en contra de toda liberación vasca] capitaneado por José Ramón Recalde, colaboró con la oficina política de ETA. En consecuencia, miembros de ésta como ... [aquí sus nombres, que omitimos] crearon en Gipuzkoa varias escuelas sociales en las que trataron de reconducir la ideología nacionalista de los fundadores [del grupo Eta; por supuesto e trata de la ideología nacionalista’ vasca, porque para la autora de esta obra – así como para los agentes del ‘felipe’ – no existía ideología Nacionalista española] hacia lo que Recalde definía [entiéndase designaba] como ‘una perspectiva popular y no pequeñoburguesa’. [O sea: hacia una perspectiva ‘popular’ y Nacionalista-imperialista de la Gran Burguesía y la Aristocracia españolas]. [...]

“Y así comenzó la batalla ELA-felipes [ELA/STV = Eusko Langilleen Alkartasuna/Solidaridad de Trabajadores Vascos] por las escuelas sociales y por la reconducción doctrinal de ETA. [O sea, la batalla de ELA contra la recuperación ideológica del Eta para los postulados Nacionalistas y social-imperialistas españoles del ‘felipe’.] [...]

“Durante los años 66-68, los eladios [miembros de ELA] o mozambiqueños (valedores de la lucha de liberación de Mozambique), rebeladores de lo que [éstos] llaman una nueva forma de imperialismo – el socialimperialismo [español] –, acuden tanto a polemizar en la prensa [...] como a apoderarse [¿!] de las escuelas sociales en las que creen detectar la presencia felipe. Su arribada, confiesa Mario Onaindía en sus Memorias, ‘era más temida que la de la propia policía franquista’. Así ‘cayeron’ la escuela social de Zarauz, la de la iglesia de San Vicente donostiarra y bastantes más. [...]

“Otra irrupción, que llegó incluso a reflejarse en la prensa legal, fue la de Rentería:

“[...] Un chico local (entonces de EGI, luego de ELA), [aquí su nombre], intentó disertar sobre historia vasca en versión nacionalista tradicional. [O sea, ‘nacionalista tradicional’ vasca. Ya hemos indicado que para esta autora no hay Nacionalismo español; ni en versión tradicional ni no-tradicional.] Los curas ‘sociales’ [es decir: los curas recuperados para la ideología Nacionalista y social-imperialista española del ‘felipe’; por contraposición a lo que para la autora y el ‘felipe’ serían los curas ‘nacionales/nacionalistas’ vascos] le puntualizan, tratan de ponerlo en ridículo.” Etc. (Idoia Estornés Zubizarreta; ‘Abandonando la casa del padre’, 2010.)


Como puede verse, esta autora ha asumido totalmente la terminología e ideología Nacionalista y social-imperialista española, la cual queda siempre y constantemente camuflada e identificada por ella de forma “natural” con la falsa denominación popular-social-socialista; mientras que la ideología vasca anti-imperialista es siempre y constantemente denominada en esa obra suya “de forma natural” como “pequeño-burguesa y nacionalista”. La labor ideológica de esta autora: consistente en un constante cometido de encubrimiento/ocultación del Nacionalismo imperialista español, es repugnante.

Ahora bien, ¿qué más queda ya por decir, cuando nos encontramos ante tan sincera confesión de solidaridad de clase entre los imperialistas españoles, y ante su adecuada distinción entre las contradicciones no-antagónicas que se dan entre ellos, frente a la contradicción antagónica que el Nacionalismo imperialista español mantiene contra el “nacionalismo” vasco?

El – según parece – “temeroso” Nacional-socialista e imperialista español Mario Onaindia: quien llegó a confesar también haber re-descubierto los valores de la Guardia Civil (un “honesto” Instituto armado que protegió siempre a los social-imperialistas españoles como él mismo, frente a la acción audaz o incluso temeraria de los Resistentes vascos que se arriesgaban a combatir las provocaciones fascistas de agentes provocadores como Onaindia o Estornés Zubizarreta), tuvo un señalado papel como banderín de enganche que, mediante interpuestas organizaciones con etiquetas aparentemente vascas, hizo posible que los restos del naufragio ideológico y político de la “movida activista” del Eta desembarcaran en el neo-Franquismo transitivo de Falange/PsoE. Tanto él como la propia autora del trabajo que hemos apuntado: quien tan gustosamente se presta a citar semejantes palabras de Onaindia sin la menor reserva por su parte, nos evitan el trabajo de ponerlos en evidencia como lo que son: agentes del social-imperialismo español; confeso el uno, y como mínimo culpablemente ignorante, la otra. (Exponemos más ampliamente el papel de esta autora y el de su entonces marido, José Antonio Ayestarán, en nuestra obra: ‘Iñaki Aginaga Beristain: in memoriam’.)

La posición de la autora de este trabajo: frívola, tendenciosa y de hecho hostil contra la denuncia del social-imperialismo español (el cual aparece en cambio idealizado), es incuestionable. Aunque hemos hecho una elemental aclaración al texto citado: necesaria, dada la deliberada labor manipuladora de la autora tras su aparente asepsia, el lector vasco actual no alienado por la propaganda imperialista y fascista española, simplemente a la vista del resultado actual tras lo sucedido en este País, será perfectamente capaz de sacar sus propias conclusiones de tales afirmaciones.

Esto es algo que ella ha sido incapaz de hacer, visiblemente entregada como está a un sectarismo que la lleva a repetir y seguir difundiendo deleznables clichés y motes contra los Resistentes vascos anti-imperialistas de aquella época (quienes, según ella, “irrumpían para apoderarse de las escuelas sociales”), mientras trivializa y presenta obsequiosamente como respetables las posiciones social-imperialistas españolas, difundidas en aquellos “debates” bajo la protección del fascismo franco-español y bajo su ocupación militar de nuestro País; todo lo cual es parte de lo que nos ha traído finalmente a la situación actual.

Eso no le ha impedido publicar otro trabajo que, sin el menor empacho, ha titulado “¿Cómo pudo pasarnos esto?”. En él, sin hacer la menor denuncia ni autocrítica por lo que ella, su marido y otros como ellos hicieron contra la única alternativa posible en aquellos momentos: defendida por aquellos Resistentes contra el social-imperialismo español, y basada en la denuncia de su régimen imperialista y fascista de ocupación militar y en la negativa a aceptarlo como democracia, se pregunta hipócritamente cómo ha podido llegar nuestro País a la situación actual: “¿Cómo pudo pasarnos esto?”. No quiere ver o al menos admitir que ella, su marido y otros como ellos, al “abandonar la casa del padre” lo hicieron para entrar en la casa del imperialismo español, y para combatir a quienes no sólo no entraron en ella sino que, además, advirtieron de lo que estaba pasando y lo que iba a pasar; que es exactamente lo que ha pasado y lo que ella oculta en su citada obra.

Como hemos visto, los denunciados en la acción llevada a cabo en Rentería (1966) contra el adoctrinamiento social-imperialista español bajo las condiciones del fascismo (una acción que, según dice la autora, “llegó incluso a reflejarse en la prensa legal” del régimen, podemos imaginar en qué forma), aún seguían – cuarenta y cinco años más tarde – calificándola de “irrupción”. (Por supuesto, incluimos entre los denunciados a todos los agentes del imperialismo: ya sea en su calidad de agentes conscientes, como lo son los Colonos metropolitanos y los Renegados autóctonos que – amargados por su mala conciencia – apoyan a los primeros; así como a los insensatos lunáticos o estúpidos autóctonos que, a pesar de haber recibido las claves para entender lo que ocurría, se obstinaron en ignorarlo y en atacar a quien lo explicaba.)

Efectivamente, el clero vasco: “los curas ‘sociales’” según el mencionado texto, habían descubierto que “la democracia consiste en enviar representantes al Parlamento español” (o francés), y en consecuencia tomaron posiciones en el “nuevo” régimen. En otros casos, persuadidos esos clérigos, monjes y laicos aborígenes de que el triunfo del “comunismo” español y la dictadura del proletariado español eran inevitables (al igual que lo creyeron Ramón Tamames y otros Nacional-imperialistas y fascistas españoles oportunistas como él), se dedicaron a hacer méritos para asegurarse el acceso al nuevo paraíso terrenal español. En consecuencia, sus parroquias, conventos y centros asociativos – como la “asociación de la industria de Navarra” en Pamplona, donde aquél vino a disertar sobre la “estructura económica de España” – quedaron abiertos a la propaganda monopolista del Nacionalismo “marxista-leninista” imperialista español. Al mismo tiempo y mientras tanto, cerraban – figurada y materialmente – sus puertas a toda tendencia u organización de oposición al imperialismo español que, escapando al control absoluto del clero en su propio feudo eclesiástico, pusiese en peligro la estrategia de inserción de la “excepción religiosa” española (vasca no hay) en el – según ellos – inminente reino hispano de la desalienación total.

El seminario se vació en el Eta. Los seminaristas cambiaron una revelación y una labor misional por otras, y aportaron su inestimable contribución a la elaboración de una forma de teología pretendidamente “marxista-leninista”, destinada a la vez a rellenar o disimular el completo vacío teórico de “la lucha armada y la guerra revolucionaria” del Eta, y a dar acogida y cobijo a una nueva quinta columna del Nacionalismo imperialista español. Durante quince años (1964-1979), el bodrio al que llamaban “marxismo-leninismo”: simple recurso para la infliltración del imperialismo español entre el sojuzgado Pueblo Vasco, fue la referencia ideológica común de la crisis general, ya fuera falangista, clerical o “radical” del Eta.

Finalmente, inmersos en su deriva, los colaboracionistas desarmados y armados Pnv-Eta y sus satélites prepararon, aceptaron y reconocieron – tácita y expresamente –  en 1977-79 al Franquismo: auto-reformado por la transición intra-totalitaria, como un régimen efectivo, democrático y no-violento, y como “el Estado” propio. Incluso antes de producirse la “transición”, y para mayor seguridad, dichos agentes colaboracionistas “vascos” atacaron, denigraron y calumniaron, con el apoyo del fascismo en el poder y de su “revolucionaria” quinta columna social-imperialista, a quienes mantenían que la única estrategia democrática de liberación para las Colonias – pero también para España misma – era solamente posible sobre la base de la no-aceptación y el no-reconocimiento del régimen unitario de imposición totalitaria y fascista que los Franquistas y sus cómplices estaban tratando de reformar y conservar mediante “el tránsito de la ley [franquista] a la ley” neo-franquista (Torcuato Fernández-Miranda; Ley de Reforma Política, Diciembre-1976); como así consiguieron hacer con la instauración el Segundo Franquismo actualmente reinante, gracias al colaboracionismo general:

“[M]erced a Carrillo (quizá el único que entiende a Fernández-Miranda), el PCE cruzará la frontera para colocarse dentro del universo democrático de la Transición.” Etc. Según se expone en el capítulo siguiente, Santiago Carrillo, después de haber rendido este gran servicio para la continuidad del régimen Franquista y el imperialismo español, y tras haber sido expulsado del PcE en 1985, llevó a sus seguidores a integrarse en el PsoE.

Pero aquellos agentes colaboracionistas “vascos” – prueba definitiva de su mala fe –  sabotearon dicha única estrategia posible de no-reconocimiento y rechazo de la operación de reforma y conservación del Franquismo, con todos los medios puestos a su disposición por los monopolios fascistas multi-nacionales de propaganda, confusión e intoxicación ideológica de masas; e impidieron su difusión entre la opinión pública, ya fuera aplicando contra ella alternativamente un complot del silencio o de descrédito (mediante burdas calumnias jamás probadas y ridículos motes e insultos contra quienes promovían dicha estrategia), o presentándola como absurda y corrupta. Esto es: achacando su propia miseria intelectual y moral a quienes razonada y honestamente denunciaban el oportunismo y el colaboracionismo de ellos:

“Éstos o han sido franquistas o son del Opus. Estaban contra todo lo nuestro. Ahora se han hecho nacionalistas. Y no lo entiendo.” (Declaraciones realizadas en ‘El Diario Vasco’ el 12 de Septiembre de 1978 por Manu Robles Arangiz, jerifalte – en ELA – de la burocracia Pnv, dedicada a la liquidación de la estrategia nacional vasca.)

Pero la función histórica de aquellos “incorruptibles” social-imperialistas españoles: supuestos defensores de “la revolución inmediata y total” con quienes esos burócratas colaboracionistas Pnv-Eta se asociaron, consistía precisamente en arruinar la única estrategia posible de oposición democrática frente a las operaciones de reforma, transición intra-totalitaria y continuación del Franquismo que el régimen y sus socios multi-nacionales estaban organizando y financiando. De este modo, el éxito de las maniobras y los ataques Pnv-Eta contra quienes denunciábamos al social-imperialismo español y a sus cómplices “vascos” (quienes le daban cobertura en aquellas “escuelas sociales”), resultaba fatalmente en el fracaso de la liberación de nuestro País, entregado de nuevo a manos de los fascistas de siempre y a las de sus transitivos secuaces “de izquierda”.

Todos ellos fueron reconocidos como “demócratas” a partir de entonces gracias a la traición, corrupción y estupidez de los burócratas Pnv-Eta y sus cómplices, como es el caso del mencionado J.A. Ayestarán, y de José Luis Álvarez/‘Txillardegi’ y Kepa Anabitarte; quienes, con su partido ‘euskal sozialista biltzarrea’-esb, aceptaron participar en las “elecciones generales constituyentes” españolas de 1977, y por ende en el régimen fascista que las convocaba, como si fueran legítimos, democráticos y el Estado propio del Pueblo Vasco. (Y encima, tenemos que soportar que quienes apoyaron toda aquella liquidación estratégica y atacaron a quienes la denunciaban y prevenían contra ella, se pregunten estúpida o hipócritamente “¿Cómo pudo pasarnos esto?”; es decir, cómo pasarnos lo que ellos hicieron todo lo necesario para que pasara.)

Desenmascarados estos “revolucionarios de izquierda” por su incorporación y apoyo al régimen de ocupación de los fascistas de siempre, después de un precioso y vital tiempo perdido y tras haber hecho que el Pueblo haya apurado hasta las heces el amargo resultado de los “éxitos” de la burocracia Pnv-Eta y sus cómplices, la experiencia ha desvelado – incluso a los más ingenuos o incondicionales de sus seguidores – el delirio sectario y culpable que subyacía bajo las “evidentes y realistas-posibilistas” soluciones que esos traidores-colaboracionistas indígenas “moderados y radicales” proponían para liberar el País, a saber:

1/ “democracia por sufragio universal: ‘una persona, un voto’, dentro de un régimen transitorio sin signo institucional definido”, según había sido acordado en el pacto de Múnich en 1962. O sea: un estéril y agotador electoralismo formal dentro del criminalmente impuesto “universo” español corrupto y nacionalista, cuyo recorrido había sido verificado ya durante “la República” con el resultado por todos conocido, pero ahora (1977) bajo las condiciones del régimen fascista unitario de ocupación militar del Segundo Franquismo, perfectamente definido y que desde entonces, gracias a ellos, quedaba además consolidado como “democrático”;

2/ “el apoyo de los demócratas, socialistas y revolucionarios de izquierda españoles, que están todos con nosotros”, y “de quienes recibimos seguridades en las que tenemos derecho a confiar” (M. Irujo); cuando resultaba evidente que éstos eran – ya entonces, como lo siguen siendo ahora – estrictamente nacional y social-imperialistas españoles que supeditaban cualquier reforma y progreso democráticos al mantenimiento del Estado unitario y colonial de ocupación militar e inevitablemente fascista; y

3/ “la lucha armada, la guerra revolucionaria y el Plan de ocho años de Liberación y Unificación nacional”; es decir: el “activismo” de los atentados, cuya crítica democrática los evidenciaba como una falsa oposición o respuesta a la Violencia criminal y el Terrorismo de Estado, a la vez que dolorosamente costosos para el Pueblo y la causa de la libertad.

“La lucha armada y la guerra revolucionaria”: complemento, no alternativa de “la vía institucional”, se reducía en realidad a los cada vez más simbólicos, difíciles, costosos y excepcionales atentados que ocultaban la realidad del Terrorismo y la Violencia criminal, imperialista y fascista del régimen. Su efecto era la quema continua e injustificada de militantes, el agotamiento y la destrucción de recursos exorbitantes de los resultados, la provocación, la delación, la auto-delación y las interminables crisis morales: tanto de los propios militantes como de una población ideológicamente huérfana y minada por los monopolios fascistas de intoxicación y guerra psicológica de masas. Los aires de ensoberbecida y desdeñosa suficiencia intelectual que adoptaban no les permitían ocultar una indigencia ideológica que ha sido la causa de que arrepentidos, tránsfugas y renegados hicieran constante deserción de entre sus filas para pasar al Partido franquista tradicional o a Falange/PsoE, que tanto da. Sus nombres están en la mente de todos.

Todo ello era en realidad la aceptación del “nuevo” régimen de la España una e indivisible surgida de ocho siglos de crímenes, guerras de conquista, ocupación, colonización y pillaje; un régimen apoyado y reconocido hasta el día de hoy por la colaboración institucional de “los moderados y los radicales” que forman la burocracia Pnv-Eta – y sus satélites y cómplices – como no-Nacionalista, no-violento, legítimo y democrático con o sin déficit, con o sin la coartada de los atentados. Era la negación del Pueblo y el Estado ocupados, el abandono del derecho internacional e inherente de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos (en cuanto a su titularidad del Pueblo Vasco), y la correlativa afirmación y el reconocimiento del “derecho” positivo imperialista y fascista español como efectivo y democrático.

Cuando el cambio de siglo estaba ya próximo, los resultados de la “transición” nacionalista e intra-totalitaria española, y de la autonomía-trampa “vasca”, aparecían consolidados y limitados a la vez. Con ello se daban las condiciones de posibilidad, necesidad y urgencia para una nueva ofensiva política e ideológica, destinada a quebrar y prevenir la Resistencia de las fuerzas de libertad que la Violencia criminal y el Terrorismo, la guerra de agresión y la dictadura fascista del General Franco y sus sucesores no habían logrado erradicar. Por ello, a la fase triunfante del Nacionalismo imperialista español de los Franquistas tradicionales y su solución final, y al optimismo Nacional-socialista de Falange-PsoE en su esperanza por conseguir un “post-nacionalismo” (vasco), les ha seguido la nueva marea de xenofobia, furor y exasperación nacionalistas del Segundo Franquismo; métodos con los que los actuales sectores irreductibles del Franquismo tradicional y transitivo, y sus monopolios de intoxicación ideológica de masas, responden a la tozuda realidad de la permanencia y Resistencia de los Pueblos sojuzgados. La correspondiente campaña de falsificación, difamación, injurias e intimidación: difundida diariamente y sin descanso por los monopolios españoles de propaganda imperialista y fascista, alienta, excita y pone al rojo un odio inextinguible entre los Pueblos.

La negación anticipada que España y Francia han establecido sobre la identidad y la existencia misma de los Pueblos y Estados que esas naciones imperialistas están sojuzgando, sirve ideológicamente al objetivo de la liquidación de ellos a manos de esas “grandes” caníbales Nacionalistas. Es la expresión suprema de la esencia cultural del Nacionalismo y el Racismo imperialistas: la xenofobia, el odio y el desprecio a los otros Pueblos. El Nacionalismo imperialista español y francés es, por naturaleza, opuesto a la convivencia y concordia internacionales; no considera más salida, para el conflicto total y absoluto que ha promovido, que la solución final. La liquidación del oprimido Pueblo Vasco y de su Estado ocupado, el Reino de Nabarra, es su objetivo fundamental e inamovible.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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