Constitución real y “Constitución” formal: realidad y falsificación (IV)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



IV – Constitución real y “Constitución” formal: realidad y falsificación


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


“Desde siempre, los grupos políticos más diversos han tenido todos la violencia física como el medio normal de poder.” “Las unidades políticas, los regímenes constitucionales deben todos su origen a la violencia.” “Sin la guerra no habría Estado.” “Todos los Estados que conocemos han nacido de la guerra.” “El Estado es un puro producto de la fuerza.” “No hay Estado que se haya creado o se mantenga sin el uso de la fuerza.” “Todo poder de Estado reposa sobre la fuerza de las armas.” Sin “esos mismos cañones que, según [Ferdinand] Lassalle, constituyen la parte integrante más importante de la constitución”, su dominación no es nada. (Citado por L. Trotsky; ‘Dictatorship vs Democracy’, 1920.)

“En nuestros días, precisamente, la relación entre el Estado y la violencia es particularmente íntima.” “La auténtica soberanía se define por el derecho efectivo del recurso a las armas.” “Sólo es auténticamente soberano, sólo es auténticamente Estado el Estado poderoso”, calificado por “el número, el territorio, los recursos”.

El Estado “sólo es definible sociológicamente por referencia al medio específico que le es propio, como a toda otra asociación política, a saber: la violencia física. ‘Todo Estado está fundado sobre la violencia’, dijo Trotsky en Brest-Litovsk. Objetivamente, esto es cierto. Si solamente existieran estructuras sociales donde toda violencia estuviera ausente, el concepto de ‘Estado’ habría entonces desaparecido, y se habría instaurado lo que, en el sentido específico del término, llamaríamos ‘anarquía’.” “El Estado es original y necesario, seguirá existiendo mientras haya historia y es tan esencial como la lengua.”

Todos los Estados imperialistas están constituidos por Violencia criminal y guerra de agresión, por represalias armadas, terrorismo, y legítima defensa  – ya sea colectiva o individual – contra ellos. Tras haber impuesto su constitución real y primaria mediante las armas, y la Violencia criminal y el Terror de la conquista sobre los Pueblos sojuzgados, los “Nuevos Regímenes” de los imperialismos francés y español proclamaron sus “Constituciones” formales y secundarias – colonialistas y nacionalistas – falsificando la historia y la sociedad reales; y substituyéndolas por la producción ideal, mitológica, mística, constructivista y retroactivada de un modelo de “nación” transcendente y absoluta, en la que los Pueblos sojuzgados y sus preexistentes Estados quedaban totalmente negados y anegados.

Una vez establecido el “Nuevo Régimen” franco-español, diversos sofismas y paralogismos: forzosamente basados en elaboradas ficciones, falacias, manipulaciones y falsificaciones ideológicas en petición de principio (a saber, “voluntad popular, derechos humanos, estado de derecho, sufragio universal, contrato social, nación, democracia” etc.), eran invocados en las “Constituciones” formales de Francia y de España como nuevos títulos de “legitimidad”; tanto a fin de encubrir la continuidad de sus criminales adquisiciones imperialistas mediante guerra de agresión, despotismo, totalitarismo y Nacionalismo imperialista contra los Pueblos y Estados sojuzgados, sobre los que se había constituido el “Antiguo Régimen”, así como de ocultar la originaria e irremediable ilegitimidad de ambos regímenes. Frente a todo ello, el Estado constituido históricamente en torno a la Corona de Pamplona sigue siendo el único Estado del Pueblo Vasco, que jamás ha aceptado ni reconocido ningún otro.

Efectivamente, en contra de lo establecido por la doctrina “clásica” de “derecho internacional” del imperialismo europeo, según el Derecho Internacional de los Pueblos reconocido – no constituido – por las Naciones Unidas (NU) “del acto ilícito no surge derecho” (ex iniuria ius non oritur). Por tanto, la Violencia criminal y el Terrorismo de Estado, la guerra de agresión, la conquista, el desmembramiento y la anexión de Estados legítimos: procedimientos que son todos ellos crímenes imprescriptibles contra los derechos humanos inherentes y fundamentales, crímenes de guerra, contra la paz y contra la Humanidad, todo lo cual constituye la constitución real y primaria sobre la que se funda la “Constitución” formal y secundaria de España y de Francia impuestas al Pueblo Vasco y a su Estado el Reino de Nabarra, no crean Pueblos, ni derecho, ni Estados:

“No se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la fuerza.” [UNGAR 2625 (1970)]


Sin embargo, los ideólogos del Nacionalismo imperialista franco-español, y especialmente los del Segundo Franquismo, por si no bastara con la ocultación de estos crímenes sobre los que se fundamenta la construcción de los Estados imperialistas de “Francespaña”, difunden a continuación una idea falsificada de sus regímenes y tratan de hacer creer a los Pueblos, o a buena parte de ellos, que el actual poder imperialista y fascista establecido sobre nuestro País es, en realidad, un régimen “legal” constituido sobre elecciones, votaciones, consultas, leyes etc.

La propaganda oficial falsea así la realidad y el fundamento histórico y social del actual régimen de facto. Un falseamiento necesario, para hacer creer en la legitimidad del sistema político que la moderna desvergüenza fascista presenta como “democrático, pacífico y no-violento, y fundado en la convivencia, la libertad y los derechos humanos; en la voluntad popular, el pacto constituyente y el Estado constitucional de derecho; en el imperio de la ley, el pluralismo, el sufragio universal y la mayoría: régimen que nos hemos dado entre todos mediante la tolerancia, la negociación, el consenso, el diálogo y el amor de Dios” etc.

Pero “no hace falta ser un lince ni haber leído a Rousseau” para saber que todo intento de “fundar” el Estado y el Derecho sobre el voto, las elecciones, las mayorías, la ley etc. es ya teóricamente absurdo. Un Estado con tales “fundamentos” no ha existido nunca ni existirá jamás, ni aquí ni en ninguna parte, porque lo que es formalmente absurdo no puede existir. Es tan imposible como un triángulo de cuatro lados. Se necesita tener los cables radicalmente cruzados por la propaganda dominante, y la visión cerrada por las anteojeras fascistas, para no darse cuenta de ello. Que haya que repetir esto en este País y en el siglo XXI, muestra que la propaganda imperialista ha conseguido resultados que superan todas sus esperanzas. Es así como los numerosos adeptos o víctimas de la ideología dominante: sujetos clínicamente homologados como en plena salud mental y por tanto como jurídicamente imputables bajo la ley, no ven inconveniente en adoptar y enunciar tales insanidades. Pero ellas sirven ideológicamente para la destrucción de la razón por el imperialismo y el fascismo.

Los Estados en general – y los imperialistas en particular – no son, habrá que repetirlo sin cesar, un “supuesto natural” de la política, al igual que los montes y los ríos sí lo son de la geografía; bien al contrario, los Estados son producto y parte de los conflictos políticos inter-nacionales. Como norma general, los Estados están precedidos y constituidos por la política, es decir: por la violencia en general y por la guerra en especial, según establece en cada caso la relación de fuerzas en presencia y su modificación estratégica; pero esto está especialmente y ante todo agudizado en los Estados imperialistas, constituidos necesariamente por la Violencia criminal que las Naciones y sus Estados imperialistas ejercen para la dominación de otros Pueblos o Naciones y sus Estados, en lo que es una lucha de clases a nivel inter-nacional. Estos Estados imperialistas no son organizaciones “neutrales” que establecen “normas de convivencia política iguales para todos”. No son “terrenos de juego” con sus límites y sus reglas, donde los equipos/partidos políticos deciden el resultado mientras “los espectadores aplauden desde las gradas”, como dice Ibarretxe.

Un Estado imperialista es una estructura político-militar impuesta sobre otros Pueblos y Estados mediante agresión armada, guerra, ocupación militar y anexión; lo cual comporta la violación de derechos humanos fundamentales y por tanto imprescriptibles crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la Humanidad. Ésta es su auténtica constitución real y primaria, que precede y “constituye” la posterior declaración formal e impresa llamada “Constitución”, es decir: la “Constitución” formal y secundaria; la cual intenta a su vez enmascarar, sublimar y trascender ideológicamente la constitución real y primaria: tanto en su génesis como en su naturaleza.

Son por tanto la relación global de las fuerzas constituyentes y constitutivas, y sus decisiones políticas fundamentales, es decir: aquéllas impuestas mediante la Violencia criminal, las que – tras haber establecido la constitución primaria y real – determinan en un Estado imperialista y totalitario el “derecho”, la “Constitución” secundaria y formal, y las actuaciones y decisiones de los cuerpos legislativos y estatales. Así pues, el “partido” fundamental se juega antes o fuera del “terreno de juego/Constitución formal”; y los partidos derivados los gana el que de ese modo ha establecido el campo y las reglas, determinado los contendientes, y elegido las armas. Sólo la apreciación justa de la estructura general de fuerzas permite la interpretación correcta de los datos jurídicos y sus peripecias electorales y legislativas; sin ella, todo es confusión y dominación bajo los factores del poder real establecido.

Efectivamente, todo despotismo se asegura (a veces mediante siglos de guerras, ocupación, exclusión y colonización de Pueblos, y mediante la plantación y transplantación de poblaciones) los monopolios de Violencia, información, deculturación, adoctrinamiento e intoxicación ideológica permanente de esos Pueblos: todo ello realizado durante generaciones y desde la primera infancia a la edad adulta; así como también el control administrativo de la producción y la distribución de los recursos. A partir de ahí, el imperialismo y el fascismo modernos convocan “elecciones” según sus necesidades ideológicas y políticas. En un régimen imperialista y fascista, las “elecciones” las gana el poder establecido que las organiza (las “reglas del juego” se establecen para eso y se cambian cada vez que hace falta), los votantes son quienes los monopolios de Violencia y propaganda fascista deciden que voten (para eso se han establecido previamente las fronteras y los votantes dentro de ellas mediante ocupación militar y genocidio), y se vota lo que ese poder previamente establecido quiere que se vote, cuando, como y donde quieren que se vote.

En cambio, en un proceso y una organización democráticos de la sociedad “hay que remontarse siempre a una primera convención”: “El acto por el que un Pueblo es un Pueblo es el verdadero fundamento de la sociedad. [...]. Porque, en efecto, si no hubiera una convención previa, ¿de dónde surgiría (a menos que la elección fuese unánime) la obligación de la minoría de someterse a la elección de la mayoría? Y ¿de dónde se sigue que cien personas, por ejemplo, que pudieran desear tener un amo, tendrían derecho a decidir por diez que pudieran desear no tener ninguno? La elección mediante una pluralidad de sufragios es en sí misma un establecimiento de convención, y supone que la unanimidad ha subsistido entre ellos, al menos una vez.” (J. J. Rousseau.)

Dicha convención está por tanto fundada sobre “un supuesto previo esencial, cual es el de la homogeneidad sustancial de todos sus miembros que da lugar a una coincidencia concreta, fáctica”. Cuando esta coincidencia no se da: “cuando el desacuerdo versa sobre las instituciones básicas”, en un sistema conflictivo entre fuerzas heterogéneas antagonistas e irreductibles “que incluso luchan por una independencia total”: como es el caso de la dominación Nacional-imperialista de un pueblo predador sobre un Pueblo sojuzgado, la única alternativa es dictadura o independencia.

Es preciso recalcar – aunque su evidencia debería hacerlo innecesario – que no hay nada menos universal que el llamado “sufragio universal”, ni nada más equívoco y falseado que la universalidad del sufragio. La evidente grandilocuencia y ambigüedad de esos términos sirve para ocultar que la “universalidad” del sufragio en cuestión excluye la inmensa mayoría del género humano. Efectivamente, votos, mayorías y minorías suponen previamente un Estado y un poder político ya constituidos en un territorio con fronteras humanas y territoriales predeterminadas, que delimitan la población a la que tales procedimientos alcanzan; lo cual forzosamente excluye a todos los demás. No hay mayorías ni minorías políticas sin el régimen político que las precede y constituye; un régimen que, en el caso del imperialismo, no proviene de votos ni elecciones ni electores sino de una insubsanable y criminal Violencia inicial constitutiva, responsable de crímenes imprescriptibles y de la conculcación de derechos inalienables, y que por tanto es ilícito y nulo de pleno derecho.

Un sistema político o “jurídico”, sea del signo que sea, no se funda nunca – ni lógica ni sociológicamente – en resultados electorales u otras formas de sufragio. En realidad, el pretendido sufragio “universal” es un procedimiento derivado, secundario y tardío de un régimen político que ha sido constituido ya con anterioridad, y que, por tanto, en modo alguno puede fundar ni legitimar a dicho régimen. “Pactos, Constituciones, elecciones, mayorías, consensus, referéndum, derecho” etc. suponen previamente la existencia del Estado, cualquiera que sea su naturaleza: democrática o imperialista-totalitaria. Por tanto, tales mecanismos posteriores no pueden fundar el Estado – ni eventualmente la democracia – sino en petición de principio, es decir: sobre una falsificación. La “teoría” de la fundamentación y la legitimación de un Estado: del “Estado de derecho”, por “la Constitución, el sufragio universal y su mayoría” es una completa vacuidad teórica, no significa absolutamente nada, es pura palabrería ideológica para manipular a los tontos y los desamparados que el régimen imperial-totalitario fabrica a mediáticas manos llenas.

Tanto si es democrático como si es totalitario, no son los votos, las elecciones, las mayorías ni las minorías las que fundan el poder político; es el poder político: en uso de su monopolio de la violencia (ejercida bien sea en defensa de los derechos humanos fundamentales, en cuyo caso es legítima y democrática; o, por el contrario, en conculcación de esos derechos, en cuyo caso es criminal y totalitaria), el que funda, produce, determina, condiciona, regula y decide electores, elecciones, mayorías y minorías; el que incluye y excluye votantes, candidatos y alternativas; y el que decide también de las consecuencias, las cuales, en un régimen imperialista de ocupación militar como el que mantiene al Pueblo Vasco y a su Estado, el Reino de Nabarra, sojuzgados desde hace por lo menos ocho siglos, son las que tenemos a la vista.

En especial, bajo el régimen de un Estado imperialista, la Violencia criminal, los ejércitos, la expoliación y la represión, es decir: su constitución real y primaria ,existen ya antes de las “elecciones” y las “Constituciones” formales y secundarias, y continúan ejerciendo el poder real después de ellas. Los ideólogos del imperialismo y el fascismo invocan “las normas morales y jurídicas, la Constitución y el Estado de derecho”; pero ocultan que esas “normas” y estructuras políticas que ellos se esfuerzan por “legalizar” han sido constituidas mediante Violencia criminal, guerra, crímenes y Terrorismo para que las suframos los demás, negando y destruyendo previamente para ello los Estados, las instituciones y las normas democráticos y precedentes, propios de los Pueblos sojuzgados y colonizados. Es así como han adquirido y conservado el poder que les permite a continuación juzgar del bien y del mal, e imponernos a los demás “las normas morales y jurídicas” que les convienen. “Las elecciones y el referéndum” – aunque se llame “de autodeterminación” – bajo un régimen imperialista y fascista de ocupación militar son, entre otras cosas, una tomadura de pelo.

(Incidentalmente, la esperpéntica formulación de los Preámbulos y premisas de las significativamente abundantes Constituciones históricas del imperialismo franco-español moderno no es sólo imputable a deficiencias intelectuales y formales de concepción, elaboración o redacción sino, sobre todo, a las condiciones y fines objetivos a los que los padres de las criaturas tenían que sujetarse, con la finalidad de ocultar la pre-existente realidad imperialista y criminal de las constituciones reales.)

Derrotados a lo largo del siglo XIX los sucesivos levantamientos e insurrecciones del Pueblo Vasco en contra de la imposición totalitaria que aquellas “Constituciones” formales pretendían legitimar, y después del desastre que supuso la invasión del País por el Nacionalismo imperialista “liberal” español (apoyado por el complot anglo-franco-portugués), la constitución, un siglo más tarde, del “Gobierno de hecho de Euzkadi” supuso la construcción de las estructuras básicas de un Estado en unas circunstancias de trágica confrontación bélica en plena ascensión y agresión del Fascismo; y por encima de insuficiencias o errores, significó la continuidad en una permanente línea estratégica de afirmación nacional y estatal a la que jamás ha renunciado el Pueblo Vasco. Su aplastamiento bajo unos de los primeros raids aéreos y bombardeos terroristas de la Historia contra la población civil y urbana; su criminal liquidación por medio del genocidio: con asesinatos masivos de nuestras capas sociales más cualificadas, vigorosas y combativas, fue realizado invocando nuevamente el “derecho de conquista” y fue nuevamente bendecido como Cruzada por la jerarquía del Nacional-catolicismo español y fascista; hechos dolorosamente ilustrativos de la constante y odiosa naturaleza ilegítima del régimen español, constituido e impuesto una vez más sobre nuestro Pueblo y Estado por medio de crímenes y Terrorismo. Es su constitución real de siempre.

Frente a todo ello, “el acto por el que un Pueblo es un Pueblo es el verdadero fundamento de la sociedad”. Por tanto, es preciso remarcar sin equívocos que, contra la propensión de los Estados a subsumir los Pueblos, y la tendencia de los Gobiernos de sustituirse a los Estados, el reconocimiento del derecho internacional de autodeterminación de todos los Pueblos por las NU implica y reconoce un hecho fundamental e innegable: que los Pueblos preceden políticamente y constituyen jurídicamente a los Estados y Gobiernos. Nuestro Pueblo es el Pueblo Vasco: titular del derecho internacional e imprescriptible de autodeterminación o independencia; y nuestro Estado es la confederación de Repúblicas, Condados y Señoríos vascónicos reunidosen torno al Reino de Nabarra.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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