Imperialismo, fascismo e ideología (IX)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



IX – Imperialismo, fascismo e ideología


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


Todo régimen político imperialista, que estableció su poder mediante Violencia criminal, tiene ahora la necesidad cada vez más imperiosa de legitimar su poder y ocultar el papel de esa Violencia en la historia y en la sociedad; y la moderna ideología totalitaria le proporciona el remedio para esa imperiosa necesidad. Sus ideólogos deben por tanto enmascarar y disimular la realidad, esto es: el origen, el fundamento y la naturaleza de Violencia criminal del poder político así establecido y conservado, el cual ellos presentan por el contrario como “legítimo y democrático”. Origen, fundamento y naturaleza criminalmente violentos que son substituidos  en el correspondiente delirio ideológico creado por esos ideólogos – mediante un orden social sin violencia: no sólo como algo utópico a lo que se aspira sino como un proyecto ya actual, vigente y efectivo.

Es por ello que los monopolios de propaganda del poder imperialista y fascista: inseparables de la política efectiva de Violencia criminal y opresión que resulta de su monopolio de la Violencia, tratan de ocultar la realidad, y de prevenir, culpabilizar y condenar toda Resistencia contra esa política; haciendo creer a los Pueblos sojuzgados que la violencia dominante no existe, y que el imperialismo sirve valores de justicia, paz, amor y buenos sentimientos excluyentes de toda violencia. A la fuerza bruta y la sinrazón – de los demás – oponen “la no-violencia, la razón y la cultura” de los esbirros del moderno Nacionalismo imperialista y fascista; y presentan lo que llaman “el Estado” y la política como actividades y organizaciones “incompatibles con la violencia”.

Las guerras de agresión y conquista, la destrucción de las instituciones políticas propias del Pueblo agredido, la agresión y ocupación permanente de su Estado, los crímenes de guerra, contra la paz y contra la Humanidad, el Terrorismo de guerra y de Estado, los asesinatos de masas, la negación, el desprecio y la represión de todos los derechos humanos fundamentales e históricos (y en primer lugar del derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos, primero de los derechos humanos y condición previa para el pleno disfrute de todos los demás, según el Derecho Internacional): procedimientos todos ellos con los que el imperialismo franco-español ha establecido su dominación sobre el Pueblo Vasco y a su Estado, todo eso debe desaparecer de la conciencia colectiva por obra de la ideología dominante. Misión solamente posible si se dan las condiciones mismas que se trata de esconder, a saber: el monopolio totalitario de la Violencia criminal, y el monopolio de condicionamiento mental, que es su consecuencia.

El imperialismo necesita presentar la dominación así fundada y conservada como “no-violenta, no-nacionalista, libre y democrática”; y toda resistencia a ella como “agresiva, nacionalista, violenta y fascista”: tal es el objetivo real y constante de los agentes de condicionamiento, propaganda e intoxicación ideológica de masas. A este respecto, veamos cómo ha sido descrito el conflicto lingüístico, que generalmente suele ser concomitante con el conflicto político en una empresa de dominación Nacional-imperialista sobre otra Nación:

“De esta manera se consigue algo realmente perverso: el auténtico nacionalista radical se presenta como una persona defensora de la apertura, de la universalidad, del conocimiento, de la convivencia y del progreso, ya que él es hablante de la lengua buena, de la lengua superior; en cambio, la persona que – aplicando simplemente el sentido común y el conocimiento que supera prejuicios tan ramplones y simplistas como los vistos antes – valora su lengua y su cultura y se niega a admitir que ambas (lengua y cultura) son inferiores o peores que las que se le presentan como superiores, es considerada como un nacionalista cegado por un sentimiento irracional de autocomplacencia y egoísmo.” “Por esta razón el españolismo lingüístico se caracteriza, en un alarde insolente de cinismo, por conceptuarse a sí mismo como no nacionalista, y por tachar de nacionalistas a quienes se niegan a admitir que sus lenguas y culturas son inferiores o de menor importancia o valor.” (J.C. Moreno Cabrera; ‘Errores y horrores del españolismo lingüístico’, Ed. Txalaparta, 2015.)


Como es evidente, la realidad que estas acertadas palabras del lingüista madrileño reflejan sobre el Nacionalismo – “supremacista y radical”, según su terminología – en el terreno de la lengua, tiene su inevitable correspondencia, exacerbada hasta el paroxismo, en las manifestaciones políticas del Nacionalismo franco-español imperialista y fascista, mantenido por la permanente ocupación militar de nuestro País y Estado, el Reino de Nabarra, al menos desde hace ocho siglos.

No cabe hablar de “derechos humanos, no-violencia, libertad, democracia, tolerancia, diálogo y respeto a las ideas de todos” – y demás temas obsesivos y repetitivos de la propaganda fascista-monopolista – si no se parte precisamente de, si se olvidan, si se ponen entre paréntesis o se presentan como agua pasada: la guerra, la conquista, la ocupación, la represión y el Terrorismo imperialistas, la conculcación de todos los derechos fundamentales, y la política colonialista de expoliación y de genocidio racial, lingüístico y cultural. Toda ideología que no parte del reconocimiento y la condena – teóricos y prácticos – de estos hechos terribles; toda reducción de la infrastructura y la suprastructura actuales del imperialismo y el fascismo a una especie de controversia teórica sin relación con la realidad actual: una controversia que supuestamente estaría siendo mantenida libremente y entre iguales en una sociedad pacífica y no-violenta, es un instrumento particularmente artero e hipócrita de la propaganda imperialista y fascista. Todo equívoco en esta materia es ya un acto de sumisión y complicidad con el régimen imperial-totalitario.

“El duque (de Alba) amenazaba a quienes no se sometían con que ‘mandaría hacer la guerra a fuego y sangre’. (…) Un nuevo heraldo reiteró entonces las amenazas del duque. Si no se rendían atacaría la ciudad (Pamplona) y trataría a sus habitantes como a cismáticos, ‘sin piedad, a fuego y sangre’.”

“Navarra está tan baxa de fantasía después de que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros [las murallas de Pamplona y de los castillos del Reino], que no ay ombre que alçe la cabeça. [...] porque era cosa dificultosa haver de poner en cada lugar gente de guarda. De esta manera el Reyno no puede estar más sojuzgado y más sujeto, y ninguno en aquel reyno tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar.” (Carta del Coronel Villalba al Cardenal Cisneros; 1515.)

“Si a esta paz [Paz de Basilea] siguiese la unión de las Provincias y el resto de la Navarra sin las trabas forales que las separan y hacen casi un miembro muerto del Reino, habría V.E. hecho una de aquellas grandes obras que no hemos visto desde el Cardenal Cisneros o el gran Felipe V. [...] Tenemos fuerzas suficientes sobre el terreno para que esto se verifique sin disparar un tiro ni haber quien se atreva a repugnarlo.” (Carta del Consejero Zamora a Godoy; 1795.)

“Es necesario crear una atmósfera de terror; hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquél que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado.” (General Mola en Pamplona; Instrucción reservada, Base 5ª; ‘Navarra 1936: De la esperanza al terror’.)

“Que no se nos hable de derechos. No reconocemos más derecho que el de conquista. [...] Vizcaya es otra vez parte de España por pura y simple conquista militar. La espada de Franco ha resuelto definitivamente el litigio. En estas horas trágicas de cruzada nacional están junto a nosotros la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la Portugal de Oliveira Salazar.” (Areilza en Bilbao; 1937.) Etc. etc.


Si bien, en los primeros momentos de euforia, el éxito de la agresión criminal se manifiesta brutal o cínicamente – según hemos visto – con sincera autenticidad (es la llamada “ideología de la realidad”), sin embargo, la imprudencia de tales expansiones acaba siendo visible para los más avisados de entre los agentes del imperialismo. La necesidad de modular una respuesta mejor adaptada se hace entonces sentir entre los encargados de producir la denominada “ideología de la ilusión”, destinada a fabricar los mitos y engaños que permitan ocultar la Violencia, el Terror y los crímenes que constituyen la realidad del régimen así impuesto, y a establecer en su lugar como real un falsificado fundamento “paccionado, legal y de derecho, pacífico, legítimo, democrático y no-violento”; lo cual se aviene también con las alienadas fantasías de los Pueblos/clases dominados, consistentes en ignorar o negarse a ver la realidad de la imposición criminal, y en presentarla como resultado de falsos “acuerdos” e  ilusiones que puedan hacerla soportable.

En la ideología propia del imperialismo y el fascismo: constituida por la integración de la actividad pensante en los fines y medios del conjunto Nacionalista-totalitario, la ideología de la realidad: de necesario uso interno para las clases dominantes, se acompaña con la ideología de la ilusión, elaborada ante todo para que se la crean los demás. Este desdoblamiento ideológico se materializa en la división entre el trabajo espiritual y el material, en la división orgánica entre los “ideólogos de la ilusión y los ideólogos de la realidad”, y entre los monopolios y departamentos de propaganda y los de Violencia, respectivamente.

Según la formulación de Marx-Engels, “La división del trabajo, en la cual hemos reconocido ya uno de los factores más importantes y más potentes de la historia, se manifiesta igualmente en la clase dominante como división entre el trabajo espiritual y el material. En el interior de esta clase, una de las partes funciona como pensadores de esta clase social: son sus ideólogos activos y conceptivos, que tienen la especialidad de forjar las ilusiones de esta clase sobre sí misma; especialidad de la que hacen su principal fuente de subsistencia. Los otros guardan, respecto a tales ideas e ilusiones, una actitud más bien pasiva y receptiva, porque son en realidad los miembros activos de esta clase y tienen menos tiempo para hacerse ilusiones e ideas sobre sí mismos. Esta escisión puede incluso degenerar en cierto antagonismo y cierta hostilidad entre las dos partes en presencia. Pero en cuanto sobreviene una colisión práctica que pone en peligro a la clase entera, esta oposición desaparece por sí misma”. (Al no estar esta especialización rígidamente corporativizada, la “contradicción” teórica – pero ideológicamente funcional – entre ambas clases de trabajo se manifiesta también a través y en el interior de los grupos y de los individuos.)

En principio, los engañabobos ideológicos de la propaganda imperialista y fascista se reservan a las clases sociales dominadas y debilitadas por efecto de la represión y el condicionamiento ideológico de masas. Represión, obscurantismo, y un sistema de pensamiento único hacen que la debilidad material de los oprimidos se acompañe también con su debilidad mental. Sin embargo, en alguna medida y como resultado de la mala fe, ello se extiende también cada vez más a las mismas clases dominantes que detentan los monopolios de Violencia y propaganda; cuyos dirigentes y propagandistas: traicionados a veces por su propia debilidad mental, parecen creerse ellos mismos las tonterías que tienen que decir para engañar a los dominados, ya que es humanamente imposible separar claramente sus ideas propias (que deben mantenerse en estrecha correspondencia con la cruda realidad y con la correlativa ideología de la realidad), de aquéllas que ellos han inventado para que se las crean los demás y que corresponden a la ideología de la ilusión.

Efectivamente, los gobernantes, ideólogos y agentes oficiales del régimen imperial-totalitario son por supuesto embusteros, falsarios y difamadores cínicos, hipócritas y de mala fe, pero no siempre fingen creerse las tonterías reaccionarias que profieren, puesto que en alguna medida acaban por creérselas ellos mismos, y no parecen tener una conciencia plena o clara de las funcionales sandeces que profesan a diario a este respecto. Lo cual más bien aumenta su rendimiento y los hace más peligrosos todavía, ya que creérselas es la mejor manera que tienen de hacerlas creer a los demás. Como es evidente, nadie engaña tan bien a los demás como quien, por estar él mismo engañado, se cree las patrañas que afirma. Paradójicamente, ello es también un obstáculo añadido más para la crítica racional y democrática, ya que ésta es mucho más fácil de realizar frente a criminales y tramposos “puros”: conscientes de su propia y fraudulosa condición, que ante quienes están ya idiotizados por su propia propaganda y que de alguna manera son “sinceros creyentes” de ella; lo cual los pone fuera del alcance de dicha crítica.

La ilusión ideológica imperialista y fascista se produce o consume según dos modalidades psicológicas: la mentira y la falsificación de la realidad conscientes y deliberadas, por un lado; y la ignorancia y la confusión espontáneas o hetero-inducidas, por otro, que son las formas puras de la ideología de la ilusión. Unas y otras se disuelven, mezclan y difuminan en las vastas playas de la mala fe: consecuencia de la “mala conciencia, desgraciada o dolorosa”; la cual lleva a sus sujetos – a un mismo tiempo agentes y pacientes de su propia propaganda – a ignorar lo que no quieren saber, evitando calculada y precavidamente para ello los medios y las fuentes de información e interpretación susceptibles de perturbar su adaptación social y su “buena” conciencia individual y colectiva.

“Las ilusiones nos hacen el servicio de ahorrarnos sentimientos penosos, y nos permiten experimentar en su lugar sentimientos satisfactorios. Sin embargo, debemos tener previsto que un día éstos vengan a chocar con la realidad, y entonces lo mejor que podemos hacer es aceptar su destrucción sin lamentos y sin recriminaciones.” Es lo que sucede con la creencia – mantenida por la civilización y la comunidad científica – en el pacifismo, la solidaridad y la racionalidad universales (Alle Menschen werden Brüder / Wo dein sanfter Flügel weilt), cuando ocurre que tales valores son consciente o inconscientemente utilizados como formas de camuflar o negar la realidad imperialista. En tales casos la decepción “no está justificada, pues se reduce a la destrucción de una ilusión”.

Ahora bien, inevitablemente, el desdoblamiento de la conciencia Nacional-imperialista: al objeto de que el sujeto pueda acomodarse a una realidad idealista e ideológicamente trucada (con el consiguiente escapismo hacia una conciencia falseada como recurso de auto-engaño), es un síndrome de estructural y permanente contradicción social-mental. Las variantes y consecuencias de ese falseamiento de la realidad, para la salud y el equilibrio psicológico general del individuo, se localizan también asimétricamente según sea la posición que ocupa el sujeto dentro del complejo político y social establecido: bien sea como miembro del Pueblo dominante, o como miembro del Pueblo dominado.

La ideología de la ilusión: relevante en los servicios de propaganda y en las aparentes “Instancias Supremas del Estado”, en las Asambleas Generales de las Instituciones, y en la burocracia administrativa o judicial del poder imperial-totalitario, se rarifica – hasta desaparecer – en los cuerpos “inferiores” del aparato de violencia política; los cuales, por cierto, son el fundamento real del régimen político. Ciertamente, aun teniendo en cuenta la necesidad de mantener la ideología de la ilusión y “la división entre el trabajo material y el espiritual”, queda poco, escaso o ningún margen para “el ahorro de sentimientos penosos y el disfrute de sentimientos satisfactorios” en los miembros que realizan una “intervención” de las fuerzas armadas, o que toman parte en las tareas de una cámara de tortura, en un pelotón de fusilamiento, o en la brutal represión de la disidencia política vasca. Tales actuaciones constituyen la expresión-confesión banal, honrada, lúcida y sincera de la conciencia nacional y política auténticas y efectivas que corresponden al imperialismo franco-español sobre el Pueblo Vasco; son una manifestación constante de odio, agresión y desprecio hacia los Pueblos sometidos, reconocidos así como diferentes; y dejan poco sitio para la intoxicación ilusionista y espiritualista de los servicios de propaganda militares, civiles o eclesiásticos; los cuales, cada vez con una menor convicción, apelan a una hipócrita “convivencia y pluralidad en el amor y el respeto mutuos” que son absolutamente imposibles, bajo el régimen Nacional-imperialista español y francés.

Sea como sea, en el grupo social dominante la ideología de la ilusión está siempre subordinada, controlada y mantenida a raya por la ideología de la realidad, pues su imprudente distribución “para el consumo propio” pondría en peligro el régimen político. Evidentemente, esa clase de ilusiones, es decir: el negacionismo oficial de la Violencia de Estado, “la condena de toda violencia venga de donde venga”, o la postulada no-violencia de las instituciones, serían un peligro mortal para el propio sistema; y la puesta en práctica de ellas implicaría el fin radical e inmediato, el suicidio de los Estados, los cuales se sustentan precisamente sobre esa Violencia. Ningún orden totalitario moderno podría sobrevivir si sus dirigentes y “miembros activos” creyeran verdaderamente y – sobre todo – pusieran en práctica ellos mismos lo que sus ideólogos inventan y predican para que se lo crean los demás. Pero no hay peligro alguno de que ello suceda, ya que, aunque sus ideólogos puedan funcionalmente salirse de la senda y decir majaderías cuando hace falta, sin embargo la Burocracia y Administración del imperialismo, hasta el último funcionario, saben muy bien dónde están y para qué; como cualquier persona que en nuestro País Vasco haya tratado con ellos ha podido verificar ampliamente.

En realidad, son ésas – “no-violencia” etc. – unas ideas en las que sus mismos propagandistas no creen, o no creen ya: su política y sus mismas afirmaciones lo prueban ampliamente. El mencionado negacionismo de la Violencia criminal del Estado imperialista no afecta en nada a su monopolio de la Violencia y el Terror de masas, ni al monopolio de la propaganda que lo acompaña, puesto que esa propaganda “ilusionista” está reservada para las clases sociales dominadas y debilitadas, cuya capacidad de crítica y espíritu de Resistencia desaparecieron hace mucho tiempo por efecto de larepresión terrorista y el condicionamiento psicológico de masas.

Las fábulas románticas y las funcionales mentiras sobre el carácter no-violento del régimen imperialista franco-español establecido tienen sus límites en la estructura general de dominación y producción-explotación de clase; una estructura cuya especie internacional es el imperialismo colonialista. De todos modos, una vez que los fines de la empresa Nacionalista-imperialista-colonialista han quedado establecidos y aceptados, la necesidad de llevar a cabo la represión real contra la Resistencia hace que los sectores encargados de esa represión: imbuidos por la ideología de la realidad, se rían de sus propias normas y legalidad formalmente proclamadas (correspondientes a la ideología de la ilusión), sobre las que siempre prevalecen la Violencia y el Terror efectivos; unos procedimientos que encuentran siempre la comprensiva aceptación – y el correlativo rechazo y negativa a admitir cualquier prueba de Terrorismo de Estado, por muy evidente que sea – por parte de la población colonialista, agente del Nacionalismo imperialista.

Jueces y población metropolitanos: adoctrinados por los monopolios de intoxicación ideológica de masas del criminal Nacionalismo imperialista franco-español, se niegan a admitir la existencia de esos “supuestos excesos”, como ellos los llaman. Pero la tortura es una institución inseparable del despotismo, y revela de por sí la naturaleza terrorista de una actividad o un régimen políticos. Es, ante todo, un elemento inestimable del Terrorismo para doblegar y humillar física y moralmente a los Pueblos que resisten a la opresión. Sólo es hipocresía la “condena” de la tortura que formulan todos quienes, a la vez, apoyan el régimen de ocupación y colonización que la hace posible, necesaria y efectiva.

Una vez señaladas tanto la falsificación fundamental que el imperialismo y el fascismo necesitan (a saber: afirmar el carácter democrático, pacífico y no-violento del régimen establecido), así como las formas de imbuir esa falsificación en las clases dominadas, vamos a exponer a continuación, en su realidad auténtica, algunos conceptos fundamentales que son sistemáticamente sometidos a esa manipulación.

La política es la determinación del comportamiento social por medio de la violencia. Toda realidad política – al igual que sus especies bélica y jurídica – consiste en la determinación del comportamiento social por medio de la violencia; y toda historia política, en su evolución. Una y otra se insertan en la relación general de fuerzas y en su expresión estratégica, dentro de la totalidad histórica y social que las concreta. Todo grupo social, o bien es capaz de realizarse como agente en esta dimensión, o sufre un proceso ineludible de liquidación generalizada.

Las personas y los Pueblos podrán mantener actitudes y reivindicaciones legítimas o ilegítimas, justas o criminales; pero, por lo que que respecta a la forma como ellos plantean esas reivindicaciones, las personas y los Pueblos no se ordenan como buenos/justos o malos/injustos sino como fuertes o débiles, esto es: capaces o incapaces de ejercer u oponer contra los demás la violencia actual y virtual que les asegura viabilidad  para sus aspiraciones y su supervivencia.

Y ello es así porque en el mundo real en que vivimos, en el que “el imperialismo es un problema perenne de la existencia humana, porque las naciones y los individuos poderosos tienden inevitablemente a usar a los débiles como instrumentos de sus propósitos”, las exhortaciones morales del oprimido y justo frente al criminal depredador imperialista no sirven de nada, si no van acompañadas de una suficiente capacidad de violencia social: bien sea ésta la bélica de los ejércitos, o la revolucionaria de una Resistencia Nacional de nivel estratégico.

Chatillon [Embajador del rey francés]: Felipe de Francia, en derecho propio y representación legal de Arturo Plantagenet, hijo de vuestro difunto hermano Godofredo, interpone una muy legítima reclamación sobre esta bella isla y sus territorios, sobre Irlanda, Poitiers, Anjou, Touraine y Maine; deseando de vos que depongáis la espada con la que usurpadamente ostentáis estos diversos títulos, y que pongáis esos dominios en las manos del joven Arturo, vuestro sobrino y legítimo soberano real.

Rey Juan: ¿Y qué sucederá si no consentimos en ello?

Chatillon: La imperiosa intervención de una guerra furibunda y sangrienta, para restablecer por la fuerza estos derechos tan violentamente usurpados. Etc. (W. Shakespeare, ‘The life and death of King John’; I, i, 7-18.)

 

Exeter [Embajador del Rey de Inglaterra]: [...] Y cuando hayáis reconocido que él desciende directamente del más renombrado de sus famosos antecesores: Eduardo Tercero, os manda que resignéis entonces la corona y el reino, ilegalmente usurpados a él que es su verdadero poseedor por derecho de nacimiento.

Rey francés [Carlos VI]: O de otro modo ¿qué sucederá?

Exeter: Una lucha sangrienta, porque si escondéis la corona incluso en vuestros corazones, él os la arrancará de allí. Etc. (W. Shakespeare, ‘The life of King Henry V’; II, iv, 91-98)


Cuando, tras haber planteado una legítima reivindicación, la respuesta que se recibe de su delincuente destinatario es o bien una negativa directa (lo cual es lo normal en un criminal), simples evasivas que – como lo muestran estos ejemplos con salidas del tipo “¿y qué sucederá si no consentimos en ello?” – son preludio de la negativala alternativa que se dé a dichas contestaciones es determinante para saber si, a partir de ahí, se entra en el terreno de la política: que o bien es estrategia o de lo contrario no es nada; o si, por el contrario, se permanece en el ámbito de las rogativas, la religión, la ética, la antropología o etnología, la elucubración sobre mitos, la terapia psiquiátrica ante la frustración u otros escapismos hacia la incapacitación pseudo o extra-política:

“El País Vasco no es sólo una geografía sino las personas que lo habitan; un pueblo, y un pueblo que tiene naturalmente su historia, una historia antiquísima, tanto que no aparece en toda Europa ni una sola etnia que tenga contornos más claros que la vasca. Esto quiere decir que nosotros constituimos, entre otras muchas clases de plantas y flores de que se compone un jardín, un género de flor o de planta diferente que tiene el derecho a la vida como las demás, [...]. Éste es un cuidado que nos está encomendado, y más si hay alguien que quiere hacerla desaparecer para que se vea mejor otra flor cualquiera. Nosotros no pedimos que se corte ninguna flor sino que dejen vivir la nuestra.” (José Miguel Barandiaran, 1974.)

Ahora bien, desde hace ciento cincuenta años, tras haber perdido las Guerras de Independencia Nacional y haber sido abolidos nuestros residuos forales en 1876, la pretendida ‘intelligentsia’ y clase política vasca: sumida en una grave crisis intelectual, moral y política, se ha mostrado absolutamente incapaz tanto de comprender la naturaleza de la situación de derrota militar e integración totalitaria a la que el Pueblo Vasco ha sido sometido bajo el imperialismo franco-español, así como de dar con la adecuada respuesta político-estratégica que nuestra situación y circunstancias demandan.

Por el contrario, esos “intelectuales y políticos” se han debatido constantemente y hasta el día de hoy en una nostálgica, romántica, auto-complacida e impotente evocación/reivindicación de nuestra personalidad nacional apoyada ya sea en la mitología, en la historia de nuestro Pueblo lamentablemente deformada y recuperada por el imperialismo (a lo que algunos llaman actualmente “relato”), en las tradiciones, el folklore y los derechos históricos, en la justicia y la moral, o – de nuevo – en el “tremendismo insurreccional” armado, suicida y pseudo-revolucionario, pero siempre de forma infrastratégica: sin llegar jamás a la política-estrategia(Véase nuestra obra: ‘La burocracia Pnv-Eta, o “las familias políticas abertzales”. Su evolución y degradación: desde concepciones erróneas o infrastratégicas, hasta su conversión en una mafia liquidacionista.)

No sólo han mostrado una especie de genio específico para la incapacitación estratégica e incluso para la comprensión de la naturaleza misma de la política sino que, desde los primeros años sesenta del siglo XX, han mantenido además un rechazo y una hostilidad absolutos hacia quienes les planteaban esta realidad y les ofrecían la única alternativa posible para la liberación de nuestro Pueblo. Para acabar de hacer esa liberación totalmente imposible, y desde hace casi medio siglo ya: al menos desde 1977-1979, la respuesta que la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites – actualmente Ea-Ehbildu-Sortu-Geroa bai y resto de asociaciones sindicales y culturales que le dan cobertura – han adoptado es el asumir como propia la de los Estados de Francespaña y la del imperialismo franco-español; los cuales todos ellos han aceptado como democráticos y los suyos propios, en los que se han integrado y de cuya corrupción participan y se sustentan hasta el día de hoy.

Ahora bien, esa integración en Francespaña implica la aceptación no sólo tácita sino expresa de sus “Constituciones” formales y leyes: todas legítimas y democráticas según ellos, las cuales establecen la inexistencia del Pueblo Vasco y su Estado, así como de sus derechos internacionales e imprescriptibles de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos y de sus Estados legítimamente constituidos. Su liquidación de la Nación Vasca es total. En definitiva, se han mostrado absolutamente incapaces de comprender que la política no empieza donde empiezan la libertad, el diálogo, la paz, la justicia y el amor al prójimo y entre los Pueblos, en los que ellos llevan siglo y medio confiando; sino que empieza donde tales cosas han acabado, o donde no han existido nunca, como es el caso del imperialismo franco-español. La política trata de responder a los problemas que existen en el mundo en que vivimos, en el que hay delincuentes y criminales; no a los problemas que se supone existen en el limbo de los justos, o de los tontos, o de los locos.

La política se define como tal por el medio que la constituye, esto es: violencia actual o virtual. Esta violencia, como es obvio, no debe ser entendida necesariamente como un acto puntual, insurreccional y “explosivo” a realizar contra el poder despótico establecido, cuando – dado un determinado desequilibrio de fuerzas – hacer tal cosa no es posible ni deseable por ser equivalente a un suicidio. Bien distintamente, la violencia política se manifiesta y está implicada en la capacidad real de construir una acumulación estratégica de fuerzas sociales – ya sean bélicas o de Resistencia política – capaz de fundar la alternativa destinada a la consecución del fin que se persigue, frente al poder que lo impide/niega. Si la respuesta/alternativa elegida y planteada frente a ese poder no implica tal acumulación estratégica de violencia social: capaz de obligarlo a modificar su conducta a pesar de su recalcitrante negativa a hacerlo, entonces bien podrá haber una exhortación a imperativos morales o religiosos – o tal vez ciencia, historia o literatura – pero no política.

La violencia no es sólo “un medio más – ya sea válido o no – de la política”; no es simplemente una forma de acción política; no es “compatible ni incompatible” con la política: es su medio específico y constitutivo. La violencia es el medio específico de la política, no un simple accesorio. En cuanto a los fines, éstos son políticos si tienen la violencia como medio de consecución, y dejan de serlo si prescinden del medio que constituye la política. “El medio decisivo en política es la violencia.” “Lo que está en cuestión aquí es el medio.”

La política no es “compatible ni incompatible” con la violencia: está constituida por ella. Los ideólogos del régimen imperialista, en su cometido al servicio de la ideología de la ilusión difundida por los monopolios de adoctrinamiento, embrutecimiento e intoxicación ideológica de masas, pretenden que violencia y política son incompatibles. Pero violencia y política no son incompatibles, ni siquiera son propiamente compatibles: la violencia es constitutiva de la política. La política está constituida por violencia actual y virtual, que determina el comportamiento y las ideas de quienes le están sujetos.

Política y no-violencia son incompatibles: sin violencia no hay política. Una política no-violenta es una contradicción en los términos, un vacuo atentado a toda lógica formal o general, y una negación hipócrita de la más evidente realidad, cuyas consecuencias las sufren siempre los débiles y los indefensos. No cabe oponer política violenta y política no-violenta: una política puede o no oponerse a otra; pero no puede, sin contradicción formal, oponerse a la violencia.

Los “demócratas no-violentos” propugnan la no-violencia y la democracia a la vez; pero la democracia es el poder político del Pueblo, es decir: su violencia. Es imposible diferenciar una política de otra por su medio, es decir: por la presencia o la ausencia de violencia, ya que, por diferentes que sean sus fines, todas emplean el mismo medio. Las distinciones que podrían establecerse entre la democracia y el despotismo, entre la acción defensiva y la agresiva, entre la violencia “buena” y la “mala”, son a este respecto completamente irrelevantes: la violencia es violencia, y por tanto todos los comportamientos que entrañan violencia son – ontológicamente – indiferenciables por lo que respecta a tal medio.

La Democracia (demo-kratía = poder del pueblo, en Griego) es también una “cracia”, y por tanto no consiste en la no-violencia: consiste en la violencia, como todo régimen político. Sin embargo, el Despotismo, el Imperialismo y el Fascismo no consisten simplemente en violencia: consisten en Violencia criminal, ejercida en violación y persecución de los derechos humanos fundamentales. La distinción entre la política de la Democracia y la del Despotismo imperialista y fascista, por lo que se refiere a sus respectivos recursos a la violencia actual o virtual, se establece:

a) cualitativamente por sus respectivos fines: cuando éstos son democráticos, la violencia es lícita puesto que se ejerce en defensa de los derechos humanos fundamentales (y ante todo del derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos, primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos), frente a quienes pretenden violarlos; y cuando los fines son despóticos, la violencia es criminal puesto que es ejercida para la destrucción/conculcación de esos derechos; y

b) cuantitativamente por las dosis diferenciales: respectivamente controladas o incontroladas, que se dan en ambos sistemas.

Toda política – ya sea democrática o despótica/imperialista – se constituye como tal por referencia estratégica: por el proyecto, la conquista, la distribución, la organización y realización de la violencia social en función estratégica; fuera de ello no hay política. La acción política es estrategia; y la cuestión-clave de la política consiste en la implementación estratégica de una acumulación dinámica de fuerzas capaz de constituirse para la consecución de unos objetivos políticos pre-determinados, a saber: la modificación de la relación de fuerzas en presencia. Una política-estrategia será democrática sólo si consigue realizar esa modificación en favor de los Pueblos/clases sojuzgados; en caso contrario, la política-estrategia será imperialista-colonialista.

Si la violencia constitutiva de la política consigue imponerse de forma incontestable, decreta entonces su derecho positivo, consistente en un orden social de violencia cuyas únicas alternativas son la anarquía o la guerra. “También los antiguos (los más avisados de entre ellos) sabían que el origen del derecho es la violencia; que el derecho es una función de la violencia.” (Yevgeni Zamiatin; ‘Nosotros’, 1920.)

El derecho es la determinación de la condición y el comportamiento de los sujetos mediante el monopolio de la violencia. Así pues, el derecho: especie de la política, consiste en un orden social de violencia. El derecho es un orden político; que no es lo mismo que la tradicional concepción idealista de un “orden jurídico” normativista. Todo derecho está constituido por la violencia. Sin violencia no hay política, ni derecho, ni derechos humanos: los derechos fundamentales no existen. Por todo ello, oponer el derecho o los derechos humanos a la violencia es también formalmente absurdo. La violencia es constitutiva de toda política y de todo derecho. “El derecho no es un orden no-coactivo, como querría un anarquismo utópico.”

La violencia actual o efectiva es el fundamento de la violencia virtual o potencial, la cual es parte y complemento necesarios de todo derecho. La violencia (actual o virtual), la sanción y la pena no siguen al delito: lo preceden y constituyen. Contra lo que la ideología dominante y su versión auxiliar – idealista, ilusionista, hipócrita, contradictoria y oficial – de la política y el derecho pretenden hacer creer, la violencia no “interviene” tardíamente “para apoyar, defender o restaurar el derecho amenazado o conculcado”; no es un medio ocasional, circunstancial y más o menos recomendable o aceptable para obtener fines políticos. Bien al contrario, la violencia – actual o efectiva, y virtual o potencial – precede y constituye el orden y el desorden políticos, el Derecho, el Estado y sus leyes o normas, la guerra y la paz. La ley no es la base del Estado sino su componente complementario y tardío.

Toda política es y constituye violencia; sin embargo, no toda violencia es ni constituye política. Ya sea democrática o no, toda política y – más aún – todo derecho: incluidos los derechos humanos fundamentales, son violencia, discriminación e imposición (al menos frente a quienes pretenden o querrían violarlos); en cambio, y como es evidente, no toda violencia llega a constituir derecho, ni siquiera política, ni alcanza entidad y determinación estratégicas. La política no es la “violencia” y el “terrorismo” individuales o marginales de los débiles y los incapaces sino la Violencia y el Terrorismo exorbitantes, unilaterales e ilimitados de las grandes concentraciones estratégicas de poder.

El orden y el desorden políticos, la guerra, el derecho y los derechos, se establecen, mantienen, desarrollan y modifican por medio de la violencia y de la oposición/resistencia estratégicas, según determina la relación general de fuerzas. La paz sólo existe como paz del derecho; pero el derecho, como toda política, es violencia. Así pues, el derecho de la paz, y la paz misma, son violencia.

La política y el derecho tienen por contenido propio la determinación del comportamiento social por medio de la violencia; pero son a la vez factor y vector ideológicos – autoritariamente impuestos – de primera importancia, y con frecuencia no son ni pretenden ser otra cosa.

Como es inevitable, la “teoría del derecho” sufre también la manipulación ideológica que conviene a la dominación de las clases dominantes. En la teoría normativista y formalista tradicional, las llamadas “fuentes del derecho” son consecuencia, forma, vehículo y disimulo de su creación real mediante el monopolio de la violencia. Sin embargo, y en contra de las mistificaciones propaladas por la ideología idealista y formalista del derecho, la realidad es que las normas políticas y jurídicas positivas tienen todas por verdadera “fuente” la previsión y la amenaza de violencia: violencia virtual fundada en la violencia actual, que las constituyen. El miedo a la violencia: secuencia primaria, instintiva, emocional y afectiva de la prudencia, es componente necesario de la paz y de la guerra, de la norma jurídica y del método de gobierno.

La ideología es la determinación del comportamiento humano por medio de las ideas. La ideología de la ilusión ha tratado siempre de ocultar la constitución real y primaria del imperialismo, es decir: el origen y la realidad de Violencia criminal propios de su política y su derecho positivo. Según tal ideología, los grupos que ejercen la dominación imperialista ‘de facto’ no serían criminales agresores y los más fuertes sino los mejores: justos, honrados, sabios, sociables, pacíficos, no-violentos, y servidores del Bien contra el Mal. A su vez, los individuos o grupos que padecen la dominación política a manos de aquéllos no serían indefensos agredidos y los más débiles sino los peores: perversos, injustos, deshonestos, mentalmente estúpidos (o alienados), asociales, agresivos y violentos servidores del Mal contra el Bien. Vemos así cómo los monopolios civiles, militares y eclesiásticos de propaganda, lavado de cerebro e intoxicación ideológica de masas promueven cada vez más agresivas campañas de manipulación y disolución ideológicas; y de culpabilización de las víctimas indefensas de la Violencia criminal y el Terrorismo de masas, al objeto de liquidar o prevenir toda Resistencia.

Según se pretende con tales campañas, los Pueblos que se defienden y resisten, por débilmente que lo hagan, son presentados por sus agresores como fieras salvajes desprovistas de razón y humanidad, sedientas de la sangre de sus pacíficos y generosos benefactores: víctimas inocentes y desarmadas de la brutalidad y la barbarie de los aborígenes. Las referencias racistas y zoofóbicas no son nuevas. Se oían o se leían ya en los primeros tiempos del acoso ario a las tribus vascónicas y al Reino de Nabarra. Así hemos sido descritos los Vascos ya en el ‘Codex Calixtinus’: temprana campaña de propaganda colonialista y racista de desprestigio, creada bajo impulso cristiano-franco-hispano.

Por su parte, los rebeldes chechenos y sus caucásicos vecinos eran calificados ya como bandidos, malhechores, ladrones y asesinos – antes de ser “terroristas” – desde las primeras campañas expansionistas “pacíficas y pacificadoras” de la “gran” Catalina, impulsora del imperialismo ruso. Los sucesores de ésta continuaron su “pacífica” labor Terrorista: “No tendremos paz mientras un solo Checheno siga con vida; [...] deseo que mi nombre sea sinónimo de terror, de modo que guarde mejor nuestras fronteras que una cadena de fortalezas”, dijo el General Alekséi Yermólov. Así hasta llegar a los actuales “demócratas” kagebistas-putinistas, que dan instrucciones y exhortan a sus seguidores para “ahogarlos en los retretes” (Putin dixit) allí donde los encuentren. Y así siguen las cosas, con el infame acuerdo de las Grandes Potencias “democráticas”, que han masacrado y esquilmado el mundo entero mediante su Terror de masas atómico y convencional.

Según estos criminales Nacional-imperialistas, las Naciones que ellos históricamente han atacado, ocupado y colonizado no han tenido nunca víctimas ni “fusilados” (o sea: asesinados); no han sufrido nunca bombardeos de masas, ni guerras, ni ocupación militar, ni cárceles o torturas. La anexión y la colonización, la represión y el Terrorismo contra ellas no han existido nunca: han vivido durante siglos en paz y libertad bajo la dulce y atenta protección de las agresoras razas superiores. Y si, a pesar de todo ello, se revuelven luego contra éstas, llegando a reivindicar y ejercer su derecho inherente de legítima defensa, esto es una muestra incontrovertible – según dicen – de su ingratitud y perversidad congénitas.

En política, lo que se dice sólo cuenta en función de lo que se hace. Es revelador, a este respecto, comprobar la eficacia de los mecanismos adaptativos del Pueblo dominante, agente de opresión imperialista en la lucha de clases internacional. Al comprobar que los Pueblos sojuzgados han abandonado los métodos “violentos” de la legítima defensa, y que los han substituido por procedimientos de Resistencia civil y pacífica, el anterior leitmotiv “pacifista” de la no-violencia: que tan ardiente y obsesivamente había sido sostenido por los agentes del colonialismo (simple consecuencia de la abrumadora campaña de sus monopolios de propaganda para desactivar la legítima defensa de esos Pueblos), es sin embargo inmediatamente abandonado y olvidado por la población de la metrópolis colonialista, que no encuentra contradicción ni perjuicio moral alguno para su anteriormente proclamado lema de “no-violencia” cuando, a continuación, reclama la intervención militar de sus ejércitos y cuerpos represivos, y la represión contra quienes, aunque sea pacíficamente, “pretenden romper España o la República [francesa]”.

Vemos así cómo su demencial afirmación “ninguna causa vale una gota de sangre derramada”, había de entenderse referida siempre a la sangre de los propios españoles y franceses: ellos son delicados respecto de la suya. En cuanto a la sangre de los demás, no sólo la han derramado espantosa y abundantemente por los Países de Europa y de todos los Continentes por los que han extendido su criminal dominación sino que además han hecho de ello una honorable misión, incorporándola incluso en su himno nacional e incitando a regar los campos y países por los que pasaban con tan impura sangre: Marchons, marchons! Qu’un sang impur abreuve nos sillons!

“El generalizado aumento resultante del activismo populista en todo el mundo está demostrando ser adverso para la dominación externa del tipo que prevaleció en la época del colonialismo y el imperialismo. [...]

“Una persistente y altamente motivada resistencia populista de Pueblos políticamente despiertos e históricamente resentidos hacia el control externo, ha demostrado ser cada vez más difícil de suprimir.” (Z. Brzezinski.)


“Históricamente resentidos hacia el control externo”; “perjudicial para la dominación externa”. El cinismo y la perversión intelectual y moral de los imperialistas: instigadores confesos de crímenes contra la Humanidad y genocidios, es simplemente repugnante. Semejantes insanidades funcionales son el producto de la actividad ideológica de toda la sociedad dominante, con sus innumerables agentes especializados y remunerados: periodistas, intelectuales, profesores civiles y eclesiásticos, historiadores, filósofos, sociólogos, asesores, consejeros, Presidentes etc., ocupados o rebajados en las más viles labores de propaganda e intoxicación ideológica de masas. El imperialismo y el fascismo degradan y empobrecen culturalmente no sólo a los Pueblos sojuzgados sino también a los propios pueblos que los atacan, ocupan y colonizan.

La falsificación de la historia y la sociología, la perversión, inversión, confusión y subversión de términos y conceptos, la falsificación semántica y la destrucción de la razón: propias del régimen totalitario, son el medio idóneo y necesario de que disponen para la tarea. “No-violencia, libertad y democracia” deben aparecer en todo caso como factores determinantes y esenciales de la constitución y la legitimidad históricas y sociales del actual régimen de ocupación militar y del poder político imperial-totalitario. Es así como España y Francia han constituido su régimen sobre el Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra; un régimen que la desvergüenza fascista de sus agentes, beneficiarios, cómplices y servidores presenta como “legitimo, no-violento, pacífico, democrático y fundado en la libertad, los derechos humanos y la voluntad popular”. Es el disfraz ideológico del Nacionalismo imperialista.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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