A vs A [Aginaga versus Arzalluz]

A vs A [Aginaga versus Arzalluz]


Iñaki Aginaga


Nota del editor explicativa sobre este texto, tal como se expone en la sección IV del libro ‘Iñaki Aginaga Beristain: In Memoriam’:

Cuando en 2005 el periodista Javier Ortiz publicó su libro ‘Xabier Arzalluz: así fue’, presentado como “la auto-biografía política oral de Arzalluz” dictada por él al periodista en el curso de sucesivas entrevistas, comenté indignado con Iñaki Aginaga las falsedades que en él se vertían sobre nuestra acción con ELA-STV, y le pregunté si aquello iba a quedar sin contestación; con lo cual, todo lo realizado por nosotros quedaría como si nunca hubiera existido. Entonces él – supongo que con la intención de “apaciguarme” – propuso la idea de que estaba dispuesto a escribir un trabajo contestando a aquella bazofia, pero siempre que Kepa Anabitarte – quien había sido “Eladio”, representante de ELA-STV en el interior – accediera a firmar y presentar: como si fueran sus propias palabras, lo que él escribiría.

Personalmente, yo no veía aquello muy claro, pero le hicimos llegar al aludido esa propuesta a través de un intermediario y su contestación fue que sí: que estaba dispuesto a secundar aquel plan. Indudablemente, después de lo que él había vuelto a protagonizar en 1990, que se expondrá en su momento (por si no hubiera bastado con su actuación en 1976-1977, concretada en su traición a nuestras posiciones para pasar a reconocer el régimen fascista español del Segundo Franquismo como democrático, y a insertarse en él participando y llamando al Pueblo Vasco a participar en sus “elecciones generales” del 15-Junio-1977), su deseo era volver a ganarse la confianza de Aginaga colaborando en todo lo que hiciera falta.

Aginaga desde luego escribió el trabajo, que tituló: ‘A vs A’ (lo cual podría interpretarse como ‘Anabitarte versus Arzalluz’ pero que en realidad era ‘Aginaga versus Arzalluz’), aunque nunca lo hizo llegar a Anabitarte. En cualquier caso, cuando yo se lo entregué a éste en 2018 (en vida por tanto de Arzalluz y por supuesto de Aginaga),, el resultado fue que no lo publicó. Ciertamente él podría alegar que, a pesar de haber dicho que lo publicaría, hubo algo de honestidad en no haberlo hecho; en el sentido de que, aun siendo cierto y constándole a él como tal todo lo que aquí se dice (si bien es básicamente Aginaga quien en todo momento está presente en lo que aparece en boca de Anabitarte), éste nunca podría pretender el haber sido capaz de haberlo escrito. Con lo cual Anabitarte sería doblemente sincero, puesto que, como seguiremos viendo, su deseo de no molestar y de preservar de toda crítica fundamental a la burocracia liquidacionista Pnv-Eta no debe ser ignorado.

Y ocurre que este texto es ante todo y fundamentalmente una crítica de la traición y el abandono: realizados por esa burocracia y por toda la pretendida “clase política oficial vasca”, de la política de liberación de nuestro País contra el imperialismo franco-español, admitido por el contrario por esa “intelligentsia y clase política” desde hace casi medio siglo ya como el régimen y “el Estado” propios, legítimos y democráticos.


1

La historia de la oposición al régimen imperialista y fascista del General Franco, y de la transición intra-totalitaria desde el Primero al Segundo Franquismo ahora felizmente reinante, está por hacer. Hay mucha gente de buena fe que carece totalmente de información sobre lo que ha pasado y lo que está pasando en este País; lo cual la reduce al papel de víctima y objeto político a merced de los monopolios fascistas de Violencia criminal y propaganda. Porque los vencedores: imperialistas, absolutistas o fascistas, destruyen metódica y sistemáticamente los testigos y los testimonios, las pruebas y los documentos de sus hazañas.

Todos somos la Historia, o la historia que hacemos y que nos hace, y tenemos que pechar con ella; pero el imperialismo y el fascismo no pueden asumir la suya. Los imperialistas y los fascistas tienen miedo a todo pensamiento y a toda forma de expresión libres. Temen a todas las ideas: hasta las de su propia laya, si escapan al control absoluto de la clase política e ideológica dominante. En cambio, los demócratas no temen a las ideas ni a la libertad – ni siquiera a la de los imperialistas y fascistas – allí donde la libertad de pensamiento, expresión, crítica, información y comunicación existan para todos. Sólo temen al monopolio y la represión totalitarios de toda vida ideológica, cultural, artística y científica, impuestos por quienes solamente pueden hablar si consiguen hablar solos.

No me hago ninguna ilusión sobre la democracia, la libertad de expresión, de crítica y difusión en este régimen imperialista y totalitario franco-español, creado en nuestro País y conservado en realidad por la Violencia criminal, la guerra de agresión, la ocupación militar, la colonización y la exclusión, pero que no obstante sus partidarios y cómplices califican de “democrático y no-violento”. (A cambio de paralizar toda resistencia ideológica y política, sus agentes se benefician de la protección de sus “actividades”, de la financiación de sus organizaciones, y de una enorme clientela de funcionarios “públicos”. Todo ello con cargo al presupuesto del Estado y a costa de la extorsión del contribuyente que lo padece, y con la asistencia contante y sonante de los fondos reservados de las Potencias occidentales, cuyos servicios guiaron e impusieron la “transición” globalizada del fascismo imperialista español.)

Los medios de que dispongo son precarios y derrisorios ante los monopolios de violencia, comunicación, difusión, intoxicación, propaganda y guerra psicológica de masas que constituyen el régimen franco-español de ocupación militar. Siendo la prudencia la madre de todas las virtudes, y el miedo una de las pocas cosas libres que quedan en este País, todo intento de oposición ideológica se acompaña de una obligada auto-censura a la que tampoco escapa este texto. Todo lo que aquí digo es verdad, aunque no es toda la verdad; si bien lo que falta no perjudicaría ciertamente a esa verdad sino únicamente a mi seguridad.

Ya sé que tendré que encontrar los obstáculos y correr con las consecuencias de costumbre, porque – en estas cuestiones – los embaucadores no pueden permitir interferencias que pongan en peligro la omnipotencia y la impunidad de que disfrutan, y los embaucados raramente aprecian o agradecen que los apeen del guindo. Pero, frente a todo ello, creo que las cosas deben quedar escritas en alguna parte; que, en materia de hechos, más vale una ignorancia parcial que una ignorancia total; y que toda fractura – por pequeña que sea – del monopolio informativo es mejor que el monopolio absoluto que padecemos. Establecer o recuperar la conciencia social y la memoria histórica no es un ejercicio abstracto de moral o justicia; es base y condición ideológica y política de la lucha actual por la democracia.

Me hago por eso editor de una compilación de textos, y de una antología provisional y de urgencia, que puedan paliar el estado lamentable en que se encuentra la información bajo el régimen de ocupación, poniendo algún obstáculo a los embusteros y falsarios que campan por sus respetos. He utilizado mis archivos personales y otros diversos, las comunicaciones de mi staff de colaboradores, consejeros y corresponsales, las publicaciones de información y propaganda nacionales y extranjeras, así como diversos trabajos, artículos y ensayos – algunos ya publicados y otros inéditos – que he reproducido extensamente y a mi discreción, siempre con referencia o autorización expresa del autor. Todas mis afirmaciones pueden ser corroboradas por los documentos correspondientes o por los testigos presenciales.


2

Cuando me incorporé a la red clandestina de STV, en los años cincuenta, lo hice con las mismas motivaciones y vagas ideas sobre política que se daban en la nueva ola democrática que se estaba forjando en nuestro País, sometido al régimen de ocupación establecido por la nueva agresión imperialista de 1936. La Resistencia ideológica fundamental se había refugiado en el ámbito de la célula familiar: allí se formaron y se prepararon la conciencia nacional y la base social de una virtual oposición democrática.

El Terror imperialista cubría toda la vida pública, de tal modo que no sabíamos ni quiénes ni cuántos éramos, si es que algo éramos. En numerosos ámbitos no servía de nada estar en mayoría pues no nos enterábamos de ello. Al estar toda declaración política, lingüística o artística prohibida bajo la amenaza de la represión total, no podíamos ni reconocernos en la calle o la vida pública, ni por tanto asociarnos más allá de limitadas relaciones inmediatas individuales.

La mayor parte de la gente que se metía entonces en la Resistencia tenía en común su primaria conciencia nacional, democrática y anti-imperialista; y, como su referencia institucional, el Gobierno Vasco en el exilio, residuo de la guerra. Éste, con todas sus limitaciones impuestas por las circunstancias y cualesquiera que fueran nuestras críticas y reservas hacia su pasado y trayectoria, seguía siendo la referencia institucional independiente del Pueblo Vasco. Pero la evolución política en general nos obligó a buscar la cualificación y el desarrollo teórico y práctico que necesitábamos para afrontarla.

En cambio, en España y durante aquellos mismos años se ponía de manifiesto el hundimiento de la oposición española al fascismo. Las esperanzas durante largo tiempo mantenidas por muchos: puestas en la liquidación del Franquismo por las Potencias vencedoras del conflicto mundial, habían desaparecido, y los Aliados occidentales apoyaban cada vez más decidida y abiertamente al régimen del General Franco. En esas circunstancias, y bajo el Terrorismo franquista, la oposición al fascismo fue perdiendo su base social operativa en España, hasta el punto de que los diversos republicanos españoles abandonaron la República y fueron abandonándolo todo menos el Nacionalismo imperialista, que los unía naturalmente al Franquismo, para incorporarse finalmente a la auto-reforma de éste en la transición intra-totalitaria de 1977-79, realizada – “de la ley a la ley” – desde el Primer Franquismo al Segundo actualmente reinante.

Distintas eran las cosas en nuestro País. En principio, las dimensiones de nuestro País no permitían intervenir sino limitada e indirectamente en el conflicto español. Derrotada la República española, sólo podíamos examinar y calibrar la realidad de la resistencia al fascismo en España. Si ésta existía realmente, tanto mejor: nosotros estábamos listos para articular con ella nuestra estrategia democrática, si es que los partidos españoles asumían las condiciones objetivas de nuestra participación. Pero si esa resistencia no existía, lo que no podíamos hacer era inventarla para dar satisfacción a su propaganda, ni acomodarnos a ella. En cualquier caso, nuestra línea estratégica: de Resistencia a la ocupación imperialista, permanecía constante.

Dicha línea se centraba en la estructuración estratégica del Pueblo Vasco con sus Instituciones y un Gobierno propios: provisionales pero efectivos, sin admitir entrar en nuevos procesos, dilaciones o prioridades para establecer lo que estaba ya establecido. Era nuestra exigencia de una auténtica redistribución del poder político, mitigada por la expresión “régimen autonómico provisional” o “autonomía inmediata”, para integrarla en un Gobierno cuya naturaleza federal de hecho se había puesto de manifiesto en la Guerra y la Resistencia. Y ello no por concesión de la República española sino por la realidad de fuerzas puesta de manifiesto sobre el terreno, la cual había demostrado que la lucha democrática contra el fascismo, y el propio frente anti-franquista, eran incompatibles con un poder político español y unitario.

En los años que duró la publicación de la revista Lan Deya: órgano de prensa oficial de Solidaridad de Trabajadores Vascos-STV, difundimos constantemente nuestra visión de las condiciones objetivas de una oposición que, fundada en la relación de fuerzas, movilizara a las masas en una verdadera estrategia efectiva contra el fascismo imperialista español. Éstos son sus puntos fundamentales, tal como aparecen en dicha publicación:

  “1.– El actual régimen español es la dictadura fascista imperialista del gran capital monopolista y terrateniente.

  “2.– Dicho régimen sólo puede ser realmente desbordado por una amplia acumulación de fuerzas de oposición que incorpore todos los sectores progresivos y democráticos de los Pueblos peninsulares.

“Esta incorporación, alejada necesariamente de toda ilusión oportunista o sectaria, sólo puede hacerse según las condiciones inherentes a la realidad de fuerzas, y se ordena por tanto al establecimiento de un régimen fundado en las bases que siguen:

-    “Restauración de las libertades y derechos democráticos en general.

-    “Restauración inmediata de las soluciones autonómicas de las Nacionalidades peninsulares.

-    “Ordenación de una política económica al servicio de las masas populares.

-    “Reforma agraria.

“3.– Dada la actual estructura de la sociedad peninsular, entre el régimen fascista imperialista y el sistema democrático así definido no cabe conjunción de fuerzas capaz de estabilizar una solución “intermedia” sino la transición inestable, más o menos prolongada o compleja, de un sistema a otro.

“Por ello, la destrucción de la actual oposición por la alteración fundamental de la estructura de clase es para la dictadura objetivo previo a todo proceso de ‘democratización’.

“Dada la realidad actual, toda evolución más o menos ‘espontánea’ de la dictadura en sentido realmente democrático es pura ilusión.

“4.– Lo que precede no implica en modo alguno ignorancia de la profunda transformación actual de la dictadura y de todo el sistema económico, social y político peninsular; transformación impulsada por la evolución acelerada del presente modo de producción. Lo que supone, igualmente, para la oposición democrática, la adaptación de su esfuerzo a las nuevas condiciones de lucha, una integración más realista del trabajo legal e ilegal, un superior aprovechamiento de cuantos recursos puedan mejorar la condición presente de los pueblos peninsulares al tiempo que precipitar un proceso auténtico de democratización que sólo la potencia combativa de las fuerzas democráticas puede realmente conseguir.”

Nota del editor. Debe quedar claro que estas posiciones: expuestas por Iñaki Aginaga en las páginas de Lan Deya y desde los años sesenta del pasado siglo, estaban fundadas – según él mismo indica y recalcaba una y otra vez – en la relación de fuerzas teóricamente existente en aquellas circunstancias del Primer Franquismo. Es decir, que se trataba de un planteamiento establecido bajo el supuesto de que existía realmente una oposición española auténticamente vinculada a la revolución democrática; lo que significaba que ésta aceptaba la liquidación del Estado unitario imperialista español: incompatible con toda auténtica democracia, para establecer de forma inmediata una situación provisional de REAL autonomía para el Pueblo Vasco.

Pero, una vez comprobado en 1977 que tal oposición española auténtica era inexistente, y que su pretendida “oposición al Franquismo” consistía en abandonar la revolución democrática para incorporarse a la auto-reforma y continuidad del Franquismo, a su transición intra-totalitaria, y al mantenimiento de su propio Nacionalismo imperialista español en total comunión con el régimen del Segundo Franquismo, quedaba en evidencia a partir de entonces que aquella supuesta relación de fuerzas anterior había desaparecido (si es que alguna vez había existido), y que junto con ella desaparecían todos esos planteamientos anteriores; los cuales dejaban de tener sentido y quedaban abandonados también por nuestra parte. No sin constatar, como su autor indica, que estábamos acertados al sospechar que “nos quedábamos cortos” en nuestras posibilidades reales por relación a la “oposición” española.

Así pues, establecido en 1977 el Segundo Franquismo: con el apoyo y la integración del Nacionalismo imperialista de los vencidos al Nacionalismo vencedor, en una “Unión sagrada” virtualmente extensible a todo el pueblo español contra el Pueblo Vasco y su Estado (o sea: “la síntesis histórica de los contrarios”, que Santiago Carrillo y su PcE habían propuesto bien tempranamente tras la guerra), la única posición actual válida para la liberación nacional de nuestro Pueblo: constantemente afirmada por Aginaga desde entonces, consiste en la instauración de un Movimiento Vasco de Resistencia y Salvación Nacional basado en un principio fundamental de doble afirmación nacional y estatal del Pueblo Vasco:

1/ Afirmación del derecho de autodeterminación o independencia del Pueblo Vasco, cuyo corolario necesario es la exigencia de evacuación incondicional e inmediata de todas las fuerzas de ocupación militar de España y de Francia, fuera de los Territorios históricos del Pueblo Vasco; y

2/ Afirmación de la vigencia, continuidad y actualidad de nuestro propio Estado histórico, al que el Pueblo Vasco jamás ha renunciado: el Reino de Nabarra. Y mientras el imperialismo no retira sus fuerzas de ocupación: BOYCOTT TOTAL a toda participación en las instituciones de los criminales Estados ocupantes: España y Francia.

Véase el Manifiesto del Movimiento Vasco de Resistencia y Salvación Nacional:

https://nabarrakoerresuma.blogspot.com/2021/03/manifiesto-del-movimiento-vasco-de.html

Iruinea, Junio-2021.


Siguiendo con este breve muestrario de textos publicados en Lan Deia al respecto, traigo también a colación el siguiente. En este caso se trata de una traducción del texto original catalán de “Endavant”, órgano del “Moviment Socialista de Catalunya-MSC”, publicado en el L. D. número 30 de fecha Febrero-1966 bajo el título “Posiciones claras”:

“‘Se trata de unirnos. ¿Para hacer qué? Para expulsar a Franco. Pero esto exige saber con qué vamos a substituirlo. Retornar las libertades, por lo que hace a Catalunya, quiere decir que, desde el primer momento, los catalanes tendremos nuestro propio gobierno y que, en el momento oportuno, nuestro pueblo determinará libremente su porvenir colectivo. Para nosotros, ésta es la primera condición de un restablecimiento democrático. Para otros puede no ser así. En todo caso, la confusión ha esterilizado muchas iniciativas. Vale más aclararlas.’

“El MSC recalca aquí, con notable claridad, su exigencia de autonomía inmediata de Euzkadi y Catalunya como elemento esencial de una solución democrática para el Estado Español. Esta exigencia que Catalunya mantiene inconmovible, dando así prueba de su madurez política, coincide plenamente con las posiciones que el Pueblo Vasco adoptó en 1.936 y que STV mantiene como esenciales e irrenunciables en las presentes condiciones políticas.

“Para los sectores semifascistas y sus cómplices oportunistas, el régimen ‘democrático’ que substituirá al fascismo debe y puede ser unitario, no incluye la autonomía de Euzkadi y Catalunya, aunque ‘más adelante’ se tratará, no faltaba más, de solucionar los problemas nacionales pendientes. Para el MSC – como para STV – un régimen democrático en el Estado Español sólo puede ser progresivo y viable a partir de la autonomía INMEDIATA de Euzkadi y Catalunya, aunque esta solución provisional deberá ser substituida – más adelante – por otra más perfecta y definitiva. Posición que corresponde no sólo a un ideal de progreso democrático sino, ante todo, a la realidad de fuerzas – y hoy nos quedamos cortos – cuyo reconocimiento permitió en 1.936 la unidad democrática frente al fascismo.

“Ésta es la clave de una cuestión que semi-fascistas y oportunistas tratan a toda costa de obscurecer en beneficio de sus cambalaches de liquidación. El texto de ‘Endavant’ es una prueba del acuerdo de los Pueblos Vasco y Catalán sobre este problema.”

Como puede verse, Pallach, Girbau y sus amigos compartían con nosotros los esfuerzos acordes con la idea de que en Catalunya, al igual que aquí, cualesquiera que fueran las alianzas o las instituciones comunes en la lucha contra el franquismo, las organizaciones debían ya ser nacionales, es decir: realmente federales y no sucursales dirigidas desde fuera. Un régimen federal se construye con fuerzas ellas mismas federales. En cambio, fuerzas unitarias producen un régimen unitario, y un régimen unitario no funda nunca: ni teórica ni prácticamente, un régimen federal.

[Relato in extenso de la liquidación estratégica desde 1957-62. “Euskaldunen Erresuma”. STV y la cuestión.]

Naturalmente, el Franquismo y el imperialismo internacional se percataron de que no podían llevar a cabo su plan de adaptación y salvación del régimen español frente a una Resistencia Nacional estratégicamente estructurada, de modo que había que destruirla. Y esa destrucción sólo podía lograrse mediante la colaboración del Pnv y sus satélites para conservar el marco político del Franquismo. Los pactos de liquidación de París (1957-1961) y de Múnich (1962), realizados por la burocracia Pnv-Anv del exilio con la “oposición” nacionalista española de Ugt/PsoE, dieron forma a la traición programada por aquellas burocracias oficiales “vascas”, cuyos dirigentes liquidaron con dichos acuerdos las Instituciones autonómicas que habían jurado defender. Para mayor seguridad, y a pesar de esa liquidación de la política nacional vasca, los “herederos” decidieron mantener ante sus bases la fachada ficticia de un “Gobierno” que los pactos de París y de Múnich habían substituido por el proyecto unitario de reforma del Franquismo (que daría lugar al Segundo Franquismo tras la transición intra-totalitaria). Simultáneamente, la represión, el Terrorismo de Estado y la propaganda monopolista se completaban con las subvenciones y la corrupción de masas, al objeto de operar la selección, la eliminación o la puesta a flote de los aparecidos y los “desaparecidos” de la Dictadura, sobre todo Ugt/Falange-PsoE.

Aun así, la oposición a dicho proceso de liquidación estratégica, y la denuncia y crítica de la nueva línea burocrática, comenzaron de inmediato, en un reducido sector. También en Argentina, Venezuela y Méjico se alzaron voces ante el completo viraje que liquidaba el Gobierno Vasco y hacía de la Resistencia vasca una inerte comparsa del movimiento español para conformar el “nuevo” régimen unitario. Todos fueron silenciados de la misma manera.

Agotados todos nuestros esfuerzos por promover una información, una explicación o un debate públicos o privados, a partir de 1966 empezó nuestro boycott a las manifestaciones y movilizaciones recuperadas por aquella “coalición” política, que hacía de la España una, despótica, imperial y eterna el supuesto, la condición y el objetivo oficiales. La acción política exigía una estrategia política propia, con una estructura gubernamental, social y territorial correspondiente a la realidad fundamental de fuerzas. Por otra parte, como decíamos ya entonces, nuestra capacidad política democrática había superado la fase “de demostración” y exigía el paso a la acción política de masas, en lugar de repetir durante años el mismo escenario de manifestación-represión que nada nuevo aportaba excepto el coste, el desgaste y el agotamiento añadidos; todo para llegar al mismo sitio de partida.

Decir la verdad en este País ha sido siempre mal asunto, pero el odio furioso que despertó en el Pnv y sus satélites el hecho de afirmar la simple constatación y declaración de la incompatibilidad entre los pactos de París y Múnich, y el Gobierno de Euzkadi; o de hacer la mera denuncia tanto de la ilegal y clandestina liquidación del Gobierno Vasco por sus propios representantes, así como de los medios indignos y rastreros que usaron en consecuencia para atacar a quien constataba y denunciaba la realidad, constituye todo ello un capítulo particularmente revelador y vergonzoso de la crónica contemporánea, y la prueba, si falta hiciera, de lo bien fundado de nuestra declaración.

Era un admirable y revelador espectáculo el que daba el frente internacional montado contra la estrategia de mantenimiento de la autonomía inmediata de Euskadi y de sus instituciones que nosotros defendíamos. Los gobiernos de los USA, Alemania-oeste, Israel, el UK, el Vaticano y sus aliados del bloque anti-comunista; los servicios de espionaje, con el CIA y el Mosad a la cabeza; las “internacionales” dependientes de ellas, y sus “fundaciones benéficas y científicas” etc., formaban junto con el Franquismo y el pretendido “anti-Franquismo” español un bloque nunca visto contra nosotros.

Ahora bien, los dirigentes de aquella reacción que estaba diseñando la operación intra-totalitaria, destinada a conservar los logros del Franquismo, no padecían de paranoia galopante. Los gobiernos occidentales, sus servicios secretos, los partidos destinados a hacer creíble la “transición”, y la docena de traidores burócratas colaboracionistas Pnv: al corriente todos ellos de lo que estaban haciendo, no podían efectivamente temer a una pequeña Organización de Resistencia con una base social naturalmente muy limitada y un presupuesto ridículo; pero sabían perfectamente, y lo manifestaron sin la menor duda al reaccionar de aquel modo, que la reducción del Pueblo Vasco a la pasividad infrastratégica podía fracasar, y con ello toda la operación transitiva montada, si la información llegaba a las bases que – ellos se ocupaban de eso – no se enteraban de nada.

Aun así, podía haberse esperado que el PcE y demás secuaces de la URSS adoptarían en consecuencia la postura contraria; pero los “comunistas”  españoles, como los franceses, han sido siempre antes Nacionalistas que Comunistas, y la de-stalinización acabó con las pretensiones hegemónicas y la tan cacareada “lucha democrática” de un PcE que ya no pensaba sino en incorporarse al régimen unitario español reformado por el propio Franquismo.

Todavía en 1956, M. Herzog veía de otro modo la verdadera fuerza del PcE, y decía: “El PcE es poca cosa, pero el régimen tiene que tener cuidado con él porque detrás de Carrillo están los missiles de Khroutchev”. Decía también que el culto a la personalidad, los sucesos de Hungría etc. eran “detalles en la historia del Comunismo y no alteraban el gran balance positivo del régimen soviético”. Después cambió de idea. No porque los missiles quedaran obsoletos o – como dijo luego – porque “España era un país que estaba transformando sus estructuras socio-económicas” etc., sino porque él dió con sus huesos en la cárcel a consecuencia de la participación del PcE en las algaradas estudiantiles de Madrid: lo cual él no consideró ya como “un detalle de la historia”. Y después, una vez más, cambió de camisa, o de historia: lo que no habían logrado la opresión, la represión y “la rebelión de las masas” en el imperio ruso.

En la época que siguió: de plena recuperación ideológica de todos los signos vascos de identidad, todo el mundo era “vasco”, y M. Herzog llegó a confesarse como “nacionalista vasco” ante el juez, antes de pasarse finalmente al PsoE. “El PsoE es una casa-putas, pero es lo más serio que tenemos”, dijo. Ya sin missiles, presentaba su propia presencia como garantía de la autenticidad de la “transición”: “la diferencia con precedentes maniobras es que ahora estoy yo en las negociaciones.” (Hasta el intransigente e incorruptible revolucionario marxista-leninista Errekalde, que lo trataba a voz en grito de vendido y de sinvergüenza, siguió a M. Herzog en el mismo camino de ida y vuelta desde el Nacional-catolicismo español al mismo sitio).

Ahora bien, cuando un contencioso político se da entre dos facciones, partidos o naciones, las partes adoptan diversos medios para contra-restar al adversario. En el terreno ideológico:

1/ Se aportan datos, ideas y materiales auténticos a la consideración teórica, ideológica o científica, para refutar las ideas y los textos del adversario; lo que implica necesariamente su enunciado o reproducción y, si la aportación es bilateral, se produce el debate ideológico entre las partes.

2/ Se ignora todo, si no se puede contestar, o si la proposición es absurda y no lo merece, o si tiene por fin real hacer perder tiempo y recursos.

3/ Se niegan, o falsifican, o silencian, o destruyen los hechos, los documentos, los testigos, las pruebas en general, reduciendo la propaganda a acusaciones formales standard y sin significación que ocultan o confunden el fondo de la cuestión e impiden la identificación del tema y las partes; complementariamente, se organiza la conspiración del silencio, el ostracismo y las maniobras de diversión.

4/ Se difama, insulta y persigue a los autores y se censura o destruye los textos; más aún – ya en el terreno de la práctica política -, se arruina al adversario, se lo mete en la cárcel, se lo deporta, se lo fusila directamente o se lo denuncia y delata a la represión del fascismo y del imperialismo en el poder, según los casos y la oportunidad.

5/ Se utiliza la propaganda, el lavado de cerebro, la intoxicación, el condicionamiento de masas, y la guerra psicológica.

En esta línea, si la burocracia Pnv y sus amos de la “transición” intra-fascista hubieran estado persuadidos de lo bien fundado, lo necesario y positivo de la operación de liquidación de la política nacional vasca oficialmente establecida, lo habrían dicho así al Pueblo en lugar de manipularlo. Disponían del quasi-monopolio de propaganda. ¿Qué temor podían tener a una fracción clandestina de ignorantes e incapaces (según ellos pretendían que éramos), que serían puestos en evidencia y rechazados a la primera confrontación; mientras que, de otro modo, éstos podrían mentir, sembrar dudas y dárselas de víctimas? Así pues, la actitud elegida de calumnia y represión mostró que los inductores de aquella liquidación eran perfectamente conscientes de la verdad de lo que decíamos. No se odia tanto al enemigo porque no tiene razón sino cuando se sabe y porque se sabe o se teme que la tiene.

La estupidez y el analfabetismo político, el autoritarismo y el obscurantismo, la hipocresía y el cinismo de la burocracia Pnv y sus satélites hacían impensable toda iniciativa, toda crítica, toda reflexión y todo debate. Su propaganda fue siempre excluyente de una información y un debate teórico que ellos sabían que tenían perdido de antemano. Jamás se atrevieron a citar una sola línea de nuestras tesis, a las cuales nada podían oponer. En cincuenta años, no ha habido un solo autor, una sola declaración, un solo artículo del Pnv y sus satélites que haya abordado la cuestión, ni que haya afrontado nuestras posiciones ideológicas y políticas auténticas, tales como constan en innumerables actos y escritos, ni que las haya citado una sola vez. Todos ellos han tenido que ocultarlas y falsificarlas antes.

De hecho, nunca se atrevieron a confesar públicamente la verdad de la política de entrega y derribo que siguieron desde entonces. Represión de la libertad de expresión, exclusiones, insultos personales, difamaciones, mentiras deliberadas, expulsiones, condenas, calumnias, denuncias, delaciones y conspiración de silencio al abrigo del fascismo español, eran los recursos de los intachables caballeros demo-cristianos y sus amos españoles, a la vez que la barrera protectora utilizada por el oportunismo liquidacionista. Así decían luchar contra el Fascismo quienes, realmente, sólo aspiraban ya a incorporarse a él, adoptando contra la oposición democrática métodos que el mismo Franquismo oficial no usaba contra sus propios adeptos.

Las mismas imputaciones que nos dirigían, mostraban que sus autores no tenían nada que decir. Los colaboradores y servidores – incapaces y corrompidos – de la estrategia de continuidad, renovación y consolidación del Franquismo, el imperialismo y el fascismo internacional, nos denunciaban como caballo de Troya del PcE, o como franquistas, fascistas, opusdeístas, lacayos de la CIA y de los sindicatos americanos (o todo a la vez), y por descontado como ignorantes, irresponsables y exclusivistas, a quienes revelábamos la obra de liquidación estratégica que se estaba llevando a cabo de espaldas al Pueblo. El mismo Franco nunca llegó a tanto.

Hay que notar que los partidos auto-designados como españoles: que combatieron naturalmente nuestra estrategia “de autonomía inmediata” y que eran los inductores y corruptores “naturales” del Pnv y sus satélites, no llegaron directamente ellos mismos a los viles extremos a que llegaron sus títeres indígenas; se limitaron a la práctica excluyente, a sus cuentos habituales, y al apoyo a sus títeres locales a quienes dejaban el trabajo de barrer en casa. En este sentido, la evolución producida desde el Primer Franquismo al Segundo se muestra de forma muy gráfica si comparamos los insultos políticos y comunes que profieren actualmente los fascistas. Si en tiempos pasados ellos se auto-designaban los defensores de la Cruzada católica contra el Bolchevismo rojo-separatista, ahora se pretenden gente de bien y gente decente, enfrentados contra gentuza, terroristas, canallas, chulos, sinvergüenzas y psicópatas.

Por naturaleza la política da asco; pero cuando sus prácticas no sólo oprimen y matan sino que buscan arruinar el honor del adversario, entonces es un vomitivo de primer orden. El Pnv ha propagado y rentabilizado siempre una imagen moral de acrisoladas virtudes cristianas, probidad e incorruptibilidad, respeto a la verdad y al adversario, irreprochables métodos ideológicos y políticos, educadas maneras, amor al prójimo, perdón y olvido, y pactos entre caballeros (cristianos). Con ella se han adornado siempre sus dirigentes: hipócritas o fariseos acreditados por los cuerpos eclesiásticos.

Pero, en la realidad, es un penoso espectáculo el de aquellos auto-pregonados católicos a machamartillo, dechados y maestros de virtud, abnegados representantes y servidores de la libertad nacional, juramentados ante la Virgen de Begoña, honrados e intachables políticos, al verlos en un entorno de fascistas y anarquistas. Aquellos “santos varones” mentían y calumniaban a plena conciencia, como verdaderos bellacos; difamaban y tachaban de cómplices y agentes del fascismo y del imperialismo a militantes de cuya honestidad democrática no tenían la menor duda, pero que ponían en evidencia los funestos vicios y claudicaciones de la hipócrita y cínica burocracia Pnv entregada al fascismo y al imperialismo. Como en toda la sociedad vasca, la política imperialista y fascista ha tenido como resultado la rápida difusión del ateismo y el agnosticismo, y el Pnv no ha escapado a este proceso bajo la dominación de Arzalluz. Con ello, también los últimos escrúpulos religiosos desaparecieron y sus dirigentes dieron rienda suelta a la doblez, la rapacidad, el oportunismo, y el fondo reaccionario de su auténtica naturaleza.

En realidad la más leve experiencia muestra que los burócratas peneuvistas y sus satélites son educados, respetuosos, considerados, atentos, complacientes, sumisos y serviles cuando tienen que vérselas con los Nacionalistas españoles y franceses. Pero los métodos que usan para hundir y desacreditar a los disidentes vascos: fuera y dentro de su Partido, escapan a toda limitación moral de fondo y de forma. Ni en los procesos de Moscú y de Berlín se difundían calumnias tan groseras y se proferían insultos personales tan indignos, rastreros y soeces.

Pluralismo interno o bi-partidismo externo no han funcionado nunca en el Pnv. La burocracia peneuvista no puede aceptar que ningún movimiento autóctono llene el espacio ideológico y político al que su Partido no llega; lo que la lleva a apoyar en su contra a cualquier partido con tal de que sea abiertamente español. En consecuencia, el social-imperialismo español es su socio necesario y beneficiario directo. Su recurso a los poderes del régimen imperialista español de ocupación militar de nuestro País es el factor político y económico decisivo y permanente, para resolver las querellas “internas”.

Pero la aplastante superioridad teórica e incluso numérica y orgánica de que disponíamos en STV, por desgracia no correspondía a nuestros medios materiales, fabricaba vanas ambiciones y falsas vocaciones, y determinaba a los partidos imperialistas – todas tendencia reunidas – a excluirnos por todos los medios de la expresión ideológica y política. A partir de 1968 las ratas abandonaron sucesivamente el barco en busca de gloriosos destinos imaginarios, y de notoriedad y enchufes; como consecuencia de ello, se restableció el monopolio imperialista y fascista de propaganda – que por algún tiempo había estado en peligro – hasta el tiempo que corre.

Las “fuentes” a que en alguna tardía y rarísima ocasión se ha remitido la propaganda del Pnv para aludir a esta cuestión crucial: estratégica y orgánicamente decisiva, cual es la destrucción del Gobierno Vasco en el exilio y de toda estrategia autónoma, como resultado de sus pactos de liquidación de París y de Múnich, se reducen a los embustes deliberados de Solaun, Irujo, Leizaola et al., quienes en alguna medida conocían la verdad: condición primera para poder mentir. No era el caso de Robles, Erzilla y otros, que – ideológica y políticamente auténticos analfabetos – ni siquiera entendían de qué se trataba. Sus infundios fueron ocultados, difundidos o amplificados principalmente por “Muga”, con dirección y aportación personal de Zabala; por “Berriak” y “Punto y hora”, con dirección y colaboración de Purroi, Sánchez Erauskin, Aldekoa y toda la variante española del Eta; por “El Mundo“, con la colaboración de Erroteta y Totorica; por “Garaia”, con la colaboración de prófugos y renegados de la autonomía inmediata [entre ellos el propio Anabitarte]; y por toda la prensa oficial del Movimiento. La amplia interviú a Ayestaran realizada por Eugenio Ibarzabal (José Antonio Ayestarán y la historia de ELA-STV’, Muga núm. 3, 1980), con posteriores refritos de Koldo San Sebastián, fue el mayor esfuerzo jamás realizado por el Pnv para dar alguna cuenta de lo sucedido.

Por otra parte, la “revelación” de la subsistente Resistencia de masas en nuestro País: que el fascismo creía haber arrasado por la guerra y el terror fascistas y que reaparecía de forma “inesperada”, originó la nueva ofensiva ideológica del Nacionalismo español bajo la forma del social-imperialismo “de izquierdas”. (El dualismo “social-nacional/clase-nación” fue el principal eje ideológico social-imperialista para atacar y hacer estragos en organizaciones, como el grupo Pnv-Eta, cuyo retraso teórico y obscurantismo sectario les impedían toda resistencia. Pnv y Eta afirmaban a la vez, en 1968, que este problema era irresoluble en nuestro tiempo.)

En el Pnv tradicional, los resultados de la ofensiva social-imperialista española fueron tan relativamente limitados como lo habían sido siempre, porque el burocratismo y la esclerosis política e ideológica dificultaban la pesca tanto como la facilitaban. Pero en el Eta, el social-imperialismo español entró como el cuchillo en la mantequilla, imponiendo su ideología y llegando a apoderarse de su centro orgánico y de sus medios de propaganda legales e ilegales; para concluir con el paso al Nacionalismo español de toda una hornada de militantes.

Las “escuelas sociales” contaban con el apoyo excluyente de los curas y frailes peneuvistas, ocupados en hacer méritos para salvar a la Iglesia ante la que creían victoria inevitable del “comunismo” (español, por supuesto). Asegurando para ello el monopolio de propaganda, lavado de cerebro, condicionamiento, re-educación e intoxicación fascistas e imperialistas sobre un auditorio indefenso: víctima propiciatoria previamente expurgada de elementos irreductibles e irrecuperables como nosotros.

En esta época de crisis interna y externa de las tendencias políticas, las divisiones y transferencias se multiplicaban. Los Falangistas se apoderaron de los burocráticos restos del PsoE. La burocracia franquista se apoderó de la Democracia Cristiana con el padrinazgo de la burocracia peneuvista, que daba por descontada la victoria de los “demo-cristianos” franquistas, y que acabó cediéndoles a Fraga y compañía el puesto del Pnv en la Internacional Demócrata Cristiana, para ser después ignominiosamente expulsado por ellos. El seminario se vació en el Eta. El clero llano y los conventos se preparaban para lo peor – el triunfo “inevitable” del comunismo español – mediante la “Teología de la Liberación”. La Cnt y el sindicato vertical descubrían que estaban fundamentalmente de acuerdo, y que la guerra y todo lo demás habían sido un simple aunque lamentable malentendido. Las “Comisiones Obreras”, que no eran un sindicato, pusieron en evidencia a los que se decían tales en la “Alianza Sindical”; pero su impulso abierto e integrador se cortó en seco a la primera ocasión en que hicimos mención de la autonomía inmediata, y lo mismo ocurría con la huelga general política, la reconciliación nacional, y el frente democrático del PcE.

La actual “autonomía” de la Cav en el seno del Estado unitario imperialista español no es un logro político del Pnv; es la adaptación programada por el régimen español para contener, controlar, desviar y evitar el desborde del Estado unitario por la presión del Pueblo Vasco. Los resultados están a la vista. Desde que la liquidación estratégica se ha institucionalizado en este País, la cualificación de la conciencia política nacional vasca se ha hundido.

En este período y en estas condiciones, el Pueblo Vasco ha sufrido heridas más importantes que en toda su inmemorial historia. La empresa de genocidio imperialista ha causado destrozos inmensos a la entidad y la identidad nacionales. A nivel ideológico, todos los esfuerzos – no exentos de resultados – por implantar los principios teóricos, los conceptos y el vocabulario acordes con la Resistencia consecuente al imperialismo fueron arruinados para restaurar los clichés, las categorías y la terminología que la dominación había establecido en los territorios ocupados del Pueblo Vasco. El Pnv y sus satélites, incluido el Eta, usan ahora la misma terminología y las mismas categorías ideológicas que los partidos y el Gobierno de España.


3

La aparición, con gran promoción publicitaria, de la “auto-biografía política oral” de Arzalluz (Javier Ortiz; ‘Xabier Arzalluz: Así fue’; 2005) vuelve a poner de manifiesto el magma ideológico de condicionamiento, adoctrinamiento, lavado de cerebro, intoxicación, recuperación, desinformación, mentiras y difamación en que los monopolios de propaganda y guerra psicológica de masas del régimen imperialista de ocupación militar nos tienen sumergidos; con la colaboración activa y asistida de la “oposición” oficial que se encubre, desde hace más de cuarenta años, tras lo que llaman “la vía institucional y la lucha armada”. Pero, a fin de cuentas, tal vez sea preferible que cosas así se publiquen, ya que no hay nada peor que la losa de plomo y el silencio mortal con los que el imperialismo y el despotismo encubren la realidad. Difundidos tal vez por exceso de confianza de su autor, estos documentos quedarán como pruebas: irrefutables y difíciles de escamotear, de la historia que nos ha tocado padecer y del papel jugado en ella por quienes nos han traído a esta situación; y darán pie y resonancia a su de-mistificación. En este sentido, habrán servido para algo.

El libro en cuestión es un completo fraude, al igual que su biografiado, y ambos se destinan a seguir engañando a la gente y no creo que tengan otra pretensión. Por desgracia, decir tonterías y proferir falsedades ideológicamente rentables es muy fácil y efectivo, y ocupa muy poco espacio y tiempo. En cambio, combatirlas puede ser tarea y misión imposible de muchas cualificadas personas durante siglos.

En una sociedad democrática como la que no tenemos, no tiene sentido negar a nadie el derecho a leer lo que le dé la gana; pero es preciso ser conscientes de que, en las condiciones del imperialismo y el fascismo en el poder, la propaganda y la difusión monopolistas de la ideología totalitaria tienen por fin la intoxicación mental o la simple pérdida de tiempo de la supuesta oposición. Hay textos cuya lectura debe ser evitada y desaconsejada: no sólo por razones de economía e ideología sino como medida de higiene y protección de la salud mental de nuestros seres queridos. Si el relato de las investigaciones científicas o las comilonas de Arzalluz es una aburrida pérdida de tiempo, sus ponencias son una farragosa acumulación de confusiones, falsedades, incoherencias, contradicciones y vacuidades cuya lectura, que sólo deseo a mis peores enemigos, puede dejar secuelas neurológicas indelebles en sus indefensas o imprudentes víctimas.

Cuando se comenta un libro como ése, es difícil escapar a la idea de que, por cualquier lado que se tire, se hace el juego de sus autores, es decir: el juego ideológico del régimen dominante, cuyo objetivo permanente es hacer perder el tiempo a todo el que tenga algo que decir. Pero si nadie dice nunca nada, como tantas veces y en tantos lugares ha ocurrido, el sociólogo, el historiador o el simple observador podrán creer que Arzalluz y sus cómplices encarnan la realidad, la historia y la “cultura” política de este País. No en vano, el monopolio imperialista de propaganda lleva cincuenta años preparando e inflando el globo Arzalluz.

Todo se publica con el aval sin reservas de Javier Ortiz: editor, redactor, prologuista, comentarista, apologista y panegirista del auto-biografiado. Él no se limita a editar, dejando al protagonista la responsabilidad de sus propias afirmaciones; bien distintamente, las transcribe y da por buenas sin el menor atisbo de consideración crítica, sin la más ligera verificación documental o testifical, y sin jamás reproducir un solo fragmento de los textos que las contradicen.

Según afirma Ortiz, “El editor – quien suscribe estas líneas – realizó un amplio trabajo de hemeroteca, a partir del cual elaboró una detallada pauta cronológica de los hechos políticos que Arzalluz ha tenido que afrontar a lo largo de su dilatada carrera, unas veces como protagonista, otras como espectador crítico”, con la “búsqueda de enigmas de la política vasca no suficientemente clarificados”. Y que por ese camino no se clarificarán jamás, debo añadir, puesto que la hemeroteca de Ortiz está previamente expurgada de todo lo que desmiente a su auto-biografiado ídolo, y orientada a poner en evidencia la pretendida realidad de su trayectoria. Es una hemeroteca de la prensa oficial, del Primero y el Segundo Franquismos, en la que la ideología clandestina está ausente.

El editor de Arzaluz ha constatado “la solidez y la hondura de sus argumentos, de sus razones; su evaluación de los hechos, su análisis de una realidad conflictiva que continúa su difícil curso, lo que hace de él el político vasco más influyente de su generación.” Me pregunto si Ortiz ha leído el libro que él mismo ha escrito, si es el mismo libro que he tenido la desgracia de tener que leer yo, y si vive en la misma sociedad regida por el imperialismo, el totalitarismo y el fascismo español en que he vivido yo siempre.

Según Ortiz, se trata de “un hombre a quien nadie niega su carácter extraordinario”. No me es dado conocer el modelo de encuesta, o el método, que han llevado al editor a tan absoluta afirmación; con la cual toda contestación al respecto queda excluida de antemano, puesto que ellos son todos, lo que incluye el 100% del género humano, todos unánimes. Nadie queda para oponerse a nada, ni siquiera entre los hombres ordinarios. Aunque lo único de extraordinario en Arzalluz sean su ambición personal y los medios que emplea para satisfacerla.

La afabulación, la falsificación, la calumnia y la injuria son las armas ideológicas de Arzalluz, y le permiten engañar a quien quiere que lo engañen. Cuando no sabe, inventa lo que le conviene. Y cuando algo sí sabe, miente para ocultar lo que no le conviene. A menudo no necesita mentir, puesto que la mala fe le permite creer lo que quiere saber, e ignorar lo que no quiere saber. Siempre jugando con ventaja y hablando sólo, porque toda confrontación libre y no amañada acabaría con el fraude ideológico y mediático que es su “aportación”.

Arzalluz no se para en barras. Es imposible acumular deliberadamente disparates, embustes, falsedades y calumnias a mayor velocidad y en menos espacio. Pero no es que simplemente oculta la verdad: a menudo realmente no tiene ni idea de lo que pasaba, y llena el vacío inventando todo lo que ni sabe ni entiende ni quiere saber, para dárselas de enterado y para hacerse valer y difamar a los demás. No es un mentiroso compulsivo, es un embustero y un calumniador calculador, cínico y sin vergüenza.

Normalmente, cuando alguien trata de falsear y calumniar públicamente, toma un mínimo de precauciones. Pero, visiblemente, Arzalluz se siente absolutamente a cubierto, muestra una confianza absoluta en el monopolio de propaganda fascista e imperialista del que disfruta, y una seguridad total en la destrucción de toda oposición, en la certeza de que la mentira no será desmentida por nadie, puesto que todo el mundo es nadie para él. No teme que testigos auténticos lo desmientan, pues está persuadido de que el miedo los enmudece. El poder dominante protege a quienes lo sirven lealmente. Sin duda, estima ahora que aquí nadie se entera ni se acuerda de nada, y que la historia la hace el vencedor – o sea él – y nadie más. Es el momento, para él, de fabricar el pasado del “historiador” y el de sus adversarios, enalteciendo la figura y la trayectoria de aquél y vertiendo basura sobre los demás, por lo que cuanto más amordazados e indefensos estén éstos, mejor.

Arzalluz “dice lo que quiere decir, por la brava, con precisión y sin perifollos. Va al grano. No insinúa, no se pierde en perífrasis. A lo que quiere identificar como pan, lo llama pan. Y a lo que como vino, vino. Se sirve de frases cortas y unívocas.” Para lo que dice, no le hace falta otra cosa. No sé cómo escribe en euskera, ni si escribe. Su propio español, a veces gramaticalmente incorrecto (lo que es todavía un involuntario signo de identidad en este País), es mejor que el de la mayoría de los políticos y locutores de radio-televisión españoles en general, cuyos atentados a su gramática nacional son mayores y tienen menos treguas que los del Eta.

Arzalluz, como todo el Pnv y sus satélites, ha recuperado toda la semántica de base del Nacionalismo imperialista y fascista, que tanto costó parcialmente erradicar. “Democracia, Nacionalismo, Socialismo, socialismo vasco, violencia, autodeterminación, imperialismo” etc. significan para él lo mismo que para el Franquismo tradicional o sencillamente han desaparecido. Arzalluz llama casi siempre “castellano” a lo que el mundo entero llama español, salvo los ideólogos del imperialismo cuando les conviene para tratar de confundir y reducir a la unidad la flagrante dualidad español-euskera. (Quien gana la batalla de las “palabras” ha ganado ya la batalla de las ideas.)

Frente a los procedimientos “poco honrados” de los políticos declaradamente españoles, imperialistas y fascistas que él ha frecuentado en treinta años de transcendentales gestiones, reuniones y cuchipandas “políticas”, Arzalluz afirma repetidamente que “ése no es nuestro estilo”. Pero si la ordinariez, la zafiedad o la falta de escrúpulos son un estilo, Arzalluz lo tiene, sin duda alguna. Lo que no tiene ni tendrá nunca es respeto a la verdad y a los demás, clase ni elegancia: de fondo ni de forma.

“Ésta es una autobiografía oral estrictamente política”, dice el editor y prologuista. Éste da cuenta del “papel histórico que ha tenido y sigue teniendo un hombre cuya memoria guarda un cúmulo de conocimientos, de experiencias y de vivencias que está obligado a compartir con los demás. El examen de muchos cientos de acontecimientos, la omisión de otros y la presencia o la ausencia de detalles hacen que el resultado no es un repaso de la Historia, obviamente, sino la aportación de una experiencia y de una visión. Situaciones, entrevistas, discusiones, dimes y diretes, alianzas, rupturas, reveses, victorias... y todo el resto, enmarcados en cada momento y en cada contexto político precisos. Recuerda los sucesos por sus efectos. Su memoria retiene los detalles que en su momento le condujeron a orientarse y a valorar lo que estaba haciendo o presenciando. ¿Sucedió en tres días o en cinco? ¿Era miércoles o domingo? ¿Estaba también Mengano o no? Ni lo recuerda ni le interesa. La suya es una memoria decididamente práctica. Y – lo que no deja de ser llamativo en un político de campanillas – escasamente narcisista. No es cuestión de pudor, sino de rigor. El relato está despojado de los elementos de futilidad y autocomplacencia que con tanta frecuencia salpican las autobiografías, no es un autorretrato narcisista ante el espejo.” “Poco dado a la autocontemplación”, libre de vanidad y pedantismo, el autor pretende que no quiere hablar de sí mismo.

En realidad no habla de otra cosa. Para Arzalluz, el mundo se articula en función de su propia persona e intereses; para él, curiosidad, prospectiva y perspectiva no van más allá. Los que esperen encontrar otra cosa en la auto-biografía de Arzalluz y la hemeroteca de Ortiz se exponen a las mayores decepciones. Este hombre desprecia a todo el mundo, incluidos sus seguidores y sus amigos; suponiendo que tenga amigos, cosa que no creo. En cuanto a los otros, quienes se hayan cruzado en su camino sin reconocer la superioridad que él mismo se atribuye, o sin darle el trato que él cree merecer, son para Arzalluz cualquier cosa: “un tipo inquietante, un cínico con demasiadas ambiciones, un personaje unidimensional, un hombre sin principios y sin palabra, un discípulo de jesuitas [sic!], un tipo rarísimo, un arribista astuto y ambicioso dispuesto a utilizar a todo el mundo en su beneficio personal, un fracasado recalcitrante, un hipócrita capaz de prometer lo que hiciera falta y de no cumplir con ningún compromiso, un salsero y un conspiradorcete sin ninguna idea clara y sin verdadero empuje, un político cortesano de la peor especie, un gran soufflé hinchado a fuerza de agitar la clara, un hombre de enorme soberbia que escondía con un aire de sabio distraído, un hombre culto aunque menos de lo que presumía, personajillos sin fuste y correveidiles, alcahuetes en funciones, un exaltado sin principios, un chulo indecente, un ambicioso indigno de confianza” etc.; sin que la filiación política concreta excluya a nadie de estas calificaciones.

En muchos casos estoy de acuerdo con sus apreciaciones, y aún se queda corto; pero está claro que no ve la viga en su propio ojo. Como dice Rocard, “Mitterrand no era un hombre honrado”, pero qué decir de Arzalluz. A falta de argumentos en que fundar políticamente sus valoraciones, sus recursos preferidos son los ataques personales rastreros y soeces, alusiones despectivas, descalificaciones gratuitas y vacías, motes e insultos pre-fabricados o post-fabricados, destinados a difamar, humillar, ridiculizar y rebajar a los demás para alzar su propia figura.

Por nuestra parte, hemos evitado siempre tales procedimientos, que deshonran más al que los usa que al que los padece; aunque los que no tienen verdades ni razones que hacer valer no pueden prescindir de ellos. En todo el agitado período en que me hice cargo de la organización de STV, jamás se usaron, ni yo lo habría permitido: sólo habrían enturbiado la argumentación fundamental, que era nuestra única preocupación ideológica. Aunque el uso de pseudónimos era y es obligado en la clandestinidad, siempre atribuimos a las personas nombres de persona, en general de nuestra bella onomástica euskérica, y no se usaron nunca los motes con que otras organizaciones desacreditan a sus propios miembros, y que son recurso continuo en las injurias barriobajeras de Arzalluz.

El auto-biografiado nos informa insistente y tediosamente de que le encantaban la cocina alemana, el sauerkraut y el hering; de dónde había comido; de que “comimos muy bien, por cierto”; de que “les hice una paella en casa de Lacarra y los otros y nos la comimos”; de que “comimos pochas con codorniz”; de que “estuvimos comiendo codillo con sauerkraut en el restaurante Edelweiss, al lado de las Cortes”; de “unas comidas estupendas para mí, que por entonces tenía un apetito insaciable”; de que “íbamos a un restaurante magnífico que daba unas tajadas de merluza impresionantes, dos por cabeza, ellos sólo comían una, así que yo daba cuenta de cuatro”; del vino que habían bebido y del precio de la botella, “todavía me acuerdo”. Arzalluz tiene la memoria del estómago. Tal vez Ortiz ha equivocado su vocación de editor y lo que le va es la Guía gastronómica. En este País no se comía demasiado poco ni demasiado mal hasta la sublevación y la consiguiente ocupación fascistas de 1936-37, y se pasó mucho hambre y mucho frío después; pero Arzalluz da la impresión de haber estado a palo seco y no haber comido caliente hasta que cambió aparentemente de chaqueta o de sotana para entrar en el Pnv.

A eso lo llama Ortiz memoria política rigurosa, sucinta, precisa, práctica, libre de futilidad y autocomplacencia. Gracias a ella, sus seguidores quedan informados del contenido – salvado para la Historia – de sus transcendentales entrevistas y actividades: “Que si ponemos esto que si quitamos lo otro; que si esto, que si lo de más allá; éstos no sé qué, y no sé cuántos; cursillos de esto y de lo otro; no me vale por esto y por lo otro; que si los militares esto, y los norteamericanos lo otro” etc. Esos sufridos lectores quedan también al corriente de que la Sala de ministros es muy bonita; de cómo Benegas volvió a fumar cuando Garaikoetxea se iba a esquiar; de cómo Bandrés quiso hacerse absolver por Urralburu en las Cortes bajo las metralletas de Tejero; y de que “nos pasamos noches y noches discutiendo las mismas cosas en los sitios más singulares. Muchas reuniones eran de madrugada. Abril Martorell debía [de] tener el sueño cambiado, porque nos citaba a horas disparatadas. Una noche nos vimos en un piso particular, no sé de quién”. Y de muchos otros significativos detalles, porque de política no habla nunca.

Con ese “método histórico”, el historiador Arzalluz podría examinar y acumular no ya cientos sino millones de “acontecimientos” y detalles a lo largo no de seiscientas sino de seiscientas mil páginas sin que experiencia, visión, conocimiento, explicación y comprensión de la Historia avanzasen lo más mínimo. No hay hechos o datos históricos sin Historia, y la Historia no es una suma de sucesos sin contenido y de palabras sin significación.

La “biografía política” en cuestión ni es política ni siquiera biografía; es una chismografía aburrida y estéril, un anecdotario trivial e insulso, un arreglo de cuentas personalizado, una especie de “salsa rosa” o “dónde estás, corazón” absolutamente fuera de lugar en un estudio político. Parece mentira que este País se lo esté jugando – y perdiendo – todo a la merced de sujetos como éste.

Leer este relato es como presenciar desde la caverna una guerra de sombras, o una función de kabuki en directo y sin saber japonés. Los personajes del teatro de Arzalluz aparecen y desaparecen, se mueven, hablan, se insultan, se pelean o se calumnian sin que nadie sepa sobre qué, por qué y para qué; porque, bajo su relato superficial, el fondo de la cuestión permanece siempre oculto para el espectador y – supongo – para el mismo autor. Los chismes, los sucedidos, los detalles o las notas personales no están aquí para concretar, ilustrar, explicar o ni siquiera amenizar un relato político sino para substituirlo, haciendo creer que hay posiciones y tesis donde no hay absolutamente nada. Tienen por objeto la creación de ilusiones y nubes de humo que llenan o encubren el vacío de seiscientas páginas de pretendida historia política. Lo cual se explica en un político “de campanillas” (sobre todo teniendo en cuenta que las campanillas las pone Ortiz), porque indudablemente las campanillas o los cencerros se ponen a los que de otro modo no podrían ser encontrados. Si este cuento es la cima del pensamiento político de este País en los últimos cincuenta años, ello muestra y demuestra en qué abismos han caído la cultura y la ideología políticas en las condiciones del régimen fascista español de ocupación militar, y bajo la administración material y espiritual de Arzalluz y sus acólitos.

Nota del editor: Tras el fallecimiento de Arzalluz, la oración fúnebre hecha por el actual continuador al frente del Pnv, Andoni Ortuzar, con el título Un líder (prensa diaria, sábado 2 de Marzo de 2019), proporciona una muestra completa de cuanto se está exponiendo. Toda la pieza es una prueba del “fenómeno Arzalluz” y de lo que ha dejado tras él en el Pnv y por desgracia en el País.

Después de arrancar diciendo que “La noticia del fallecimiento de Xabier Arzalluz me sorprendió en Madrid, en las inmediaciones del Congreso de los Diputados” (¿podría la fatalidad haberlo colocado ante una mayor evidencia?: ¡una irónica evidencia que naturalmente Ortuzar se muestra incapaz de ver!), y de afirmar que “Xabier lo ha sido todo en la política vasca” (entendiendo por esa presunta “política vasca” la establecida como consecuencia de la deriva liquidacionista seguida por la burocracia Pnv al menos desde 1962, y cuyo centro y epicentro quedó situada para los restos “en Madrid y en las inmediaciones del Congreso de los Diputados”!), el autor centra a continuación su apología en las impagables “enseñanzas de Xabier Arzalluz”, y sigue de este modo:

“Son cientos sus comparaciones, sus parábolas, sus agudas reflexiones, dichas en un lenguaje llano y directo, asequible a todos, con las que iba modelando y perfilando mitin a mitin la hechura del Partido en aquellos años convulsos. De todas ellas rescato una que, a mí personalmente, me marcó: para subir al monte con garantías es mejor seguir el camino marcado, dando más vueltas, sí, teniendo que andar más, sí, haciendo más larga la caminata, sí, pero con más probabilidades de hacer cumbre que yendo por atajos y sin una ruta clara. Toda una tesis política para un Pueblo como el vasco que estaba – y está – haciendo su camino hacia la libertad nacional. Han pasado cuarenta años desde entonces y los que seguimos las recomendaciones de Xabier continuamos avanzando, paso a paso, con firmeza, mientras otros se han perdido en los atajos o se han quedado tirados en su subida vertical porque no supieron medir sus fuerzas”.

Es decir: todo ese montón de trivialidades y lugares comunes queda convertido por definición en “toda una tesis política”. Según parece, la marcha a la libertad nacional tiene un “camino marcado”. ¿Marcado por quién?, podría uno preguntarse. ¿Será tal vez por el imperialismo, con cuyas afirmaciones la política del Pnv viene coincidiendo desde hace cincuenta años e incuestionablemente desde la “época Arzalluz” hasta el presente? Así pues, según Ortuzar son los demás quienes son tan estúpidos como para abandonar “el camino marcado” y tomar atajos equivocados y subidas verticales en los que quedan tirados, pero no el Pnv. Todo esto sin aportar ninguna prueba de lo que él dice sino en virtud de su propia y “fehaciente” afirmación.

Éstos son los “serios análisis políticos y sociológicos” de la realidad que hacía Arzalluz: “parábolas” y la afirmación en petición de principio de que son los demás quienes cometen necesariamente no ya errores sino estupideces, y que en cambio ellos hacen lo sabio y correcto. Como consecuencia de esas “comparaciones, parábolas y agudas reflexiones con las que iba modelando y perfilando mitin a mitin la hechura del Partido”, y de una satisfecha y estúpida auto-complacencia, no ha quedado en sus sucesores el menor atisbo de espíritu crítico, formación ni inteligencia que les permitan comprender que quienes siguen “las recomendaciones de Xabier” continúan “avanzando, paso a paso, con firmeza”... hacia la integración del País en el totalitarismo imperialista español, en el que la burocracia Pnv lo ha embarcado desde su pacto de Múnich con el PsoE y el Nacional-socialismo español en 1962.

Como sus mismos orígenes carlistas preconizaban, la presunta “política vasca” de Arzalluz consiste en utilizar el País para realizar una política carlista, es decir: pensada en función de los intereses o las exigencias de España y realizada desde y “en Madrid, en las inmediaciones del Congreso de los Diputados” o del Palacio Real, que tanto da.


Arzalluz no define nada; no sólo porque no puede sino porque el equívoco y la confusión conceptual son el terreno “teórico” que le va y le conviene. Prefiere hablar a bulto; la vaguedad y la vagancia le van, en todos los sentidos: son su continuo recurso para no decir nada. Incluso su público constata que, efectivamente, no dice nada; pero supone que, si dijera, sería la hostia. Esta maniobra psicológica se ha usado con frecuencia contra nosotros por parte de algunos de los que simplemente nada podían oponer a nuestras revelaciones y afirmaciones; tanto por un burócrata primario y obtuso como Robles, así como por un competente filólogo como Mitxelena, entre otros.

Por lo demás, la “aportación” de Arzalluz a la teoría y la práctica políticas sólo permite un penoso muestreo, otra cosa sería interminable. Algún lector podría creer que se trata de una selección a contrario, malintencionada; pero la realidad es que, aun con la mejor voluntad, las paridas de Arzalluz y sus pupilos no dan para más. Muestran además el desprecio que siente por sus seguidores, a quienes trata como retrasados mentales sin que éstos parezcan enterarse de ello. No se trata de un caso único: en la propaganda general del Pnv y sus satélites, incluido el Eta, pueden encontrarse continuas declaraciones parecidas o idénticas.

El discurso de Arzalluz se sitúa formalmente al margen del fondo, de la esencia, y de la estructura de la política en general y del derecho en especial. Las ideas-clave sobre política, derecho y derechos, democracia, imperialismo, fascismo, totalitarismo, socialismo, comunismo, terrorismo, clases sociales, ideología, teoría, práctica, estrategia y táctica, violencia, autodeterminación etc. aparecen – cuando aparecen – envueltas en la más espesa bruma. Algún optimista podría suponer que todo el mundo, empezando por Arzalluz, tiene claro lo que es eso, o que al menos determinadas referencias unívocas y accesibles permiten a todos su elucidación. En realidad, la más mínima investigación permite constatar lo contrario.

Arzalluz sólo entiende de política carlista y franquista; fuera de eso, no tiene ni la menor idea de lo que son política y derecho, ni quiere tenerla. Posiblemente ha leído las definiciones que los diccionarios y textos oficiales le han ofrecido. A consecuencia de ello, maneja las ideas y los términos propios de la ideología dominante, los que ha recibido y adoptado en un sistema donde “información, formación, educación y ciencia” están siempre subordinadas, dirigidas y reglamentadas por el poder político al servicio de su propaganda, sobre todo en materias tan fuertemente ideológicas como son el derecho y la política. Pero ocurre que la teoría oficial – ya sea metafísica o positivista, formalista, idealista, normativista, naturalista o dualista – de la política y el derecho tiene por finalidad ideológica precisamente ocultar y falsear la realidad.

“Yo quería aprender el alemán. Debo confesar que, por aquella época, la Teología había dejado de interesarme. No veía claro nada, salvo una cosa: quería ir a Alemania. Y ése era el camino: estudiar teología”. Estudiaba teología, o “hacía como si”, para ir a Alemania. ¿Y para qué quería ir a Alemania? Según él, trataba de satisfacer sus ansias científicas en un País del que hace autor y depositario casi exclusivo del saber jurídico-político hasta 1945. “Después empezó a escribirse mucho más en inglés. Antes, si no sabías alemán no podías ni asomarte por el mundo del derecho político.” La capacidad de Arzalluz para decir cualquier cosa es asombrosa. Visto lo que aprendió, no parece evidente la necesidad de ir a Alemania para conseguirlo.

Según él, la “ciencia”, como la teología, era el camino elegido para ir a Alemania; sin embargo su germanofilia tenía raíces muy anteriores, que venían del tiempo de la sublevación franquista y la destrucción de Durango y Gernika. Si bien los políticos italianos le parecen “muy simpáticos”, la División Littorio no pesaba: política e ideológicamente, lo que la Legión Cóndor. Si Léon Degrelle y muchos otros buscaron refugio en el santuario fascista ultra-pirenaico, Arzalluz tomó sus precauciones en dirección contraria: en la cuna admirada y ultra-renana del Nacional-socialismo alemán. De todos modos, el Ministerio del trabajo y el SUT no le daban para más.

Germanófilo inveterado, “le gustó el mundo alemán”. Pero no le quedaba mucho tiempo “para comprender a esa gente”. Prefería a los españoles, “muy majos por cierto”, en cuya burbuja, convivencia, cohabitación y francachelas se insertó de forma natural. Sus amiguitos de la prensa y la política franquistas desplazados al Gran Hermano germánico le parecían germanófobos, que ya es decir. Dice él mismo que si le llamaban “el nazi” no era por nacionalismo (vasco). “Tu eres un nazi. ¡Eres peor que ellos!”

“Íbamos a tomar cerveza en un sitio, a comer al otro, nos acercábamos a Hamburgo... En fin, ese tipo de cosas.” A fin de cuentas, las salchichas y la cerveza de Frankfurt, junto con los escaparates de Hamburgo, habían prevalecido sobre el espíritu ignaciano y la sed de conocimiento; lo que muestra más bien el papel positivo de la cerveza, las salchichas y los escaparates, pero también sus imprevisibles efectos perversos. Gracias a ellos colgó Arzalluz a la vez los hábitos y la “ciencia” por la política, que le ofrecía perspectivas más provechosas y descansadas, si sabía elegir bien el terreno. A una trayectoria análoga la llamó Sartre “nacimiento de un jefe”.

Para un arribista como Arzalluz debió de ser muy penoso descubrir que se había equivocado al jugar la carta de Alemania y el Eje. “Pero luego caes en la cuenta de que posiblemente has perdido mucho tiempo. Yo soy tal vez más británico, más pragmático. Ahora a veces me planteo si no hubiera hecho mejor en aprender este idioma. Lo dejé cuando empecé a estudiar alemán. Y bien que me arrepiento de aquella decisión.” El cambio de chaqueta del ahora británico Arzalluz toma también aquí pretexto “científico” de la incorporación “tardía” del inglés a la teoría del derecho.

La escuela de Kiel había cambiado mucho con la derrota del Nacional-socialismo. El clasicismo de sus rivales de la escuela de Marbourg le habría resultado menos chocante, más próximo a las concepciones de la Democracia Cristiana en la que el fascismo español – reserva espiritual de Occidente – buscaba conversión y refugio ideológicos. Pero las teorías de la llamada escuela de Frankfurt, con sus implicaciones marxistas y freudianas, debieron de resultar muy decepcionantes para él, impregnado de sentido jurídico carlista y jesuita. “Desistí de ir a escucharles, porque no entendía nada. No sólo porque hablaban en alemán; incluso traducido habría sido muy duro.” “La verdad es que no encontré demasiada materia como para hacer una tesis que aportara algo nuevo. En realidad yo ya no estudiaba nada. Ya no era jesuita.”

El estudio, en serio, de los clásicos y los modernos de la literatura jurídico-política, en Alemania y fuera de ella, era demasiado arduo para un individuo tan cerrado y tan vago, en todos los sentidos, como él. Junto con la nueva ola de Kiel, la escuela de Frankfurt ha sido luego recurso muy solicitado por los ideólogos “de izquierda” de la “transición” española, que buscaban un referente “científico” y sin embargo germánico para el fascismo español. En virtud sin duda del nuevo Anschluss ideológico, ni el sulfuroso criticismo de la escuela de Viena ha sido desechado “para dar una formulación jurídica correcta a la fundamentación de la Constitución Española en la Nación Española”. Lo que demuestra que, en materia de caradura, Arzalluz tiene en sus compinches naturales del PsoE competidores nada desdeñables.

Años más tarde, dueño ya del Pnv e incorporado al organigrama del “nuevo” régimen, Arzalluz anunció mediáticamente otro viaje “científico” por Alemania e Israel “para ver cómo funciona el federalismo en la práctica, porque en los libros ya hemos visto todo lo que hay que ver”. Pretender que Arzalluz había agotado las fuentes bibliográficas de conocimiento sobre federalismo, lo cual hacía necesaria una excursión de estudios prácticos, es algo que no se lo cree nadie. Quien tanto habla sobre acción, construcción, cimientos y tejados, se preocupa por el funcionamiento administrativo del federalismo y no sobre su fundamento político; cuestión ésta que no cabe plantear en un País donde el régimen imperialista unitario español, con la participación del Pnv y sus satélites, ha destruido todas las condiciones de un poder federal, incluso limitado o transitorio.

El prestigio de la administración germánica y Nacional-socialista, la admiración por la Gestapo y las Ss no se habían apagado en el requeté-jesuita. La “práctica del federalismo” era, en realidad, la sumisión política, el obscurantismo ideológico, la práctica policíaca y el pillaje administrativo que Arzalluz iba a imponer en la Cav.


4

Las referencias pedantes a grandes figuras de la ciencia histórica, de la sociología e incluso de la zoología engañarán tal vez a los admiradores de Arzalluz; pero de nada sirven la obra de Lorenz, que “no pertenece estrictamente al campo de la teología” (sic), el método histórico de Tucídides, y la crítica de la lógica de las ciencias de la cultura de Weber, si todo acaba en el bodrio de Arzalluz-Ortiz.

En realidad a Arzalluz le repatea todo eso de la ciencia, la teoría y todo lo demás. No es lo suyo y él lo sabe. Pero el cargo que ocupa, la aureola que sus partidarios le han fabricado, y la reverente expectación que invade a sus admiradores, hacen que no pueda defraudarlos. ¿Quién otro que no fuera él podía redactar las ponencias ideológicas y políticas del Pnv?

Arzalluz se cubre repitiendo que “a los vascos no nos va” eso de la reflexión y la teoría. No hay duda de que no le va a él. De donde, habida cuenta de su postulada superioridad, “deduce” que no le va a nadie. Arzalluz trata de transferir al Pueblo entero su propia indigencia en la materia. La historia de este País, que – según parece – ya nadie conoce ni quiere conocer, demuestra más bien lo contrario de tan genérica afirmación: “segur izanez ezen Heuskaldunak berze natione guzien artean ez garela hain bassa”.

Arzalluz intenta sublimar su déficit intelectual diciéndose “pragmático”, sin definir el pragmatismo ni sus consecuencias lógicas y prácticas. Todo el mundo hoy en día se dice pragmático, al menos en política, porque es una etiqueta de propaganda que da buenos resultados (sobre todo entre quienes no saben lo que es eso); que no encuentra oposición (pues todos dicen lo mismo); y que compromete poco (pues es enteramente compatible con las finalidades últimas de todas las naciones y todas las religiones). Si, por nuestra parte, entendemos el pragmatismo – en el más amplio sentido de la palabra – como una subordinación relativa de la teoría a la práctica, de la razón a la experiencia, de la doctrina a la acción, y de la acción al resultado, entonces tenemos que el pragmatismo: aplicado a los problemas políticos, lleva a tratar éstos mediante la determinación – y no la confusión ideológica y política – de los fines y medios que se pretende alcanzar y utilizar.

Pero esa confusión es precisamente lo normal en las sociedades caracterizadas por el subdesarrollo de la cultura política: sobre todo en lugares donde el régimen imperialista y totalitario impone el monopolio ideológico, reprime y condiciona la producción y la reproducción cultural y científica así como la libertad de expresión, y cierra el paso a toda fuerza crítica y creativa, a fin de reducir toda resistencia ideológica y política a nivel infrastratégico. Eso se paga siempre, “tiene un precio político”, como dicen ahora los fascistas, pero también un precio social o cultural. Porque la ausencia de comunicación, de información y de formulación crítica de las contradicciones sociales produce subdesarrollo ideológico y político.

En esas condiciones, un ersatz falso y vacío de cultura política, y una inagotable logomaquia, reemplazan el conocimiento simple y científico y proveen a sus víctimas de la agradable sensación y la satisfecha impresión de entender de política. El discurso flota sobre la indeterminación de los conceptos y las categorías, sobre las cuales se construyen frases que nadie sabe lo que significan porque, compuestas de nada y apoyadas sobre nada, no significan nada. Es el dominio ideológico de la palabrería hueca: el reino de Psittacus y su corte de charlatanes y aprovechados sobre una población reducida a la indefensión por el Terror y la propaganda. Así vive hoy Euskal-Herria, y así le va.

Tal vez unas muestras de la “transición” le sirvan a alguien para algo (o tal vez no). No es un caso aislado, sino todo lo contrario, la declaración de un hincha de Arzalluz que se extasiaba por Etb ante su “experto manejo” de los políticos de Madrid: “cómo los engaña, les dice lo que él quiere que crean y lo creen”. Pero Arzalluz no engaña ni maneja a nadie, como no sea a sus propios seguidores, y a éstos porque ellos quieren.

Cuando, tras la disertación en que Arzalluz relataba sus andanzas y hazañas por los asientos, pasillos y aledaños de las Cortes españolas, el corresponsal de El Diario Vasco’ en Oñati la presentaba como “una gran lección de alta política, según el sentir unánime de todos los presentes”, era visible ahí la asociación de la banalidad personificada del cortesano, y el papanatismo ignorante, ampuloso y pedante del rústico ilustrado, tan frecuente en este País. ¿¡Qué será la “alta política” para un auditorio unánime, que no tiene idea de lo que se cuece en su propio entorno!? Un ingenuo participante en una reunión del Pnv – en el barrio de Gros y sobre la “transición” – se veía impedido de dar su opinión por el responsable local, porque “si empezamos así, diciendo cada uno lo que piensa, no acabamos nunca. Ya vendrán las directivas de lo alto”. Lo malo es que, en política, las cosas importantes no provienen de lo que ellos creen “lo alto”. “No vamos a estar aquí discutiendo las decisiones tomadas. ¿Lo ha dicho Xabier? Pues si lo ha dicho Xabier ya está, no nos digas más.” Así se cultiva el espíritu crítico en el Pnv.

Todavía cuando la mandanga de la “transición” empezaba a atenuarse, aparecían en la prensa del Pnv “cosas” tan reveladoras como la que sigue, firmada por Beristain, con quien Ortiz y su hemeroteca estarán seguramente de acuerdo:

“Euzkadi necesita a Arzalluz. No necesita Arzalluz que yo magnifique sus extraordinarias cualidades de dirigente excepcional, y puedo afirmar sin ser tachado de pedante – mas que por quienes lo son – de que es un líder nato, un fuera de serie como no lo hay otro en todo el Estado español. Y con una cualidad: que los dos ‘bolsillos’ de la chaqueta los tiene perfectamente colocados en su sitio llevando en cada uno la cartilla correspondiente que es capaz de leérsela al lucero del alba. De un pelotari que tiene un saque – llamado venenoso en el argot pelotazale – irrestable, se dice en euskera: ‘Orrek sake txakurra dauko txo’. Eso lo tiene Arzalluz. Y tiene una gran bombilla siempre encendida dentro del cerebro que puede iluminar todo el partido. Su talla intelectual le permite dialogar o discutir con cualquier presidente de Gobierno incluyéndole a Reagan; y también sabe estar en su puesto sin perder un ápice de su dignidad en una entrevista con el Rey. Y no se me diga que le estoy haciendo la pelota, porque no siempre he estado de acuerdo con él; aunque, desde luego, es más efectivo coincidir con Arzalluz en un 80% que estar con otros de acuerdo en un cien por cien. Actuemos con inteligencia y con un sentido abertzale al que debemos sacrificar preferencias personales pues: ‘La patria lo exige’, como decía Arana Goiri. Y ahora que la nave del partido debe cruzar mares embravecidos por los más duros temporales, sepamos elegir a un sucesor digno, a un capitán de la talla necesaria, con cualidades de inteligencia, audacia, don de atracción de masas y todas las otras cualidades que tiene Arzalluz. Euzkadi y el PNV lo necesitan. Euzkadi y el partido necesitan un hombre a su medida.” Con sandeces parecidas se hunde muy bien un país.

Esta retórica pretenciosa y superficial, este parloteo insulso, son representativos de la época Arzalluz; aunque, por supuesto, no es él el único responsable sino, más bien, el aprovechado servidor del derrumbe de la antigua “oposición democrática”, y de la resultante integración en la construcción y el desarrollo del Segundo Franquismo. Muestra hasta dónde puede caer un grupo humano, cuando la ideología de su “clase dirigente” se resuelve en vacío político, infantilismo, debilidad mental y delirio colectivo. Así se explica mucho de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en este país.

Ahora bien, las “limitaciones” de Arzalluz como teórico no le causan perjuicio alguno entre sus seguidores sino todo lo contrario. Por su propia naturaleza, el Pnv – desde hace mucho – y el Eta – desde su fundación – son radicalmente opuestos a la libertad de expresión y de crítica. El motivo es ideológico: sus burócratas saben que no podrían soportar la menor confrontación con una oposición democrática libremente formulada. Si en este País no ha habido una muestra de verdadero debate político en los últimos cincuenta años, ello es porque no se lo pueden permitir. Engañar a la opinión pública es una necesidad para ellos, y no han vacilado en colaborar con el imperialismo y el fascismo en el poder para beneficiarse de sus monopolios de propaganda.

Para los políticos de la colaboración, las cualidades “intelectuales” que les atribuye la propaganda son simple complemento publicitario. El falso intelectualismo se reduce aquí, en general, al pedantismo de palabras o fórmulas que permiten a los tribunos oficiales fardar ante su audiencia. Un campeón del pucherazo y la fatuidad ideológica y política como Garaikoetxea ha recurrido siempre a un limitado pero repetitivo vocabulario “intelectual” tal como “obvio, eufemismo, ética”, o “al alcance de quien tenga una ligera idea de política”. Más alguna innovación terminológica en alguna ocasión “excepcional” como lo fue la dimisión de Suárez (que luego sería Premio Euzkadi), cuando dijo: “no voy a darle el análisis profundo que Ud. me pide, con ese clímax [sic] que reinaba en las Cortes ante un acontecimiento político de tamaña magnitud”. No sé si fue él mismo quien se hizo la pregunta, al igual que dio la respuesta; pero si la periodista entrevistante le pidió realmente eso, ello fue sin duda porque, en el “clímax” de la “transición”, todavía creía que Garaikoetxea podía dar un análisis profundo sobre algo.

Ibarretxe: descubrimiento, discípulo prodigio de Arzalluz (“¿de dónde habéis sacado a este tío?”), y supremo ejecutor de su política de colaboracionismo, ha aprovechado sus periódicos repliegues post-electorales, institucionales y ultra-marinos para alcanzar el título de doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), en reconocimiento de su relevante aportación a la ciencia y la cultura. Esperemos que no le pase como al General Franco, cuyos excepcionales méritos científicos en materia de derechos humanos y crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad le habían merecido la misma distinción de la Universidad de Compostela. Una distinción que esta Universidad le ha retirado treinta años después, sin duda en virtud de la evolución de los estrictos criterios científicos que han prevalecido siempre en tan ilustre templo del saber. Aznar podría ocupar la vacante; aunque las excepcionales dimensiones de su propia aportación apuntan a un reconocimiento más amplio, en las amplias perspectivas del nuevo orden imperial.

No voy a hacer – sólo faltaría eso – una antología hagiográfica de Arzalluz. Eso queda para los bollandistas de su Compañía y su Partido. Arzalluz es culturalmente limitado; pero, en comparación con otros miembros eminentes de la burocracia del Pnv y de su administración local, es demasiado cuidadoso de sus intereses como para creerse lo que él mismo dice. Un somero estudio caracteriológico, que no tengo intención de hacerle, pondría de relieve – junto a los trazos más negros y reaccionarios – rasgos de primitivismo, realismo, escepticismo, inmoralismo, materialismo, paganismo y epicureísmo que, en este País comido y carcomido por la hipocresía, el espiritualismo y el charlatanismo imperialistas, fascistas y clericales, resultarían incluso positivos y lo harían casi simpático, si los aplicara a otra cosa que su propio interés personal y a costa de los demás.

Arzalluz dice sentirse protegido por una piel de paquidermo que, como veremos, no le falta en lo que concierne a su epidermis facial; pero, a diferencia de sus acólitos y discípulos, es consciente de las humillaciones y el ridículo a que los sometían en Madrid los diputados de la transición intra-totalitaria, quienes ni se molestaban en disimular el desprecio que sentían por sus propios títeres periféricos. Es así como justificaba laboriosamente su primera y única prestación como diputado español en las Cortes transitivas: “Enseguida nos dimos cuenta de que ya se habían guisado y comido el asunto, y que nos llamaban para tomar café”. “Me viene a la memoria la mirada de desdén que nos dedicaba cada vez que osábamos tomar la palabra”. “Yo me dije: ‘¿Y por qué narices tenemos que aguantar un trato así?’ Pero me respondí de inmediato: Tú, sentado. Traga, porque lo que estamos haciendo es importante”.

Descartado por el imperialismo español el derecho fundamental de autodeterminación de los Pueblos (y ello aun en su versión falsificada por los partidos “nacionalistas” periféricos), Arzalluz “consiguió” lo que considera su gran logro cortesano, “mi mejor pegada política”: la “Disposición adicional sobre los Fueros”, nuevo avatar tardío de la Ley (falsamente) “paccionada” de 1841. El Pnv anunció luego una interpretación “auténtica” de esa “Disposición adicional”. Pero una Disposición de la “Constitución” formal española no tiene más valor “jurídico” ni más interpretación “auténtica” que los que le da el legislador, y el Pnv no es el legislador.

La “Disposición adicional” se celebró con botellas de champaña entre los hinchas del Pnv: siempre incautos, ilusos o hipócritas creyentes en los fetiches normativos impuestos al País por el imperialismo español. Es así como, tras el “acuerdo” sobre el texto del Estatuto, “los nuestros montaron una juerga por todo lo alto en la suite contigua a mi habitación”.

Arzalluz trata de presentarse como un maniobrero astuto, artero, tenaz y marrullero. Garaikoetxea lo acusa de claudicación y desobediencia. Pero tales “diferencias” no pueden ocultar que el Pnv había abandonado toda resistencia parlamentaria y extra-parlamentaria mucho tiempo antes, cuando en los pactos de París (1957-61) y sobre todo de Múnich (1962) aceptó y reconoció de hecho y de derecho el régimen unitario español como “democrático, legítimo y no-violento”. La función constituyente real y formal se funda en la fuerza extra-parlamentaria, que precede y acompaña a los parlamentos; y el Pnv, que había liquidado toda estrategia democrática, no tenía ninguna.

Lo que en esos momentos estaban haciendo los parlamentarios Pnv y sus satélites era, con todas las agravantes posibles, lo mismo que los historiadores y los diputados foralistas habían estado haciendo durante un siglo de ilusionismo parlamentario, incapaces de comprender que, a falta una oposición de nivel estratégico, la razón, el derecho, la persuasión etc. nada pueden frente al imperialismo español de ocupación militar que había ganado la guerra de agresión contra nuestro País. Para los presentes y ausentes diputados españoles a Cortes, todo eso de “los derechos de los Pueblos” es música celestial que no merece el tiempo que se pierde en escucharla. Si Manuel Irujo: autocrático artífice de la liquidación estratégica de toda política nacional vasca, salió de las Cortes – según dicen sus admiradores – decepcionado y llorando, Arzalluz aprendió la lección y no volvió a las andadas, refugiándose desde entonces intra-muros del Partido y dejando en su puesto a Anasagasti, que tiene piel de rinoceronte y todo le resbala.

Arzalluz trata también de aparecer como continuador y solidario de la oposición republicana. Según dice, en el Pacto de San Sebastián “que nuestros mayores, los provenientes de la República, ni olieron, quedaron en situación poco airosa los nuestros, que no estuvieron; tal vez porque estaban más interesados en las derechas carlistas, tradicionalistas y demás.” Pero los verdaderos mayores de Arzalluz eran precisamente esas derechas carlistas, tradicionalistas y franquistas, y siguen siéndolo.

“Así que, precisamente porque comprendía lo que decía Irujo, yo insistía en que la cuestión no era tanto la Constitución como el Estatuto. Porque el país estaba hecho unos zorros, en todos los órdenes. Necesitábamos un instrumento de poder para empezar a hacer las cosas, a recuperar.” “Garaikoetxea fue el primero en ostentar el poder político después del franquismo.” Con esta afirmación, según la cual el Franquismo terminó en nuestro País y que quien ostentó el poder político después de él fue Garaikoetxea, dejamos este muestreo – insistimos, no malintencionado – de las paridas de Arzalluz que este libro nos ofrece.


5

El lector que haya tenido la insigne paciencia de llegar hasta aquí, se habrá dado cuenta como yo de que Arzalluz no habla para nada de política; y que si estamos esperando a que lo haga él no se hablará nunca, porque para eso está él, por mucho que trate de disimularlo. En este punto, me veo obligado a limitar el fluido a la gran bombilla para – provisionalmente a cubierto de su luminosa irradiación – anotar algunos conceptos y principios elementales, sin los cuales el Día del Juicio Final nos sorprenderá en la misma perplejidad.

Efectivamente, lo primero que llama la atención, en un supuesto libro sobre un político o de política, es precisamente la ausencia de proposiciones políticas. El lector que espere sacar de él algo de eso ha perdido su tiempo y 23 euros en provecho de su autor y su editor, mucho más avisados que él. (Y tanto más roñosos, por cierto, porque el libro no sólo se cae de las manos sino que, además, se le caen las hojas.)

Arzalluz es, de toda evidencia, un jesuita que se destinaba a otros menesteres y cogió en marcha el autobús de la “transición” y el colaboracionismo. Vanidad, ambición y soberbia heridas, y ansia de revancha, de notoriedad y de poder lo han llevado a un terreno donde la falta de preparación, la superficialidad y vulgaridad, la ausencia de ideas, de iniciativa y de contenido político, se manifiestan con toda crudeza.

Como presidente del Pnv: guardián y garante de su ideología y su política, Arzalluz no es sólo responsable de sus propias manifestaciones sino de cuantas bajo su “mandato” se realizan. Pero, probablemente, no habría incurrido él mismo en los funestos extravíos de Ajuriaguerra, ni en las alucinadas iniciativas de Ibarretxe, o en los desvaríos de Ardanza, “que debía tener el olfato estropeado”. Arzalluz se ha desmarcado siempre de los “planes” de sus colaboradores, prefiriendo que cada palo aguante su vela; y no le ha disgustado ver cómo se daban el inevitable batacazo. Ha acompañado y apoyado las más disparatadas iniciativas de aquéllos a sabiendas de que no van a ninguna parte, pero que ayudan a pasar el tiempo y a ocultar el vacío total de proposiciones políticas que todos ellos mantienen. Aparentemente, cada vez se cree menos que las “elecciones”, las “negociaciones post-electorales”, el “farragoso plan Ardanza-Zubizarreta que no se creían ni ellos”, el “histórico” pacto de Lizarra-Garazi, el delirante plan Ibarretxe o el “discreto” proceso de paz etc. lleven a alguna parte, aunque todavía “hace como si”.

En mi opinión, ya en las Cortes “constituyentes” de 1977 se cayó del guindo y desde entonces no se cree nada; si es que alguna vez ha creído en algo aparte del despotismo fascista y de su propia ambición. Su capacidad de “ilusión” está tan agotada que ha preferido hacer mutis por el foro, antes que seguir mostrando que no tiene nada que decir y que no sabe qué hacer. Y ante la pre-visión del “agotamiento” del estatuto y “la vía institucional” dentro del fascismo español, se preparó una salida dorada, en pleno éxito. Otras figuras de su entorno la habían tomado ya “para dejar paso a los jóvenes”. “Nos retiramos, no por falta de ideas”, decía Ardanza; como si alguna vez hubiera tenido alguna, y como si juventud y burocratismo peneuvista fueran compatibles.

En cuarenta años de dominio absoluto y absoluta nulidad política, Arzalluz no ha propuesto una sola idea ni nada que conduzca ni de lejos a una estrategia de oposición al imperialismo. La única estrategia que conoce y practica es la propia del régimen “democrático” español de ocupación militar, de la cual no se ha apartado nunca un pelo. Su única función o misión real consistía desde el primer momento en secundar y transmitir la política del poder establecido, y en mantener este País incapacitado y paralizado ideológica y políticamente.

En las “proposiciones políticas” de Arzalluz, el vacío de contenido y la nulidad teórica y política se encubren con la gesticulación pedante y la subordinación de las ideas a la retórica hueca: propias de la pedagogía y la demagogia jesuíticas, para hacer creer en la enérgica, vigorosa, intransigente y efectiva política que de él esperan sus incautos seguidores.

“Es un político activo sin tiempo que perder”, dice el editor. Cuarenta años de bloqueo y de inmovilismo político han demostrado cumplidamente que su misión es hacerlo perder a los demás. Arzalluz ha declarado a una pregunta de ETB sobre su retiro: “te diré que no doy ni golpe”. Lo mejor que cabe esperar de él es que se mantenga en tan buena disposición todo el tiempo posible.

(El Pnv y sus satélites quieren hacer creer o creen todavía que la acción política consiste en elecciones, entrevistas, reuniones, manifestaciones, declaraciones y pactos a cargo y beneficio de burócratas profesionales, con el apoyo auxiliar o complementario de sus respectivas clientelas. Aparentemente, la clave y la esencia de toda política democrática, esto es: el control, la producción y la aplicación social de la violencia legítima de las clases países/sojuzgados frente a la Violencia criminal del imperialismo/totalitarismo que los sojuzga, se les escapa por completo. Son juguete o cómplices de fuerzas que ni siquiera aciertan a percibir, y que además no quieren percibir.)

En cuanto a refutación y crítica propiamente dichas, eso aquí son cosas imposibles de realizar. Para refutar algo, tiene que haber algo que refutar; y para hacer la crítica de una tesis política, primero tiene que haber tesis política, cosas completamente ausentes en la “obra” de Arzalluz. Y hacer un comentario de detalle sería interminable: tal es la acumulación – frase por frase – de falsedades e inepcias teóricas. No cabe aquí otra crítica razonable que la referente al contenido y el sentido ideológicos del texto en cuestión. En este terreno, la obra de Arzalluz es representativa y paradigmática, tratándose – según su editor – del “político vasco más influyente de su generación”. Comentarla es, en realidad, una forma de abordar el tratamiento de la alienación – política y mental – de este País bajo la dominación imperialista y fascista franco-española globalizada.

Arzalluz corresponde a esa necesidad del imperialismo franco-español de alienar a este País; pero su papel ideológico y político histórico ha sido tan desvaído que en vano se buscaría en él la huella de una aportación propia y característica durante los tiempos en que ha dirigido el Pnv. Arzalluz se los ha pasado haciendo demagogia barata, soltando frasecitas huecas de efecto fácil, bravuconadas, farafadas y ocurrencias insulsas para mostrar lo clarividente, enérgico, duro e intransigente que no es.

La insubstancialidad política del libro auto-biográfico de Arzalluz es tal que el editor se ve obligado a completarlo o rellenarlo con apéndices y ponencias que contienen “el legado político“, “en las que se marcan las líneas estratégicas del partido”, “las claves políticas del proceso de Lizarra y el alto el fuego del Eta, junto con la gestación del llamado ‘Plan Ibarretxe’ etc.” Si ésas son claves políticas y líneas estratégicas, todos los estrategas de la Historia han sido unos impostores. La “Concreción de la Ponencia Política” emitida por la Asamblea General del año 2000 es un churro de tales dimensiones que, en forma y contenido, solo podía salir de la churrería Arzalluz. Que “eso” haya sido aprobado – por unanimidad y entusiástica aclamación, supongo – en las asambleas del Pnv, ilustra hasta dónde ha caído éste, bajo la jefatura material y espiritual del ponente.

Puede objetarse que una aportación teórica y científica no se reduce a consideraciones sistemáticas y de conjunto; y que, por caracteres o circunstancias diversas de la acción política, artística y otras, el genio puede aparecer en manifestaciones inseparables de la práctica y la urgencia inmediatas y cotidianas. En cualquier caso, la propaganda monopolista de masas ha saturado a sus víctimas, durante treinta años, de todo el material necesario para completar la obra fundamental de Arzalluz-Ortiz. Veamos algunos botones de muestra que pueden sumarse a ella, para dar alguna idea de la confusión mental, el vacío teórico, y el contenido reaccionario de su aportación diaria periodística y radio-televisiva:

“Somos un pueblo con derecho a formar una nación. [...] El derecho del Pueblo Vasco a decidir libremente su futuro, que no otra cosa es la autodeterminación. El Pueblo Vasco es el depositario de la decisión o decisiones que sobre su futuro político y sobre la articulación de sus relaciones políticas con los Estados español y francés pueda adoptar. [...] El principio de que al Pueblo Vasco le corresponde decidir su futuro, habida cuenta de la innegable naturaleza de Pueblo que, aun con límites territoriales controvertidos, nos reconoce el propio ordenamiento jurídico español. Procede iniciar y desarrollar un proceso político cuya base es el reconocimiento del ser para decidir”.

Los vamos a convencer, a no ser que vengan con los cañones. A no ser que vengan con la pistola. Si vienen con los cañones peor para ellos, porque demostrarán que no son demócratas, y nuestro partido como siempre saldrá cada vez más fuerte.”

“Tienen un plan para acabar con el nacionalismo vasco e imponer el nacionalismo español, antes era con cañones y ahora con el dominio de los medios de comunicación. Quieren volver a la política de Cánovas y de Franco. Ahora vienen sin armas, pero con la misma voluntad de atacar al nacionalismo. Quieren lograr lo mismo que Franco, pero ahora sin armas, con la ley y las instituciones. Cualquier día pueden venir contra nosotros, como ahora vienen contra HB.”

“Lo que ahora está por ver es que en el Estado español no haya trasuntos de Milosevic dispuestos a mandar sus tanques para silenciar las aspiraciones de quienes quieren decidir su futuro sin imposiciones ni órdenes foráneas. Pero no podrán con el nacionalismo vasco ni con aplicación de la fuerza, plantando tanques delante de Ajuria-Enea.”

“Es esto o tirarnos al monte con un fusil.”

“El terrorismo es el arma de los débiles contra los fuertes.”

“En este país no hay un conflicto entre nacionalistas y no nacionalistas sino un conflicto entre los que quieren solucionar los problemas por medios pacíficos, y los que quieren lograr objetivos políticos por medio de la violencia. La violencia no puede ser utilizada como medio para lograr fines políticos.

“No transigiremos con quienes no renuncien a la violencia. La violencia es el primer problema que tiene este país. La violencia es nuestro problema prioritario.

“Nos hemos opuesto a todas las violencias, incluyendo la del propio Estado”.

La Policía Nacional y la Guardia Civil tienen derecho a estar aquí. Por supuesto la policía tiene que actuar, no va a dejar libre a la gente que secuestra y mata”.

“La solución está en la unión de todos los nacionalistas. Para eso Eta tiene que abandonar la violencia. Pero no comprenden que en nuestra sociedad las pistolas ya no sirven.”

“Menos mentiras e hipocresías: no se puede condenar la violencia en Euskadi, y practicarla en Irak.” [Lo cierto es que “no se puede” estar contra la violencia en Irak y apoyarla aquí, como hacen ellos con la Violencia criminal del Estado ocupante.]

“Tenemos que pedir perdón al Pp y al PsoE por haber dicho que no son vascos.”

“¿Es que no tiene Buesa derecho a ser español? ¿Pero a dónde hemos llegao?”

“Nosotros seguimos con particular interés, lógicamente, el proceso de disgregación de la URSS, la independencia de los países bálticos y de Ucrania etc.; en especial la división de Checoslovaquia y la fractura múltiple de Yugoslavia. Nosotros no quisimos subirnos a esa ola. Nos limitamos a tomar nota. Llevamos al Parlamento de Vitoria, y conseguimos que fuera aprobada, una moción que proclamaba el derecho del pueblo vasco a su autodeterminación, pero no precisamos nada sobre el ejercicio de ese derecho.” “Pedimos que el Gobierno español reconozca la independencia de Lituania”.

“Ya que parece que hay que ponerle fecha a la independencia, digamos que seis años. Como parece que hay que poner alguna fecha para la independencia, yo diría que quince años. Hemos puesto un límite de tres años para la independencia. Si este Pueblo se decide – pongamos de aquí a diez años – en favor de la independencia, ¿quién se va a oponer?”

“Que las asambleas locales del Pnv decidan si ha llegado el momento de movernos en busca de nuestra independencia en Europa.”

“Nosotros no tenemos prisa”. [Es evidente que él no tiene ninguna.]

“En una sociedad política lo más importante es el voto”.

“Cuando tengamos el 80% de los votos, muchas cosas serán posibles.”

“Una consulta para que el pueblo diga si quiere que termine Eta, tampoco estaría mal.”

“Este país está de parto. Ha roto aguas, y vosotras las mujeres sabéis mucho de eso. Una nación va a nacer. No sabemos si será niño o será niña, ¡pero viene criatura!”

“¡Que no crean que vamos a esperar siempre!"

“Esta es la última oportunidad que les damos”.

“Les damos dos meses.”

“¡No os voy a calentar más!”. [Voces: ¡sí, sí!]

“¡Por ahí no vamos a pasar! ¡Eso no!

“¡No sigamos haciendo el gorrión!”

“Tendremos que responder al nombramiento de Blázquez, que nos imponen como obispo. No sabemos qué vamos a hacer, pero algo tendremos que hacer.”

“Antes había rojos y separatistas, ahora ya no hay rojos, todos los rojos se han pasado a los nacionales”.

“Redondo sólo piensa en salir por los medios de comunicación”.

“En dos meses hemos conseguido con el Pp más que con el PsoE en catorce años, y eso tampoco lo vamos a olvidar”.

“Mejor que el Pp no venga, así no tendremos que desfilar con ellos, tal como están las cosas”.

“Con éstos no hay nada que hacer. ¿Quién cree que se puede negociar con el godo, que viene como Franco?”

“En esta democracia en que vivimos, todos los medios de represión y comunicación están en poder del ejército. España es una democracia, pero la democracia se mantiene en libertad vigilada por el ejército.”

“Creo que Ibarretxe tiene en la cabeza un plan, alguna forma de consulta popular sobre la autodeterminación. Esto lleva su tiempo, porque las consultas se hacen para ganar, si no, no se hacen.”

“Yo miro a Irlanda. No hay que mirar a Puerto Rico sino a Quebec.”

“También hay timoratos entre nosotros que piensan que el plan Ibarretxe es demasiado. Algo había que hacer.”

“Aquí no deciden Aznar, Michavilla y Zaplana. La iniciativa la tiene Ibarretxe, y quien tiene la iniciativa tiene ganada la guerra. Y si no, al tiempo.”

“Nosotros siempre hemos querido hablar y llegar a acuerdos con los socialistas, son ellos los que no quieren hablar con nosotros. Están atemorizados porque creen que acercarse a nosotros les hace perder votos.”

“Mientras no demuestren otra cosa, no hay nada que esperar de Zapatero. Llevan años apoyando en todo al Pp. Los que ahora defienden el Estatuto no lo completaron en catorce años.”

“Pompido hace a las órdenes del gobierno de Zapatero lo que Cardenal hacía con Aznar.”

“Nosotros tenemos la memoria larga, y algún día el Sr. Zapatero se arrepentirá de lo que ha dicho hoy.”

“En ese momento nos dijimos que con Aznar, cruz y raya.”

“Para mí, los socialistas, cruz y raya.”

“No habrá cambios políticos en Euskadi mientras el Ps no gane las elecciones. Las cosas cambiarán en Euskadi cuando el Ps gane las elecciones.”

“Euskadi se encuentra casi en estado de guerra con España.”

“Somos unos traidores, porque hemos aceptado lo que nos han impuesto.”

Este conjunto de inepcias, falsedades y disparates revela la ignorancia de Arzalluz en materia política y jurídica, su abandono del derecho fundamental de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos, y su falsificación para “adaptarlo” al régimen imperialista vigente: empresa común de los moderados y los radicales que forman la burocracia liquidacionista Pnv-Eta.

Arzalluz ignora o falsea la realidad; y para él, sus datos fundamentales no existen. El imperialismo no existe, el fascismo no existe, las guerras de agresión y de conquista contra nuestro País no existen, el régimen francés y español de ocupación militar no existe, y el monopolio de la criminal violencia ocupante no existe. En su lugar, la libertad, la no-violencia y las elecciones constituyen el régimen vigente, que contradictoriamente sigue llamando no-violento, político y democrático. Son las mismas bases ideológicas de la propaganda dominante – imperialista y fascista – sobre pacifismo, violencia, no-violencia, terrorismo y democracia; cuestiones en las que la irracionalidad y las contradicciones formales de la ideología dominante, y el cinismo, la hipocresía o la estupidez – según los casos – de sus promotores, servidores y víctimas se manifiestan de forma y en grado más visibles y reveladores. Todo ello muestra que el Pnv y sus satélites han adoptado la propaganda imperialista y fascista sobre la violencia criminal con que se ha impuesto en nuestro País la dominación de España y Francia; una intoxicación propagandística fundamental, en una sociedad donde la enajenación política e ideológica ha rebasado los límites de la enajenación mental.

Interés secundario presenta la cuestión de saber cómo un jesuita sin ninguna preparación política, y con un bagaje ideológico y un curriculum político carlista y franquista impresentables, se apoderó con tanta facilidad del Pnv. La primera explicación, que apunta el mismo auto-biografiado, es que (hasta que llegó él) “el país estaba hecho unos zorros” y “el partido estaba muy roto; no, muy roto no, deshecho, sin estructurar, sin masa organizada en la que apoyarse”. No era, pues, difícil, para un jesuita inflado de ambición y soberbia, revanchista, oportunista, arribista y sin escrúpulos, situarse y esperar que País y Partido le cayeran en la mano. Arzalluz no ignoró ni desaprovechó la oportunidad.

Sería un error creer que Arzalluz es un usurpador que no corresponde a la realidad ni a la mentalidad de la base del Partido, una vez que su burocracia golpista y disidente había producido la liquidación del Gobierno Vasco y de toda estrategia propia, por efecto de la adhesión de esa burocracia Pnv y sus satélites al régimen español; un viraje clandestino destinado a conservar los fundamentos políticos unitario-imperialistas que la guerra y la ocupación militar de 1936-37 habían establecido. En este contexto, Arzalluz no cambió ni destruyó nada, no hizo sino continuar la obra de sus predecesores: para ello lo pusieron y él lo sabía. Como en toda mafia, mientras haya demanda solvente, lo demás a nadie preocupa. Él sólo vende lo que le piden y lo que le pagan. Arzalluz no ha creado el Pnv ni su política de colaboracionismo; pero ciertamente ha invertido en ellos sus pulsiones y frustraciones autoritarias. Los “chavales que vigilaba” en Zaragoza se acuerdan todavía muy particularmente de él; es sabido que tales individuos se cobran como vigilantes lo que soportaron como vigilados.

Para los artífices de la “transición” intra-totalitaria: desde el CIA hasta el Gobierno español, era vital cerrar el paso a toda Resistencia ideológica y política, o reducirla a nivel infrastratégico. Y habían descubierto que sólo podían alcanzar y garantizar tal objetivo con la adhesión, la participación y la colaboración de la burocracia del Pnv y sus satélites. Su obligada renovación encontró en Arzalluz el jesuita franquista ideal para la tarea.

La burocracia peneuvista, cuando Arzalluz accedió a la suprema magistratura, esperaba el triunfo de sus “aliados demo-cristianos” españoles, que según se esperaba iban a llevarse de calle las “primeras elecciones democráticas” en 1977. Así pues, en esta mentalidad, y tras la liquidación del “Consejo Delegado” del Gobierno Vasco (que ya había sido ilegal y clandestinamente abolido diez años antes por dicha burocracia), la recomendación de Ruiz-Jiménez y de Zarzalejos fue decisiva para el sumiso – hacia los imperialistas – pero autócrata – hacia sus subordinados – burukide Ajuriaguerra; en consecuencia, éste hizo que el Pnv apadrinara al nuevo y prometedor aspirante: el partido franquista en versión tradicional del Pp, para su acceso a la Internacional Demócrata Cristiana, de la que el Pnv había sido fundador en 1947 de su primer embrión: los Nouvelles Équipes Internationales (NEI).

De esta forma, el Pnv dejó su puesto en la Internacional como único miembro de de lo que ellos denominaban “el Estado español”, y le abrió sus puertas de par en par al partido franquista Ap/Pp, para ser después ignominiosamente expulsado en Octubre del año 2000 por exigencia de ese “Partido popular”, convertido ya en prestigioso modelo de la nueva formación Internacional Demócrata Cristiana (IDC): refugio y desarrollo de la reacción europea.

Arzalluz llegó muy tarde al Pnv, cuando la incorporación de éste al proceso español de transición intra-totalitaria estaba ya acordada y encarrilada por los “renovadores” franquistas y las cancillerías y servicios secretos occidentales; sin embargo, llegó justo a tiempo para su consolidación local. Desde entonces, él no ha tomado nunca una iniciativa que no sirva ese propósito. Pero no cabe atribuirle méritos o responsabilidades que no pudo contraer. Su silencio sobre la liquidación estratégica de los años 1950-70 no es un intento de ocultarlos, es simplemente que no tiene ni noticia de la cuestión; sin embargo, sí había comprendido que la empresa de reforma del Franquismo era incompatible con una estrategia de Resistencia al régimen imperialista unitario español. En las primeras asambleas del partido en  Donostia (1976) e Iruña (1977), el pucherazo y la censura cerraron el paso a todo debate y toda expresión crítica al respecto. “Las personas caben, pero sin sus ideas.”

No creo que Arzalluz sea un agente falsamente exclaustrado o maquiavélicamente “liberado”, en función de la operación de sumisión del Pnv – y de recuperación y neutralización de la oposición democrática – organizada por la “Compañía de Jesús/Societas Jesu” y el poder fascista español establecido. Pienso más bien que se ha ocupado siempre de su propio interés individual; que se sirvió de esa Compañía durante veinte años; y que la plantó – dejándola colgada junto con los hábitos – cuando no le fue necesaria ni útil y encontró cosa mejor. Sin dejar por eso de quedar marcado por la impronta jesuítica (sacerdos in aeternum), integrada de forma natural en su imborrable huella carlista y franquista. [Antiguos alumnos y antiguos padres tienen un papel destacado en la estrategia de la “Compañía de Jesús”, donde cumplen tareas seculares tanto más necesarias por cuanto que el Opus Dei las realiza con superior grado de integración.]


6

Como en otros lugares, en los territorios marítimos o terrícolas tradicionales sometidos al imperialismo español y francés, el rojo y el negro: el Ejército y la Iglesia, fueron la única salida económica y vía de promoción social, si no de salvación espiritual, para numerosas familias. Contribuyeron así a los batallones que crearon y sostuvieron los imperios cis-marinos y trans-marinos de las dos Hijas Predilectas de la Iglesia Católica, la mayor cuadrilla de fanáticos, ladrones y asesinos de toda la Historia de la Humanidad.

El Pnv ha tenido una relación problemática con la Iglesia, que siempre ha suscitado, apoyado y santificado la conquista y la ocupación imperialistas – desde la primera Cruzada a la última – y sus consecuencias. Los burócratas jelkide se han armado con gran frecuencia un lío considerable entre política y teología. El presidente Agirre explicaba repetidamente que “Dios ha dejado las cuestiones políticas a la libre discusión de los hombres”; lo que, al igual que la doctrina sobre la no-violencia, es más bien una herejía cristiana. Guiado siempre por sus propias ilusiones, saludaba el “afán de pacificación” de Pío XI y Pío XII, de quienes afirmaba que “percibían claramente el significado de la lucha de un pueblo que defiende su libertad”; pero el Cardenal Gomá y sus esbirros militares y eclesiásticos demostraban teórica y prácticamente lo contrario con todo el apoyo de la Curia romana a la nueva Cruzada.

Ajuriaguerra también tenía su teología, tan personal como su política. No estaba de acuerdo con Agirre. Tampoco con el cardenal Richelieu ni con los jesuitas, quienes habían comprendido que no se puede hacer política con los Diez Mandamientos (los cuales prohíben matar, robar, mentir y secuestrar, siendo así que la política es todo lo contrario y se rige en consecuencia por su moral específica. Tampoco lo estaba con Kant y los jansenistas, que afirmaban la radical imposibilidad de realizar la justicia en este mundo y, por tanto, la necesidad o la realidad de un arreglo de cuentas en el otro.

Efectivamente, tras la rendición de Santoña (“Pacto de Santoña”, 24-Agosto-1937) y sus trágicas consecuencias, de las que él fue único gestor y responsable, el burukide Ajuriaguerra le expuso en una carta su pensamiento político y teológico al General italiano Mario Roatta – “Mancini” – con quien él había “acordado” la rendición del Eusko Gudarostea. Según Ajuriaguerra, los individuos son castigados en el otro mundo; pero los Pueblos, que son (hipostáticos) sujetos colectivos exclusivamente terrenales, tienen que encontrar su castigo sobre la Tierra. Lo cual le hacía presagiar un negro porvenir para el pueblo italiano, pues “ustedes, a los que creíamos justos y honrados” no habían cumplido su palabra y los habían entregado a Franco. Se ignora la reacción que el General fascista tuvo en privado, preguntándose sin duda en qué manicomio había ido a hacer la guerra.

Así pues, cincuenta y dos años después de la expedición de Massawa (1885): que preparó el terreno al imperialismo italiano de Francesco Crispi, Giovanni Giolitti, Benito Mussolini y sus Generales Morra, Baratieri y Badoglio para la guerra de agresión, la conquista, la colonización, el protectorado o la anexión de Eritrea, Etiopía, Libia y Somalia; quince años después de la Marcha sobre Roma (1922), seguida de la dictadura fascista de Mussolini y de la guerra de agresión y la conquista de Abisinia; después del apoyo militar y diplomático a la sublevación del ejército español en 1936; y con el recuerdo aún reciente de sus propios compatriotas que apenas cuatro meses antes habían sido aplastados y abrasados bajo las bombas convencionales e incendiarias en el bombardeo, el incendio y la destrucción de Durango y Gernika, realizados por los raids de castigo y terror ítalo-germanos al servicio del imperialismo genocida español, incluso después de todo ello, el dirigente del Pnv Ajuriaguerra había estado creyendo todavía que los políticos y los militares italianos eran “justos y honrados”, según sus propia palabras.

De este modo, y según el concepto de justicia y honradez de Ajuriaguerra, los políticos y militares pueden practicar el fusilamiento de personas o el bombardeo terrorista de poblaciones civiles, sin dejar por eso de ser justos y honrados; sin embargo, dejan de serlo si no cumplen la palabra dada a Ajuriaguerra. Esta curiosa mentalidad, con algunas variantes, ha sido aquí habitual en la supuesta clase política de este País, y es muestra de su incapacidad para enterarse del mundo en que vive.

Lo más asombroso y significativo es que miles de hombres pusieron su libertad y su vida en manos de este personaje, y muchos las perdieron. Ajuriaguerra hacía política por su cuenta, no reconocía señor en lo temporal y decidía autoritariamente sin contar con nadie, ni siquiera con el Lehendakari Agirre. Prefirió su imaginario “pacto internacional del Pnv con Italia”, con rendición y entrega de las armas, al embarque inmediato de las tropas en los barcos ingleses que estaban esperando. La “capitulación” de Santoña fue cosa suya, en contra y a espaldas del Gobierno Vasco. Meses más tarde éste ignoraba todavía el contenido del “pacto”, y tuvo que movilizar y arriesgar sus improvisados Servicios secretos para obtener una simple copia del Acta. Se pretendía con ello “desacreditar” a los italianos; pero sólo se puso en evidencia la incapacidad del Pnv para entender y afrontar la realidad política. No es extraño que los militares italianos intervinieran ante los españoles para evitar el fusilamiento del principal responsable: un dirigente así debe ser cuidadosamente preservado, conservado y devuelto al enemigo. Si éste lo acepta, es lo peor que le puede pasar. Desde entonces, el régimen de Franco, con muy buen sentido, “ignoró o toleró” la presencia y las actividades de Ajuriaguerra en el interior.

En cualquier País normal, el “viejo zorro” artífice del desastre de Santoña habría sido discretamente internado por los servicios psiquiátricos del Gobierno o del ejército en el teatro mismo de sus diplomáticas hazañas. Pero en este País y en ese Partido, la inepcia teórica y práctica, los fracasos, las derrotas y los desastres: de terribles consecuencias para el Pueblo y las personas, cuentan como méritos, confortan la autoridad y el prestigio de los responsables, y fabrican nuevos piraos que reemplazan con ventaja a sus predecesores; los cuales el régimen vigente tiene todo interés en preservar de las correspondientes adecuadas medidas de internamiento.

Ajuriaguerra siguió haciendo de las suyas y no dejó de aumentar su poder, hasta que no quedó nadie en el Pnv para ponerle freno. Después de los pactos de París y de Múnich, que liquidaban el Gobierno Vasco y preparaban la “transición” del fascismo español, el padrino de Arzalluz en el Pnv volvió a pactar la incorporación de ese Partido a la auto-reforma del Franquismo a cambio de la amnistía y la bandera, ahora con Martín Villa, quien se manifestaba encantado del “trato”: “nosotros creíamos que íbamos a tener allí mayores dificultades”, dijo, mientras sus socios celebraban “el gol que le habían metido al Pnv”. Lo que siguió mostraba que, en realidad, a la burocracia Pnv no le habían metido nada que no quería que le metieran.

Basta una elemental consideración de las características fundamentales de la paranoia, para que salte a la vista su completa correspondencia clínica con la personalidad de Ajuriagerra. Es curioso que su hermano, psiquiatra, no se diera cuenta, o “hiciera como si”; a no ser que él también tuviera parecidos problemas.

Ante el primer “Gobierno autónomo de la transición”, el Rev. Padre Jesuita Scheifler predicó la santa virtud de la paciencia trascendental: “No hay que desesperar si las cosas no se hacen tan pronto como quisiéramos. Si no es este año, será el siguiente; y, si no, está la gloria eterna”. Ese teólogo realista-posibilista confía más que Kant y Pascal en materia de gloria eterna, y menos (poco o nada) que Richelieu y Ajuriaguerra en perspectivas temporales. “Ésos son futuribles, que todos sabemos que no van a ocurrir nunca.” “Tales futuribles, nunca futuros y menos presentes”. “Si tal cosa fuera así (justamente de esa manera que se sabe no será nunca)” etc. No sé si estudió alguna vez el concepto de “futurible”, si lo ha olvidado, o si es un émulo de Port-Royal infiltrado en la Compañía y prepara el sabotaje del Diccionario de Teología católica; lo que mostraría lo bien fundado de las consideraciones de Arzalluz sobre la impregnación jansenista en Loyola.

Arzalluz tiene la obsesión del jansenismo y el marxismo-leninismo, o lo que él entiende por tales, porque sus conocimientos en la materia son tan superficiales como todos los suyos. Ve jansenistas por todas partes, en la Compañía de Jesús y en su propia familia. No sé ni me importa lo que era su madre; pero si el jansenismo es el gran movimiento ideológico, cultural y político que la historia y la sociología permiten conocer, no me creo que ella fuera jansenista. Dado que Arzalluz reduce el “jansenismo” al rigorismo moral y sobre todo sexual, a partir de ahí podría descubrir, reconocer y desenmascarar “jansenistas” no sólo entre los Errezil de Azkoitia sino entre los incas del Perú, los talibán, el imperio manchú, los monjes budistas, los zulús de Txaka, los bolcheviques o el Tercer Reich. Tampoco basta con tener – al igual que Arzalluz – una posición comprensiva hacia la masturbación para no ser jansenista. En cambio, la hipocresía, la falta de escrúpulos, el laxismo, el oportunismo y el probabilismo son cualidades jesuíticas que los jansenistas denunciaban, y de las que Arzalluz dispone a manos llenas. El “hacer como si”, del que habla Arzalluz, es hipócrita y utilitario. Nada tiene que ver con los “como si” jansenistas o kantianos. Confrontados ante la moral y la política, los jesuitas, carlistas o peneuvistas son lo contrario de los jansenistas; pero Arzalluz pasa de todo eso. Tiene la moral de su interés particular, es decir: ninguna.

Según escribe Davant, en elegante forma que merecía mejor contenido y que sería una pena traducir: “jansenismoaren azken uztarrak itzaltzen ikusi ditugu ene adinekoek duela belaunaldi bat. Beti gogoan dauzkagu Pascal-en gutun politak, baina polit bezain xikin, maltzur eta pozoitsuak. Erlisiotik galdu da doktrina beltz hori, hain iluna, ikuspegi beltz, ezezkorra, gaizkia edonon ikusten duena, eta den baino handiago ikusten, bainan ni beldur hedatu zaigula, bereziki abertzaleen artean, kolorez argitua, gorriz margotua. Ez da harritzeko, Jansenismoak baitzuen etsai nagusia. Jesuistak hurbilagotik ezagutu ditut, et zinez estimatu. Bekaizkeriak eta ez jakinez erranak dira haien aurkako gehixenak. Enetzat, gezurrak dira hamarretatik zortziak, bereziki prestatzen zaien faltsukeria famatsu hura. Bi kalitate handiak dauzka usaian jesuistak: jende bakoitzari dion errespetua eta enteleguari egiten dion konfiantza. Enetzat enteleguaren alderdia da horrena”.

Quedan así identificados los jesuitas como el partido de la inteligencia y el respeto al prójimo, frente al partido de los envidiosos y los mentirosos; y desenmascarados los abertzale como jansenistas pintados de rojo, cuya propaganda Davant había hecho durante tanto tiempo. Es curioso que Davant: quien ha descubierto sin dificultad la identidad “jansenista” de los abertzale pintados de rojo y los jansenistas, no se haya dado cuenta de la línea histórica, política e ideológica que enlaza la Compañía y el Partido comunista. (A pesar de su anunciado retiro espiritual para abordar esta tarea, Davant no acertó nunca a reducir el pretendido “dualismo social-nacional”, que lo llevó, como a tantos otros, por la calle de la amargura intelectual y moral.)

Los jesuitas han tenido también siempre especial interés, obsesión o fascinación por el comunismo, y la teoría y la práctica del “marxismo-leninismo”. Por motivos históricos e ideológicos que no cabe exponer aquí, han visto más o menos conscientemente en el partido bolchevique – luego comunista – un reflejo o doblete en negativo de su propia Orden, estrechamente emparentado con ella. La Compañía tiene excelentes especialistas en la materia, que enseñaron a media Europa (y en primer lugar a los marxistas-leninistas o comunistas: oficiales o imaginarios), lo que es el estudio serio de la cuestión. Visiblemente, Arzalluz no figura entre los beneficiarios.

Aunque él se considera experto para calificar y descalificar en la materia, el breve refrito de simplezas y banalidades que publicó en Alderdi en 1971-2 no necesita comentario. Su anticomunismo visceral y primario sólo amainó cuando el PcE y el comunismo desaparecieron, y sus despojos abandonaron abiertamente la revolución democrática para incorporarse a continuación a la adaptación y la consolidación de los logros del Franquismo. Desde entonces, Arzalluz y el Pnv no han cesado de manifestar su cordial y retroactiva admiración por el partido que excluyeron, rechazaron y condenaron durante tantos años con el fin de obtener el imaginario apoyo de las Potencias occidentales. Conmovedores abrazos y homenajes celebran ahora la “reconciliación nacional”, y la adhesión conjunta de todos ellos al Segundo Franquismo.

Nuestra posición teórica y práctica respecto al “marxismo-leninismo” ha sido ampliamente expuesta en incontables artículos, conferencias y debates durante largos años, principalmente en las cuestiones calientes, insoslayables y decisivas sobre el materialismo histórico, el “dualismo” lucha nacional-lucha de clases, la entidad estructural de la lengua, la violencia y el terrorismo, la teoría del Estado, la política, el derecho y la guerra etc. Gracias a este trabajo, nadie asistido ideológicamente con él se encontró desamparado y cayó en la trampa del Nacional-socialismo o el social-imperialismo español, cuyos inductores hacían estragos en las desamparadas filas del Pnv y su variante el Eta. Si Arzalluz pretende enseñar algo sobre todo eso, que lo haga, aunque sea con cincuenta años de retraso; pero antes tendrá mucho que aprender, si puede todavía aprender algo.

A mediados de los años sesenta, transporté clandestinamente desde Baiona a Donostia algunos ejemplares de la obra de referencia de Goldmann, en que se articulan las cuestiones del jansenismo y el marxismo. (Nuestro contacto con el autor se hizo con ocasión de la conferencia que por aquel entonces pronunció en el Teatro municipal de Baiona.) Y junto con este ensayo, en el mismo alijo contra natura (que llegó felizmente a su destino), viajaron algunas obras de ilustres especialistas de la Compañía.

Quienes se niegan a considerar una aportación o una experiencia porque proviene del marxismo-leninismo, son tan tontos o tan reaccionarios como los que pretenden que la obra de Jean-Yves Calvez, Henri J. Chambre, Pierre Bigo y otros eminentes autores no interesa porque son jesuitas o cosas por el estilo.

Como todos los doctrinarios simplistas y dogmáticos, Arzalluz es incapaz de comprender lo que es una mente libre, moviéndose sin prejuicios y sin imposiciones, e incorporando cuantas aportaciones de interés le llegan, sin por ello perder su sentido crítico y su independencia de juicio.


7

Arzalluz ha obtenido (casi) todo lo que quería, y sus adversarios han desaparecido del monopolio de radio-televisión, que es lo que cuenta en materia de propaganda. En consecuencia, con un tejado de vidrio y una ignorancia como los suyos, todo le aconsejaba aparentemente, cuarenta años después, mantenerse en un silencio discreto y prudente, y confiar su protección a la eficacia de la conspiración del silencio, la ignorancia, y el olvido bajo la protección oficial al igual que había hecho hasta ahora, sin complicarse la vida con nuevas provocaciones, exhibiciones, agresiones y manipulaciones como las que con toda imprudencia acomete en su “autobiografía oral”.

Tal vez por su tardía intervención, Arzalluz aparecía antes como moderado o reservado: incluso neutral o indiferente, si se comparan sus primeros comentarios – publicados en el órgano oficial del Pnv “Euzkadi” – sobre lo que él llamaba la “excisión” de Stv, con las acusaciones mucho más beligerantes y sectarias realizadas al respecto por otros miembros del Pnv y sus satélites. Todavía hoy, no nos acusa de ser agentes directos de Franco, del Opus Dei o del PcE, o de todo a la vez, como hacen ellos. Su táctica consiste en ocultar al adversario; y, si esto no es suficiente, en ridiculizarlo, negándolo como entidad política y presentándolo como una secta contemplativa, manipulada y más bien inofensiva de ilusos, lunáticos o perturbados que se creen un grupo político.

El hecho de que los infundios de Arzalluz me aludan personalmente es cosa que, por sí sola, no me habría movido a intervenir. Lo que este personaje, sus patronos y sus cómplices digan de mí me tiene sin cuidado; y lo que a cada uno de ellos le pueda acontecer, también. Así pues, no se trata de poner a Arzalluz en su sitio; lo que no vale la tinta necesaria para ello.

Por otra parte, tampoco se trata de crítica. La crítica supone considerar las tesis y el comportamiento ajeno, lo que Arzalluz no hace nunca. Es significativo que tampoco él aporte nunca una reproducción o una referencia de los textos que hemos publicado en abundancia desde hace casi cincuenta años; lo que, si hubiera una sola muestra de lo que él dice, daría a sus descalificaciones credibilidad y contundencia.

La cuestión central que es preciso poner en evidencia y que hace necesario este comentario, es que Arzalluz, como siempre, habla de todo menos de política. Arzalluz prescinde de ello y se lo monta por su cuenta. Prefiere irse por las ramas. Todo su parloteo tiene por finalidad distraer la atención y ocultar el fondo político e ideológico de la cuestión; y es inseparable de la cuestión estratégica que el fascismo y el imperialismo – y en primer lugar sus cómplices locales – tienen todo interés en ocultar y falsear. El problema para nosotros es que, si se oculta la cuestión estratégica, como él hace con sus parloteos, entonces todo lo que concierne a este período o a los demás carece de sentido.

Para empezar, Arzalluz habla en todo momento como testigo presencial y dirigente de la Resistencia durante el mismo período en que él mismo confiesa haber estado ausente del País, cuando regresó “totalmente aislado de la realidad de aquí”. “Nosotros vimos, enseguida vimos, Don Serafín nos proporcionó, nos buscó, nos dijo, pronto nuestra gente empezó a ver cosas raras,” etc. ¿Quiénes eran “nosotros”? Arzalluz no, en todo caso. Eso puede no ser demasiado raro, pues es sabido que, cuando el peligro ha pasado, salen por todas partes resistentes de siempre a los que antes no se había visto nunca ni se supo que existieran. Pero lo que sí es raro es que tales “aparecidos” acusen de inactividad o colaboración a los que sí estaban en los lugares donde los acusadores, sin haber estado, pretenden que estaban. Los he visto caraduras, pero como Arzalluz ninguno. Prescindo de otros calificativos, que el lector encontrará sin dificultad por sí mismo. ¿Dónde estaba Arzalluz cuando los demás se jugaban – y a veces perdían – entre otras cosas la libertad y la integridad física? No hay ni rastro en ninguna parte de las ideas y de las actividades paralelas de Arzalluz en la lucha contra el fascismo y el imperialismo, ni del papel que ahora se inventa con carácter retroactivo. No lo vimos en ninguna parte. No sabíamos ni que existía. Porque, efectivamente, no existía.

Según él, tras el noviciado, se ordenó sacerdote el año 1963. “Volví de mi primera estancia en Alemania totalmente aislado de la realidad de aquí. Tras mi retiro espiritual en Gandía y mi ordenación, me fui a Madrid. Estuve en el colegio mayor San Alberto Magno. Eso debió ser por 1965 ó 1966”, y colgó los hábitos en el 67. “Entonces le escribí una carta al único militante que conocía del PNV, el pediatra bilbaíno Josu Arenaza. Me contestó al poco tiempo diciéndome que había hablado con gente y que estaban encantados. A partir de ahí, volví y comencé a trabajar ya en el partido.” “Así que entré en el partido en 1968 por esa carta que digo, pero el primer contacto personal fue ése con Ajuriaguerra. Debió de suceder en 1969.”

Ahora bien, las huelgas generales y otras manifestaciones de masa contra el fascismo se dieron en 1947, 51, 53, 56, 58. La manifestación-homenaje a Agirre en San Juan de Luz fue el 60. Los pactos de París y de Múnich: que, liquidando el Gobierno Vasco y toda estrategia nacional y democrática, originaron nuestra crítica y denuncia consiguientes, se adoptaron del 57 al 62. Los Aberri-egun de Gernika y Bergara y las fiestas del trabajo de las Capitales tuvieron lugar el 64 y el 65. ¿Dónde estaba en aquel entonces Arzalluz? ¿Qué pensaba o qué piensa sobre esta decisiva encrucijada estratégica? Nada en absoluto. No creo siquiera que lo oculte maliciosamente.

La ausencia de fuentes se hace sentir. Los pocos que en el Pnv estaban en el ajo de la liquidación estratégica cuando Arzalluz ingresó en él: Ajuriaguerra, Irujo, Leizaola, Solaun o Bilbao, no le dijeron nada, y él no tenía capacidad ni interés para descubrir secretos, aunque fueran de Polichinela. “Ajuriaguerra me lo habría contado”, “es de las pocas cosas que me contó al respecto”, “la verdad es que hablaba poco”, “era hombre de pocas palabras, y de sí mismo apenas contaba nada”, dice Arzalluz. Todavía hasta 1969 “yo no conocía a Ajuriaguerra. Me sonaba su nombre por algún libro que había leído de Aguirre”. A Arzalluz muchas cosas le suenan, y sobre otras ha oído campanas, o campanillas. Demasiadas, para tener una idea clara sobre algo.

Nota del editor: Sin embargo, lo que Arzalluz o sus defensores no podrán decir es que el redactor-editor de sus memorias pudo haberse confundido a la hora de registrar sus recuerdos, o que de cualquier forma los alteró, puesto que el mismo biografiado tuvo tiempo y ocasión para precisar lo que hubiera podido quedar confuso o no totalmente exacto en la transcripción de sus memorias hecha por el redactor/editor, y ciertamente se aplicó a ello. Así lo confirmó el propio Javier Ortiz en 2006, es decir, en vida del propio Arzalluz:

“Me cuentan que la biografía autorizada de Esperanza Aguirre que acaba de publicarse está redactada a partir de diez largas conversaciones que la autora tuvo vía teléfono móvil con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Quien me proporciona el dato me asegura que es la propia redactora del libro, Virginia Drake, la que lo hace constar.

“La envidia me corroe. Para la redacción de las memorias de Xabier Arzalluz, mantuve con él 26 entrevistas, cada una de entre tres y cuatro horas de duración. No sé cuántas semanas invertí en el trabajo de hemeroteca, pero puedo decir que se concretó en más de 3.000 fotocopias de noticias, editoriales y columnas de prensa.

“Recordando aquel trabajo, que se prolongó por más de una año, enterarme de que hay quien escribe biografías a partir de unas cuantas conversaciones por móvil («largas», dicen, pero se ve que no lo suficiente como para que se justificara el encuentro personal), ¿cómo no me va a dar envidia?

“Me viene al recuerdo lo que le oí hace años a un colega. Dijo que él no tardaba nunca más de media hora en escribir una columna. Lo comparé con la hora y media (o más) que me puede costar a mí, que miro cada párrafo por arriba, por abajo y de costadillo antes de darlo por bueno –y todavía después de eso sigo con dudas–, y me dije que así me va. Pero se ve que todo está más o menos en consonancia.

“Me explico. Cuando yo terminé mi parte del trabajo en las memorias de Arzalluz y pasé el manuscrito al propio Arzalluz para que lo supervisara, él no sólo lo repasó con notable atención, sino que lo hizo llegar a varias personas de su confianza, para que le ayudaran a sortear las posibles trampas que hubiera podido tenderle la mala memoria. El resultado fue un número considerable de correcciones, algunas de bastante entidad.

“En cambio, he leído que la biografía autorizada de Esperanza Aguirre no fue supervisada por la propia presidenta de la Comunidad de Madrid, sino por gente de su Gabinete de Prensa. De modo que es una biografía autorizada, sí, pero por delegación. Consentida, como aquel que dice. Eso es lo que explica el aparente absurdo de que la propia autorizadora del libro –es decir, la que se supone que avala lo que en él se cuenta– desmienta algunas de las afirmaciones que se le atribuyen en la obra, como la cosa ésa tan graciosa de que su sueldo no le permite llegar a fin de mes. Son pequeñas frivolités que subrayan la simpática espontaneidad y el poco apego a las formalidades que tiene el personaje.

“Bueno, ya dejada constancia de mis frustraciones de escritor empeñado en tomarse en serio lo que en realidad puede hacerse de manera menos envarada, mucho más alegre y –sobre todo– muchísimo más rápida, amén de rentable, pasaré a hablar de las relaciones entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón” etc. (Javier Ortiz Estévez; “Los rencores de un concienzudo” – Apuntes del natural; 26 de Noviembre de 2006.)


Dice Arzalluz que cuando el que esto firma “cogió las riendas de Stv enseguida se notó”. No se quién lo notó, pero seguro que no fue él, ya que para poder notarlo él tendría que haber estado allí, y no estaba. De todos modos si “se” notó sería para mal, porque – con la mentalidad y el comportamiento que me atribuye – no se ve qué podía yo hacer, ni qué pintaba yo en la Resistencia al imperialismo y al fascismo, ni qué riendas podía yo coger como no fuera en los caballitos del tiovivo de Trintxerpe. No me extraña que, plagiando a Hitler, diga que prefiere sacarse una muela antes que hablar conmigo; lo que manifiestamente no le ha ocurrido con la gentuza fascista que con visible satisfacción frecuenta desde que nació. Sin lo cual hace mucho que no le quedaría ninguna (muela). Antes ha dicho ya que habría preferido cortarse una mano antes que firmar (lo que firmó); no conozco las raíces neuróticas de esta obsesión por la auto-mutilación.

Sigue diciendo Arzalluz: “Pero pronto nuestra [?] gente empezó a ver cosas raras. De entrada, aquel hombre parecía alérgico a la acción. Luchar contra el régimen, manifestarse el 1 de Mayo y el Aberri Eguna [sic]... todas esas cosas las consideraba disparatadas. Según él, lo que había que hacer era formarse, a la espera del día D, en el que ya tocaría hacer lo que hubiera que hacer. Ésta era su tesis. Inhibición absoluta de cualquier acción. Formación y formación, cursillos de esto y de lo otro, muchas reuniones, muchas conferencias... y ninguna acción.” “Nosotros [?] vimos en este fenómeno del día D, de nada de acción y mucha formación, la larga mano de los Servicios. Eran las tesis americanas: no a la acción anti-franquista, pues sería apoyar a Stalin.”

Estamos aquí en el campo del disparate o del delirio puros. Arzalluz dice cualquier cosa. Decir simplemente que miente como un bellaco sería demasiado sencillo. Está claro que, como de costumbre, no tiene ni idea de la cuestión de la que habla; lo que no le impide dárselas de enterado de todo. Yo no sé si lo confunde, si se lo inventa o es que se lo han contado, o si se lo cree o “hace como si” se lo creyera. (Esto que, según él, no le daba resultado en materia de religión, tal vez se lo da en materia de propaganda política, quién sabe.)

Me he preguntado de dónde ha podido sacar Arzalluz mi adhesión teórica y práctica a “las tesis americanas” de inhibición de toda acción anti-franquista, y de formativa espera del día D. Cualquier cosa que sea el día D, a mí que me registren, pues nada tengo que ver con semejante “idea”. Por otra parte, decir que el día D es un “fenómeno” muestra que Arzalluz es tan ignorante en fenomenología como en todo lo demás, y que emplea las palabras al tuntún, para hacer ruido e impresionar a la gente. Creo que me ha endilgado sin más, para dárselas de enterado – y por ignorancia más que por mentira deliberada – las ideas o las palabras de Irala y sus patronos del CIA, con las que no teníamos nada que ver y con las cuales no comulgábamos en absoluto.

Eran éstas una mezcla de propaganda, guerra psicológica, charlatanismo, afabulación y obsesión paranoica anti-maoísta. Por lo que hacía a nuestra forma de ver tales posiciones, se trataban de una forma más de perder tiempo, trabajo y dinero, y para eso estaban hechas. Nunca vimos ni leímos al dichoso Irala. Abertzale sinceros como Murua y Lizarralde se habían enrollado con él, no sabíamos cómo ni por qué, ni teníamos tiempo para averiguarlo: pitos más urgentes teníamos que tocar. En la misma época y el mismo contexto, se dio la estúpida “guerra de la h”; que pasó, de ser una divergencia ortográfica fácilmente reductible como tal, a convertirse en una especie de enconada confrontación fratricida que contemplábamos atónitos, hasta que se desinfló por su propia inanidad. El odio y las luchas sectarias e intestinas que generó mostraban un país moral y mentalmente fundido por los desvaríos de su pretendida clase política, cuando la más mínima libertad de información y un resto de sentido común los habrían evitado. Luego se han inventado otras cosas para seguir arruinándolo.

Hemos expuesto repetidamente nuestras ideas y nuestra actitud sobre el Pnv; y, por su misma relativa complejidad, no cabe exponerlas aquí una vez más. Pero no corresponden en nada a las que Arzalluz nos atribuye. Cuando se miente, sobre todo por escrito, se suele procurar, por lo menos, que lo que se dice no contradiga groseramente la realidad y no se contradiga en sí mismo. Pero Arzalluz ha superado tales precauciones: tan seguro está de su impunidad ante una oposición amordazada y una clientela alelada o corrompida.

Arzalluz nos acusa de haber subestimado al Pnv. “Al PNV lo miraban con condescendencia, como un partido adecuado para abuelitas y gente de orden. Enseguida vimos que funcionaban sistemáticamente en contra del partido.”

Pero ¿para qué íbamos a funcionar – sistemáticamente o no – en contra de un partido que, según él mismo afirma, “estaba muy roto; no, muy roto no, deshecho”, al que nosotros “mirábamos con condescendencia” y que, según el Eta, no existía? ¿Qué teníamos nosotros contra las abuelitas y la gente de orden del Pnv, y qué tenían contra ellos los Servicios y el CIA? ¿Y cómo esa larga mano que supuestamente nos dirigía aceptaba, con la benévola protección de la Policía, la propaganda marxista-leninista que él nos atribuye, mientras el PcE la combatía?

Una vez más Arzalluz lo confunde todo, atribuyéndonos lo que los activistas del Eta o los auxiliares de Irala, el CIA y él mismo decían. No se trata solamente de malintencionada amalgama fascista, porque en realidad Arzalluz no sabe de qué habla. Cualquiera que sea la parte de mentira o de mala fe, muestra así, una vez más, que no tiene ni idea de una larga historia de lucha contra el Franquismo que se ve muy mal desde tan lejos como (no) la veía él. Cualquier artículo de los que Arzalluz seguramente no conoce, y que tampoco están en la hemeroteca de Ortiz, basta para conocer nuestra verdadera opinión sobre esta cuestión.

Muy al contrario de lo que él pretende, nosotros siempre hemos distinguido entre el Pnv y su burocracia, afirmando expresamente que la base del Pnv ignoraba por completo lo que sus pretendidos representantes tramaban a sus epaldas.

Por otra parte, los únicos “servicios” que nosotros conocíamos tenían escrito “wc” encima de la puerta. No éramos nosotros, era el Pnv el que dependió siempre de los servicios secretos ingleses y americanos, así como sus aliados de la “oposición” hispánica. No éramos nosotros, eran el Gobierno Vasco y el Pnv y sus satélites los que operaban con Galindez, Irala, Bilbao o Intxausti, en Europa, América y Asia.

El Gobierno Vasco había montado sus Servicios secretos a imagen y semejanza de los americanos, que los utilizaban si les convenía. “O hacían como si”, como nos comentó uno de sus integrantes. Era éste un tal Lasa, vecino de Donostia y psiquiatra, especialidad de perspectivas ilimitadas en un país como éste. Nos contaba los avatares, las aventuras, los riesgos que habían afrontado para conseguir, por encargo de la OSS, los planos de un cañón de campaña que equipaba a la Wehrmacht, los cuales finalmente consiguieron y entregaron como convenido. Sólo después de eso descubrieron que los americanos tenían ya tales planos cuando les encargaron el trabajito, con la finalidad de tenerlos entretenidos, contentos y controlados. Decía Lasa que fue entonces cuando decidieron que era la última vez que los americanos les tomaban el pelo.

Al Office of Strategic Services (OSS) había sucedido en 1947 el Central Intelligence Agency (CIA), que seguía “dependiendo libremente” del propio Presidente, asistido por el National Security Council (NSC) y el Psychological Strategy Board (PSB). Pero si algo cambió, fue siempre para peor.

Cuando la intención americana de conservar el Franquismo no dejaba ya lugar a la menor duda, la sumisión del Pnv y sus satélites al Gobierno americano, al CIA y al FBI no disminuyó sino todo lo contrario. Completamente desamparada, la burocracia exilada Pnv-Anv sólo aspiraba a entrar a toda costa en el nuevo orden, liquidando para ello todo resto de estrategia e instituciones propias del Pueblo Vasco. Las desavenencias entre el Pnv del interior y los exilados no cambiaron en nada esta actitud.

Toda la reconversión de la política “antifranquista” – destinada en realidad a preservar y consolidar los fundamentos del régimen unitario-fascista, a elaborar los pactos de París y de Múnich, a conseguir el abandono de la República y el Gobierno de Euzkadi, y a programar y ejecutar la “transición” intra-totalitaria – fue dirigida y financiada, a través de diversos canales, por los Gobiernos y sus servicios secretos, partidos, sindicatos, fundaciones científicas y humanitarias, y demás organismos americanos, alemanes, judíos, vaticanos etc. El Pnv y lo que quedaba del Gobierno de Euzkadi estaban directamente controlados y orientados desde dentro por los agentes del CIA, con el fin de destruir y prevenir toda resistencia a la reconversión del régimen del General Franco por ellos programada. Política y financieramente no hubo simplemente “ayuda” de las organizaciones internacionales en favor de los partidos elegidos para la consecución de esos fines sino una absoluta determinación constitutiva. Los servicios secretos occidentales, sus filiales políticas, sindicales y “culturales”, impusieron al Pueblo Vasco y al Español la “salida” y los dirigentes que habían seleccionado, al objeto de consolidar las conquistas del Franquismo. Antes, en y después del parto transitivo, la selección, la promoción y la eliminación de las organizaciones políticas se hizo mediante el reconocimiento, la financiación y la propaganda de los diversos servicios secretos occidentales, y bajo la vigilancia y con la bendición de la administración franquista y sus fuerzas armadas.


8

Es verdaderamente penoso tener que referirme a los comentarios de Arzalluz sobre episodios en que, a falta de razones, la censura, la mentira, la calumnia y los medios más infames se volcaron contra cuantos seguíamos defendiendo la Resistencia estratégica e institucional; la cual, sin atreverse a confesarlo ni tolerar su puesta en evidencia ante la opinión pública, se habían cargado quienes habían jurado guardar el Gobierno Vasco, suprema institución en que ella se fundaba.

Por lo que toca a mis peripecias personales, ésta es la parte políticamente más limitada, que menos me interesa y, de hecho, la menos interesante; aunque sirve todavía de referencia y revelador de la evolución del conflicto que seguimos viviendo en este país. Se me ha acusado de muchas cosas, con razón o sin ella: de imprudencia o temeridad, de ignorar las necesidades logísticas de la acción política, de poner el carro delante de los bueyes, de oportunismo y deslealtad ideológicos y políticos, y de preferir el efectismo a la efectividad, y las palabras a las ideas etc. Pero nunca nadie hasta ahora me había acusado de alergia a la acción, de obsesiva y políticamente perversa (y jansenista) inclinación por los retiros contemplativos y la meditación transcendental. Esto me hace mucha ilusión, por cuanto sugiere facetas de mi personalidad en que nadie había reparado antes; al igual que Arzalluz mantuvo perfectamente ocultas sus dotes de oponente activo al imperialismo y al fascismo mientras ejercía su ministerio sacerdotal.

Sería caer en la trampa pasar el tiempo afirmando mis actividades de los años sesenta, que multitud de personas conocen; o reformular una posición estratégica tantas veces y en tantos lugares repetida; o demostrar nuestras campañas y presencia en los Aberri-egun de Azpeitia y Bergara y otras manifestaciones; o re-copiar aquí los textos de los tres mil ejemplares mensuales efectivamente distribuidos de Lan-Deia y otras publicaciones cuya autenticidad no necesita la prueba del carbono 14, y que eran por entonces – con mucho – la principal propaganda clandestina. Sólo así se explica la persecución de que todo ello fue objeto por parte de las organizaciones que preparaban el Segundo Franquismo. A partir de 1968, cuando Arzalluz ingresaba en el Pnv, tuvimos que limitar nuestras publicaciones – contra mi opinión – ante el chantaje y las prácticas de delación provenientes de un partido “anti-franquista” que solicitaba abiertamente la “intervención” del gobierno franquista para hacerlas cesar.

A pesar de todo ello, un negacionista sin escrúpulos pretende ahora que nada de eso existió, y que luchar contra el régimen era lo que hacía él en sus jesuíticas funciones, desde Madrid o Fráncfort. Leyendo a Arzalluz, parece que ha operado un radical intercambio psicótico entre nosotros, que el fraile franquista soy yo y que el resistente político es él. Porque ¿a qué llama Arzalluz “acción” y en qué la distingue de la “inacción”? Como siempre, Arzalluz prefiere hablar a bulto antes que definir los conceptos; así pues, no tenemos más remedio que deducirlos. Según Arzalluz, lo que él hace es acción, y lo que hago yo, inacción. No porque sean objetivamente distintas sino porque, para su “subjetivismo histórico”, acción es y se llama lo que hace él y no yo; e “inacción”, lo que hago yo y no él. Exactamente igual que “violencia y terrorismo son y se llaman” ahora – para Arzalluz y para el fascismo internacional en general – lo que hacen los demás. O sea, “A lo que quiere identificar como acción, lo llama acción. Y a lo que como inacción, inacción”, que diría Ortiz. El monopolio informativo se lo permite. A tales trucos ideológicos tienen que recurrir Arzalluz y el imperialismo español en general para confundir y engañar a los Pueblos.

Sus “fuentes” pueden ser las acusaciones de inactividad dirigidas por los “activistas” del Eta a todo el que no fuera partidario de su “guerra” particular. Arzalluz se resiente y parece adoptar la misma idea del activismo vulgar del Eta, que confunde acción política y atentados. Ahora bien, si la “acción” consiste fundamentalmente en los atentados, como pretenden o pretendían los adeptos del “terrorismo individual”, entonces es preciso decir que nuestra posición al respecto estaba fijada y publicada mucho antes de su tardía adopción por el Eta. Así lo decíamos y publicábamos ya hace cincuenta años, cuando los partidos exilados e ilegales trataban de rentabilizar los atentados del Eta y flirteaban con sus autores para encubrir su propia incapacidad política. Nuestras publicaciones formulaban constantemente, sin el menor equívoco, la crítica de fondo que nos separaba de la movida “activista”.

Nuestra crítica de “la lucha armada y la guerra revolucionaria” ha partido siempre del punto de vista de la estrategia democrática contra el imperialismo y el fascismo. Nada tiene que ver con la “condena del terrorismo” desde el punto de vista imperialista y fascista, propia del Pnv y sus satélites. En nuestro país los atentados no eran un medio de lucha contra el imperialismo, ni un medio de “concienciación y excitación de un pueblo alelado”, lo cual era además falso; fueron producto, complemento, corolario y coartada de la línea general de liquidación estratégica impulsada por el Pnv desde hace cincuenta años. En cualquier caso, Arzalluz tampoco ponía bombas, ni aquí ni en Alemania; el monopolio español de la Violencia criminal le procuraba toda la Violencia que necesitaba. Así pues, no parece que por ese lado se sostenga su acusación de “inactividad”.

La primera relación de sus “actividades” que nos ofrece Arzalluz se refiere a los años 70, diez o quince años después de mis primeras “inactividades”. Consistían en “la propaganda y algunas pequeñas acciones simbólicas. Teníamos una imprenta en Iparralde. También recogíamos cuotas. Era el tipo de cosas que, aunque no sin problemas, cabía hacer. Nada de reuniones públicas, mítines y actos abiertos; eso no se podía hacer ni plantear, era impensable. Así que concentrábamos nuestros esfuerzos en la edición de folletos, de manifiestos y de modestísimos periódicos. También teníamos una buena relación con la Democracia Cristiana Europea. Más no se podía hacer en aquel momento”.

“Más no se podía hacer”, dice, porque efectivamente sin la base institucional y estratégica que se había cargado el Pnv, no había ni habrá nunca política, y nada se puede hacer. A esto había quedado reducido el gran movimiento vasco de masas populares, por obra de la liquidación ideológica y política operada por sus pretendidos dirigentes. En cualquier caso, si “más no se podía hacer” y aunque sólo se tratara de eso, ¿en qué se diferencian entonces las presuntas “acciones” que Arzalluz reivindica para sí, de las “inacciones” que él me atribuye? Pues en que Arzalluz hacía tarde, mal, y sin otra estrategia que la del imperialismo, cosas que nosotros hacíamos ya mucho antes, pero al servicio de la única estrategia democrática, consecuente y posible de Resistencia al imperialismo.

“Nosotros, allá donde había algo, allá que nos asomábamos.” Arzalluz miente otra vez. Arzalluz se ocupaba de su ministerio, y el clero peneuvista apoyaba al imperialismo contra el creciente desarrollo de la conciencia democrática, como ya se ha indicado. En particular, en las luchas ideológicas cada vez más intensas que provocaba la ofensiva social-imperialista española al amparo del monopolio político, administrativo y eclesiástico. Allí nos encontrábamos completamente solos.

El “dualismo” de la teoría y la práctica fue utilizado por algunos ideólogos “realistas”. Con la llegada de la “transición”, mi antiguo compañero Egiluz y su banda se unieron al Nacionalista español Errekalde para descalificar la política de boycott institucional al régimen fascista formulada y preconizada en Lan Deya. A tal efecto, la calificaban como “perfectamente correcta en cuanto teoría, pero errónea desde la práctica y en la práctica”; “con una correcta coherencia verbal revolucionaria y el ropaje revolucionario más riguroso, [pero] muestra de la incoherencia teórico-práctica de la organización”. Lo que, en simple lógica formal, no tiene ningún sentido.

Veamos: la práctica política no puede oponerse teóricamente a una teoría política; sólo una teoría puede oponerse teóricamente a otra. Pero la teoría política es teoría de la práctica y para la práctica. Si es errónea en la práctica, entonces no es correcta como teoría; pero si es correcta como teoría, entonces es también correcta en la práctica. No puede ser correctamente coherente como teoría, e incorrectamente incoherente como práctica. Pero lógica formal y propaganda imperialista son cosas muy distintas, como vemos todos los días. Errekalde y Egiluz necesitaban destruir la primera para poder servir a la segunda, que era lo que habían decidido hacer con su participación electoral.

Seguimos leyendo a Arzalluz, tal como lo describe Ortiz: “He sido siempre muy lanzado, quizá en exceso. Nunca he mirado demasiado el riesgo que corríamos por tomar tal o cual decisión, si de ello podía derivarse algo realmente importante. En política, el que se deja paralizar por el temor y avanza sólo sobre seguro tiene poco que hacer. Según el dicho latino, la fortuna ayuda a los audaces, pero no siempre es así. Recoger los frutos nos corresponde a otros, tal vez menos audaces, menos impetuosos, pero más pacientes y sistemáticos”.

Así pues, ¿a dónde se ha lanzado el audaz aunque no temerario Arzalluz, fuera de la colaboración total con el poder establecido? Si hubiera sido menos lanzado ¿cuánto más habría esperado para meterse en el Pnv? Debió ser muy duro para él contenerse tanto, durante tanto tiempo y en tan lejanos parajes, sin mirar demasiado al riesgo, que desde tan lejos como Frankfurt no se veía de todos modos demasiado bien. Como decía Anasagasti, “para dirigir el Pnv hacen falta nervios de acero, y ésos los tiene Arzalluz”. ¿Qué habría ocurrido si el hombre de acero se hubiera dejado llevar por sus ardientes pulsiones y compulsiones? No quiero ni pensarlo. Para un temperamento abúlico, pasivo y contemplativo como el mío, es difícil de imaginar.

Dice Arzalluz que a los de Stv “la policía no les tocaba un pelo”. Pero esto no sorprenderá a nadie si las cosas eran como él dice, ya que la policía no toca a las órdenes o las sectas contemplativas en general (ni a las activas como los jesuitas, si colaboran). La hemeroteca que no tiene Ortiz puede acreditar el tributo que unos y otros hemos pagado por la represión policiaca. Desde luego, en cuestión de víctimas individuales a manos del Terrorismo fascista-imperialista, la copa de la postguerra la tiene el Eta por clara diferencia: ellos se la han buscado, se la han ganado y, por mí, pueden quedársela en propiedad.

Por lo que respecta a nosotros como grupo, los dirigentes del Pnv y sus patronos  al igual que todos los provocadores, y Arzalluz sabe mucho de eso  habrían apreciado sin duda vernos a todos “heroicamente” muertos o encarcelados. No lamentamos haberlos decepcionado. La propaganda del exilio hablaba de tan perversamente autodestructiva – y reveladora – pulsión, atribuyéndola a la resistencia española.

Salvo voluntad expresa, y en consideración a la modestia, la discreción, la reserva o la prudencia de mis compañeros, cuyo heroico comportamiento se puso de manifiesto en muchas ocasiones, no voy a participar en un campeonato de este tipo, alineando víctimas del Primer Franquismo. Tanto más, por cuanto que no es función ni mérito de una organización de Resistencia el enviar militantes a la tortura, a la cárcel, al cementerio o al exilio sino preservarlos de ello, en orden al trabajo ideológico y político legal e ilegal. Las “caídas” no son, de por sí, logro ni mérito sino lo contrario, aunque a veces no se pueden evitar. Aun así, todas las medidas deben tomarse para evitar bajas, y el fin perseguido ha de valer netamente lo que cuesta obtenerlo. Nunca garantizábamos a nadie el riesgo cero, porque para eso sólo cabía hacer lo que hacía Arzalluz desde Frankfurt.

Tuve ocasión de reflexionar sobre ello durante mi estancia de seis meses en Martutene, y mi posterior visita semanal a la cueva del policía Manzanas. El prestigioso comisario de la Brigada Político-Social no “torturaba sistemáticamente a los detenidos”, como pretende Arzalluz. Solamente lo hacía cuando lo consideraba útil; otras veces aprovechaba su ventaja para humillarlos y provocarlos. Desde tan activa lejanía como la que Arzalluz mantenía no se aprecian bien estas cosas. En mi primer interrogatorio puse en claro ante Manzanas que si trataba de cargarme con los atentados del Eta lo iba a tener muy difícil e iba a perder su tiempo y el mío, dada mi actitud crítica hacia el “terrorismo individual” manifestada inequívocamente en todas partes, y repetidamente en nuestra propia publicación clandestina. Así que lo dejó enseguida, y trató de impresionarme haciendo alarde de su “perfecta información de nuestras actividades”, mostrándome un ejemplar atrasado y en muy mal estado de Lan Deya. Lo guardaba bajo llave en un cajón, fuera del alcance de sus subordinados, a los que ocultaba siempre sus fuentes de conocimiento, base de su supremacía.

Uno de ellos me aconsejó reservadamente “tener paciencia y no meterme en líos durante algún tiempo, y que pronto podría hacer todo el sindicalismo que yo quisiera, ya que se aproximaba un cambio; no porque fuera a caer el régimen, que no iba a caer, pero se iba a adaptar”. Aquél modesto funcionario de la policía franquista era un observador clarividente de la situación política y su desarrollo previsible. Me decía lo que se tramaba y preparaba realmente, cuando los “expertos” del Pnv y sus satélites seguían engañando o tratando de engañar a las masas con el cuento del derrumbe constantemente inevitable y siempre inminente del régimen del General Franco.

A mi llegada, Stv era una simple sucursal del Pnv y se limitaba a repetir las consignas y las ideas de éste. Mi “nombramiento” se hizo por Ajuriaguerra en persona, quien no se molestaba en disimular que en Stv mandaba él; pero para nosotros, Stv debía ser o iba a ser una organización independiente nacional de clase (no nacional y de clase), con ideología y estrategia propias.

Las redadas efectivas o previstas nos obligaban a ocultar nuestra multicopista tras un tabique fabricado con ese fin, cuya albañilería había que deshacer, rehacer y camuflar antes y después de la edición. Sólo mediante un relevo alternativo – con prisiones intercaladas – entre mi amigo RM y yo, pudimos mantener la publicación mensual de “Lan Deia”. A otros les fue mucho peor.

Mientras tanto, el dinámico, audaz y peligroso activista Arzalluz proseguía su arriesgada vida de fugitivo y enemigo público internacional. Mucho más listo que nosotros, esperaba su momento para ingresar en el Pnv. Impulsaba y dirigía la acción de la Resistencia por telepatía desde los círculos jesuitas y fascistas de Madrid o de Frankfurt, siempre lo más lejos posible del lugar de los hechos y de la quema. Si recibía hostias, eran de las consagradas; de la recepción de las otras se mantuvo siempre todo lo lejos que pudo. En cambio, de distribuirlas a los abertzale locales sin defensa se ocupó personalmente en los equipos de matones y provocadores para-militares que, adecuadamente provistos de uniformes, correajes y porras, recorrían las calles sembrando el terror al regreso de la conmemoración carlista de Iraeta. Luego delegó en los provocadores profesionales del sindicato vertical y en los cuerpos especializados: grises, verdes o colorados.

Su retiro hispánico o germánico le garantizó toda la seguridad, toda la formación y toda la acción que su extraordinario destino histórico y su excesivamente lanzado e hiperactivo temperamento necesitaban y permitían. Su documentación civil y eclesiástica le facilitaba desplazarse con seguridad cuando yo, víctima de mi espíritu pasivo y contemplativo, pasaba la frontera disfrazado y por el monte. No podía pasar ni volando, porque la administración franquista me negó la autorización para hacerme piloto aéreo.

Según decía o escribía Arzalluz [en Alderdi] durante la transición, “en Stv hubo una excisión”. Poco después anunció que en el mismo Pnv hubo también una excisión. Mi socio Aldekoa, tras “su meteórica ascensión a la cabeza del Partido” (Esb), declaraba en la revista española Berriak que en Eta hubo igualmente una excisión. Las cosas no se han arreglado desde entonces, y las excisiones parecen haberse extendido ya a todos los partidos españoles. Un artículo recientemente publicado en Internet sobre la ocupación del ayuntamiento de Zaldibia por el fascismo español, revela que el Ppe, es “una excisión de Falange”.

Supongo que estaban bien informados en lo que a ellos respecta. En lo que concierne a Stv, puedo certificar que durante mi supervisión nunca se dio tal cosa, ni nuestras asociadas se habrían prestado a ello. Aunque esta cuestión excedía de mis funciones y competencias, creo saber que hubo algunas circuncisiones, porque siempre procuramos que nuestros asociados tuvieran sus órganos individuales y colectivos en las mejores condiciones de mantenimiento y funcionamiento. Pero excisiones, no hubo ninguna. Una vez se habló de infibulación, pero, en la investigación que siguió, quedó claro que nuestro inexperto aunque bien intencionado informador había confundido infibulación con afabulación, con lo que di el caso por cerrado sin responsabilidad.

[“No nos atragantemos, pretendiendo que todo se consiga para mañana”, advierte Ibarretxe. Gracias a él y a sus cómplices, el Pueblo Vasco se encuentra protegido de manera absoluta contra todo riesgo de deglución acelerada. “En nuestra época, los fines políticos se consiguen avanzando poco a poco”, explica Errasti. El Pueblo Vasco, que avanza poco a poco hacia atrás, es el mejor ejemplo de ello. Después de ocho siglos de ocupación, “éste no es momento de plantear cuestiones políticas sino de asegurar el abandono definitivo de la violencia”, dicen Imaz y sus cómplices del colaboracionismo; es decir, de asegurar y consolidar el monopolio imperialista y fascista de la política y la Violencia criminal. “Alguna vez tendrán que negociar”, o “esto va para doscientos años”, repiten los radicales y los “impacientes” conversos de “la lucha armada y el plan de ocho años de liberación y unificación nacional”, ahora pacifistas-realistas-optimistas todos ellos.]

[La insistencia sobre el tema: “el mundo va comprendiendo que los problemas políticos no se resuelven por la violencia sino por medios políticos, la negociación, el diálogo y el rechazo de toda violencia”. Tales disparates a caño libre harían pensar en una continua intoxicación alcohólica, en los efectos de la mezcalina o en un delirio alucinatorio permanente, si no fuera porque tienen siempre la misma orientación.]

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