Democracia y votaciones (XXIV)
XXIV – Democracia y votaciones
Iñaki Aginaga y Felipe Campo
Según fórmula tradicional acuñada por sus ideólogos (cuando se ven forzados a afrontar una – relativa – dificultad teórica), la legitimidad del actual despotismo “revolucionario o transitivo” francés y español es afirmada por esos agentes prevaliéndose del ‘consensus’ que el Pueblo supuestamente otorga a las normas y el poder políticos de ese régimen de facto. Pero ni en Latín pueden los equívocos disimular que, en una verdadera democracia, el Pueblo no tiene por qué consensuar, ni consentir, ni asentir o refrendar nada porque las normas las hace él; y que es el Pueblo mismo el que constituye el poder político democrático.
La libertad y la democracia son productos históricos que costó a los Ingleses varios siglos y diversos caprichos de la fortuna desprender de sus fuentes feudales. Ahora bien, en opinión de los Españoles “no se puede decir que el Pueblo inglés sea muy inteligente”, aunque posea la inteligencia “que estrictamente hace falta para vivir.” A los Franceses, que se tienen por el Pueblo más inteligente del Globo, les costó así y todo la “gran revolución” nacionalista francesa conseguir lo que ellos llaman libertad y democracia. Sin embargo, a los Españoles les bastó con un decreto de “el Carnicerito de Málaga”, y con un mandato del Ministro-Secretario General de la Falange (“Ley para la Reforma Política”), para acceder a la auto-reforma del Franquismo y lo que llaman “la transición democrática”. Que ellos se lo crean o no, eso es otra cuestión; pero siglos de Despotismo Asiático, Absolutismo, y Dictaduras militares, nacionalistas y fascistas no son una escuela apropiada para que españoles y franceses sepan – ni quieran saber – de qué van en realidad la Libertad, los Derechos Humanos y la Democracia.
Sería más difícil imaginar que el Pueblo inglés – aun con el handicap del déficit intelectual que le atribuyen – se lo cree, y sería interesante saber lo que haría y lo que diría si les impusieran, a ellos, un régimen como el español o el francés. (Lo cual finalmente les sucederá, si no se andan con más cuidado y menos confianza de los que gastan ahora, y siguen – ya no tan aislados como en el pasado – con sus malas compañías del Continente.) Pero ocurre que el duopolio de la Guerra Caliente o Fría y el orden hegemónico de la post-guerra mundial tienen sus exigencias; y después de todo, el “nuevo” Franquismo no está tan mal para los Españoles. Es incluso mejor de lo que las “democracias” occidentales: que conocían el percal y el ganado, se habrían atrevido a esperar o habían llegado a temer.
Es también posible y hasta comprensible que, después de muchos siglos de Despotismo, los Españoles y los Franceses no tengan ya la menor idea de lo que puede ser el poder político del Pueblo, ni siquiera del suyo; y que se crean de verdad que la moderna fachada de cartón piedra, falsificación de la democracia y subdesarrollo político que tienen montada: tras la que se oculta el poder totalitario del ejército fascista y el gran capital, de la gran burguesía y la aristocracia terrateniente Nacionalistas, y del Nacional-laicismo y el Nacional-catolicismo franco-españoles, constituye la esencia y el fundamento de la auténtica Democracia. Es posible también que la cosa les tenga sin cuidado.
Sea como fuere, pero alentados por tan sólidas convicciones, los divulgadores y vulgarizadores de la democracia post-orgánica franquista se dedican actualmente a desacreditar toda reticencia y toda veleidad de Resistencia que perciben frente a las majaderías que ellos difunden, enseñando a quienes califican de ignorantes en la materia que, “en democracia, la política se hace subiéndose a un cajón para pedir los votos de los con-ciudadanos”. Un discurso simple, agudo, directo y sincero, que obtiene sin dificultad la adhesión entusiasta de las multitudes de débiles mentales que los monopolios fascistas de embrutecimiento y condicionamiento ideológico de masas fabrican diariamente a caño libre desde los periódicos y la televisión, con el concurso de una nube de periodistas-mercenarios ignorantes o venales.
Pero, para hacer política “en” democracia, primero hay que hacer la política democrática que construye y constituye el régimen democrático, y no la política imperialista y fascista que construye y constituye el régimen totalitario; lo cual es lo que la propaganda fascista trata de escamotear a sus indefensos pacientes al hacerles creer en una “democracia”, un Estado y unos con-ciudadanos caídos del cielo. Puesto que, lógica e históricamente, está fuera de toda duda el hecho de que los creadores del régimen establecido ni lo implantaron ni lo mantienen subiéndose a un cajón para pedir los votos de los con-ciudadanos sino que lo hicieron mediante criminal agresión, y mintiendo después sobre lo ocurrido. Así pues la cosa está clara: la guerra de agresión y los monopolios fascistas de Violencia criminal y de adoctrinamiento totalitario de masas quedan reservados para los conquistadores y detentadores del poder político; la alzada sobre un cajón, para los aspirantes a la “oposición democrática”. Es así como entienden la democracia los defensores post-orgánicos del fascismo imperialista español.
Es preciso aclarar – aunque su evidencia debería hacerlo innecesario – que no hay nada menos universal que el llamado “sufragio universal”, ni nada más equívoco y falseado que la universalidad del sufragio. La evidente grandilocuencia y ambigüedad de esos términos sirve para ocultar que la pretendida “universalidad” del sufragio en cuestión excluye la inmensa mayoría del género humano; en efecto: votos y mayorías suponen previamente un Estado y un poder político ya constituidos en su territorio, sus fronteras y su población, los cuales forzosamente excluyen a todos los demás. No hay mayorías ni minorías políticas sin el régimen político que las precede y constituye; un régimen que, en el caso del imperialismo, no proviene de votos ni elecciones ni electores sino de una insubsanable y criminal Violencia inicial constitutiva, responsable de crímenes imprescriptibles y de violación de derechos inalienables.
Por otra parte (y en esa misma línea tan lamentablemente necesaria de tener que echar abajo mitos tan arraigados y funestos como absurdos), es también incuestionable que votos, consultas, referenda y elecciones no “llevan” y no pueden llevar a la libertad, ya que si no hay libertad previa, los “votos y las elecciones” no son libres; y si ya la hay, entonces no son esos “votos y elecciones” los que han llevado a ella. Establecer PREVIAMENTE un régimen libre y democrático: fundado en la vigencia y el respeto de los derechos humanos fundamentales y ante todo en el propio derecho de autodeterminación o independencia nacional de todos los Pueblos, es una necesidad insoslayable para todo Pueblo que, sojuzgado bajo un régimen imperialista, aspire a poder ejercer en plena libertad un genuino y democrático sufragio mayoritario.
No hay trucos, “urnas ni votos” que – ni para bien ni para mal – le permitan a un Pueblo ahorrarse hacer ese camino de lograr la independencia nacional, como todos los Pueblos libres del planeta Tierra han comprendido al luchar en primer lugar por su independencia; algo que también el Pueblo Vasco debe comprender urgentemente si es que desea ser el sujeto agente de su propio destino, y no permanecer como un objeto inerte destinado a la manipulación e inevitablemente la destrucción bajo la integración totalitaria franco-hispana “tú al norte y yo al sur”.
En la Historia, los Pueblos que no se han independizado es porque se les ha impedido hacerlo y no han podido conseguirlo; pero no hay un solo ejemplo de Pueblo que, tras haber accedido a la independencia nacional, haya decidido volver a su anterior estado de dominación para acogerse a “las urnas, los votos y el autogobierno” del opresor. En el ecosistema imperialista de España y de Francia no hay el menor lugar para el Pueblo Vasco ni para nuestro idioma nacional, el Euskara. Quien dice no verlo así y afirma lo contrario es porque miente o porque no quiere verlo, y ya se dijo que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Se trata en ambos casos de las sugestiones o los cantos de sirena a los que se acogen los Renegados, los Traidores o los Colaboracionistas indígenas. Para un Pueblo sojuzgado bajo el imperialismo, apartarse de ellos y no escucharlos; o por el contrario aceptarlos, es simplemente una cuestión de vida o muerte.
Elecciones y referenda no constituyen el régimen político; es el régimen político: ya sea democrático o totalitario, el que constituye las elecciones y los referenda en correspondencia con su propia naturaleza. Los votos, las elecciones etc. suponen un poder político previo que las establece. En un régimen político, ya sea de facto o de jure, el poder está ya necesariamente establecido antes de las elecciones: desde el momento mismo en que ese régimen existe, la base del poder real existe efectivamente; y es este poder el que fija las fronteras, constituye el Gobierno, establece el orden, y determina la ciudadanía que puede y no puede votar así como las normas bajo las que ello ha de hacerse, además de ser el que implanta el uso o el monopolio de los mass media.
El fetichismo de “los votos y las urnas” pretende ocultar un hecho básico, a saber: que la libertad política y jurídica depende de la relación de fuerzas, y por tanto aquéllos sólo adquieren – o no adquieren – sentido en función de esta relación. En definitiva: si no se ha conseguido previamente que el régimen que “convoca” a elecciones sea un régimen democrático (o sea: un régimen en el que los derechos humanos fundamentales y ante todo el derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos: primero y condición previa de todos ellos, estén garantizados), el resultado que salga de esas “elecciones” no alterará la naturaleza del régimen que las convoca y que está ya previamente en el poder.
Tanto si es democrático como si es totalitario, no son los votos, las elecciones, las mayorías ni las minorías las que fundan el poder político; es el poder político el que, en uso de su monopolio de la violencia (ya sea democrática y por tanto legítima, o totalitaria y por tanto criminal), funda, produce, determina y condiciona electores, elecciones, mayorías y minorías; incluye y excluye votantes, candidatos y alternativas; y decide de las consecuencias, que en un régimen imperialista de ocupación militar como el que tiene sojuzgado al Pueblo Vasco desde hace ocho siglos son las que tenemos a la vista.
Un sistema político o “jurídico”, sea del signo que sea, no se funda nunca – ni lógica ni sociológicamente – en resultados electorales u otras formas de sufragio. En realidad el pretendido sufragio “universal” es un procedimiento derivado, secundario y tardío de un régimen político que ha sido constituido ya con anterioridad, y por tanto ese procedimiento en modo alguno puede fundarlo ni legitimarlo. “Pactos, Constituciones, mayorías, elecciones, consensus, referéndum, derecho” etc. suponen previamente la existencia de un Estado, cualquiera que sea su naturaleza: democrática o totalitaria. Por tanto, tales mecanismos posteriores no pueden fundar el Estado – ni eventualmente la democracia – sino en petición de principio, es decir: sobre una falsificación. La “teoría” de la fundamentación y la legitimación del “Estado de derecho” por “la Constitución, el sufragio universal y su mayoría” es una completa vacuidad teórica, no significa absolutamente nada, y es pura palabrería ideológica para manipular a los tontos y los desamparados que el régimen totalitario fabrica a mediáticas manos llenas. Las “elecciones” y el “referéndum” – aunque se llamen “de autodeterminación” – bajo un régimen de ocupación militar son, entre otras cosas, una tomadura de pelo.
Para una mayor seguridad, y según postula el sistema ideológico totalitario, la mayoría, la minoría y los “derechos” que amparan al régimen imperialista son y se presuponen siempre simples, suficientes e incluyentes; mientras que por el contrario la pretendida mayoría y los derechos que se le oponen a ese régimen son por designación y se presuponen cualificados, insuficientes y excluyentes. El “sufragio universal” bajo un régimen imperialista sirve únicamente para “el reconocimiento y la legitimación” del régimen de ocupación, y para “decidir” en qué medida la estrategia imperialista se prosigue bien sea por la gestión de los servicios auxiliares de la sub-clase política local, por la obra directa del Partido fascista oficial y sus comparsas y comisiones gestoras, o bien por la administración directa del ejército. En las “elecciones” el fascismo juega sólo a ganar, o a no perder el timo que tiene montado. Si “gana” (o sea, si re-valida la dominación que ya tenía con anterioridad), el resultado le permite dar una vuelta de tuerca suplementaria. Si “pierde”, el poder real político-administrativo y el proceso real continúan, nada cambia, se intenta otra vez, o se cambia las reglas del juego y los jugadores, o “interviene” el ejército. A menos que no pueda sublevarse porque ya se había sublevado antes.
Es éste el régimen político fundamental que la ideología fascista trata de ocultar: motivos no le faltan para ello. La finalidad perseguida por la ideología fascista sobre las “elecciones” y otras expresiones del sufragio “universal” es, en realidad, excluir todo cuestionamiento de la fundamentación del poder político imperialista. Esta base política real: establecida sobre la agresión militar, el desmembramiento y la ocupación armada contra el Pueblo Vasco y su Estado el Reino de Nabarra, legítima, voluntaria e históricamente constituido, es así arteramente escamoteada y “desaparece”. La “democracia” resultante queda confinada a las formas derivadas y secundarias del régimen político imperialista establecido; un régimen cuyos origen y fundamento incurables y criminales, que son nulos de pleno derecho, gracias a esa prestidigitación de trileros se pretende que han desaparecido y quedan descartados. El sufragio universal fue, a veces, reivindicación contra el Despotismo; pero esa institución se encuentra desde hace tiempo perfectamente controlada y utilizada por el poder político totalitario.
La libertad y la democracia no comienzan con la “libertad de votar o de presentarse a las elecciones” sino con la libertad de constituir la democracia, sin la cual no hay elecciones democráticas. La democracia: poder político del Pueblo, empieza con el respeto de los derechos humanos fundamentales y en particular del derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos. Y los derechos humanos fundamentales: inherentes, inalienables, imprescriptibles e irrenunciables como son, no admiten ser puestos a votación puesto que no dependen de voluntades ni mayorías. Ninguna “mayoría” tiene valor democrático alguno contra los derechos humanos fundamentales. Estos derechos son el único fundamento de una sociedad libre y democrática; y el derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos es el primero de los derechos humanos y la condición previa de todos ellos.
Ninguna “mayoría” tiene legitimidad contra el derecho de autodeterminación de los Pueblos sojuzgados, es decir: contra su derecho de vivir libres en una patria propia, sobre un territorio propio y en fronteras seguras. Sin el respeto de los derechos humanos fundamentales y en especial del derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos: derechos que son originarios y no proceden de votos ni de mayorías ni de minorías, las “elecciones libres y democráticas” son sólo una caricatura, un eficaz engañabobos de la ideología imperialista y fascista. Para un Pueblo sojuzgado, la independencia frente al imperialismo precede necesariamente a toda votación o “consulta”. Una Constitución no es antidemocrática porque un Pueblo ocupado no la haya “refrendado” con sus votos sino porque ha sido impuesta por el constituyente régimen de ocupación militar ANTES de toda votación. El hecho de que la hubiera “votado y refrendado” el 100% de la población no cambiaría en nada su carácter anti-democrático. La evacuación previa de las fuerzas e instituciones de ocupación es la condición necesaria de una constitución real y una Constitución formal democráticas, y de subsiguientes votaciones democráticas.
Bajo las condiciones de una ocupación militar, el voto no ya eventual sino incluso más o menos amplio a los candidatos del imperialismo revela simplemente el grado de represión e intoxicación que padece el Pueblo sojuzgado y colonizado. Lo extraño en estas condiciones no es que tal voto se dé, puesto que la aplastante realidad del poder de hecho presupone el voto gubernamental como total o ampliamente mayoritario. Bien al contrario, lo extraño es que, aun así, haya quienes en mayor o menor número se abstengan o voten a candidatos u opciones cuando menos equívocos, y ello es suficientemente revelador de la realidad de dominación imperialista. Tales hechos no se producen en Poitiers ni en Valladolid, sólo se dan en los Países sojuzgados y colonizados. Revelan el voto que se daría en condiciones inversas, tras siglos de independencia.
En la Argelia colonial e incluso en vísperas de su independencia, los Franceses “ganaban consultas libres y democráticas” mientras que las consignas del Gobierno provisional de la rebelión eran seguidas por el 14% de los autóctonos. Inmediatamente después de la independencia, ese 14% se había convertido en el 100%; y después de ser repatriados los colonos franceses, no queda allí una sola tendencia que reclame la anexión de Argelia a Francia, cuando poco antes eso era, supuestamente, el objeto de la “adhesión inquebrantable” de la inmensa mayoría de la población. La mayoría o el voto independentista en los Países sojuzgados y colonizados no suele pasar de la tercera parte de la población, con un tercio indeciso y otro adverso; lo cual se consideró una base operacional aceptable para la insurrección americana, impulsada por los colonos terroristas-independentistas – según el derecho nacional e internacional establecido – que crearon los USA a costa, ¡una vez más!, de la “minoría” indígena.
Una base democrática previa, en la variante que sea, es condición para la validez democrática de una eventual operación técnica de consulta por sufragio mayoritario:
“Sería conveniente examinar el acto por el cual un pueblo es un pueblo; pues, siendo este acto por necesidad anterior al otro, es el verdadero fundamento de la sociedad. Porque, en efecto, si no hubiera una convención previa, ¿de dónde surgiría (a menos que la elección fuese unánime) la obligación de la minoría de someterse a la elección de la mayoría? Y ¿de dónde se sigue que cien personas, por ejemplo, que pudieran desear tener un amo, tendrían derecho a decidir por diez que pudieran desear no tener ninguno? La elección mediante una pluralidad de los sufragios es en sí misma un establecimiento de convención, y supone que la unanimidad ha subsistido entre ellos, al menos una vez.” “Una sola ley exige por su naturaleza un consentimiento unánime, y es el pacto social; porque la asociación civil es el acto más voluntario de todos: habiendo nacido todos los humanos libres y dueños de sí mismos, nadie puede, bajo ningún pretexto, someterlos sin su consentimiento. Decidir que el hijo de una esclava nace esclavo es decidir que no nace hombre.” (J. J. Rousseau, ‘Del Contrato Social; o, Principios del Derecho Político’; 1762.)
El Nacionalismo español y francés: que ha sojuzgado este País mediante la Violencia y el Terrorismo de guerra, de ocupación y de Estado y no mediante “elecciones”, ha destruido con ellos todo rastro de nuestras instituciones propias y legítimas, y por tanto de toda democracia. Faltando esa necesaria “base democrática previa” antes aludida, la liquidación de toda “convención o pacto social voluntarios” es total. A continuación el agresor, impidiendo por la violencia y la destrucción de los demás cualquier posibilidad de toda auténtica democracia (que está necesariamente basada en el respeto y la vigencia de los derechos humanos fundamentales y ante todo de la Autodeterminación o independencia de los Pueblos), ha impuesto al Pueblo Vasco sus propias leyes y sus propias “elecciones” totalitarias e imperialistas, como sucedáneo y simulacro de “diálogo y democracia”.
Pero las “elecciones” las gana el poder que las organiza. Estas “elecciones”: con las cuestiones, los límites y las condiciones que el monopolio político imperialista determina, suponen el “derecho”, o sea la obligación de los “electores” – que el poder establecido califica o descalifica – para votar como y lo que él mismo quiere que se vote; implican procedimientos, geometrías, y un sistema de mayoría simple o cualificada, general o local, que han sido establecidos según el interés y la perspectiva del poder totalitario. De este modo, las seis “provincias vascas” son un todo electoral para dar la “mayoría general” al imperialismo: reducidas a cuatro (o tres más una), quedan diluidas en el coto de caza impuesto dentro de las fronteras del imperialismo español; y convertidas las otras del mismo modo en un “departamento francés” o parte de él, dan la “mayoría” al imperialismo francés. Y ello es así porque, de todos modos, “lo que cuenta es el voto del conjunto de los Españoles y de los Franceses”, que son las únicas Naciones que hay según su propia “legalidad” y jurisprudencia.
Si el sufragio consistiera realmente en el poder del Pueblo, o llevara a él; y si así lo creyeran los Gobiernos que de hecho ejercen el poder real mientras emiten hipócritas proclamas que ocultan esa realidad, entonces estarían en contra del sufragio como lo estuvieron en el pasado cuando, dada la debilidad del Pueblo, no lo temían y se permitían despreciarlo. Pero son precisamente esas fuerzas oligárquicas y burocrático-militares las que ahora, con plena convicción y resolución, ponen los inmensos recursos de los monopolios fascistas de Violencia criminal y propaganda en el empeño de lograr el voto de las masas: medio seguro y sin peligro de confortar y legitimar su propio poder político, desde que – bajo las condiciones establecidas por esos monopolios – han conseguido recuperar y desvirtuar totalmente esos procedimientos de “votos y mayorías”.
Veamos: o bien el Pueblo sojuzgado tiene fuerza, o no la tiene. Pero aun en el primer caso, participar en las “elecciones generales” del régimen imperialista bajo sus condiciones unilateralmente establecidas (lo cual significa aceptar ese poder como legítimo y democrático) es lo mismo que perder ya antes de empezar; y en el segundo, no hay ni elecciones. La única empresa susceptible de revertir las condiciones impuestas por el imperialismo consiste en la transformación del Pueblo en agente estratégico capaz de alterar la relación de fuerzas que funda dicha realidad imperialista; es decir: en la potenciación de su fuerza espontánea de base, la cual es la condición primaria, mediante la aplicación sobre ella de estructuras ideológico-políticas elaboradas e irrecuperables para el imperialismo, que son la condición secundaria; con la cualificación estratégica de esas fuerzas como resultado. Sin fuerzas populares revestidas de cualificación estratégica, no hay política anti-imperialista.
El hecho de que la “oposición vasca moderada y no-violenta”, con el apoyo constante de la “oposición abertzale, radical y violenta” que ha “declarado la guerra caliente a la abstención”, hayan estado colaborando desde hace cuarenta y cinco años ya y sigan colaborando hasta hoy mismo en la consolidación “electoral y democrática” del régimen imperialista y fascista español de ocupación militar sobre el Pueblo Vasco y su Estado, ilustra de por sí la función real que una y otra han asumido. La Resistencia a participar en un juego que está trucado de antemano es inseparable y la primera condición del desarrollo estratégico e institucional de las fuerzas democráticas; pero éstas habían sido concienzudamente contra-restadas y arruinadas por la retaguardia orgánica, burocrática y corporativa de los promotores de “la vía institucional y la lucha armada” Pnv-Eta, desde antes y durante “la transición” española al Segundo Franquismo.
La “pugna por la mayoría” que mantiene el grupo burocrático-liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites se orienta a un objetivo imposible. La creencia o esperanza de que “muchas cosas serán posibles cuando tengamos el 80% de los votos” es una ilusión que ha ocasionado los mayores desastres desde el final de nuestras Guerras de Independencia en el siglo XIX. Ningún Pueblo ha obtenido jamás tal pseudo-democrática mayoría: ni siquiera local, en las condiciones de un régimen de ocupación militar. Como hemos indicado, los USA habían nacido a partir de la voluntad de un tercio de la población colonial bajo la dirección ilegal – y por tanto criminal, esclavista y terrorista según el derecho internacional – de Washington, Jefferson, Adams y Franklin. En cualquier caso, la situación previa a la independencia tanto en las Colonias Americanas así como en Argelia nos proporciona una enseñanza clara: bajo un régimen imperialista de ocupación militar, la norma de los consabidos tres tercios – en contra del régimen imperialista, a favor, y neutro – es perfectamente operacional, y se convierte en la totalidad tras la independencia.
Ningún Pueblo sojuzgado tiene la menor posibilidad de constituir tal mayoría bajo la ocupación militar de un régimen imperialista. Si esa mayoría no existe, por supuesto el imperialismo se valdrá de ello; pero aunque existiera, ninguna “mayoría” Pnv-Eta, por grande o total que fuera (del 80 o el 99%), haría que el imperialismo aceptara el derecho de autodeterminación del Pueblo Vasco, es decir: la independencia nacional frente al régimen extranjero de ocupación militar, puesto que “lo que cuenta es la mayoría de todos los Españoles”, según establecen la ‘Constitución’ y sus armados guardianes que detentan “los cañones: la parte integrante más importante de la constitución”.
La alternativa REAL que le ofrece a un Pueblo sometido el adherirse a semejante “política” se reduce o bien a perder las elecciones, o a provocar el cambio más o menos relativo, táctico o estratégico de la política colonial. Efectivamente, una eventual e imprudente “alza electoral” es sólo o bien el preludio de la supresión o corrección del régimen “autonómico” establecido, la señal para la rebelión militar y fascista, o el anuncio de la nueva invasión migratoria que desequilibre la balanza “electoral” y prepare la nueva “mayoría” para las nuevas “elecciones”. El “electoralismo” Pnv durante la segunda república española llevó a la sublevación militar, monárquica y fascista, a la guerra y al desastre; y el “electoralismo” Pnv-Eta de la postguerra, al aumento de la represión fascista.
El voto democrático se funda sobre la vigencia y efectividad de los derechos humanos fundamentales y ante todo del derecho de autodeterminación o independencia de los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos; por tanto, implica la exclusión y abolición previas del régimen imperialista de ocupación, es decir: la efectividad de la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos frente al imperialismo. Sin embargo, la “estrategia electoral” desarrollada por el colaboracionismo-liquidacionismo de los burócratas Pnv-Eta bajo el régimen imperialista del Segundo Franquismo es inseparable de su negación del Pueblo Vasco como agente titular de su propio, originario, inherente e inalienable derecho internacional de independencia, libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos; de su negación del imperialismo como una realidad que oprime a nuestro Pueblo y Estado; así como de su reconocimiento del régimen de ocupación militar franco-español como “legítimo, no-violento y democrático”.
Es patético comprobar cómo los mismos que aducen la supuesta debilidad – demográfica u otra – de este País a fin de negarle toda virtualidad estratégica, sean no obstante “incapaces” de descubrir la inanidad de cualquier pretensión de ganar mediante el “voto” en el marco y las condiciones del régimen imperialista: lo cual es el supuesto teórico en el que ellos hacen radicar toda su “estrategia”. Al parecer, son incapaces de comprender que “la mayoría” es algo que puede perfectamente ser fabricado, condicionado y cualificado: nadie lo sabe mejor que las clases dominantes.
Una vez que un determinado poder político ha quedado establecido al margen de los derechos humanos fundamentales, y sobre esa base despótica, pueden a continuación establecerse – mediante el procedimiento formal e integrado de “votos y mayorías” – tantos sistemas diversos y contradictorios como rectas pueden hacerse pasar por un punto. Se puede, sobre todo, construir los sistemas totalitarios más antidemocráticos que cabe concebir. El fascismo, el imperialismo, la esclavitud y el genocidio – al igual que el asesinato, el canibalismo, el secuestro (legal), o la violación de menores (y de mayores) – son perfectamente compatibles con “las elecciones, el sufragio universal, la ley de la mayoría, y la consiguiente democracia” totalitarios.
Ahora bien, si, como pretende la ideología imperialista (que “los abertzales Pnv-Eta” de nuestro País han endosado por completo), la fuente de toda legitimidad es la voluntad de “la mayoría”, lo cual esa ideología identifica además como “democracia”, entonces cualquier grupo humano puede negar y destruir “legítima y democráticamente” los derechos humanos fundamentales de un Pueblo, y reducir o liquidar así “democráticamente” a cualquier otro Estado, si puede consolidar la guerra de agresión, la ocupación militar y la anexión unilateral de ese Pueblo y Estado mediante un desplazamiento de poblaciones y una geometría electoral ad hoc: previamente creados por esa Violencia criminal, los cuales le permitan “ganar referenda o elecciones” – a los que su ideología de servicio ya ha tenido previamente la precaución de llamar “democráticos” – por “mayoría”. Sólo los agentes de “la pluralidad y la fusión”: establecidas bajo las condiciones de una criminal ocupación militar en provecho de su propia Nación agresora, dominante y colonialista, pueden “ignorar” con desvergonzado cinismo lo que eso significa para las Naciones más pequeñas – e incluso para las menos grandes – que han sido ocupadas. Que se trate de Marcha Roja, Amarilla o Verde, el procedimiento es siempre el mismo.
Pero sin derechos humanos fundamentales, y ante todo sin Autodeterminación o Independencia de los Pueblos, no hay democracia. A partir de una situación creada mediante la violación de esos derechos, el hablar de democracia es un sarcasmo que sólo presenta de ella una apariencia externa falsificada, un sucedáneo de ritos formales – “elecciones y mayorías” – que la imitan y que desvergonzadamente son presentados como democracia pero que en realidad encubren su negación: irremediablemente establecida por la violación y conculcación de los derechos humanos fundamentales. Una vez más: sin derechos humanos fundamentales no hay democracia, hay imperialismo y fascismo, a veces, con mascarada de “elecciones” periódicas bajo ocupación militar.
Con tal caricatura de “democracia” China puede – “mayoritaria y democráticamente”, según los agentes ideológicos del imperialismo – cargarse o tragarse no sólo Taiwán, Tíbet o Turquestán Oriental, como ya está intentando hacer, sino también Mongolia, Siberia, todo el Sudeste Asiático, Polinesia, Micronesia, Melanesia, el Continente Austral o cualquier otro país del mundo, los USA incluidos. Lo que ya habría ocurrido “pacíficamente”, de no haberse promulgado en su momento las leyes para cortar la llegada de inmigrantes de raza amarilla, una vez que la realización de ferrocarriles, canales y otros trabajos “de interés mayoritario” finalizó y se dejó de necesitarlos y de acabar con ellos según iban llegando, tras haberles hecho trabajar y haberles proporcionado cementerios flotantes de retorno.
Si las adecuadas condiciones políticas se diesen (bien fuera por capitulación política o, “mejor” aún, por guerra bacteriológica de gripe china o derrota termonuclear), “nada prueba” que el Imperio Chino no procedería a continuación a la transferencia de población que – en la misma relativa escala – ha realizado ya en todas partes donde ha podido hacerlo. “100.000.000 de chinos, tal vez, o 200.000.000, serían transferidos a nuestro País”. (R. Aron.)
Los desplazamientos, intercambios, repartos y cesiones de población del siglo XX: que no se denominaban aún purificaciones étnicas, han hecho surgir nuevas “democracias mayoritarias” en diversas partes de Europa: Rusia, Turquía, Grecia, Polonia, Alemania o Checoslovaquia. La inmigración-partición-exclusión de poblaciones en Palestina ha creado una “mayoría” a partir de una minoría del 0.3 % de la población judía; y la posterior partición en dos Estados independientes responde a criterios que se aplican al revés en otros lugares donde Serbios, Kurdos, Albaneses o Irlandeses son demasiado débiles para oponerse.
De este modo, la “pugna por la mayoría” de la Cav: entre el bloque Nacionalista español oficial y el grupo Pnv-Eta, estaría ya “resuelta” si el imperialismo español hubiera logrado doblar bien sea la matanza, la expulsión y la colonización de la guerra y la postguerra, o la inmigración española de los años sesenta. ¿Qué habría hecho entonces el grupo Pnv-Eta para conseguir clientela? ¿Se habría proclamado Partido de las minorías infra-nacionales, o tal vez filantrópica ONG al servicio de la infancia maltratada?
La afirmación – constante en todos los Estados totalitarios e imperialistas – del “respeto a las minorías” o del “derecho a la autonomía”, con sus correspondientes “decentralizaciones, bilingüismos, facultades opcionales y autonomías regionales”, es un manido expediente ideológico cuyo sentido real es bien conocido. El “voto particular de las minorías” prefabricadas sirve para mantenerlas en su triste condición, en espera de su liquidación final. Porque, de todos modos y una vez más, cualquiera que sea la “mayoría minoritaria” particular, “lo que cuenta es la mayoría de todos los Españoles”. La discriminación y la liquidación de las minorías e incluso de las mayorías musulmana, judía, guanche, azteca, inca, araucana; o la represión “pluralista y mayoritaria” contra la “minoría” musulmana de Argelia: “parte integrante del Pueblo francés”, son nada más que ejemplos de la forma en que los Españoles, los Franceses y sus compinches entienden “la democracia mayoritaria”.
Españoles y Franceses – comprendidos sus secuaces locales en este País – defienden la “absoluta libertad para todos de participar en las elecciones en igualdad de condiciones” (aun cuando la participación sea directa, indirecta e incluso penalmente obligatoria). Pero “todos en igualdad de condiciones” significa en realidad “todos los Españoles y los Franceses” en las respectivas elecciones españolas y francesas, y en las condiciones del “derecho” exclusivo y excluyente de los Españoles y los Franceses para montarlas e imponerlas a los demás. Todo lo cual implica su derecho a constituir su propio Estado y a destruir el de los demás por medio de guerra de agresión, conquista, ocupación militar y monopolio de la Violencia criminal.
En cuanto a los “vascos” de los que habla la normativa española (en la francesa no existen en absoluto), no son otra cosa que “españoles avecindados en tres provincias (vascongadas) españolas”, como dicen la Constitución española y el Estatuto; si bien sólo “a efectos de este Estatuto”. (Los demás Vascos no existen y, por tanto, no tienen “derechos”). Los “vascos” sólo pueden “votar” en las “elecciones” españolas como travestis provistos de la tarjeta de identidad española. Fuera de los “españoles” de las “provincias vascongadas” no hay “vascos”, y no pueden votar como tales: el término y el concepto tradicionales son recuperados y falsificados para encubrir y confortar fraudulosamente una idea distinta. Como puede verse, el doble sentido de los términos, y la ambigüedad y confusión de los conceptos, son trucos constante y deliberadamente provocados y utilizados como armas ideológicas por el imperialismo español contra el Pueblo Vasco.
Comentarios
Publicar un comentario