El gran cambiazo ideológico: el nuevo delito de “terrorismo” (10)


Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo



10 - El gran cambiazo ideológico: el nuevo delito de “terrorismo”

  

Iñaki Aginaga y Felipe Campo


La instauración del nuevo delito de “terrorismo”: característica del nuevo totalitarismo imperialista y fascista actualmente impuesto a escala planetaria, lo ha convertido en realidad en “el” delito actual y virtualmente universal, único, supremo, absoluto, total y tentacular del nuevo derecho hegemónico correspondiente al orden político del siglo XXI; un delito que ha quedado establecido por reducción, incorporación y asimilación de todos los demás. Los procesos de Berlín y de Moscú no dispusieron nunca de un instrumento parecido. Los Gobiernos de facto han buscado y encontrado en la incriminación de “terrorismo” el arma absoluta de la represión: a él se reduce – en último término – toda eventual oposición; y toda represión política es, ahora, represión del “terrorismo”. Su eficacia es tal, que se impone a toda concurrencia y desplaza a todo delito tradicional: ya sea común o político, el cual ha devenido desusado y obsoleto por su propio mediocre rendimiento comparado. Ningún Gobierno con conflictos abiertos prescinde de un chollo represivo como ése.

“Terrorismo” es y se llama ahora todo lo que el poder establecido dice que es y decide que se llame terrorismo’; es decir, todo lo que los verdaderos detentadores del Terrorismo quieren que sea y se llame. Por simple definición constitutiva, “terrorismo” no es ya una actividad objetiva, independientemente de quién la haga: es una actividad subjetiva constituida como tal en función de cuál sea su autor. Es decir: los Gobiernos, hagan lo que hagan, no hacen ni dejan de hacer “terrorismo”, porque no es y no se llama “terrorismo” lo que hacen los Gobiernos. En última instancia y suprema simplificación, la referencia subjetiva – al margen de toda referencia objetiva – decide de la calificación.

Para el poder totalitario establecido, “violencia y terrorismo” significan, son, y se llaman – por construcción decisoria y por designación y definición variables y constitutivas – cosas que hacen los demás; y “no-violencia” es el propio comportamiento, porque precisamente para ese propósito se han fabricado y designado los conceptos. Es decir, significan y son lo que en cada caso al poder político le conviene que signifiquen y sean “violencia y terrorismo”; y lo que en cada caso las supremas instancias de Violencia y Terrorismo deciden que son y se llaman “violencia y terrorismo”. “Es terrorismo lo que hacen nuestros enemigos”; con lo cual está de más toda constatación o verificación sobre el comportamiento de éstos. Puede asegurarse así: con la incontestable aunque vacua necesidad tautológica de todo truísmo, que siempre es la oposición, los otros, y nunca el poder propio, quienes cometen actos de “violencia y terrorismo”. Lo que excluye – también por tautológicamente inapelable aunque vana inferencia – toda duda sobre el carácter “violento o no-violento” de las respectivas actuaciones: de los demás y de las propias. Sin embargo, una definición que corresponda a este concepto auténtico y operacional de “terrorismo” tal como lo establecen los Gobiernos, o sea: tal como acabamos de formularlo, sería impresentable a efectos de propaganda.

Aun así, un tal concepto de “terrorismo” que sea útil o aceptable para los Estados implicados en la operación de distorsión ideológica, debe adaptarse a la finalidad de que corresponda estrictamente a sus intereses y comportamiento; conservando, al mismo tiempo, una apariencia objetiva de modo tal que su mencionada finalidad no se note demasiado. Esto es: debe falsificar y destruir – según la técnica ideológica habitual – los conceptos y los términos tradicionales de violencia y terrorismo; recuperar y transferir a ideas diferentes su negativa carga teórica y afectiva; y excluir la autoría de los Gobiernos e incluir toda Resistencia al monopolio estatal de Violencia criminal y Terror. De este modo, la unicidad del concepto general de violencia: que es aplicable a todos los actos que implican su utilización factual independientemente de quién los haga, desaparece para ser substituida por ideas y términos especiales.

Los distintos términos sinónimos o equivalentes: correspondientes a dicho concepto único, se diferencian también, de modo que no quede en la univocidad de las palabras rastro alguno de la identidad del concepto. De este modo aparecen “capacidades, medios civiles y militares, fuerza y fuerzas de combate”, por un lado; “violencia y terrorismo”, por otro. (La tendencia a la diferenciación-especialización de los términos según las dos acepciones es tan semánticamente arbitraria como prácticamente mal establecida.)

Desde los tiempos “heroicos” del terrorismo individual o estatal, los Estados tratan de reducir el concepto común y tradicional de “terrorismo” para excluirse a sí mismos de su autoría, que queda atribuida fundamentalmente a los Pueblos y a todo movimiento de liberación, nacional en particular. Gracias a la nueva ideología y al nuevo derecho sobre “terrorismo”, los Estados desaparecen como autores del nuevo “terrorismo”. Y si – por designación y definición constitutivas – los Estados “no pueden” ser terroristas, entonces tampoco pueden causar víctimas del “terrorismo”: sólo pueden causar víctimas del terrorismo los autores de atentados. Tras la llegada del nuevo desorden internacional del siglo XXI, los Estados se acusan mutuamente de apoyar, instigar o financiar el “terrorismo”, pero no de practicarlo por sí mismos. El consenso y la solidaridad de los Gobiernos en esta materia son tan amplios, que ni en el caso de “guerra preventiva contra el terrorismo” tiene curso la imputación de terrorismo estatal.

Según el totalitarismo imperialista y fascista, los atentados individuales son la única forma de violencia y terrorismo del presente. La Violencia criminal y el Terrorismo constitutivos de los Estados totalitarios, imperialistas y fascistas en tiempos de paz, y sus matanzas de masas en tiempo de guerra, simplemente desaparecen. Tras haber manipulado durante un siglo el término y el concepto de “terrorismo”, los agentes ideológicos del imperialismo han conseguido adaptarlos a las necesidades de sus monopolios de Violencia criminal y Terror.

Una interpretación a la vez super-reductiva y super-extensiva tanto del “delito” así como de la responsabilidad penal: subjetiva u objetiva, individual o colectiva, constituye el infernal mecanismo que permite la simplificación unitaria y totalitaria para identificar e incriminar, o no, a quien convenga. Esta interpretación queda establecida por una aplicación arbitraria de criterios basados en la autoría, analogía, complicidad, acción y omisión; en la comunidad de fines (no referida a fines específicos constitutivos del terrorismo sino a cualquier fin con implicaciones sobre él); en la situación social y el resultado; en la relación o el conocimiento entre personas; o en la falta de denuncia, delación o condena moral. Procedimientos todos ellos que alcanzaron destacada – aunque comparativamente moderada – elaboración teórica y práctica a partir de los sistemas jurídicos totalitarios de la ante-guerra. Todo ello convierte el actual delito de “terrorismo”: inflado, hipertrofiado y dopado por la emergencia del nuevo orden o desorden internacional, en el delito político único, por la incorporación y asimilación de todos los demás en él.

El “delito único” es querencia del derecho penal del totalitarismo, al igual que el “plato único” lo es de su régimen culinario. Ahora se llama y es “terrorismo” toda acción, omisión, hecho, finalidad, situación, asociación, complicidad, relación, comunicación, publicación u opinión no-estatal que un Estado reprueba. Es el delito genérico absoluto al servicio del Terrorismo de Estado. La incapacidad del Imperio hegemónico para imponer a la Asamblea General de la ONU una definición presentable del concepto de “terrorismo”, ha sido remediada por el Consejo de Seguridad y la Secretaría General con la confección de listas de las que se cuelga o descuelga todo lo que se quiere, sin enojosas limitaciones lógicas y jurídicas.

En las ideologías tradicionales se intentaba definir el bien y el mal – junto con sus avatares – lo más estrictamente posible; por el contrario, con el nuevo orden imperialista mundial la definición se evita deliberadamente. Pero la flagrante incapacidad de proponer una definición comprensiva, unívoca, estable e ideológicamente presentable para conceptos que son funcional y realmente diversos, contradictorios, equívocos y volátiles (una incapacidad patente tras los significativos, pregonados, patéticos y fallidos esfuerzos de la UE en tal sentido), no es una desventaja sino todo lo contrario, puesto que le permite al imperialismo aplicarlos o no en todos los casos. Tal incapacidad se remedia y substituye con la confección, publicación y puesta al día de un simple catálogo: siempre discrecional y unilateralmente revisable caso por caso, de “actividades y organizaciones terroristas”; escapando así a los inconvenientes teóricos, técnicos y prácticos de la guerra sucia ideológica.

La técnica ideológica imperialista y fascista sobre la violencia juega con varias ideas, que no sólo son incompatibles con la realidad evidente del monopolio de la Violencia criminal que sustenta el régimen imperialista y fascista sino que son también formalmente contradictorias con las propias ideas que oficialmente lo describen como “democrático y no-violento”. Obtener semejante resultado sería efectivamente imposible sin los monopolios de Violencia criminal, propaganda y lavado de cerebro, sin el Terror que inspiran, y sin la censura total que impide toda crítica de la hipocresía y la estupidez de la ideología fascista, absolutamente dominante durante más de ochenta años ya en nuestro País.

La inflación-deflación funcionales del término y el concepto de “terrorismo” sirven al imperialismo y al fascismo para el desarrollo sin trabas de la Represión y el Terror oficiales. El imperialismo y el fascismo se construyen para no dejar caminos a más “oposición y resistencia” que las que ellos mismos fabrican. El concepto y el término de violencia han pasado a integrarse en el concepto y el término de terrorismo, sin confundirse con ellos. De ser especie de la violencia, la significación, comprensión y extensión del “terrorismo” han pasado a ser un género que la supera, debido a la incorporación en él de actividades y situaciones que exceden de toda violencia.

Para la nueva ideología dominante, los términos, los conceptos y las calificaciones de “terrorismo” y “violencia”: correspondientes a la constelación ideológica de la violencia, carecen ahora de acepción unívoca, no significan o implican nada preciso, fijo o determinado, y pueden por lo mismo aplicarse a todo lo que convenga. En última instancia y suprema simplificación, significan ahora lo que – caso por caso – el poder imperial o hegemónico decide que signifiquen; lo cual permite eludir las enojosas consecuencias de toda definición.

En el actual contexto regresivo, la nueva “ley internacional” impuesta por el imperialismo, arruinando los anteriores y “subversivos” principios de la ONU al respecto, ha conseguido recuperar fraudulosa y equívocamente los términos y conceptos de “terrorismo y violencia”; no con una acepción apropiada y respectiva sino con una amalgama de ideas y significados diversos – formalmente contradictorios pero ideológicamente integrados – que se combinan, suceden, simultanean, dividen, acumulan, estiran o encojen al antojo y conveniencia del régimen totalitario (según las exigencias de su propaganda, guerra psicológica y práctica política), a fin de excluir sus propias actividades e incluir las que escapan a su poder absoluto. Las distintas versiones conceptuales se hacen valer – conjunta o alternativamente, sucesiva o simultáneamente – según su utilidad propia y diversa, en correspondencia con el misterio uno y trino de la no-violencia oficial.

En los agregados ideológicos del imperialismo y el fascismo modernos, la vaguedad y la contradicción de los términos y los conceptos no perjudican a su propaganda, ni tampoco lo hace la ausencia de toda posible definición; permiten, por el contrario, aplicarla o evitarla en cualquier caso. Sus aplicaciones son ilimitadas.

Una “calificación” analógica, puntual, elástica y discrecional de los tipos “delictivos”: en correspondencia con el modelo totalitario moderno, ofrece el grado de arbitrariedad normativa más práctico y adecuado para la política represiva de manos libres que los nuevos constituyentes del orden totalitario mundial necesitan. El terror de masas “prepara la pacificación y previene o reduce la violencia”. La pérdida consiguiente de “seguridad jurídica” en términos tradicionales, sin la cual no cabe fiducia normativa, encuentra (también aquí) compensación en la eficacia creciente – sin trabas y sin contrapartida – del monopolio represivo. (Seguridad y arbitrariedad jurídicas son conceptos relativos; tan relativos como otros principios jurídicos “universales”. Estrictamente hablando son “cualidades contrarias” en todo régimen político: ya sea despótico, totalitario, liberal o democrático. Sin su coexistencia no cabe derecho.)

Como ya se ha indicado, una interpretación extensiva, por un lado, y reductiva, por otro, modificaba enteramente la comprensión y la extensión del concepto de terrorismo. Mediante este procedimiento, todo concepto y todo término que son ideológicamente peyorativos (en especial los de violencia y terrorismo) son modificados por los agentes ideológicos del imperialismo y el fascismo de manera que correspondan sólo al adversario. Si ocurre que en la realidad su utilización corresponde a ambos contendientes, entonces se dividen y especializan en conceptos y términos distintos que oculten la identidad.

El concepto de terrorismo: originariamente referido al Terrorismo de Estado según fue practicado por el Gobierno de Francia durante el Reinado del Terror, fue retirado a toda violencia de Estado y quedó limitado a los atentados individuales, y luego a los atentados contra civiles; siendo así que, para los Estados imperialistas, los civiles son desde hace tiempo – o han vuelto a ser – no ya blanco complementario o indistinto de la Violencia y el Terror sino su objetivo predilecto: más fácil y efectivo que ningún otro. De este modo, de forma asombrosa, consiguen inducir la idea de que el Terrorismo – al igual que la Violencia – no aumenta sino que deja de existir cuando alcanza dimensiones políticas y bélicas que se supone superan el nivel de “terrorismo y violencia” actual o virtual que se atribuye a los atentados, reputados como único “terrorismo”. El cocktail molotov es terrorismo; las armas de destrucción de masas no lo son. Los atentados contra el zar o el Archiduque Austriaco, contra Sisi o Cánovas fueron terrorismo; los bombardeos de Durango, Gernika y Coventry, Dresde, Tokio, Hiroshima, Nagasaki y Gaza tampoco lo fueron.

El Consejo de Europa y la legislación francesa han eliminado incluso el elemento constitutivo del terror en su definición penal del terrorismo, que se extiende así al “terrorismo sin terror”, substituido subrepticiamente por la intimidación y el miedo. El genio jurídico-político-ideológico español: que había inventado ya la política sin violencia y las fuerzas armadas no-violentas de tierra, mar y aire, ha prescindido también de lo uno y lo otro. “¡Es terrorismo lo que nosotros decimos que es terrorismo, coño! Para eso ganamos la guerra.” ¿Para qué andarse con restricciones cuando se trata de servir a Dios y a España? Todo lo que se haga, se diga, no se haga o no se diga contra el régimen establecido es “terrorismo”: lo cual constituye una inestimable aportación del legislador español a la comunidad jurídica internacional, y a su propia lucha contra todo “terrorismo” que se oponga a su secular Terrorismo de Estado contra los Pueblos sojuzgados.

Los criterios y principios extensivos de analogía, finalidad, asociación y amalgama: mantenidos en la calificación del acto punible y aplicados para la represión y prevención del delito y demás actividades “antisociales”, son propios de todos los sistemas totalitarios, y sirven al Terror de Estado y a la indefensión – legal, administrativa, judicial y procesal – de toda oposición real. Y por si eso no fuera bastante, el ámbito mundial y los medios ideológicos y políticos del actual sistema totalitario les dan ahora un alcance sin precedentes. De ser considerado virtud o delito secundario y accesorio (una cuestión especial accesoria del régimen penal), el “terrorismo” ha pasado a ser en un tiempo récord, por designación y definición constitutivas e imperativas, el referente axial de la política y la ideología internacionales contra la libertad de los Pueblos; el substituto virtual, genérico y universal de todos los delitos tradicionales. Su inigualable rendimiento lo hace ventajosa y preferentemente aplicable a toda oposición – práctica o teórica – a los poderes establecidos. Una oposición que, tanto si es por acción como por omisión, abstención o simple opinión, puede ser ahora perseguida legalmente como “terrorismo” por la iniciativa, denuncia, delación, información, venganza o simple sospecha bien sea de los órganos, esbirros y secuaces del régimen totalitario, o de particulares cuyos intereses se beneficien de la represión.

Dado que los instrumentos más efectivos expulsan a los que lo son menos, el delito de “terrorismo” se extiende ya a todos los campos, puesto que ofrece ventajas de celeridad, radicalidad y alcance muy superiores a las vías procesales comunes. La lucha del Imperialismo y el Fascismo mundiales “contra el terrorismo” es, en realidad, el Terrorismo a discreción contra la libertad y los derechos de los Pueblos. Las listas sin criterio ni definición aferente revelan desde luego la incapacidad teórica de sus autores; pero liberan y potencian a los agentes de la Represión y el Terrorismo de Estado.

[Recientemente, un colono español: componente de las fuerzas españolas de ocupación militar de Nabarra y miembro de la policía española, y su familia, exasperados por el odio y la xenofobia permanentemente difundidos por la ideología imperialista española contra el Pueblo Vasco y su Movimiento de Resistencia presentados como “terrorismo y terroristas”, han asesinado con toda tranquilidad al panadero de su vecindad (al que desde su casa han ido a matarlo llevando su pistola reglamentaria y un cuchillo con que realizaron el crimen), mientras él estaba atendiendo su despacho de pan, tras haberlo acusado de “apoyo al terrorismo por negarse a condenarlo”. Y el Fiscal al servicio del orden jurídico colonialista y fascista español quitó importancia a lo sucedido calificándolo de “riñas entre vecinos”.

Siendo esto así, cualquiera puede imaginarlo que estos tales son capaces de hacer en comisaría con sus detenidos “no-vecinos” durante las largas y numerosas horas que pueden tenerlos incomunicados, cuando son capaces de hacer esto a plena luz del día y entrando en la casa de otros. Pero no hay que olvidar que esos criminales: demencialmente persuadidos de estar haciendo algo digno de elogio, han sido confortados durante decenios como personas “buenas, decentes, democráticas y no-violentas” por la criminal propaganda de colaboracionistas e institucionalistas Pnv. Éstos, que llevan casi medio siglo calificando al régimen imperialista y fascista español de “democrático, no-nacionalista y no-violento”, llamaban – incluso la víspera misma del asesinato – “alimañas y desalmados” a quienes no hacían como ellos: someterse y condenar la Resistencia contra el Fascismo español.

Sus subterfugios no engañarán a nadie. Su condena del derecho de legítima defensa  de nuestro Pueblo (totalmente al margen de si ésta se realiza correcta o incorrectamente), y su no-condena del criminal régimen imperialista franco-español de ocupación militar, los sitúan para siempre en su verdadera posición. Su labor de engañar al Pueblo que dicen representar, y de apoyar y confortar al fascismo imperialista franco-español, no ha podido ser más repugnante, flagrante y completa.]

Al igual que en las mejores épocas del despotismo oriental a la española, “Estamos viviendo tiempos difíciles, en que no se puede ni hablar ni callar sin peligro” de ser incriminado. Sin embargo, ni la Inquisición, ni el Tribunal de los Tumultos (“Tribunal de la Sangre”), ni el Comité de Salud Pública y el Tribunal Revolucionario, ni el Tribunal Popular Soviético, ni la Ley de Defensa de la República española, ni el Macarthismo, contaron con una instrumento incriminatorio comparable al actual “delito de terrorismo”, para hacer incurrir en el nuevo tipo criminal a quien se necesite reprimir. ¿Por qué privarse de un hallazgo jurídico-ideológico parecido? Al menos mientras dure o no se desgaste demasiado, o no se encuentre algo mejor.

Todo derecho queda ahora subordinado a la guerra contra el llamado “terrorismo”, la cual no conoce límites territoriales, institucionales, sociales e internacionales de ninguna clase. Delitos y crímenes especiales, leyes especiales, policías especiales con poderes y tratamientos especiales, tribunales especiales, procedimientos especiales, penas especiales y armas especiales implementan sin limitación el principio de especialidad reinante. Sin embargo nada tienen de excepcional ni de medidas provisionales o de urgencia, salvo para los colaboracionistas y los cómplices “vascos” del imperialismo franco-español, quienes pretenden hacer creer que esa dominación “normal” imperialista y fascista sobre el Pueblo Vasco y su Estado es el estado normal de la legalidad democrática. La actual política global “anti-terrorista” es una ley marcial, o un permanente estado de sitio o de guerra, en una estrategia de guerra. En ese contexto, las fuerzas reales del Estado imperialista y fascista actúan directamente, sin las mediaciones, los frenos y las limitaciones que los logros o ilusiones democráticos habían preconizado o establecido.

La distinción o la confusión entre los delitos “comunes” y los “políticos” no afecta en nada al nuevo delito de “terrorismo”, que ha saltado sin dificultad y en ambas direcciones de unos a otros, y que ahora, debido a su régimen especial, es exorbitante y fagocitante de ambos. En consecuencia, el vocabulario ha sido modificado en perspectiva represiva: dada su fuerza de expansión e imposición, los agentes que conforman el vector ideológico despótico y autoritario de la sociedad dominante son los que establecen el supuesto sentido “correcto y verdadero” de las palabras. “Abandonada esta cuestión a las luces y a la conciencia” – bien conocidas – de los jueces, la calificación de “terrorismo” se utiliza ahora de preferencia, en total substitución de los socorridos y más nefandos delitos comunes y políticos tradicionales: violencia, bandidaje, piratería, pillaje, asesinato, incendio y estragos, secuestro, subversión, sedición, insurgencia, rebelión, traición etc.; calificaciones éstas que han quedado obsoletas por ser de rendimiento muy inferior.

Por otra parte, las tradicionales imputaciones de carácter político tales como “anarquistas, comunistas y separatistas” se substituyen ahora por las “comunes” de “malhechores, sinvergüenzas, chulos, canallas, granujas, gentuza, basura, alimañas, psicópatas, indecentes” etc. Finalmente, las acusaciones políticas se complementan con las “mociones y suelos éticos” (“ética” impresiona más al vulgo, y para los pedantes farda más que “moral”, aunque ni unos ni otros saben de qué va la diferencia); dejando los derechos fundamentales del Pueblo Vasco y en particular su condición previa: el derecho internacional de autodeterminación o independencia, por debajo del suelo, es decir enterrados.

Con toda desvergüenza, los “nacionalistas vascos” oficiales afirman al unísono junto con todo el Franquismo: tanto en su versión tradicional del Partido del Movimiento-Pp así como en la transitiva y Nacional-socialista de Falange-PsoE (que son los aliados alternativos del “gran” Pnv en la tarea), que “aquí no sobra nadie”; nadie que sea imperialista, por supuesto. Para esos agentes del imperialismo, aquí sólo sobran los Derechos Humanos Fundamentales y quienes denuncian su secular conculcación por el criminal imperialismo franco-español contra el Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra. Y cuando los desastres causados por el imperialismo sobre otros Pueblos agredidos y desplazados de sus tierras son ya irreparables, aparecen entonces las hipócritas apelaciones de esos impostores respecto al derecho humanitario.

Pero en sus labios, esa apelación al “derecho humanitario” es un repugnante sarcasmo que tiene por finalidad el encubrir su silencio – de hecho aceptación – ante la falsificación, el sabotaje, y la conculcación de los Derechos Humanos Fundamentales (y ante todo de la Autodeterminación o Independencia de los Pueblos sojuzgados y la integridad sus Estados legítimamente constituidos sobre el principio de la Autodeterminación de los Pueblos), e incluso ante la perpetración de crímenes de guerra, crímenes contra la Humanidad y genocidio a manos del imperialismo terrorista. Al parecer, lo grave no es que los criminales imperialistas y fascistas conculquen y liquiden esos Derechos Humanos Fundamentales, siempre que al hacerlo respeten un “derecho humanitario” (¿!) en sus bombardeos y crímenes masivos contra la población civil.

El espectáculo de estos farsantes: solicitando respetuosamente al criminal agresor respeto al “derecho humanitario” y a las “leyes de la guerra” mientras lanza sus bombas sobre edificios de ciudades densamente pobladas y sobre hospitales de la Franja de Gaza, y mientras comente otros crímenes de guerra y contra la Humanidad como lo es el dar un ultimátum exigiendo el desplazamiento de poblaciones de sus hogares (“es imposible la evacuación de esos millones de personas en 24 horas”, osan decir estos miserables “paladines de la justicia internacional” por toda respuesta frente a esos crímenes, en vez de exigir su cese inmediato y denunciarlos como los horrendos crímenes que son), quedará en la historia para su vergüenza.

Una vez que ellos han contribuido al logro de los objetivos del imperialismo: la destrucción de los Derechos Fundamentales de esos Pueblos y Estados, a continuación y para tranquilizar sus miserables conciencias, fingen solicitar “respeto al derecho humanitario” al agresor que ha destruido esos Derechos Fundamentales y ha cometido esos crímenes mientras ellos callaban. Tras haber contribuido al despojo, a continuación solicitan moderación en la comisión de esos crímenes y una limosna para los despojados.

Teóricamente, a efectos de atribuir responsabilidad penal de acuerdo con el nuevo tipo delictivo “terrorista”, pierde importancia el fin político perseguido por la Resistencia y sólo importa el medio, cuando éste se considera reprobable; lo que facilita la alianza internacional contra la disidencia. Ahora bien, el manido aforismo “el fin no justifica los medios” (de los demás), que no ha convencido nunca a logicistas ni a políticos, ha quedado completamente trastocado, y son ahora los medios los que descalifican el fin en sí mismo. Y el fin así descalificado, descalifica a su vez a todos sus partidarios – aunque no todos ellos participen de los mismos medios – por simple analogía de fines. La analogía: medio de tipificación penal característico del totalitarismo moderno, permitía la modificación discrecional de la calificación del delito. La simple comunidad de fines (con independencia de los respectivos medios), y la simple analogía de medios (al margen de los fines), induce una calificación que extiende el “terrorismo” fuera del campo de los medios o los fines, según el caso. En lugar de establecer una designación y una calificación deducidas a partir del delito y del delincuente, las ideas determinantes son ahora la protección, la seguridad y la libertad de las personas y los bienes; naturalmente de los imperialistas y fascistas.

Los simples y banales enunciados tradicionales de los “delitos”, y sus circunstancias agravantes (indefensión, premeditación, alevosía etc. detallados en la jerga ideológico-jurídica tradicional), permitían ya apreciar que tales actos, hechos o situaciones: constitutivos y modificativos de la responsabilidad penal de un delincuente o enemigo político, son un decalco peyorativo de los mismos hechos que un régimen político considera meritorios y que recompensa con homenajes, promociones, distinciones honoríficas, y substanciosos aumentos, cuando son obra de sus propias “fuerzas armadas no-violentas”. (La oposición y la revolución invierten el orden de los factores.)

Northumberland.- Detente, Clifford! No le concedas el honor de que él [York] pueda herirte en el dedo [en un combate personal con él], incluso si con ello tú le atraviesas el corazón. [...] Es privilegio de la guerra el aprovechar todas las ventajas, y dar la batalla a diez contra uno no es desdoro del valor. (Ellos agarran a York, que se defiende.)

Clifford.- Sí, sí; así se debate la becada con la trampa.

Northumberland.- Así lucha el conejo en la red.

York.- Así triunfan los ladrones sobre el botín que han conquistado; así ceden las gentes honradas, ante salteadores así de abundantes. (W. Shakespeare; Henry VI Pt 3, I, iv.)


“El plan de la guerra consiste en atacar al enemigo a diez contra uno y, si se puede, matarlo por la espalda.” (General Mola.)


Mayor Grau: Uno de ellos (los Generales) es un... un asesino.

Inspector Morand: ¿Sólo uno? Pero el asesinato es la ocupación de los Generales.

Mayor Grau: Bien, digamos entonces que lo que es admirable a gran escala, es monstruoso en la pequeña; y mientras que debemos conceder medallas a los asesinos en masa, la Justicia debe castigar al pequeño... emprendedor [entrepreneur].

Inspector Morand: ¡Bien expresado! (“La noche de los Generales”, 1967.)



El establecimiento de una idea ‘loose’ de “terrorismo” permite la incriminación y la persecución arbitrarias de todo lo que se quiera; y por ello la eficacia kafkiana del Terrorismo de Estado es tanto mayor, puesto que indeterminación, arbitrariedad y universalidad, o sea: la imprevisión e indefensión ante su ineluctable eventualidad, son sus notas institucionales. No cabe hacerse ilusiones: para el totalitarismo, el objetivo no es descubrir ni fijar ni depurar culpabilidades y responsabilidades individuales sino perseguir y debilitar la Resistencia, la Oposición actual o virtual. Incluso sobre la Resistencia ideológica a los monopolios totalitarios de propaganda imperialista y fascista se cierne ahora la acusación de “apología terrorista del terrorismo”; lo que resuelve la cuestión por la vía rápida (y “no-violenta”). Poco importa quién caiga ni por qué: la Violencia criminal y el Terror de Estado indiscriminados y de masas destruyen la base social y modifican el comportamiento colectivo.

Una vez que las masas han sido previamente condicionadas por los Terrorismos de Estado nacionales e internacionales establecidos a lo largo del siglo veinte, la denotación y la connotación arteramente asociadas al “terrorismo” consiguen provocar en ellas reacciones particularmente negativas y repulsivas. Los grandes espantajos tradicionales agitados por la ideología del imperialismo y el fascismo: liberalismo, anarquismo, socialismo o comunismo, implicaban al menos visiones y proyectos de sociedad. Tras el final de la guerra fría y el duopolio nuclear, esos “peligrosos fantasmas que recorren el mundo” han sido substituidos por el “terrorismo”: el enemigo genérico, multi-uso, virtualmente aplicable a todo y compatible con todo. Que sea blanco o rojo no importa; lo que cuenta es si se emplea para oponerse al orden establecido, en cuyo caso es “terrorismo”.

Finalmente, en el nuevo “terrorismo”, el terror: nota que debería ser la esencial, deviene “técnicamente” accidental. Es ahora y se llama “terrorismo” todo comportamiento o idea que un agente político combate, aunque su naturaleza o relación de violencia y terror falte por completo. Es la única definición que los cuerpos “legales”: con el obligado cinismo que exige la práctica represiva, han sido capaces de formular. Su descripción se remite a la acción, la complicidad y la preparación de la violencia contraria al régimen político totalitario establecido. Se evitan de este modo eventuales e indeseables problemas prácticos de calificación e imputación.

El efecto de succión que el nuevo tipo de “delito universal” ejerce sobre los tipos penales tradicionales es irresistible: ¿cómo no reemplazar los antiguos por uno nuevo que ofrece facilidades mucho mayores para la calificación y el procedimiento; con su simplicidad, efecto rápido, economía de tiempo y dinero, y superiores resultados? El método más eficaz substituye irremediablemente a los que no lo son o lo son menos. Incluso las querellas “privadas” se remiten a él, como ha ocurrido siempre en los períodos agitados de revoluciones y contra-revoluciones.

El término y la idea de “víctimas de la violencia y el terrorismo” se adaptan igualmente – por designación y definición constitutivas – a fin de incluir en ellos a los agentes del imperialismo y el fascismo (a quienes las “autoridades” reconocen, honran, exaltan, suplican, indemnizan, compensan y recompensan), y de excluir, perseguir, olvidar, condenar, humillar e injuriar a las innumerables víctimas del Terrorismo imperialista y fascista: en primer lugar a los Pueblos sojuzgados y oprimidos durante siglos. Es un síntoma del abyecto derrumbe material y moral de la oposición oficial, armada o desarmada, el hecho de que los colaboracionistas y cómplices “vascos” del imperialismo franco-español participan activamente de esa propaganda oficial.

“Bien y mal, justo e injusto, anti-terrorismo y terrorismo” se identifican a veces con “democracia y anti-democracia”. Sólo la violencia supuestamente “anti-democrática” es y se llama “terrorismo”; un criterio de imposible correspondencia con la realidad, incluso aun cuando – o precisamente porque – ésta: a pesar de estar constituida por la Violencia criminal y el Terrorismo de guerra y de Estado, ha sido falseada y declarada “democrática” por los monopolios totalitarios de propaganda, guerra psicológica, adoctrinamiento e intoxicación ideológica de masas.

Calificación, definición, designación, identificación, determinación y reconocimiento del “terrorismo” se establecen según apreciaciones y evaluaciones cuantitativas y cualitativas de conjunto, inseparables de la constelación conceptual y terminológica en que se realizan. Una vez dejada la calificación de un conflicto al arbitrio unilateral de los contendientes, la norma internacional desaparece, substituida por la propia norma nacional o el conflicto armado; al igual que la noción medieval de “guerra justa e injusta” y la norma correspondiente desaparecieron cuando quedó instaurado el “positivismo ascendente”, para dejar dichas categorías reservadas a la “apreciación” subjetiva de los Estados.

En una organización social donde la teoría política es simple sirviente ideológica – programada y manipulada – del poder totalitario establecido, el término y el concepto de “terrorismo” son el nuevo instrumento de condicionamiento ideológico terrorista de masas. Hace subir no la saliva sino la adrenalina de los pacientes, así como el miedo como pulsión política primaria y primera; genera o aumenta de inmediato el odio al otro y las fobias controladas e incontroladas; y desarrolla y canaliza el instinto de agresión y muerte. El nuevo concepto de “terrorismo” se ha mostrado incomparable como cobertura, justificación o descalificación política de todo cuanto se refiera a él. Oponerse contra ese “terrorismo” resulta más eficaz, rápido, rentable, popular y movilizador que hacerlo contra el Anarquismo, el Comunismo, el Fascismo y el Nacionalismo, o contra la guerra y la violencia en general.

Los grandes terrores tradicionales de las clases dominantes ceden ahora el lugar y se engloban en el nuevo y super-performante hallazgo jurídico-ideológico del “terrorismo”. Los delitos políticos tradicionales: “sedición, traición, rebelión, insurrección, subversión, comunismo, anarquismo, separatismo, bandidismo, piratería o pillaje”, al igual que sus agentes respectivos (con el serial killer – y la problemática psiquiátrica que suscita – como diversión), tenían un contenido político caracterizado y un objetivo – general y diferencial – más o menos reprobable o criticable. En cambio, la censura contra el “terrorismo” queda siempre incorporada a un contexto más amplio. No todo el mundo cabe en un concepto estable y definido de comunismo, anarquismo etc.; pero todo el mundo cabe, por simple inclusión, en una lista o catálogo de “terroristas” establecida y actualizada sin referencia conceptual confesable o confesada. No todo el mundo puede ser fácilmente tildado – aunque a veces se ha hecho – de comunista o anarquista etc., ya que son conceptos que se construyen, cuando menos, por referencia concreta a la propiedad, la Nación, el Estado o la Religión. En cambio todo el mundo puede ser denunciado como “terrorista”, por cuanto que este término no significa nada o todo lo que se quiera. La ventaja ideológica se logra por la superioridad cuantitativa de propaganda: el bando que lo repite más veces gana la apuesta.

Sin embargo, un concepto que se extiende a todo y a todos, y que no diferencia nada, tiene que “completarse” con otro más estrecho que sólo se extienda al adversario. La ideología imperialista y fascista actual recupera sucesiva y simultáneamente el término y el concepto “vulgares” del terrorismo, a fin de utilizar la repugnancia y el miedo que éstos inspiran en las masas populares; pero transfiere a continuación su connotación psicológica a un contenido distinto que coexiste con ellos y que corresponde a las funciones política y jurídica asignadas al nuevo concepto reducido. Una vez más, ideas formalmente diversas y contradictorias se asocian en el cuerpo global de la ideología dominante. Dadas las necesidades de ésta, un doble concepto/término de ‘terrorismo’ le permite asociar eficacia política y propaganda, al igual que sucede con el concepto/término de ‘violencia’.

Ni el conocimiento vulgar ni el científico son herramientas que puedan explicar o justificar la deriva conceptual y semántica que ha llevado a producir el monstruo ideológico informe y proteiforme que ahora llaman “terrorismo”. El nuevo “terrorismo” es, ante todo, un invento ideológico, un arma de destrucción masiva al servicio de la propaganda y la guerra psicológica imperialistas y fascistas, una creación del nuevo totalitarismo a escala mundial. Solo el Fascismo podía idear, implementar y usar de tal procedimiento. Al usarlo, se califica a sí mismo.

Las ilusiones que los Pueblos sojuzgados se hacen sobre la paz, la libertad y la democracia persisten y resisten a toda experiencia: ni siquiera las terribles guerras calientes o frías del catastrófico siglo XX han acabado completamente con ellas. Cuanto mayor es el desastre, más motivos tienen las masas oprimidas para refugiarse en sus paraísos ficticios, y más facilidades tienen los poderes reales para distribuir los narcóticos y alucinógenos ideológicos que las mantienen en su triste condición de rebaño pasivo, sin conciencia ni voluntad ni capacidad que no sean las que les vienen impuestas por la estructura de dominación totalitaria establecida.

En 1914-1918 se les hizo creer a los Pueblos que la victoria del imperialismo occidental sobre las hordas germánicas dejaría el campo libre para la paz, la libertad y la democracia. En 1945 creyeron lo mismo, una vez que las potencias del Eje: los malos Nacional-socialistas y sus aliados, fueron derrotadas contando con la problemática e inquietante ayuda de sus iniciales aliados: los malos Bolcheviques, convertidos en casi buenos anti-fascistas pero inmediatamente reconvertidos en malísimos comunistas, mientras los antiguos malos del Eje se convertían en buenos demócratas occidentales. El Fascismo Nacionalista español: bastión de la “democracia orgánica” franquista y punta de lanza de su Cruzada contra la barbarie moscovita, ni siquiera tuvo que convertirse en nada, y con la ayuda de la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites pasó a ser democrático de la noche a la mañana incluso sin depuración formal; por supuesto manteniendo su régimen imperialista de ocupación militar sobre el sojuzgado Pueblo Vasco.

Con el derrumbe de la Unión Soviética, desaparecieron al fin todos los obstáculos a la reconciliación pacífica de la Humanidad en libertad, democracia y progreso. Pero he aquí que el nuevo Imperio universal hegemónico y sus satélites “revelan” contradicciones y suscitan oposiciones que cristalizan se aglutinan en “el Eje del Mal y el terrorismo internacional”: tanto más peligrosos por cuanto que son más abstractos e indeterminados. Ya no hay malos fascistas, o comunistas o anarquistas, ni terrorismos de Estado o individuales: sólo hay malos y terroristas a secas, lo que permite calificar o descalificar todo lo que se quiera. Y todo el mundo se ha apuntado para hacer lo mismo.

La consiguiente “guerra de un nuevo tipo” contra el “terrorismo” será larga y dura. Por ahora conlleva el desmantelamiento totalitario de todas las libertades, la abolición de los derechos humanos fundamentales a escala global, y el refuerzo del Imperialismo y el Fascismo. [Pero tendrá, seguramente, como resultado el triunfo definitivo del Bien sobre el Mal; y paz, libertad y democracia. (Continuará.)]


(De: ‘Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo’.)

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