La nueva incriminación de “terrorismo”: arma de represión global (11)


Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo



11 - La nueva incriminación de “terrorismo”: arma de represión global


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


Las ventajas que el delito de “terrorismo” así establecido ofrece a la represión totalitaria de la acción gubernamental son incomparables; son tales, que ninguna figura delictiva puede competir con él. Con la implantación del nuevo delito supremo de “terrorismo”, los derechos humanos fundamentales y las garantías políticas internacionales y tradicionales: constitucionales, legales, judiciales y procesales, por precarias que hayan podido ser, desaparecen ante él. Sanciones, presión y represión se agravan cada vez más y se extienden sin limitación.

El principio de legalidad: que fundó la versión moderna oficial del “Estado de derecho” como “imperio de la ley”, da paso a la arbitrariedad política, legal, policiaca y judicial característica del Terror totalitario. Si hubo un tiempo en que el bardo se sentía en la necesidad de denunciar en su canción I know the police cost you trouble: they cost trouble everywhere, ahora la policía, incluso en Londres, puede impunemente detener o meter siete tiros en el cuerpo – matándolo – a un viandante que circula demasiado deprisa, incluso si lo hace para no perder el metro en su camino al trabajo. Cualquier juez, bajo su “íntima convicción”, puede encerrar a cualquier ciudadano; o bien su orden de caza y captura lo perseguirá por el mundo entero. Todas las condiciones del Terror de Estado, ahora globalizado, se encuentran potenciadas al extremo posible.

Lejos de ser un handicap ideológico, la indeterminación del concepto de “terrorismo” permite su aplicación universal. Todas las amalgamas son posibles, puesto que toda actividad indeseable es reductible al “concepto” único. Y toda actividad incorporada al todo “terrorista” es imputable a cada componente parcial, según su pertenencia a la lista funcionalmente confeccionada; lo que permite la transferencia y aplicación del odio y la venganza globalizados sobre cada elemento o individuo. El nuevo concepto de “terrorismo” es el arma ideológica absoluta y global.

El nuevo delito de “terrorismo”, implantado, fomentado y fabricado por la Potencia hegemónica, es el Terrorismo universal, fundamental y supremo del Poder totalitario establecido: primer recurso y ‘ultima ratio’ de la nueva política mundial. Este nuevo Terrorismo, así establecido y restaurado, se extiende ya sin límites a toda la realidad internacional. Todo régimen político adherente al pacto de “legítima defensa colectiva” de los Estados totalitarios tiene apoyo y carta blanca para la represión sin restricciones de toda oposición ideológica y política, y de toda realidad social que de algún modo la sustente. Toda oposición a uno de los Estados “signatarios” del pacto afronta también, en justa y solidaria correspondencia, la vindicta y la excomunión de los nuevos amos del mundo y del conjunto de los Estados vasallos. La Resistencia democrática de los Pueblos y sus legítimos Estados frente al Imperialismo y al Fascismo es el blanco principal del nuevo sistema internacional de represión política; una línea de actuación inmediatamente asumida por todos los Estados totalitarios del Mundo. Ante el objetivo de “combatir la violencia y el terrorismo”, todas las barreras reales o ficticias que trataban de poner freno a la Violencia, el Terrorismo y la Guerra de Agresión han saltado en todas partes.

A partir de ahí, guerra, terrorismo, resistencia, derecho, luchas de liberación y autodeterminación, agresión, represalia, intervención, incursión, legítima defensa, legítima defensa preventiva, injerencia e injerencia humanitaria: al igual que Estado, Pueblo o Nación, son conceptos constitutivamente correlativos a la ideología del totalitarismo, y son en consecuencia correlativamente interpretados, adaptados, falseados y destruidos para cubrir o justificar el propio comportamiento y descalificar el de los demás. Mientras su excesiva explotación no agote el filón, ningún agente político dejará en el futuro de calificar como “terrorismo” toda actividad o situación que se le oponga, ni calificará como terrorismo las suyas propias. Cada Estado hace o interpreta las normas y los conceptos según le conviene. Jamás un Estado ha calificado su propio comportamiento como guerra injusta, agresión o crimen contra la humanidad, ni ha calificado el de los demás de guerra justa, defensa legítima o injerencia humanitaria. En este sentido no cabe hablar de un concepto común de “terrorismo”: hay tantos terrorismos como agentes políticos.

El concepto de“terrorismo” deviene tan relativo como el de Estado o Gobierno, el de guerra justa o injusta, o el de agresión y de legítima defensa. La apreciación depende de la comprensión y la extensión de la idea de legalidad; depende de la interpretación y el punto de vista propios, los cuales devienen intercambiables y transformables según la coyuntura, la oportunidad y las circunstancias.

Los rebeldes chechenos y sus caucásicos vecinos eran calificados ya como bandidos, malhechores, ladrones y asesinos – antes de ser “terroristas” – desde las primeras campañas expansionistas “pacíficas y pacificadoras” de la “gran” Catalina, impulsora del imperialismo ruso. Los sucesores de ésta continuaron su “pacífica” labor Terrorista: “Nunca descansaré mientras un solo Checheno quede con vida”, y “deseo que el terror de [asociado a] mi nombre guarde nuestras fronteras con más potencia que cadenas de fortalezas”, dijo el genocida General ruso Alekséi Yermólov, “responsable de implementar [en el Cáucaso] una serie de políticas que [...] muy bien podrían calificarse de terrorismo patrocinado por el Estado”. Hasta llegar a los actuales “demócratas” kagebistas-putinistas, que dan instrucciones y exhortan a sus seguidores para “ahogarlos en los retretes” (Putin dixit) allí donde los encuentren. Todos ellos son Resistentes y Freedom fighters: luchadores por la libertad y la liberación nacional contra una guerra colonial y cosas parecidas, según otras y más acertadas perspectivas.

Los Padres Fundadores de los USA fueron terroristas avant la lettre para el Gobierno y las leyes británicos; después, los Aborígenes americanos fueron exterminados como bandidos y salvajes sin fe ni ley. Los revolucionarios franceses y los activistas contra el orden de Vichy eran terroristas según ellos mismos o según los demás. El régimen soviético y su Terrorismo eran puro gangsterismo para el derecho de los USA hasta 1933. Y así seguimos, con el infame acuerdo de las Grandes Potencias “democráticas”, que han masacrado y esquilmado el mundo entero mediante su Terror de masas atómico y convencional.

En Nigeria, Katanga o Biafra se hizo patente que la ola de decolonización africana no resolvía las discrepancias de la “comunidad internacional” con respecto al derecho de autodeterminación, y la situación permanece bloqueada. La represión francesa en Argelia invocaba el derecho de autodeterminación del Pueblo francés contra el terrorismo; puesto que, donde no hay más Pueblo que el francés, “Francia no puede luchar contra sí misma”. De este modo: una vez que la realidad quedaba negada y la lógica formal destruida mediante la petición de principio, la represión del “terrorismo” sólo podía consistir allí en acciones de policía y pacificación. Del mismo modo, los “contra” de Nicaragua, armados por los USA, eran terroristas o fuerzas democráticas, según los gustos. Los mujaidin de Afganistán son o dejan de ser una cosa u otra, simultánea o sucesivamente, según el punto de vista y el momento de la guerra o la postguerra fría; al igual que los peshmerga de Kurdistán y los fellaha de Argelia.

El Derecho Internacional, según las NU, excluye del término y el concepto de terrorismo los actos legales de violencia estatal, las guerras y los conflictos armados internacionales, en los cuales están incluidas las luchas de autodeterminación de los Pueblos, la legítima defensa y la Resistencia contra la agresión. Excluye también las represalias, las intervenciones en defensa de la libertad, la democracia, la seguridad, el equilibrio, la paz y los derechos humanos, las injerencias y protecciones humanitarias, las guerras y los conflictos civiles, la beligerancia, la guerrilla y la insurrección. (Cfr. las guerras de Irak y Afganistán con las guerras coloniales llevadas a cabo “contra” los sacrificios humanos, o los atentados contra misioneros.)

Pero no es cosa de limitar el campo de aplicación de tal chollo ideológico; y así, a la reducción conceptual del “terrorismo” sucede su ampliación. De este modo, la “excepción terrorista” desconecta el derecho de la guerra en relación con los “casos de terrorismo”. La “guerra al terrorismo” permite “pasar” de las leyes de la guerra y de todas las Convenciones y Resoluciones sobre “Derecho Humanitario en los conflictos armados”. (Afganistán, Guantánamo.) Más aún, esa excepción deviene norma total y totalitaria: cualesquiera que sean su fin, autor y extensión, el concepto de “terrorismo” se extiende a toda acción violenta – ya sea limitada (atentado) o ilimitada (guerra o conflicto armado) – que se ejecute contra el régimen que lo define. De hecho, el concepto de “terrorismo” preside y revisa el concepto de guerra o conflicto armado.

Cuando ambos concurren, la guerra de agresión no descalifica a su Terrorismo, mientras que el “terrorismo” de quien ha sido calificado como tal descalifica a su guerra defensiva. El Terrorismo de Estado recalifica la guerra y los conflictos armados, ya sean internacionales o “civiles”, que pasan a ser designados según conviene al poder de facto del Estado totalitario. Se excluyen así – sólo a sentido único – las leyes de la guerra o de los conflictos armados, las cuales no se aplican al “terrorismo y los terroristas”. Efectivamente, y “como es evidente” según la “lógica” establecida, no hay leyes de la guerra ni de los conflictos armados donde no hay guerra o conflicto armado sino sólo por un solo lado, ya que por el otro no hay guerra sino “terrorismo”. (A reseñar a este respecto: la reciente “Declaración de guerra al terrorismo” por la Potencia hegemónica tras los bombardeos de New York; la cual, referida a esos atentados, mejora el concepto insólito – aunque no inédito – de “guerra” a sentido único, con o sin “contra-guerra”. De este modo, “guerra y contra-guerra” se substituyen ahora por “guerra y terrorismo”.)

Puede haber “guerra justa o injusta” pero no “terrorismo justo o injusto”; lo cual hace relativa, ponderada y casuística la reprobación de la primera, pero absoluta la del segundo. El “terrorismo”: “intrínsecamente perverso”, es el nuevo arquetipo de la maldad absoluta, sin mezcla de bien alguno, en la imaginería popular. La nueva ola cinematográfica impulsada por la Administración hegemónica ha encontrado en el “terrorismo” el “malo” ideal y arquetípico, que toda la ambigua producción precedente no había acertado a perfilar.

Los poderes dominantes han canalizado todo el horror y la repugnancia que su propia conducta inspira, y los han dirigido contra el nuevo objetivo político e ideológico que llaman “terrorismo”. Han aprovechado el fin de la guerra fría y la desorientación de las aturdidas poblaciones, para trastocar y arruinar sorpresivamente y en brevísimo tiempo el orden o el desorden estatal e internacional, y el fundamento y la estructura de defensa de los Derechos Humanos.

Todos los Estados totalitarios – por supuesto pretendida y oficialmente democráticos – que se encuentran enfrentados a conflictos que no están dispuestos a resolver mediante el respeto de los Derechos Humanos Fundamentales (y ante todo por el respeto del derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos: “primero de los derechos humanos y condición previa de todos ellos” según el Derecho Internacional contemporáneo de las NU), denuncian como “violencia y terrorismo” el internacional y fundamental derecho de legítima defensa que un Pueblo sojuzgado ejerce contra el Terrorismo del Estado ocupante, correlativo de su derecho de autodeterminación o independencia incondicional e inmediata.

El Gobierno francés exige sin descanso la renuncia “a toda violencia” en Córcega, como lo había hecho antes en Argelia, en Madagascar o en Indochina, mientras refuerza sin cesar su propio monopolio de la Violencia criminal sobre la Isla conquistada y ocupada a sangre y fuego: un “territorio francés donde el Gobierno responderá a la violencia con la fuerza”. Para que no haya dudas sobre la “fuerza” de la que se está hablando, “la Marsellesa”: penalmente protegida por la ley francesa, sigue incitando a empapar la tierra con la sangre impura de los demás; por no hablar de la “force de frappe” de Francia: la bomba termo-nuclear, arma terrorista de destrucción masiva e indiscriminada. El desdoblamiento funcional de un concepto, que es único e idéntico, en los términos de “violencia”, por un lado (que designa lo que hacen los demás); y “fuerza”, por el otro (es decir, la violencia propia), sirve como es obvio a una deliberada mistificación ideológica.

Al igual que ocurre en la propaganda “clásica” sobre la violencia, el concepto realista – técnico y práctico – de “terrorismo” funda y contradice a la vez la ilusión y el engaño ideológicos. Es decir, el concepto y el término tradicionales de terrorismo son conservados y utilizados para recuperar su valor afectivo, que es un eficaz condicionante de la psicología social; y mediante esa confusa transferencia ideológica, se encubren y justifican los nuevos criterios realistas y prácticos. Así pues, la ideología dominante conserva el término de “terrorismo” con su concepto primitivo, pero reducido y ampliado a la vez. De esta forma consigue recuperar la carga psicológica negativa de esa idea, que es fraudulosamente transferida a ideas diferentes.

El nuevo “terrorismo” es así un aglomerado conceptual autosuficiente: cerrado, independiente, indefinido e indefinible, impreciso, variable y contradictorio, universal, multi-uso, impresentable e indiscutible, objetivamente ampliado a toda violencia contra el régimen que lo determina, y subjetivamente modulable y modificable. El resto es forma indiferente que no interesa: tanto da que se presente bajo la forma de anarquismo, comunismo, nacionalismo o islamismo. La nueva idea de “terrorismo” evoca, provoca y utiliza el miedo; pero el miedo “puro”, con independencia de otras determinaciones. Para los pacientes a quienes está destinada esta trampa ideológica, el “terrorismo” no tiene otro fin ni otro medio que él mismo.

Por supuesto, el terrorismo propio es tan bueno que no es ni terrorismo, ni se llama terrorismo, ni cabe en el “moderno” concepto de ‘terrorismo’. Al igual que ocurre con el desdoblamiento terminológico y conceptual de la constelación ‘violencia/fuerza’, el correlativo desdoblamiento entre ‘terrorismo’ (lo que hacen los demás) y ‘represión-contra-el-terrorismo’ (que es como el poder totalitario llama a la Resistencia) sirve para destruir la noción única que muestra la identidad de contenido – comprensión-extensión, según la lógica formal – del concepto “vulgar” de violencia: común a todos los actos políticos, tanto si son despóticos como si son democráticos.

El “terrorismo” no se define: se nombra y se enumera. La primera Administración Atómica y Terrorista del mundo ha establecido unilateral y arbitrariamente la lista de agentes, Pueblos y Estados “terroristas” sobre la Tierra; y ello sin recurso ni defensa posibles, y sin definición alguna que permita a los Pueblos y las personas libres afectados impugnar esa enumeración. Mientras tanto, correcciones y adiciones a esa lista se realizan por simple demanda de los más viles, reaccionarios y criminales políticos y gobernantes que el Nazismo y el Fascismo trajeron al Mundo.

 

(De: ‘Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo’.)

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