“No-violencia, Libertad y Democracia”: camuflajes ideológicos del Despotismo contemporáneo (7)


Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo



7 – “No-violencia, Libertad y Democracia”: camuflajes ideológicos del Despotismo contemporáneo


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


Actualmente, el miedo a la violencia y la demanda de seguridad de las masas populares: escaldadas por las guerras y las revoluciones del siglo XX, tienen por consecuencia, una vez más, el ascenso de Leviathán en las más reaccionarias formas que podía esperarse; pero determinan al mismo tiempo la hipócrita propaganda de “paz y no-violencia” de los propios Estados totalitarios, armados hasta los dientes y protagonistas de las mayores hecatombes de la Historia.

Es significativo, respecto de la deriva ideológica contemporánea, el hecho de que tales poderes totalitarios: que han sido establecidos y mantenidos mediante la guerra de agresión y el monopolio de la Violencia criminal, y que son detentadores de los mayores medios de destrucción jamás acumulados, se pretenden adversarios de “toda violencia venga de donde venga”. De este modo, la característica ideológica más notable del despotismo moderno y contemporáneo, empezando desde la “revolución francesa”, es que el totalitarismo, la dictadura, el terrorismo, el belicismo, la agresión, el imperialismo y el colonialismo aparecen disfrazados de “libertad, igualdad, pacifismo, no-violencia, derechos humanos y democracia”.

Más recientemente, la ideología “democrática y pacifista” universalmente pregonada desde la Segunda Guerra Mundial, obliga a todo régimen totalitario a recuperar el nombre y el concepto de democracia y sus correlativos, para encubrirse y justificarse con ellos: “Cuanto más reaccionaria, agresiva, violenta, represiva y terrorista es la política de los Estados imperialistas, más se camufla cuidadosamente tras de frases pomposas sobre la libertad, la democracia y ‘el mundo libre’ etc.”

“No-violencia, libertad y democracia” deben aparecer en todos los casos como referencia y factores determinantes y esenciales de la constitución y la legitimidad históricas y sociales del actual régimen de ocupación militar, y del poder político totalitario. Para ello, por un lado, la ideología imperialista falsifica las ideas de “no-violencia, libertad y democracia”, a fin de que “correspondan” al régimen al que dicha ideología sirve. Por otro, falsifica la realidad, el origen, el fundamento y la naturaleza del poder político imperialista establecido, a fin de que éste corresponda a las ideas de referencia. La ideología dominante oculta y falsea los hechos, esconde y falsifica la sociología y la historia, y procede por contradicción en los términos y petición de principio, para hacer creer que, de modo “evidente y natural”, las cosas son como conviene a su dominación.

Todo Gobierno imperialista y fascista se proclama ahora democrático y no-violento a la vez. En todo el mundo, los Estados que detentan las mayores fuerzas de violencia del planeta, incluidas las armas de destrucción masiva, condenan cínica o hipócritamente “toda violencia”. En la nueva semántica fabricada por la ideología de los poderes totalitarios dominantes, “violencia y terrorismo” designan la violencia de los demás, incompatible con su propio monopolio de la Violencia criminal y su Terrorismo de masas, que ellos presentan por el contrario como “democracia y no-violencia”. Los casos de España y Francia son paradigmáticos.

Sin embargo, los pretendidamente incorruptibles e intransigentes defensores de la paz y la no-violencia que nos gobiernan no han establecido y conservado su poder por la no-violencia, la persuasión y el diálogo sino por el control exclusivo de las fuerzas armadas institucionales, profesionales y permanentes, y por el desprecio y la represión de todos los derechos humanos históricos y fundamentales del Pueblo Vasco. Todo ello, habiendo contado con la ayuda decisiva de la primera Potencia militar y Nacional-socialista de Europa, con el posterior apoyo incondicional de la primera Potencia nuclear del mundo, y siempre con la instigación, la justificación, la bendición y la colaboración espiritual y material de la primera Institución religiosa de Occidente: la Iglesia de Roma. Ésta, y no otra, es la realidad que la oficial desvergüenza de los agentes foráneos y los colaboradores indígenas del régimen imperialista y fascista franco-español de ocupación militar establecido sobre el Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra, califica de “democrática y no-violenta”, y de “Estado de derecho”.

Desde la caída del Fascismo y el Nacional-Socialismo primitivos, los ideólogos del imperialismo y el totalitarismo franco-español invocan con toda desvergüenza “la libertad, la democracia, los derechos humanos y la no-violencia” que ellos pretenden estar defendiendo; y, en consecuencia, condenan teórica y prácticamente a quienes – habiéndose enfrentado sobre el terreno en nuestro País al Nazismo y el Fascismo español e internacional – son perseguidos por defender genuinamente esas causas. Esta cínica y desvergonzada inversión total de los términos políticos es el aspecto ideológico más característico del actual Imperialismo y Fascismo franco-español.

Los agentes del Nacionalismo imperialista español y francés se llaman a todas horas “demócratas no-violentos”, con la esperanza de que, a fuerza de repetirlo en las condiciones de alienación general creadas por el poder totalitario que ellos han establecido sobre nuestro País, el Pueblo Vasco se lo crea o haga “como si”. Pero son los mismos imperialistas y fascistas de siempre, más peligrosos todavía que antes. Mientras tanto, camuflada y encubierta su actuación (puesto que es confortada como “legítima y democrática” por el apoyo estúpido o comprado que el régimen imperialista recibe de la ‘intelligentsia’ y la “clase política vasca” formada por la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites), la práctica política del poder establecido sigue “transformando” la realidad del Pueblo sojuzgado. Es decir: sigue liquidando nuestras características nacionales (las cuales niega de partida, empezando por nuestro idioma propio y milenario, el Euskara), de acuerdo con la conciencia real y el objetivo fundamental y constante del Nacionalismo imperialista franco-español. Una transformación/liquidación que, lograda mediante imposición y adoctrinamiento fascistas, es a su vez invocada a posteriori para legitimar la “nueva realidad” así conseguida.

“En el mundo de las realidades constatamos incesantemente por experiencia [...] que los mismos que, unos instantes antes, habían predicado la doctrina del ‘amor en oposición a la fuerza’, apelan algunos minutos más tarde a esta misma fuerza.” A decir verdad, “en el mundo de las realidades”, los hipócritas imperialistas en funciones en nuestro País – que “condenan toda violencia venga de donde venga” – no esperan algunos minutos para apelar a la fuerza, porque su comportamiento y su propaganda se fundan y ejercen en el seno de un orden y un desorden que ellos de antemano han impuesto y establecido mediante Violencia criminal, guerra de agresión, represión y Terror contra los derechos humanos fundamentales.

Sólo los hipócritas denuncian el “terrorismo” individual, mientras justifican o practican el Terrorismo de masas. Los discursos y exhortaciones – ya sean piadosos o hipócritas – que reconocen, bendicen y apoyan el poder imperialista y fascista establecido, o su guerra “justa por uno o por ambos lados”, se mueven en el espacio confortable y políticamente marginal en que ese criminal poder los confina; y, al proclamar bajo esas condiciones el “valor sagrado” de la vida humana, cumplen la función equívoca o cómplice que les asigna.

“¿Cuál es el significado del principio de la sacralidad de la vida humana en la práctica, y en qué se diferencia del mandamiento ‘No matarás’? Kautsky no lo explica. Cuando un asesino levanta su cuchillo sobre un niño, ¿puede uno matar al asesino para salvar al niño? ¿No se infringirá así el principio de la ‘sacralidad de la vida humana’? ¿Puede uno matar al asesino para salvarse a sí mismo? ¿Es permisible una insurrección de esclavos oprimidos contra sus amos? ¿Es permisible comprar la propia libertad a costa de la vida de los carceleros? [...] Kautsky simplemente no se da cuenta del significado contra-revolucionario del ‘principio’ que trata de imponernos. Veremos, por otra parte, que Kautsky nos acusa de haber concertado el Tratado de Brest-Litovsk: en su opinión deberíamos haber continuado la guerra. Pero ¿en qué queda entonces la sacralidad de la vida humana? ¿Deja de ser sagrada la vida cuando se trata de individuos que hablan otro idioma, o acaso considera Kautsky que los asesinatos en masa organizados conforme a los principios de la estrategia y la táctica no son asesinatos en absoluto? A decir verdad, es difícil presentar en nuestra época un principio más hipócrita y más estúpido.” (León Trotsky; ‘Dictatorship vs. Democracy, 1920.)

En el mundo al revés de la nueva ideología hipócrita, propia de los Estados totalitarios y de sus Imperios constituidos sobre el monopolio de la Violencia criminal (establecidos y conservados a costa de montañas de cadáveres y ríos de sangre mediante guerra de agresión, conquista, ocupación, Terrorismo de masas, genocidio continental y trans-continental de Pueblos y civilizaciones, y represión de todos los derechos humanos fundamentales), los cuales disponen de fuerzas armadas permanentes que son monopolio del Estado y que están equipadas con armas mortíferas de destrucción selectiva o masiva, las cuales entran en juego a la más mínima infracción; en una situación tal, se produce no obstante el hecho asombroso de que dichos protagonistas adoptan las actitudes y recuperan la máscara, las manos limpias y los blancos guantes de víctimas inmaculadas, inofensivas, inocentes, pacíficas y no-violentas, privadas de sus derechos y su libertad.

Con toda desvergüenza, tales agentes se pretenden a la vez “demócratas, defensores de los derechos humanos, contrarios a toda violencia venga de donde venga, y adeptos del derecho a la vida: primero de los derechos humanos” etc. Quienes en nuestro País detentan o – cuando menos – apoyan el poder franco-español de ocupación militar sobre el Pueblo Vasco y su Estado, fundado por la Violencia criminal y el Terror a través de toda una historia de crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, nos hablan de terrorismo (de los demás), de derechos y de víctimas donde, si tuvieran vergüenza, sólo podrían callar y pedir perdón.

La política imperialista y la guerra absoluta y total: tal como el imperialismo y el fascismo las entienden y practican, no conocen limitaciones ni normas, ni descartan armas u objetivos prohibidos. De este modo, el Terrorismo, los crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, y la conculcación y represión de los derechos humanos fundamentales, son comportamiento propio y normal de los actores de la Violencia total nacionalista, imperialista y fascista. Y del mismo modo, el condicionamiento y la guerra psicológicos que integran esa Violencia son ilimitados: todo es lícito y válido para los “servicios de inteligencia” e intoxicación de masas.

Prepotencia, provocación, desfachatez y falta de vergüenza; hipocresía o cinismo en la falsificación, la mentira y la difamación; y ausencia de todo sentido del honor, de la honradez y de la decencia, son inherentes a su naturaleza ideológica, y son cualidades propias, normales y congénitas de sus agentes. Unas cualidades con las que hay que contar como simples datos objetivos, sin más reacción ni indignación que las que su tratamiento efectivo necesita.

El pacifismo hipócrita que propala la absurda y herética afirmación del valor supremo y absoluto de la vida humana (“ninguna causa, por justa que sea, vale una sola gota de sangre” etc., dicen constantemente quienes cada día celebran la liturgia del sacrificio redentor como valor supremo), se alterna, cuando conviene, con la condena de la no-violencia, desde el Concilio de Arles hasta el siglo XXI. El silencio o la aprobación encubren o confortan los crímenes de los militares y clérigos falangistas, carlistas y franquistas. “El quinto no matar, nunca y por ningún motivo”, no obliga a los fuertes y a los opresores sino a los débiles y los oprimidos, cuyos sufrimientos son justo castigo de Dios por atentar contra la sacrosanta unidad de España y de Francia. Las fuerzas armadas y los agentes de conquista, represión y terror de España y de Francia – Hijas Predilectas de la Iglesia – han encontrado y siguen encontrando todos los alientos, las justificaciones y las bendiciones eclesiásticas que han querido.

Las Iglesias, que se han pasado la historia – sagrada – excitando, bendiciendo, celebrando, organizando y perpetrando sacrificios, cruzadas, matanzas, conquistas, expolios y genocidios; torturando y quemando vivos a sus disidentes como anticipo inmediato del infierno; y honrando y canonizando a los más sanguinarios déspotas (siempre que esperasen de ellos beneficios y no perjuicios para su propio poder directo o indirecto), hablan ahora de perdón y amor fraterno a los Pueblos que ellas masacraron, sin jamás haber reconocido ni condenado esos crímenes monstruosos.

Los Pontífices, Obispos y sus diversos secuaces, que impulsaron a través de toda la Era cristiana incontables matanzas, cruzadas y guerras de conquista continentales y trans-continentales: las mayores empresas de Violencia criminal y Terrorismo, genocidio, pillaje y fanatismo de toda la historia de la Humanidad; los instigadores, actores y responsables del Nacional-catolicismo y la Cruzada franquista que predican que “Matar es pecado, pero no es pecado sino virtud y obligación cuando se trata de servir a Dios y a España”, o que “Benditos sean los cañones, si en las brechas que abren florece el evangelio”, presentan el imperialismo español como un “valor moral”, condenan – heréticamente – la violencia y el derramamiento de sangre como pecados absolutos (pero selectivamente atribuidos), y califican como “nacionalismo exagerado” cuanto se refiere al derecho natural de legítima defensa y autodeterminación de todos los Pueblos sojuzgados por el imperialismo español y francés.

En cambio, y sin el menor remordimiento, los Obispos y Cardenales fascistas bendecían el Nacional-catolicismo italiano y las tropas expedicionarias que quemaban vivos en nombre de Dios a los “violentos” e indefensos indígenas – cristianos – de Abisinia; y los Cardenales y Obispos del Primer Franquismo bendecían los crímenes del Nacionalismo español, reforzado entonces por musulmanes Africanos con licencia y recomendación para matar, robar y violar tanto y tan bien como si fueran buenos católicos españoles. Por su parte, los Obispos franceses proclaman el derecho y el deber del pueblo y el Estado francés para fabricar y, “si es necesario” (hacerlo a capricho o por diversión sería pecado), utilizar la bomba atómica: arma terrorista de destrucción masiva e indiscriminada, calculada – inicialmente – y fabricada para quemar vivas al primer ataque a cincuenta millones de personas de todo sexo y edad, la mayor parte civiles. En cambio, condenan la violencia, el terrorismo, los atentados individuales y los cocktails molotov de los pobres, oprimidos y desamparados del mundo entero, porque “fabricar, transportar y poner un artefacto explosivo casero es matar”.

El reverendísimo Obispo francés de Baiona, Lescar y Olorón se rasga hipócritamente la casulla ante una tentativa de atentado “en mi Departamento”. (Como funcionario del Estado que es, nombrado por el ministro del Interior, es consciente de que es en su Departamento, no en su Diócesis, como ejerce su jurisdicción en tierra vasca.) Clérigos anti-semitas, rabinos israelitas, y budistas tibetanos se han unido ya a políticos nazis, monárquicos y republicanos, y a Nacional-socialistas y Nacional-comunistas (que abandonaron hace tiempo república, socialismo y comunismo para revelarse monárquicos y Nacional-imperialistas a secas), para dar aquí las lecciones de diálogo y no-violencia que aplican al revés en Irak, Chechenia, Afganistán, Tibet, Palestina y otros privilegiados lugares donde reinan la paz y la convivencia no-violenta imperialistas.

Si hemos de creer la propaganda monopolista de los Estados totalitarios, ya no hay ejércitos, ni fuerzas armadas, ni tropas de ocupación y coloniales, ni ministerios de la guerra, ni espías, ni acciones de guerra, violencia o terrorismo; sólo quedan misioneros. Es decir: “Pacifistas y pacificadores profesionales no-violentos en misiones de paz; misiones de fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales; misiones de asesoramiento y asistencia en cuestiones militares, y actuaciones conjuntas en materia de desarme; misiones civiles y militares puntuales en las que intervienen fuerzas de combate con un armamento muy ligero para atender la propia defensa y la separación de los contendientes, los bombardeos quirúrgicos a cargo de cirujanos-bombarderos, y las operaciones de prevención-estabilización de conflictos y gestión de crisis; misiones de contribución a la lucha contra el terrorismo, con armas disuasivas convencionales y nucleares sólo para asustar pero que no se van a usar nunca; ministerios de la guerra convertidos en ministerios de la defensa, y ejércitos cuyo oficio es la paz” etc. Son la demostración del nuevo espíritu de amor, concordia y – ante todo – paz y no-violencia que anima a la nueva sociedad internacional.

Es obvio que, dada la congénita o degenerada perversidad de los nativos (quienes se oponen desde siempre mediante la violencia y el terrorismo a que se les aporte los beneficios de la civilización), se hace necesario recurrir a medios de persuasión más eficaces pero siempre sin violencia: mediante Hermanas de la caridad, profesores de humanismo, humanitarismo y democracia, injerencias humanitarias, lucha – no-violenta – contra el hambre, la malaria y la disentería, acciones para la protección de la infancia y el rescate de rehenes, e instalación de hospitales y servicios de salud, etc.

Naturalmente, el negacionismo oficial de la criminal violencia del Estado imperialista, “la condena de toda violencia venga de donde venga”, y la postulada no-violencia de sus instituciones, serían un peligro mortal para el propio sistema totalitario si sus “miembros activos” se creyeran lo que sus ideólogos inventan para que se lo crean los demás. Su imprudente distribución “para el consumo propio” pondría en peligro ese régimen político; y su puesta en práctica implicaría el fin radical e inmediato de la política imperialista y el suicidio de los Estados imperialistas que tal hicieran. Pero aunque sus ideólogos se salgan funcionalmente de vereda cuando hace falta, sin embargo, su burocracia y administración, hasta el último funcionario, saben muy bien dónde están y para qué.

En realidad, el mencionado negacionismo no afecta en nada al monopolio de Violencia criminal y Terror de masas ni al monopolio de propaganda que lo acompaña; porque, en el grupo social ideológicamente dominante, la ideología de la ilusión está siempre controlada, subordinada y tenida a raya por la ideología de la realidad. Esa propaganda “ilusionista” se reserva para las clases sociales dominadas y debilitadas, cuya capacidad crítica y espíritu de Resistencia desaparecieron hace mucho tiempo por efecto de la represión terrorista y el condicionamiento psicológico de masas. Pero es significativo que los mismos gobernantes y agentes oficiales del régimen imperial-totalitario no parecen tener conciencia plena o clara de las funcionales sandeces que profesan a diario a este respecto; lo cual más bien aumenta su rendimiento, puesto que nadie engaña tan bien a los demás como el que se engaña a sí mismo.

A priori, podría incluso pensarse que es tarea o misión imposible convencer a nadie de que las fuerzas armadas (cuya fuerza bruta ha sojuzgado a los Pueblos y que – a la vista y a costa de todos – ejercen sus constitutivas funciones profesionales de represión y terror) no existen, y el Estado imperialista tampoco. Pero si los monopolios de propaganda se molestan en difundir estas cosas es, sin duda, porque funcionan. Y si funcionan es, sin duda, porque la capacidad de información y el sentido racional y crítico de las poblaciones han desaparecido por efecto de la propaganda imperialista y fascista, llegando a conseguir que la alienación social se convierta en alienación mental. Todo ello, si bien es cierto que presenta algunas dificultades y que no puede hacerse sin una compleja operación psicológica e ideológica, es no obstante una asombrosa demostración de la ilimitada capacidad de embaucamiento de que disponen los monopolios estatales de Violencia y propaganda, que llegan a conseguir el lavado ideológico de cerebro y la alienación mental sobre poblaciones reducidas al estado de zombis telefágicos.

Empero, sin la colaboración de los Servicios indígenas auxiliares del imperialismo, operando desde el interior de los Pueblos sojuzgados, sub-productos ideológicos de tan deleznable contenido no habrían podido alcanzar ni siquiera una mínima parte de sus objetivos. Efectivamente, estos Servicios auxiliares indígenas de colaboración y complicidad con el Imperialismo y el Fascismo son fundamentales, puesto que son ellos los que se encargan de negar, disimular o reducir la realidad de Violencia criminal y Terrorismo propios de tales regímenes, así como los efectos que ellos conllevan sobre los Pueblos que son sus víctimas.

“Ajenos” a la apología del régimen que ello en realidad supone, esos Colaboracionistas denuncian únicamente las actividades derivadas, accesorias y marginales de éste, a saber: “el poder que la Constitución atribuye al ejército”, “toda violencia – ya sea legalizada o de respuesta – del régimen”, la violencia, el terror y la tortura que se ejerce en las cárceles y en las comisarías, o “los excesos y estados de excepción”; negando con ello toda Violencia criminal del régimen, cuyo “orden normal” de dominación y represión es reconocido así como no-violento, legítimo y democrático.

Indudablemente, cuando los Gobiernos imperialistas declaran el estado de excepción, lo hacen para subsanar las deficiencias represivas que presenta su orden político normal. Pero los Colaboracionistas y Cómplices “vascos” Pnv-Eta del imperialismo español llegan a “denunciar” el estado de excepción incluso cuando éste no existe, validando y reivindicando así el “orden normal” de ese régimen; un “orden normal” que ellos reconocen por tanto como legítimo y democrático. No se trata – o no se trata sólo – de incapacidad teórica sino de falsedad, mala fe o mistificación deliberadas por parte de tales cómplices, al servicio de los monopolios totalitarios de Violencia y propaganda del imperialismo franco-español. Esta actitud responde a la necesidad – que es la suya propia – de reducir y ocultar la Violencia criminal y el Terrorismo del Estado como realidades constitutivas fundamentales, originarias, primarias y permanentes de los Estados de España y Francia; ante las cuales, la capacidad de violencia que implican los atentados individuales simplemente queda a un nivel de ridículo.

Una vez que la Violencia criminal constitutiva del régimen imperialista y fascista franco-español ha quedado oculta y negada, por la acción combinada de sus agentes y de los Colaboracionistas indígenas de la burocracia Pnv-Eta y sus satélites, la idea general de ‘violencia’ se transfiere entonces a cargo de la oposición, y se identifica además parcial o totalmente con la de terrorismo individual, el cual se percibe como una forma de super-violencia particularmente siniestra y catastrófica. De este modo, una carga afectiva y emocional suplementaria aumenta la irracionalidad, confusión, distorsión y mistificación ideológicas incorporadas a nueva la idea de “terrorismo”.

Por desgracia, los Pueblos que sufren la ocupación militar imperialista presentan regularmente las condiciones de primitivismo, ingenuidad, buena fe, credulidad y subdesarrollo ideológico y político que hacen de ellos presa relativamente fácil para sus predadores. Su tendencia a confundir la lucha ideológica real con un diálogo imaginario con el imperialismo, y a creer en la honradez y la buena voluntad de los agentes de su propaganda para mantener ese diálogo imaginario, los convierte en víctimas seguras y propiciatorias. Sin embargo, esa buena fe y credulidad del Pueblo se transforma en mala fe caracterizada en los Colaboracionistas locales – pretendidos políticos profesionales y remunerados como tales – cuando éstos, a pesar de la experiencia histórica y de haber comprobado una y otra vez que el único diálogo que los imperialistas ofrecen es el de su implacable voluntad de imponer sumisión o represión, se niegan a aceptar esa deliberada y resuelta voluntad de esos innegables imperialistas y fascistas, y se empeñan demencialmente en presentarla como si se tratara de “falta de voluntad democrática” de ellos.

Gracias a los Colaboracionistas de la burocracia Pnv-Eta y sus satélites, los imperialistas no son calificados como los deliberados criminales fascistas que son sino como una especie de “demócratas abúlicos”; algo así como si se empeñaran en considerar a un endurecido, declarado y ampliamente reincidente violador como un distraído e indeciso partidario de la libertad o la inmunidad sexual de sus víctimas. Porque esa supuesta “falta de voluntad democrática” no es tal sino el deliberado propósito criminal del imperialismo y el fascismo, conforme con su esencia.


(De: ‘Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo’.)

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