Camuflaje ideológico de la Violencia criminal y el Terrorismo de Estado (8)


Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo



8 – Camuflaje ideológico de la Violencia criminal y el Terrorismo de Estado


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


Para los ideólogos de la ilusión, que fabrican y difunden la “conciencia” blanqueada del régimen imperialista franco-español establecido en nuestro País sobre montañas de cadáveres, ríos de sangre y ocupación militar permanente, la “inmaculada concepción” constituyente de ese régimen no es sólo la sublimada génesis de sus fuerzas armadas que pretenden ser no-violentas; es también el modelo y doblete esquizofrénicos, el pasado y el presente imaginarios y míticos de su Imperio, que transfiguran su realidad histórica. Es la ilusión romántica transcendente de su Nacionalismo imperialista y totalitario, la desvergonzada obscenidad con que exhiben los impolutos mantos y blancos guantes sobre los virginales cuerpos y manos de los monopolios de Violencia criminal y de sus beneficiarios. Es la hipócrita invocación del Quinto Mandamiento – “Nosotros no matamos” – proferida por un régimen establecido sobre incontables crímenes; y la proclamación de “la vida – la de ellos – como valor supremo, absoluto, inviolable y sagrado”, y del “derecho a la vida – el de ellos – como primero de los derechos humanos (los de ellos), sin el cual todos los demás son imposibles”. “Por ahí empieza todo”, confirman a su vez los burukide del Pnv.

Pero si la historia general no tiene nada de puro ni de virginal, la historia especial del imperialismo supera con mucho la evocación y las actividades de una casa de mala nota; aun habida cuenta de que aquí las notas las dan siempre los mismos. Los Nacionalistas, imperialistas y fascistas que en los Estados francés y español ejercen el monopolio de la Violencia criminal y el Terrorismo de Estado en los territorios ocupados del Pueblo Vasco; los asesinos individuales y colectivos de las guerras de agresión y de su Terrorismo de masas, se llaman ahora “víctimas democráticas no-violentas y no-nacionalistas” de “la violencia y el imperialismo periférico” de dos millones de violentos, agresivos, belicosos y moralmente depravados indígenas insumisos que amenazan la vida, la paz y la libertad de sus ochenta millones de pacíficos y desvalidos vecinos, los cuales están en plena posesión de los monopolios de Violencia criminal, Terror y Propaganda.

Quienes mediante la violencia tributaria practican el pillaje institucional permanente de los recursos humanos y materiales de los Pueblos sometidos, denuncian la “extorsión” de ínfimas parcelas del producto social que escapan a su monopolio. Quienes por la violencia militar han practicado desde hace siglos el secuestro “legal” de masas en cárceles y campos de concentración, trabajos forzados y exterminio; y por la violencia y para la violencia han instruido y obligado a miles de colonizados a servir en sus ejércitos: arrastrados a matar y morir como carne de cañón en las guerras – imperialistas por ambos lados – de sus opresores, o como mercenarios a su servicio, condenan la “privación de libertad” que esos agentes del fascismo imperialista dicen sufrir por efecto de la legítima defensa que los agredidos realizan contra su agresión.

En el complejo ideológico establecido, el cinismo y/o la hipocresía de los grupos sociales y los agentes ideológicos, morales y culturales que producen y transmiten la ideología totalitaria corresponden bien a la capacidad sin precedentes del moderno monopolio de propaganda, inseparable del monopolio de la Violencia criminal política. Todo aparece posible, allí donde los “teóricos” fascistas hablan solos: también por eso y para eso son fascistas. Terrorismo político y Terrorismo ideológico son indisociables. El Pueblo Vasco no solamente ha sido y es paciente y campo de pruebas del moderno Terrorismo de guerra y de ocupación contra poblaciones sin defensa; ha sido también y continúa siendo paciente y campo de pruebas de la propaganda y la guerra psicológica llevadas a su último extremo.

Los monopolios de Violencia y propaganda son la base política e ideológica real del régimen franco-español de ocupación militar sobre el Pueblo Vasco y su Estado; un régimen que la moderna desvergüenza fascista describe como no-violento y democrático a la vez. De hecho, la afirmación de su no-violencia y democracia es su eje ideológico. Sus agentes ideológicos desarrollan desde hace muchos años una colosal campaña de confusión, culpabilización, lavado de cerebro e intoxicación ideológica de masas sobre los temas indisociables de la Violencia y el Terrorismo, por un lado, y la democracia, la libertad, el diálogo, el derecho de autodeterminación de todos los Pueblos, y los derechos humanos fundamentales, por otro.

Los monopolios de propaganda – civil, militar o eclesiástica – presentan el poder político imperialista y fascista como “natural”, neutral, libre, pacífico, no-violento y democrático, todo a la vez. El imperialismo y el fascismo franco-español contra el Pueblo Vasco y su Estado, y sus crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, desaparecen en la esquizofrenia colectiva ideológicamente inducida por los monopolios del Terror y la intoxicación ideológica de masas. Su fanatismo y obscurantismo se visten de luces, ciencia y educación cívica; sin dejar por eso de proseguir y reforzar la política de opresión de los Pueblos que desde siempre constituye su esencia y su existencia.

En la cuestión clave de la Violencia y el Terrorismo, del pacifismo y la no-violencia, se manifiesta muy particularmente la técnica imperialista de manipulación y disolución ideológicas puesta a punto por el imperialismo y el fascismo. El Nacionalismo imperialista español y francés no puede reconocer la Violencia criminal que es el verdadero origen y fundamento de los Estados español y francés, opresores de nuestro Pueblo y Estado; ni la realidad histórica y política de su régimen construido por guerra de agresión, terrorismo, ocupación militar, anexión y represión. La propaganda imperialista y fascista sobre pacifismo y no-violencia, violencia y terrorismo, es tal vez aquélla donde la irracionalidad y las contradicciones formales de la ideología dominante, donde la desvergüenza, el cinismo, la hipocresía, la mala fe, la estupidez o la alienación mental – según los casos – de sus promotores, servidores, colaboradores y víctimas se manifiestan de forma y en grado más aparentes y reveladores.

Son de tal calibre las majaderías – formales – que los monopolios de propaganda, guerra psicológica e intoxicación ideológica de masas difunden a todas horas a este respecto, que revelan de por sí tanto la naturaleza del régimen que las utiliza, así como las fenomenales tragaderas que éste ha conseguido desarrollar entre las poblaciones a las que van dirigidas. El imperialismo y el fascismo vuelven así ideológicamente esquizofrénicas a sus víctimas, gentes supuesta y clínicamente normales. La alienación social y política: propia del sistema imperialista y fascista, se ha conformado de este modo como alienación mental generalizada. Pero este resultado se extiende cada vez más a los mismos Pueblos dominantes, cuyos dirigentes y propagandistas parecen creerse ellos mismos las tonterías que dicen para que se las crean los demás.

Si los agentes supremos y subalternos del moderno imperialismo, a los que se supone en posesión de los secretos de los dioses, se creen ellos mismos sus propias insanidades, ello es indicativo de que los fachas que nos gobiernan son también “los peligrosos enfermos mentales que nos gobiernan”. (D. Owen.) La destrucción de la razón degrada a la Nación dominante junto con la dominada; pero sirve siempre ideológicamente al imperialismo y al fascismo.

“Un conquistador es siempre amante de la paz: aceptaría de buen grado entrar en nuestro Estado sin oposición.” Todos los agentes políticos han condenado siempre la violencia de sus adversarios, y justificado la propia, la cual reconocían pero – según han afirmado también siempre – justificaban al haber sido obligados a utilizarla como último extremo. En cambio, lo que pone de manifiesto la deriva ideológica contemporánea es el hecho de que los poderes actuales, establecidos y mantenidos por la guerra y el monopolio de la violencia, y detentadores de los mayores medios de destrucción jamás acumulados, se pretenden a la vez… ¡contrarios a toda violencia!

La ideología fascista contemporánea va más lejos todavía: niega la violencia propia, presentándola además como fundada y constituida por la no-violencia y en oposición “a toda violencia venga de donde venga”, la cual es formalmente condenada. Esa ideología dominante, en su ficcionario cometido, oculta su realidad política: constituida como tal mediante la Violencia criminal, y la substituye por una ficción que presenta un pretendido orden social no-violento que – según pretende – no es algo utópico sino una realidad actual, vigente y efectiva. Es decir: una pretendida sociedad apolítica, irenista, montanista o ácrata-anarquista, donde el orden social se crea y garantiza por la palabra, el diálogo, la razón etc. Esta sociedad idílica y armónica se ve perturbada sólo por los atentados contra ese régimen: única violencia que la ideología dominante conoce y reconoce. De este modo, la actual versión oficial y radical del poder político totalitario: que falsamente lo presenta como “pacifista y no-violento”, no califica positivamente, no justifica o enmascara su propia Violencia criminal sino que simplemente niega su existencia.

Es un espectáculo asombroso, para quien no conozca la ilimitada capacidad de cinismo, hipocresía, lavado de cerebro e intoxicación ideológica de masas de los actuales poderes totalitarios, que un poder político, sea cual sea, pretenda siquiera presentarse como contrario “de toda violencia venga de donde venga”. Y, más aún, queun poder político de facto: que detenta el monopolio de la Violencia criminal y que fue establecido mediante guerra de agresión, conquista, ocupación militar, Terrorismo de masa y conculcación de derechos humanos fundamentales, se atreva a negar la Violencia como constitutiva de su propia realidad, y que encima acuse de “violencia” a sus innumerables víctimas.

Los partidarios y ejecutores de la tortura y los fusilamientos terroristas: realizados contra la oposición democrática como solución de las resistencias que el imperialismo y el fascismo siguen encontrando, de pronto descubren y se descubren una nueva exquisita sensibilidad o sensiblería, una repugnancia y una intolerancia absolutas hacia la efusión de la más mínima gota de sangre, por lo menos de la de ellos; a cuya preservación deben ser sacrificadas si llega el caso las Naciones de los demás. “Ninguna causa, por justa que sea, vale una sola gota de sangre derramada”, repiten los agentes y sucesores de quienes han ocupado su historia derramando la de los demás.

Más aún, los grandes Imperios continentales y trans-continentales: “bandas en grande” de fanáticos, ladrones y asesinos que han ensangrentado y arrasado cuantos Países han tenido la desgracia de caer en sus garras, acusan a sus víctimas de “violencia y terrorismo”.

El objetivo real de la propaganda imperialista es siempre ocultar la criminal Violencia originaria y permanente, fundamental y constitutiva del régimen imperialista y del Estado al que sirve; y ocultar que su propia naturaleza, fundamento y origen están en la guerra de agresión, la ocupación militar y el Terror de masas, substituidos en su delirio ideológico correspondiente por un orden social sin violencia. “No-violencia, libertad y democracia” deben aparecer en todos los casos como factores determinantes y esenciales de la constitución y la legitimidad históricas y sociales del actual régimen de ocupación militar imperialista y de su poder político totalitario. Misión solamente posible si se dan las condiciones mismas que se trata de esconder, a saber: el monopolio totalitario de la Violencia criminal, y el monopolio de condicionamiento mental que es su consecuencia.

La cuestión de la violencia,  así como la cuestión del derecho de autodeterminación de todos los Pueblos y otras que son de máxima importancia para la ideología imperialista, es sumamente clara y relativamente sencilla; pero la ideología imperialista utiliza todos sus recursos para hacerla obscura, equívoca y complicada: “Mi nombre es confusión”. Su propósito ideológico central es esconder la verdadera cuestión moral, jurídica y política, es decir: la estructura real de fines y medios de Violencia criminal que constituye el sistema imperialista-fascista de dominación política sobre los Pueblos sojuzgados.

Para la ideología imperialista, los términos de ‘violencia’ y ‘terrorismo’ significan lo que, según el caso, el poder establecido decide que signifiquen. No tienen una acepción unívoca. Corresponden a una amalgama de significados diversos que se suceden, acumulan o combinan según las exigencias de la propaganda, la guerra psicológica y la práctica política. De este modo, la técnica ideológica imperialista y fascista en relación con la violencia juega sobre varios aspectos: formalmente contradictorios pero ideológicamente integrados y operativos, en una amalgama tan confusa como ideológicamente funcional.

En teoría, pueden establecerse diferentes especies de violencia: actual o virtual, individual o colectiva, agresiva o defensiva, mala o buena, despótica o democrática etc., según los diversos criterios y evaluaciones – subjetivos y formales – que se quiera; ya sean éstos técnicos, políticos, jurídicos, estratégicos o morales. Pero esas distinciones son irrelevantes respecto a su identidad genérica como violencia; una identidad que, en cuanto tal y según hemos indicado ya, no puede ser alterada: la violencia es violencia, por diferentes – lícitos o ilícitos – que sean los fines a los que están ordenados los actos de violencia. En cualquier caso, presentarlos como no-violencia es contradictorio en los términos.

Genocidio, agresión, guerra y guerrilla, terrorismo, bombardeo de poblaciones civiles, homicidio, asesinato, represión, secuestro, prisión, tortura, encarcelamiento, rehenes, rescate, intimidación, amenaza, destierro, deportación, exclusión, tributación e impuesto, extorsión, expoliación, robo, pillaje, delación, democracia, seguridad, equilibrio, paz, derechos humanos, represalias, injerencias humanitarias, guerras y conflictos “civiles”, beligerancia e insurrección sonactos de violencia, que material y objetivamente en nada se distinguen por lo que respecta a la violencia que todos ellos implican, y no dejan de ser actos de violencia debido a los pretendidos valores, motivos y fines que puedan moverlos; si bien, la violencia es ciertamente utilizada de forma natural con intensidad y extensión incomparablemente mayores por parte de los poderes totalitarios. Sin embargo, la ideología dominante esconde, manipula, distingue, atribuye y distribuye tales comportamientos según criterios formales de legalidad y moralidad, de modo tal que sirva a ocultar la esencia común de violencia que los constituye.

Por supuesto, los detentadores del poder político e ideológico totalitario no ignoran la dificultad que entraña esa artificiosa diferenciación, y tratan de ocultar la “peligrosa” identidad de violencia de los medios constitutivos de su propia acción política; para lo cual deben destruir las ideas y las palabras que ponen de manifiesto dicha identidad. De este modo, el concepto de “violencia”: común a esos medios de acción, es descompuesto y substituido por ideas especiales, y su calificación diferenciada se remite a criterios formales, éticos y subjetivos que se hacen pasar por una diferenciación material y objetiva de medios; esto en cuanto a su idea o concepto. En cuanto al correspondientes término común, éste es también descompuesto en términos distintos de modo tal que, eliminada la identidad de la palabra, no quede rastro alguno de la identidad del concepto, y que la diferenciación de las palabras induzca a creer en la existencia de ideas y realidades materialmente diferentes.

Confundir las ideas cambiando los nombres de las cosas es un viejo truco que sigue dando buenos resultados. Por ello, “violencia”: de negativo import terminológico, es presentada en oposición a “fuerza, coacción, coerción, contrainte”, de contenido psicológico más positivo, blando y equívoco. Estos términos, revestidos de connotación positiva gracias al condicionamiento ideológico de los pacientes a quienes va dirigida la operación, corresponden y son los utilizados cuando se trata de nombrar la violencia propia, que es tan buena que ni siquiera es ni se llama ‘violencia’.

Estos términos: ‘coacción o fuerza’, quedan así “diferenciados y opuestos” al término ‘violencia’, de connotación negativa, que es y corresponde siempre a lo que hacen los demás. Con ello puede volverse al punto de partida, a saber: “la condena de toda violencia”, puesto que – por construcción decisoria – ‘violencia’ sólo es y se llama lo que los demás hacen contra uno mismo, no lo que uno mismo hace contra los demás. Desaparecido hasta el nombre que recuerde la criminal Violencia monopolista del Estado totalitario, somos informados a continuación de que: “el derecho es la fuerza”; “el Gobierno perseguirá al terrorismo con toda la fuerza del Estado de derecho”; “en Córcega, el Gobierno de la República opondrá a la violencia toda la fuerza del Estado de derecho” etc. Se da así nombre distinto a esa cosa misteriosa, inseparable de la política, el Estado y el derecho, pero que pretenden no es violencia.

Según ello, el Gobierno, el Estado y las fuerzas armadas no son violentos, sólo son fuertes; y no están fundados en la violencia, ni siquiera en la fuerza: sólo responden a la violencia de los demás. Por supuesto, toda violencia es fuerza; pero según esa ficción ideológica no toda fuerza – a saber: la de ellos – es violencia. La fuerza del Estado y del derecho es clasificada así junto con las fuerzas económicas o culturales, y conceptualmente separada de la otra clase de fuerza que es la violencia. Está claro que sólo intereses políticos pre-establecidos pueden llevar a alguien a tales ejercicios de malabarismo y confusión ideológicos.

Se trata, ante todo, de evitar que se visualice la verdadera y única cuestión que importa, a saber: si la violencia/coacción/fuerza (términos distintos para designar una misma realidad material), así como la legalidad o expresión jurídica que se sustenta sobre esa realidad material de violencia, son aplicadas para la defensa de los derechos humanos fundamentales y ante todo del derecho de independencia, libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos según el Derecho Internacional contemporáneo de las NU, en cuyo caso se trata de una violencia/coacción/fuerza y una legalidad legítimas; o si, por el contrario, son aplicadas para la violación de esos derechos fundamentales, en cuyo caso se trata de una violencia etc. y de una legalidad ilegítimas y criminales. Como es “lógico”, todo ello es ocultado por los ideólogos del imperialismo.

Finalmente, y mediante un enfoque práctico, técnico y estrictamente legal, esos ideólogos y legistas determinan por construcción decisoria el término y el concepto de violencia política, que en adelante son según tal enfoque idénticos a los de terrorismo. Así, es “terrorismo” toda oposición real o virtual a un Gobierno totalitario; no lo es, lo que ese Gobierno es o hace. Una interpretación super-extensiva, establecida mediante el uso de criterios de analogía, responsabilidad, resultado y situación social (unos criterios que fueron formulados y puestos en práctica sobre todo por los regímenes totalitarios de la ante-guerra), hace que – bajo el impulso de la actual crisis del orden y el desorden internacionales – el delito de “terrorismo” haya llegado a ser el único delito (político), por incorporación y asimilación de todos los demás. “Se” evita así, mediante la evidencia vacía – pero sin recurso – del truísmo, todo eventual problema de calificación o imputación.

Así pues, el imperialismo y el fascismo disimulan la Violencia criminal – demasiado evidente – de sus Estados mediante una designación y una idea estrechas y constitutivas que la excluyen de su propio comportamiento. Para ello, el poder político ha aplicado una vez más la vieja receta de cambiar y desdoblar los nombres para hacer creer que las ideas – sus realidades – son diferentes. Disponen así de dos acepciones y conceptos de Violencia y Terrorismo formalmente contradictorios; lo que no anula ni debilita su arsenal ideológico sino todo lo contrario. Su concepto tradicional, que es el reprobable, se conserva para recuperar plenamente la denotación y la connotación – ideológicamente ruinosas – de las palabras e ideas sobre Violencia y Terrorismo, así como su carga primitiva, instintiva, afectiva y emocional: repulsiva y negativa, las cuales se canalizan hacia el adversario político. Y simultáneamente, se mantiene un concepto reducido, estrecho y “técnico”, que niega la Violencia criminal y sus características como algo que pueda pertenecer y atribuirse al poder político establecido.

En pura lógica formal, “violencia buena, guerra justa y guerra santa, guerra defensiva y guerra preventiva” son tan incompatibles con la no-violencia como sus contrarias; pero lógica formal e ideología imperialista mantienen entre sí problemáticas relaciones. Sin embargo, los pensadores profesionales del imperialismo y el fascismo no ven en ello dificultad alguna mientras les dé buenos resultados. Y a la vista de los resultados que el Estado totalitario moderno obtiene sobre la opinión pública, está claro que la ideología imperialista: protegida por la censura y los monopolios de propaganda frente a una ya de por sí ardua crítica democrática, no encuentra inconvenientes sino ventajas en la acumulación sucesiva o simultánea de aserciones antitéticas. Lo que de por sí evidencia la amplitud de la destrucción de la razón por el totalitarismo moderno; un hecho que el falseamiento y confusión de los términos, los conceptos y la realidad política pretende ocultar y justificar.

Veamos: en un primer momento viene el juego de palabras sobre “el rechazode todaviolencia”, de manera a proclamar la pureza no violenta del régimen. Esto permite la recuperación fraudulenta y equívoca de notaciones y connotaciones positivas y negativas, al objeto de condicionar la reacción emocional y afectiva de los grupos sociales históricamente castigados, fragilizados e infantilizados; temerosos por tanto – y con razón – de la violencia.

A continuación, si acaso esa primera posición se hace difícil de mantener, porque en un debate teórico subsiguiente se pone en evidencia la incompatibilidad entre esa proclamada pureza no-violenta del régimen, y la realidad de las instituciones políticas y que por lo tanto están constituidas por la violencia, esto conduce a los teóricos del imperialismo al eventual repliegue táctico sobre una segunda línea de defensa de su posición, la cual es formalmente contradictoria con la primera. Puestos en esa situación, se ven forzados a contestar: “no queríamos decir eso”; o bien: “si se llevan las cosas a ese punto”, que es el punto a donde las llevan ellos, a todas horas. (“No queríamos decir eso.” Pero de todos modos lo dicen, cuando ven que ello funciona sin problemas. Y volverán a decirlo, a todas horas, si las circunstancias lo hacen útil y viable, en cuanto otro interlocutor dé signos de estupidez que hagan de él una nueva víctima ideal, o cuando el monopolio público de represión y condicionamiento de masas garantice la expresión solitaria de los teóricos del régimen.)

Forzados a este repliegue táctico, los ideólogos del imperialismo recurren entonces a ideas más estrechas y cualificadas de violencia: ‘violencia buena’ contra ‘violencia mala, o ‘violencia defensiva’ contra ‘violencia ofensiva’; siendo la ‘violencia buena’ siempre la de ellos, y ‘la mala’ la de los demás. En definitiva, el nombre, la idea y la justificación tradicionales de la violencia de Estado – o sea: el reconocimiento de su existencia que en principio era ocultada/negada – acaban siendo admitidos y explicados como una realidad bondadosa y “transfigurada”. Sin embargo, tal reconocimiento de la violencia del Estado revierte inmediatamente, para volver a ser negado y quedar oculto cuando lucidez y peligro han pasado.

Obviamente, se trata de un recurso auxiliar de escape que es formalmente contradictorio con la primera posición, aunque es ideológicamente útil ante inesperados accesos de lucidez entre las víctimas condicionadas y predestinadas de la propaganda fascista. Por supuesto, esa ocasional retirada táctica de una versión a otra no les impide volver de inmediato – alternativa y rápidamente – a la moderna “versión guardada”, a saber: negación pura y simple de la Violencia de Estado, donde y cuando nuevos pacientes presentan el perfil mental deficitario que hace de ellos víctimas propiciatorias de los programas de embaucamiento colectivo.

Así pues, la ideología imperialista utiliza accesoriamente – sucesiva o simultáneamente – la actual teoría de la negación total de la Violencia del Estado, junto con la teoría tradicional de “las dos violencias”: la buena (es decir la de ellos), y la mala (naturalmente la de los demás). Pero, como se ha indicado, esto está en contradicción formal con el inicial “rechazo de toda violencia” del que partían, y de su correlativa afirmación de base, a saber: que “toda violencia es intrínsecamente mala”.

Como es evidente, estas dos teorías de la violencia son formalmente contradictorias entre sí, porque no se puede – formalmente – condenar toda violencia y sólo una parte a la vez. Efectivamente, negación-condena de toda violencia, por un lado, y afirmación-justificación de alguna violencia, por otro, son proposiciones formalmente incoherentes y contradictorias. Veamos, si toda violencia es mala, entonces no hay ninguna violencia buena que pueda ser justificada; y si hay alguna violencia buena que debe ser justificada, entonces no toda violencia es mala. No se puede justificar la misma cosa que se condena en su globalidad. Además, si ahora se niega la propia violencia y el poder político afirma que es no-violento, ¿qué necesidad hay de justificar una violencia que afirman no existe? Lo que no existe no se puede justificar; lo que se justifica – la propia violencia – es porque existe y por tanto no se puede negar. La contradicción interna en tales proposiciones es insalvable: negación y justificación de la misma realidad es un absurdo lógico y sociológico.

Ante esta nueva dificultad, la nueva “solución” a la que se ven forzados consiste en desdoblar y descomponer los términos y conceptos de violencia, con el objeto de ocultar la esencia ontológica y materialmente idéntica de todo acto de violencia. 

En la realidad ideológica del totalitarismo imperialista y fascista, las dos ideas contradictorias de Violencia no están nunca plenamente disociadas y ausentes: permanecen en estado latente, dominante o recesivo. Es así como la justificación tradicional – ilusionista y transcendente – de la Violencia y el Terrorismo, y su actual versión positiva – realista e inmanente – se utilizan y combinan de forma simultánea o sucesiva, separada o conjunta, y mediatizan, transfieren y acumulan sus cualidades respectivas según las necesidades del condicionamiento psicológico de masas; sin que el equívoco, la confusión y la contradicción formal: propios de la ideología dominante, afecten a la eficacia ideológica del procedimiento. La función reservada, alternativa, confusa y difusa de este mecanismo de embaucamiento se ejerce sin discontinuidad en la psicología colectiva de la sociedad totalitaria. En cuestiones de moral y de legalidad, como en tantas otras, para la propaganda imperialista y fascista la cantidad suplanta la calidad: cuanto más, mejor. Gehiegiz ez utz.

Todo el mundo está a favor de la “violencia buena”, es decir: la propia, que en realidad pretenden no existe como tal; y en contra de la Violencia “mala, ilegítima, injusta, ilícita etc.”, o sea: la de los demás. Del mismo modo, todo el mundo está en contra del “terrorismo”, a condición de dar a la palabra el significado que convenga a sus intereses ideológicos y políticos, y que perjudique a los del adversario. Todo el mundo es también partidario de la “paz”, a condición de que se acepten su propio concepto y sus propias condiciones de “paz” junto con el régimen político consiguiente. Incluso los sedicentes apóstoles del pacifismo integral, que condenan “toda violencia venga de donde venga”, sostienen al mismo tiempo la violencia “buena” (la de ellos), y condenan y rechazan la Violencia “mala” (la de los demás). Pero esa salida de escape: recurso habitual de retirada ideológica táctica de los sedicentes “demócratas no-violentos”, que opone y justifica la violencia “buena” contra la Violencia “mala” (al tiempo que naturalmente identifica la bondad con las posiciones propias y la maldad con las ajenas), aunque ello sea ideológicamente útil, es una escapatoria tan socorrida como impresentable y absurda.

La moderna ideología del imperialismo y el fascismo sobre la violencia no ignora los inconvenientes de tan cínica identificación y tan práctica simplificación normativa; pero se trata de un truco ideológico demasiado eficaz, a efectos de mantener la manipulación de las masas, como para ser sacrificado a la honestidad y al principio de no-contradicción. La falsificación-recuperación de los términos y los conceptos tradicionales, de las palabras y las ideas, permite la explotación ideológica complementaria de afirmaciones que son formalmente contradictorias. “La condena de toda violencia venga de donde venga”: primera línea de las modernas campañas de embaucamiento pseudo-pacifista, comporta la previa falsificación-recuperación de esos términos y conceptos tradicionales. Su contenido ideológico: positivo y negativo, afectivo y emotivo, una vez que ha sido falsificado y transferido a ideas diferentes, permite condicionar la reacción de los grupos sociales más débiles en contra de la conducta ajena, que es presentada como violenta, y a favor de la propia, “casualmente” pacífica y no-violenta.

La Violencia fascista efectiva es tan gorda que ni siquiera se ve, y la “violencia buena” – la propia – es tan buena que ni siquiera es ni se llama violencia. Es tan distinta que no tiene comunidad genérica ni onomástica alguna con la “violencia mala” de los demás, que es la única violencia; lo cual permite mantener cínica o hipócritamente en palabras la permanente oposición “a toda violencia venga de donde venga”, y – al mismo tiempo – consagrar el mantenimiento de la violencia “no-violenta” originaria y permanente del régimen imperial-totalitario. Todo ello en contradicción formal tanto con la realidad política, constituida por la violencia, así como con la teoría tradicional, que aprueba la violencia y la guerra justas.

En esta deliberada incoherencia formal de las ideas referentes a la violencia y el terrorismo: explotada por la ideología que sirve a los fines del imperialismo y el fascismo, se manifiesta la oposición clásica entre “la ideología de la realidad y la ideología de la ilusión”; una oposición que es desarrollada por “la división del trabajo entre los ideólogos de la realidad y los ideólogos de la ilusión” y que corresponde, orgánicamente, a la “oposición” entre los monopolios de la Violencia criminal, por un lado, y los monopolios de propaganda, guerra psicológica y condicionamiento e intoxicación ideológica de masas, por el otro.

Quienes imponen sus propias elecciones pretendidamente “libres” a los Pueblos sojuzgados, después de haberse impuesto sobre ellos y sus Estados e instituciones legítimas mediante guerra de agresión, conquista, ocupación militar, anexión y posterior colonización, muestran a continuación su “democrática” indignación porque – según dicen – el miedo a los atentados “les impide votar”. Según pretenden, el poder que ellos han establecido previamente sobre esos Pueblos mediante el monopolio de la Violencia criminal y el Terror no da miedo a nadie, ni al parecer le impide a nadie votar en sus propias elecciones, en su propio País y su propio Estado, cuyas destrucción y permanente proscripción previas ellos han impuesto por medio y a través de la Violencia extrema. Del mismo modo, cuando ésos, quienes durante siglos han tratado y tratan de imponer – mediante Violencia criminal y Terrorismo – su arrogante, pretenciosa y presuntuosa identidad nacional y Nacionalismo imperialista al mundo entero, constatan que hay Pueblos que no quieren ni verla, tienen el cinismo de protestar porque éstos, según pretenden, “no les dejan” conservar su identidad.

“Refutar” o comentar una y otra vez la desvergüenza de la ideología Nacionalista-imperialista y totalitaria hispano-francesa, en éstos y otros de sus temas favoritos, sería ya incurrir en una ingenua y estéril logomaquia, que sirve al imperialismo y al fascismo para hacer perder el tiempo y el trabajo a los demás. Sería “meter las narices una y otra vez en el mismo estiércol”, que los monopolios de propaganda imperialista y fascista producen y distribuyen sin discontinuidad.

La ideología dominante, siguiendo el mismo modelo – ya expuesto anteriormente – que utiliza para distorsionar los conceptos de política y derecho, pretende oponer también la violencia a la democracia y las presenta como incompatibles. Pero la democracia es una “cracia” (que significa “poder”), es decir, un sistema de poder político: precisamente el poder político del Pueblo, y – como todo sistema político – está constituida por la violencia. El hecho de que una política y un derecho determinados sean los propios de un sistema despótico, o los de uno democrático, en nada afectaa su medio específico de actuación: la violencia, que materialmente no se diferencia en sus diversas formas.

Es imposible distinguir entre despotismo y democracia por referencia al uso o no-uso de la violencia, puesto que ambos sistemas políticos se valen del mismo medio. Como ya lo hemos expuesto en otros lugares, sólo pueden distinguirse entre sí cualitativamente, por referencia a sus respectivos fines – ya sean criminales o lícitos – que son objeto de esa violencia; y cuantitativamente, por las dosis diferenciales – descontroladas o controladas – que ambos sistemas aplican. La democracia no consiste en la no-violencia; consiste en la violencia, como todo régimen político.

Los ideólogos y agentes del imperialismo exhortan a renunciar a la violencia para “adoptar las reglas del juego democrático”. Pero el “juego” democrático, al igual que toda política, es violencia, y sus reglas son reglas de violencia: se crean e imponen mediante la violencia. El poder político que oculta esto, está mostrando con ello que es un poder no sólo violento sino además ilegítimo y antidemocrático, de otro modo no tendría necesidad de engañar a sus víctimas: cuando la violencia es legítima y democrática (puesto que está al servicio de la protección y vigencia de los derechos humanos fundamentales), no necesita de engaños ni tapaderas.

En cuanto al “pacifismo” de la Iglesia, no cabe ignorar que las más grandes guerras, matanzas y crueldades de la historia se han hecho con la instigación, bendición y autoría o participación de aquélla. La Iglesia ha condenado además formalmente la no-violencia: una “herejía cristiana”, según los términos del R.P. Ducattillon. Su propia constitución y vida histórica son inseparables del sistema de violencia, el cual rige el mundo antes y después de que las Religiones del Libro tomaran en él carta de naturaleza.

La condena hipócrita “de toda violencia venga donde venga”, formulada por la propaganda (del poder) dominante, es material y formalmente contradictoria con la realidad de Violencia de la política y el Estado de España y de Francia; una realidad que sostienen y justifican los mismos hipócritas o imbéciles que profesan o difunden tan funcionales insanidades, puesto que esos Estados están constituidos como tales no sólo mediante la violencia – como lo están todos los Estados – sino mediante la Violencia criminal.

Como es sabido, toda realidad política está constituida como tal por la violencia. Que ésta esté al servicio de la democracia o el despotismo, de la acción defensiva o de la agresiva, o que se trate de violencia “buena” o de violencia “mala”, todo ello no sólo son cuestionables clasificaciones morales y subjetivas – que en general se manosean y falsean según la propia conveniencia – sino que son cuestiones completamente irrelevantes a este respecto.

Objetivamente, la violencia es violencia, y por tanto todos los comportamientos que entrañan violencia son – ontológicamente – indiferenciables en cuanto tales, por lo que respecta a la naturaleza de tal medio de acción. En el caso de los imperialistas y fascistas, su violencia es además criminal e ilícita, puesto que está al servicio no de la defensa sino de la conculcación de los derechos humanos fundamentales. Pero aun así, los agentes de la propaganda imperialista siguen repitiendo su absurda e hipócrita condena de “toda violencia”, cuando sucede que alguna violencia de legítima defensa de los oprimidos se opone a su Violencia criminal, originaria y eminente. Y por increíble que parezca, “tan enorme contradicción no parece causarles perjuicios ideológicos considerables”.

La incapacidad para constatar tan evidente realidad, en algo que concierne a su propia actividad, pone de manifiesto una profunda alteración de la capacidad de percepción que en general se atribuye a casos extremos de oligofrenia, paranoia o esquizofrenia. La alienación social se ha sublimado en alienación mental. Descuajeringue cerebral esquizoide y paranoide, autismo político, formas delirantes de afabulación y megalomanía, y concepciones falsas, son consecuencia del secular condicionamiento social, ideológico y político inducido por la ideología del imperialismo, ya desde los tiempos en que pretendía que “los bárbaros, comprendiendo la humanidad y sabia administración de los hispanos, decidieran libremente, tanto los señores como los demás, recibir como príncipe al rey de Hispania”. (Francisco de Vitoria.)

E igualmente: “Si Francia quería seguir siendo un gran país capaz de ejercer sobre los destinos de Europa toda la influencia que le pertenece”, ella tenía que “llevar, a todas partes donde puede hacerlo, su lengua, sus costumbres, su bandera, sus armas y su genio”. “Hoy en día son Continentes los que nos anexamos, es la inmensidad la que se reparte.” “Todas las parcelas del dominio colonial de Francia, todos estos restos deben ser sagrados para nosotros.” “Es indispensable basar la colonización sobre la dominación” “¡Señores, tenemos que hablar más alto y con más verdad! Es necesario decir abiertamente que en efecto las razas superiores tienen un derecho hacia las razas inferiores. [...] Repito que hay para las razas superiores un derecho, porque hay un deber para ellas. Ellas tienen el deber de civilizar a las razas inferiores. ¿Y existe alguien que pueda negar que hay más justicia, más orden material y moral en el África del Norte desde que Francia ha hecho su conquista? (Del discurso de Jules Ferry a la Cámara de Diputados, relanzando “la expansión de la civilización francesa”; 1885.)

Sin embargo, la realidad había sido bien distinta: “Los Franceses, en pocos años, han cometido más crueldades que los Turcos en doscientos años”, decía el diputado Roger a la Cámara ya en 1834. Y desde 1847 Tocqueville informaba: “A nuestro alrededor las luces se han apagado, el reclutamiento de hombres de religión y de ley ha cesado; es decir, que hemos hecho la sociedad musulmana mucho más miserable, más desordenada, más ignorante y más bárbara que lo era antes de conocernos”. [Informe sobre el proyecto de ley relativo a los créditos extraordinarios solicitados por Argelia, 1847.]

¿Y qué decir de “la humanidad y sabia administración de los Españoles”? “El funcionamiento de la encomienda ha llegado hasta nosotros a través de la crónica vívida y pronta escrita por Bartolomé de las Casas, fraile dominico que formuló una de las primeras críticas más devastadoras al colonialismo español. De las Casas llegó a la isla Hispaniola en 1502 [...] Con el paso del tiempo él quedó muy desilusionado y afectado por el trato cruel y explotador que recibían los pueblos indígenas y que él presenciaba cada día. [...] [Él] empezó una larga campaña para reformar las instituciones coloniales españolas. Sus esfuerzos culminaron en su obra ‘Brevísima relación de la destrucción de Indias, escrita en 1542, un ataque fulminante a la barbarie del dominio español. [...] La estrategia y las instituciones de la conquista perfeccionadas en México fueron ávidamente adoptadas en el resto del Imperio Español. En ningún lugar se hizo de una forma más efectiva que en la conquista de Perú efectuada por Pizarro. Según comienza su informe De las Casas: ‘En el año de mil y quinientos y treinta y uno fue otro tirano grande con cierta gente a los reinos del Perú, donde entrando con el título e intención y con los [mismos] principios que los otros todos pasados (porque era uno de los que se habían más ejercitado y más tiempo en todas las crueldades y estragos que en la tierra firme, desde el año de mil y quinientos y diez, se habían hecho)’.” etc. etc. (Daron Acemoglu & James A. Robinson; Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza’, 2012.)

Efectivamente, la respuesta que plantea el título de esta lúcida obra ya había sido acertadamente anticipado por Galbraith: “La lista de las causas de pobreza comúnmente aceptadas no es en absoluto completa. Regularmente atribuimos algún papel a la lentitud de transferencia del conocimiento tecnológico. [...] También atribuimos un tanto de culpa a la guerra, la rapiña, la depredación y los desórdenes civiles. La Cuarta Cruzada, Genghis Khan y los hermanos Pizarro demostraron que, en manos de unos profesionales extraordinariamente cualificados, tales procedimientos pueden producir un efecto perdurable sobre la renta. Las comunidades que fueron objeto principal de sus respectivas atenciones han sido pobres desde entonces.” (John K. Galbraith; ‘Economic Development’, 1965.)

Pero los creadores y responsables de la actual ideología dominante sobre la violencia “no-violenta” no están clínicamente locos o cosa por el estilo. Por desgracia, no corren peligro de ser internados en establecimientos mentales especializados, ya que las patologías psicóticas ideológicamente inducidas no se consideran susceptibles de tratamiento psiquiátrico. Ciertamente, la ideología imperialista sobre la violencia tiene unas versiones sólo aptas para pacientes social y mentalmente debilitados e indefensos, y otras diferentes que se reservan a las clases dominantes; aunque a veces, como ya se ha indicado, los ideólogos mismos acaben creyéndose sus propias patrañas, lo que los hace tanto más persuasivos y peligrosos.

La adaptación hipócrita de la propaganda Nacionalista y Terrorista, para confortar el populismo pseudo-pacifista del imperialismo, encuentra su límite en la contradicción entre su pregonada no-violencia, y la esencia y realidad violentas y criminales de su actividad política. En realidad, el éxito imprudente e inmoderado de la propaganda ilusionista del imperialismo sobre “pacifismo y no-violencia” destruiría las instituciones políticas a las que sirve, en lugar de confortarlas; cosa que, obviamente, los sectores sociales que se dedican al ejercicio y mantenimiento de ese poder real mediante el monopolio de la Violencia criminal no tienen previsto suceda. Se manifiesta también aquí la “oposición” clásica, la contradicción teórica y práctica entre la ideología de la ilusión y la ideología de la realidad.

Si los humanistas beatos o hipócritas del Pnv y sus satélites condenan – heréticamente – toda violencia, pero no perciben las fuerzas armadas que fundan y constituyen el régimen político imperialista franco-español, el cual califican de democracia no-violenta, entonces no cabe duda de que han alcanzado un grado de delicuescencia mental cuyos resultados en nada ceden a los efectos de estados oligofrénicos y esquizofrénicos caracterizados. Y si, en esas circunstancias, tales agentes “vascos” son considerados “normales” por una parte importante de la población, hasta el punto de reconocerles un grado cualquiera de representatividad, entonces es indudable que ese grupo humano tiene un grave problema colectivo de salud mental, cualquiera que sea el condicionamiento político y mediático al que se encuentra sometido.

Quienes condenan “toda violencia venga de donde venga”, sin condenar en primer término – y como base de toda consideración ideológica y política – el monopolio estatal, imperialista y fascista franco-español de la Violencia criminal, no sólo ocultan o ignoran esa Violencia criminal constitutiva de la política y el Estado imperialistas; en realidad aprueban, apoyan, disfrazan, reconocen y bendicen esa Violencia monopolista que mantiene su régimen imperialista y fascista de ocupación militar sobre el Pueblo Vasco y su Estado. Son imbéciles o farsantes, y – en cualquier caso – agentes del Imperialismo y el Fascismo franco-español.


(De: ‘Violencia y Terrorismo.- Su mistificación ideológica al servicio del Imperialismo’.)

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