Estrategia y táctica; clase y unidad políticas (XXXIII)


EUSKAL HERRIA Y EL REINO DE NABARRA, O EL PUEBLO VASCO Y SU ESTADO, FRENTE AL IMPERIALISMO FRANCO-ESPAÑOL



XXXIII – Estrategia y táctica; clase y unidad políticas


Iñaki Aginaga y Felipe Campo


I


La política – toda realidad política: al igual que sus especies bélica y jurídica – es la determinación del comportamiento social por medio de la violencia. La violencia es el medio específico de la política. Así pues, política y no-violencia son incompatibles: sin violencia no hay política.

Es imposible diferenciar una política de otra por su medio, es decir: por la presencia o la ausencia de violencia, ya que, por diferentes que sean sus fines, todas emplean el mismo medio. Las distinciones que podrían establecerse entre la democracia y el despotismo, entre la acción defensiva y la acción agresiva, entre la violencia “buena” y la violencia “mala”, son a este respecto completamente irrelevantes: la violencia es violencia, y por tanto todos los comportamientos que entrañan violencia son – ontológicamente – indiferenciables, por lo que respecta a la naturaleza de tal medio.

Los “demócratas no-violentos” abogan por la no-violencia y la democracia al mismo tiempo; pero la democracia es el poder político del Pueblo, es decir: su violencia. Se puede estar, sin contradicción, “contra toda violencia venga de donde venga”; pero no se puede estar a la vez a favor de las vías políticas: por “jurídicas, legítimas o democráticas” que éstas sean o pretendan ser, ya que todas ellas implican violencia. Una política no-violenta es una contradicción en los términos, un vacuo atentado a toda lógica formal o general, una negación hipócrita de la más evidente realidad, cuyas consecuencias las sufren siempre los débiles y los indefensos. No cabe oponer política violenta y política no-violenta. Una política puede o no oponerse a otra; pero no puede, sin contradicción formal, oponerse a la violencia.

Pero el Despotismo, el Imperialismo y el Fascismo no consisten simplemente en violencia: consisten en Violencia criminal, ejercida en violación y persecución de los derechos humanos fundamentales. La Democracia (demo-kratía = poder del pueblo) es también una ‘cracia’, y por tanto no consiste en la no-violencia: consiste en la violencia, como todo régimen político.

La distinción entre la política de la Democracia y la del Despotismo imperialista y fascista, por lo que se refiere al respectivo recurso a la violencia de ambos sistemas, se establece:

a) cualitativamente por sus respectivos fines. Cuando éstos son democráticos, la violencia es lícita porque se ejerce en defensa de los derechos humanos fundamentales frente a quienes pretenden conculcarlos, y ante todo en defensa del derecho de autodeterminación o independencia de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos, según el Derecho Internacional formulado por la Organización de Naciones Unidas. Y cuando los fines son despóticos, la violencia es criminal puesto que es ejercida para la destrucción/conculcación de esos derechos. Y

b) cuantitativamente por las dosis diferenciales: respectivamente controladas o incontroladas que se dan en ambos sistemas políticos.

Ahora bien, la esencia de la actividad política es la estrategia. Sin tal implicación, las diversas expresiones de la actividad humana sobre la sociedad pueden constituir moral, ciencia, arte o literatura, pero no política. Toda política está constituida como tal por referencia estratégica: sin estrategia no hay política. La estrategia se constituye como expresión dinámica, motor y consecuencia de la relación entre las fuerzas sociales en presencia. La conservación o modificación de esta relación: en beneficio propio y en perjuicio del adversario, es el objeto de la actividad política; todo lo demás es música de feria.

A falta de una estructura estratégica de referencia, toda pretendida política de oposición democrática al poder despótico establecido es caótica acumulación sin sentido: ni teórico ni práctico. Una vez integrada bajo las condiciones estratégicas del imperialismo y el fascismo, la energía potencial de una tal “política de oposición” infrastratégica se disipa en “persuasión y diálogo, alianzas, vía institucional con elecciones, entrevistas muy positivas, mesas de diálogo y oportunidades históricas”; en performances y agitación estéril, concentraciones y huelgas “generales” de demostración, huelgas de hambre reales o simbólicas, atentados individuales, algaradas y protestas tontas y costosas que se pagan muy caras, negociaciones y procesos de paz imaginarios, consultas para opinar sobre consultas para decidir sobre no se sabe qué etc. etc. Y mientras tanto pasan los años y los siglos sin alteración fundamental de las relaciones sociales.

Toda política implica una estructura estratégica de fines y medios, la cual produce, conserva o modifica socialmente la relación de fuerzas en que está fundada. La naturaleza de esa política: bien sea progresista o reaccionaria, depende de su resultado real: sólo la modificación estratégica de la relación de fuerzas en favor de las clases populares constituye la realidad del progreso político. Los fines y los medios estratégicos se implican y constituyen mutuamente: los fines constituyen los medios; y la profundidad de los fines condiciona y produce la extensión de los medios. Todo grupo social, o bien es capaz de realizarse como agente en esta dimensión, o de lo contrario sufre un proceso ineludible de liquidación generalizada.

En política, la simple voluntad de los Pueblos no cuenta para nada a menos que éstos sean capaces de constituir la fuerza: estratégicamente estructurada, con la que pueden realizar su voluntad. El Pueblo que – como base y estructura de su comportamiento – renuncia al imperativo estratégico, o que carece de estrategia propia, adopta la estrategia y hace necesariamente la política del imperialismo y el fascismo; el resto es palabrería.

Sin estrategia no hay política, y la pretendida clase política vasca: formada por la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites y sucursales, desde hace más de cuarenta años por lo menos no es que tenga una estrategia equivocada, es que no tiene ninguna excepto la del poder imperialista establecido. Toda la virtualidad popular del Pueblo Vasco se ha visto arruinada por retraso, primitivismo y subdesarrollo cultural, ideológico y político, gracias al decisivo concurso de los institucionalistas “moderados y radicales”, armados y desarmados.

Sin estrategia no hay tampoco táctica: las opciones tácticas, que sólo existen dentro de un planteamiento estratégico, desaparecen con la ruina de éste. Sólo una oposición estratégicamente diferente del imperialismo permite combatirlo desde dentro y desde fuera, “legal” e ilegalmente. Una estrategia con algún contenido auténtico puede en mayor o menor medida estar equivocada; pero su propia dinámica y su efecto: ideológica y políticamente integrador, son ya un avance inestimable sobre la ausencia de estrategia.

Al Nacionalismo imperialista y al Fascismo sólo se los combate con fuerzas democráticas: estén donde estén, con elecciones o sin ellas; pero siempre mediante una oposición ideológica y política coherente, permanente y consecuente de nivel estratégico. Si las fuerzas democráticas de oposición no existen, o si – aun existiendo – éstas no pueden o no quieren alcanzar un nivel estratégico, entonces no se los combate con nada. Sin embargo, el mantenimiento de una permanente y estéril agitación: con todo su funesto coste en términos de trágica secuela de represión y ruina económica y social general del Pueblo oprimido, es el escenario ideal para los desaprensivos o los demagogos incapaces, que han decidido establecer su ‘modus vivendi’ explotando la ilusión de que es posible combatir al Nacionalismo imperialista y al Fascismo con una oposición infrastratégica, la cual es por tanto totalmente inútil.

Es precisamente lo que tenemos en nuestro País: una oposición infrastratégica frente al Imperialismo nacionalista, colonialista y fascista franco-español encabezada por los incompetentes y/o traidores burócratas Pnv-Eta, la cual surge ineluctablemente como tal desde el momento mismo en que el régimen franco-español de ocupación militar sobre el Pueblo Vasco y su Estado, el Reino de Nabarra, ha sido reconocido como no-violento, no-Nacionalista, legítimo y democrático; que es lo que tales burocracias liquidacionistas llevan haciendo desde 1977-79 hasta hoy mismo.

Los Pueblos y las Naciones sólo se movilizan para fines que merecen su esfuerzo. Para un Pueblo sojuzgado y bajo las condiciones de un régimen de ocupación militar imperialista y colonialista (ya sea es en Irlanda como en Argelia, o en las Colonias americanas, donde el terrorismo de los colonos y los Padres Fundadores dio origen a los actuales USA), la independencia nacional es un fin que – como puede comprenderse – encuentra dificultades naturales de agregación de medios, hasta conseguir reunir los recursos sociales necesarios. Pero, por arduo que resulte realizar ese esfuerzo de agregación, no hay alternativa que permita ahorrarlo, puesto que el abandono de ese fin implica la liquidación de la política y la ideología democráticas, del derecho internacional de autodeterminación o independencia, y de la política de libertad nacional.

El Pueblo Vasco se movilizará – tal vez – con análoga dificultad por la restauración de su Estado histórico frente a la ocupación, la dominación y la colonización Nacional-imperialista franco-española; pero no se movilizará nunca por un “departamento” francés con un prefecto, o por una falsa “autonomía” otorgada, regional y provinciana española. Los Pueblos se movilizan por grandes causas y en todo caso por la Libertad nacional; no lo hacen por humillantes platos de lentejas.

No hay clase política diferenciada sino en cuanto órgano de una función estratégica. Ante la inexistencia de una expresión y función estratégica autónoma, el órgano encargado de ejecutarla: la clase política, o bien se atrofia o degenera. Sin función ni principios estratégicos no hay órgano político; y sin órgano ni función estratégicos como primera condición, no hay otra política que la del régimen imperante. Sin estrategia no hay política ni táctica, sólo hay charlatanismo ideológico, burocratismo, corporatismo y descomposición política. No hay tampoco agente ni Partidos políticos propios, y en esas condiciones la supuesta “clase política” oficial se convierte necesariamente en una parte ideológica y políticamente integrante de la estructura imperialista de dominación. En una tal situación, los supuestos partidos políticos son corporaciones que tratan de explotar en provecho propio las condiciones del orden imperialista en el que han nacido, y que han aceptado y asumido.

Por su parte, los nuevos “especialistas y políticos” profesionales sólo tienen de tales las sumas que cobran y los privilegios de que disfrutan; han obtenido así, hasta ahora, las compensaciones que su condición necesita y la movida populista solicita. De la mano de estos impostores, y como consecuencia de la moderna “descentralización democrática” del imperialismo fascista español en el Segundo Franquismo, todo lo que estaba fuera del control totalitario ha pasado a estar dentro de él. Sucesivas iniciativas, variantes y recursos parlamentarios y extraparlamentarios, gubernamentales y judiciales: locales o continentales, prolongan eternamente el mismo estado de cosas; al que esos farsantes que se presentan como políticos, someten a sus administrados y víctimas.

La verdad y la realidad de un régimen político no se fundan ni manifiestan en las “altas esferas” de la burocracia administrativa y sus ceremonias protocolarias, en los discursos parlamentarios, en las declaraciones ministeriales, o en las aportaciones de los servicios “culturales” y de los Partidos y Sindicatos homologados. Se fundan y manifiestan en la composición y en la actividad material de los cuerpos represivos, y en las “edificantes”, inequívocas y agresivas declaraciones de principios que las acompañan. Expresiones tales como “¡A por ellos!”, o “Esto es acabar con los independentistas de una puta vez por todas” (por poner sólo dos ejemplos de una constante manifestación de odio, agresión y desprecio hacia los Pueblos sometidos, reconocidos así como diferentes), son la expresión-confesión banal, honrada, lúcida y sincera de la conciencia nacional y política auténtica y efectiva del imperialismo franco-español, y dejan poco sitio a la intoxicación ilusionista y espiritualista de sus servicios de propaganda militares, civiles o eclesiásticos.

Sin una resistencia estratégica al imperialismo fascista, la oposición democrática y los derechos humanos desaparecen, puesto que legalidad fascista, por un lado, y oposición democrática-derechos humanos, por otro, son términos contradictorios. El sentido estratégico de las normas e instituciones vigentes depende de la relación de fuerzas, la cual condiciona los poderes reales fácticos: desde los Parlamentos hasta los cuerpos represivos. Cincuenta años de falsas ilusiones, desvaríos y propaganda fraudulenta de los institucionalistas armados y desarmados, han tenido que pasar antes de que las “concesiones” y las ambigüedades de la transición intra-totalitaria del Franquismo: oportunamente denunciadas ya desde el mismo Pacto de Múnich (1962), hayan aparecido ante los ojos de todos en su verdadero contenido. (Naturalmente no de todos, e inevitablemente es preciso dejar aparte a la pretendida e irremediable “clase política” oficial: el ex-“lehendakari” Garaikoetxea, tras haber colaborado en la primera, sigue todavía exhortando al País desde los mass media a “abordar con decisión, valentía y espíritu democrático una segunda transición”.)

La primera necesidad de una empresa de oposición al imperialismo consiste en la conformación de un agente estratégico capaz de alterar la base política que funda el presente régimen imperialista de ocupación militar; y la primera condición para ello es partir de la afirmación – y no de la negación – de ese régimen como imperialista y fascista. En una situación como la nuestra, no puede haber nadie tan tonto como para ignorar de buena fe la realidad general del régimen de ocupación y – en consecuencia – las condiciones que exige una oposición estratégica acorde con la realidad de las fuerzas en presencia; ni tan ingenuo como para creerse, de buena fe, que vive en un País “donde las fuerzas armadas no existen y donde no hay sitio para la violencia” criminal (cuando el régimen de ocupación está basado precisamente en ellas), o que su desdoblado Partido Franquista – tanto en versión tradicional del Pp como transitiva de Falange-PsoE, junto con sus respectivas hijuelas – es un partido realmente democrático. Sin embargo, con un poco de “buena voluntad” (?) y un mucho de mala fe, uno puede creerse todo lo que quiera y le convenga, que es lo que hace la burocracia liquidacionista Pnv-Eta. Naturalmente ello podrá servir para finalidades diversas, pero no para oponerse al imperialismo.

Toda defensa de derechos fundamentales conculcados implica “legalidad e ilegalidad”. Efectivamente, en la lucha por la libertad bajo el imperialismo y el fascismo no podemos permitirnos quedar confinados a permanecer bien sea en la legalidad “pura”, o en la ilegalidad “pura”. Ahora bien, su mutua integración sólo puede estructurarse en la sistematización estratégica: sin una previa integración estratégica de ellas, legalidad e ilegalidad no se combinan, complementan o apoyan sino que se destruyen mutuamente.

Sin base estratégica, la oposición se degrada y oscila entre colaboracionismo y atentados. La “lucha armada”, la “guerra revolucionaria”: que es complemento – no alternativa – de “la vía institucional”, se reduce en realidad a los cada vez más simbólicos, difíciles, costosos y excepcionales atentados, los cuales ocultan la realidad de la Violencia terrorista, imperialista y fascista del Estado ocupante. La oposición institucional y la “lucha armada” empiezan inicialmente por el oportunismo “táctico” e ideológico, y se resuelven en el encubrimiento y la apología del Terrorismo de Estado, el imperialismo y el fascismo.

Las instituciones administrativas o “autónomas” pueden ser y han sido a veces considerables instrumentos tácticos en la estrategia de los procesos de autodeterminación. La llamada autonomía “permite a una Nación: que está mantenida por la violencia en los límites de un Estado dado, constituirse definidamente en cuerpo de Nación, reunirse, aprender a conocer y a organizar sus fuerzas, [y] elegir el momento más apropiado para declarar” la independencia. Pero ello puede ocurrir solamente donde y cuando, en cuanto y por cuanto instituciones más o menos democráticas y representativas traducen, repercuten y sirven “la onda viva de la opinión popular, que las baña, las penetra, las dirige”, como “toda la experiencia histórica nos demuestra”. “Asistimos entonces de cuando en cuando a las más divertidas cabriolas de los ‘representantes del Pueblo’; quienes, súbitamente animados de un ‘nuevo espíritu’, hacen oír acentos completamente inesperados.” Sin la Resistencia de los Pueblos: que sobrepasa la acción de las instituciones, la oposición democrática y los derechos humanos desaparecen, puesto que la legalidad totalitaria y sus instituciones son antítesis cerradas de la democracia, la oposición y los derechos humanos.

Tampoco hay posibilidad de alianzas externas o de negociación, si no están fundadas en los propios recursos y en una alternativa estratégica autónoma. Fuera de ellos, no tendremos más política ni más ideología que las del efectivo sistema imperialista de dominación, y habrá que seguir echándose a temblar cada vez que en este País se pronuncie la palabra “táctica”. En el mundo en que vivimos no hay trucos, atajos, rodeos ni soluciones de facilidad que permitan a las fuerzas populares hacer la economía de una línea estratégica acorde con la realidad de las fuerzas en presencia: una línea que es inseparable de la democratización general de las instituciones políticas e ideológicas; o que les permitan escapar a la ineludible exigencia de alcanzar el desarrollo cualificado de los recursos básicos propios.

La cualificación estratégica es la única salida posible para los Pueblos sojuzgados, esto es: la creación de un sistema de fines y mediosinscrito en la relación estructural de fuerzas, y capaz de modificarla en su propio favor mediante una oposición de nivel estratégico. Libertad o muerte es la única alternativa real que les queda. El factor decisivo radica en la capacidad o en la incapacidad propias del Pueblo oprimido para desarrollar estructuras secundarias: ideológico-políticas; y para adaptarlas a sus recursos y condiciones primarios: que son sus fuerzas sociales de base, con la cualificación estratégica de éstas como resultado. En ausencia de esa cualificación, el porvenir de ese Pueblo continuará siendo problemático.

Pero los burocráticos mentores de la “oposición” oficialmente homologada: la burocracia liquidacionista Pnv-Eta, no sólo no tienen la menor idea de cómo realizar o propiciar semejante tarea: no tienen tampoco la menor intención ni el menor deseo de hacerlo. Pondrían fin, si lo hicieran, a los privilegios, exenciones, sinecuras, honores y beneficios que desde hace cuarenta años disfrutan y hacen disfrutar a su clientela. Todo ello en justa recompensa por los servicios rendidos en la estabilización, consolidación y legitimación del “nuevo” régimen; en el condicionamiento e intoxicación ideológicos de la opinión pública; en la destrucción de toda libertad de expresión; y en el sabotaje de la estrategia e instituciones de las fuerzas democráticas. Mientras esos cómplices, colaboracionistas y compañeros de ruta sigan siendo servidores útiles – aunque desagradables – para el régimen de ocupación, no hay serios indicios para temer que el provechoso cambalache pueda verse interrumpido. Por lo que a ellos respecta, basta con oír a sus portavoces locales para cerciorarse de que no ahorrarán esfuerzos para alejar tan funesta eventualidad. Y sería ingenuo creer que eventuales ideas y voluntades expresadas a nivel individual, o espontáneas pulsiones de masas no cualificadas, puedan cambiar tal estado de cosas.


II

Todo despotismo se asegura: a veces tras siglos de guerras, ocupación, exclusión y colonización (mediante plantación, transplantación y suplantación de poblaciones), los monopolios de violencia, información, deculturación, adoctrinamiento e intoxicación ideológica permanente de los Pueblos sojuzgados, alienados en lo sucesivo desde la primera infancia; así como el control administrativo de la producción y distribución de los recursos. Se instaura así el Estado despótico y su “legalidad” aferente, que sus servicios de propaganda: en creación/implantación de la ideología dominante, describen como “el monopolio del uso legítimo de la violencia física dentro de un territorio dado”. (Max Weber.)

Tras haber realizado el imperialismo franco-español todo ello durante siglos contra nuestro Pueblo y nuestro legítimo Estado, el Reino de Nabarra: con agresión, desmembramiento y anexión de sus Territorios y abolición de nuestras instituciones estatales; y a partir de la integración de la pretendida “intelligentsiay clase política vascas” – formadas por la burocracia liquidacionista Pnv-Eta, sus sucursales y satélites – en el régimen imperialista del Segundo Franquismo desde 1977-79 hasta hoy, esta tarea de intoxicación ideológica etc. se ha reforzado desde entonces con los mass-media locales pre-señalados como “vascos”: tanto la prensa así como la radio-televisión española que llaman “euskal irrati-telebista”. Desde estos mass-media se martillea diariamente sobre el Pueblo Vasco: con las voces y las caras de esos agentes colaboracionistas locales, la ideología del imperialismo franco-español, de su régimen y su Estado; aceptados y presentados por ellos como “el régimen y el Estado propios, no-Nacionalistas, no-violentos, legítimos y democráticos”.

A partir de ahí, el fascismo y el imperialismo modernos convocan – periódica y casi constantemente – “elecciones” a la medida de sus necesidades ideológicas y políticas. Y, como es natural, en un régimen imperialista, colonialista y fascista de ocupación militar las “elecciones” las gana el que las organiza: las reglas del juego se establecen para eso y se cambian cada vez que hace falta, votan los que los monopolios de violencia y propaganda quieren que voten, y se vota lo que quieren que se vote, cuando, como y donde quieren que se vote; todo lo cual implica partir de la intangibilidad del imperialismo y de la aceptación de sus premisas y de todo su sistema ideológico como “legítimos, democráticos” etc. Quienes otra cosa pretenden, lo único que persiguen – o en cualquier caso objetivamente favorecen – es engañar a los Pueblos, desviar sus esfuerzos, arruinar sus recursos, e incapacitarlos para las tareas que la situación real de dominación imperialista les impone.

[Sobre la cuestión de ‘las elecciones’, véase nuestro artículo Elecciones totalitarias bajo el imperialismo, o la falsificación de la democracia’ publicado en esta página el 9-Marzo-2021.]

Las cosas son bien claras y no admiten tergiversaciones: en las condiciones impuestas por el régimen imperialista de ocupación militar, frente a la reacción y el fascismo, o bien la democracia tiene fuerza, o no la tiene. Si las fuerzas democráticas son reales, se manifiestan con su estrategia propia, distinta y sin confusiones. Ellas agrandan y utilizan las menores eventuales contradicciones – incluso funcionales, superficiales o puntuales – existentes entre la reacción Nacionalista y Fascista, en lugar de crear las condiciones para su remedio y la consiguiente integración de las “derechas”. Del mismo modo, en su estrategia contra el Fascismo y el Nacionalismo “vengan de donde vengan”, localizan y ponen de manifiesto la diferencia – estratégica y tácticamente capital – entre la contradicción principal y la contradicción secundaria, en lugar de invertirlas o confundirlas. Así pues, profundizan y resaltan la contradicción estructural, fundamental y permanente entre las fuerzas de la reacción, por un lado, y las fuerzas de la libertad, la democracia y los derechos humanos, por el otro; y en consecuencia afirman tanto la exigencia del derecho fundamental de autodeterminación o libertad de los Pueblos: primero de los derechos humanos y condición previa de todos los demás, así como la exigencia de independencia inmediata e integridad de sus legítimos Estados frente al imperialismo. No se diluyen, no se integran en votaciones, manifestaciones y despliegues estratégicos o tácticos de la reacción imperialista y fascista: admitidos como “democracia” etc.; o ante el primer espantapájaros o retardatario émulo de Mussolini que el despotismo actual y real agita ante sus víctimas propiciatorias.

Por el contrario, las pretendidas fuerzas auxiliares “democráticas y de izquierdas”: que siembran el pánico ante la aparición de la “extrema derecha”, esconden y desplazan la contradicción principal existente entre las fuerzas de la reacción y las fuerzas de la libertad y la democracia, implicándose y centrándose en su lugar en la aparente “contradicción” interna y funcional entre las propias fuerzas de la derecha: ya sea extrema o tradicional; con lo cual recuperan para el imperialismo las fuerzas democráticas, desviándolas de sus verdaderos objetivos e integrándolas en el sistema totalitario de dominación. Una clase política digna de este nombre lleva a un grupo social hacia adelante, no tira de él hacia atrás hasta hacerlo desaparecer, como hacen estas falsas fuerzas democráticas.

Es así como – sumidos en su deriva – los “institucionalistas vascos” armados y desarmados de nuestro País: desde el Pnv al Eta, se unieron en 1977-79 al imperialismo y al fascismo en el poder para reducir todo intento de resistencia, de simple información, de crítica o de libre expresión; insultando, persiguiendo y difamando además (llamándolos “eladios”, opus-dei vasco, agentes de la Cia etc.) a quienes procuraban implantar una línea política democrática consecuente. Han avalado desde entonces el régimen fascista de ocupación militar mediante su participación en sus “elecciones” e instituciones imperialistas, con abandono de toda oposición estratégica; y mediante sus votos y sus diputados y senadores: “democráticamente elegidos” – como ellos dicen – según las reglas dictadas e impuestas por la Violencia y el Terrorismo de Estado, lo han estabilizado y consagrado como “democrático, legítimo, no-Nacionalista y no-violento”. Se han situado con ello en plena apología del Franquismo y en la exaltación del Terrorismo de Estado. Porque, como es evidente, sólo en una auténtica democracia – y no en el simulacro que el imperialismo presenta como tal – cabe tener representantes democráticamente elegidos; y el imperialismo y el fascismo democráticos son contradictorios en los términos. Sus hipócritas reservas formales de costumbre para justificarse: sobre el supuesto “déficit democrático, porque ningún régimen es perfecto”, o “la reivindicación de los derechos históricos”, y su falsa “denuncia” de un inexistente “estado de excepción” etc. que oculta la absoluta normalidad fascista (con los atentados como coartada); todo ello son trucos que sólo engañan a quienes quieren que los engañen.

Los “institucionalistas vascos” armados y desarmados: partidos del abandono y la traición ideológicos y políticos, han llevado a sus seguidores a la más negra desesperación, rasgada periódicamente por accesos delirantes de euforia colectiva que preparan la sucesiva y cada vez más profunda fase depresiva. Han entregado el Pueblo y el País que dicen defender, atados de pies y manos, y los han puesto a la libre disposición y la hetero-determinación de los Estados que están impacientes por acabar con ellos a toda costa. Apoyan los monopolios de violencia y propaganda; participan activa y directamente en la represión de pleno acuerdo con las fuerzas armadas de ocupación, a las cuales califican de democráticas y no-violentas; persiguen la libertad de expresión e información, y potencian el sabotaje de la Resistencia estratégica a la ocupación. Piden perdón por el daño causado al imperialismo, y condenan “toda violencia venga de donde venga” que se oponga a la criminal Violencia imperialista y fascista: constitutiva de la guerra de agresión y el monopolio de las fuerzas armadas imperialistas.

El Pueblo Vasco soportó con notable entereza (gracias sobre todo a la resistencia popular espontánea, socialmente encarnada, y a la solidez y abnegación de sus células familiares: aisladas y cercadas en un medio de privaciones, represión y terror ilimitados) un asedio ideológico de cuarenta años en las condiciones generales del régimen arqueo-fascista, primitivo y mal considerado del General Franco; el cual estaba auxiliado ya en aquel entonces por la infiltración en nuestro País de los agentes del social-imperialismo español. Pero soporta muy mal los golpes mucho más poderosos del Segundo Franquismo en el que toda la clase política española se ha integrado: el régimen modernizado, reforzado, asistido, adaptado, renovado, falaz y artero en que el imperialismo español ha logrado transformarse con el apoyo del colaboracionismo indígena. Pueblo primitivo, rústico, infantil, ingenuo, crédulo, ideológicamente mal armado, debilitado en su sentido de identidad y dignidad nacionales, ampliamente ignorante de su derecho y su Estado históricos, moralmente fragilizado y disminuido, acorralado, culpabilizado y a la defensiva, abandonado y – en fin – traicionado por su pretendida clase política, resiste mal el nuevo terrorismo ideológico que acompaña al terrorismo político, esto es: la avalancha de tóxicos, las dosis masivas de estupefacientes, psicotropos, narcóticos, analgésicos, antálgicos, hipnóticos, neurolépticos, ansiolíticos, timoanalépticos, psicotónicos, euforizantes y alucinógenos que los modernos monopolios de violencia y propaganda hacen caer diariamente sobre él. La burocracia “institucionalista” armada y desarmada: desde el Pnv tradicional u oficial a su corolario el Eta, es el camello de Troya de la intoxicación ideológica fascista-imperialista en los Territorios ocupados del Pueblo Vasco.

Por sus condiciones históricas, políticas, geográficas y culturales, correspondía al Pueblo Vasco la tarea de aportar el modelo de autodeterminación adaptado a los Pueblos ocupados de características semejantes. Pero no sólo se ha mostrado incapaz de cumplir su misión; se ha mostrado, además, completamente inepto para integrar y utilizar el modelo y la experiencia – bien sea afortunada o desafortunada, según los casos – de los demás. Llevado de la mano por los “institucionalistas” armados y desarmados: desde el Pnv al Eta, el Pueblo Vasco ha imitado los ejemplos y modelos mitificados, falseados y completamente inadecuados que ellos le han propuesto, antes que aplicar aquéllos que convienen a sus propias características y condiciones.

Políticamente limitado y debilitado durante siglos por la acción del imperialismo franco-hispano-romano/vaticano, su pretendida intelligentsia y clase política se ha mostrado poco o nada apta para la implementación estratégica y para el mantenimiento y la continuidad de sus propias instituciones estatales: como se espera debería hacerse en las condiciones de la actual política internacional. Su bajo cociente de agresividad interna y externa limita su capacidad de resistencia y legítima defensa.

Como generalmente ocurre con los Pueblos sojuzgados: débiles, pacíficos y primitivos, nuestro Pueblo trata de engañarse a sí mismo e impresionar al adversario ocultando y compensando su insuficiencia con atentados y guerras perdidas de antemano, heroicas aventuras, algaradas tontas y episódicas, o arrebatos fútiles y fatuos que lo debilitan cada vez más y lo hacen particularmente vulnerable; pero se muestra incapaz de comprender y afrontar la visión estratégica de los Estados modernos, y la continuidad y constancia de su hipertrofiada Administración.

Otros Pueblos, tanto o más desfavorecidos, han mostrado capacidad de percepción de la realidad política, lucidez estratégica, rapidez – espontánea o mediada – de adaptación, reacción e iniciativa, y articulación operacional de su virtualidad asociativa, que les han permitido compensar una inferioridad inicial con frecuencia abrumadora, y resistir a la agresión con éxito considerable. Pero pequeño, y además idio[E]tizado y perturbado por una intelligentsiay una clase política autóctonas de incompetentes y/o traidores, eso es más de lo que un País puede soportar. Y es que política anti-imperialista e independencia nacional, por un lado; y estupidez o alienación mental, por el otro, son realidades incompatibles. Ni una demografía como la de China podría resistir un handicap como el de la burocracia Pnv y sus satélites “moderados y radicales”, armados y desarmados. Incapaces de afrontar la realidad, estos títeres indígenas del imperialismo contribuyen a la difusión de vanas ilusiones por todos los medios que los monopolios de propaganda ponen a su disposición, sabedores de que los Pueblos que no se enteran del mundo en el que viven son presa indefensa de sus predadores. A partir de eso, con tal pauta de comportamiento, toda política democrática y autónoma es imposible: se padece la que hay, sin posibilidad de hacer ninguna otra.

Un Pueblo sojuzgado que, bajo el monopolio de la violencia resultante de la guerra y la ocupación militar (ya sea extranjera o doméstica), no es capaz de afrontar moral y materialmente la realidad del imperialismo y el fascismo, ha elegido ya la sumisión: fase primera de su liquidación. Si, prefiriendo las ilusiones a la realidad, no quiere o no puede ver y afrontar el imperativo estratégico, nadie lo hará por él. La sumisión, de cualquier forma que se manifieste, tiene a veces sus ventajas; pero quien – como base y estructura de su comportamiento – ignora o renuncia al imperativo estratégico, adopta la estrategia y hace la política del fascismo y el imperialismo. Al vacío estratégico corresponden el vacío institucional y la ausencia de una real clase política propia.

Un Pueblo carente de vitalidad: que no puede o no quiere resistir a la agresión y dominación foráneas, está condenado a ser liquidado de inmediato o tras un período más o menos prolongado de opresión y humillación. Su misma existencia es existencia maldita, que la propaganda fascista empieza por negar en idea como tal existencia para mejor destruirla en la práctica. La supervivencia de un Pueblo es el objetivo permanente y el motor principal de la lucha anti-imperialista.

Los modernos Estados dominantes proponen y dejan a veces caminos a una vana esperanza, que bastan frecuentemente para contener y dividir al adversario actual o virtual. Un Pueblo sin política creíble es siempre presa de las ilusiones, los espejismos y las soluciones “realistas o de facilidad” que la propaganda imperialista y fascista suscita. Frente a una estrategia radical y sin concesiones: que es lo que inevitablemente exige el tener que hacer frente a un imperialismo Nacionalista que niega la existencia misma del Pueblo y el Estado ocupados, una parte de la “oposición” prefiere siempre “la vía posibilista, realista, segura, cómoda y provechosa, sin adversarios y sin complicaciones” que el propio poder ofrece, por descabellada que ésta sea. Pero la realidad que corresponde a tales ilusiones y comodidades no existe.

Esta “vía posibilista”, que como vamos a ver es absolutamente “imposibilista”, se expresa con afirmaciones tales como: “reforma, diálogo y negociación en condiciones de igualdad para todos, en ausencia total de violencia, por las vías exclusivamente políticas y democráticas, en un nuevo escenario sin límites ni injerencias, desde la unidad de acción de los agentes políticos y sociales, para la puesta en marcha de un proceso de autodeterminación para cuyo arranque es condición necesaria la existencia de un clima social sin violencia política, ni legalizada ni de respuesta” etc.; unas afirmaciones que suponen la inexistencia del Imperialismo Nacionalista, Colonialista y Fascista, es decir: suponen resueltos los problemas que hay que resolver.

Efectivamente, los partidarios y apologistas locales “moderados y radicales” de “la vía democrática dentro del más absoluto respeto a las instituciones y en ausencia de toda violencia” tienen muy claro que “la solución de los problemas políticos de este País está en el diálogo”; que, “al igual que en Euskal Herria, también en el resto del mundo el camino y la llave de la solución se encuentran en el diálogo y en el respeto a la soberanía de los Pueblos”. Ahora bien, esta nueva “brillante” aportación de “moderados y radicales” no va a ser de ninguna utilidad para los problemas en cuestión, ya que éstos no se remedian y solucionan a base de negarlos o suponerlos resuelto: ya sea con recta o con torcida intención. El hecho de que la propaganda Pnv-Eta tenga que recurrir a majaderías de este calibre para seguir engañando a sus víctimas, revela de por sí el grado de confusión mental e impotencia política a que han llevado a la sociedad a la que dicen proporcionar soluciones y remedios. ¡Pueden sentirse satisfechos con su prestación!

Como es evidente, por muchos despropósitos que sean formulados y acumulados uno tras otro, al objeto de ocultar o falsear la realidad y de cegar las vías de acción e información, tal forma de proceder jamás ha resuelto nada. Porque el imperialismo no consiste en “la ausencia total de violencia”, en “la existencia de un clima social sin violencia política”, o ‘en el respeto a la soberanía de los Pueblos’ etc. etc. Bien al contrario, consiste en la ocupación militar permanente de los Pueblos y Estados sojuzgados, y en la conculcación de sus derechos fundamentales y ante todo del derecho internacional de autogobierno (‘self-government), independencia o autodeterminación de todos los Pueblos: primero de los derechos humanos fundamentales y condición previa de todos ellos, y de integridad e independencia de sus Estados legítimamente constituidos sobre el principio de Autodeterminación o Independencia de todos los Pueblos; unos derechos fundamentales y perentorios (‘ius cogens’) reconocidos – no constituidos – como tales en la Carta de las Naciones Unidas y en numerosas Resoluciones de su Asamblea General.

Sin embargo, en una situación de liquidación estratégica, una clientela incapaz de afrontar la realidad política y sus exigencias busca, solicita y acepta las ilusiones ideológicas que le permitan olvidar su condición. Responder a tal demanda de ilusiones es la función ideológica de “moderados y radicales”, con el decisivo concurso de los monopolios fascistas de propaganda e intoxicación ideológica de masas. Los drogadictos ideológicos no tienen remedio, mientras tengan su abastecimiento asegurado. Una “oposición” oficial política e ideológicamente arruinada: como lo es la “oposición oficial vasca” Pnv-Eta, asegura gratuitamente la elaboración, la distribución y el consumo diarios de tan repugnante bazofia. La dependencia ha llegado ya a tal extremo que la privación y el “mono” de las masas sólo permiten tratamientos de alto riesgo.

Unos y otros: entre la burocracia del Pnv y la burocracia del Eta, arrastran por el suelo la dignidad y el honor de este País, haciendo imposible la restauración y la implementación política e ideológica cuyos fundamentos de hecho se daban hace mucho tiempo. Han arruinado los recursos políticos e ideológicos de este Pueblo, que han sido sacrificados a la ineptitud y los miserables y mezquinos intereses de “institucionalistas y belicistas”.

Entre el “institucionalismo” puro (de un lado), y los atentados (del otro), el “modelo mixto”: bietan jarrai, no es una combinación, una variante intermedia o un truco táctico; es la inevitable transición para – partiendo desde el abandono de los atentados – llegar a la adopción de los fines y medios del “reformismo” institucionalista tradicional: el cual deja a salvo todas las premisas fundamentales del régimen imperialista y fascista español de ocupación militar. En esta transición, sucesivos hundimientos, desprendimientos y corrimientos de terreno originan los espacios y “partidos” intermedios, las esclusas y las escalas en el recorrido. Un servicio institucional permanente y funcional de autobuses de cercanías: con parada y fonda, estaciones de aclimatación y refugios para transeúntes, cubre los espacios interestelares de la política local; y facilita, disimula y hace más discreto y menos doloroso el inevitable tránsito de ida y vuelta entre las estaciones de origen y llegada.

III

“No pueden separarse mecánicamente las cuestiones políticas de las cuestiones de organización.” (V. Lenin.)

La ausencia o deficiencia de una clase política es algo que ocurre en muchos países: pequeños y grandes, porque la producción social de una clase política necesita de condiciones idóneas y de un “estrato social” que raramente se dan, incluso con importantes limitaciones. Las consecuencias de una clase política ausente o deficiente, sin ser necesariamente fatales, pueden ser graves incluso en Estados independientes y en tiempo de paz, donde la simple inercia de la Administración: asegurando la gestión normal de “los asuntos corrientes”, las hace menos peligrosas. En cambio, para un País sojuzgado por un régimen extranjero de ocupación militar: Imperialista, Nacionalista y Colonialista como le ocurre a nuestro País, no existe la menor posibilidad de instaurar una política de revolución o liberación nacional que sea “administrativamente inerte”, puesto que seguir en la inercia de la situación significa seguir haciendo fatales avances por el camino que lleva inevitablemente a la liquidación nacional. En tales casos, el no ser capaz de revertir esa inercia: de revertir la marcha – ya sea rápida o lenta – hacia el desastre por la carencia de una clase y una organización políticas suficientemente competentes, honestas y no manipulables, es un handicap siempre fatal.

La falta de una auténtica clase política frente al imperialismo es mal endémico de este Pueblo, que ha carecido de las condiciones históricas, sociales, económicas, políticas y culturales para fabricarse una. En tales circunstancias, y ante la falta de una clase política propia, el vacío resultante produce un espacio de succión que se rellena por una burocracia compuesta de un enjambre de incapaces, indocumentados, advenedizos, aprovechados, charlatanes, irresponsables y exhibicionistas de toda procedencia: refugiados “en política” sin saber siquiera – y sin querer saber – “cómo se come eso”; los cuales “se descubren” una vocación y un destino políticos en el oportunismo, el burocratismo “dedocrático”, el corporatismo, la corrupción administrativa, el colaboracionismo, la complicidad y la traición al servicio del imperialismo y el fascismo. Si los trabajadores productivos – agricultores, carpinteros, panaderos etc. – de los Países sometidos bajo un régimen de ocupación militar extranjera tuvieran el nivel técnico correspondiente al de su clase política, el conflicto se resolvería rápidamente por colapso general de la producción y el consumo; pero, para nuestra desgracia, un Partido como el Pnv ofrece condiciones únicas para personajes que no tendrían en un Partido serio más sitio que los servicios auxiliares, suponiendo que alguien se fiara de ellos. Todos ellos: espléndidamente remunerados como políticos profesionales, son (malos) aficionados por sus prestaciones.

Nadie podría correctamente calificar como tal clase política a la pretendida vanguardia política vasca: auténtica retaguardia reaccionaria de piraos, ilusos y charlatanes, puesto que son agentes declarados del poder establecido. Con los servicios auxiliares del Pnv oficial y sus satélites armados y desarmados, el imperialismo y el fascismo franco-español disponen de un depósito inagotable, multiuso y ‘low-cost’ de tontos y locos útiles.

Lo primero que aparece a quien considera las características de la “clase política oficial vasca”: desde el Pnv hasta sus satélites y derivados, no es que sus impresentables representantes armados y desarmados presenten un simple déficit ideológico o político; no es que simplemente tengan una política equivocada. Lo que en ellos se puede ver inmediatamente es que ignoran la esencia y la substancia mismas de la Política y el Derecho; que no saben ni quieren saber con qué se come eso, ni falta que les hace. El nivel de sus manifestaciones es el propio del subdesarrollo mental que – convenientemente verificado – los privaría de toda homologación en cualquier actividad distinta de la que realizan, como auxiliares locales y correas de transmisión del imperialismo y el fascismo franco-español y de sus aliados político-religiosos. Sin embargo, y en contra de lo que sus continuas manifestaciones en el campo de la política pueden hacer creer, el cuidado que los funcionarios del Pnv y sus satélites prestan a sus propios intereses personales demuestra ya que no son – clínicamente hablando – retrasados o perturbados mentales; aunque las consecuencias para este País sean análogas o peores que si realmente lo fueran.

Los Colaboracionistas y Cómplices locales del imperialismo no están, por lo general, tan locos como para que los encierren, por desgracia para el País que los padece. Sobre los burócratas del Pnv y sus satélites en general uno se pregunta hasta qué punto son tontos, chiflados y débiles mentales, o aventajados y hábiles demagogos y aprovechados; si fingen y mienten, o si se mienten a sí mismos a partir de su wishful thinking; si no saben debido a una ignorancia invencible, o si no saben porque – definición misma de la mala fe – hacen lo necesario para no enterarse de lo que no quieren saber. Las fluidas líneas que en el Pnv separan a unos y otros no son siempre fáciles de determinar. Los burócratas del Pnv y su entorno parecen tontos, y en gran medida lo son; pero no tanto como parecen ser. Como todos los aprovechados del régimen: desde el último colaborador hasta la Real familia, tienen muy claro quién manda aquí y dónde se sitúa la raya – roja – que no pueden traspasar y que, efectivamente, no traspasan nunca.

Por desgracia, una sociedad moderna no puede “pasar” de la difícil y aleatoria necesidad de producir una clase política y una organización burocrática propias: relativamente competentes y democráticamente controlables, al objeto de que los Pueblos dejen de estar dirigidos desde fuera de ellos mismos hasta en sus intentos de oposición. La necesidad es tanto mayor para la Nación oprimida que para la opresora, puesto que ésta puede arreglárselas, imponerse a otros e incluso beneficiarse con un material de ínfima o deleznable calidad que, muy al contrario, sería fatal para aquélla.

Pero una clase política es un producto social que resulta difícil, raro y caro de obtener. Al igual que ocurre con la cultura o la lengua, no es posible nombrarla, improvisarla o fabricarla con cursos de retórica jesuita, cursillos pre-electorales, clases nocturnas y “lecciones de alta política” para futbolistas y otros especialistas (donde se inscribirán y de donde saldrán jesuitas, futbolistas y candidatos electorales “moderados y radicales”: para eso se hacen). Teniendo en cuenta, además, que tendríamos que considerar resuelto en todo ello, por petición de principio, el molesto problema de determinar quién instruye a los instructores. Saltar a la política “desde la delantera o la portería del Athletic” – al igual que desde el periodismo, el ministerio eclesiástico u otra especialidad – no se logra por cooptación y un cursillo de tres semanas para preparar “elecciones” (eminencias exentas).

Calificar de mediocre a la actual clase política española – por no hablar de la francesa – es hacerle un favor; pero sus talentos y sus talantes: aunque no propios de genios (ya que ésos quedan para el Pnv, donde siempre han padecido sobre-producción de ellos), saben o perciben cuando menos de qué va la práctica política, al servicio de una Administración dotada de ilimitados poderes por el Ejército español, que es la clase política real y columna vertebral de España desde 1812. En cambio, nulidades, números negativos y botarates como los que integran la “clase política” indígena de aquí, ésos no podrían tener sitio en ninguna parte; lo cual, para desgracia nuestra, los obliga a confinarse en este pobre País donde operan como auxiliares locales del poder político real imperialista.

Ya desde los primeros tiempos del “nacionalismo vasco”, la posición de sus representantes: limitada a la reivindicación de “la autonomía de Euskadi”, vino a substituir a una verdadera institucionalización democrática nacional y estatal; la cual: al igual que habían hecho Finlandia, Lituania y los otros Estados Bálticos desde 1917-18, debería haber estado necesariamente basada – desde hace cien años ya – en la afirmación tanto del derecho de autodeterminación o independencia del Pueblo Vasco, así como de la restauración – la continuidad, vigencia y actualidad – de nuestro propio Estado: el Reino de Nabarra. Pero nada de esto hicieron jamás sus dirigentes a pesar de las voces que lo advertían, como ocurrió con Anacleto de Ortueta desde 1931; y ello a pesar de que el Lehendakari Agirre reconoció su necesidad.

Por el contrario, y tras haber metido el País – sin preparación, sin escapatoria posible y sin contar con un solo aliado efectivo – en una guerra solitaria, “imprevista”, improvisada y suicida contra el Nazi-Fascismo español e internacional de las Potencias del Eje, la sub-clase política vasca acabó reconociendo en 1977-79 y hasta hoy mismo el régimen del Segundo Franquismo y el Estado español imperialista y fascista como el régimen y el Estado “propios, no-Nacionalistas, no-violentos, legítimos y democráticos”; llevando a continuación a la oposición democrática al callejón sin salida de “la vía institucional” (dentro de la autonomía-trampa de una tri-provinciana región española que Pnv-Eta y el régimen español llaman “Euskadi”), y a su corolario: “la lucha armada”. Todo ello ha resultado en un eficaz medio de condicionamiento, limitación, fijación, contención, desgaste, reducción, manipulación, intoxicación, recuperación, corrupción y demoralización de las fuerzas populares vascas.

Pero ocurre que, en realidad, los valedores de “la vía institucional y la lucha armada o desarmada”, esto es: la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites, no creen en el Pueblo Vasco, ni en su Estado histórico internacionalmente reconocido durante mil años, ni en la capacidad política del Pueblo Vasco, ni en una oposición de nivel estratégico correspondiente a la relación real de fuerzas que este Pueblo podría perfectamente movilizar y presentar, si no estuviera siendo bloqueado por esos traidores y su política infrastratégica (puesto que creer en todo ello pondría en evidencia y peligro el tanto el sistema de traición y colaboracionismo con el imperialismo del que ellos forman parte, así como a ellos mismos en tanto que sus gestores, lo cual temen por encima de todo); ni creen tampoco en la realidad del imperialismo que ellos ocultan/niegan, ni en la Resistencia al imperialismo.

“Moderados y radicales” han sumido en la indefensión, la división, la nulidad estratégica, la putrefacción política y la alienación ideológica y mental al Pueblo que dicen defender, al cual han hecho creerque toda Resistencia real: legal o ilegal, es no sólo políticamente sino incluso lógicamente imposible. El resultado es cincuenta años perdidos de mentiras y vanas ilusiones, para acabar volviendo al mismo punto de partida pero en condiciones mucho peores que antes. El resultado es la impotencia, división y demovilización de las fuerzas populares a nivel muy inferior al de su capacidad espontánea, porque los Pueblos sólo se unen y movilizan en torno a proyectos que corresponden a la dignidad y los intereses fundamentales de sus respectivas Naciones y Estados.Para proyectos que son contrarios a estas premisas fundamentales, los Pueblos no se unen ni movilizan, sólo se descomponen. Es el precio que este Pueblo: que ha acabado extraviado y sin estrategia, ha de pagar por las ilusiones y el escapismo, los atajos minimalistas y los rodeos maximalistas que – propuestos por los embaucadores de turno – ha tenido la desgracia de asumir.O, en realidad, por su “incapacidad” o negativa contumaz para plantear el tratamiento de los problemas políticos en el único terreno que los constituye: la relación de fuerzas y su modificación estratégica en favor de las clases oprimidas.

La división y el enfrentamiento de su propia base política es así irremediable, porque no hay unidad política sino en función estratégica. Sin ésta no cabe unidad, ni falta que hace. “Pocas veces se ha dado un Pueblo tan políticamente dispuesto y unido como el que había en el País Vasco. Pero sus dirigentes no han sabido unirse.” Esta difundida y explícita declaración foránea parecía fundar en la falta de unidad de los dirigentes la fuente del desastre estratégico. En realidad la liquidación estratégica precedióa la falta de unidad. Efectivamente, no es posible fundar una unidad política sin referencia constitutiva a la unidad estratégica, ni tiene sentido sin ella, y la burocracia institucionalista había liquidado ya la base estratégica de la política vasca de liberación nacional desde los pactos de liquidación de París (1957-61) y Múnich (1962), para acabar integrándose en el Fascismo del Franquismo transitivo en 1977-79. Así pues, en ausencia de esa base estratégica, las divisiones y los enfrentamientos suplementarios de la propia base política – por los más irrelevantes o deleznables motivos circunstanciales o personales – son inevitables, y sólo manifiestan que la destrucción estratégica y la división política se han producido ya con anterioridad.

En una tal situación, las llamadas a la unidad son palabrería vacía e hipócrita: más vale una división neta y progresiva que una “unión” falaz y reaccionaria. (A este respecto es preciso aclarar, frente al charlatanismo – y la cara dura – de quienes acusan a los demás de divisionismo, que toda división es, cuando menos, cosa de dos: ni Dios todopoderoso puede dividir por uno; pero, para estos desaprensivos, siempre son los demás quienes dividen, no ellos mismos.) Ahora bien, la cuestión está en saber qué se divide y para qué. Si es para hacer las cosas mal, más vale separarse: en tal caso, es precisamente esa “falta de unidad” la que nos permite preservar los factores de restauración y regeneración ideológica y política. La clave de la unidad está en establecer una base estratégica para ella. Porque, dicho de otro modo: sobre una base político-estratégica relevante, las disfunciones y divisiones orgánicas pueden ser tal vez posibles; pero sin ella, la división y la disgregación son inevitables.

El inevitable “fracaso” – según de qué lado se mire – de “la guerra revolucionaria”, es decir: los atentados, potencia y alimenta el burocratismo, el corporatismo y el nepotismo, es decir: “la vía institucional” del régimen de ocupación, y nutre el abierto clientelismo y la corrupción desnuda. A unos y otros el coste social de todo ello para nuestro País les viene ancho. Sus partidarios se decantan rápidamente en farsantes, embaucadores y aprovechados, por un lado, y en crédulos e incautos que pagan el pato, por otro; pero pueden ir tirando así durante siglos, mientras los réditos mancomunados – materiales y morales – de la burocracia y su clientela quedan asegurados.

Sin duda, hay algo de infantil y rústica depravación en la ceguera y tozudez con las que un grupo social considerable corre hacia su propia pérdida, persistiendo con obstinación en una vía impracticable, ruinosa y sin salida; como es la que desde hace más de medio siglo le están proponiendo a nuestro Pueblo la burocracia liquidacionista Pnv-Eta y sus satélites que forman la “clase política oficial vasca”. Consiste esa vía en empeñarse en ignorar o rechazar nuestra empresa de liberación del imperialismo franco-español, que únicamente es posible mediante la restauración de nuestro Estado propio, el Reino de Nabarra; en admitir por el contrario como legítimos, democráticos y propios los Estados ocupantes de Francia y de España, los cuales niegan oficial y “constitucionalmente” la existencia del Pueblo Vasco como un Pueblo distinto, con su idioma propio y sus derechos originarios e internacionales propios y distintos de los de Francespaña; y en creer que, en el interior de las instituciones y la legislación imperialistas, colonialistas y fascistas de esos Estados ocupantes: estructuralmente constituidos sobre la negación de nuestro Pueblo y Estado, la pervivencia del Pueblo Vasco y de su idioma quedará asegurada con “estatutos y gobiernos autónomos” otorgados, y con “sociedades de estudios y observatorios vascos de derechos lingüísticos”, agotados y totalmente recuperados por el imperialismo, y que los hechos dejan en ridículo cada día.

Inevitablemente, esos tozudos “juegos” infantiles o rústicos se han transformado con rapidez en instrumentos de confusión, corrupción y destrucción de las fuerzas populares del Pueblo Vasco. Tales esparcimientos y compensaciones han costado aquí la “broma” de medio siglo perdido – por ahora – en una catastrófica involución de nuestra política de liberación nacional frente al imperialismo franco-español, con todas sus parcial o totalmente irreparables consecuencias.

Cabe preguntarse cómo un Pueblo acorralado, que lucha por su supervivencia, puede contentarse con contemplar pasivamente el derrumbe de la única expectativa de salud que le queda (la cual radica en la Resistencia Nacional estratégicamente constituida sobre la doble afirmación nacional-estatal del Pueblo Vasco y de su Estado propio, el Reino de Nabarra, y en la denuncia y el rechazo permanentes del régimen imperialista franco-español de ocupación militar), y con esconder la cabeza bajo el ala y consumir los sub-productos de consolación que le ofrecen sus verdugos indígenas: las burocracias Pnv-Eta y sus satélites Ea-Ehbildu-Sortu-Geroa bai y el resto de asociaciones/fundaciones “sociales y culturales” etc. que los apoyan, al menos al no denunciarlos jamás por lo que son; todos ellos agentes locales auxiliares del imperialismo franco-español al que ellos han adoptado como un régimen/Estado legítimo y democrático, y el suyo propio.

“Los dioses ciegan a quienes quieren perder.” Se pueden tener las mayores dudas y abrigar los peores temores sobre la voluntad política de una sociedad que se niega hasta tal punto a asumir la realidad del imperialismo, y las necesidades objetivas e inevitables de la lucha por la libertad. “Los seres que no se defienden son siempre los mismos. Ven que el abismo se abre ante ellos y, sin embargo, se precipitan en él.”

Hay casos en los que una reforma: aparente y formalmente institucional, en realidad no es sólo eso, puesto que su verdadera dinámica y significado le vienen dados desde fuera de las instituciones; pero en tal situación, el poder establecido tiene interés en disimular lo que constituye una infracción y una falla en el propio sistema institucional. Es por ello que presenta el motor de la Resistencia externa como reformismo institucional; y la instancia reformista, como revolucionaria, lo cual contribuye a la ambigüedad propia del acto institucional. Sin embargo, cualesquiera que sean la forma, el tiempo, el ritmo o los medios que adopte, una revolución no es una simple reforma institucional sino un cambio de estructura: un cambio social, económico, político e ideológico; una transferencia del poder político. En este sentido, una empresa de liberación nacional frente al imperialismo y el colonialismo es siempre y necesariamente una revolución.

Por supuesto, no hay clase ni organización política que sean capaces de crear una situación revolucionaria para la independencia nacional allí donde faltan las condiciones – sociales, políticas e ideológicas – fundamentales para ello; pero, incluso existiendo éstas,  una burocracia incapaz, indecisa, derrotista y corrompida, y una pretendida clase y vanguardia política que en realidad retarda absoluta y relativamente sobre la conciencia y las exigencias de la Resistencia popular espontánea (como ocurre aquí), se bastan por sí solas para arruinar el más favorable de los complejos ideológico-políticos ya existentes.

Los Pueblos oprimidos pueden soportar muchas cosas; pero una burocracia corporatista, incompetente, irresponsable, engreída, corrompida, indecisa, derrotista, manipulada, infiltrada, colaboracionista o cómplice, y encuadrada en los servicios auxiliares del imperialismo como parte integrante – ideológica y política – de la estructura de dominación y ocupación: como lo es la burocracia liquidacionista Pnv-Eta, ése es un handicap que no pueden permitirse. La erradicación ideológica y política de la burocracia Pnv-Eta y sus satélites es una tarea de salud pública sin la cual el restablecimiento de las fuerzas democráticas es imposible, como han demostrado cuarenta años de desagregación orgánica, ideológica y política. Desembarazarse de la costosa, desastrosa y esterilizante tiranía de semejante burocracia: a la vez incapaz, podrida y manipulada por el régimen de ocupación militar, es la primera condición de recuperación democrática.

Las organizaciones políticas, como todas, son cuerpos vivos: tratan de sobrevivir, crecer, engordar, reproducirse y multiplicarse al margen o a costa de los demás. A partir de sus posibilidades y sus imposibilidades “actuales”, esas organizaciones fabrican una esfera virtual, fiduciaria o ficticia; una burbuja cuya hipertrofia se realiza en un balón: un globo no dirigible que se infla y dilata tanto más rápidamente mientras sus paredes se extienden, afinan y debilitan hasta el pinchazo, la consunción o el estallido final. Las “novas” políticas: sin base ni perspectivas estratégicas, son pompas de jabón en el sistema real de fuerzas; mucho más aún en el sistema imperialista establecido.

Todo Pueblo tiene, en importante medida, la clase política que se le impone; y también, en medida importante, la que se busca y merece, y no siempre los medios de enfrentarse a ella. En cualquier caso, no son las ideas o las voluntades individuales las que cambiarán ni una ni otra. Sería un error y una cómoda escapatoria creer que la burocracia que forma el grupo Pnv-Eta y sus respectivos satélites no corresponde en absoluto a su “base”. Bien al contrario, ese bifronte grupo burocrático se superpone perfectamente a la actual situación de impotencia, sumisión y anulación políticas: que es la situación que él ha creado y a la que él ha logrado reducir a nuestro País.

Este País es, seguramente, el único del mundo donde la incapacidad y el fracaso de sus representantes y dirigentes, y las catástrofes que ellos acarrean, no revierten en la evicción o el fusilamiento de esa supuesta clase política sino en la exaltación de sus “méritos” y la confirmación de sus funciones. Con tan fatal garantía, la burocracia del grupo Pnv-Eta ha llevado a este País al desastre, y no tiene la menor voluntad ni la menor zorra idea de cómo sacarlo de él.

[Véase, al respecto, el artículo El conglomerado burocrático Pnv-Eta: Agentes para la penetración del imperialismo franco-español entre el Pueblo Vasco’, publicado en esta página el 20 de Marzo de 2019.]

Es comprensible que la ideología dominante trate de obscurecer los conceptos que se necesitan para esa tarea, y que lo haga a través de todos sus mass-media disponibles, que son enormes: tanto como lo es la capacidad de violencia criminal en que esos medios se apoyan. Y más aún si – como es el caso – puede utilizar los servicios de una “oposición radical” autóctona que se preste o se venda para ello, tras haber asumido ésta todos los postulados fundamentales del régimen fascista transitivo y de su Estado imperialista: aceptados por la burocracia Pnv-Eta y sus satélites como el régimen y el Estado “propios, no-Nacionalistas, no violentos, legítimos y democráticos”.

Nadie puede invocar – nadie espera tampoco que se invoquen – eximentes o atenuantes de buena fe o ignorancia no-culpable, respecto a conceptos de largo tiempo adquiridos. Aquí el que no se entera es porque no quiere. No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni mayor tonto que el que no quiere aprender. Lo que hoy acontece en nuestro País es el resultado previsible y previsto de la venalidad y la irremediable incapacidad teórica y práctica de la sub-clase política “vasca” en funciones; y de su participación tanto en el sistema estratégico del imperialismo franco-español, así como en su aparato fascista de corrupción y represión de la libertad de expresión, información, comunicación y crítica, a cambio de mezquinas aunque provechosas ventajas. Es la consecuencia obligada de la ausencia: ya sea originaria o adquirida, de toda estrategia política propia.

Por causa de la camarilla formada por la burocracia liquidacionista Pnv-Eta, el Pueblo Vasco ha perdido sus mejores oportunidades de rentabilizar su capacidad para implementar una real política de liberación nacional del Imperialismo Nacionalista y Colonialista franco-español; y ha desperdiciado y arruinado todos los sacrificios que durante tantos años y tantos siglos ha consentido para preservar su existencia. Nuestro Pueblo: de la mano de una banda incapaz y corrompida que está suplantando y substituyendo desde hace sesenta años a una clase política y una formulación estratégica auténticas (las cuales aquél o bien no conoce, o en las que no se reconoce), ha mostrado una vez más su juventud, su retraso cultural y científico, y su falta de sentido y de cualificación ideológica y política. Es, así pues, momento de volver a la realidad tras cincuenta años perdidos en ilusiones perdidas.


(De ‘Euskal Herria y el Reino de Nabarra, o el Pueblo Vasco y su Estado, frente al imperialismo franco-español’.)

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